Domingo 10 del Tiempo Ordinario “A” Contenido
1.1 Primera Lectura Oseas 6, 3-6
1.2 Segunda Lectura Romanos 4, 8-25
6. Leamos la Biblia con la Iglesia
7.2 Himno de Vísperas oriental
1. Introducción a la Palabra1.1 Primera Lectura Oseas 6,
3-6
Muy
similar a sus contemporáneo Amos, el profetas Oseas critica acerbamente la
miseria religiosa de Israel. Dios les
dice a través de la boca del profeta que la piedad del pueblo es superficial,
que su amor es vacilante. Luego Dios les dice lo que espera: amor (no
holocaustos), conocimiento de Dios (no sacrificio), es decir, en lugar de
ofrecimientos costosos reclamaba actitudes interiores. En otras palabras, Dios
espera del hombre no un rito exterior que se realiza a una hora determinada para luego olvidarse de Dios hasta el siguiente
holocausto. Se espera que el amor del
creyente sea permanente, que se vea como compenetrado por la verdad de Dios. Todos
llevamos pro dentro - a lo mejor como resabio de nuestra niñez - como un anhelo
de poder disponer de poderes mágicos Esto se traduce en una especie de
convicción hasta inconsciente, que cuando se realizan ciertos gestos o ritos la
ira de Dios está aplacada, que ya no habrá infortunio ni mala suerte. Esta manea
de pensar se nos ha inculcado a lo mejor desde la niñez. Supongamos que le han
enseñado a alguien que se santigüe o se persigne antes de salir de casa. Esto
es un hábito loable porque nos coloca en la dimensión de Dios, es decir, lo que
vamos a hacer y vivir lo queremos hacer y vivir como hijos de Dios. Pero
algunos consideran este gesto como “seguro de vida contra accidentes”. Se
sienten mal cuando lo han olvidado. Y cuando algo sale mal en este día piensan
o dicen: “Ves, no me santigüé antes de salir de casa”. Es como si Dios no diera
su amor sólo contra el dinero contante y sonante de ritos, gestos o palabras
determinadas. En el fondo se piensa que las palabras y los gestos son mágicos. En
realidad, el que conoce algo del amor
de Dios - Dios nos ama también cuando nos hemos portado mal, cuando hemos
pecado -, cuando sale de su casa y se santigua, dice en su corazón: “Señor me
pongo bajo tu protección. No permitas que te ofenda. Ayúdame a hacer tu
voluntad, ayúdame a ser digno de tu amor”.
El cristiano sabe que Dios lo protegerá y que Dios sólo permitirá lo que
será para bendición. Esta
lectura debería hacernos reflexionar acerca de la calidad de nuestra fe.
Debería ayudarnos a eliminar lo que consciente o inconscientemente es
supersticioso en nuestra vida, lo que es rutinario en nuestra relación con
Dios. Porque la rutina mata el amor y uno se queda sólo con gestos vacíos. 1.2 Segunda Lectura Romanos
4, 8-25
Esta
lectura continúa en cierto sentido la línea de pensamientos de la lectura
anterior. Porque describe cómo la fe es realmente una respuesta de amor.
Abrahán está biológicamente casi muerto. A pesar de ello sigue creyendo en la
promesa de Dios: “Serás padre de una multitud innumerable como la arena del mar
y las estrellas del cielo”. Por eso
Abrahán se convierte en el padre de los creyentes. Han parado
para pensar que pueden convertirse en padre o madre de multitudes.
Necesariamente la vivencia de la fe repercute en los demás y no sólo en los
miembros de nuestra familia sino en todos los que entran en contacto con
nosotros. Y ellos contagiados por nuestra fe la transmiten a su vez. También al contemplar las generaciones de
una familia se observa esta realidad. En medio de una cadena inexorable de
descreídos de padres, hijos, nietros y bisnietos basta que una pareja acoja la
fe y la viva. Los hijos, nietros y bisnietos llevarán esta herencia en sus
genes. Dejamos
nuestra marca de cristiano (tibio-promedio-radical) en los demás. Está claro
que la fe no es una verdad que nos enseña la Iglesia. La fe es, más bien, como
dice Tomás Merton: “Es la virtud que nos quita todo para darnos todo”. Poner en manos de Dios nuestra suerte, dejar
que Él sea que mande en nuestra vida. De esta manea hasta los momentos más
oscuros de nuestra vida se iluminan desde adentro porque Dios está ahí realizando
una historia de salvación. 1.3 Evangelio Mt 9, 9-13
Mira de
dónde saca Jesús a sus colaboradores.
El evangelio de hoy cuenta que Jesús elige a un explotador de sus
compatriotas, a un colaborador con las fuerzas ocupatorias, a un hombre cuya
profesión es sinónima con pecado. Jesús llama a un publicano, a un cobrador de
impuestos para que sea su apóstol. ¡Qué consuelo! Jesús tiene misericordia y rompe los cánones que hemos
establecido los hombres porque él es poderoso para hacer de los pecadores unos
santos. Siempre queremos dar la talla, aparecer justos y buenos para que nos
amen los demás. Ante Jesús y ante la comunidad que lleva su Espíritu no
necesitamos ser hipócritas. Podemos ser lo que somos, unos pecadores y Jesús y
la comunidad vivificada por su Espíritu nos aman como somos. Y esta amor nos
convertirá. Vemos, pues, que las tres lecturas nos llamen a la sinceridad por
somos amados por Dios. Lo único que impide que nos ame es la hipocresía porque
entonces no lo dejamos amarnos como somos. 2. Reflexionemos2.1 Los Padres
¿Qué es el
pecado? La
revelación cristiana afirma respecto al mal que la falta humana no consiste en
el falso encuadramiento de un ser no libre en el orden universal - como enseña
el marxismo -, sino en la mala voluntad de un ser libre. El mal no es tampoco en último término la imperfección de un ser
libre, que puede ser corregido por medio del uso del entendimiento y el
esfuerzo - como sugiere el budismo -, sino por
la conversión en el sentido que el hombre se ha apartado de Dios y de los demás. Y esto no lo puede reparar el
hombre por sí mismo. La maldad fundamental no estriba tampoco en la trasgresión
de una fría ley suprema - como lo concibe el Islam - sino en la violación de
una amor personal. No se trata, por
fin, de una delito o falta contre al
hombre - como enseña el humanismo -
sino también y siempre de una ofensa a nuestro Creador y Redentor. Todo esto se encierra en la palabra
cristiana ‘pecado’. Hemos
citado las cuatro maneras de concebir el mal, de acuerdo con la cuatro
ideología que les sirven de base: UNA MERA IMPERFECCIÓN EN EL PROCESO de la
evolución, una actitud errónea que el pueblo puede corregir por sus propias
fuerzas, una pura transgresión de la ley y un perjuicio al hombre solamente.
Estas concepciones son falsas. El pecado contiene mucho de servidumbre e
impotencia. El pecado daña al hombre pero es también trasgresión de una ley
divina. Mas con todo eso no se ha dicho
aún lo esencial: el pacado es la negación del amor a los oro sy al Otro. Todo pecado
real tiene algo de esta negación. El
Misterio del mal. Esto suena
abominable. El pecar es abominable. El mensaje de la Sagrada Escritura -
concretamente las palabras de Jesús
sobre la reprobación eterna - no dejan lugar a duda sobre lo serio del mal. No
en balde acaba el padrenuestro con la petición: “Mas líbranos dlemal”. El que peca, trata de lograr algo contra el
amor a Dios y el prójimo. Se quebranta, de un modo u otro, el orden del amor.
Esto no quiere decir que se busque sola
y exclusivamente el mal. En todo pecado se busca también algo que es de suyo malo. El que ataca o trata injustamente a otro es que busca un campo más ancho para el
desenvolvimiento de su propia persona, cosa que en sí misma no es mala. Lo malo
está que busca la expansión propia a
costa de los derechos que el otro tiene a la misma expansión. Esta
mezcla de bien de bien y de mal es la
razón por la que con frecuencia
comprendemos muy bien al que
llega a pecar. A veces puede ser una excusa. Pero nos hace ver también
claramente lo que de destructor tiene el pecado por que se abusa de algo
verdadera, de algo bueno, de algo que viene de Dios. El pecador se busca a sí
mismo sin tener en cuenta al otro, sin tener en cuenta a Dios. (San Agustín). 2.2 Con los Hijos
Dios se
apiada de los hombres. Dios quiere salvar al pecador. “Por mi vida, dice el
Señor, que yo no gozo con la muerte del impío, sino que se convierta y viva”
(Ez 33, 11). Dios llama al pecador para que se arrepienta. Le hace ver sus
yerros y despierta en él la añoranza por la casa del Padre celestial. Dios
tiene paciencia con nosotros, hombres débiles. Por eso, concede a veces largo
plazo al pecador para que se convierta. Dios espera al pecador como el padre al
hijo pródigo. Dios es paciente. Cuando el
pecador se arrepiente, Dios le perdona. Con gran amor se inclina hasta él y lo
acepta nuevamente como hijo suyo. Ningún hombre sabe compadecerse tan de
corazón y perdonar tan generosamente como nuestro Padre que está en los cielos.
Por eso , ningún pecador debe desesperar. Dios es misericordioso. 3. Relación con la MisaUna
señora de comunión diaria le reprochó a
un sacerdote el haber entrado en la casa de una mujer pecadores. “¿Cómo pude
usted rebajarse tanto ?”, le espetó. El sacerdote le contestó : “Más
se ha rebajado el Señor esta mañana cuando usted lo recibió en la
comunión”. Tratemos de recobrar algo de esa humildad que nos hace considerar
como totalmente inmerecida nuestra participación en la Misa. Somos pecadores
que nos acercamos al Dios tres veces santo.
Nuestro Padre de los cielos perdona y alimenta a los hijos con su
Palabra y el cuerpo de su Hijo. 4. Vivencia FamiliarA veces es
necesario recordar que ciertos
personajes (astros del cine, deportistas destacados, etc., gozan de gran fama)
son pecadores públicos no para que los miembros de la familia los desprecien
sino para que recen por ellos para que se conviertan. 5. Nos habla la Iglesia.Cristo nos
salva. Cordero
inocente, con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida. En
Dios reconcilió consigo entre nosotros y nos liberó de la
esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede
decir con el Apóstol : El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí (Ga 2,20). Padeciendo por
nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos, y, además, abrió el camino,
con cuyo seguimiento la vida y la muerte se
santifican y adquieren nuevo sentido.
(Vaticano II, Gozo y esperanza, n. 22c). Toda
regeneración de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad
hacia su vocación ; por eso, sin duda, se explica por qué el movimiento tiende hacia
launidqad. La Iglesia peregrina en este mundo es llamada por Cristo a esta
perenne reforma, dela que ella, en cuanto institución terrena y humana,
necesita permanentemente ; tanto que si alugnas cosas, por circunstancias
del lugar y tiempo decayeron de su debida observancia en las costumbres, en la
disiplina eclesiástica o incluso en el modo de exponer la docttrina - el cual debe disntinguirse
con sumo cuidado del despósito de la fe - deberán restuararse en la forma y
orden debidos. ( Vaticano II
Ecumenismo, n. 6). 6. Leamos la Biblia con la Iglesia10° Semana L. 2
Cor 1,1-7 S.33 1
Re 17,1-6 S.120 Mt
5,1-12 M. 2
Cor 1,18-22 S.118 1
Re 17,7-16 S.4 Mt 5,13-16 M. 2
Cor 3,4-11 S.98 1
Re 18,20-39 S.15 Mt 5,17-19 J. 2
Cor 3,15-4,1.3-6 S.84 1 Re
18,41-46 S.64 Mt 5,20-26 V. 2
Cor 4,7-15 S.115 1
Re 19,9a.11-16 S.26 Mt
5,27-32 S. 2
Cor 5,14-21 S.102 1
Re 19,19-21 S.15 Mt
5,33-37 7. Oraciones7.1 Himno oriental
Antes de
que te crucificaran los
soldados se burlaron de Ti mientras
los ejércitos celestiales se
estremecían de estupor. Tú que
habías coronado el universo con el
firmamento de los cielos, estabas
coronado de espinas. Ahora se
revela el misterio de tu misericordia. 7.2 Himno de Vísperas
oriental
Pueblo que
un día estuvisteis hundidos
en corrupción y que
luego esquivasteis los golpes del enemigo : Alzad los
brazos, levantad las manos, batid
palmas y acompañad con cantos al Cristo
que llega a nosotros con el don de su misericordia. 7. 3 Sagrado Corazón
(Newman)
Mi Dios y
mi Salvador, adoro tu Corazón porque es la fuente de tu amor humano y tierno a
nosotros los pecadores. Es el instrumento de tu amor, palpita por nosotros.
Tenía nostalgia de nosotros. Ha sufrido
por nosotros y por nuestra salvación.
Ardía de celo para que la gloria
a de Dios se manifestara en y por nosotros. Tu corazón es el canal por el cual
nos ha llegado tu amor infinito y tu compasión, tú que eres Creador, Salvador y
Juez. Sagrado Corazón, símbolo y sacramento de amor humano y divino, tú me has
redimido por tu poder, por tu sangre que nos baña de nuestros pecados. Llena mi
corazón de tu amor para que ni las circunstancias del tiempo y de la vida
puedan inquietarnos porque experimentamos tu paz. 8. San Bernardo de ClaravalleEn la vida
de nuestra Iglesia encontramos las
órdenes y las congregaciones religiosas que tienen una gran influencia. No hay fundadores que no tengan una tierna
veneración por la Virgen María. San
Bernardo de Claravalle es considerado como uno de los que más han venerado a la
Virgen Santísima. Se le ha llamado “la niña de los ojos de la Virgen”. El ha
creado la costumbre que todas las
iglesias de su orden sean consagradas a María. A él la orden debe una reforma profunda que ha contribuido al
crecimiento en todo el mundo de las comunidades cistercienses. Nación en
1092 como hijo de una familia noble. A los 21 años entró al convento que había
fundado San Bruno y que no tenía vocaciones por lo exigente de su
disciplina. San Bernardo ha sufrido
muchos asedios por su vocación de monje. Supo superarlos y su ejemplo y palabra
animó a 30 jóvenes a seguir su ejemplo, entre ellos varios de su hermanos. Se
le puede considerar como renovador de la orden cisterciense. Día y
noche se dedicaba a la oración y contemplación, adquiría una profundo
conocimiento de las Sagradas Escrituras y una unción de palabra que tocaba los
corazones de los hombres. Cuando estaba triste y desanimado, se preguntaba a sí
mismo : “Blernardo, ¿ a qué ha venido ?”. Fundó el convento de
Claravalle que contaba con 67 monjes. Añadió a este 67 fundaciones nuevas. Cuando
predicaba la segunda cruzada a Tierra Santa, su viaje parecía una procesión
triunfal. Pero la cruz y la corona de espinas fueron su parte cuando fracasó la
cruzada. “Está bien así, decía, me glorío
de ser miembro sufriente de Cristo”. Los pueblos le veneraban ya en vida
como apóstol y santo. Reyes y Papas buscan su consejo. El celo de las almas le
empujó al que consideraba su vocación el estar recluido en el convento para hacer penitencia, a salir de nuevo e intervenir, a llevar la paz a
reformar a la Iglesia. desgastado murió en 1155 a la edad de 63 años. Fue
enterrado ante el altar de la Virgen. Desde muy
joven tuvo una relación muy íntima con la Madre de Dios que le apreció con el
niño Jesús en la Noche de Navidad y le revelaba el misterio del nacimiento de
su Hijo. También cuando los médicos lo desahuciaron, le apreció la Virgen, le
impuso la mano y lo sanó. Todos los
días oraba a la Virgen. De ella no sabía hablar lo suficiente. No había sermón
u obra escrita que no contuviera una alabanza a la Madre de Dios. Cuando
entró a la catedral de Spiria, al lado del emperador Corrado III se cantaba el
Salve Regina. El amor a la madre de Dios le embargaba tan fuertemente que
llegado al alta de la Virgen repetías las palabras : oh clemente, o pía,
oh dulce Virigen María, plabras que
nosotros repetimos aún hoy. Sus
palabras más bellas son estas : “Quita esta estrella del mar del océano
anche de la vida y ¿qué te queda que
tinieblas y sobras de muerte ? Por eso veneramos de todo corazón a María, porque esta es la voluntad de Aquel que
quiere que todo lo recibamos por medio de ella. Cuando se levantan las
borrascas de la pasión, cuando chocas contra los escollos de la tristeza, eleva
tu mirada a la Estrella, invoca a María. Cuando te sacudan las olas del orgullo
y de la ambición, eleva tu mirada a la Estrella, invoca a María. Piensa en ella
cuando temes el juicio, cuando el abismo de la desesperación te quiere tragar.
Len todo peligro, en toda tentación, invoca
a María. Nunca esté lejos de tus labios, de tu corazón. Síguela y no
perderás el camino verdadero. Cuando piensas en ella no serás desilusionado.
Cuando le rezas ya no necesitarás desesperar. Cuando te sostiene, no caerás.
Cuando te protege, estarás a lo seguro. Cuando ella te guía, no te equivocarás.
Cuando ella te tiene piedad, llegarás seguro a la meta. Memorare de San Bernardo.
Recuerda,
oh piadosa Virgen María, que desde toda la eternidad no se ha oído que alguien
que ha buscado tu ayuda, se haya visto defraudado. Animados por esta confianza,
vengo a Ti, Virgen de las Vírgenes y Madre. A Ti acudo como pecador. No
rechaces mis palabras, Madre del Verbo sino escúchalas y concédeme lo que te
pido. Amén.
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