Domingo 16 Tiempo Ordinario C - Marta y María - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios durante la celebración de la Misa dominical parroquial
Falta un dedo: Celebrarla
PASAJES DOMINICALES
Primera
lectura: Génesis 18, 1-10
De manera misteriosa Dios visita a Abrahán (en el Evangelio son María y
Marta quienes reciben al Señor y lo atienden). En primer lugar se subraya la
hospitalidad de Abrahán, pero luego la visita de Dios culmina en una promesa
divina. Dios va en busca de los hombres, pero el hombre debe acogerlo y
atenderlo (cf. Lucas 24, 28-29) si tinta quiere que su casa esté vacía. Dios
viene de manera distinta a la esperada y quizás en un momento inoportuno. Es
importante que estemos atentos y dispuestos a recibirlo cuando venga
(Génesis 13, 16; 15, 3-6; 21, 1-8; Hebreos 13, 2).
Segunda lectura: Colosenses 1, 24-28
Servir a Cristo significa tomar parte en su pasión. Esto vale para todos los
discípulos y de manera especial para San Pablo. Escribe esta carta desde la
cárcel. Su sufrimiento es para él la confirmación de su unión con Cristo,
por eso su sufrimiento es para él alegría porque manifiesta el "misterio" de
Dios que es Cristo el Salvador de todos. Cristo está entre nosotros -no sólo
es una idea bonita- es una fuerza que nos empuja a buscar a los hombres:
Lucas 12, 11; Romanos 16, 25-27; 2 Corintios 1, 3-11; 4, 10-12; Filipenses
1, 29; 3-10; Gálatas 2, 20; Efesios 1, 1-10; 3, 1-13; 4, 13-16; Colosenses
1, 5. 23; 2, 2.
Evangelio: Lucas 10, 38-42
Quien recibe a un huésped en su casa por lo pronto es la persona que parece
estar dando. Pero en realidad es la persona que recibe, la que es un regalo.
Esto fue cuando Jesús visitó a Lázaro, pero más claro se manifiesta con
Marta y María. El Señor deja que lo atiendan, pero "sólo una cosa es
necesaria", el don que Jesús ofrece, que es el mismo. Por eso tenemos que
escucharlo, recibirlo, aceptarlo: esto es lo verdaderamente necesario: Salmo
119, 57; Mateo 6, 25-34; Lucas 8, 11-15; Juan 12, 1-8; Hechos 6, 1-6.
REFLEXIONEMOS
Muchas veces la madre de familia trabaja desde la madrugada hasta bien
entrada la noche, preocupándose de mil y un detalles, todo para que los
miembros de la familia estén bien atendidos. Casi no tiene un momento de
tranquilidad. Cuando escucha de sus hijos: "Tú nunca tienes tiempo para
nosotros", no comprende y se siente mal comprendida porque nadie aprecia su
trabajo.
Igualmente el padre de familia trabaja hasta tarde. Encima trae trabajo a su
casa, motivado por la intensa preocupación de asegurar el pan de cada día
para su familia. Se resiente cuando los miembros de la familia le reprochan
que no ame a su familia cuando está sacrificándose 10 horas diarias, seis
días y a veces siete días por semana. Preocupado por el bienestar de la
familia no tiene tiempo para donarles a los miembros de su familia lo más
precioso que tiene: Su tiempo, es decir, su atención, cariño, diálogo, en
fin, a sí mismo.
Muchos cristianos comprometidos somos muy parecidos. Trabajamos por el reino
de Dios; planificamos, organizamos, establecemos prioridades, es decir,
damos nuestro trabajo al Señor pero no a nosotros mismos. No llegamos nunca
a encontrarnos con él. Nuestro corazón se va vaciando, nos "quemamos",
desvanece nuestro entusiasmo porque nos hace falta él Señor. "Sólo una cosa
es necesario". En nuestros tiempos y días agitados, el ideal es la acción,
la realización y nos olvidamos que lo importante no es nuestro esfuerzo, ni
siquiera nuestra persona. Lo que importa es el Señor.
Necesitamos crear "islas de silencio" en nuestra vida cuando nos sentamos a
los pies del Señor para escucharlo. Hasta nuestra oración está un poco
envenenada porque pedimos, suplicamos, rezamos, queremos recibir lo nuestro,
y nos olvidamos que no somos nosotros lo importante. Es El que hace en
realidad las cosas, somos nosotros los que colaboramos. Es Él que ora,
nosotros somos el instrumento. En la vida del cristiano son importantísimos
estos momentos cuando nos serenamos, cuando dejamos un poco al lado nuestros
problemas y la oración relativa a todo lo nuestro, cuando nos concentramos,
cuando estamos solos, cuando nos encontramos con Dios. Hasta en los
matrimonios que están íntimamente unidos los esposos necesitan estos
momentos de soledad con el Señor.
REFLEXIONEMOS CON LOS HIJOS
A veces, cuando escuchamos en la Misa las lecturas del Evangelio, fácilmente
nos distraemos. Estamos pensando en miles de cosas, termina la lectura y ni
siquiera sabemos de qué se trata. Concentrarse es un arte, un arte que nos
permite ofrecer nuestra atención a la persona que tenemos delante. Algo que
pueda ayudarnos verdaderamente en esto consiste en imaginarnos que es Señor
mismo nos está hablando. ¿Que atención le prestaríamos al Señor si viniera a
nuestra casa? Sin embargo, cada vez cuando se proclama su Palabra Él está
presente y nos habla. Prestemos a las palabras de Jesús la atención porque
merece todo el esfuerzo.
CONEXIÓN EUCARÍSTICA
"Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oyó mi voz y me abre la
puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Apocalipsis 3,
20).
NOS HABLA LA IGLESIA
La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece, ha sido puesta por
escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La santa madre Iglesia, fiel
a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del
Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados, y canónicos, en cuanto
que, escritos por inspiración del Espíritu Santo (cf. Juan 20, 31; 2 Timoteo
3, 16; 2 Pedro 1, 19-21; 3, 15-16), tienen a Dios como autor, y como tales
han sido confiados a la Iglesia. En la composición de los Libros Sagrados
Dios se valió de hombres elegidos, que usaban todas sus facultades y
talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos
autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería.
Como todo lo afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el
Espíritu Santo, se sigue que los Libros Sagrados enseñan sólidamente,
fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros
para la salvación nuestra.
Por tanto, toda la Escritura, inspirada por Dios, es útil para enseñar,
reprender, para que el hombre de Dios actúa en forma, equipado para toda
obra buena (2 Timoteo 16-17 )Concilió Vaticano II, Sobre la Divina
Revelación 11)
VIVENCIA DE LA FAMILIA
La familia debería crear "islas de silencio" en el hogar para que haya
momentos para reflexionar, rezar o dialogar.
Lectura familiar de la Biblia para aprender a escuchar al Señor.
ORACIONES
Para mejor comprender la gracia
Dios mío, qué fácil me parece ahora admitir tu acción en mi vida. La ciencia
me enseña en estos mismos momentos, cuando estoy orando, me encuentro
rodeado por todas partes, a mi alrededor, a mi izquierda, a mi derecha,
entre este libro y mis ojos.
Bastaría colocar sobre esta página un aparato receptor, sintonizarlo,
mantenerse atento... y recogería ondas venidas de todas las partes del
mundo.
Yo creo igualmente con toda mi alma, que las ondas invisibles de tu gracia
llenan también el universo y empañan actualmente mi alma; donde quiera que
vaya, no puede escaparme de tu acción en mí, tu acción bienhechora y
paternal.
Lo que me falta muchas veces es recogerme, estar atento a lo que ocurre en
mí.
Dios mío, me arrepiento de todas mis negligencias, de todas las faltas que
he cometido en tu presencia, y que han puesto obstáculos a tu acción en mí.
Quiero asegurar cada día más este contacto contigo, estar siempre dispuesto,
sobre todo por el cumplimiento de la misión que me has encargado.
Ayúdame a estar más atento a la inspiración de tu gracia. Dame la
sensibilidad de reaccionar ante tu presencia. Concédeme el silencio que me
deja escuchar tu voz. Por Cristo nuestro Señor. Amén
LECTURAS BÍBLICAS DURANTE LA SEMANA
(Primera lectura - años impares;
segunda lectura - años pares)
Lunes: Éxodo 14, 5-18; Miqueas 6, 1-4. 6-8; Mateo 12, 38-42
Martes: Éxodo 14, 21-15, 1; Miqueas 7, 14-15. 18-20; Mateo 12, 46-50
Miércoles: Éxodo 16, 1-5. 9-15; Jeremías 1, 1. 4-10; Mateo 13, 1-9
Jueves: Éxodo 19, 1-2. 9-11. 16-20; Jeremías 2, 1-3. 7-8. 12-3; Mateo 13,
10-17
Viernes: Éxodo 20, 1-17; Jeremías 3, 14-17; Mateo 13, 18-23.
Sábado: Éxodo 24, 3-8; Jeremías 7, 1-11; Mateo 13, 24-30