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Domingo 31 del Tiempo Ordinario B - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical

 

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Introducción a las lecturas

Primera Lectura: Dt 6, 1-6

El judío piadoso recita cada día, en la mañana y en la noche, la parte de la lectura que comienza con: “Escucha Israel…”. Si continuamos leyendo los siguientes versículos entonces proclamamos la fórmula completa de la oración judía: “Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado;  las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas” (Deut 6, 7-9) . Tan es así que los hijos de Israel piadosos escriben estas palabras en unos pergaminos delgados y pequeños que colocan en unas cajitas. Atan una cajita en el brazo, otra cajita en la frente, entre los ojos y otra cajita en los dinteles de la casa. Todo esto es una expresión profunda y concreta de querer vivir y tener presente siempre esta palabra tan importante. Escuchemos con mucha atención esta lectura tan importante.

 

Segunda Lectura: Hebr 7, 23-28

Continuamos escuchando de cómo el hijo de Dios, haciéndose hombre para salvarnos, se convirtió en Sumo Sacerdote en favor de los pecadores. Los sumos sacerdotes del antiguo testamento son figura y presagio del Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza. Escuchemos con alegría y mucha devoción para conocerlo más de cerca.

 

Evangelio: Mc 12,  28b- 34

Para comprender el alcance de la pregunta que hace el escriba a Jesús necesitamos tener presente que había un grupo de piadosos, especialmente los fariseos que pensaban servir a Dios cuanto más mandamientos observaban. Un ejemplo es el sabio judío Maimonides. Éste ha recogido todos los preceptos y todas las prohibiciones de la Torá, los cinco primeros libros de la Biblia. ¿Saben cuántos ha encontrado? Nada menos que 613 preceptos y prohibiciones.   Podemos imaginarnos que se desataba un debate infinito cuando se trataba de identificar el primer mandamiento, el mandamiento más importante. Pero también había otros que buscaban con sinceridad de corazón, como el escriba que pregunta Jesús, lo que verdaderamente le importaba a Dios en medio de tantos mandamientos.

 

Reflexionemos los padres

Nuestro riesgo es sacrificar sistemáticamente las cosas importantes para correr detrás de las urgentes frecuentemente del todo secundarias. ¿Cómo prevenirnos de este peligro? Una historia nos ayuda a entenderlo. Un día, un anciano profesor fue llamado como experto para hablar sobre la planificación más eficaz del tiempo a los mandos superiores de algunas importantes empresas norteamericanas. Entonces decidió probar un experimento. De pie, frente al grupo listo para tomar apuntes, sacó de debajo de la mesa un gran vaso de cristal vacío. A la vez tomó también una docena de grandes piedras, del tamaño de pelotas de tenis, que colocó con delicadeza, una por una, en el vaso hasta llenarlo. Cuanto ya no se podían meter más, preguntó a los alumnos: "¿Os parece que el vaso está lleno?", y todos respondieron: "¡Sí!". Esperó un instante e insistió: "¿Estáis seguros?".

Se inclinó de nuevo y sacó de debajo de la mesa una caja llena de gravilla que echó con precisión encima de las grandes piedras, moviendo levemente el vaso para que se colara entre ellas hasta el fondo. "¿Está lleno esta vez el vaso?", preguntó. Más prudentes, los alumnos comenzaron a comprender y respondieron: "Tal vez aún no". "¡Bien!", contestó el anciano profesor. Se inclinó de nuevo y sacó esta vez un saquito de arena que, con cuidado, echó en el vaso. La arena rellenó todos los espacios que había entre las piedras y la gravilla. Así que dijo de nuevo: "¿Está lleno ahora el vaso?". Y todos, sin dudar, respondieron: "¡No!". En efecto, respondió el anciano, y, tal como esperaban, tomó la jarra que estaba en la mesa y echó agua en el vaso hasta el borde.

En ese momento, alzó la vista hacia el auditorio y preguntó: "¿Cuál es la gran verdad que nos muestra ese experimento?". El más audaz, pensando en el tema del curso (la planificación del tiempo), respondió: "Demuestra que también cuando nuestra agenda está completamente llena, con un poco de buena voluntad, siempre se puede añadir algún compromiso más, alguna otra cosa por hacer". "No --respondió el profesor--; no es eso. Lo que el experimento demuestra es otra cosa: si no se introducen primero las piedras grandes en el vaso, jamás se conseguirá que quepan después". Tras un instante de silencio, todos se percataron de la evidencia de la afirmación. Así que prosiguió: "¿Cuáles son las piedras grandes, las prioridades, en vuestra vida? ¿La salud? ¿La familia? ¿Los amigos? ¿Defender una causa? ¿Llevar a cabo algo que os importa mucho? ¿Nuestra relación con Dios? Lo importante es meter estas piedras grandes en primer lugar en vuestra agenda. Si se da prioridad a miles de otras cosas pequeñas (la gravilla, la arena), se llenará la vida de nimiedades y nunca se hallará tiempo para dedicarse a lo verdaderamente importante. Así que no olvidéis plantearos frecuentemente la pregunta: "¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida?" y situarlas en el primer lugar de vuestra agenda". A continuación, con un gesto amistoso, el anciano profesor se despidió del auditorio y abandonó la sala.

A las "piedras grandes" mencionadas por el profesor --la salud, la familia, los amigos...-- hay que añadir dos más, que son las mayores de todas: los dos mandamientos mayores: amar a Dios y amar al prójimo. Verdaderamente, amar a Dios, más que un mandamiento es un privilegio, una concesión. Si un día lo descubriéramos, no dejaríamos de dar gracias a Dios por el hecho de que nos mande amarle, y no querríamos hacer otra cosa más que cultivar este amor.

¿Cuáles son las piedras grandes en nuestra vida y que tenemos cuidar primero?

 

Reflexionemos con los hijos

Es muy bueno recordar los 10 mandamientos. Pero cuando le preguntamos a Jesús; él nos contestará que hay dos mandamientos que son las más importantes y resumen todo lo demás. Cuanto cumplimos estos dos mandamientos cumplimos todos los temas. ¿Cuáles son? Amar a Dios y al prójimo. Cuando amamos a Dios cumplimos los tres primeros mandamientos de la ley de Dios. Cuando amamos al prójimo cumplimos todos los demás. Es bueno tener presente estos mandamientos. Por eso vamos a preguntarnos primero: ¿Qué mandamientos de los 10 cumplimos cuando amamos a Dios?… ¿Qué mandamientos cumplimos cuando amamos al prójimo? El repasar los mandamientos nos hace recordar cuál de ellos necesitamos poner más atención para los días que vienen.

 

Relación con la Santa Misa

Necesitamos recordar siempre una cosa: no fuimos nosotros que hemos amado sino que fue Dios que nos ha amado primero. Y una de las expresiones más maravillosas de su amor fue el misterio pascual, muerte y resurrección. Dios nos ama tanto que prolonga el mismo misterio a través de todos los siglos. Cuando participamos en la celebración eucarística del domingo estamos como haciéndonos parte de este misterio. Vayamos siempre con alegría y gratitud a participar.

 

Vivencia familiar

Generalmente existe un esfuerzo general en la familia de amarnos mutuamente y de ayudarnos los unos a los otros. Sin embargo, necesitamos tener presente que hay que amar a Dios sobre todas las cosas. ¿Cómo se expresa? Pues en la oración de la mañana de la noche, en la bendición de los alimentos, en la lectura asidua de la Biblia, en la participación entusiasta en la celebración eucarística del domingo, etc. revisemos un poco cómo estamos amando a Dios sobre todas las cosas.

 

Nos habla la Iglesia

Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó y por el amor de Dios que lo conserva (Vaticano II, sobre la Iglesia en el mundo 19). A los padres corresponde el preparar en el seno de la familia a sus hijos desde los primeros años para conocer el amor de Dios hacia todos los hombres (Vaticano II, sobre el apostolado de los seglares 30). La Iglesia es “sacramento universal de salvación”, que manifiesta y al mismo tiempo realiza el misterio del amor de Dios al hombre (Vaticano II, sobre la Iglesia en el mundo 45).

 

Leamos la Biblia con la Iglesia

 

Semana 31 - Lunes

Rom 11:29-36

Sl 69:30-31, 33-34, 36-37

Jer 2:1-4

Sl 131:1, 2, 3

Lc 14:12-14

Semana 31 - Martes

Rom 12:5-16

Sl 131; 1, 2, 3

Jer 2:5-11

Sl 22:26-27, 28-30, 31-32

Lc 14:15-24

Semana 31 -Miércoles

Rom 13:8-10

Sl 112:1-2, 4-5, 9

Jer 2:12-18

Sl 27:1, 4, 13-14

Lc 14:25-33

Semana 31 - Jueves

Rom 14:7-12

Sl 27:1, 4, 13-14

Jer 3:3-8

Sl 105:2-3, 4-5, 6-7

Lc 15:1-10

Semana 31 - Viernes

Rom 15:14-21

Sl 98:1, 2-3, 3-4

Jer 3:17–4:1

Sl 122:1-2, 3-4, 4-5

Lc 16:1-8

Semana 31 - Sábado

Rom 16:3-9, 16, 22-27

Sl 145:2-3, 4-5, 10-11

Jer 4:10-19

Sl 112:1-2, 5-6, 8, 9

Lc 16:9-15

 

Oraciones

Dios es amor

Dios es Amor, don de vida

misericordia y comprensión total

eres Gloria eterna,

consuelo de tristeza

liberación del alma.

Señor quiero honrarte,

cantar alabanzas a tu Nombre

hoy quiero decirte,

aquí me tienes Señor

quédate conmigo hoy y por siempre.

Amén .

 

Oh Dios de ternura, eres mi alegría

Autor: Jacques Leclerc

Oh mi Dios, yo sé que tú me amas y sé que tu

amor por mí no es un amor que pasa,

sino un amor eterno.

 

Sé que me amas tal cual soy,

ya sea tonto o inteligente

ya sea débil o fuerte,

ya sea equilibrado o disparejo...

poco importa, yo sé que me amas,

 

Es más aún: sé que me amas

cuando me siento perdido,

cuando soy pecador , cuando estoy pobre,

no solo de dinero, sino de virtudes.

 

Yo sé que tú me amas y que tu gozo es buscarme

como el pastor busca a la oveja perdida,

y sé que te daría un inmenso júbilo

al dejarme encontrar.

 

Yo sé, oh mi Dios, que tu Hijo es la prueba

viviente de tu amor

ese amor eterno, que en el tiempo

viene a nuestro encuentro.

 

Bendito seas oh mi Dios,

Tú quieres guiarme por el mismo camino

y darme un día de dicha,

la alegría completa de ser tuyo

para toda la eternidad.

Amén.

 

Oración para pedir amor al prójimo

Señor, ayúdame para que mis ojos estén llenos de misericordia, de tal modo que jamás sospeche ni juzgue a nadie por las apariencias externas, sino que descubra la belleza interna de los demás y pueda favorecerla.

Haz que mi oído esté lleno de misericordia para que se incline sobre las necesidades de mis hermanos y no me permita permanecer indiferente ante sus dolores y sus llantos.

Ayúdame, oh Dios mío, para que de mis labios fluya la misericordia y sin hacer jamás injusticia al prójimo cuando hablo de él, tenga para cada uno palabras de consuelo y de perdón.

Señor, haz que mis manos sean caritativas y estén siempre llenas de una buena acción y que jamás se cansen de hacer el bien a los otros, mientras por mi parte acepte para mí las tareas más difíciles y penosas.

Haz que sean misericordiosos también mis pies y que lleven sin descanso la ayuda a mis hermanos, venciendo la fatiga y el cansancio; que mi reposo esté en servir a todos.

Te pido finalmente, Dios mío, que llenes de misericordia este corazón y lo hagas sensible a los sufrimientos de los demás, que nadie experimente un rechazo de mi corazón y que yo jamás huya de aquéllos que abusan de mi condescendencia. En cuanto a mí, me encierro en tu misericordiosísimo Corazón, callando ante los demás mis sufrimientos.

¡Oh Jesús, que eres todopoderoso, transforma mi alma en Ti! 

(Diario de Santa Faustina D. 163)

 

 

 



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