Domingo 19 del Tiempo Ordinario A - 'Mándame ir hacia ti sobre el agua' - Comentarios de Sabios y Santos II: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Directorio Homilético: Decimonoveno domingo del Tiempo Ordinario
Exégesis: W. Trilling - Jesús camina sobre las aguas (Mt 14,22-33)
Santos Padres: Orígenes - «Realmente eres Hijo de Dios»
Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - Jesús revela su identidad de Hijo de Dios (Mt 14,22-33)
Aplicación: SS. Francisco - La fe
Aplicación: SS. Benedicto XVI - Gritaron de miedo
Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - Mt 14, 22-33
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Comentarios a Las Lecturas del Domingo
Directorio Homilético: Decimonoveno domingo del Tiempo Ordinario
CEC 164: la fe puede ser puesta a prueba
CEC 272-274: solo la fe se puede unir a los caminos misteriosos de la
Providencia
CEC 671-672: en tiempos difíciles, cultivar la confianza, ya que todo está
sometido a Cristo
CEC 56-64, 121-122, 218-219: historia de alianzas, el amor de Dios por
Israel
CEC 839-840: la relación de la Iglesia con el pueblo hebreo
143 Ahora, sin embargo, "caminamos en la fe y no en la visión" (2 Cor 5,7),
y conocemos a Dios "como en un espejo, de una manera confusa,...imperfecta"
(1 Cor 13,12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con
frecuencia en la oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que
vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las
experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte
parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser
para ella una tentación.
El misterio de la aparente impotencia de Dios
272 La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la
experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e
incapaz de impedir el mal. Ahora bien, Dios Padre ha revelado su
omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en
la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Así, Cristo
crucificado es "poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina
es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más
fuerte que la fuerza de los hombres" (1 Co 2, 24-25). En la Resurrección y
en la exaltación de Cristo es donde el Padre "desplegó el vigor de su
fuerza" y manifestó "la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los
creyentes" (Ef 1,19-22).
273 Sólo la fe puede adherir a las vías misteriosas de la omnipotencia de
Dios. Esta fe se gloría de sus debilidades con el fin de atraer sobre
sí el poder de Cristo (cf. 2 Co 12,9; Flp 4,13). De esta fe, la Virgen María
es el modelo supremo: ella creyó que "nada es imposible para Dios" (Lc 1,37)
y pudo proclamar las grandezas del Señor: "el Poderoso ha hecho en mi favor
maravillas, Santo es su nombre" (Lc1,49).
274 "Nada es, pues, más propio para afianzar nuestra Fe y nuestra Esperanza
que la convicción profundamente arraigada en nuestras almas de que nada es
imposible para Dios. Porque todo lo que (el Credo) propondrá luego a nuestra
fe, las cosas más grandes, las más incomprensibles, así como las más
elevadas por encima de las leyes ordinarias de la naturaleza, en la medida
en que nuestra razón tenga la idea de la omnipotencia divina, las admitirá
fácilmente y sin vacilación alguna" (Catech. R. 1,2,13).
... esperando que todo le sea sometido
671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está
todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el
advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de
los poderes del mal (cf. 2 Te 2, 7) a pesar de que estos poderes hayan sido
vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido
sometido (cf. 1 Co 15, 28), y "mientras no haya nuevos cielos y nueva
tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus
sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este
mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de
parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG
48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1
Co 11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando
suplican: "Ven, Señor Jesús" (cf.1 Co 16, 22; Ap 22, 17-20).
672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del
establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1,
6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los
hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo
presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hch
1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tristeza" (1 Co 7,
26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia(cf. 1
P 4, 17) e inaugura los combates de los últimos días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm
4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).
La alianza con Noé
56 Una vez rota la unidad del género humano por el pecado, Dios decide desde
el comienzo salvar a la humanidad a través de una serie de etapas. La
Alianza con Noé después del diluvio (cf. Gn 9,9) expresa el principio de la
Economía divina con las "naciones", es decir con los hombres agrupados
"según sus países, cada uno según su lengua, y según sus clanes" (Gn 10,5;
cf. 10,20-31).
57 Este orden a la vez cósmico, social y religioso de la pluralidad de las
naciones (cf. Hch 17,26-27), está destinado a limitar el orgullo de una
humanidad caída que, unánime en su perversidad (cf. Sb 10,5), quisiera hacer
por sí misma su unidad a la manera de Babel (cf. Gn 11,4-6). Pero, a causa
del pecado (cf. Rom 1,18-25), el politeísmo así como la idolatría de la
nación y de su jefe son una amenaza constante de vuelta al paganismo para
esta economía aún no definitiva.
58 La alianza con Noé permanece en vigor mientras dura el tiempo de las
naciones (cf. Lc 21,24), hasta la proclamación universal del evangelio. La
Biblia venera algunas grandes figuras de las "naciones", como "Abel el
justo", el rey-sacerdote Melquisedec (cf. Gn 14,18), figura de Cristo (cf.
Hb 7,3), o
los justos "Noé, Daniel y Job" (Ez 14,14). De esta manera, la Escritura
expresa qué altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la
alianza de Noé en la espera de que Cristo "reúna en uno a todos los hijos de
Dios dispersos" (Jn 11,52).
Dios elige a Abraham
59 Para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abraham llamándolo
"fuera de su tierra, de su patria y de su casa" (Gn 12,1), para hacer de él
"Abraham", es decir, "el padre de una multitud de naciones" (Gn 17,5): "En
ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 12,3 LXX; cf. Ga
3,8).
60 El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los
patriarcas, el pueblo de la elección (cf. Rom 11,28), llamado a preparar la
reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de loa Iglesia (cf.
Jn 11,52; 10,16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los
paganos hechos creyentes (cf. Rom 11,17-18.24).
61 Los patriarcas, los profetas y otros personajes del Antiguo Testamento
han sido y serán siempre venerados como santos en todas las tradiciones
litúrgicas de la Iglesia.
Dios forma a su pueblo Israel
62 Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel como su
pueblo salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza
del Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le
sirviera como al único Dios vivo y verdadero, Padre providente y juez justo,
y para que esperase al Salvador prometido (cf. DV 3).
63 Israel es el pueblo sacerdotal de Dios (cf. Ex 19,6), el que "lleva el
Nombre del Señor" (Dt 28,10).
Es el pueblo de aquellos "a quienes Dios habló primero" (MR, Viernes Santo
13: oración universal VI), el pueblo de los "hermanos mayores" en la fe de
Abraham.
64 Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación,
en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres
(cf. Is 2,2-4), y que será grabada en los corazones (cf. Jr 31,31-34; Hb
10,16). Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la
purificación de todas sus infidelidades (cf. Ez 36), una salvación que
incluirá a todas las naciones (cf. Is 49,5-6; 53,11). Serán sobre todo los
pobres y los humildes del Señor (cf. So 2,3) quienes mantendrán esta
esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora,
Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel.
De ellas la figura más pura es María (cf. Lc 1,38).
El Antiguo Testamento
121 El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no
se puede prescindir. Sus libros son libros divinamente inspirados y
conservan un valor permanente (cf. DV 14), porque la Antigua Alianza no ha
sido revocada.
122 En efecto, "el fin principal de la economía antigua era preparar la
venida de Cristo, redentor universal". "Aunque contienen elementos
imperfectos y pasajeros", los libros del Antiguo Testamento dan testimonio
de toda la divina pedagogía del amor salvífico de Dios: "Contienen
enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre,
encierran tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra salvación"
(DV 15).
Dios es Amor
218 A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una
razón para revelársele y escogerlo
entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito (cf. Dt 4,37;
7,8; 10,15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también por
amor Dios no cesó de salvarlo (cf. Is 43,1-7) y de perdonarle su infidelidad
y sus pecados (cf. Os 2).
219 El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Os
11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is
49,14-15). Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,4-5);
este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11);
llegará hasta el don más precioso: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su
Hijo único" (Jn 3,16).
La Iglesia y los no cristianos
839 "Los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados al
Pueblo de Dios de diversas maneras" (LG 16): La relación de la Iglesia con
el pueblo judío. La Iglesia, Pueblo de Dios en la Nueva Alianza, al escrutar
su propio misterio, descubre su vinculación con el pueblo judío (cf NA 4) "a
quien Dios ha hablado primero" (MR, Viernes Santo 13: oración universal VI).
A diferencia de otras religiones no cristianas la fe judía ya es una
respuesta a la revelación de Dios en la Antigua Alianza. Pertenece al pueblo
judío "la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el
culto, las promesas y los patriarcas; de todo lo cual procede Cristo según
la carne" (cf Rm 9, 4-5), "porque los dones y la vocación de Dios son
irrevocables" (Rm 11, 29).
840 Por otra parte, cuando se considera el futuro, el Pueblo de Dios de la
Antigua Alianza y el nuevo Pueblo de Dios tienden hacia fines análogos: la
espera de la venida (o el retorno) del Mesías; pues para unos, es la espera
de la vuelta del Mesías, muerto y resucitado, reconocido como Señor e Hijo
de Dios; para los otros, es la venida del Mesías cuyos rasgos permanecen
velados hasta el fin de los tiempos, espera que está acompañada del drama de
la ignorancia o del rechazo de Cristo Jesús.
Volver Arriba
Exégesis: W. Trilling - Jesús camina sobre las aguas (Mt 14,22-33)
Pedro por primera vez desempeña en este pasaje un papel independiente (Mt
_14:28-31). De forma semejante, ocupará el primer plano en la confesión de
la mesianidad de Jesús (Mt _16:17-19) y al final de toda esta sección se
encuentra un pasaje que evoca una conversación entre él y Jesús (Mt
_17:24-27). Estos tres pasajes sólo se hallan en san Mateo y demuestran que
este evangelista puede inspirarse en una más amplia tradición petrina. Se
descubren análogos reflejos en otros pasajes del mismo Evangelio, por
ejemplo, en 10,2, donde se designa a Pedro como "primero", y sobre todo en
varios pasajes, donde actúa como portavoz de los apóstoles (15,15; 17,4;
18,21; 19,27). A pesar de que el Evangelio de san Mateo imprime su acento en
el apóstol, no cabe afirmar que su figura quede idealizada o indebidamente
enaltecida. En la conversación entre Jesús y Pedro después de la confesión
de la mesianidad, san Mateo más subrayó lo menos grato para el apóstol
(16,22s), y no disimula tampoco el papel desairado de Pedro durante el
proceso de Jesús (26,69-75).
22 Mandó a sus discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él
a la otra orilla, mientras él despedía al pueblo. 23 Después de despedirlo,
subió al monte para orar a solas. Al anochecer, estaba él allí solo.
Jesús manda a los discípulos subir a la barca. ¿Por qué se usa esta enérgica
frase? ¿Necesitaban este apremio, porque querían permanecer cerca de Jesús o
no le querían dejar solo? Les da el encargo de partir antes que él a la
orilla opuesta, de recorrer el trayecto que ya habían recorrido de día
(14,13). Quiere quedarse solo con la gente y "despedirla". Pero además busca
una mayor soledad. En cuanto la muchedumbre se ha dispersado, se va al
monte, para orar solo. En un lugar elevado, en el monte se experimenta la
proximidad de Dios, de forma más inmediata. Jesús busca la quietud de la
oración, de aquella oración que sólo puede fluir entre él y el Padre. Ningún
ser humano puede entrometerse en ella ni tampoco ser testigo de ella. Es una
oración distinta de la que Jesús había pronunciado antes sobre los panes y
los peces. Aquella fue la bendición oficial de la mesa y la oración usada
para bendecir que tiene que rezar el padre de familia para el pueblo y en su
nombre. En esta oración solitaria, se efectuaría un trueque vital inefable.
Jesús es impulsado a la soledad, tiene que forzar a los discípulos a subir a
la barca. Basta quedarse absorto en esta escena: Jesús unido con Dios en la
obscuridad de la noche, en el monte, en la soledad. Allí está el puente
entre Dios y los hombres. El mediador es "Cristo Jesús hombre" (1Ti_2:5).
24 Entretanto, la barca se había alejado ya muchos estadios de la costa
y se encontraba combatida por las olas, pues el viento era contrario. 25 A
la cuarta vigilia de la noche, fue hacia ellos caminando sobre el mar. 26
Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se sobresaltaron y dijeron:
¡Es un fantasma! Y se pusieron a gritar por el miedo. 27 Pero Jesús les
habló en seguida: ¡Animo! ¡Soy yo! ¡No tengáis miedo!
Entretanto la barca en que van los discípulos, va siguiendo su rumbo, pero
el viento que sopla en dirección contraria, dificulta su navegación y por
eso adelantan penosamente. Notan cuán escasas son sus fuerzas y cuán
difícilmente pueden luchar con la fuerte tormenta que se avecina. Es una
tortura fatigosa. Entonces sucede que Jesús va al encuentro de ellos sobre
las aguas hacia el amanecer.
Los discípulos son presa de espanto y creen ver un fantasma. Aunque son
hombres duros y han soportado muchas horas difíciles en el lago, echan a
gritar. El evangelista no teme decirlo abiertamente. Jesús les da voces:
"¡Animo! ¡Soy yo! ¡No tengáis miedo!" Siempre sucede lo mismo. El hombre
siente su debilidad, cuando se encuentra con Dios o con las cosas divinas.
El ánimo decae y el temor hace que el corazón quede oprimido. Jesús no da
ninguna señal para ser reconocido ni menciona ningún nombre. Sólo dice
llanamente: Soy yo. Con estas dos palabras está todo dicho, porque sólo hay
un hombre que pueda hablar así, de modo tan incondicional y absoluto, sin
identificar su personalidad ni presentarse con pormenores. Los discípulos no
debían conocerle ni por su voz ni por su figura ni por un ademán. Sólo deben
saber que quien puede decir: "Soy yo", tiene que ser él.
Entonces el hombre no pide una legitimación, no pide señales ni prodigios
que lo atestigüen, no pregunta por el nombre, identidad y origen ("Sabemos
de dónde es éste"). Todos esos detalles se vuelven accesorios ya que Jesús
sabe que ante él solamente existe la confianza sin reservas y la entrega
total, que desvanecen el temor...
28 Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las
aguas. 29 Ven, le respondió. Pedro entonces saltó de la barca y, caminando
sobre las aguas, fue hacia Jesús. 30 Pero, viendo el viento que había, tuvo
miedo, y al comenzar a hundirse, lanzó un grito: ¡Señor, sálvame! 31
Inmediatamente Jesús extendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía
¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?
Este pasaje, que sólo trata de Pedro y de Jesús, únicamente está en san
Mateo. Pedro dirige la palabra a Jesús con el título soberano de Señor.
Pedro ha entendido. Si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas. "Nada
será imposible" al que cree (17,20b). Si es Jesús, no sólo carece de peligro
el abismo del mar, sino que también se despierta el ansia de ir a Jesús.
Pedro se deja llevar por este anhelo. El Señor le contesta lacónicamente:
"Ven". La confianza audaz perdura, Pedro salta de la barca, corre con una
efectiva seguridad sobre el agua y va hasta Jesús.
Entonces Pedro nota de repente el fuerte viento y se estremece. Su corazón
de nuevo se atemoriza, y al instante empieza a hundirse. Invoca por segunda
vez a Jesús: "¡Señor, sálvame!" Jesús le alza y le pregunta en son de
reproche: "¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?" Cuando se está próximo
a Jesús, no se puede perder la firmeza ni dudar. El conocimiento de la
presencia de Jesús sostiene sobre el agua y refrena la fuerza del viento.
32 Y cuando subieron los dos a la barca, el viento se calmó. 33 Los que
estaban en la barca se postraron ante él, exclamando: Realmente, eres Hijo
de Dios.
Jesús sube a la barca y en el acto el viento se calma. No se requiere una
orden peculiar como antes (cf. 8,26). La presencia sola de Jesús sosiega y
reprime los elementos excitados.
Los discípulos quedan subyugados y postrándose rinden homenaje al Maestro
con la siguiente confesión: Realmente, eres Hijo de Dios. Son unas palabras
grandiosas. Así pues, ¿han entendido los discípulos el misterioso milagro de
los panes en un lugar solitario, el poder de Jesús para caminar sin riesgo
sobre el lago, sus palabras excelsas: "soy yo" y la fácil salvación de
Pedro, cuando empezaba a hundirse? Aquí se ha llegado a un punto culminante.
En la noche sobre la superficie del lago reconocen repentinamente a quién
tienen ante sí. Vino a ser como una iluminación del conocimiento, la
esplendorosa figura del maestro brillando súbitamente ante ellos en la
obscuridad. Más allá de las reflexiones de la inteligencia, de la
ponderación de los argumentos, de la interrogación crítica y de la confianza
irresoluta, brota lo más profundo que los discípulos pueden llegar a
experimentar: el Hijo de Dios está entre ellos.
Aquí los sucesos se concentran por completo en Pedro. Es el primer apóstol
(cf. 10,2), habla y procede en representación de los demás (Cf. 15, 15;
16,16; 17,24; 18,21s.). Aquí Pedro todavía es más, a saber el primero de los
creyentes y el modelo de todos ellos. En esta escena se hace patente de una
manera dramática lo que significa creer.
La percepción de la frase soberana: "Soy yo", llama al hombre y lo atrae.
Luego el ansia de ir a él y estar con él. Los pasos sin riesgo, sostenidos
por la confianza y el amor, sobre los abismos. También el desfallecimiento
de la confianza y el decaimiento momentáneo de la fuerza. Si desfallece la
confianza, aunque solamente sea un poco, el hombre tiene súbitamente la
sensación del peligro de fuera.
También se puede decir a la inversa: si el hombre se deja impresionar por
los peligros, inmediatamente se desmorona la confianza. Se convierte en
presa de fuerzas que amenazan, si no recurre a la única mano salvadora, la
del maestro.
Aquí hay confianza y fe, pero todavía son "pequeñas". No puede quedar ni
reservarse ningún residuo, sólo sostiene la fe incondicional. Así pues, lo
que aconteció a Pedro es un modelo para los creyentes. Pedro representa la
Iglesia, más tarde se le constituye en piedra fundamental de la misma (cf.
16,18). Así está toda la Iglesia ante su maestro. Sabe que en último término
está sustraída a todo peligro y preservada del total hundimiento en la
historia, si tiene esta fe. "Si no creéis, no subsistiréis" (Isa_7:9b). Esto
puede
aplicarse tanto al pueblo de la antigua alianza como al de la nueva. Pero el
pueblo de la nueva alianza tiene a Jesús en el centro, y a él puede decirle:
"Realmente, eres Hijo de Dios." Oye la voz alentadora de Jesús: ¡Animo! ¡Soy
yo! ¡No tengáis miedo!
(TRILLING, W., Evangelio según San Mateo, en El Nuevo Testamento y su
mensaje, Herder, Barcelona,
1969)
Volver Arriba
Santos Padres: Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo -
Comentario al Evangelio según Mateo, 11,6; PG, 13, 919)
«Realmente eres Hijo de Dios»
Cuando habremos aguantado las largas horas de noche oscura que sobrevienen
en los momentos de prueba, cuando habremos luchado lo mejor que sabemos...,
estemos seguros que hacia el final de la noche cuando «la noche está
avanzada, y el día se echa encima» (Rm 13,12), el Hijo de Dios se acercará a
nosotros, caminando sobre las olas. Cuando le veremos venir así, nos
sobrecogerá una turbación hasta el momento en que comprenderemos claramente
que es el Salvador que ha venido entre nosotros. Creyendo ver un fantasma,
gritaremos de espanto, pero él nos dirá inmediatamente: «¡Ánimo, soy yo, no
tengáis miedo!».
Es posible que estas palabras que nos dan seguridad, harán surgir en
nosotros un Pedro en camino hacia la perfección, que bajará de la barca,
seguro de haber escapado de la prueba que le sacudía. Al principio, su deseo
de salir al encuentro de Jesús le hará caminar sobre las aguas. Pero estando
su fe todavía poco segura y dudando de sí mismo, se dará cuenta de la
«fuerza del viento», tendrá miedo y empezará a hundirse. Sin embargo, saldrá
de este peligro porque lanzará a Jesús este gran grito: «¡Señor, sálvame!».
Y apenas este otro Pedro habrá acabado de decir «¡Señor, sálvame!», que el
Verbo extenderá la mano para socorrerle, lo agarrará en el momento en que
comenzaba a hundirse, reprochándole su poca fe y sus dudas. Fíjate, sin
embargo, que no le ha dicho: «Incrédulo» sino «hombre de poca fe» y que está
escrito: «¿Por qué has dudado?», es decir: «Es cierto que tenías poca fe,
pero te has dejado arrastrar en el sentido contrario». Seguidamente, Jesús y
Pedro volverán a subir a la barca, el viento amainará y los pasajeros,
comprendiendo de qué peligro han sido salvados, adorarán a Jesús diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios». Estas palabras las dicen tan sólo los
discípulos próximos a Jesús en la barca.
Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - Jesús revela su identidad de
Hijo de Dios (Mt 14,22-33)
Introducción
Este trozo del evangelio de San Mateo que hemos leído hoy, al mismo tiempo
que es narración de un hecho histórico, es una pequeña obra de arte
literaria, perteneciente al género 'drama'. En efecto, tiene un preludio
donde se nota la inquietud y zozobra de los discípulos que no quieren
separarse de su maestro3. Luego, tiene un desarrollo cuyo suspenso y peligro
va in crescendo por la lejanía de la costa, la oscuridad de la noche, el
ímpetu del viento, la fuerza de las olas que golpean la barca y la
imposibilidad de los discípulos de hacer avanzar la barca a fuerza de remos.
Si la inquietud y el temor ya estaban presentes en el alma de los
discípulos, el miedo y el pavor termina de apoderarse de sus espíritus
cuando, a sus ojos, aparece un fantasma que los hace irrumpir en gritos.
Entonces, aparece el personaje principal, Jesús, que hace sonar su voz con
su timbre característico lleno de sosiego, y así, los discípulos lo
reconocen4. Pero, si el timbre de voz de Cristo los hace columbrar
esperanzas de salvación, mucho más el contenido de sus palabras: "Yo Soy",
que es la revelación más profunda de su identidad, es decir, de la Persona
divina de Cristo.
A partir de allí comienza el desenlace, desenvolvimiento o descenso de la
narración: Pedro se lanza al mar para ir al encuentro de su Maestro,
comienza a hundirse, pero Cristo, extendiéndole la mano, lo levanta y lo
salva. Pero antes, Pedro, repite la fórmula con la que Jesús acaba de
revelar su identidad: "Señor, sálvame", es decir, el nombre de 'Jesús', es
decir, Yeshua', es decir, 'Yahveh salva'. Y así se llega a la resolución del
drama: los discípulos, postrándose, adoran a Jesús como a Dios.
Este magnífico cuadro dramático está incrustado en un momento clave de la
vida de Jesús. En efecto, este hecho histórico narrado en el evangelio de
hoy está entre dos hitos importantes de su vida: la primera multiplicación
de los panes y el Discurso del Pan de Vida, que es la promesa de la
Eucaristía. La primera multiplicación de los panes está narrada por los
cuatro evangelistas (Mt 14,13-21; Mc 6,32-44; Lc 9,10-17; Jn 6,1-15). El
caminar sobre las aguas del mar (el evangelio de hoy) está narrado por
Mateo, Marcos y Juan (Mt 14,22-33; Mc 6,45-52; Jn 6,16-21). El Discurso del
Pan de Vida, la promesa de la Eucaristía, está narrado sólo por Juan (Jn
6,26-59).
Dado que tanto la multiplicación de los panes como el Discurso del Pan de
Vida tienen un indiscutible sentido eucarístico, también el milagro de hoy
tiene relación con la Eucaristía. Por eso dice un autor: "Los dos milagros
relatados aquí por Juan (el de la multiplicación de los panes y el caminar
sobre las aguas) (…) tienen (…) un valor (…) tipológico-eucarístico. El que
multiplicó los panes puede también dar otro pan milagroso, misterioso. Y el
que caminó sobre el mar flexible, sin hundirse, es que puede estar sustraído
a las leyes ordinarias de la gravitación y de la materia. Y así puede dar el
pan de su carne sin que se tenga que comer ésta como la carne sangrante y
partida"5.
1. Egó eimí, Yo soy el que soy, Yo soy Yahveh
El sentido primero y fundamental del evangelio de hoy es mostrar la
divinidad de Jesús y mostrar que Jesús se identifica con el Yahveh del AT.
El primer indicio de que el evangelio de hoy es una revelación de la
divinidad de Jesús es la primera lectura, tomada del primer libro de los
Reyes, donde se narra la revelación que de Sí Mismo hace Yahveh al profeta
Elías. La situación de Elías es análoga a la de los discípulos en la barca,
aunque la de Elías es más grave. Éstos sufren un momento de gran desolación
por la ausencia de Jesús y Elías sufre una gran persecución por parte de la
malvada reina Jezabel que busca matarlo por haber Elías hecho matar a 450
profetas de Baal. La revelación de Yahveh para Elías es fuente de refección
espiritual y valentía para continuar su misión.
Pero, además, en el texto mismo del evangelio de hoy todo confluye en la
revelación que Jesús hace de Sí Mismo al llegar a la barca: "Yo soy" (en
griego, egó eimí; Mt 14,27). Al decir esto Jesús se atribuye a sí mismo el
nombre con el que Dios se define a Sí Mismo ante Moisés. Cuando Moisés le
pregunta a Dios cuál es su nombre, Dios le responde: "Mi nombre es 'Yo soy'"
(Ex 3,14), que en hebreo se dice Yahveh6. Y la Biblia de los LXX traduce al
griego como egó eimí. Dios se define a Sí Mismo no con un sustantivo sino
con un verbo. El verbo Yahveh, además de significar 'Yo Soy', tiene un matiz
de presencia permanente y activa entre su pueblo.
Jesús, llegando a la barca en el momento de mayor temor y desconcierto, se
revela como el Dios del AT hecho hombre y por eso dice su nombre: "Yo soy",
sin agregar nada más. Como bien dice Trilling, Jesús es el único que puede
decir 'Yo soy' sin necesidad de agregar ningún adjetivo ni ningún sustantivo
calificativo7. 'Yo soy' resume la esencia de su ser: en Él está la plenitud
de ser. Incluso, Jesús, por llamarse y ser 'Yo soy', es, según expresión de
Santo Tomás, el mismo Ser Subsistente, el ipsum esse subsistens8.
Y también, al igual que Yahveh en el AT, Jesús se hace presente en medio del
nuevo Pueblo de Dios, del nuevo Israel (Pedro y los Apóstoles), y lo salva
de la amenaza del mar embravecido.
Santo Tomás confirma esta exégesis cuando dice: "Como lo confundían con un
fantasma les dijo: 'Yo soy'. ¿Y por qué les dice esto? Para mostrarles que
Él era verdadero Dios, de acuerdo con aquello que Dios dijo a Moisés: 'Así
responderás a los israelitas: 'Yo soy me envía'' (Ex 3,14)"9.
Hay también en la frase 'Yo Soy' de Jesús una contraposición explícita al
fantasma que los discípulos creen ver. El fantasma es un ser irreal con un
cuerpo inconsistente. El que dice 'Yo Soy' no sólo es Yahveh sino que además
es un hombre nacido de mujer, es decir, es el Verbo Encarnado. Por eso dice
Santo Tomás: "Creyeron que era un fantasma, es decir, no creyeron que tenía
un verdadero cuerpo nacido de una virgen"10.
Ésta es la verdad fundamental del evangelio de hoy. Por esto es que todo,
absolutamente todo en este evangelio está ordenado a resaltar esa frase de
Jesús, con la cual revela su identidad de Dios hecho hombre. Por eso dice
San Juan Crisóstomo: "Cristo no se manifiesta a sus Apóstoles hasta que
rompen en gritos; porque, cuanto más íntima e intensa fuera su angustia, con
más gozo acogerían su presencia"11. Las tribulaciones están en función de
que ellos valoren la presencia de Jesús, es decir, valoren su revelación de
Dios hecho hombre que está presente a ellos.
Es decir, que todas las contrariedades que narra este evangelio: separación
de Jesús, distancia de la costa, violencia de las olas, impetuosidad del
viento, oscuridad de la noche, tedio por la prolongación de la noche,
cansancio por el excesivo tiempo que llevaban remando, tardanza de Jesús;
todas esas contrariedades, digo, están ordenadas a preparar la revelación de
Jesús. Todo eso lo permitió Jesús para que su revelación de ser 'Yo soy' =
Yahveh, quedara convenientemente resaltada12.
Hay un dato más que ayuda a comprender mejor esta revelación. El mar en la
Biblia es símbolo del caos primordial (Gén 1,1-2) símbolo de la total
negatividad, de la nada, de la no-existencia. De esto se sigue que el mar es
el lugar que está bajo el dominio del Maligno y, por lo tanto, símbolo del
mundo. Al caminar sobre las aguas y salvar a los Apóstoles, Jesús asume la
prerrogativa de Yahveh creador y salvador. Jesús es quien acaba con el caos
inicial y quien expulsa de sus dominios al señor del mundo, con minúsculas.
Un autor, refiriéndose a las perícopas de la tempestad calmada y al milagro
del evangelio de hoy, dice: "Así como el Creador dominó y ordenó el caótico
mar 'en el principio' (Gen 1,1), de la misma manera ahora Jesús domina el
mar y le da de nuevo el ser"13.
La revelación de Jesús como Yahveh culmina con un propio y verdadero acto de
adoración por parte de los discípulos. El evangelio dice que los que estaban
en la barca prosekýnesan autô y dijeron: "Verdaderamente eres el Hijo de
Dios" (Mt 14,33). El Leccionario traduce este proskýnesen autô de la
siguiente manera: "Se postraron ante Él". La Biblia de Jerusalén y otras
muchas biblias traducen de la misma manera. Sin embargo, San Jerónimo
traduce: "Adoraverunt eum", es decir, 'lo adoraron'14.
El significado primario del verbo proskynéo es 'adorar'15. San Juan usa este
verbo diez veces, las diez veces con el sentido de 'adorar'. El paso más
impresionante es el de Jn 4,20-23, en la conversación con la samaritana,
donde el uso del verbo no admite de ninguna manera la posibilidad de que se
trate de una simple postración de respeto. La concentración del verbo
proskynéo (ocho veces en cuatro versículos) y el significado indubitable que
tiene en esos versículos de Jn 4 debería bastar para convencerse que el
sentido primario de proskynéo es 'adorar'.
El fin buscado por Jesús a través de la tribulación que permite en sus
discípulos y a través del milagro se logra plenamente: ellos reconocen la
revelación de su identidad, es decir, que es el Hijo de Dios, segunda
persona de la Santísima Trinidad.
2. Sed valientes, no temáis
La revelación de Jesús como Yahveh hecho hombre que llega para estar
presente entre el nuevo Israel y para prestarle auxilio en la tribulación,
va precedida de una exhortación a ser valientes y a no tener miedo, en base,
precisamente, a la identidad de Jesús.
Esa exhortación se expresa en el original griego de la siguiente manera: mè
phobeîsthe y tharseîte.
La primera expresión significa 'no temáis'. La segunda expresión es
traducida por el leccionario en uso en Argentina como: "Tranquilícense". La
Biblia de Jerusalén traduce por: "¡Ánimo!". Y la Biblia de Reina Valera
traduce como: "¡Tened ánimo!".
Sin embargo, el término tharseîte proviene del verbo tharséo, que significa
literalmente: "Ser valiente, estar confiado; tener un buen coraje (es decir,
un coraje virtuoso); tener una buena valentía; ser intrépido; emprender algo
valientemente; ir valientemente hacia cualquier cosa que sea; arriesgarse
valientemente hacia cualquier cosa que sea; estar sin preocupaciones; estar
sin aprensión respecto a cualquier cosa que sea; confiar en; fiarse de;
fundarse sobre alguna base segura; estar de buen ánimo; ser intrépido
respecto de cualquier cosa; tener confianza en que las cosas saldrán bien;
fiarse o arriesgarse ante una situación desconocida; estar confiadamente
persuadido que"16.
De este verbo proviene el sustantivo thársos, que significa "el coraje,
especialmente el coraje guerrero; la intrepidez; confianza, esperanza;
audacia, temeridad"17.
Del verbo tharséo también proviene el término tharsaléos, que puede ser un
adjetivo, y entonces significa 'valiente, animoso, audaz'. O puede ser
también un sustantivo, y entonces significa 'aquello a lo cual podemos
confiadamente arriesgarnos'18. Otro derivado del mismo verbo es
tharsaleótes, que significa 'intrepidez'19.
Como podemos apreciar, traducir tharseîte por 'tranquilícense' o por
'¡ánimo!', es, como mínimo, insuficiente. Pienso que una traducción no
literal pero sí honesta en su sentido sería: "¡Sean valientes, caramba! ¡Yo
soy Dios!". Pero, incluso, aún así no estaríamos expresando toda la fuerza
del verbo tharséo. La expresión de Cristo tiene otros matices. Para expresar
esos matices habría que usar una paráfrasis: "Sean corajudos con el coraje
de los guerreros; sean intrépidos; tengan confianza de que todo va a salir
bien; arriésguense a seguir remando a pesar de la oscuridad, de la violencia
de las olas, del ímpetu del viento y del cansancio; no tengan miedo ante lo
desconocido; ¡duc in altum!, sigan navegando mar adentro; despreocúpense;
¡basta de ansiedades!; sean audaces".
Jesús ya se los había advertido anteriormente ante una situación muy
parecida, cuando la tormenta azotaba la barca y Jesús dormía profundamente
(Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; Lc 8,22-25). Después de calmar la tempestad, Jesús
les dice, según el original griego: tí deloí éste, es decir, "¿Por qué sois
cobardes?" (Mc 4,40). La palabra deilós no es un sustantivo que signifique
'miedo' sino que es un adjetivo que significa 'cobarde' o 'miedoso'20. Por
eso es una mala traducción el traducir: "¿Por qué tenéis miedo?" Jesús les
enrostra sin miramientos lo que ellos verdaderamente son: 'cobardes'. No les
habla de una situación pasajera del alma, que en ese momento se ve dominada
por el miedo. Les habla de un hábito malo y permanente en el espíritu: la
cobardía, es decir, les echa en cara un vicio. Y en base a lo que ellos
acaban de ver (el poder de Cristo sobre el viento y el mar) ellos deben
extirpar ese vicio. "La cobardía es pecado mortal", dice Santo Tomás21.
3. Pedro el grande y Pedro el pequeño
Inmediatamente después que Cristo se revela como Yahveh y los exhorta a ser
valientes, aparece San Pedro Magno. En primer lugar, reconoce la revelación
de Jesús, porque le dice: "Si eres tú…", lo cual quiere decir, "Si tu eres
'Yo soy'…" Por eso dice Trilling: "Pedro dirige la palabra a Jesús con el
título soberano de Señor. Pedro ha entendido. Si eres tú, mándame ir hacia
ti sobre las aguas. 'Nada será imposible' al que cree (Mt 17,20)"22. Pedro
ha entendido lo que quiso decir Jesús cuando dijo: "Egó eimí".
En segundo lugar, Pedro asume plenamente y con una generosidad enorme el
tharseîte de Jesús, es decir, el 'sed valientes, audaces, intrépidos'. Con
una gran osadía le pide a Jesús que le ordene caminar sobre las aguas para
ir a su encuentro. ¡Y lo hace! Pedro camina sobre las aguas y va al
encuentro de Jesús. Se arriesga valientemente ante una situación
completamente desconocida; está absolutamente persuadido de que la empresa
que ha emprendido es posible, aun cuando a otros pueda parecer imposible;
demuestra un coraje sin límites. Se comporta como un verdadero tharsaléos.
Pero entonces es cuando aparece Pedro el pusillus, que significa 'pequeño'.
San Juan Crisóstomo hace notar que Pedro se asusta por algo que no debiera
influir en su caminar sobre el agua, ya que se asusta por el viento, que no
influye ni en la consistencia del agua ni en el peso de su cuerpo. Dice San
Juan Crisóstomo: "El hundirse dependía de las olas; pero el miedo se lo
infundía el viento. (…). Y es lo bueno que, vencido el peligro mayor, iba a
sufrir apuros en el menor; por la fuerza del viento, quiero decir, no por el
mar. Tal es, en efecto, la humana naturaleza. Muchas veces, triunfadora en
lo grande, queda derrotada en lo pequeño"23.
Y Cristo también lo acusará de 'pequeño', pues le dirá oligo-pistós. Olígo
en griego significa 'pequeño' y pistós significa 'creyente'. Por lo tanto
Jesús lo llama 'el creyente pequeño'24. Pistós proviene de pístis, que
significa 'fe'. En los evangelios se habla de una pístis que es la virtud
teologal de la fe y que consiste en el asentimiento a las verdades
reveladas. Así se usa, por ejemplo, en Heb 11,1: "La fe es la garantía de
los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se
ven". Pero también se hablade una pístis que se equipara a lo que en
castellano llamamos 'confianza'. Así, por ejemplo, en Mc 11,21-24: "Pedro,
recordándolo, le dice: "¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca."
Jesús les respondió: "Tened fe en Dios (éjete pístin Theoû). Yo os aseguro
que quien diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar" y no vacile en su
corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os
digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo
obtendréis". Esta no es la fe-virtud teologal sino la fe-confianza.
En Pedro no faltó la fe-virtud teologal, porque creyó en la revelación de la
identidad de Jesús y obró en consecuencia, y por eso fue Pedro el grande.
Pero falló en la fe-confianza, y por eso fue Pedro pusillus, Pedro pequeño,
Pedro diminuto, oligo-pistós.
Conclusión
En la vida de todos y cada uno de los bautizados, sin ninguna excepción, se
repiten hechos parecidos o análogos a los que vivieron los discípulos en el
mar. Hay tribulaciones en nuestras vidas en las que se verifican todos los
elementos del evento evangélico de hoy: sentimos que el mismo Jesús nos
constriñe a separarnos de Él, lo cual es para nosotros fuente de
sufrimiento; sentimos en nuestras vidas, sumidas en el mar de este mundo, la
lejanía de tierra firme, la oscuridad de la noche, la violencia de las olas
que golpean nuestras vidas, la fuerza del viento25, la extensión del tiempo
tenebroso que pareciera no acabar más, el cansancio de tanto remar para
llegar a buen puerto y, por añadidura, las ilusiones y los fantasmas que
nosotros mismos nos creamos y que aumentan nuestra angustia. Si tenemos
espíritu sobrenatural nos daremos cuenta que todo esto lo permite Jesús para
poder revelarse a nosotros y para preparar nuestro espíritu a ser dócil a la
verdad sobre Jesucristo y aceptar con alegría su auxilio.
En efecto, dice Santo Tomás: "Debéis saber que, cuando el auxilio divino
está más cerca, el Señor permite ser más afligidos, porque de esta manera se
recibe su auxilio con mayor devoción y acción de gracias. Por eso es que
permitió que el temor de los discípulos creciera, porque frecuentemente los
hombres se convierten a partir del temor"26.
Y dice también San Juan Crisóstomo: "Tal es el modo ordinario de obrar de
Dios: cuando Él está a punto de resolver las dificultades, entonces es
cuando nos pone otras más graves y espantosas. (…). Tal hizo también ahora
Cristo con sus apóstoles, a quienes no se manifiesta hasta que rompen en
gritos; porque, cuanto más íntima e intensa fuera su angustia, con más gozo
acogerían su presencia"27.
La aceptación de la verdad sobre Jesucristo y la humildad para recibir su
auxilio abren al alma hacia un gran thársos, es decir, hacia un gran coraje,
una gran intrepidez, confianza, esperanza y audacia, aun a pesar de todas
las tribulaciones sufridas en el pasado.
Pero debemos luchar contra el enano que todos llevamos dentro, que busca
quedarse en la costa y alimentarse de los restos que los turistas tiran en
la playa en lugar de volar mar adentro para experimentar la adrenalina de
pescar en alta mar y comer corvina y salmón u otros peces de alta calidad28.
Debemos prevenirnos del enanismo espiritual que tiene terror a la aventura
misionera y a todo lo que implique peligro. Le pedimos esa gracia a la
Santísima Virgen.
Notas
3 Dice Santo Tomás: "Es necesario notar que el
Señor usa la constricción porque era duro para sus discípulos separarse de
Cristo". "Sed notandum quod utitur impulsione, quia durum erat eis separari
a Christo" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura,
caput 14, lectio 2; traducción nuestra).
4 Respecto a esto dice Santo Tomás: "¿Por qué
dice yo soy? Para que, por el modo de hablar que le era propio, ellos
pudieran estar ciertos de que realmente era Él, según lo que el mismo Cristo
dice: 'Mis ovejas escuchan mi voz' (Jn 10,3)". "Item, quia phantasma
credebant, ideo dicit eis ego sum. Et quare dicit sic? Quia ex modo loquendi
suo poterant certificari; Io. X, 3: oves meae vocem
meam audiunt" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super
Evangelium S. Matthaei lectura, caput 14, lectio 2; traducción nuestra).
5 PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia Comentada, Tomo
V b, BAC, Madrid, 1977.
6 Esta afirmación nuestra tiene algunos matices
que no podemos aclarar en el ámbito de esta homilía, ya que la revelación d
el nombre de Yahveh implica algunas precisiones que no es posible hacerlas
en este lugar. Pero, en resumen, lo que hemos decimos aquí se ajusta
plenamente a la verdad. Para una explicación más profunda del nombre de
Yahveh ver: MARCONE, J., La revelación del nombre de Yahveh, Edición
Digital, San Rafael (Mendoza), 2016.
7 "Jesús no da ninguna señal para ser reconocido
ni menciona ningún nombre. Sólo dice llanamente: Soy yo. Con estas dos
palabras está todo dicho, porque sólo hay un hombre que pueda hablar así, de
modo tan incondicional y absoluto, sin identificar su personalidad ni
presentarse con pormenores. Los discípulos no debían conocerle ni por su voz
ni por su figura ni por un ademá n. Sólo deben saber que quien puede decir:
"Soy yo", tiene que ser él. Entonces el hombre no pide una legitimación, no
pide señales ni prodigios que lo atestigüen, no pregunta por el nombre,
identidad y origen ("Sabemos de dónde es éste"). Todos esos detall es se
vuelven accesorios ya que Jesús sabe que ante él solamente existe la
confianza sin reservas y la entrega total, que desvanecen el temor..."
(TRILLING, W., El Evangelio según San Mateo, en El Nuevo Testamento y su
mensaje, Herder, Barcelona, 1969).
8 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I, q. 4,
a. 2 c.; I, q. 11, a. 4 c.
9 "Quia phantasma credebant, ideo dicit eis ego
sum. Et quare dicit sic? (…) Ut se verum Deum ostenderet. Simile habetur Ex.
III, 13: qui est, misit me, dixit Moyses" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super
Evangelium S. Matthaei lectura, caput 14, lectio 2; traducción nuestra). Son
muchos los Santos Padres que ven en estas palabras de Jesús, 'Yo Soy', una
equiparación con Yahveh. Así por ejemplo, San Jerónimo: "Cuando dice: 'Yo
soy', no añade quién es El; ya porque por el timbre de la voz tan conocida a
ellos, podían comprender quién les hablaba en medio de las tinieblas de una
noche tan oscura; o ya porque podían conocer que el que les hablaba era el
mismo que sabían ellos habló a Moisés en estos términos (Éx 3,14)): 'Dirás
esto a los hijos de Israel: 'Yo soy' me ha mandado a vosotros'" (SAN
JERÓNIMO, citado en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, comentario a Mt
14,27).
También San Beda: "Y no dijo: Yo soy Jesús, sino
únicamente: 'Yo soy', porque eran sus amigos muy cercanos y con sólo oír su
voz ya podían conocer a su maestro, o (lo que es
más), para dar a conocer que Él era aquel mismo que dijo a Moisés (Éx 3,14):
'Yo soy el que soy'" (SAN BEDA EL VENERABLE, en
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, comentario a Jn 6,20). También San
Teofilacto: "Cuando los hombres o los demonios se esfuerzan en abatirnos por
temor, oigamos lo que dice Jesucristo: 'Yo soy, no temáis'. Esto es: yo sin
cesar os defiendo, y como Dios, subsisto siempre y nunca falto; no perdáis
la fe en mí, asus tados por falsos temores" (SAN TEOFILACTO DE NICOMEDIA, en
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, comentario a Jn 6,20).
10 "Crediderunt phantasma esse; unde dicentes,
quia phantasma est, non credentes esse verum corpus de virgine" (SANCTI
TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput 14, lectio 2).
11 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el
Evangelio de San Mateo, Homilía 50,1-2, BAC, Madrid, 1956, Tomo II, p.
71-76.
12 Hay un detalle que tiene cierta importancia:
la hora de la noche en que Jesús llega a la barca. El Leccionario dice : "A
la madrugada". Sin embargo, el original griego dice: "En la cuarta vigilia
de la noche". La cuarta vigilia de la noche es la que va de las 3 a las 6 de
la mañana. Pero tratándose de 'la noche', era todavía oscuro. Tomando un
término medio podemos pensar que era alrededor de las 4,30 hs. de la mañana.
Esto quiere decir que el tiempo que llevaban dentro del mar y remando era
mucho y por eso estaban ya al borde del cansancio y de la desesperación. Lo
que el evangelista quiere subrayar es que estuvieron en el mar toda la
noche. Así lo dice Santo Tomás: "Dice 'en la cuarta vigilia de la noche'
porque estuvieron en el mar toda la noche". "Unde dicit quod in quarta
vigilia etc., quia tota nocte fuerant in mari" (SANCTI TOMAE DE AQUINO,
Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput 14, lectio 2).
13 "Just as the Creator dominated and ordered the
chaotic sea 'in the beginning', so now Jesus dominates the sea and ordered
it to be still" (FARICY, R. J., The Power of Jesus over Sea and Serpent,
BToday 21 (1983), p. 263; traducción nuestra). Santo Tomás expresa la misma
idea. Para él, el mar es el mundo y, por lo tanto, es el lugar donde el
diablo se siente a gusto y juega en él. El diablo es el engañador de las
potestades de este mundo, el que juega y se burla permanentemente de las
potestades de este mundo, tal como lo indica el Salmo 103,26, en la
traducción de la Vulgata: "Tu creaste el mar y al Dragón para que jugara en
él". Pe ro
Cristo es el que quebró ese poder del demonio, el
que fracturó el cráneo del Dragón (Sal 73,14), lo cual queda demostrado en
el evangelio de hoy, cuando Jesús camina sobre el mar como Señor del mar
(Cf. SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput 14,
lectio 2; traducción nuestra)
14 La Biblia de las Américas también traduce: "Le
adoraron". Y dos biblias de lengua inglesa traducen: "Worshiped Him", es
decir, 'lo adoraron' (King James Bible y New American Standard Bible).
15 Cf. LOUW - NIDA, Greek - English Lexicon of
the NT; MOULTON - MILLIGAN, Vocabulary of the Greek New Testament; TUGGY,
VINE y SWANSON, en Multiléxico del NT, nº 4352
16 SCHENKL, F. - BRUNETTI, F., Dizionario Greco -
Italiano - Greco, Fratelli Melita Editori, La Spezia, 1990, p. 392 - 393;
traducción nuestra. Subrayo el hecho que la frase
es textual de estos autores.
17 SCHENKL, F. - BRUNETTI, F., Dizionario Greco -
Italiano - Greco..., p. 393.
18 SCHENKL, F. - BRUNETTI F., Dizionario Greco -
Italiano - Greco…, p. 392.
19 SCHENKL, F. - BRUNETTI F., Dizionario Greco -
Italiano - Greco…, p. 392.
20 TAMEZ L., E. - FOULKES, I. W. DE, Diccionario
Conciso Griego Españo del Nuevo Testamento, Sociedades Bíblicas Unidas,
Stuttgart, 1978, p. 40.
21 "Timiditas est peccatum mortale" (SANCTI TOMAE
DE AQUINO, Summa Theologiae, II-II, q. 125, a. 3 s.c). Si buscamos en un
diccionario qué significa la palabra latina timiditas nos dirá que significa
'timidez'. Sin embargo, el argumento de Santo To más para afirmar que la
cobardía es pecado mortal está tomado de Apoc 21,8 donde se dice, según la
Vulgata: "Timidis (…) erit in stagno ardenti igne et sulphure quod est mors
secunda" ("Los cobardes irán al estanque de fuego ardiente y azufre, que es
la muerte segunda"). Pero San Jerónimo traduce por timidis, precisamente, el
término griego deilós que, como acabamos de ver, significa 'cobarde'. Si
quisiéramos ser estrictos, según Apoc 21,8, en la interpretación del
adjetivo deiloí aplicado por Jesús a los discípulos en el evento de la
tempestad calmada, debiéramos decir que, por su cobardía, los discípulos se
pusieron en peligro de condenación eterna. Por otro lado, si timiditas se
tradujera por 'timidez' y la timiditas es pecado mortal, sería, suponiendo
que la traducción fuera correcta, un argumento más para afirmar que la
cobardía es pecado mortal, porque la timidez es un defecto menos importante
que la cobardía en sentido estricto.
22 TRILLING, W., El Evangelio según San Mateo, en
El Nuevo Testamento y su mensaje, Herder, Barcelona, 1969.
23 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el
Evangelio de San Mateo, Homilía 50,1-2, BAC, Madrid, 1956, Tomo II, p.
71-76.
24 La mayoría de las Biblias traducen: 'Hombre de
poca fe', pero el original griego trae solamente esa palabra: oligópistos.
En castellano no existe una sola palabra para decir 'el creyente pequeño' y
por eso es obligado traducir con esa paráfrasis: 'Ho mbre
de poca fe'. 25 Dice el evangelio de hoy: "El
viento les era contrario". Respecto a esto dice Santo Tomás: "Este viento
significa el ímpetu d e las incitaciones diabólicas". "Iste ventus est
impetus diabolicae incitationis" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium
S. Matthaei lectura, caput 14, lectio 2; traducción nuestra).
26 "Debetis scire, quod quando auxilium divinum
est magis propinquum, permittit dominus magis affligi, ut tunc magis cum
devotione et gratiarum actione recipiatur auxilium eius. Item magis timor
crevit, quia frequenter ex timore homines convertuntur" (SANCTI TOMAE DE
AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput 14, lectio 2; traducción
nuestra).
27 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el
Evangelio de San Mateo, Homilía 50,1-2, BAC, Madrid, 1956, Tomo II, p.
71-76.
28 Cf. CASTELLANI, L., Hija del mar inmenso, en
Camperas, Editorial Vórtice, Buenos Aires, 200312, p. 75-77.
Volver Arriba
Aplicación: SS.
Francisco - La fe
El Evangelio de hoy nos presenta el episodio de Jesús que camina sobre las
aguas del lago (cf. Mt 14, 22-
33). Después de la multiplicación de los panes y los peces, Él invitó a los
discípulos a subir a la barca e ir a la otra orilla, mientras Él despedía a
la multitud, y luego se retiró completamente solo a rezar en el monte hasta
avanzada la noche. Mientras tanto en el lago se levantó una fuerte
tempestad, y precisamente en medio de la tempestad Jesús alcanzó la barca de
los discípulos, caminando sobre las aguas del lago. Cuando lo vieron, los
discípulos se asustaron, pensando que fuese un fantasma, pero Él los
tranquilizó: "Ánimo, soy yo, no tengáis miedo" (v. 27). Pedro, con su típico
impulso, le pidió casi una prueba: "Señor, si eres Tú, mándame ir a ti sobre
el agua"; y Jesús le dijo: "Ven" (vv. 28-29). Pedro bajó de la barca y
empezó a caminar sobre las aguas; pero el viento fuerte lo arrolló y comenzó
a hundirse. Entonces gritó: "Señor, sálvame" (v. 30), y Jesús extendió la
mano y lo agarró.
Este relato es una hermosa imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de
Jesús que le dice: "Ven", él reconoció el eco del primer encuentro en la
orilla de ese mismo lago, e inmediatamente, una vez más, dejó la barca y se
dirigió hacia el Maestro. Y caminó sobre las aguas. La respuesta confiada y
disponible ante la llamada del Señor permite realizar siempre cosas
extraordinarias. Pero Jesús mismo nos dijo que somos capaces de hacer
milagros con nuestra fe, la fe en Él, la fe en su palabra, la fe en su voz.
En cambio Pedro comienza a hundirse en el momento en que aparta la mirada de
Jesús y se deja arrollar por las adversidades que lo rodean. Pero el Señor
está siempre allí, y cuando Pedro lo invoca, Jesús lo salva del peligro. En
el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, se describe
nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y con todo victoriosa, la fe
del cristiano camina hacia el encuentro del Señor resucitado, en medio de
las tempestades y peligros del mundo.
Es muy importante también la escena final. "En cuanto subieron a la barca,
amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: "Realmente
eres Hijo de Dios"!" (vv. 32-33). Sobre la barca estaban todos los
discípulos, unidos por la experiencia de la debilidad, de la duda, del
miedo, de la "poca fe". Pero cuando a esa barca vuelve a subir Jesús, el
clima cambia inmediatamente: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos,
pequeños y asustados, se convierten en grandes en el momento en que se
postran de rodillas y reconocen en su maestro al Hijo de Dios. ¡Cuántas
veces también a nosotros nos sucede lo mismo! Sin Jesús, lejos de Jesús, nos
sentimos asustados e inadecuados hasta el punto de pensar que ya no podemos
seguir.
¡Falta la fe! Pero Jesús siempre está con nosotros, tal vez oculto, pero
presente y dispuesto a sostenernos.
Esta es una imagen eficaz de la Iglesia: una barca que debe afrontar las
tempestades y algunas veces parece estar en la situación de ser arrollada.
Lo que la salva no son las cualidades y la valentía de sus hombres, sino la
fe, que permite caminar incluso en la oscuridad, en medio de las
dificultades. La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a
nuestro lado, con su mano que nos sostiene para apartarnos del peligro.
Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de
nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando
sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, el único Señor de nuestra
vida. A ello nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella nos
dirigimos confiados.
(Ángelus, Plaza de San Pedro, Domingo 10 de agosto de 2014)
Volver Arriba
Aplicación: SS. Benedicto XVI - Gritaron de miedo
En el Evangelio de este domingo encontramos a Jesús que, retirándose al
monte, ora durante toda la noche. El Señor, alejándose tanto de la gente
como de los discípulos, manifiesta su intimidad con el Padre y la necesidad
de orar a solas, apartado de los tumultos del mundo. Ahora bien, este
alejarse no se debe entender como desinterés respecto de las personas o como
abandonar a los Apóstoles. Más aún, como narra san Mateo, hizo que los
discípulos subieran a la barca "para que se adelantaran a la otra orilla"
(Mt 14, 22), a fin de encontrarse de nuevo con ellos. Mientras tanto, la
barca "iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento
era contrario" (v. 24), y he aquí que "a la cuarta vela de la noche se les
acercó Jesús andando sobre el mar" (v. 25); los discípulos se asustaron y,
creyendo que era un fantasma, "gritaron de miedo" (v. 26), no lo
reconocieron, no comprendieron que se trataba del Señor. Pero Jesús los
tranquiliza: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" (v. 27).
Es un episodio, en el que los Padres de la Iglesia descubrieron una gran
riqueza de significado. El mar simboliza la vida presente y la inestabilidad
del mundo visible; la tempestad indica toda clase de tribulaciones y
dificultades que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la
Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles. Jesús quiere
educar a sus discípulos a soportar con valentía las adversidades de la
vida, confiando en Dios, en Aquel que se reveló al profeta Elías en el monte
Horeb en el "susurro de una brisa suave" (1 R 19, 12).
El pasaje continúa con el gesto del apóstol Pedro, el cual, movido por un
impulso de amor al Maestro, le pidió que le hiciera salir a su encuentro,
caminando sobre las aguas. "Pero, al sentir la fuerza del viento, le entró
miedo, empezó a hundirse y gritó: "¡Señor, sálvame!"" (Mt 14, 30). San
Agustín, imaginando que se dirige al apóstol, comenta: el Señor "se inclinó
y te tomó de la mano. Sólo con tus fuerzas no puedes levantarte. Aprieta la
mano de Aquel que desciende hasta ti" (Enarr. in Ps. 95, 7: PL 36, 1233) y
esto no lo dice sólo a Pedro, sino también a nosotros.
Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia
divina, en la que cree; y cuando lo asalta la duda, cuando no fija su mirada
en Jesús, sino que tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la
palabra del Maestro, quiere decir que se está alejando interiormente de él y
entonces corre el riesgo de hundirse en el mar de la vida. Lo mismo nos
sucede a nosotros: si sólo nos miramos a nosotros mismos, dependeremos de
los vientos y no podremos ya pasar por las tempestades, por las aguas de la
vida. El gran pensador Romano Guardini escribe que el Señor "siempre está
cerca, pues se encuentra en la razón de nuestro ser. Sin embargo, debemos
experimentar nuestra relación con Dios entre los polos de la lejanía y de la
cercanía. La cercanía nos fortifica, la lejanía nos pone a prueba"
(Accettare se stessi, Brescia 1992, p. 71).
Queridos amigos, la experiencia del profeta Elías, que oyó el paso de Dios,
y las dudas de fe del apóstol Pedro nos hacen comprender que el Señor, antes
aún de que lo busquemos y lo invoquemos, él mismo sale a nuestro encuentro,
baja el cielo para tendernos la mano y llevarnos a su altura; sólo espera
que nos fiemos totalmente de él, que tomemos realmente su mano. Invoquemos a
la Virgen María, modelo de abandono total en Dios, para que, en medio de
tantas preocupaciones, problemas y dificultades que agitan el mar de nuestra
vida, resuene en el corazón la palabra tranquilizadora de Jesús, que nos
dice también a nosotros:
"¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" y aumente nuestra fe en él.
(Ángelus, Palacio apostólico de Castelgandolfo, Domingo 7 de agosto de 2011)
Volver Arriba
Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - Mt 14, 22-33
Hagamos una composición de lugar del pasaje en el momento que aparece Jesús
caminando sobre las aguas: los discípulos están desanimados y
desesperanzados de alcanzar la otra orilla del lago porque el viento era
contrario y las olas zarandeaban la barca. Por otra parte, tenían miedo de
naufragar y también temían por la figura que ven caminar sobre las aguas, la
que creen un fantasma que viene hacia ellos. Tenían turbación porque no
sabían que era aquello. De miedo se ponen a gritar. Es verdaderamente una
situación crítica.
Algunos de estos sentimientos experimentamos nosotros en nuestras vidas:
turbación, desesperanza, desánimo, miedo.
¿Qué hace Jesús ante tal situación? Se contrapone revelándoles su divinidad.
Les dice: "¡Animo!" para levantar su desánimo y su desesperanza; "¡no
tengáis miedo!" para neutralizar su miedo y turbación. Y les dice por qué no
deben tener estos sentimientos… porque Dios está con ellos. Textualmente
Jesús les dice: "¡Ánimo!, soy yo29; no temáis". Jesús no sólo les está
diciendo que el que se acerca es Jesús sino que el que está allí es Dios.
Y les dice esto para calmarlos en sus almas. Lo primero, entonces, que hace
Jesús es pacificar sus almas. Después calmará el mar que es la causa
principal de su temor. Ellos perseveran en adelante y hasta que se calme el
mar, es decir, en la situación deprimente con su alma en paz, ya sin temor.
Están en calma porque Jesús está con ellos.
Este es el pensamiento que debe animarnos en las situaciones críticas,
pensamiento, por otra parte absolutamente realista. Dios en verdad está
siempre con nosotros y Cristo también nos acompaña siempre, en cada momento
de nuestra vida.
¿Cuál es la explicación de que nos alegremos con el Señor, si él está lejos?
Pero en realidad no está lejos. Tú eres el que hace que esté lejos. Ámalo y
se te acercará; ámalo y habitará en ti. El Señor está cerca. No os
inquietéis por cosa alguna30.
¡Qué consolador es saber que el Omnipotente está con nosotros! Y en verdad
que es así. Sin embargo, muchas veces nos olvidamos de esta verdad y por eso
desesperamos y tenemos situaciones críticas.
Si tenemos en cuenta esta verdad, aunque se den estas situaciones por
permisión de Dios, nos mantendremos en paz, con ánimo, con valor para
enfrentarlas: "sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de
los que le aman"31. Sólo tenemos que ponernos junto a Dios, bajo su amparo,
bajo su refugio y esto lo hacemos amándolo.
La situación de los apóstoles es una situación que sobrepasa lo común. Ya se
sabe que contra los fenómenos climatológicos desatados nada se puede hacer
en la mayoría de los casos. Sólo Dios puede hacer que desaparezcan según su
voluntad. En este caso el poder de Dios calmó la tempestad milagrosamente
porque en un instante, al subir Jesús a la barca, amainó el viento. Y fue
tan de repente que los apóstoles reconocieron la divinidad de Cristo.
Ciertamente se suma a este apaciguamiento instantáneo, la caminata de Jesús
sobre el agua y la caminata de Pedro por el poder de Jesús.
A los miedos comunes y para las depresiones leves una pastilla, un ejercicio
de relajación bastan, según los psiquiatras. Sin embargo, sean desesperanzas
y miedos pequeños o grandes nos sirve siempre la confianza y el abandono en
Dios.
Jesús quiere esta confianza y una confianza absoluta no como la de Pedro que
mereció el reproche de Jesús: "hombre de poca fe ¿por qué dudaste?".
Es un ejercicio que tenemos que repetir. Confiar en Jesús en todo momento
pero especialmente cuando tenemos que pasar por alguna prueba.
El que confía en Jesús tiene una vida serena, despreocupada, en paz y
alegría.
29 Así traduce la Biblia de Jerusalén. Pero la vulgata usa: ego sum y el griego: ego eimí, es decir: Yo soy. Nombre de Dios en Ex 3, 14.
(Cortesía iveargentina.org)