Domingo 32 Tiempo Ordinario C - 'Serán como ángeles' -
Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de
la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Falta un dedo: Celebrarla
Las Lecturas del Domingo
Primera Lectura: 2 Mac 7, 1-2. 9-14
¿Por qué habrá hombres y mujeres y hasta niños que prefieren morir antes de renegar de Dios, antes de cometer un pecado mortal? Es que creen en la vida eterna, en la resurrección de los muertos. El renegar de Dios o cometer un pecado grave separaría de todo lo que es de Dios. Sugerimos de leer todos los versículos del 1 al 14. ¡Que el testimonio de los mártires macabeos se nos contagie para que podamos ser firmes al confesar nuestra fe! Un santo de nuestros tiempos solía repetir: “Antes morir que pecar”.
Segunda Lectura: 2 Tes 2, 16-3, 5
¿Queremos saber y aprender cómo actúan los que basan su vida en la fe y en la realidad de Dios? Podemos tener confianza de que Dios está con nosotros y nos ayuda en las venas llenas alegrías, en los momentos difíciles y en los momentos cuando estamos tristes.
No tenemos lugar permanente aquí en la tierra. Estamos en camino hacia la patria eterna, a la felicidad del cielo. ¡Que el señor Jesús nos confirme en la fe de la vida eterna!
Reflexionemos los padres
¿Cómo es el cielo y como es la eternidad? La fantasía humana ni la imaginación más viva son capaces de dar al hombre la capacidad de poder vislumbrar lo que significa la felicidad del cielo. Aunque recordemos los momentos de máxima felicidad de nuestra propia vida, ni así podemos tener una idea de lo que nos espera. La razón es que las cosas cambiarán radicalmente cuando veremos a Dios como es. El apóstol San Juan nos dice que seremos como El: “Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es “ (1 Jn 3,2). Mejor contemplemos unos pasajes de aquellos que saben más que los otros sobre esta maravillosa realidad:
San Agustín
No llores si me amas.
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudieras oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!
¡Cómo! ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Creedme: cuando la muerte venga a romper las ligaduras, como ha roto las que a mí me encadenaban, y cuando un día, que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga a este Cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a ver a aquella que te amaba y que siempre te ama, y encontrarás tu corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurado, extático y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando contigo, que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Enjuga tu llanto y no llores si me amas.”
Nadie puede decir lo indecible.
He aquí el testimonio de Teresa de Jesús: «Ibame el Señor mostrando grandes secretos...
Quisiera yo dar a entender algo de lo menos que entendía, y pensando cómo puede ser, hallo que es imposible.
Porque en sola la diferencia que hay de esta luz que vemos a la que allí se representa, siendo todo luz, no hay comparación, porque la claridad del sol parece muy desgastada.
En fin, no alcanza la imaginación, por muy sutil que sea, a pintar ni trazar cómo será esta luz, ni ninguna cosa de luz que el Señor me daba entender como un deleite tan soberano que no se puede decir; porque todos los sentidos gozan en tan alto grado y suavidad, que ello no se puede encarecer, y así es mejor no decir más».
Visión del Cielo según las revelaciones de Jesús a Sta. Faustina Kowalska
El 27 de noviembre de 1936, cuando la debilidad la llevó a la cama, escribió la siguiente visión del cielo: "Hoy día, estuve en el cielo en espíritu, y vi sus bellezas incomparables y la felicidad que nos espera para después de la muerte.
Cómo todas las criaturas alaban y dan gracias a Dios sin cesar...Esta fuente de felicidad es invariable en su esencia, pero es siempre nueva, derramando felicidad para todas las criaturas.
Dios me ha hecho entender que hay una cosa de un valor infinito a Sus ojos, y eso es, el amor a Dios; amor, amor y nuevamente amor, y nada puede compararse a un solo acto de amor a Dios.
Dios en su gran majestad, es adorado por los espíritus celestiales, de acuerdo a sus grados de gracias y jerarquías en que son divididas, no me causó temor ni susto; mi alma estaba llena de paz y amor; y mientras más conozco la grandeza de Dios, más me alegro de que El sea El que es.
Me regocijo inmensamente en Su grandeza y me alegro de que soy tan pequeña, ya que siendo tan pequeña, El me carga en Sus brazos y me aprieta a Su corazón" (777-780).
Reflexionemos con los hijos
Podemos compartir algo de los textos anteriores y explicar lo que los niños no pueden entender.
Conexión eucarística
El Papa Benedicto XVI en una oportunidad dijo lo siguiente: “Cuando celebramos la eucaristía el cielo toca la tierra”. La razón es que el mismo Señor Jesús muerto y resucitado renueva en medio de nosotros su Pascua.
Nos habla la Iglesia
La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa; pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida a la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción se revestirá de incorruptibilidad, y, permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas que Dios creó pensando en el hombre (Vaticano II, la Iglesia en el mundo actual 39).
Leamos la Biblia con la Iglesia
Lunes: Sab 1, 1-7; Tito 1, 1-9; Lc 17, 1-6
Martes: Sab 2, 23-3, 9; Tito 2, 1-8. 11-14; Lc 17, 7-10
Miércoles: Sab 6, 1-11; Tito 3, 1-7; Lc 17, 11-19
Jueves: Sab 7, 22-8, 1; Filemón 7-20; Lc 17, 20-25
Viernes: Sab 13, 1-9; 2 Jn 4-9; Lc 17, 26-37
Sábado: Sab 18, 14-16; 19, 6-9; 3 Jn 5-8; Lc 18, 1-8
Oraciones
Oración de San Agustín
Señor mío Jesucristo, que por la redención del mundo
quisiste nacer, ser circuncidado despreciado de los judíos, vendido por el
traidor Judas con beso de falsa paz, atado y llevado para ser crucificado
como inocente cordero, presentado ante los tribunales de Anás y Caifás,
Herodes y Pilatos, acusado con falsos testimonios, lastimado con afrentas y
azotes, y escupido y coronado con espinas; que quisiste ser herido con caña,
cubierto el rostro, desnudo y clavado en la Cruz, levantado en ella y puesto
entre ladrones; que quisiste que te diesen a beber hiel y vinagre, y ser
herido con una lanza: por estas tus santísimas penas, que yo, aunque
indigno, he traído a mi memoria, y por tu Santísima Cruz y muerte, líbrame
de las penas del infierno y llévame adonde llevaste al buen ladrón
crucificado contigo, que con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, vives
y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
PARA PEDIR LA GRACIA DE BIEN MORIR
¡Oh Dios mío!, ante el trono de tu adorable Majestad me postro pidiéndote la última de todas las gracias: una feliz hora de muerte.
Muchas veces, en verdad, hice mal uso de la vida que me diste; pero a pesar de ello te ruego, me concedas la gracia de terminarla bien y de morir en tu gracia.
Déjame morir como los santos Patriarcas, abandonando este valle de lágrimas sin queja, para disfrutar del descanso eterno en mi verdadera patria.
Déjame morir como San José, en los brazos de Jesús y María, e invocando estos dulcísimos nombres que espero bendecir por toda la eternidad.
Déjame morir como la Virgen María, encendido de amor e inflamado por el santo deseo de unirme con el único objeto de todo mi amor.
Déjame morir como Jesús en la cruz, con los sentimientos más vivos del aborrecimiento del pecado, del amor más filial y de la plena resignación en medio de todos mis dolores.
Padre eterno, en tus manos encomiendo mi espíritu; muestra en mí tu misericordia.
Oh Jesús, que has muerto por mi amor, dame la gracia de morir en tu amor.
Oh María, Madre de mi Jesús, ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte.
Santo ángel de mi guarda, fiel custodio de mi alma, no me abandones en la hora de mi muerte.
San José, por tu poderosa intercesión alcánzame la gracia de morir la muerte de los justos. Amen.
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Para gozar contigo, en la presencia de Dios
cantando y proclamando,
con los ángeles y mil coros
celestiales,
que eres Santo y Dios,
Dios y Santo,
eternamente santo por los siglos de los siglos.
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Y, después de entrar Tú en el reino de los cielos,
Comprender esperando
que, un día también nosotros,
tendremos un lugar en algún rincón eterno
Y, al contemplar la grandeza de Dios,
festejar, en la gloria de ese inmenso cielo,
que ha merecido la pena ser de los tuyos
permanecer firmes en tus caminos
guardar tu nombre y tu memoria
meditar tu Palabra y tu mensaje
soñar con ese mundo tan diferente al nuestro
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Que no la cierre el viento del camino fácil
Que no la empuje nuestra falta de fe
Que no la obstruya nuestro afán de tener aquí
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Para vivir y morar contigo
Para amar y vivir junto a Dios
Para sentir el soplo eterno del Espíritu
Para gozar en el regazo de María Virgen
¡NO NOS CIERRES LA PUERTA DEL CIELO,
SEÑOR!
Javier Leoz (sacerdote)