Solemnidad de Todos los Santos: Iglesia del Hogar - En casa, la Iglesia doméstica, preparemos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada en la Celebración Festiva
Recursos adicionales para la preparación
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Introducción a las lecturas
Primera lectura: Apc 7, 2-4. 9-14
Nosotros hemos sido sellados con el sello de Dios, porque "En el Bautismo
nos convertimos en miembros del Cuerpo de Cristo, en hermanos y hermanas de
nuestro Salvador e hijos de Dios. Somos liberados del pecado, arrancados de
la muerte y destinados desde ese instante a una vida en la alegría de los
redimidos. Ser bautizado quiere decir que la historia de mi vida personal se
sumerge en la corriente del amor de Dios. Dice el papa Benedicto XVI:
"Nuestra vida pertenece a Cristo y ya no nos pertenece a nosotros.
Acompañados por él, asumidos por él en su amor, estamos libres de todo
temor. Él nos abraza y nos lleva allí donde vayamos; Él, que es la misma
Vida"(Youcat 200).
Esta lectura nos describe hacia dónde se dirige nuestra vida. Nos hace
saborear anticipadamente cómo será esta vida eterna que de alguna manera ya
vivimos el espíritu y en fe.
Segunda lectura: 1 Jn 3, 1-3
Esta carta del apóstol San Juan nos habla de la esperanza que tiene un
profundo efecto en la vida de los que verdaderamente viven esta virtud
sobrenatural. El papa Benedicto XVI ha escrito toda una encíclica acerca
esta virtud. El apóstol nos ofrece un criterio de cómo saber si vivimos en
esperanza porque tiene que tener su efecto en nuestra vida.
Evangelio: Mt 4, 25-5, 12
Podemos estar seguros de llevar en nuestro ser el sello de vida eterna, el
cielo. Podemos confiar que desde nuestro bautismo el Espíritu Santo
realmente mora en nosotros. Somos llamados a vivir en santidad. Esta
santidad no es producto de nuestro esfuerzo sino regalo gratuito de parte de
Dios. Y el Espíritu Santo sigue obrando en nosotros moviéndonos a vivir esta
maravillosa realidad. A nosotros nos toca corresponder a sus inspiraciones y
obrar conforme. El Evangelio en la voz de Jesús nos describe cómo es aquel
que, en medio de sus limitaciones y faltas, refleja la presencia de Dios en
su vida.
Reflexionemos los padres
No seríamos los primeros ni seremos los últimos que frente a la
realidad del cielo tengamos dificultad en imaginarnos de cómo vivir la
eternidad sin aburrirnos. Es verdad, nuestra experiencia conoce solamente el
antes, durante y después; vivimos nuestra existencia experimentando sus
limitaciones y nos es muy difícil de imaginarnos siquiera cómo podría ser la
eternidad. Es que no podemos meter a Dios en nuestra cabeza. Si pudiéramos
hacerlo Dios no sería Dios. Dios es infinito y eterno. Es Alguien que supera
totalmente la capacidad del pensamiento humano.
Un día, un santo, San Simeón el Nuevo Teólogo, tuvo una experiencia mística
de Dios tan fuerte que exclamó para sí: "Si el paraíso no es más que esto,
¡me basta!". Pero la voz de Cristo le dijo: "Eres bien mezquino si te
contentas con esto. El gozo que has experimentado en comparación con el del
paraíso es como un cielo pintado en papel respecto al verdadero cielo".
A nosotros nos toca vivir de tal manera que estemos siempre caminando hacia
la felicidad eterna con Dios. Reflexionemos un poco acerca de lo que nos
ayuda personalmente y en pareja de caminar hacia el cielo y también sobre de obstáculos
que nos impiden caminar derecho y de cómo superarlos.
Reflexionemos con los hijos
Es un maravilloso pensamiento que al final de nuestra vida
pasaremos a otra vida mejor en la eternidad el cielo. Por eso nos esforzamos
a vivir como verdaderos hijos de Dios y siempre caminando en dirección a
Dios. Es difícil imaginarnos como es Dios porque su realidad supera todo
pensamiento y toda imaginación. A veces se cuentan unas leyendas para darnos
siquiera una idea lejana.
Los dos amigos
Había una vez dos amigos que estudiaban juntos y estaban bien unidos. Al
finalizar sus estudios uno se fue a trabajar al norte y el otro al sur de
manera que tenían que separarse. Al despedirse los dos, que eran muy
creyentes, se prometieron: "El primero que muere le pide a Dios poder
mostrar al otro como es el cielo". El del sur se enamoró de una mujer, pidió
la mano para casarse con ella. El día de las bodas, cuando todos estaban
sentados en la mesa para disfrutar el banquete de las bodas, se abrió la
puerta y entró el amigo del norte. Solamente el esposo recién casado podía
verlo. El recién llegado le dijo a su amigo: "He muerto y Dios me ha dado el
permiso de que puedas ver a través del ojo de la cerradura de la puerta del
cielo un poco cómo es ahí". El novio le pidió permiso a la esposa para salir
un ratito. Su amigo lo llevó a la puerta del cielo y le indicó el ojo de la
cerradura. Pegó el ojo y lo poco que pudo ver lo embelesó. Su amigo después
de un momento le apremiaba diciendo: "Los invitados a la boda están ya
inquietos porque te esperan". Le pidió unos segundos más pero al final con
mucha pena tuvo que despegar el ojo y volver a la casa de la celebración.
Cuando llegó a la casa todo estaba oscuro y no había nadie. Salió una
anciana a la que preguntó: "¿Dónde están los invitados a la boda?" La
anciana le contestó: "¿Boda? La última celebración fue hacer 50 años cuando
mi esposo se levantó y nunca más regresó".
Con todo, sabemos que Dios nos ama y nos ha preparado un lugar junto a él
para vivir felices durante toda la eternidad. Vamos a conversar un poco
acerca de las cosas que nos alejan del amor de Dios y acerca de las cosas
que nos hacen ser cada día más y mejores amigos del Señor. Porque todos
queremos llegar un día al cielo.
Vivencia familiar
"El Cielo es la participación en la naturaleza divina, gozar de
Dios por toda la eternidad, la última meta del inagotable deseo de felicidad
que cada hombre lleva en su corazón. Es la satisfacción de los más profundos
anhelos del corazón humano y consiste en la más perfecta comunión de amor
con la Trinidad, con la Virgen María y con los Santos. Los bienaventurados
serán eternamente felices, viendo a Dios tal cual es." (Catecismo de la
Iglesia Católica, 1023-1029, 1721-1722).
Hay familias que se proponen - la familia elige el ritmo -
vivir concretamente las bienaventuranzas.
Nos habla la Iglesia
La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa; pero Dios nos
enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la
justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los
anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte,
los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo
de la debilidad y de la corrupción se revestirá de incorruptibilidad, y,
permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres de la servidumbre de
la vanidad todas las criaturas que Dios creó pensando en el hombre.
El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal y de
la ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus deberes temporales, guiados
siempre por el espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que,
pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura,
consideran que deben descuidar las tareas temporales (Vaticano II, sobre la
Iglesia en el mundo 39 y 43).
Oraciones
ORACIÓN PARA IR AL CIELO.
DIOS MÍO! TODO LO QUE YO SUFRA, SEA CULPA MIA, DEL PRÓJIMO, O DE
OTRA CAUSA, QUIERO SUFRIRLO POR AMOR A TI, EN ACCIÓN DE GRACIAS, EN ALABANZA
A TU SANTO NOMBRE.
Y QUIERO LA ALABANZA A TU SANTO NOMBRE, ANTES QUE OTRA COSA.
Y DESEO QUE TODOS LOS QUE SUFREN, SUFRAN POR AMOR A JESUCRISTO, BENDICIENDO
SIN FIN, TU SANTO NOMBRE, ¡ DIOS MÍO!… Y UNIDOS AL CORO CELESTIAL, CON LOS
BIENAVENTURADOS DEL CIELO, CANTEMOS;
AMEN, ALABANZA Y GLORIA, Y SABIDURÍA, Y ACCIÓN DE GRACIAS, Y HONOR, E
IMPERIO , Y PODERIO A NUESTRO DIOS, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMEN
PARA PEDIR LA GRACIA DE BIEN MORIR
¡Oh Dios mío!, ante el trono de tu adorable Majestad me postro pidiéndote la
última de todas las gracias: una feliz hora de muerte.
Muchas veces, en verdad, hice mal uso de la vida que me diste; pero a pesar
de ello te ruego, me concedas la gracia de terminarla bien y de morir en tu
gracia.
Déjame morir como los santos Patriarcas, abandonando este valle de lágrimas
sin queja, para disfrutar del descanso eterno en mi verdadera patria.
Déjame morir como San José, en los brazos de Jesús y María, e invocando
estos dulcísimos nombres que espero bendecir por toda la eternidad.
Déjame morir como la Virgen María, encendido de amor e inflamado por el
santo deseo de unirme con el único objeto de todo mi amor.
Déjame morir como Jesús en la cruz, con los sentimientos más vivos del
aborrecimiento del pecado, del amor más filial y de la plena resignación en
medio de todos mis dolores.
Padre eterno, en tus manos encomiendo mi espíritu; muestra en mí tu
misericordia.
Oh Jesús, que has muerto por mi amor, dame la gracia de morir en tu amor.
Oh María, Madre de mi Jesús, ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte.
Santo ángel de mi guarda, fiel custodio de mi alma, no me abandones en la
hora de mi muerte.
San José, por tu poderosa intercesión alcánzame la gracia de morir la muerte
de los justos. Amén.