Domingo 17 del Tiempo Ordinario A - 'El Reino de Dios es como un Tesoro escondido' - Comentarios de Sabios y Santos II: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Directorio Homilético: Decimoséptimo domingo del Tiempo Ordinario
Exégesis: W. Trilling - sección tercera (13,44-52).
Comentario teológico: P. Leonardo Castellani - Parábolas del Tesoro y la Perla
Santos Padres: San Juan Cristóstomo - Homilía sobre San Mateo 13,44-52
Aplicación: SS. Francisco - El tesoro escondido y la perla de gran valor
Aplicación: SS. Benedicto XVI - Salomón y la respuesta de Dios
Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - El tesoro y la perla Mt 13, 44-46
Comentarios a las Lecturas del Domingo
Directorio Homilético: Decimoséptimo domingo del Tiempo Ordinario
CEC 407: no se puede ignorar el pecado original para discernir la situación
humana CEC 1777-1785: escoger según la conciencia, en acuerdo con la
voluntad de Dios
CEC 1786-1789: discernir la voluntad de Dios expresada en la Ley en las
situaciones difíciles CEC 1038-1041: la separación del bien y del mal en el
juicio final
CEC 1037: Dios no predestina a nadie a ir al infierno
407 La doctrina sobre el pecado original -vinculada a la de la Redención de
Cristo- proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación
del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres,
el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca
libre. El pecado original entraña "la servidumbre bajo el poder del que
poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo" (Cc. de Trento: DS
1511, cf. Hb 2,14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza
herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la
educación, de la política, de la acción social (cf. CA 25) y de las
costumbres.
I EL DICTAMEN DE LA CONCIENCIA
1777 Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rom
2,14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el
mal. Juzga también las elecciones concretas aprobando las que son buenas y
denunciando las que son malas (cf Rom 1,32). Atestigua la autoridad de la
verdad con referencia al Bien supremo por el cual la persona humana se
siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre prudente, cuando
escucha la conciencia moral, oye a Dios que habla.
1778 La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona
humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está
haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a
seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su
conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina:
La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él,
nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza... La
conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como
en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos
gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo
(Newman, carta al duque de Norfolk 5).
1779 Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y
seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más
necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda
reflexión, examen o interiorización:
Retorna a tu conciencia, interrógala... retornad, hermanos, al interior, y en
todo lo que hagáis mirad al Testigo, Dios (S. Agustín, ep.Jo. 8,9).
1780 La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la
conciencia moral. La conciencia moral comprende la percepción de los
principios de la moralidad ("sindéresis"), su aplicación en las
circunstancias dadas mediante un discernimiento práctico de las razones y de
los bienes, y en conclusión el juicio formado sobre los actos concretos que
se van a realizar o se han realizado. La verdad sobre el bien moral,
declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por
el dictamen prudente de la conciencia. Se llama prudente al
hombre que elige conforme a este dictamen o juicio.
1781 La conciencia hace posible que se asuma la responsabilidad de los actos
realizados. Si el hombre comete el mal, el justo juicio de la conciencia
puede ser en él el testigo de la verdad universal del bien, al mismo tiempo
que de la malicia de su elección concreta. El veredicto del dictamen de
conciencia constituye una garantía de esperanza y de misericordia. Al hacer
patente la falta cometida recuerda el perdón que se ha de pedir, el bien que
se ha de practicar todavía y la virtud que se ha de cultivar sin cesar con
la gracia de Dios:
Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos
condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce
todo (1 Jn 3,19-20).
1782 El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin
de tomar personalmente las decisiones morales. "No debe ser obligado a
actuar contra su conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su
conciencia, sobre todo en materia religiosa" (DH 3).
II LA FORMACION DE LA CONCIENCIA
1783 Hay que formar la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una
conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la
razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. La
educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a
influencias negativas y tentados por el pecado de preferir su juicio propio
y de rechazar las enseñanzas autorizadas.
1784 La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los
primeros años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley
interior reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña
la virtud; preserva o cura del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los
insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia,
nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la
conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.
1785 En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz que nos
ilumina; es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos
en práctica. Es preciso también que examinemos nuestra conciencia atendiendo
a la cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo,
ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la
enseñanza autorizada de la Iglesia (cf DH 14).
III DECIDIR EN CONCIENCIA
1786 Ante la necesidad de decidir moralmente, la conciencia puede formular
un juicio recto de acuerdo con la razón y con la ley divina, o al contrario
un juicio erróneo que se aleja de ellas.
1787 El hombre se ve a veces enfrentado con situaciones que hacen el juicio
moral menos seguro, y la decisión difícil. Pero debe buscar siempre lo que
es justo y bueno y discernir la voluntad de Dios expresada en la ley divina.
1788 Para esto, el hombre se esfuerza por interpretar los datos de la
experiencia y los signos de los tiempos gracias ala virtud dela prudencia,
los consejos de las personas entendidas y la ayuda del Espíritu Santo y de sus
dones.
1789 En todos los casos son aplicables las siguientes reglas:
-Nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien.
-La "regla de oro": "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo
también vosotros" (Mt 7,12; cf. Lc 6,31; Tb 4,15).
-La caridad actúa siempre en el respeto del prójimo y de su conciencia:
"Pecando así contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia... pecáis
contra Cristo" (1 Co 8,12). "Lo bueno es... no hacer cosa que sea para tu
hermano ocasión de caída, tropiezo o debilidad" (Rom 14,21).
V EL JUICIO FINAL
1038 La resurrección de todos los muertos, "de los justos y de los
pecadores" (Hch 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será "la hora en
que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y los que hayan hecho
el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la
condenación" (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá "en su gloria acompañado
de todos sus ángeles,... Serán congregadas delante de él todas las naciones,
y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas
de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su
izquierda... E irán estos a un castigo eterno, y los justos a una vida
eterna." (Mt 25, 31. 32. 46).
1039 Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo
definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12,
49). El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada
uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena:
Todo el mal que hacen los malos se registra - y ellos no lo saben. El día en
que "Dios no se callará" (Sal 50, 3) ... Se volverá hacia los malos: "Yo
había colocado sobre la tierra, dirá El, a mis pobrecitos para vosotros. Yo,
su cabeza, gobernaba en el cielo a la derecha de mi Padre -pero en la tierra
mis miembros tenían hambre. Si hubierais dado a mis miembros algo, eso
habría subido hasta la cabeza. Cuando coloqué a mis pequeñuelos en la tierra,
los constituí comisionados vuestros para llevar vuestras buenas obras a mi
tesoro: como no habéis depositado nada en sus manos, no poseéis nada en Mí"
(San Agustín, serm. 18, 4, 4).
1040 El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre
conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo El decidirá su
advenimiento. Entonces, El pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su
palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros conoceremos el sentido
último de toda la obra de la creación y detoda la economía de la salvación,
y comprenderemos los caminos admirables por los que Su Providencia habrá
conducido todas las cosas a su fin último. El juicio final revelará que la
justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus
criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte (cf. Ct 8, 6).
1041 El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a
los hombres todavía "el tiempo favorable, el tiempo de salvación" (2 Co 6,
2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de
Dios. Anuncia la "bienaventurada esperanza" (Tt 2, 13) de la vuelta del
Señor que "vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los
que hayan creído" (2 Ts 1, 10).
1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que
eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y
persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que
"quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3,
9):
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu
familia santa, ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación
eterna y cuéntanos entre tus elegidos (MR Canon Romano 88)
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Exégesis: W. Trilling - sección tercera (13,44-52).
a) Parábola del tesoro (Mt/13/44).
44 El reino delos cielos separecea untesoro escondido enel campo; unhombrelo
encontró ylo escondió, y se va lleno de alegría, vende cuanto tiene y compra
el campo aquel.
El vocablo tesoro suscita imágenes misteriosas. Leyendas y fábulas giran
alrededor de tesoros que desde hace milenios de años yacen en alguna parte,
y azuzan la curiosidad y el deseo de aventuras. Los hombres dejan su casa,
lo abandonan todo y se ponen a buscar la gran fortuna, se imponen toda clase
de privaciones, solamente tienen ante su vista un único objetivo: encontrar
el gran tesoro, la mina de oro, el diamante fabuloso, en la esperanza de que
entonces toda su vida discurrirá por otros cauces, en la esperanza de
liberarse de todas las preocupaciones y molestias que atosigan a los
mortales. El gran descubrimiento habrá de cambiar el rumbo de la vida. Jesús
habla de este tesoro. Alguien lo halla casualmente, cava más, reconoce el
valor.
Entonces hace algo que los demás observan meneando la cabeza. Vende cuanto
tiene, y adquiere aquel campo. El precio de compra es tan alto, que tiene
que arriesgarse todo lo que se posee, por modesto que sea. Se ha de vender
todo, hay que entregarlo todo por causa de este valioso objeto. Este tesoro
requiere una inversión alta, más aún, una inversión total. Todavía se añade
otro pensamiento. Es la alegría inmensa de haber encontrado el tesoro. Esta
alegría induce a la inversión inusitada. Ya no se calcula con sobriedad ni
se sopesa en frío. En comparación con este tesoro todo lo demás que se posee
es escaso, su valor no tiene proporción con el tesoro. Las cosas que se
tienen, por muchas que sean, se vuelven insignificantes ante el verdadero
valor por cuya causa vale la pena vivir. Este tesoro es el reino de Dios, y
por tanto el mismo Dios. El que ha encontrado a Dios mediante el mensaje de
Jesús, renuncia con alegría a todo lo demás. Ha encontrado la verdad y la
vida. El que tiene a Dios, lo tiene todo. Sólo Dios basta. Esta verdad
únicamente puede aprenderse en la vida real. Nuestra mentalidad mundana, el
temor de perder o desatender algo y el programa que nos fijamos para nuestra
propia vida tropiezan una y otra vez con esta verdad.
b) Parábola de la perla (Mt/13/45-46).
45 También se parece el reino de los cielos a un comerciante en perlas
finas; 46 encontró una de mucho valor, fue a vender cuanto tenía y la
compró.
Esta breve parábola juntamente con la anterior forma una doble parábola y
versa sobre el mismo tema. La palabra perla no sólo suscita la idea de un
altísimo valor, sino también de la belleza inmaculada. El reino de Dios no
solamente es el más excelso valor, sino también el bien más bello yperfecto
que se puede conseguir. Con respecto a la parábola del tesoro hay una
novedad y es que se trata de un hombre que se dedica a buscar perlas finas.
En el tesoro del campo se podía pensar en una persona que lo halla
casualmente y luego saca las consecuencias. Así también muchos pueden haber
encontrado a Jesús sin tener el afán ni la intención de encontrar el tesoro.
Pero fueron dominados por él. Aquí se podría pensar en alguien que busca la
verdad, como Nicodemo, que viene a Jesús de noche (Jua_3:1 ss).
Aquí se habla de un gran comerciante que trafica en joyas. Nunca ha
encontrado una perla tan preciosa y fina. Sin reflexionar va a vender cuanto
tiene, todo el inventario de su negocio para adquirir esta perla. Por su
experiencia sabe que la perla recompensará la inversión. El corazón del
hombre se queda intranquilo, hasta que la ha encontrado. Pero cuando la ha
encontrado, está dispuesto a entregarlo todo por causa de este único objeto
valioso. ¡Qué inversión se exige, qué exigencia tan profunda! Jesús no la
suaviza en nada, pero también muestra el atractivo y la alegría que produce
el hallazgo de la valiosa salvación. Cuando lo hemos encontrado, hemos de
procurar permanecer con la fascinadora alegría inicial del descubrimiento.
Cuando nos dedicamos a la búsqueda, no podemos descansar hasta haber
encontrado lo que buscábamos.
c) Parábola de la red barredera (Mt/13/47-50).
47 También se parece el reino de los cielos a una red barredera que fue
echada al mar para recoger de todo; 48 cuando estuvo llena, los pescadores
la sacaron a la orilla, se sentaron y recogieron lo bueno en canastos, y
echaron afuera lo malo.
Las dos últimas parábolas hablaban del tiempo presente, de la oferta que
ahora obtiene el hombre, y de la puesta que ahora debe hacer. Esta parábola
de la red habla del tiempo futuro. Se echa al lago una red barredera y
recoge muchos peces de diferente clase y calidad. La red tiene que ser
extendida entre dos barcas y arrastrada sobre el lago.
Cuando los pescadores están en tierra, sacan despacio la red con el
hervidero multicolor, ponen los peces en la orilla y los clasifican. Sólo se
clasifican en dos grupos, buenos y malos, aprovechables y sin valor. Los
buenos se recogen en cubos, y los malos se echan afuera. Antes se empleó la
metáfora de la siega, en la que se separan el trigo y la cizaña. Aquí es una
pesca de peces, en la que se recoge sin distinción todo lo que la red barre,
y luego es clasificado. Al fin, tiene lugar la verdadera separación.
Aquí ahora no están separados, sino juntos, y la mirada del hombre está
oscurecida para llevar a cabo la separación; sobre todo no tiene derecho ni
poder para efectuarla. La separación sólo es de la incumbencia de Dios, él
es el gran pescador, que ha echado la red y nadie se escapa de ella.
Entonces se hará justicia, de acuerdo con el valor de cada uno. La parábola
habla de Dios como del Señor del juicio. San Mateo también conoce que Dios
ha traspasado el juicio al Hijo: "Porque el Hijo del hombre vendrá en la
gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno conforme a su
conducta" (Mt_16:27). El Hijo del hombre ejercerá el juicio de Dios, "su
gloria" (cf. 25,31) será la gloria del Padre...
49 Así sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a
los malos de entre los justos 50 y los echarán al horno del fuego; allí será
el llanto y el rechinar de dientes.
La aplicación está estrechamente ligada con la anterior explicación de la
parábola de la cizaña. La doctrina es la misma, también se describen los
mismos sucesos, aunque con una forma mucho más breve y primitiva. Al fin del
mundo los ángeles saldrán y separarán a los malos de entre los justos y
serán echados al horno del fuego, al infierno. Nada más se dice de la suerte
de los "justos" (cf. 13,43: "resplandecerán como el sol").
Las palabras deben hacer resaltar el juicio, suscitar el temor de la
reprobación. Aunque en la vida de un hombre en el mundo no salga a luz lo
malo cuando tiene éxito y prestigio, cuando es estimado, cuando
exteriormente aparece intachable y excelente, sin embargo no perdamos de
vista que el día del juicio sacará a luz la verdadera calidad. Todos debemos
pensar en eso, especialmente los cristianos que un día han encontrado la
perla preciosa y el tesoro en el campo. También ellos pueden encubrir su
propia vida bajo la máscara de la piedad. Interiormente pueden ser "malos",
cuando no buscan a Dios, sino a sí mismos.
d) Conclusión del discurso de las parábolas (Mt/13/51-52).
51 ¿Habéis entendido todo esto? Ellos le responden: Sí. 52 Entonces les
dijo: Por eso todo escriba convertido en discípulo del reino de los cielos
se parece a un padre de familia que saca de su almacén lo nuevo y lo viejo.
No solamente importa oír, sino entender. La pregunta del Señor se refiere a
si los discípulos han entendido el verdadero tema y sentido de las
parábolas. Esta comprensión es lo que importa. Los discípulos obtienen la
ayuda de las explicaciones circunstanciadas, que deben traducir un lenguaje
metafórico al sentido que se intentaba. La acción depende de la adecuada
inteligencia.
Sólo quien interiormente acepta lo que se ha proclamado, puede
proceder debidamente guiándose por este conocimiento. Puedo oír la parábola
del tesoro en el campo, y no quedar afectado por ella, a lo sumo
considerarla como saludable o necesaria para otros. Si me esfuerzo por
entender esta parábola, entonces noto que se refiere a mí y que no puedo
desviarme de lo que ella reclama.
El hecho de entender lo que aprovecha a mi persona, deja libre el camino
para la acción conforme con la palabra. La respuesta de los discípulos no
solamente es importante para su salvación personal, sino también para su
posterior tarea en la Iglesia. Deben aprender lo que han oído. Sólo pueden
enseñar con el mismo derecho que Jesús, si han entendido, si se han
identificado con lo que oyeron, si han creído. El capítulo de las parábolas
también es una parte didáctica. El evangelista lo ha concebido así, y al
final lo dice claramente una vez más (13,52).
El que quiere enseñar, tiene que estar bien instruido. El que quiere
anunciar el reino de Dios, tiene que haber aprendido la verdad sobre este
reino. El capítulo de las parábolas también debe servir para aprender esta
verdad. Dice a los predicadores y catequistas cómo debe expresarse la verdad
del reino de Dios y cómo se puede mostrar el camino que conduce a la
auténtica
comprensión. Es un modelo para la enseñanza de la Iglesia. En el seno del
nuevo pueblo de Dios se forma una nueva categoría de escribas. En Israel hay
escribas a los que está confiada la palabra de Dios, para que la expongan y
hagan aplicaciones. Pero no han acertado el verdadero sentido y no han
conocido la verdadera voluntad de Dios. Ahora habrá verdaderos escribas, a
quienes se concede la conveniente comprensión. También habrá unanueva
"Sagrada Escritura", la recopilación de las palabras yacciones de Jesús, que
ponen por escrito los primeros heraldos. Se debe aprender y estudiar,
exponer y aplicar esta Escritura. Cada uno de los teólogos es primeramente y
en el fondo intérprete de la Escritura, cada uno de los teólogos instruidos
debe ser un escriba. Aquí hay que descubrir -en medio del Evangelio- una de
las fuentes de la teología y de su configuración científica.
El maestro de la Iglesia debe estar en la comunidad, como padre de familia,
así como un padre de familia cuida de los suyos, da a los que viven en la
casa lo que necesitan, y lo da en la medida y de la manera como lo
necesitan. Saca lo nuevo y lo viejo del arca de su tesoro. No solamente lo
nuevo, lo atractivo y actual, lo moderno y chocante sino también lo viejo,
lo transmitido y acreditado, que debe unirse con lo nuevo. Jesús no ha
suprimido la ley del Antiguo Testamento ni en su lugar ha colocado una ley
nueva. Ha conservado lo viejo con profundo respeto, pero lo haperfeccionado
con lo nuevo (Cf. el comentario a 5,17-19).
Así también en el capítulo de las parábolas están aunados lo viejo y lo
nuevo. Lo antiguo es el gran tema del reino de Dios, desde que Dios empezó
la historia con Israel. Lo nuevo es la última perfección de lo viejo
mediante la venida y el mensaje de Jesús. Dios no quiere la ruptura radical
con el tiempo pasado, sino la unidad del tiempo pasado, presente y futuro.
Así debe enseñarse en la Iglesia, así se debe proceder en ella. Lo viejo
siempre es actual en la tradición a través de las generaciones, pero siempre
ha pretendido una comprensión más profunda, un conocimiento de causa más
perfecto, una realización mejor.
(TRILLING, W., Evangelio según San Mateo, en El Nuevo Testamento y su
mensaje, Herder, Barcelona, 1969)
Comentario teológico: P. Leonardo Castellani - Parábolas del Tesoro
y la Perla
La idea capital de esta parábola es el gesto de desprendimiento total para
conseguir los bienes espirituales: -no hagan caso de lo que dice el P.
Nieremberg que la perla es la Compañía de Jesús, aunque para algunos pueda
serlo; - TODOS los bienes espirituales, que en el fondo forman unidad:
primero la fe, luego la gracia santificante, la ley de Dios, la vida de amor
de Dios o "vida interior", el don de la perseverancia, y al fin la gloria
eterna o salvación, que se continúan y se implican mutuamente.
Se trata de una sola perla única enormemente valiosa, no de un cofrecillo de
joyas; y de un tesoro, no de varios tesoros, como los tesoros de los
Jesuitas que están escondidos en el Paraguay, me dijo el albañil Trevisano,
y que ni los mismos Jesuitas pueden encontrar ya; y por la pinta, el que los
ha encontrado es Stroessner. Los Santos Padres han mencionado variamente,
según su humor o la necesidad del auditorio, desde la fe hasta la felicidad,
o la Iglesia o la Gracia, o el perdón o la perseverancia, como esta perla
preciosa; pero no nos engañemos, la Perla es todo ello junto, pues ello es
indescuartizable. La Magdalena por el perdón de sus pecados tiró todo lo que
tenía; y encontró mucho más.
¿Quién no sabrá tu lloro
Tu bien trocado amor, oh Magdalena; De tu nardo el tesoro
De cuyo olor la ajena
Casa y la redondez del mundo es llena?
La Perla es un bien absoluto; todo lo demás se puede tirar por eso; y un
"mercader" no se va a engañar en eso. Siempre decimos que Dios es lo
Absoluto; y todo lo creado, incluso nuestro propio "ipsum", es relativo;
pero no sé si sabemos siempre lo que decimos. Eso significa que todas
nuestras relaciones con Dios tienen algo de absoluto, y por tanto de
infinito, y por tanto de incomprensible. Esas relaciones que tenemos (desde
el momento que pertenecemos a esta religión o estotra) son una línea que por
un lado tiene punta y por el otro no tiene punta, que "se pierde en el
infinito"; como dicen los geómetras que sucede con las paralelas, las cuales
(no se sabe por qué) "se juntan en el infinito". Así nuestra razón con los
"dogmas" a los cuales prestamos asentimiento, "se juntan en el infinito"
solamente.
Cristo nos comparó a un mercader y a un cavador, porque sabía que éramos
interesados y logreros, y que nuestro destino es trabajar la tierra; y nos
propuso una simple transacción ventajosa, un "gran negocio" seguro por un
lado, pero que demanda un singular arrojo por otro. Es un negocio "absoluto"
en todos los sentidos: en el de que implica una totalidad por ambas partes
("vendió todo lo que tenía" -"una perla única") y en el de que es
incomprensible. Lo absoluto no es de la esfera del hombre, por más que el
hombre hable de él cuanto quiera.
Dios nos ha hecho el intolerable cumplimiento de amarnos. Así como la
Pastora en el cuento de Grimm, que empezó a declinar, rehusar y huir el amor
del Emperador en cuanto vio adónde llevaba todo eso, preferiríamos que Dios
nos dejara solos; sin darnos cuenta que esa frase equivale simplemente al
infierno: "dejados de Dios".
Para dejarnos Dios tendría que no crearnos; una vez creados, una relación
indestructible se ha establecido, basada en nuestro mismo ser: que es una
cosa (nuestro ser) que no podemos renunciar ni siquiera querer renunciar.
"Mejor sería para mí no haber existido": el que dice esta blasfemia dice una
frase enteramente sin contenido, como "dos y dos son cinco". ¿Qué significa
ese "no existir" junto a ese "para mí"? Nada. Es una contradictio in
términis. Lo que no existe no tiene ni "mí" ni "para". "No quiero querer a
Dios: que me deje solo": el que esto dice no sabe lo que dice; y al decirlo,
quiere a Dios.
Más Dios nos conoce, y así nos propone su amor como un negocio, no como una
obligación forzosa o una imposición (aunque podría) pues eso es propio del
amor: no hay amores por imposición, como creen los gobiernos que quieren
"imponer" su popularidad. El amante se agacha si es necesario para atraer la
voluntad amada, es una rendición, un vencimiento. ¿Aniquilación quieren?
Pues aniquilación. "Annihilavit semetipsum", dice san Pablo. (...)
El Infierno: un castigo que dura para siempre por un acto que dura un
instante. A causa de que somos humanos, nos es fuerza imaginar el infierno y
el Cielo como la sentencia de un tribunal humano, un castigo o premio "de
afuera", una sentencia judicial, un "Juicio"; y así tuvo que representarlos
el mismo Cristo. Pero Cristo advirtió que es otra cosa o más que una
sentencia, es un "estado" voluntariamente incurrido, una elección: "el que
rechaza el Verbo de Dios no necesita que lo juzguen, ya está juzgado". Se
juzgó a sí mismo, se condenó él solo, se "destinó", se prefirió, se
ensimismó, se perdió.
El Infierno no significa sino que llega un momento en que Dios abandona su
cortejar, y deja simplemente queel Pecador sealo queél quiere(cedeDios
humildementecomo si dijéramos alavoluntad creada) como hace cualquier amante
humano: el cual desdeñado no se venga propiamente, sino la deja allí
simplemente, y se va; mas aquí el que se va es "ella", el pecador. Abandona
el amor divino su intolerable solicitación; y comienza la solicitación
invertida; pues esa relación trascendental (que Dios es nuestra única
felicidad posible) es primaria y existencial, no tiene destrucción posible,
Dios mismo no la puede destruir. Mi propio ser no puede ser mi propia
felicidad, lo experimentamos incluso aquí abajo; más bien es nuestra
infelicidad. "Quedarse solo".
Los solitarios huyen a la soledad, para NO quedarse solos: quedarse en medio
de ESTA sociedad en que el Destino los puso, es hallarse horriblemente
solos. Dejan ESTA sociedad sin ser asociales, a ver si por caso pueden
hallar a Dios, o al menos algún modesto ángel -o demonio.
El infierno es la terrible sociedad de los que se han quedado solos
interiormente, sin Dios, por su voluntad, con su propio y miserable "ipsum"
hecho un abismo. No han querido a Dios. ¿Y por qué no lo quieren ahora? No
se puede ya. ¿No quieren más la felicidad? La quieren, pero donde ella no
está. Un avaro o un envidioso empedernidos querrían la felicidad, quién lo
duda; pero quieren que ella esté en las riquezas o en el mal del prójimo; y,
desdichados, allí no está. ¿Y el fuego? El fuego viene simplemente de todo
eso.
(...)
El Cielo es la compleción total del ser humano, de todas sus facultades y
aspiraciones reales: es la realización del ideal que ha estado detrás de
todos nuestros ideales en la vida, nunca realizado ni siquiera claramente
expresado; ni visto, solamente atisbado; pues si pudiéramos expresarlo,
podríamos expresar a Dios. Ese ideal que una vez fue modestamente un año sin
escuela, muchos chocolatines y una bicicleta; después una mujer; después
mucha plata o bien un gobierno cualquiera aunque sea de un hato de cabras
con además (en la Argentina) plata; siempre plata; o bien la gloria y el
renombre con plata y para adquirir plata; o en naturas más nobles, una gran
obra de arte o un estupendo libro de filosofía... mía, que deje plata;
después una salud perfecta o aunque sea imperfecta, pero con plata; después
que les vaya bien a los nietos y que me hagan todos los caprichos, y plata;
y así: "la lima de los deseos", que dice Pereda: nunca realizados, y los
realizados, tremendas desilusiones.
Pues bien, detrás de todo eso hay una cosa que no se ve, que se formulará al
instante de morir ("y entonces ella vio... y entendió", dice Benson en Señor
del Mundo) y será cumplida, colmada y desbordada en una forma que no puede
entender el intelecto humano... ni los caricaturistas. Bueno, estos no
entienden ni siquiera lo humano. Digo, los yanquis, no mi amigo Medrano.
Esta es la Perla que muy propiamente Cristo llamó "escondida". E1 Cielo es
nuestra incorporación a una empresa de conquistas sobrehumanas que se
extiende por siglos y por Universos, en donde Ud. y yo tenemos algo que
hacer que ningún otro puede hacer, y para lo cual justamente fue diseñada y
combinada nuestra persona individual, diferente de todas las demás: el
albañil Trevisano lo que quiere es construir una iglesia; pues la
construirá, hasta cansarse. No es pasividad, es actividad.
No es placer, es algo más allá del placer y aun del gozo, cuyo nombre
no existe sobre la tierra. No es un estado sin penas, porque así no es la
vida, sino con penas que no se querrían perder por nada, penas de amor; como
yo rehusaría no tener el dolorcito cansado y agradable en las piernas que
han paseado, cuando me acuesto a dormir; ni la pena que me dan las
imperfecciones de los que yo quiero. Cristo anduvo toda la vida pasado de
penas de amor porque quiso, y aun ahora las tiene, creo. Y toda esta música
celestial ¿quién la comprende? Justamente: por ahora es incomprensible.
El infierno y el cielo son los dos términos naturales (por decirlo así, no
ignoro lo sobrenatural, que es también natural, aunque sea sobre), de un
movimiento esencial: el movimiento de nuestra natura, que como todo
movimiento, algún día tiene que llegar; pues metafísicamente no puede haber
movimiento sin un término "ad quem". Aunque el "llegar" aquí no significa
pararse sino transfigurarse; pues nuestra natura es indestructible, y toda
natura creada se mueve mientras "es". Ninguna natura sin operación,
"operatio séquitur esse", dicen los pedantes.
Y todo esto comporta en el hombre una rendición total: "vendió todo lo que
tenía". Este inciso hace eco a todas las exigencias, "absolutas" de Cristo a
sus secuaces, desparramadas en el Evangelio; pues para que no vuele un
pájaro no es necesario un grillete, basta un hilito en una pata, o "liga" en
el ala. "El que no deja todo por mí no es digno de Mí" - "Vete, vende cuanto
tienes y dalo a los pobres, y ven y sígueme" -, "Deja que los muertos
entierren a sus muertos" - "El que quiera poseer su vida la perderá, y el
que la pierda por mí la hallará"- "Si el grano de trigo no cae en la tierra
y muere, no produce nada" - "Nadie ama más que el que da su vida por el
amigo" - "Os matarán por causa de mi nombre" - Y ferozmente: "odiar al padre
y a la madre".
"No queremos vender lo que tenemos; queremos en todo caso dejar algo: una
cosa razonable"; esta será la respuesta de muchos a esta explicación: pues
bien, para eso la escribo, "para que oigan y no entiendan, y no se
conviertan, y no hagan penitencia, y se pierdan", dijo Cristo con una
ferocidad que en el fondo es amor,
amor herido y disfrazado. "Para que no entiendan", lo mejor era callarse;
pero, habló yhabló hasta lo último, no retrocedió ni ante las palabras cuasi
feroces; porque el amor es más fuerte que la muerte y los celos son duros
como el infierno. Diga que nosotros ni sabemos casi en este siglo bruto lo
que es el amor.
Menos mal que Dios no dejó del todo escondida la Perla, pues la medio
descubrió en Cristo. La perla es Cristo, puesto allí en Palestina "en figura
de siervo": disfrazado pues, pero no del todo. Magdalena vio que había en Él
una cosa insólita, inmensa, enorme, "que no se puede decir y casi no me
atrevo a pensar"; san Ignacio vio que todo aquel que no fuese un "ruin
caballero" no podía menos de escogerlo a Él como su Caudillo Incondicional,
como el Gran Capitán Gonzalo de Córdoba; san Pedro vio que no se podía ir a
otro lado si uno quería "palabras de vida eterna"; santa Teresa sintió que
sufrir por Cristo todo lo posible era una felicidad, la única; y los mismos
fariseos vieron claramente que era intolerable, que había que barrerlo de
este mundo, había que eliminar cuanto antes para poder estar tranquilo el
intolerable cumplimiento que nos hizo Dios cuando se puso a amarnos.
Pondré aquí la conversación con el albañil Trevisano en la Vascongada, para
no terminar demasiado lírico. Es un correntino que dice que el mundo se
termina pronto y que eso él desea fuertemente; y no sabe mucho de religión,
me parece que cree que hay tres dioses, y una diosa que es la Virgen de
Itatí, que está muy por encima de la Virgen de Luján.
Me parece que en el fondo lo que quiere es que caiga Frondizi, aunque
se hunda el mundo; pues hasta el mismo fin del mundo es poco precio para
conseguir su deseo "absoluto". Toda la conversación no la puedo poner; la
escribí, pero tiene cinco hojas, otro día la copiaré. Al fin me dijo: "Los
curas nos esconden muchas cosas". -¿Sabe que eso es un endecasílabo? -le
dije yo. -¿Cómo dice? -Que lo que ha dicho es un endecasílabo... (Y este es
otro) -¡Su abuela de usté! -me dijo-. ¡Es pura verdá! Pero yo tenía que
irme, y discutir con él era imposible, tanto en religión como en política.
(CASTELLANI,L., Las Parábolas de Cristo, Ediciones Jauja, Mendoza, 1994, p.
153-159)
Santos Padres: San Juan Cristóstomo - Homilía sobre San Mateo
13,44-52
Las parábolas del tesoro escondido y la perla preciosa
Al modo como las anteriores parábolas del grano de mostaza y de la levadura
no se diferenciaban mucho entre sí, así tampoco las del tesoro escondido y
las piedras preciosas. A la verdad, lo que una y otra nos dan a entender es
que debemos estimar el Evangelio por encima de todo: las parábolas de la
levadura y del grano demostazaserefieren particularmente a la oculta
fuerzadel mismo Evangelio, quehabía de vencer absolutamente a la tierra
entera; éstas nos ponen más bien de manifiesto su valor y precio.
Se propaga, en, efecto, como la mostaza, lo invade todo como la levadura;
pero es precioso como una perla y nos procura magnificencia infinita como un
tesoro. Mas no sólo hemos de aprender de esas parábolas a desnudarnos de
todo lo demás para abrazarnos con el Evangelio, sino que hay que hacerlo con
alegría. Sepa el que renuncia a sus bienes, que no ha sufrido una pérdida,
sino que ha hecho un negocio. ¡Mirad cómo el Evangelio es tesoro escondido
en el mundo y cómo en el Evangelio están escondidos los bienes! Si no
vendemos cuanto tenemos, no lo compramos; ysi no tenemos un almaquecon todo
afán sedéala búsquedano lo encontramos.
Dos condiciones, pues, es menester que tengamos: desprendimiento de todo lo
terreno yunasuma vigilancia: Semejante es el reino de los cielos -dice el
Señor- a un mercader que busca piedras preciosas; y hallando que halló una
muy preciosa, lo vendió todo y la compró. Una sola, en efecto, es la verdad,
y no es posible dividirla
en muchas partes. Y así como quien es dueño de una perla sabe que es rico;
pero muchas veces su riqueza, que le cabe en la mano -pues no se trata de
peso corporal-, es desconocida para los demás; así, puntualmente, acontece
con el Evangelio: los que lo poseemos, sabemos que con él somos ricos; más
los infieles, que desconocen este tesoro, desconocen también nuestra
riqueza.
La parábola de la red echada al mar
Más porque no pongamos toda nuestra confianza en la mera predicación
evangélica ni nos imaginemos que basta la fe sola para la salvación, nos
pone el Señor otra parábola espantosa. ¿Qué parábola? La de la red echada al
mar: Porque semejante es el reino de los cielos a una red echada al mar y
que recoge todo género de cosas. Sacándola luego los pescadores a la orilla
se sientan y recogen lo bueno en vasos y tiran afuera lo malo. ¿Qué
diferencia hay de esta parábola a la de la cizaña? En realidad también allí
unos se salvan y otros se pierden; pero en la de la cizaña es por seguir
doctrinas malas y, aun antes de esto, por no atender siquiera a la palabra
divina; éstos, empero, de la red se pierden por la maldad de su vida y son
los más desgraciados de todos, pues alcanzado ya el conocimiento de la
verdad, pescados ya en las redes del Señor, ni aun así fueron capaces de
salvarse.
Por lo demás, en otra parte dice que Él mismo, como pastor, separará a los
buenos de los malos; más aquí, lo mismo que en la parábola de la cizaña, esa
función incumbe a los ángeles ¿Qué decir a esto? En un caso les habla de
modo más rudo y en otro más elevado. Y notemos que ésta parábola la
interpretó el Señor espontáneamente, sin que nadie se lo pidiera, siquiera
sólo la declara en parte y para aumentar el temor.
Al oír, en efecto, que los pescadores se contentaban con tirar fuera lo
malo, pudiera pensarse que aquella perdición no tenía peligro alguno. De ahí
que, en la interpretación, el Señor señala el verdadero castigo, diciendo:
Los arrojarán al hornodefuego, ynos recordó el rechinar de dientes y nos dio
a entender que el dolor es inexplicable. ¡Ya veis cuantos son los-caminos de
la perdición! La perdición nos puede venir de la roca, de las espinas, del
camino, de la cizaña, de la red ahora. No sin razón dijo, pues, el Señor:
Ancho es el camino que lleva a 1a perdición y muchos son los que andan por
él (Mt.7,13).
Habiendo, pues, dicho todo esto, cerrado su razonamiento con el temor
yhabiéndoles sin duda mostrado más cosas, pues con ellos habló más tiempo
que con el pueblo, terminó diciéndoles: ¿Habéis entendido todo esto? Y ellos
le respondieron: Sí, Señor. Luego, ya que le habían entendido, los alabó
diciendo: Por eso todo escriba instruido en el reino de los cielos es
semejante a un amo de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas
viejas. De ahí que en otra parte les dice: Yo os enviaré sabios y escribas
(Mt.23,34).
El que no conoce las Escrituras no es amo de casa
Mirad cómo no excluye el Señor el Antiguo Testamento, sino que lo alaba y
públicamente lo llama un tesoro. De suerte que quienes ignoran las
Escrituras, no pueden ser amos de casa; esos que ni de suyo tienen nada ni
de los otros lo reciben, sino que a sí mismos se consienten morir de hambre.
Y no sólo éstos. Tampoco los herejes, gozan de esta bienaventuranza, pues no
pueden sacar de su tesoro lo nuevo y lo viejo. Lo viejo no lo poseen y, por
tanto, tampoco lo nuevo; como los que no tienen lo nuevo, tampoco lo viejo.
Lo uno está íntimamente ligado a lo otro. Oigamos, pues, cuantos nos
descuidamos de la lección de las Escrituras, cuán grande daño, cuán grande
pobreza sufrimos.
¿Cuándo, en efecto, pondremos manos a la obra de nuestra vida, si no sabemos
las leyes mismas por las cuales ha de regirse nuestra vida? Los ricos, los
que sufren locura de las riquezas, continuamente están sacudiendo sus
vestidos para que no los ataque la polilla; y ¿tú, que ves cómo el olvido,
peor que la polilla, ataca tu alma, no lees los libros santos, no arrojas de
ti esta polilla, no quieres embellecer tu alma, no quieres contemplar
continuamente la imagen de la virtud, y saber qué miembros tiene y qué
cabeza? Porque, sí, la virtud tiene cabeza y tiene miembros, más magníficos
que el más hermoso y mejor configurado de los cuerpos.
(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Obras de San Juan Crisóstomo (II), hom.47, 2. BAC
Madrid 1956, 21-25)
Apliclación: P. José A. Marcone, IVE - Las parábolas del tesoro
escondido y la perla encontrada (Mt 13,44-52)
Introducción
La Iglesia nos muestra claramente que su intención para el domingo de hoy es
que se predique acerca de las parábolas del tesoro escondido y la perla
encontrada, y no tanto sobre la parábola de la red echada al mar. Esta
intención de la Iglesia queda de manifiesto en la posibilidad de lectura
breve que ofrece, donde se quita la parábola de la red, pero se mantienen
las otras dos parábolas. Además, esta intención de la Iglesia se ve en la
lectura del AT, que en los domingos de Tiempo Ordinario está siempre en
armonía con el evangelio. En esa lectura (1Re 3,5-12) se presenta el
discernimiento necesario para juzgar con rectitud como algo precioso (un
tesoro o una perla) para el hombre, y no se hace mención a la separación
entre buenos y malos, tal como sí se hace en la parábola de la red.
¿Por qué la Iglesia no pretende que se predique hoy de la parábola de la
red? Porque la parábola de la red tiene un mensaje muy parecido al de la
parábola del trigo y la cizaña, que hemos leído la semana pasada. En efecto,
en la parábola del trigo y la cizaña, el terreno donde se siembra trigo y se
sobre-siembra cizaña es la Iglesia. La cizaña son hombres, son los católicos
perversos (pravi catholici, dice Santo Tomás). La siega final es el juicio
final donde la cizaña es arrojada al fuego, a la condenación eterna.
Y en la parábola de la red, la red es, como el campo en la parábola de la
cizaña, la Iglesia Católica1, los peces buenos son los buenos católicos, los
peces malos son los malos católicos. La red es arrastrada a la orilla, la
cual orilla representa el fin del mundo. Los ángeles separan a los buenos de
los malos y a los malos los arrojan al infierno. Por este motivo, porque nos
anuncia la posibilidad del infierno, San Juan Crisóstomo la llama "parábola
espantosa"2. Un mensaje muy parecido al de la parábola del trigo y la
cizaña, si bien no igual. Hay matices muy interesantes, de los cuales vamos
a mencionar dos.
En la parábola de la red se subraya la universalidad de la Iglesia, que por
esta razón es llamada 'Católica', que significa 'universal'3. Precisamente
ésta, es decir, la universalidad, es la característica esencial que Santo
Tomás le asigna a la parábola de la red4. En la Iglesia hay "griegos y
bárbaros" (Rm 1,14), "judíos y griegos, esclavos y libres" (1Cor 12,13; Gál
3,28) y el Evangelio debe ser predicado "a toda creatura" (Mc 16,15).
Santo Tomás, explicando la parábola de la red echada al mar y, más
concretamente, el hecho que los malos son arrojados al infierno, hace notar
este otro matiz: en la parábola de la red echada al mar, los malos son
aquellos que han ido al infierno sin ser excomulgados de la Iglesia,
mientras que en la parábola de la cizaña se trata de aquellos que, por su
divergencia con los dogmas de la Iglesia, sí han sido excomulgados5. En
definitiva, Santo Tomás ve en la parábola de la cizaña el pecado gravísimo
de herejía, que no aparece en la parábola de la red.
Las dos parábolas sobre las cuales debemos predicar hoy, la del tesoro y la
de la perla, tienen el mismo mensaje, con sus matices propios cada una.
Respecto a esto dice San Juan Crisóstomo: "Al modo como las anteriores
parábolas del grano de mostaza y de la levadura no se diferenciaban mucho
entre sí, así tampoco las del tesoro escondido y las piedras preciosas"6.
Veamos primero cuál es el mensaje común a las dos parábolas.
1. El mensaje común a las dos parábolas
Tanto el hombre que trabaja en el campo como el mercader que busca perlas
para comerciar representan a todo hombre que busca la felicidad. Por
felicidad se entiende la realización plena de todas sus aspiraciones más
profundas, el encontrar el sentido de la vida y la realización plena de la
propia persona. Jesucristo, que conoce nuestra naturaleza humana, para que
entendiéramos lo que es la felicidad la compara a un tesoro o a una perla,
que son bienes materiales muy valiosos.
Ahora bien, aquello en lo cual vamos a encontrar realizadas todas nuestras
aspiraciones más profundas y la realización plena de nuestras personas es el
Reino de los Cielos, es decir, el Evangelio. Pero en Mc 1,1 se dice: "Inicio
del evangelio de Jesu-Cristo, Hijo de Dios", que, en realidad habría que
traducir: "Fundamento del Evangelio que es Jesucristo, Hijo de Dios".
Por eso, tanto el tesoro como la perla representan a Jesucristo. Santo
Tomás, siguiendo a San Jerónimo, lo dice de una manera muy hermosa: "Según
Jerónimo el tesoro es el Verbo de Dios, del cual dice San Pablo: 'En Él
están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia' (Col 2,3),
tesoros que escondió en el campo de su cuerpo, porque el Verbo estaba como
escondido en la carne"7. Y respecto a la perla, dice Santo Tomás siguiendo a
San Agustín: "Cuando encuentra la perla, es decir, a Cristo, en quien están
todos los bienes en sumo grado, va y vende todo lo que tiene"8.
El que encuentra a Jesucristo y lo posee como algo propio encontró la raz��n
de su existir. El hombre encuentra el sentido de su vida cuando se une a
Jesucristo. Por esta razón, al decir 'Jesucristo', decimos también una serie
de realidades sobrenaturales que le están intrínsecamente unidas: 1. La
Eucaristía, que es el mismo Jesucristo; 2. La gracia santificante, sin la
cual es imposible unirse a Jesucristo ni por unión mística ni por unión
eucarística. 3. La fe, es decir, el asentimiento al cuerpo de verdades que
se resumen en el Credo o en la palabra 'Evangelio'. La fe es el inicio de la
salvación. 4. La consecuencia final de todo esto que es el conseguimiento de
la vida eterna, la salvación definitiva y la realización plena de la persona
por toda la eternidad por la visión cara a cara de la esencia divina.
En ambos casos, para alcanzar a Jesucristo es absolutamente necesario
desprenderse de absolutamente todo. Esto está expresado de una manera muy
simple en el primer mandamiento: "Amar a Dios sobre todas las cosas".
Pero en ambos casos, el vender todos los bienes significa jugársela entero
para cumplir el primer mandamiento venciendo todos los impedimentos, tanto
interiores como exteriores. Vender todo para poder amar a Dios sobre todas
las cosas y alcanzar a Jesucristo por toda una eternidad significa, en
primer lugar, negar completamente las tres concupiscencias que llevamos en
el alma como producto o secuelas del pecado original: la concupiscencia de
la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (cf. 1Jn
2,16). La concupiscencia de la carne es el deseo del placer, la
concupiscencia de los ojos es el deseo de tener bienes materiales
y la soberbia de la vida es el orgullo y el deseo de dominar y de tener poder.
Vender todo significa, entonces, someter el placer a la voluntad de Dios;
ordenar el deseo de tener para aspirar solamente al 'pan nuestro de cada
día'; someter a través de la humildad y la mansedumbre el amor desordenado a
nuestra propia excelencia.
En segundo lugar, vender todo significa estar dispuesto a afrontar todas las
dificultades exteriores con tal de no perder la gracia de Dios: pérdida de
bienes materiales, burlas y persecuciones del mundo, tentaciones del maligno
y hasta perder la vida antes que consentir en un pecado mortal o apostatar
de la fe. Por eso dice Santo Tomás citando a San Agustín: "Por lo tanto
debes vender todo por Cristo: las cosas terrenas, los bienes del alma, los
bienes del cuerpo, porque cuando vendes estas cosas, te posees a ti mismo y
eres señor de ti mismo"9.
Todo esto, tanto en la parábola del tesoro como en la dela perla, es
presentado por Jesús no como una pérdida sino como un gran negocio. "Sepa el
que renuncia a sus bienes, que no ha sufrido una pérdida, sino que ha hecho
un negocio", dice San Juan Crisóstomo10. "El hombre siempre quiere cambiar
un bien menor por un bien mayor", dice San Gregorio Magno11. Jesucristo nos
dice que vale la pena perder la propia vida con tal de alcanzarlo a Él
eternamente. San Pablo lo dice con palabras definitivas: "Juzgo que todo es
pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por
quien perdí todas las cosas, y las tengo por estiércol12 para ganar a
Cristo" (Filp 3,8).
Hay un hecho histórico narrado en los evangelios que concretiza lo que las
parábolas exponen en figura. Es la historia del joven rico (Mt 19,16-22; Mc
10,17-22; Lc 18,18-23). Este joven está buscando el sentido de su
existencia, la felicidad verdadera y la realización plena de su persona. Y
él mismo concretiza todo eso en la vida eterna. Está perfectamente bien
encaminado. Y que busca todo esto con sinceridad se nota en el hecho
que desde pequeño cumple la ley de Dios. Y un día, de golpe, se encuentracon
el tesoro que estaba buscando:
Jesucristo, en quien se resumen la Ley y los Profetas. Y hasta reconoce que
es un tesoro, porque lo llama 'maestro bueno' (Lc 18,18). Jesús le hace
notar cuál es la condición para adquirir ese tesoro: "Ve, vende cuanto
tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, y luego, ven y
sígueme" (Mc 10,21). Pero este joven no era un buen negociante porque no fue
capaz de renunciar a sí mismo ni renunciar a las riquezas materiales que
tenía para alcanzar el tesoro o la perla, porque el evangelio dice: "Pero
él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos
bienes" (Mc 10,22).
En el caso particular de este joven, el medio concreto para adquirir el
tesoro era seguir a Cristo en la vida religiosa a través de los tres votos:
pobreza, obediencia y castidad13. Jesús elige a hombres y mujeres
determinados a los que invita a una unión mucho más intensa con Él, pero
para los cuales la renuncia debe ser mayor que en el común de los
bautizados. El precio es mayor, pero el tesoro y la perla son más preciosos.
Por tratarse de un consejo y de una invitación, el rechazar la vocación
sacerdotal o religiosa no es pecado mortal14, pero sí pone en riesgo su
salvación eterna, porque Jesucristo había previsto darle una serie de
gracias que confluirían en su salvación eterna, pero dentro del estado
religioso o sacerdotal. Notemos que San Alberto Hurtado dice que "no
compromete directamente la salvación eterna de su alma", pero sí la
compromete indirectamente. Puede perder el tesoro o la perla para siempre
por falta de generosidad.
2. Un rasgo propio de la parábola del tesoro: la alegría
Jesús dice que el hombre que encontró el tesoro vendió todos sus bienes "a
causa de la alegría" (apò tês jarâs) que le dio el encontrar el tesoro. Hay
una contraposición clara con el segundo terreno de la parábola del
sembrador. Allí se decía que ese terreno de poco espesor de tierra era el
hombre que recibía la Palabra con alegría (metà jarâs) pero, por ser
superficial, cuando venía una tribulación a causa de la Palabra, abandonaba
a Cristo (Mt 13,20-21).
La alegría es un signo claro de la mano de Dios. Dice San Ignacio de Loyola:
"Proprio es de Dios y de sus ángeles en sus mociones dar verdadera alegría y
gozo spiritual, quitando toda tristeza y turbación, que el enemigo induce;
del cual es proprio militar contra la tal alegría y consolación spiritual,
trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias"15.
La alegría espiritual puede ser una fuerza poderosa que nos impulse a vender
todo para alcanzar a Cristo. Hay varios ejemplos en los evangelios de esta
alegría que conduce a la consecución del tesoro.
Los Reyes Magos "viendo la estrella se alegraron con una alegría
inmensamente grande (ejáresan jaràn megálen sfódra). Y entrando en la casa
vieron al Niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron; y abriendo
sus tesoros (toùs thesauroùs autôn) le ofrecieron dones: oro, incienso y
mirra" (Mt 2,10-11). Los Reyes Magos fueron capaces de desprenderse de sus
propios tesoros (en plural) para alcanzar el Tesoro por antonomasia (en
singular absoluto).
También en el nacimiento de Jesús, el ángel les dice a los pastores: "Les
anuncio una gran alegría (jaràn megálen) que será también una gran alegría
para todo el pueblo: hoy les ha nacido un salvador que es el Cristo y el
Señor" (Lc 2,10-11). Impulsados por esta alegría, los pastores encontraron a
Jesús, el Tesoro: "Fueron a toda prisa, y hallaron a María y a José, y al
niño acostado en el pesebre" (Lc 2,16).
San Juan Bautista también sintió esa alegría de haber encontrado el Tesoro.
Él dice: "El que tiene la esposa es el esposo. Pero el amigo del esposo, que
está allí, se alegra mucho (jarâ jaírei) al escuchar la voz del esposo. Esta
es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud" (Jn 3,29). San Juan
Bautista, impulsado por esa alegría, va a entregar hasta su propia sangre y
su propia vida para poder adquirir el Tesoro. Ninguna tribulación a causa de
la Palabra impedirá que dé fruto al 100 x 1.
3. Un rasgo propio de la parábola de la perla: la belleza
Santo Tomás deAquino dice que estas tres parábolas que hemos leído hoy muestran
la esplendidez (dignitas) del Reino de los cielos. La parábola del tesoro
muestra la esplendidez en cuanto a la abundancia (copiositas), la parábola
de la red muestra la esplendidez en cuanto a la universalidad (communitas) y
la parábola de la perla muestra la esplendidez en cuanto a la belleza
(pulchritudo). "'El Reino de los Cielos es semejante a un mercader que anda
buscando perlas finas'. Esto quiere expresar la belleza"16.
Esta opinión de Santo Tomás no es una mera intuición teológica sino una
conclusión estrictamente exegética pues el texto griego dice exactamente que
el negociante buscaba kaloùs margarítas, es decir, 'bellas perlas'. El
adjetivo kalós significa, en primer lugar, 'bello', 'hermoso'. También puede
significar 'bueno', conservando un pequeño matiz de hermoso17.
Por otro lado, si, como dijimos, la perla es Cristo, el mismo Cristo se
definió a sí mismo como ho kalós: 'el Bueno' que al mismo tiempo es 'el
Hermoso'. En efecto, en Jn 10,11 Él dice: "Yo soy el Buen Pastor" (ho poimèn
ho kalós). Por lo tanto, la conclusión de Santo Tomás, desde el punto
estrictamente exegético, es exactísima. El Reino de los Cielos es como una
perla hermosa y esa perla hermosa es Cristo, porque Cristo es el Hermoso por
excelencia.
En este sentido, San Francisco de Asís repite dos veces en pequeño escrito
compuesto después de haber recibido en el monte Verna los estigmas de
Cristo: "¡Tú eres belleza... Tú eres belleza!"18. Y en la liturgia oriental
se califica a Cristo como "el Bellísimo, de belleza superior a todos los
mortales"19.
Así como hay una distinción entre tesoro (abundancia) y perla (belleza), así
también hay una distinción entre el hombre que cava en el campo y el
negociante que busca perlas. Son dos tipos distintos de hombres. Uno es más
rudo, tosco o rudimentario porque hace trabajos de obrero agrícola y aprecia
más la abundancia. El otro es, sin ningún matiz peyorativo, un negociante,
pero, al mismo tiempo, es un artista, con un espíritu más exquisito y
selecto. Su mismo oficio consiste en saber percibir la belleza y apreciarla.
Es lo que hoy llamaríamos un joyero. Un joyero que no sabe apreciar la
belleza de una perla fina y hermosa no es un verdadero joyero y, además,
nunca progresará económicamente.
La parábola de la perla está dirigida especialmente para aquellos que tienen
una sensibilidad especial para la belleza, llamémoslos artistas o poetas.
Particularmente el mundo de hoy, refractario a las palabras y los sermones,
nunca dejará de sentirse seducido por la belleza, y esa belleza lo conducirá
al Autor de la belleza. Éste es el sentido de la frase de Dostoievski: "La
belleza salvará al mundo"20. Y no hace falta recurrir a argumentos
intelectuales para demostrar que el Reino de los Cielos, es decir, el
Evangelio, es decir, Cristo, es creador de belleza. Basta decir esto:
Giotto, Fra Angélico, Miguel Ángel, Rafael y Mozart eran cristianos.
"La belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente. Es una
invitación a gustar la vida y a soñar el futuro. Por eso la belleza de las
cosas creadas no puede saciar del todo y suscita esa arcana nostalgia de
Dios que un enamorado de la belleza como san Agustín ha sabido interpretar
de manera inigualable: '¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!'"21.
Conclusión
Con el evangelio de este domingo termina la primera serie de parábolas
propuestas por la Iglesia para ser leídas y predicadas durante el Ciclo A.
En tres domingos leímos las siete parábolas que se encuentran en el capítulo
13 de San Mateo, que Santo Tomás las resume de la siguiente manera. En
primer lugar, dos parábolas que hablan de los impedimentos para recibir la
Palabra (la del sembrador, en el aspecto individual, y la de la cizaña, en el
aspecto social). En segundo lugar, dos parábolas que hablan del crecimiento
del Reino de los Cielos (la del grano de mostaza y la de la levadura en la
masa). En tercer lugar, tres parábolas que hablan de la esplendidez del
Reino de los Cielos (la del tesoro, que expresa abundancia; la de la perla,
que expresa belleza; y la de la red, que expresa la universalidad).
Pero no debemos contentarnos con haber escuchado las parábolas y las
predicaciones sobre ellas. Jesús nos exige más. Efectivamente, la exposición
de las siete parábolas termina de la siguiente manera: "Dijo Jesús: '¿Habéis
entendido todo esto?' Le responden: 'Sí'. Y él les dijo: 'Así, todo escriba
que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de
una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo" (Mt 13,51-52).
¿Qué sentido tienen estos versículos? Ha ya quí dos cosas importantes, las dos
muy relacionadas entre sí. En primer lugar, Jesús quiere asegurarse de que
han entendido y por eso los examina y hace la pregunta. En segundo lugar, la
razón por la cual hace esto es porque los va a destinar al oficio de maestros
de la Sagrada Escritura. Por eso dice Santo Tomás: "Dado que iban a ser
futuros maestros, por eso era necesario que entendieran"22. Ellos serán los
'escribas' que extraerán tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento las
verdades necesarias para la salvación de los hombres.
Para decir 'escribas' (lo que Santo Tomás llama 'maestros') el original
griego dice grammateús, que significa 'hombre de letras', ya que gramma
significa 'escrito'. En los evangelios se usa la gran mayoría de las veces
en sentido peyorativo, para designar a aquellos hombres corrompidos por la
doctrina farisaica y que finalmente matarán a Cristo.
Sin embargo, Jesús usa dos veces la palabra grammateús aplicado a sus
discípulos. Una en el evangelio de hoy y otra en Mt 23,34. Allí, hablándoles
precisamente a los escribas y fariseos, les dice: "He aquí que yo envío a
vosotros profetas, sabios y escribas (grammateîs): a unos los mataréis y los
crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los
perseguiréis de ciudad en ciudad". Por lo tanto, Jesús quiere que sus
discípulos sean hombres de letras. Aunque habría que escribir 'Letras' con
mayúsculas, porque se trata de las Sagradas Escrituras.
El verdadero 'hombre de letras' es el hombre de 'las Letras Sagradas', el
hombre que escudriña la Escritura. Jesús se define a sí mismo como 'el
escudriñador de los corazones' (Apoc 2,23) y, al mismo tiempo, nos exhorta:
"Escudriñad las Escrituras" (Jn 5,39). Nosotros, uniendo ambos versículos,
debemos ser 'escudriñadores' y 'escrutadores de la Escritura'. Entonces
seremos verdaderos 'hombres de Letras'.
Pero esos 'hombres de Letras' no deben ser ratones de biblioteca. Serán
grammateús, serán 'maestros', pero deberán ser, al mismo tiempo, profetas y
sabios dispuestos a morir por Cristo. Por eso dice Santo Tomás que Jesús los
examina en tres cosas. Primero, en si entendieron: "¿Entendieron esto?" (Mt
13,51). Segundo, en si aman: "Simón, ¿me amas más que estos?" (Jn 21,15).
Tercero, en su disponibilidad para la pasión: "¿Podéis beber el cáliz que yo
voy a beber?" (Mt 20,22)23.
¡Qué pocos hombres de Letras que hay entre los católicos, sea entre los
laicos como entre los sacerdotes! Pero hombres de letras en el sentido
profundo de Mt 23,34: expertos en las Sagradas Escrituras, buenos
entendedores, sabios y profetas que sepan aceptar el destino del profeta:
morir en Jerusalén (cf. Lc 13,33).
Pidámosle, entonces, a la Virgen María la gracia de entender, de amar y de
estar disponibles para la pasión para así ser hombres de Letras, maestros,
sabios y profetas.
1 "Esta red es cierto instrumento, el cual cubre
una gran parte del mar; por lo tanto puede significar tanto la doctrina como
la Iglesia". "Ista sagena est quoddam instrumentum, quod circumdat magnam
partem maris; unde potest per eam significari vel doctrina, vel Ecclesia"
(SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 4;
traducción nuestra).
2 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía 47, párrafo 2, en
Obras de San Juan Crisóstomo (II), BAC, Madrid, 1956, p. 21-25.
3 En la parábola de la cizaña se sobrentiende la
universalidad, pero no está de una manera tan explícita como en la parábola
de la red.
4 "Y recogió peces de todo género: he aquí la
universalidad. La Ley de Moisés, en cambio, había sido dada a un solo
pueblo. La Ley evangélica congrega a todos. Por eso dice San Pablo: "Me debo
a todos, griegos y bárbaros, sabios e ignorantes" (Rm 1,14). Y también: "Id,
predicad el Evangelio a toda creatura" (Mc 16,15)". "Et ex omni genere
piscium congreganti. Ecce communitas. Lex enim non erat data nisi uni genti;
Ps. CXLVII, 20: non fecit taliter omni nationi, et iudicia sua non
manifestavit eis. Lex evangelica congregat omnes; ad Rom. I, 14: Graecis et
barbaris, sapientibus et insipientibus debitor sum. Et Mc. ult., 15: ite, praedicate Evangelium omni creaturae" (SANCTI
TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S.Matthaei lectura, Lectio 4; traducción
nuestra).
5 "Ahora bien, surge una pregunta: ¿por qué
repite esto el Señor siendo que parece ser el mismo mensaje que el de la
parábola de la cizaña? Es el mismo en cierto sentido, pero aquí por la red
se entiende a los buenos y a los malos, es decir, significa a aquellos que
no son amputados de la Iglesia. En cambio, por la cizaña se significa
aquellos que sí son amputados a causa de su divergencia con los dogmas, y
estos últimos no pertenecen a la Iglesia". "Sed est quaestio, quare iteravit
hoc dominus, quia videtur idem esse quod parabola de zizania? Dicendum, quod
idem est quantum ad aliquid, quia hic per sagenam intelliguntur et boni et
mali; unde significat eos qui non sunt praecisi ab Ecclesia. Sed per
zizaniam significantur illi qui sunt praecisi per diversitatem dogmatum, et
hi non sunt de Ecclesia" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S.
Matthaei lectura, Lectio 4; traducción nuestra).
6 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía 47, párrafo 2, en
Obras de San Juan Crisóstomo (II), BAC, Madrid, 1956, p. 21-25.
7 "Secundum Hieronymum est verbum Dei, de quo ad
Col. II, 3: in quo sunt omnes thesauri sapientiae, et scientiae absconditi,
quem abscondit in agro sui corporis, quia latebat in carne" (SANCTI TOMAE DE
AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, lectio 4; traducción nuestra).
8 "Et cum invenerit eam, scilicet Christum, in
quo omnes virtutes sunt in summo, abiit et vendidit omnia" (SANCTI TOMAE DE
AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, lectio 4; traducción nuestra).
9 "Unde debes omnia vendere pro isto, et terrena,
et animam, et corpus, quia cum vendis ista, teipsum habes, et es dominus
tui" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, lectio
4; traducción nuestra).
10 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía 47, párrafo 2, en
Obras de San Juan Crisóstomo (II), BAC, Madrid, 1956, p. 21-25.
11 "Homo semper vult commutare minus bonum pro
maiori bono", (SAN GREGORIO MAGNO, citado en SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super
Evangelium S. Matthaei lectura, lectio 4; traducción nuestra).
12 La palabra griega skýbalon y que San Jerónimo
traduce como stercora, en el griego clásico significa 'estiércol',
'excremento' (SCHENKL, F. - BRUNETTI, F., Dizionario Greco - Italiano -
Greco, Fratelli Melita Editori, La Spezia, 1990, p. 801). En el NT aparece
una sola vez, aquí, en Filp 3,8.
13 Dice San Juan Pablo II respecto a la frase
'vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme': "En el Evangelio
estas palabras se refieren ciertamente a la vocación sacerdotal o religiosa"
(SAN JUAN PABLO II, Carta Apostólica Dilecti Amici, en el Año Internacional
de la Juventud, 1985, nº 9).
14 "La vocación no es en general un llamamiento
obligatorio para el joven sino una invitación a su generosidad que no
compromete directamente la salvación eterna de su alma en caso de no
seguirla" (SAN ALBERTO HURTADO, ¿Es Chile un país católico?, Editorial Los
Andes, Santiago de Chile, 1992, p. 123).
15 SAN IGNACIO DE LOYOLA, Libro de los Ejercicios
Espirituales, nº 329.
16 "Simile est regnum caelorum homini negotiatori
quaerenti bonas margaritas. Hic ostenditur pulchritudo" (SANCTI TOMAE DE
AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, lectio 4; traducción nuestra).
17 Cf. FONTOYNONT, V., Vocabulario Griego,
Editorial Sal Terrae, Santander, 1966, p. 18.
18 SAN FRANCISCO DE ASÍS, Alabanzas al Dios
altísimo, vv. 7 y 10: Fonti Francescane, n. 261, Padua 1982, p. 177, citado
en SAN JUAN PABLO II, Carta a los artistas, 1999, nº 6.
19 Enkomia del Orthós del Santo y Gran Sábado,
citado en SAN JUAN PABLO II, Carta a los artistas, 1999, nº 6. 20
DOSTOVIESKI,F. El Idiota, parte III, cap. V, citado en SAN JUAN PABLO II,
Carta a los artistas, 1999, nº 16.
21 SAN JUAN PABLO II, Carta a los artistas, 1999,
nº 16.
22 "Quia futuri erant magistri, ideo oportebat
quod intelligerent" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei
lectura, lectio 4; traducción nuestra).
23 "Et nota quod de tribus examinabantur. Primo
de intellectu intellexistis haec omnia? Item de amore, Io. ult., 15: Simon,
amas me plus his? Itemde possibilitate ad passionem; infra XX, 22: potestis
bibere calicem, quem ego bibiturus sum?" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super
Evangelium S. Matthaei lectura, lectio 4; traducción nuestra).
Aplicación: SS. Francisco - El tesoro escondido y la perla de gran
valor
Las breves semejanzas propuestas por la liturgia de hoy son la conclusión
del capítulo del Evangelio de Mateo dedicado a las parábolas del reino de
Dios (13, 44-52). Entre ellas hay dos pequeñas obras maestras: las parábolas
del tesoro escondido en el campo y la perla de gran valor. Ellas nos dicen
que el descubrimiento del reino de Dios puede llegar improvisamente como
sucedió al campesino, que arando encontró el tesoro inesperado; o bien
después de una larga búsqueda, como ocurrió al comerciante de perlas, que al
final encontró la perla preciosísima que soñaba desde hacía tiempo. Pero en
un caso y en el otro permanece el dato primario de que el tesoro y la perla
valen más que todos lo demás bienes, y, por lo tanto, el campesino y el
comerciante, cuando los encuentran, renuncian a todo lo demás para poder
adquirirlos. No tienen necesidad de hacer razonamientos, o de pensar en
ello, de reflexionar: inmediatamente se dan cuenta del valor incomparable de
aquello que han encontrado, y están dispuestos a perder todo con tal de
tenerlo.
Así es para el reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que
es eso que buscaba, que esperaba y que responde a sus aspiraciones más
auténticas. Y es verdaderamente así: quien conoce a Jesús, quien lo
encuentra personalmente, queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta
verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez. Buscar a
Jesús, encontrar a Jesús: ¡este es el gran tesoro!
Cuántas personas, cuántos santos y santas, leyendo con corazón abierto el
Evangelio, quedaron tan conmovidos por Jesús que se convirtieron a Él.
Pensemos en san Francisco de Asís: él ya era cristiano, pero un cristiano
"al agua de rosas". Cuando leyó el Evangelio, en un momento decisivo de su
juventud, encontró a Jesús y descubrió el reino de Dios, y entonces todos
sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El Evangelio te permite
conocer al verdadero Jesús, te hace conocer a Jesús vivo; te habla al corazón
y te cambia la vida. Y entonces sí lo dejas todo. Puedes cambiar efectivamente
de tipo de vida, o bien seguir haciendo lo que hacías antes pero tú eres
otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, lo que da sabor, lo
que da luz a todo, incluso a las fatigas, al sufrimiento y también a la
muerte.
Leer el Evangelio. Leer el Evangelio. Ya hemos hablado de esto, ¿lo
recordáis? Cada día leer un pasaje del Evangelio; y también llevar un
pequeño Evangelio con nosotros, en el bolsillo, en la cartera, al alcance de
la mano. Y allí, leyendo un pasaje encontraremos a Jesús. Todo adquiere
sentido allí, en el Evangelio, donde encuentras este tesoro, que Jesús llama
"el reino de Dios", es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida;
Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto
es lo que Dios quiere, y esto es por lo que Jesús entregó su vida hasta
morir en una cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al
reino de la vida, de la belleza, de la bondad, de la alegría. Leer el
Evangelio es encontrar a Jesús y tener esta alegría cristiana, que es un don
del Espíritu Santo.
Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del
reino de Dios se transparenta, se ve. El cristiano no puede mantener oculta
su fe, porque se transparenta en cada palabra, en cada gesto, incluso en los
más sencillos y cotidianos: se trasluce el amor que Dios nos ha donado a
través de Jesús. Oremos, por intercesión de la Virgen María, para que venga
a nosotros y a todo el mundo su reino de amor, justicia y paz.
(Ángelus, Plaza de San Pedro, Domingo 27 de julio de 2014)
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Aplicación: SS. Benedicto XVI - Salomón y y el corazón atento
Hoy, en la liturgia, la lectura del Antiguo Testamento nos presenta la
figura del rey Salomón, hijo y sucesor de David. Nos lo presenta al
principio de su reinado, cuando era aún jovencísimo. Salomón heredó una
tarea muy ardua, y la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros era
grande para un joven soberano.
Lo primero que hizo fue ofrecer a Dios un solemne sacrificio -"mil
holocaustos", dice la Biblia-. Entonces el Señor se le apareció en una
visión nocturna y prometió concederle lo que pidiera en la oración. Y aquí
se ve la grandeza de alma de Salomón: no pide larga vida, ni riquezas, ni la
eliminación de sus enemigos; dice, en cambio, al Señor: "Concede, pues, a tu
siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y
el mal" (1 R 3, 9). Y el Señor lo escuchó, de modo que Salomón llegó a ser
célebre en todo el mundo por su sabiduría y sus rectos juicios.
Por tanto, pidió a Dios que le concediera "un corazón atento" ¿Qué significa
esta expresión? Sabemos que el "corazón" en la Biblia no indica sólo una
parte del cuerpo, sino el centro de la persona, la sede se sus intenciones y
de sus juicios. Podríamos decir: la conciencia. "Corazón atento" significa
entonces una conciencia que sabe escuchar, que es sensible a la voz de la
verdad y, por eso, es capaz de discernir el bien del mal.
En el caso de Salomón, la petición está motivada por la responsabilidad de
guiar una nación, Israel, el pueblo que Dios eligió para manifestar al mundo
su designio de salvación. El rey de Israel, por consiguiente, debe tratar de
estar siempre en sintonía con Dios, a la escucha de su Palabra, para guiar
al pueblo por los caminos del Señor, el camino de la justicia y de la paz.
Pero el ejemplo de Salomón vale para todo hombre. Cada uno de nosotros tiene
una conciencia para ser en cierto sentido "rey", es decir, para ejercitar la
gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia, obrando el bien y
evitando el mal.
La conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz de la verdad,
de ser dóciles a sus indicaciones. Las personas llamadas a tareas de
gobierno tienen, naturalmente, una responsabilidad ulterior, y por lo tanto
-como enseña Salomón- tienen aún más necesidad de la ayuda de Dios. Pero
cada uno tiene que hacer su propia parte, en la situación concreta en que se
encuentra.
Una mentalidad equivocada nos sugiere pedir a Dios cosas o condiciones
favorables; en realidad, la verdadera calidad de nuestra vida y de la vida
social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de todos
y de cada uno de reconocer el bien, separándolo del mal, y de tratar de
llevarlo a cabo con paciencia, contribuyendo así a la justicia y a la paz.
Pidamos por eso la ayuda de la Virgen María, Sede de la Sabiduría. Su
"corazón" está perfectamente "atento" a la voluntad del Señor. Aun siendo
una persona humilde y sencilla, María es una reina a los ojos
de Dios, y como tal nosotros la veneramos. Que la Virgen santísima nos ayude
también a nosotros a formarnos, con la gracia de Dios, una conciencia
siempre abierta a la verdad y sensible a la justicia, para servir al reino
de Dios.
(Ángelus, Palacio apostólico de Castelgandolfo, Domingo 24 de julio de 2011)
Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - El tesoro y la perla Mt 13,
44-46
El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al
encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va,
vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. También es semejante el
Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al
encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.
El tesoro y la perla son el mismo Jesús.
"Y por la alegría que le da" ¿De qué le da alegría? De haber encontrado el
tesoro, es decir, el Reino de los cielos o a Jesús.
La alegría se sigue de la acción libre y voluntaria, aunque sea resignada,
del hombre que quiere, sin que nadie lo fuerce, vender todo para quedarse
con el tesoro. Cuando nos obligan a hacer las cosas y no aceptamos
libremente la obligación, nos amargamos, hacemos las cosas con tristeza
malsana.
Es muy importante hacer las cosas con libertad, conscientes de hacerlas
"porque queremos".
El que se da cuenta del valor del tesoro está absolutamente dispuesto a
dejar todo, a vender todo. Y este darse cuenta del valor del tesoro es una
gracia tan extraordinaria que el que la recibe casi instintivamente, sin
mucha reflexión, con mucha decisión y con alegría está dispuesto a vender
absolutamente todo para quedarse con el tesoro.
¿Cómo presentamos nosotros esta parábola? ¿Invitamos a una rendición total
para conseguir el Reino de los cielos? Dije rendición total y no abandono de
todas las cosas porque me parece que dejar las cosas es fácil en comparación
con renunciarnos a nosotros mismos.
El Señor es taxativo. Hay que vender todo para quedarse con el tesoro o con
la perla.
En la rendición total se incluye aquella palabra del Señor: "Si, pues, tu
ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te
conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea
arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado,
córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus
miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna" (Mt 5, 29-30)
El hombre encontró el tesoro. Dios se lo puso en su camino. El de la perla
la buscó. La conversión es distinta en todos los hombres, aunque haya rasgos
comunes. Me parece que si bien este encontrar el tesoro o la perla se
refieren a la conversión, más particularmente, se refieren a la segunda
conversión donde el hombre consciente de la necesidad de la religión se
entrega a ella totalmente.
Decía antes, sobre el modo de presentar la parábola porque el progresismo
presenta la parábola haciendo ver que es posible alcanzar el Reino de los
cielos sin vender todo. El progresismo excluye la palabra renuncia,
sacrificio, cruz. Cosas que son esenciales en la parábola "vendió todo",
renunció a todo, se crucificó a todo lo que tenía, sacrificó todo, por el
Reino de los cielos.
Es imposible conseguir el Reino sin vender todo. Jesús debe ser lo primero y
lo único en nuestra vida. No se puede servir a dos señores.
Una vez que uno ha renunciado a todo para conseguir el Reino, el Señor nos
dirá que cosas tenemos que tomar como medios para unirnos a Él pero ya las
cosas estarán como transfiguradas, porque previamente fueron sacrificadas,
estarán purificadas por el querer de Jesús.
La renuncia a todo por el Reino debe permanecer en la disposición de nuestra
alma pero también debe estar la disposición del ánima a abrazar aquellas
cosas que Cristo quiere que abracemos para servirle y así alcanzar el Reino.
El tesoro y la perla que hoy se nos presentan una vez más nos invitan a la
rendición total para conseguirlos.
24 Mt 5, 29-30
Cortesía iveagentina