Domingo 2 del Tiempo Ordinario C - Iglesia del Hogar: Preparemos en Familia, como Iglesia doméstica, la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Falta un dedo: Celebrarla
Iglesia del hogar
Pasajes dominicales
Primera lectura: Is 62, 1 -5
La unión entre el hombre y la mujer en el matrimonio es imagen de la unión que existe entre Dios y su pueblo. Esto vale para el Antiguo Testamento y con mayor razón para el pueblo de la Nueva Alianza (cf. Ef 5, 25 ss.). El milagro de Caná es un primer signo de esta nueva realidad que tiene su origen en la venida de Cristo.
Segunda lectura: 1 Cor 12, 4 -11
Con el domingo de hoy comienza una serie de lecturas tomadas de los capítulos 12 -15 de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. Estos capítulos hablan de los dones que da el Espíritu a cada uno para que sirva con estos dones a la comunidad porque para esto han sido concedidos. Todo es manifestación del Espíritu.
Evangelio: Jn 2, 1 -12
El milagro de Caná es, al igual que la venida de los magos y el bautismo de Jesús, una epifanía, e. d., una manifestación de la gloria divina en la persona de Jesús. Este primer "signo" se realiza a insinuación de la Madre de Jesús; ella estará también bajo la Cruz (Jn 19, 25 -27) cuando haya llegado su "hora" (2, 5; cf. 13, 1). La "hora" de Jesús es su exaltación en la Cruz y su paso de este mundo a la gloria de su Padre (cf. Mt 9, 14 s.; 22, 1 -14; Jn 3, 25 -30; 12, 23; Ef 5, 21 -23; Apc 19, 5 -10; 21, 2 -7). Es cómo que si dirigiera Jesús a su madre que cuando haya llegado la hora ella podrá pedir lo que sea. Conste que a pesar del aparente rechazo la virgen María está segura que cederá a su pedido.
Reflexionemos los padres
El proceso de creer, de tener fe, en principio no es un proceso que depende de la capacidad intelectual. Dios pone la fe en lo más profundo del hombre. La fe no está ligada a los datos intelectuales, como lo está el estudio de las ciencias, por ejemplo. Si el camino hacia Dios sólo pudiera seguirse intelectualmente, los inteligentes y cultos lograrían acercarse a Dios con la mayor facilidad y los menos cultos o menos destacados estarían en situación de inferioridad en este aspecto vital.
Dios es hallado por una forma de conocimiento que depende del corazón del hombre y no de su talento intelectual, e. d., de lo más profundo de su ser. No se puede ignorar impunemente lo más grande que hay en el universo y simplemente desperdiciarlo.
El hombre no puede saberlo todo, lo bueno y lo malo. Esto significa que el esclarecimiento de "duras" no puede seguir sólo un receso mental o intelectual, pues las dificultades de la fe radican en las profundidades a las que no llega el intelecto.
Por eso no hay que dejarse arrastrar por las dudas, no seamos una persona esclava de ideas fijas. Por lo regular es aconsejable de no iniciar las averiguaciones sobre las dudas en el momento en que se producen. Es más conveniente dejar pasar un período racional de reflexión después del cual se debe abordar sistemáticamente un examen y análisis. Para el proceso de análisis y examen de la duda, se aconseja consultar a otros creyentes; a un maestro, a un amigo, a un profesor, o finalmente a un sacerdote de quien se tenga referencias previas sobre el nivel de su calidad humana y cristiana.
El primer resultado de este examen y esfuerzo puede ser desilusionante. Respuestas evasivas, falsos razonamientos. Si éste ocurre acude a otro. En un asunto tan importante, un esfuerzo prolongado no es demasiado pedir. En la mayoría de los casos la claridad y evidencia con que se disipan dichas dudas resulta fascinante. Muchas veces lo que motivó la duda ni siquiera fue un asunto de doctrina, a pesar de que se tenía por tal. Esto demuestra una vez más lo útil qué es consultar a hombres sabios y cultivar la lectura de buenos libros (cf. Catecismo para Adultos).
Reflexionemos con los hijos
Necesitamos desarrollar algo como un radar, como un sexto sentido: el sentido de la fe. Uno puede vivir su vida, uno puede pasar el día y no tiene ni un pensamiento para Dios. Es como si viviéramos en la misma casa con una persona pero no la miramos, ni le hablamos ni mucho menos. En cambio Dios está en todas partes y siempre nos está tendiendo la mano, siempre está dispuesto a escucharnos. Tenemos que tratar a Dios como un buen amigo. A un amigo entrañable se le habla con frecuencia, se le busca, se piensa mucho en él. Así tenemos que tratar con Dios. Le podemos contar todo, Él no se escucha. Nos perdona cuando le pedimos perdón. Nos ayuda cuando se lo pedimos. Todo esto lo hace Dios porque nos ama.
Nos habla la Iglesia
Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe (cf. Rom 16, 26; comparar con Rom 1, 5: 2 Cor 10, 5 -6). Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece "el homenaje total de su entendimiento y voluntad", asintiendo libremente a lo que Dios revela. Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos de nuestro espíritu y concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad". Para que el hombre pueda comprender cada vez más profundamente la revelación, el Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones. (Vaticano II "Sobre la revelación" 5).
Vivencia familiar
La fe es un don de Dios pero necesita de parte nuestra que la alimentemos y fortalezcamos. ¿En familia bendecimos la mesa antes de comer? ¿Damos gracias con toda la familia en el acto cuando el Señor nos ha concedido un favor? ¿Leemos la Palabra de Dios en familia?
Oración
Acto de fe
Dios mío, yo creo firmemente cuanto has revelado y la Santa Iglesia me propone para creer porque tú eres la misma verdad. En esta fe y quiero vivir y morir.
Leamos la Biblia con la Iglesia (I para los años impares, II para los pares)
Lunes:
I. Hebr 5, 1 -10; II. 1 Sam 15,
16 -23;
Mc 2, 18 -22
Martes: I Hebr 6, 10 -20; II 1 Sam
16, 1 -13;
Mc 2, 23 -38
Miércoles: I. Hebr 7, 1 -3. 15 -17;
II. 1 Sam 17, 32 -33. 37, 40 -51
Mc 3, 1 -6
Jueves: I. Hebr 7, 25 -8, 6;
II. 1 Sam 18, 6 -9; 19, 1 -7;
Mc 3, 13 -19
Viernes: I. Hebr 8, 6 -13;
II. 1 Sam 24, 3 -21;
Mc 3, 13 -19
Sábado: I. Hebr 9, 2 -3. 11 -14; II. 2 Sam 1, 1 -4. 11 -12. 19. 23 -27; Mc 3, 20 -21