Domingo 28 del Tiempo Ordinario A - 'Venid a la Boda' - Comentarios de Sabios y Santos II: con ellos preparamos nuestra Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Directorio Homilético: Vigésimo octavo domingo del Tiempo Ordinario
Exégesis: W. Trilling - Parábola del banque te de las bodas reales (Mt 22,1-14)
Comentario Teológico: Leonardo Castellani. La Parábola de los Convidados (Mt. 22,1-14)
Santos Padres: San Juan Crisóstomo - El banquete de bodas del hijo del rey (Mt. 22,1-14)
Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - La parábola del banquete nupcial del hijo del rey (Mt 22,1-14)
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
comentarios a Las Lecturas del Domingo
Directorio Homilético: Vigésimo octavo domingo del Tiempo Ordinario
CEC 543-546: Jesús invita a los pecadores, pero pide la conversión
CEC 1402-1405, 2837: la Eucaristía es la prueba del banquete mesiánico
El anuncio del Reino de Dios
543 Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en
primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10, 5-7), este reino mesiánico
está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8, 11;
28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que
escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino;
después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la
siega (LG 5).
544 El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo
acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena
Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. 7, 22). Los declara bienaventurados
porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a
quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los
sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz
comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2, 23 -26; Mt
21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7; 19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más:
se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia
ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31-46).
545 Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a
llamar a justos sino a pecadores" (Mc 2, 17; cf. 1 Tim 1, 15). Les invita a
la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra
de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos
(cf. Lc 15, 11- 32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador
que se convierta" (Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será el
sacrificio de su propia vida "para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).
546 Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico
de su enseñanza (cf. Mc 4, 33-
34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino(cf. Mt 22, 1-14), pero
exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario
darlo todo (cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras
(cf. Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge
la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)? ¿Qué
hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del
Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es
preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para
"conocer los Misterios del Reino de los cielos" (Mt 13, 11). Para los que
están "fuera" (Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático
(cf. Mt 13, 10-
15).
VII LA EUCARISTIA, "PIGNUS FUTURAE GLORIAE"
1402 En una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la Eucaristía:
"O sacrum convivium in quo Christus sumitur. Recolitur memoria passionis
eius; mens impletur gratia et futurae gloriae nobis pignus datur" ("¡Oh
sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de
su pasión; el alma se llena de gracia, y se nos da la prenda de la gloria
futura!"). Si la Eucaristía es el memorial de la Pascua del Señor y si por
nuestra comunión en el altar somos colmados "de toda bendición celestial y
gracia" (MR, Canon Romano 96: "Supplices te rogamus"), la Eucaristía es
también la anticipación de la gloria celestial.
1403 En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos
hacia el cumplimiento de la Pascua en el reino de Dios: "Y os digo que desde
ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con
vosotros, de nuevo, en el Reino de mi Padre" (Mt 26,29; cf. Lc 22,18; Mc
14,25). Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa
y su mirada se dirige hacia "el que viene" (Ap 1,4). En su oración, implora
su venida: "Maran atha" (1 Co 16,22), "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20), "que tu
gracia venga y que este mundo pase" (Didaché 10,6).
1404 La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que
está ahí en medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por
eso celebramos la Eucaristía "expectantes beatam spem et adventum Salvatoris
nostri Jesu Christi" ("Mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro
Salvador Jesucristo", Embolismo después del Padre Nuestro; cf Tt 2,13),
pidiendo entrar "en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la
plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos,
porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre
semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor
Nuestro" (MR, Plegaria Eucarística 3, 128: oración por los difuntos).
1405 De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en
los que habitará la justicia (cf 2 P
3,13), no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto que la Eucaristía.
En efecto, cada vez que se celebra este misterio, "se realiza la obra de
nuestra redención" (LG 3) y "partimos un mismo pan que es remedio de
inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para
siempre" (S. Ignacio de Antioquía, Eph 20,2).
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Exégesis: W. Trilling - Parábola del banquete de las bodas reales
(Mt 22,1-14)
Esta parábola ha sido transmitida también por san Lucas de forma semejante,
pero que difiere mucho en los pormenores (/Lc/14/16-24). En san Lucas, sólo
se habla de un banquete que prepara un hombre. En san Mateo, se cuenta que
un rey proyecta la celebración de las bodas de su hijo. (...). En san Mateo
se añade un problema particular, por cuanto toda la historia tiene dos
partes y dos puntos culminantes. La primera parte concluye con la invitación
de los nuevos huéspedes en lugar de los que fueron invitados en primer lugar
(22,10). La segunda parte tiene como punto culminante la separación de un
huésped sin traje de boda (22,13). (…)
1 Nuevamente se puso Jesús a hablarles en parábolas, diciendo: 2 El
reino de los cielos se parece a un rey que preparó el banquete de bodas para
su hijo. 3 Envió sus criados a llamar a los convidados al banquete, pero
éstos no querían venir. 4 Nuevamente envió a otros criados con este encargo:
Decid a los convidados: Ya tengo preparado el banquete; he sacrificado mis
terneros y reses cebadas; todo está a punto. Venid al banquete. 5 Pero ellos
no hicieron caso y se fueron: el uno a su campo, el otro a sus negocios; 6 y
los demás echaron mano a los criados del rey, los ultrajaron y los mataron.
Salta a la vista la semejanza de esta narración con la precedente (la
parábola de los viñadores homicidas) . Allí actúa un propietario y dueño de
la viña, aquí un rey. El propietario por dos veces envía mensajeros para
reclamar el beneficio que le correspondía, el rey envía criados dos veces
para ir a buscar a los invitados. Los comisionados no consiguieron su
objetivo ninguna de las dos veces por la maldad de aquellos a quienes fueron
enviados. Las dos veces se presenta el "hijo". Allí como el último de los
delegados, aquí como la persona a quien se dedica la fiesta. Las dos veces
se maltrata a los criados y se les da muerte. Mediante estos múltiples
puntos de contacto nuestra inteligencia se orienta en la dirección intentada
por el evangelista. El propietario y el rey hacen alusión al mismo Padre que
está en el cielo, y el hijo se refiere al que se había designado como el
"Hijo" por excelencia (11,27). Cuando se nos habla de los criados también
debemos pensar en los similares mensajeros de Dios, sobre todo en los
profetas, y cuando se nos habla de los invitados hay que pensar en el pueblo
infiel, que había administrado tan mal la viña.
Pero en la disposición del relato hay además otra cosa. En la parábola de la
viña se trataba de una reclamación justa, aquí se cursa una invitación
honrosa. Allí está el propietario severo, que insiste en su derecho; aquí el
rey magnánimo, que quiere que sean muchos los que participen en la alegría
de su hijo. Así pues, en la parábola del banquete de bodas los colores son
más vivos. Gravedad tanto mayor reviste el desinterés de los invitados. No
se trata de una infracción del derecho, sino de una grave injuria al honor.
El trabajo cotidiano en el campo y en el negocio es preferido a la
invitación a la brillante fiesta. Esta falta de interés se convierte en
enemistad de forma inexplicable. La gente incluso se siente molesta con los
mensajeros y sin reflexio nar les da muerte. En este pasaje surge la misma
pregunta que Jesús antes hizo a los adversarios: Si ahora viene el Señor de
la viña, ¿qué hará con estos viñadores? (21,40). Aquí ya no se da la
respuesta con palabras amenazadoras, sino con una acción punitiva. En el
orden de las parábolas hay una gradación.
7 Entonces el rey se enfureció y, enviando sus tropas, acabó con
aquellos asesinos y les incendió la ciudad.
8 Luego dice a sus criados: El banquete de bodas está preparado, pero los
convidados no se lo merecían.
9 Salid, pues, a las encrucijadas de los caminos, y a todos cuantos
encontréis, convidadlos al banquete.
10 Salieron los criados a los caminos y reunieron a todos los que
encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de comensales.
La respuesta del rey es una devastadora expedición de castigo. Al instante,
se movilizan grupos armados y se ponen en marcha. Tienen el encargo de matar
a los asesinos y pegar fuego a su ciudad. Este giro de la narración resulta
difícilmente comprensible para un lector atento. ¿No se tenía que pensar
hasta ahora en una misma ciudad en que viven el rey y los invitados? ¿Es
devastada toda la ciudad con todos sus habitantes, incluso los inocentes,
aunque sólo los homicidas han merecido esta represalia? ¿No son los asesinos
solamente algunos de los invitados indignos, de tal modo que ningún castigo
debe recaer sobre los desinteresados, que van al campo y a los negocios? (…)
Es muy probable que el evangelista piense en la destrucción de Jerusalén.
(…) Se concibe la destrucción de Jerusalén como castigo de Dios por la
obstinación de Israel y por el homicidio del Mesías. Aquí había obrado la
ira de Dios, como ya antiguamente, cuando Dios hizo que los ejércitos
babilónicos asaltaran y conquistasen la ciudad santa. Entonces el mejor
núcleo del pueblo se había convertido durante el destierro.
¿Ocurrirá lo mismo esta vez?
(…) Los criados deben invitar a nuevos huéspedes sin hacer distinciones. Al
que hallen en el camino, le deben traer a la sala del banquete. Se cumple la
orden, y la sala pronto se llena de una multitud abigarrada. Allí ha
concurrido un pueblo entremezclado, no por causa de sus diferencias en el
vestido, e n el estado o en la posición social, sino por causa de su
cualidad externa. Allí están juntos malos y buenos. Eso es digno de notarse,
y para explicarlo también se requiere pensar en la realidad a la que alude
el evangelista. En vez de Israel, que no mereció la invitación, ahora entra
en su posesión el nuevo pueblo. Pero no es un pueblo de puros y santos, sino
una sociedad mixta de malos y buenos. Las dos clases se encuentran en la
Iglesia, así como en el campo la cizaña no está separada del trigo. La sala
se ha llenado, la invitación ha logrado su objetivo. Había libre acceso para
todos los que se había hallado. Pero es inminente una separación definiti
va. Con la invitación no se ha celebrado ya la boda, para mantenernos en el
lenguaje de la parábola. Antes de celebrarla se colocan unos aparte de
otros, como la cizaña aparte del trigo y los machos cabríos aparte de las
ovejas. Así nos lo dice la segunda parte de la historia.
11 Cuando entró el rey a ver a los convidados, descubrió allí a uno que
no estaba vestido con traje de ceremonia,
12 y le dice: Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de ceremonia? Pero él se
quedó callado.
13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: Atadlo de pies y manos y arrojadlo
a la obscuridad, allá afuera. Allí
será el llanto y el rechinar de dientes. 14 Porque muchos son los llamados,
pero pocos los escogidos.
A cualquiera se le puede ocurrir preguntar cómo el hombre debe tener su
vestido de fiesta, si se le va a buscar a la calle, para que asista a la
celebración. ¿No es eso una injusticia espantosa? La dificultad que todos
nosotros experimentamos, sólo pone en claro que el vestido de boda tiene que
designar una cosa distinta de una vestidura de tela. Estamos preparados para
esta solución observando que en la sala hay malos y buenos. El que no está
vestido con traje de fiesta, evidentemente forma parte de los malos. Sólo
entonces resulta inteligible que se trate así al huésped. No solamente se le
saca de la sala de fiestas profusamente iluminada y se le arroja al sombrío
jardín, sino a la obscuridad en general, donde hay llanto y rechinar de
dientes. Es echado a la perdición.
En la Iglesia se multiplica rápidamente la cizaña entre el trigo, incluso
los fieles van hacia la separación definitiva. Aunque están invitados, es
decir aunque fueron llamados, aún no están definitivamente salvados. El
número de los llamados es grande, es decir, a muchos se les hace entrar
indistintamente, sin cumplir las condiciones previas. No necesitan guardar
la ley de Moisés ni se hacen circuncidar, sino que tienen libre acceso. Pero
no tienen ninguna garantía de que con su admisión en la Iglesia también se
les haya asegurado la elección para el reino de Dios al fin de los tiempos.
Hay una esperanza confiada y una temeraria seguridad de la salvación. Se
debe aspirar a la esperanza y precaverse de la seguridad.
La oposición entre muchos y pocos se refiere en primer lugar a que el número
de los definitivamente salvados no es igual al número de los que fueron
invitados al principio. Pero esta oposición no d ice que sólo sean pocos los
que consiguen el fin y que se pierda la gran masa de los llamados. En esta
sentencia también hay que pensar en el contexto en que está, y en el acento
exhortativo que domina la segunda mitad de la parábola.
Esta sentencia no contiene ninguna relación entre llamados y escogidos, sino
el serio llamamiento de ser cuidadosos en este particular y de tener la
aspiración de formar parte del segundo grupo. Por lo demás la frase "para
Dios todo es posible" (19,26) también puede aplicarse a la salvación del que
quizás aporta pocos requisitos para la misma. El misterio de la
predestinación de Dios no se revela, se sustrae a cualquier cavilación. No
debemos derrochar nuestros pensamientos sobre este problema, sino vivir de
modo que nos salvemos. ¿Qué es el vestido de ceremonia? Sólo puede ser lo
mismo, a lo que antes se aludía con los frutos del reino en la parábola de
los viñadores. Es la justicia del reino, y por cierto la justicia realizada
en la vida y en las obras. Sólo puede esperar ser uno de los predestinados
el que ha cumplido la voluntad del Padre celestial. El que la ha cumplido,
aporta lo que le dispone a participar en la festividad eterna. Ante todos,
está amenazador el destino del que no dio fruto y, en consecuencia, fue
arrancado como árbol estéril y arrojado al fuego.
(TRILLING, W., El Evangelios según San Mateo, en El Nuevo Testamento y su
mensaje, Herder, Barcelona, 1969)
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Comentario Teológico: Leonardo Castellani. La Parábola de los
Convidados (Mt.22,1-14)
Esta es la Parábola de los Convidados (Lc.14,16; Mt.22,1-14) o sea la
"Parábola de los Excusados", como decíamos cuándo éramos muchachos y nos
leían el Evangelio traducido por Torres Amat -"el Evangelio con viruelas",
que dice un amigo mío-. Allí se dice tres veces: "Te ruego que me tengas por
excusado"; en vez de traducir simplemente:
-Disculpe, amigo, hoy no puedo ir a ese banquete...
-¿Por qué no?
-Yo -dijo el primer Convidado- he comprado una viña y tengo que ir a verla.
-Yo -dijo el segundo- compré siete yuntas de bueyes y por fuerza tengo que
probarlos.
-Yo -dijo el tercero- estoy ahora en mi luna de miel, me he casado y no
puedo.
No parecen malas disculpas ésas para dejar un banquete; mas sin embargo el
Señor del Banquete "se enojó" desmesuradamente: "Palabra de honor os digo
que ninguno de los primeros convidados probará mi banquete...". Tampoco
parece gran castigo ése, puesto que no les interesaba el banquete, y tenían
más interés en sus negocios, oficios y placeres. "¡No nos interesa probar tu
Gran Banquete!", ya estaba dicho.
Y más rara todavía es la decisión que tomó el airado Convidador: hizo llenar
su casa de haraposos, mendigos, inválidos y pulguientos, que hizo buscar
primero en la plaza y el atrio de la Iglesia; y en una segunda tanda en
cualquier parte, hasta en las tabernas: "a fin de que mi casa se llene".
Ésta es la parábola tal como está en Lucas.
En Mateo está en otra forma diversa; por lo cual algunos dicen que son dos
parábolas diferentes; y algunos dicen que son tres en realidad.
Verdaderamente es un solo tema, el tema del llamado y la elección divinos,
tratado diferentemente, de acuerdo al género simbólica oriental: más dulce y
general en Lucas, más duro y actual en Mateo. El tema es: Dios convida a
todos los hombres a participar del convite de la vida eterna; atención, es
una cosa muy, pero muy seria, pasar por alto o despreciar esa invitación.
Este tema abstracto está en la predicación de Jesucristo construido en forma
de símbolo; no propiamente de comparación, alegoría o metáfora, géneros de
la retórica grecolatina, no usados por los orientales.
En Mateo, el Señor que convida es un Rey; los convidados se excusan también
con sus negocios; pero algunos de ellos agarran a los siervos reates y los
maltratan y aun los matan. El Rey manda sus ejércitos, los cuales "pasan a
cuchillo a los homicidas y queman su ciudad". No se puede imaginar más
trágica terminación de una invitación de bodas. Pero hay más todavía: la
sala real se llena de desechos humanos, buscados "en las encrucijadas de los
caminos": entra el Rey y se encuentra con que uno de los invitados no tiene
la "vestidura nupcial": era la boda de su hijo, y había que ir, como si
dijéramos, de frac y corbata blanca. El Rey, después de increparlo, lo hace
sujetar por los guardias, atarlo de pies y manos y arrojarlo a la "oscuridad
de afuera". Esta expresión "las tinieblas de allá afuera" designa en
Jesucristo simplemente el Infierno, la Noche Eterna. ¡Zambomba con el Rey!
Después de lo cual la parábola termina bastante inopinadamente con la frase
ya conocida: "Muchos son los llamados y pocos los escogidos" cuando parece
debería decir lógicamente: "Muchos son los escogidos; y uno solo el arrojado
fuera."
Hemos notado otra vez que las parábolas de Cristo ostentan una especie de
desmesuras o bruscas salidas del carril, que se podrían llamar humorismo si
se quiere; pero que es un humorismo trascendental, exigido por su objeto: no
humorismo jocoso, por cierto; aunque en algunos casos sí hay un tono chusco,
como en la parábola del Mayordomo Camandulero.
El objeto de ellas, el Misterio, es una cosa desmesurada, infinita. Cristo
toma el material de ellas de la realidad cotidiana, de lo que veía en torno
suyo, de las costumbres populares, de lo que contaba la gente, de las
noticias que corrían... de la boca misma de sus oyentes. Fue carpintero,
según parece, pero nunca tomó como materia sus recuerdos de joven, los
instrumentos, la modera, los muebles; y la razón es que era un contemplativo
y hablaba de lo que veía hic et nunc; puesto que continuamente veía lo
Eterno insertándose en el Tiempo.
Pero lo Eterno embutido en lo Cotidiano, le hace saltar las costuras. Cristo
toma un cuentito de Reyes y de Convites como los que corrían por allí; y de
repente, en el medio del cuentito, estalla el trueno; o por lo menos, se
abre una interrogación; y una especie de perspectiva mística inmensa, a
veces temerosa, se abre de repente detrás de las cosas triviales de la vida:
como el abismo que veía a su lado Pascal cuando caminaba por la calle. Como
todos los grandes artistas, no necesitaba Cristo materiales ricos para hacer
su obra. Como todos los artistas populares, tomaba sus temas de la boca
misma de sus oyentes. Como los payadores criollos, no cantaba a María
Estuardo o a Guillermo Tell, sino a Lucía Miranda, a los indios pampas, o al
"contingente"1.
La parábola en Lucas simboliza más bien el llamamiento general de todos los
hombres al Reino de Dios y la vida eterna, comparada a un Convite Regio:
aunque con una alusión a los judíos y a la actual predicación de Cristo, en
el hecho de que los principales de la ciudad declinan la invitación y ella
diverge en consecuencia hacia los inferiores, incluso lo más inferior, como
los mendigos y los inútiles; el hampa, "esa maldita plebe que no conoce la
Ley", como decían los Fariseos. Vosotros, que os llamáis los hombres
religiosos y sabios de Israel deberíais ser los primeros en entender mi
mensaje religioso; pero ¡mirad! "he aquí que los publicanos y las
prostitutas os preceden en el [camino del] Reino de Dios".
En Mateo, la parábola alude claramente primero a la vocación nacional de
Israel a la fe; y después a la vocación personal de todos los que ya han
recibido la fe -y han entrado a la sala regia- a la caridad y la gracia
santificante, que ésa es la "vestidura nupcial". La matanza de los siervos
(de los Profetas) un hecho histórico pasado y presente; y el incendio de la
ciudad (la Destrucción de Jerusalén) un hecho porvenir, están unidos en el
relato por un vínculo profético, y aluden claramente a la vocación primera
de Israel, sustituida por la llamada a los Gentiles "los pobres y los
lisiados", aunque Mateo en realidad no dice pobres y lisiados, como Lucas,
sino "buenos y malos". Es lo mismo: para los Judíos, los Gentiles eran los
malos. Estos dos hechos los vinculó explícitamente el mismo Cristo en otras
dos ocasiones: cuando predijo la ruina de Jerusalén a causa de que "ha
matado a los Profetas y perseguido a los Enviados"; y estaba ahora al borde
de dar muerte al Profeta Máximo y al Enviado por antonomasia.
¿Quiere decir esta parábola con su terminación: "Muchos llamados, pocos
escogidos" que es mayor el número de los que se condenan eternamente que los
que se salvan como han concluido algunos ligeramente?
Esa cuestión teológica, o mejor dicho, ociosa -y quizá temeraria- no fue
resuelta por Cristo ni entraba
en su mensaje. De esto no nos harán apear ni Tertuliano, ni San Cipriano, ni
San Agustín, ni el P. Massillón con toda su autoridad.
La prueba de que no hay que tomar literalmente ese refrán -que es verdadero
en otro sentido- de "muchos son los llamados, pocos los escogidos" es que
literalmente es falso; pues todos y no solamente muchos son los llamados a
la vida bienaventurada. Así pues, nada nos fuerza -y todo nos disuade- a
tomar elegidos por salvados. En la elección divina hay muchos planos: de
hecho, los que llegan a la perfección del Amor en esta vida (los elegidos
por antonomasia, los santos) son poquitísimos; los que llegan a una virtud
cristiana completa, son pocos; los que llegan a la profesión explícita de la
fe sobrenatural y al bautismo de hecho y no sólo de deseo, no son todos ni
la mayoría siquiera; y así se cumple estrictamente el dicho de Cristo.
Acerca de los que se salvan al final, no conocemos los abismos de la
misericordia y la potencia divinas; pero podemos suponer que Dios no va a
resultar un fracaso tan colosal que la mayor parte de la Creación se la
llevó el diablo para empedrar el infierno. Eso seria un fracaso notorio:
Dios Padre no ha de ser tan mal alfarero y Cristo tan mal curandero que
después de romperse todo para hacer "vasos de elección" y para sanar después
lo que quebró el Primer Pecado, con su sangre nada menos, la mayoría
resulten vasos de condenación y muertos para en eterno. En los médicos y
artistas humanos eso puede suceder; en Dios parece seria indecente.
La frase temerosa pues está basada en un hecho visible: que la perfección en
lo humano, en cualquier orden, es una cosa rara, pues "malum ut in plurimum
in natura humana"; mujeres que sean perfectamente hermosas, por ejemplo, hay
pocas, pero más pocas hay que no tengan algo de hermosura, por lo menos de
la beauté du diable, como llaman los franceses a la juventud. La frase común
es pues una exhortación a la diligencia, a la fidelidad y al temor de Dios,
lo mismo que la frase: "Mirad que son muchos los que van por el camino
ancho"... Del final del camino ancho o estrecho, Cristo no reveló nada.
Esa es una pregunta indiscreta.
Tres ejemplos por lo menos de preguntas indiscretas tenemos en el Evangelio:
"-Señor: ¿Cuándo será el fin del mundo?
-El día y la hora no la saben ni los Ángeles, ni siquiera el Hijo del
Hombre"
"-¿Ahora es el momento en que restaurarás el Reino de Israel, conforme
predijeron los Profetas?
-No es de vosotros saber los tiempos y momentos que el Padre ha reservado a
su Potestad."
"-Señor ¿y éste cómo morirá?" -le dijo San Pedro señalando a su amigo San
Juan, cuando Cristo le profetizó su propia muerte en cruz.
"-¿Qué te importa?" -le respondió Cristo-. "Tú sígueme a mí."
Ahora bien, esa pregunta indiscreta se la puso a Cristo "alguien", dice San
Lucas: "-Señor ¿son pocos los que se salvan?".
Cristo respondió:
"-Esforzaos en entrar por la puerta estrecha"; y después añadió una
severísima amenaza a los que tenían en aquel tiempo lo que llamamos
cristianismo mistongo; a los que hablaban de "la fe de nuestros padres",
pero no hacían obras dignas de la fe. "Los hijos de Abraham y de Isaac y de
Jacob serán echados fuera: allí será el llanto y el rechinar de dientes: y
en cambio vendrán muchísimos gentiles y se sentarán en el Reino de Dios."
Esta fue la respuesta de Cristo. ¿Respondió con esto que eran pocos los que
se salvan? No. Dice San Agustín, que sí. Lo siento mucho, pero no respondió.
No reveló nada acerca de ese punto. Como cosa de fe, no lo sabemos.
Otro día hablaremos de las macanas que han dicho los intérpretes, incluso
algunos muy grandes, por no conocer el género en que están escritos los
Evangelios, el género símbolo. Queda por ahora que de este símbolo de los
Convidados sólo se podría deducir en esta materia que de los que pertenecen
a la Iglesia -de los que han entrado en la Sala Regia- del montón se condena
uno; y de los de la ciudad deicida, los que maltrataron y mataron a los
profetas, sufrieron un castigo temporal, pues su ciudad fue incendiado y
ellos dispersados; y solamente los "ingratos homicidas" fueron pasados a
cuchillo: es decir, los culpables de un horrible pecado personal, no
colectivo.
(CASTELLANI, L., El Evangelio de Jesucristo, Ediciones Dictio, Buenos Aires,
1977, p. 244-249)
1El autor s e refiere al cuerpo militar que en el
s iglo pas ado s e reclutaba en el Ejército argentino para luchar contra los
ind ios [N. del E.].
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Santos Padres: San Juan Crisóstomo - El banquete de bodas del hijo
del rey (Mt.22,1-14)
COMPARACIÓN DE ÉSTA Y LA ANTERIOR PARÁBOLA
1. Mirad en ésta y en la anterior parábola2 la diferencia que va entre los
siervos y el hijo. Mirad el grande parentesco que hay entre una y otra
parábola, a par que su grande diferencia. Porque también ésta pone de
manifiesto la gran longanimidad y providencia de Dios a par que la
ingratitud de los judíos; pero contiene algo que no contiene la anterior.
Porque ésta pronostica, la ruina de los judíos y la vocación de los
gentiles; pero juntamente con eso nos muestra la necesidad de la perfección
de la vida y cuán grande castigo espera a los negligentes.
Y muy a propósito viene ésta después de aquélla. Porque como en la primera
había dicho el Señor: Será dada la viña a un pueblo que dé los frutos de
ella, aquí declara ya qué pueblo sea ése. Aunque no es eso sólo, sino que
también aquí se da una prueba de providencia inefable para con los judíos.
Porque allí se ve que los llama antes de la cruz; pero aquí insiste en su
intento de atraérselos aun después de haber sido por ellos crucificado. Y
cuando hubiera debido infligirles el más duro castigo, entonces es cuando
justamente los llama y convida al banquete de bodas y los honra con el más
alto honor. Y notad cómo allí, lo mismo que aquí, no son las naciones las
que invita primero, sino los judíos. Allí, cuando no quisieron recibir1e,
antes bien le asesinaron, entonces es cuando entregó a otros la viña; y
aquí, cuando ellos se negaron a asistir al banquete de bodas, entonces es
cuando llamó a otros. Ahora bien, ¿puede habe r ingratitud mayor que ser
convidados a bodas y rechazar la invitación? Porque ¿quién no iría de buena
gana a unas bodas, y bodas de un rey, y de un rey que apareja el banquete en
honor de su hijo?
POR QUÉ SE HABLA DE BODAS EN ESTA PARÁBOLA
¿Y por qué-me dices-se habla aquí de bodas? -Por que nos demos cuenta de la
solicitud de Dios, del amor que nos tiene, de la alegría de su llamamiento,
pues nada hay aquí triste ni sombrío, sino que todo rebosa espiritual
alegría. De ahí que Juan llame esposo a Cristo3 y que Pablo mismo diga: Os
he desposado con un solo varón. Y: Este misterio es grande; pero yo hablo en
relación a Cristo y a la Iglesia4. Entonces, ¿por qué no se dice que la
esposa se desposa con el Padre mismo, sino con el Hijo? -Porque la que se
desposa con el Hijo se desposa también con el Padre. La Escritura habla
indiferentemente de eso, por la unidad de sustancia del Padre y del Hijo.
Por aquí proclamó también el Señor su resurrección. Como antes había hablado
de su muerte, ahora hace ver que después de la muerte habrá bodas y habrá
esposo.
Más ni por ésas se mejoraron ni ablandaron los judíos. ¿Puede darse maldad
más grande? A la verdad, ésta , era su tercera culpa. La primera fue haber
matado a los profetas; la segunda, al hijo; la tercera, que, después de
haberlo matado, y cuando el mismo qué mataron los llamó a sus bodas, no
quisieron acudir. Y allá se fingen sus pretextos: unas yuntas de bueyes, sus
mujeres, sus campos. Sin embargo, parecen pretextos razonables. Más de ahí
hemos de aprender que, por necesarias que sean las cosas que nos retienen, a
todo debe anteponerse lo espiritual. Y los llama no de repente, sino con
mucho tiempo de anticipación.
Porque: Decid-dice-a los convidados. Y luego: Llamad a los convidados. Lo
cual agrava la culpa de los judíos. -Y ¿cuándo fueron llamados? -Fueron
llamados por los profetas todos, luego por Juan Bautista, pues éste remitía
a Cristo a cuantos a él acudían, diciendo: Es menester que El crezca y yo
mengüe5. Finalmente, por el mismo Hijo: Venid a mí-dice-todos los que
trabajáis y estáis cargados y yo os aliviaré6.
Y otra vez: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba7. Y no los llamaba
sólo con sus palabras, sino también con sus obras. En fin, después de su
ascensión a los: cielos, los llamó por medio de Pedro y los otros apóstoles:
Porque el que dio eficacia a Pedro para el apostolado de la
circuncisión-dice Pablo-, me la dio también a mí para las naciones8. Ya que
al ver al Hijo se irritaron y lo mataron, los vuelve a llamar por medio de
los criados. ¿Y para qué los llama? ¿Acaso para trabajos, fatigas y sudores?
No, sino para placer, Porque: Mis toros-dice- y los animales de cebo han
sido sacrificados. ¡Qué espléndido banquete! ¡Qué magnificencia! Más ni esto
los hizo entrar dentro de sí mismos. No. Cuanto mayor era la paciencia de
Dios, más se endurecían ellos. Porque no es que no fueran al banquete por
hallarse ocupados, sino porque eran negligentes.
¿Cómo es, pues, que unos alegan sus yuntas de bueyes, otros sus casamientos?
No hay duda que son ocupaciones. ¡De ninguna manera! Porque, cuando lo
espiritual nos llama, no hay ocupación alguna necesaria. A mi parecer si
alegaron esos pretextos fue para echar un velo y tapadura a su propia
pereza. Pero no fue sólo lo malo que no acudieron al banquete, sino que-y
esto es mucho más grave y supone mayor locura-se apoderaron de los que
fueron a invitarlos y los maltrataron y hasta les quitaron la vida. Esto es
peor que lo primero. Los criados de la parábola de la viña vinieron a
reclamar la renta y fueron degollados; éstos vienen a convidar a las bodas
del mismo hijo, que había sido también muerto, y son también asesinados.
¿Cabe locura más grande? Es lo que Pablo les recriminaba, diciendo: Ellos
que, después de haber muerto al Señor, y a sus propios profetas, nos
persiguen también a nosotros9. Luego, por que no dijeran: "Es un contrario
de Dios, y por eso no acudimos a la boda", mira lo que dicen los invitantes:
es el Padre quien apareja el banquete y Él mismo quien os convida.
¿Qué pasa, pues, después de esto? Ya que no sólo no habían querido aceptar
la invitación, sino que mataron a quienes fueron a llevársela, el rey pegó
fuego a las ciudades de ellos y, enviando sus ejércitos, los pasó a
cuchillo. Con estas palabras les declara de antemano lo que había de suceder
en tiempo de Vespasiano y Tito. Y como quiera que al no creerle a él
ofendieron también al Padre, Él mismo es también quien toma venganza de
ellos. Por esto justamente la toma de la ciudad no sucedió inmediatamente de
haber dado la muerte a Cristo, sino cuarenta años más tarde-buena prueba de
la longanimidad de Dios-, cuando ya habían asesinado a Esteban, pasado a
cuchillo a Santiago y maltratado a los apóstoles, ¡Mirad la verdad y rapidez
de los hechos!
Porque todo sucedió cuando aún vivía Juan Evangelista y muchos de los que
habían tratado a Cristo y los mismos que oyeron sus palabras fueron testigos
de los hechos. Mirad, pues, la inefab le bondad de Dios. Él plantó la viña,
Él lo hizo y preparó cumplidamente todo. Asesinados sus criados, todavía
envió otros. Pasados también éstos a cuchillo, envía a su propio Hijo.
Asesinado también éste, todavía los llama a banquete de bodas, y ¡ellos no
quisieron asistir! Luego les envía otros criados, y también a éstos matan.
Sólo entonces, cuando se ve que su enfermedad es incurable, se decide a
aniquilarlos.
Porque que su enfermedad era incurable, no sólo lo demuestran esos hechos,
sino el de que, habiendo creído las rameras y los publicanos, ellos
cometieron todos esos crímenes. De suerte que los judíos quedan condenados
no sólo por los crímenes por ellos cometidos, sino también por las buenas
obras que otros practican. Más si alguno objetara que los gentiles no fueron
llamados cuando los apóstoles fueron azotados y sufrieron otras infinitas
vejaciones, sino inmediatamente después de la ascensión, pues entonces les
dijo el Señor: Marchad y haced discípulos míos en todas las naciones10, a
ello podemos responder que no; tanto antes como después de la cruz, los
judíos fueron los primeros a quienes Él habló.
En efecto, antes de la cruz, les dice a sus discípulos: Marchad a las ovejas
perdidas de la casa de Israel11. Y después de la cruz, no sólo no les
prohibió, sino que más bien les mandó que a ellos se dirigieran los
primeros. Porque no dijo sólo: Haced discípulos míos a todos los pueblos,
sino que, estando para subir al cielo, dio a entender que a los judíos
hablarían primero. Porque: Recibiréis-les dice-la fuerza del Espíritu, que
vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en Jerusalén y en toda la
Judea y hasta lo último de la tierra12. Y Pablo a su vez: El que dio
eficacia a Pedro para el apostolado de la circuncisión, me la ha dado
también a mí para las naciones13. De ahí que los apóstoles fueran ante todo
a los judíos, y después de haber vivido mucho tiempo en Jerusalén, luego,
expulsados por los mismos judíos, se dispersaron por las naciones.
"ID POR LOS CRUCES DE CAMINOS"
Más considerar también aquí la generosidad del Señor: Cuantos
hallareis-dice-llamadlos a las bodas.
Antes de esto, como he dicho, los apóstoles hablaban a par a judíos y
gentiles, permaneciendo durante mucho tiempo en la Judea: más como se
obstinaban en armarles asechanzas, escuchad cómo interpreta Pablo esta
parábola, diciendo así: A vosotros era menester ante todo hablaros la
palabra de Dios; pero ya que vosotros os habéis juzgado indignos a vosotros
mismos, he aquí que nos volvemos a las naciones14. De ahí que diga aquí el
Señor mismo: El banquete de bodas está preparado, pero los convidados no
eran dignos.
Ahora bien, eso lo sabía Él muy bien antes de que sucediera. Más para no
dejarles pretexto alguno de desvergonzada contradicción, aun sabiéndolo, a
ellos fue primero y a ellos envió sus criados. Con lo cual quería
ciertamente taparles a ellos la boca; pero también enseñarnos a nosotros a
cumplir lo que depende de nosotros, aun cuando nadie hubiere de sacar
provecho alguno. Como quiera, pues, que no eran dignos: Marchad-dice-a los
cruces de caminos y llamad a cuantos hallareis. A la gente cualquiera, a los
más abyectos. Muchas veces había dicho el Señor que las rameras y publicanos
heredarían el reino de los cielos 15, que los primeros serían los últimos, y
los últimos los primeros16 y ahora hace ver cuán justamente había de ser
así. Y eso era lo que más que nada picaba a los judíos, eso había de
escocerles más, y mucho más, que la misma ruina de su ciudad: ver que en
lugar suyo entraban en el banquete los gentiles.
LA VESTIDURA NUPCIAL
Luego, porque tampoco éstos pongan su confianza en la sola fe, les habla
también del juicio, que se hará sobre las malas obras, a fin de que quienes
no habían aún creído, se acercaran a la fe, y los que ya creían pusieran
todo cuidado en su vida.: Porque la vestidura de que habla la parábola, la
vida y las obras quiere decir. Realmente, el llamamiento fue obra de la
gracia. - ¿Cómo, pues, nos habla de perfección de vida?
-Porque, sí, el ser llamados y purificados fue obra de la gracia; pero que
el llamado y vestido de ropas limpias las conserve constantemente limpias,
eso pertenece ya a su propia diligencia. Ciertamente, el ser llamado no fue
por propio mérito, sino de gracia. Luego había que corresponder a la gracia
con la obediencia, y no, después de tanto honor, cometer tamaña maldad.
-Pero yo-me dices-no he recibido tantos beneficios cromo los judíos. -A la
verdad, mayores los has recibido. Porque lo que durante tanto tiempo les fue
preparado a ellos, tú lo has recibida de golpe, sin merecerlo. De ahí que
dijera Pablo: Más las naciones, que glorifican a Dios por, su
misericordia17. Porque lo que a ellos les debía, tú lo has recibido.
De ahí que es también muy grande el castigo reservado a quienes hubieren
sido negligentes. Porque así como los judíos ofendieron a Dios por no haber
acudido al banquete, así también tú por haberte sentado a la mesa con una
vida corrompida. Porque haber estado con vestidos sucios, no otra cosa
quiere decir sino salir de este mundo con vida impura. Por eso
enmudeció-dice el evangelista-el pobre convidado con ropa sucia. Mirad cómo,
aun siendo tan evidente el caso, el Señor no le castiga hasta que el mismo
pecador no pronuncia su sentencia. En efecto, por el mismo hecho de no tener
qué replicar, se condenó a sí mismo, y entonces es arrebatado para los
suplicios inexplicables. Porque, oyendo hablar de tinieblas, no os imaginéis
que se le castiga sólo mandándole a un lugar oscuro. En ese lugar hay
también llanto y crujir de dientes; palabras con que nos quiere dar a
entender tormentos insoportables. Escuchad vosotros que, después de haber
participado de los divinos misterios y asistido al banquete de bodas, vestís
vuestra alma de sucias acciones. Escuchad de dónde fuisteis llamados: de un
cruce de caminos. ¿Y qué erais entonces? Cojos y mutilados de alma, que es
mucho peor que serlo de cuerpo. Respetad la benignidad del que os ha llamado
y nadie venga con vestidos sucios. Cuidemos diligentemente de la ropa de
nuestra alma.
(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Obras de San Juan Crisóstomo, homilía 69, 1-2, BAC
Madrid 1956 (II), p.404-412)
2 Parábola de los viñadores homicidas (Mt 21, 33
s s .)
3 Jn 3, 29
4 2 Co 11, 2; Ef 5, 32
5 Jn 3, 30
6 Mt 11, 28
7 Jn 7, 37
8 Ga 2, 8
9 1 Tes 2, 15
10 Mt 28, 19
11 Mt 10, 6
12 Hch 1, 8
13 Ga 2, 8
14 Hch 13, 46
15 Mt 21, 31
16 Mt 19, 30
17 Rm 15, 9
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Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - La parábola del banquete
nupcial del hijo del rey (Mt 22,1-14)
Introducción
La parábola que hemos leído hoy fue dicha por Jesús dentro de la semana
santa; más exactamente, el martes santo, según San Mateo. Esta parábola es
continuación de la polémica suscitada con los fariseos a raíz de la
expulsión de los vendedores del templo el Domingo de Ramos. Ante la mala
conciencia y la mala intención de los fariseos que no quieren responder
acerca del origen del bautismo de San Juan Bautista (Mt 21,23-27), Jesús les
responde con parábolas y les exige que ellos mismos den sentencia acerca de
su maldad.
La primera parábola es la de los dos hijos, de los cuales uno solo cumple la
voluntad del Padre (Mt 21, 28-32). La segunda parábola es la de los
viñadores homicidas (Mt 21,33-46), que leímos el domingo pasado. En ambas
parábolas los fariseos pisan el palito y se condenan a sí mismos.
Las dos parábolas recién mencionadas y la de hoy tienen un mismo mensaje: el
pueblo judío en general (menos el Resto de Israel) y las autoridades en
general rechazaron la verdadera revelación divina que inicia en Abraham, es
formulada por Moisés en la Ley y desemboca en la manifestación del Mesía s,
Dios hecho hombre, mesías sufriente. No creen en Cristo. Por lo tanto, las
promesas hechas por Dios a Abraham se las entregará al 'pueblo de la tierra'
(en hebreo, haam ha'áretz), los ignorantes, 'esos malditos que no conocen la
Ley', según dicen los fariseos (Jn 7,49). Esto es lo que se expresa en la
parábola de los dos hijos cuando Jesús dice que los publicanos y prostitutas
alcanzarán el Reino y las autoridades judías no (Mt 21,31-32). Además, las
promesas serán entregadas a los pueblos que son no-judíos, es decir, a los
'perros' gentiles (parábola de los viñadores homicidas y parábola de hoy).
Sin embargo, la parábola de hoy tiene tres características particulares que
le dan un carácter peculiar respecto a la parábola de los viñadores
homicidas. Sobre esas tres características particulares versará nuestra
homilía18.
1. Las bodas místicas con Cristo
La primera característica particular de esta parábola es que expresa la
relación entre Dios y su pueblo de un modo nuevo. En las dos parábolas
anteriores expresaba esa relación al modo de un padre de familia propietario
de una viña que tiene trabajadores que trabajan en la viña. En esta parábola
esa relación se expresa al modo de un esposo que se desposa con su pueblo.
Los llamados no son llamados a trabaja r en la viña sino a participar de la
alegría del banquete nupcial del hijo del rey. No cabe ninguna duda que el
hijo del rey es Cristo, Hijo Unigénito del Padre19.
El banquete nupcial de la parábola expresa el matrimonio espiritual entre
Cristo y su Iglesia en general, y entre Cristo y cada alma en particular. Lo
dice expresamente Santo Tomás: "Si seguimos a San Gregorio es necesario
decir que el banquete nupcial representa las bodas de Cristo con la Iglesia
en este tiempo presente, y, además, el matrimonio entre nuestra alma y Dios,
con quien se desposa por la fe"20. Y lo explicita un poco más: "Por lo tanto
puede decirse que este esposo es el Verbo Encarnado y la esposa es la
Iglesia, como dice el Apóstol: 'El hombre dejará a su padre y a su madre y
se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Éste es un gran
misterio, que yo aplico a Cristo y a la Iglesia' (Ef 5,31 -32). Del mismo
modo, puede decirse que este esposo es el mismo Verbo que se desposa con
nuestra alma. En efecto, el alma se hace partícipe de la gloria de Dios por
la fe, y de este modo se realizan nuestras nupcias, como dice el profeta
Oseas: 'Te desposaré en la fe' (Os 2,20, Vulg)"21.
Este modo de expresar la relación entre Dios y su pueblo al modo de un
matrimonio ya estaba presente en el AT. A través del profeta Ezequiel,
Yahveh describe la historia de Israel apelando a la metáfora del matrimonio.
Israel era como una niña recién nacida y abandonada a la orilla del camino,
que se revolvía en su propia sangre. Yahveh se compadeció y le concedió la
vida. Creció como una adolescente desnuda en el campo, sin nadie que se
ocupe de ella, abandonada y envuelta en suciedad. Pero Yahveh la recoge,
alimenta, hermosea, adorna, viste regiamente y, finalmente, la hace su
esposa. Pero ella, al verse he rmosa y llena de encantos y riquezas,
abandona a su legítimo esposo, Yahveh, y se entrega al adulterio, es decir,
a la adoración de los ídolos (cf. Ez 16,1-34). Sin embargo, Dios no la
abandonará ni la repudiará si ella se arrepiente. Volverá a amarla con el
amor primero si ella vuelve a Yahveh (cf. Os 2,16-25). Incluso, Yahveh usa
el vocabulario propio y técnico para designar el acto conyugal: el verbo
'conocer'. "Sí, aquel día -dice el Señor- ella me llamará: 'Marido mío' (…);
me casaré contigo en la fidelidad, y tú conocerás al Señor" (Os 2,18.22).
El mismo Jesucristo se presenta como el esposo de las bodas mesiánicas en
las Bodas de Caná. El mayordomo de la fiesta llama al esposo y le dice: "Tú
has conservado el buen vino hasta ahora" (Jn 2,10). Pero el que conservó el
vino en realidad es Jesús. Por lo tanto, Jesús es identificado como 'el
esposo', Cristo toma el lugar del esposo22. En definitiva, lo que Cristo
está diciendo es: "El verdadero esposo soy Yo".
También en San Lucas Cristo mismo se presenta como 'el esposo': "Jesús les
contestó: '¿Es que pueden ayunar los invitados a la boda mientras el esposo
está con ellos? Pero vendrán días en que les quiten al esposo; entonces
ayunarán'" (Lc 5,34-35).
San Juan Bautista también presenta a Cristo como el esposo de las bodas
mesiánicas: "La esposa pertenece al esposo. Pero el amigo del esposo, el que
está a su lado y lo oye, se alegra mucho al oír la voz del esposo. Así que
mi gozo es completo" (Jn 3,29).
Todos estos datos bíblicos desembocarán y florecerán en la teología
espiritual católica cuyo exponente más importante es San Juan de la Cruz.
Esta teología puede resumirse en estas tres frases: "1. La plena perfección
cristiana se encuentra únicamente en la vida mística. 2. La mística entra en
el desarrollo normal de la gracia santificante. 3. Todos estamos llamados,
al menos remota y suficientemente, a los estados místicos"23.
¿Era necesario hablar de estos temas para explicar esta parábola? Sí, porque
de esa manera se explica mejor el fracaso espiritual del pueblo judío (en
general, salvando al Resto fiel) que no acepta ser parte en este matrimonio
que se consuma en la vida eterna. Además, así se explica el extraordinario
don ofrecido por Dios a todos los hombres de todos los tiempos y de todos
los pueblos.
Jesús caracteriza a tres tipos de judíos que no quieren aceptar el
matrimonio con Él. Primero, los que prefieren las ocupaciones de su campo y
su trabajo. Segundo, los que prefieren sus negocios. Tercero, los que se
oponen abiertamente y odian al Esposo y por eso matan a los mensajeros
encargados de invitar.
Los dos primeros tipos coinciden con el tercer terreno de la parábola del
sembrador: son los que dejan ahogar la Palabra por las zarzas, es decir, por
las preocupaciones del mundo y la seducción del dinero (cf. Mt 13,22). El
tercer tipo de judío es el que se ha dejado dominar por la malicia. Santo
Tomás lo dice con claridad: "Algunos rechazan por negligencia (…). Parecían
tener una justa causa exterior, pero el Señor no acepta el pretexto, porque
ninguna cosa temporal debe ser obstáculo para ir a Dios (…) Al decir que
'otros fueron a atender sus negocios', está significando el apetito de
avaricia. Pero otros rechazan la invitación por malicia, los cuales,
endurecidos en malicia, persiguen a los predicadores"24.
San Pablo se va a referir a estos judíos cuando diga: "Los judíos son los
que dieron muerte al Señor y a los profetas y los que nos han perseguido a
nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres" (1Tes
2,15).
Por eso, después del rechazo de Cristo por parte de los judíos, se entablará
una enemistad teológica entre los judíos y la Iglesia, que es el Cuerpo
Místico de Cristo. Y esta es la razón por la cual a lo largo de las
distintas etapas de la historia de la Iglesia, representada en las siete
iglesias del Apocalipsis, "la sinagoga de Satanás" le hará guerra a la
Iglesia, tal como lo dice el libro del Apocalipsis (Apoc 2,9; 3,9).
"Tertulia no resume las denuncias de los Padres contra la peligrosidad
judaica en esta frase: Sinagoga e Judaeorum fontes persecutionum. Las
Sinagogas de los judíos son las fuentes de nuestras persecuciones"25.
"El Judaísmo es un enemigo declarado y activo (…) de los pueblos cristianos.
(...) Observemos que esto es tremendo e importantísimo. Son enemigos
teológicos. Es decir, no es una enemistad local, o de sangre, o de
intereses. Es una enemistad dispuesta por Dios. Los judíos, si son judíos,
es decir, si no se han convertido sinceramente al cristianismo, aunque no
quieran buscarán con mentiras hacer daño, perder y corromper a los
cristianos"26.
Los hombres no-judíos, que no habían recibido la revelación de Abraham ni la
Ley de Moisés, están representados en los hombres que andan por los caminos.
Una de las características más relevantes del pueblo judío es el tener una
tierra entregada por Dios para habitar en forma sedentaria y estable. Es el
objeto principal de las promesas: la Tierra Prometida. Por el contrario, los
pueblos no -judíos son los pueblos que andan en busca permanente. Ellos
también son invitados a desposarse con Cristo a través de la fe.
2. La misericordia de Dios hacia los judíos
El segundo elemento característico de la parábola de hoy en relación con la
parábola de los viñadores homicidas es que en esta última el castigo divino
sobreviene inmediatamente después de la muerte del hijo. En cambio, la
parábola del banquete nupcial implica como un suplemento de misericordia por
parte de Dios que, después de muerto el hijo, resucita, prepara la boda con
la humanidad y vuelve a invitar a los judíos a entrar al Reino de los
Cielos, es decir, a la Iglesia. San Juan Crisóstomo lo dice con palabras
elocuentes, señalando, al mismo tiempo, la continuidad y la diferencia entre
una parábola y otra: "Mirad, pues, la inefab le bondad de Dios. Él plantó la
viña, Él lo hizo y preparó cumplidamente todo. Asesinados sus criados,
todavía envió otros. Pasados también éstos a cuchillo, envía a su propio
Hijo. Asesinado también éste, todavía los llama a banquete de bodas, y
¡ellos no quisieron asistir! Luego les envía otros criados, y también a
éstos matan. Sólo entonces, cuando se ve que su enfermedad es incurable, se
decide a aniquilarlos"27.
Por eso, los siervos que salen a invitar son los profetas del AT y los
Apóstoles del NT, pero principalmente éstos últimos.
Por lo tanto, según esta parábola, el rechazo de los judíos no se realiza el
viernes santo con la muerte de Cristo. El rasgarse del velo del templo fue
un signo de lo que había de venir. El rechazo definitivo de Cristo se
realiza cuando los judíos rechazan incluso la predicación de los Apóstoles
que anunciaban su resurrección. Podemos decir que, después de la muerte de
Esteban, el punto final que marca el rechazo definitivo de la Sinagoga es el
martirio de Santiago el Mayor, hecho por Herodes pero porque agra daba a los
judíos (cf. Hech 12,1-3)28.
Santo Tomás también hace notar que en esta parábola no se hace mención de la
muerte de Cristo sino solo de sus discípulos. Dice: "No hace aquí mención de
su muerte sino sólo de la de los discípulos porque ya había hecho mención de
la suya en la parábola anterior"29.
San Juan Crisóstomo, además del paso ya citado, insiste mucho sobre este
particular, es decir, sobre el hecho que esta parábola del banquete nupcial
se refiere al hecho que, aún después de la resurrección de Cristo, los
judíos fueron llamados de nuevo a través de los Apóstoles y rechazaron esta
invitación, que fue la última. Veamos otro texto de San Juan Crisóstomo: "En
la parábola de los viñadores homicidas se ve que los llama antes de la cruz;
pero aquí, en la parábola del banquete nupcial, insiste en su intento de
atraérselos aun después de haber sido por ellos crucificado. (…) Y notad
cómo allí, lo mismo que aquí, no son las naciones las que invita primero,
sino los judíos. (…) Por aquí proclamó también el Señor su resurrección.
Como antes había hablado de su muerte, ahora hace ver que después de la
muerte habrá bodas y habrá esposo. (…) Y ésta era la tercera culpa de los
judíos. La primera fue haber matado a los profetas; la segunda, al hijo; la
tercera, que, después de haberlo matado, y cuando el mismo qué mataron los
llamó a sus bodas, no quisieron acudir. (…) En fin, después de su ascensión
a los cielos, los llamó por medio de Pedro y los otros apóstoles: Porque 'el
que dio eficacia a Pedro para el apostolado de la circuncisión-dice Pablo-,
me la dio también a mí para las naciones' (Gál 2,8)"30.
3. Una condición necesaria: vestirse de Cristo
La tercera característica particular de la parábola de hoy es que detalla
con más pormenores en qué consiste la nueva vida que los nuevos invitados
(los no-judíos) deben llevar en el Reino y las consecuencias que se siguen
de no ser coherentes con ese nuevo modo de vida.
San Mateo aclara que los que son llamados de los caminos son 'malos y
buenos'. 'Malos' entre los gentiles se entiende de aquellos que no cumplen
la ley natural; 'buenos' se entiende de aquellos que sí la cumplen. En
efecto, dice San Jerónimo: "También entre los gentiles hay una diversidad
infinita, pues debemos conocer, que unos están más inclinados a lo malo, y
otros practican las virtudes por sus buenas costumbres"31. Y Orígenes dice:
"Aquí debemos entender como buenos los que sencillamente son más humildes y
más perfectos en cuanto afecta al culto divino y a quienes se refiere lo que
dice el Apóstol: 'Pues cuando los paganos, que no tienen ley, practican de
una manera natural lo que manda la ley, aunque no tengan ley, ellos mismos
son su propia ley' (Rm 2,14)"32.
Pero además, 'malos y buenos' aquí significa lo mismo que en la parábola del
trigo y la cizaña, "porque en la Iglesia no puede haber buenos sin malos, ni
malos sin buenos"33.
De todas maneras, la invitación a entrar en el banquete del Reino para
paganos 'malos y buenos' es una invitación a la conversión. Conversión para
los 'malos', que deben creer en el misterio de Cristo íntegro y abandonar
todas sus malas costumbres contrarias a la ley natural y añadirle todas las
virtudes propiamente cristianas. Pero conversión también para los 'buenos',
en cuanto que deben creer en el Evangelio y aceptar el orden moral más
perfecto que brota de él. Por eso dice San Juan Crisóstomo que una de las
característic as peculiares de esta parábola es la invitación a una vida
perfecta. Dice el santo: "Esta parábola del banquete nupcial contiene algo
que no contiene la parábola anterior (…). Nos muestra la necesidad de la
perfección de la vida y cuán grande castigo espera a los negligentes"34.
En perfecta consonancia con la última frase de San Juan Crisóstomo podemos
dec ir que los detalles que expresa esta parábola con más pormenores son,
fundamentalmente, dos: 1. En el vestido de bodas que deben llevar los que
entran al banquete; 2. En la punición rigurosa de ser atado de pies y manos,
la expulsión del banquete a las tinieblas exteriores y el llanto y crujir de
los dientes.
3.a El vestido de bodas
"El rey que entra a las bodas es el rey que entra a examinar. En efecto,
aquí 'entrar' significa que somete a juicio a los invitados. Y esto se
refiere tanto al juicio final como al juicio particular en la muerte. Pero
también se refiere a los momentos del tiempo presente cuando se ciernen
sobre la Iglesia las tribulaciones y persecuciones"35.
Según el original griego, lo que el rey ve cuando entra a examinar, es "un
hombre no vestido (verbo endýo) con vestido (éndyma) de boda" (Mt 22,11).
"¿Qué es este vestido? Cristo", dice taxativamente Santo Tomás36. En efecto,
dice San Pablo: "Vestíos (endýo) de Jesucristo, el Señor" (Rm 13,14).
"Alguno se viste de Cristo cuando recibe los sacramentos. En efecto, dice el
Apóstol: 'Los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis vestido (endýo)
de Cristo' (Gál 3,27)"37. 'Estar vestido de Cristo' significa también estar
vestidos del amor y la caridad de Cristo. Es decir, "vestirse de Cristo
significa conformarse a Él a través de las obras. Por lo tanto, tener el
vestido nupcial es vestirse de Cristo por las buenas obras, por la
convivencia santa, por la verdadera caridad. Y el que no hace esto, es
malo"38. Por eso dice San Pablo: "Vestíos (endýo) del hombre nuevo. Y
vestíos (endýo) , pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas
de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia" (Col 3,10.12).
En definitiva, el vestido nupcial es la gracia santificante y la caridad que
lleva aneja, la cual debe actuar por las buenas obras concretas.
3.b La consecuencia de la desnudez
"Átenlo de pies y manos, y arrójenlo a las tinieblas de afuera. Allí habrá
llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,13). "Esta expresión 'las tinieblas de
allá afuera' designa en Jesucristo simplemente el Infierno, la Noche
Eterna"39.
Santo Tomás ve en esta frase tanto la pena de daño como la pena de sentido
40. El argumento de Santo Tomás es muy interesante. Él dice que el hombre en
esta tierra se perfecciona de tres modos: por el intelecto pensando, por el
afecto tendiendo al Sumo Bien, y, finalmente, actuando con todo su ser. Y
por eso ve en la frase conclusiva de la parábola un triple castigo. Por los
pies se entiende el afecto, dice Santo Tomás. Dice esto porque los pies son
el medio para tender a un fin, que es lo propio del afecto que tiende al
bien. El hecho de que estén atados quiere decir que en el infierno ya no
pueden tender al bien, es decir, ya no pueden amar a Dios. Es la pena de
daño respecto de la voluntad41.
Además de aquí, Jesucristo usa otras dos veces más (Mt 8,12 y Mt 25,50) la
expresión 'echar a las tinieblas exteriores' referido al infierno. El hecho
de que sea arrojado a las tinieblas exteriores tiene en Santo Tomás una
explicación todavía más profunda. Dice textualmente: "En este tiempo
presente el hombre puede perfeccionarse concibiendo verdades, pero en el
infierno no; y por eso dice 'arrójenlo a las tinieblas exteriores'. En este
tiempo presente algunos pecadores no están oscurecidos en cuanto al
conocimie nto exterior, sino en cuanto al conocimiento interior; pero aquí,
en el infierno, estarán también oscurecidos en cuanto el conocimiento
exterior"42. La consecuencia es tremenda: el hombre en el infierno no podrá
pensar y, por lo tanto, no podrá tener la visión beatífica. Precisamente, la
pena de daño consiste en no poseer la visión beatífica43.
Luego, con la frase 'allí habrá llanto y rechinar de dientes', viene la pena
de sentido 44. El llanto y el estridor de dientes aplicado al infierno Jesús
la usa también en Mt 8,12; Mt 13,42; Mt 13,50; Mt 24,51; Mt 25,30; Lc 13,28.
Por lo tanto, con la cita de hoy, la expresión 'llanto y estridor de
dientes' aplicado al infie r no aparece siete veces en los evangelios. El
número siete significa plenitud e insistencia. N. S. Jesucristo se preocupó
puntualmente de expresar con claridad e insistencia la realidad que espera
al que rechaza su amor y su perdón.
Santo Tomás hace de esta expresión una interpretación profundísima. Él dice:
"El llanto procede de la tristeza y el estridor de la ira"45. Y pone como
ejemplo el rabioso rechinar de dientes de los fariseos ante las palabras
inspiradas de San Esteban, que culminará en su lapidación (Hech 7,24). Y
sigue diciendo Santo Tomás: "Algunos lloran sus pecados, y se humillan, y
son lavados. En el infierno, en cambio, habrá tristeza, pero no una tristeza
que desemboque en humildad, sino una tristeza que se convertirá en ira"46.
Esta es una frase realmente tremenda: la tristeza que se convierte en ira,
el llanto que se convierte estridor de dientes. Estridor en castellano
significa 'un sonido agudo, desapacible y chirriante'47. En castellano, un
sinónimo de 'rechinar' es 'estridular', que significa 'producir estridor,
rechinar, chirriar, crujir'. En el infierno todo esto será a causa de la ira
crónica, que, a su vez, será producto de la tristeza48.
Conclusión
La parábola expresa los extremos de los cuales el hombre es capaz, basado en
su libertad y su autodeterminación. Por un lado, el matrimonio místico con
Cristo aquí en la tierra y luego eternamente en el cielo. Y por otro, la
incapacidad absoluta de pensar, de amar, de conocer a Dios, de ver la
esencia de Dios, acompañada de una tristeza y una ira eternas, ya que en
todo eso consiste el infierno.
Dice San Juan Crisóstomo que el hecho de que el hombre que estaba sin
vestido de bodas no responda palabra a la inquisición del rey significa que
el mismo hombre dicta sentencia sobre sí mismo: "Mirad cómo, aun siendo tan
evidente el caso, el Señor no le castiga hasta que el mismo pecador no
pronuncia su sentencia. En efecto, por el mismo hecho de no tener qué
replicar, se condenó a sí mismo, y entonces es arrebatado para los suplicios
inexplicables". Cada hombre elige su destino.
17 Rm 15, 9
18 San Lucas narra una parábola muy parecida a la
parábola que leemos hoy s egún San Mateo (Lc 14,16 -24). La pone en un
contexto muy diferente, ya que la pone mucho antes de la s emana s anta.
Algunos comentadores importantes identifican la parábo la de Mateo con la de
Lucas . Sin embargo, lo más s eguro es que s ean dos parábolas distintas .
Es a es , al menos, la opinión de Santo Tomás de Aquino. Santo Tomás no
niega rotundamente que pueda identificarse la parábola de Mateo con la
parábola de Lucas y por eso dice lo siguiente: "Puede decirs e, como dicen
algunos , que s e trata de una mis ma y única parábola, (…) porque s e puede
decir que Lucas dice lo que Mateo calla. Pero yo creo que s e trata de dos
parábolas dis tintas " ("Potest dici, secundum aliquos, quod eadem est
parabola, quia (…) potest dici quod Lucas dicit quod Matthaeus tacuit. Sed
credo quod alia est "; SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei
lectura , caput 22, lectio 1; traducción nues tra). Los argumentos de Santo
Tomás son de bas tante pes o y sigue en esto a San Gregorio Magno. Primero,
en San Lucas se trata de una s imple cena; aquí s e trata de un banquete de
bodas . Segundo, en la cena de San Lucas no hay ninguno que sea excluido, en
cambio aquí sí. Tercero, y más importante, la cena de Lucas s ignifica el
banquete del cielo, en la bienaventuranza escatológica; en cambio, la
parábola de hoy significa el banquete de las nupcias del Cordero con s u
Igles ia aquí en la tierra. Y es por es ta última razón, precis amente, que,
en la cena de Lucas , que s ignifica los que ya entraron al cielo, no hay
ningún excluido; en cambio, en es te banquete de la tierra, hay tiempo de
excluir al que no e tá preparado .
19 "Filius est Christus", dice Santo Tomás
(SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem).
20 "Si loquamur secundum Gregorium, oportet
exponere de praes entibus, s ecundum quod Eccles ia Christo, et anima nostra
Deo per fidem desponsatur" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra)
21 "Unde potest dici quod iste sponsus est
verbum incarnatum; sponsa Ecclesia; unde apostolus Eph. V, 32: sacramentum
hoc magnum est: ego autem dico in Christo et Ecclesia. Item ips ius verbi ad
animam nos tram. Fit enim anima particeps gloriae Dei per fidem, et sic
fiunt nuptiae nostrae. Osee II, 20: sponsabo te in fide" (SANCTI TOMAE DE
AQUINO, Ibidem; traducción nuestra).
22 En efecto, dice el P. Ignace De La Potterie:
"Tú has conservado el vino bueno has ta ahora" (Jn 2,10). Pero tú, ¿quién es
? En el plano del relato de las bodas, no puede ser otro sino el joven e
poso de Caná; pero, de hecho, el que 'ha conservado el buen vino hasta
ahora' es Jesús, que, de es te modo, es identificado con el esposo. (…) Dado
que es Jes ús el que da el vino y no el jove n es pos o de Caná, es Él el
esposo de las bodas mes iánicas " (DE LA POTTERIE, I., Il Mistero del cuore
trafitto , Edizioni Dehoniane Bologna, Bologna, 1988, p. 169; cursiva del
autor; traducción nuestra).
23 ROYO MARÍN, A., Teología de la perfección
cristiana , BAC, Madrid, 2008, p. 358. 361. 365.
24 "Sed illi, s cilicet indurati in malitia,
neglexerunt. Quidam dimittunt ex negligentia, quidam autem ex malitia, qui
pers equuntur praedicatores (…). Videbantur habere ius tam caus am exterius
, s ed dominus non recipit, quia nu lla temporalia debent detinere de
veniendo ad Deum. (…) Per hoc quod dicit alius in negotiationem suam, s
ignatur appetitus avaritiae" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra).
25 MEINVIELLE, J., El judío en el misterio de la
historia , Ediciones Theoria, Buenos Aires , 1975, p. 51.
26 MEINVIELLE, J., Idem, p. 42.
27 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el
Evangelio de San Mateo, Homilía 69,1-2, BAC, Madrid, 1956, Tomo II, p. 404 -
412.
28 Esto podría coincidir con la media semana de
años (tres años y medio) que Dios añade a las setenta semanas de Daniel (Dan
9,24-27). Las setenta semanas se cumplen con la muerte de Cris to, y la
media s emana que s e añade s e cumplen con el martirio de Santiago el
Mayor. De esta manera se resalta el exce o de misericordia de Dios .
29 "Et non facit hic mentionem de morte s ua, s
ed s olum dis cipulorum quia s atis s uperius fecerat mentionem" (SANCTI
TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra)
30 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Ibidem.
31 SAN JERÓNIMO, en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena
Aurea
32 ORÍGENES , Homilía 20 in Matthaeum, citado en
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea.
33 SAN GREGO RIO MAGNO , Homiliae in Evangelia,
38, citado en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea.
34 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Ibidem.
35 "Examinans intravit. Intrat enim quando
exercet iudicium s uper eos; Gen. c. XVIII, 21: intrabo, et videbo: et hoc
in finali iudicio; item in morte; item quando imminent tribulationes Eccles
iae " (SANCTI TOMAE DE AQUINO , Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput
22, lectio 1; traducción nuestra).
36 "Quae es t is ta ves tis ? Chris tus " (SANCTI
TOMAE DE AQUINO , Ibidem; traducción nues tra).
37 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
38 "Item per operum conformitatem. (…) Habere
ergo ves tem nuptialem es t induere Chris tum per operationem bonam, per
convers ationem s anctam, per caritatem veram; etsi unum deficiat, malum"
(SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra).
39 CASTELLANI, L., El Evangelio de Jesucristo,
Ediciones Dictio, Buenos Aires , 1977, p. 245.
40 "Et concludit s ententia parabolae. Ponitur
poena duplex, poena damni et poena sensus " (SANCTI TOMAE DE AQUINO ,
Ibidem; traducción nues tra).
41 A mi modo de ver, el atar pies y manos s
ignifica también sancionar como definitiva una realidad que el mismo pecador
ya había elegido por propia elección. Atar pies y manos no es otra cos a que
hacer plás tica y vis ible algo que ya exis tía en s í, porque el pecador,
él mismo, se había atado pies y manos al no querer ejercer la caridad. Con
los pies debía movers e hacia el neces itado y con las manos ayudarlo,
curarlo, etc. Ahora ya no tiene tiempo. Sus pies y sus manos quedarán atados
para siempre.
42 "Item modo potes t homo proficere in cogitando
veritates , s ed tunc non; ideo dicitur mittite eum in tenebras exteriores.
Modo enim aliqui peccatores non s unt tenebros i quantum ad cognitionem
exteriorem, licet quoad cognitionem interiorem; s ed tunc habebunt tenebras
exteriores " (SANCTI TOMAE DE AQUINO , Ibidem; traducción nuestra).
43 Dice Santo Tomás que el s er arrojado a las
tinieblas exteriores puede entenders e también literalmente, es decir, el
hecho de que, incluso corporalmente, el damnado es tá fuera del recinto de
la gloria, que es pura luz ("Vel, ad litteram, quia non s olum quoad animam,
s ed quoad corpus , quia s eparabuntur a s ocietate s anctorum"; SANCTI
TOMAE DE AQUINO, Ibidem). En este sentido 'las tinieblas exteriores ' no
dicen relación con la pena de daño sino con la pena de sentido.
44 "Tunc sequitur poena sensus ibi erit fletus et
stridor dentium" (S ANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem).
cortesía: iveargentina