Solemnidad Santa Rosa de Lima - Comentarios de Sabios y Santos: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa
De los escritos de santa Rosa de Lima.
P. Félix M. Alvarez - Santa Rosa de Lima (+ 1617)
P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J. - Rosa de Lima, Guía de Santidad
Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima - Homilía I
Cardenal
Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima - Homilía II
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Comentarios y enseñanzas de la solemnidad
De los escritos de santa Rosa de Lima.
El salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:
"¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al
colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la
medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es
la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!"
Oídas estas palabras, me sobrevino un ímpetu poderoso de ponerme en medio de la plaza para gritar con
grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier
edad, sexo, estado y condición que fuesen:
"Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de
Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os
aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones;
hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del
alma."
Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente
a predicar la hermosura de la divina gracia, me angustiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no
podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que se había de romper
la prisión y, libre y sola, con más agilidad se había de ir por el mundo,
dando voces:
"¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la
gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en
sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían toda su
diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos
por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de
aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en el
sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en
suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los
hombres."
(www.corazones.org)
Benedicto XVI - Santa Rosa
Rosa de Lima, la cual se llamaba en verdad Isabel, recibió su nombre de una
mujer india que trabajaba en su casa paterna. Esta mujer simple condensó en
este nombre todo lo que ella había visto y experimentado en Isabel. La rosa
representa la reina de las flores y por lo tanto el prototipo de la belleza
de la creación de Dios. La rosa no es, sin embargo, solamente placentera a
nuestros ojos, sino que con su perfume crea una nueva atmósfera alrededor de
nosotros, tocando así todos nuestros sentidos y, por así decirlo, nos
arrebata de este mundo cotidiano hacia un mundo mejor y más alto. Ella nos
alegra precisamente porque, al menos por un instante, nos hace experimentar
también el bien a través de lo bello.
Esta mujer india, que ha permanecido desconocida pero que dio a Isabel el
nombre de Rosa, reaccionó propiamente de esta manera ante la belleza de esta
pequeña niña y, ciertamente, no sólo ante su belleza exterior y corpórea.
Así como la rosa no sólo parece hermosa, sino que de su interior difunde a
su alrededor belleza a través de su perfume, así seguramente debió parecerlo
también esta niña: por medio de su belleza exterior ella había percibido
también la belleza interior. Ciertamente, que esta mujer india no habría
dado este nombre tan lleno de ternura y de veneración si, por parte de esta
niña, no hubiera habido algo cálido y bueno que llamara su atención: el
perfume del bien. En este modo de llamarla se puede advertir el afecto de
esta mujer, como también, por otra parte, el hecho de que después con
ocasión de la confirmación, recibida de las manos de Santo Toribio de
Mogrovejo, Rosa misma haya aceptado definitivamente este nombre muestra su
"sí", su constante afecto por aquella mujer india.
En su canonización, la Iglesia ha interpretado este nombre como una forma de
testimonio profético y lo ha usado en referencia a una bella expresión de
San Pablo, el cual dice de sí mismo que Dios había difundido el perfume del
conocimiento de Cristo en el mundo entero a través de él. "Nosotros somos el
perfume de Cristo entre aquellos que se salvan" (2 Cor 2, 14ss). Aquello que
Pablo, el apóstol de los gentiles, una vez pudo decir de su acción, vale
ahora de nuevo para la pequeña Rosa, que proviene del país sudamericano,
Isabel de Flores: ella se ha convertido en la Rosa de Lima que difunde el
perfume del conocimiento de Cristo en el mundo entero.
El afectuoso sobrenombre, que la desconocida mujer había dado a la pequeña
niña, se ha revelado como una profecía y así también ella, aunque sin
nombre, toma parte siempre junto a Rosa y ambas en conjunto expresan algo
original de este país y de su misión: la herencia europea junto con aquella
de los indios ha dado origen a una nueva expresión de la fe; en esta nueva
síntesis se encuentra el perfume del conocimiento que emana de Rosa. ¿No es
sorprendente, quizá, que para una mujer que nunca dejó la ciudad de Lima,
valga la misma alabanza que se aplicó al infatigable apóstol de los
gentiles, el cual recorrió a lo largo y a los ancho todo el mundo hasta
entonces conocido? El difundió en todo el mundo el perfume de Cristo a
través de su predicación, a través de su actividad sin descanso, de su
acción y de sus sufrimientos. Rosa de Lima lo ha difundido y continúa
difundiéndolo hasta hoy simplemente a través de su ser. Su figura humilde y
pura irradia su luz a través de los siglos sin muchas palabras; ella es el
perfume de Cristo que hace resonar de sí misma su anuncio más fuertemente
que a través de escritos e impresos. Así ella es también una gran maestra de
vida espiritual, cuyas palabras están llenas de la profundidad de una
experiencia vivida de Cristo en la consumación interior de sus sufrimientos
vividos en comunión con Jesús Crucificado. "Me encontraba, llena de asombro,
en la luz de la más serena contemplación que une todo, cuando en medio de
este resplandor vi brillar la cruz del Redentor; y al interno de este arco
luminoso divisé la santísima humanidad de mi Señor Jesucristo". En estas
palabras suyas se manifiesta el fundamento más profundo de su existencia: el
estar inflamada por las llamas del fuego que provienen de EL. "He venido a
traer el fuego sobre la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera prendido!"
(Lc 12, 49): Rosa de Lima se dejó encender por este fuego y aún hoy de su
figura llegan hasta nosotros la luz y el calor – luz y calor que transforman
esta tierra oscura y fría.
Rosa de Lima puso en su vida espiritual tres puntos esenciales, que son
válidos como programas para la Iglesia de hoy así como lo fueron en su
tiempo.
1. Como primer punto está la oración, entendida no como recitación de
fórmulas, sino como un dirigirse interiormente al Señor, como estar en su
luz, como dejarse incendiar por su fuego santo.
2. Los otros dos puntos esenciales provienen de aquí espontáneamente: puesto
que ella ama a Cristo, el despreciado, el doliente, Aquel que por nosotros
se ha hecho pobre, ella también ama a todos los pobres que llegaron a ser
sus hermanos más cercanos. El amor preferencial por los pobres no es un
descubrimiento de nuestro siglo – al máximo es un redescubrimiento, puesto
que esta jerarquía del amor era bien clara para todos los grandes santos.
Era clarísima sobre todo para Rosa de Lima, cuya mística del sufrimiento con
todos los pobres y los que sufren, que brota de la solidaridad con el Cristo
doliente.
3. De aquí deriva también su tercer punto esencial: la misión. A través de
sus palabras y de sus reflexiones aparece una perspectiva universalista.
Ella deseaba poder ir, libre de las ataduras y de los límites que comporta
nuestra corporeidad, a través de las calles de todo el mundo y conducir los
hombres hacia el Salvador doliente. Rosa se expresaba de esta manera:
"¡Escucharme, pueblos! ¡Escucharme, naciones! Por mandato de Cristo os
exhorto". Ahora ella está libre de vínculo de un solo lugar; ahora ella va,
como santa, por las calles de toda la tierra. Ahora ella vuelve a llamar con
la autoridad de Cristo a todos nosotros, a la entera cristiandad, a vivir
con radicalidad a partir del centro, de la más profunda comunión con Jesús,
porque sólo así y de ningún otro modo el mundo puede ser salvado.
"¡Escuchadme, pueblos! ¡Escuchadme, naciones! ¡Por mandato de Cristo os
exhorto!" Así nos habla ella hoy. Esta mujer es, por así decirlo, una
personificación de la Iglesia latinoamericana: inmersa en el sufrimiento,
sin grandes medios exteriores y sin poder, pero aferrada por el fervor de la
cercanía de Jesucristo.
Agradezcamos al Señor por habernos dado esta mujer, Démosle gracias por el
coraje de su fe, que ÉL ha vuelto a despertar aquí en América Latina.
Pidámosle que su presencia sea cada vez más fuerte y que su perfume se
extienda desde aquí a todo el mundo.
(Homilía del Card. Joseph Ratzinger en el Santuario de Santa Rosa, 1986,
Lima)
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P. Félix M. Alvarez - Santa Rosa de Lima (+ 1617)
El honrado y humilde hogar limeño de Gaspar Flores y María de Oliva, en el
cual nació, el 20 de abril de 1586, la niña a quien en el bautismo llamaron
Isabel, pero que desde la infancia había de recibir el sobrenombre de Rosa,
nos parece, en el gran día del nacimiento de la Santa, un trasunto de Belén
y de la humilde gruta en que vino a este mundo el Hijo de Dios. Belén,
porque allí nació la primera flor de santidad que perfumó al Nuevo Mundo;
Belén, por la pobreza de sus moradores, que pertenecían a la modesta clase
media; Belén, por el ambiente bucólico que se respiraba y aún se respira en
el huerto que circunda la histórica morada, el humilde aposento hoy
convertido en oratorio, en donde vino al mundo Santa Rosa de Lima.
Además, si en mirada de conjunto se abarca el agitadísimo mundo de aquellos
tiempos, si se contempla la tragedia del Occidente cristiano, que, con la
defección de las naciones protestantes y con la crisis y guerras de religión
de las católicas, queda dividido en dos bandos que luchan encarnizadamente
por la hegemonía; si en el terreno intelectual, moral, disciplinario, se
sigue con atención el duelo a muerte de la Reforma y Contrarreforma, y se
admira la oportunidad con que la Providencia divina saca, por decirlo así,
de la nada toda un mundo nuevo, toda una familia de futuras naciones, y pone
casi todo su peso del lado de la fe tradicional, inclinando así en favor de
ésta la balanza de los destinos: en este cuadro de grandiosidad mundial y de
trascendencia histórica incalculable, la pequeña Lima del siglo xvi, perdida
en las lejanías del Perú colonial, evoca espontáneamente el recuerdo de
Belén, y la estrella que en su cielo se levanta nos aparece como el signo
del gran Rey y del advenimiento de tiempos mejores, en que acabará por
imponerse la fe católica contra la herejía. "A la Ciudad de los Reyes, como
se suele llamar a Lima -dice la bula de canonización, de Clemente X-, no le
podía faltar su estrella propia que guiara hacia Cristo, Señor y Rey de
Reyes" : "Civitati enim regum, qualis dicitur Lima, suum debebabur sydus,
quod ad Christum Dominum regem regum dux esset" (a.1671).
Es una delicia para el historiador católico y para todo cristiano sincero
contemplar el despliegue de fuerza que la Iglesia emplea en el mundo recién
descubierto para ensanchar las fronteras del Reino de Cristo, para
consolidar su posesión con el establecimiento de la jerarquía y para ganar.
mediante nuevas conquistas en América, la batalla que libraba contra el
protestantismo en Europa.
Su misión consiste en ganar el mundo para Cristo mediante un testimonio
multiforme. "Seréis mis testigos hasta los confines del mundo" (Act. 1,8).
Este multiforme testimonio no faltaba, sino sobreabundaba en América.
Testimonio de la palabra, por boca de los incontables misioneros que se
repartían por doquier, con éxito creciente, los campos de la evangelización.
En tiempos de Santa Rosa más de dos mil habían atravesado el Atlántico y
habían recorrido el nuevo continente en todas direcciones, realizando el
inaudito portento de convertirlo, en menos de un siglo, de pagano en
cristiano.
Testimonio de la sangre, vertida con abundancia por tantos mártires de que
nos hablan las crónicas de aquellos tiempos, para que con este milagroso
riego germinara y fructificara la semilla de la evangelización.
Testimonio de la luz, que brilló en la sabiduría de sus concilios, en la
institución de sus universidades, en las obras inmortales de cronistas,
historiadores y escritores. en las admirables Leyes de Indias, en la
organización, multiplicación y disposición inteligente de las nuevas sedes
episcopales.
Clarísima aurora llena de promesas que las misionólogos comparan con la que
iluminó al mundo romano en la predicación de los apóstoles.
Testimonio de la santidad, que alumbró a todo el continente a través de la
vida ejemplar de tantos prelados y misioneros, enviados a estas tierras por
la Madre Patria para admiración y edificación de las nuevas cristiandades.
Son muchos los nombres que registra la historia, y cada país honra de modo
especial a quienes directamente lo santificaron con su presencia y acción;
pero no cabe duda que entre todos descuellan, para gloria de la patria de
Santa Rosa, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, "la mayor lumbrera del
episcopado en América", "totius episcopatus americani luminare maius", al
decir del Concilio Plenario de la América Latina, y San Francisco Solano, el
taumaturgo y figura misionera de mayor relieve en los tiempos coloniales.
Pero al finalizar el siglo xvi algo faltaba a este múltiple y glorioso
testimonio y era que, al lado de los santos oriundos de España y que se
habían santificado en América, surgieran santos nacidos en este continente y
del todo identificados con él. Y Dios en su infinita bondad otorgó al Nuevo
Mundo ese precioso don. Muchos santos y santas ocultos debe haber habido en
este privilegiado continente desde los días de su descubrimiento y primera
evangelización, puesto que una de las notas de la verdadera Iglesia es el
florecimiento de la santidad bajo todos los cielos y todas las latitudes;
pero sólo tres han alcanzado hasta ahora el honor de la canonización: el
contemporáneo de Santa Rosa, San Felipe de Jesús, originario de la Nueva
España y protomártir del Japón, donde murió crucificado y atravesado con
triple lanza (+ 1597); Santa Mariana de Jesús Paredes, llamada "la azucena
de Quito" por su pureza angelical unida a una heroica penitencia, y Santa
Rosa de Lima, cuyo perfume podemos decir que ha embalsamado al mundo entero,
al insertarse su fiesta en el calendario universal. El primero es una
florecilla rubicunda de la Orden seráfica; la segunda es un retoño de la
Compañía de Jesús, de cuya recia espiritualidad se nutrió, y la tercera es
una gloria de la Orden dominicana, de la cual fue terciaria y cuyo espíritu
poseyó con plenitud.
Santo Rosa vino al mundo cuando ya tocaba a su ocaso el gran siglo de
España, el siglo xvi. Su vida, breve, interior, escondida, carece del
movimiento y dramatismo que llama la atención en las vidas de los grandes
apóstoles, de los grandes misioneros, de los personajes epónimos que llevan
el sobrenombre de "magnos" y que hacen época en la historia de la Iglesia y
del mundo.
Así resume el Breviario Romano—"pro festo simplificato"—su vida admirable,
apegándose con fidelidad a la verdad histórica, según consta en los
procesos: "La primera flor de santidad de la América meridional, Santa Rosa,
virgen, nacida en Lima, de padres cristianos, ya desde la cuna empezó a
resplandecer con los indicios de su futura santidad, porque su rostro
infantil, tomando la apariencia de una rosa, dio ocasión a que se le diera
este nombre. Para no verse obligada por sus padres a contraer matrimonio,
cortó ocultamente su bellísima cabellera. Su austeridad de vida fue
singular. Tomado el hábito de la Tercera Oden de Santo Domingo, se propuso
seguir en su arduo camino a Santa Catalina de Sena. Terriblemente
atormentada, durante quince años, por la aridez y desolación espiritual,
sobrellevó con fortaleza aquellas agonías más amargas que la misma muerte.
Gozó con admirable familiaridad de frecuentes apariciones de su Angel
Custodio, de Santa Catalina de Sena y de la Virgen Madre de Dios, y mereció
escuchar de los labios de Cristo estas palabras: "Rosa de mi corazón, sé mi
esposa". Famosa por sus milagros antes y después de su muerte, el papa
Clemente X la colocó en el catálogo de las santas vírgenes". Hasta aquí el
Breviario Romano.
Pero esta vida humilde y oculta entraña un mensaje de gran trascendencia que
bien podemos calificar de providencial y actualísimo. Providencial para su
tiempo, y de perenne actualidad, porque contiene la quintaesencia del
Evangelio y va directamente contra el espíritu que anima al renacimiento
pagano, que es una de las características de los tiempos modernos.
Ateniéndonos a lo principal y considerando la necesidad des los tiempos,
señalaremos cuatro renglones en este mensaje realmente completo y ecuménico:
Amor, oración, pureza y sacrificio.
El mundo de aquel entonces, mundo del Renacimiento y de la Reforma, que
exaltaba exageradamente los valores naturales y paganos y subestimaba todo
lo sobrenatural, necesitaba, además del anatema fulminado contra sus errores
y de la palabra de los heraldos de la verdad, el lenguaje contundente de los
hechos, la doctrina de Cristo vivida en toda su integridad, y eso tuvo en
los numerosos santos suscitados por Dios en el siglo xvi y lo vio
admirablemente confirmado en aquel retoño del Nuevo Mundo que fue Santa
Rosa, alma que desde la más tierna edad supo valorar las realidades
sobrenaturales, alma totalmente abrasada en divina caridad, que a los cinco
años se consagraba íntegramente al Esposo inmaculado, que para Él sólo vivía
y que mereció al fin de su carrera escuchar de labios de Cristo esta
declaración de amor, incomprensible para el mundo: "Rosa de mi corazón, sé
tú mi esposa". Ese amor con el cual nuestra Santa se esforzaba en
corresponder a Cristo, y Cristo Crucificado, es clave que nos explica el
sesgo heroico de su vida: su fuga del mundo sin dejar de vivir en medio de
él; su vida eremítica en minúscula celda construida con sus manos; su
rompimiento con toda vanidad; el tanto furor con que armaba su brazo y
flagelaba su carne inocente en anhelo insaciable de asemejarse más y más a
su Amado divino; su fina sensibilidad para descubrir la presencia y vestigio
de Dios en todas las cosas.
Aún se conserva y se visita con mucha edificación, al lado de su casa, un
cuarto que la caridad de la Santa convirtió en pequeño hospital, al cual
ella conducía a enfermas encontradas en extrema miseria y que tenían la
dicha de recibir de las manos de nuestra Santa una atención cuya delicadeza
y heroísmo rayan en lo increíble. Cosa parecida acontecía tratándose de las
necesidades de orden moral, a cuyo remedio acudía solícita nuestra Santa en
cuanto de ella dependía, preocupándose por la evangelización y atención
espiritual de los indios, de los negros, de los infieles, y, al no poder
ocuparse de esto por sí misma, recomendándolo a quienes podían y
contribuyendo con limosnas que ella misma colectaba al sostenimiento de
algún seminarista pobre, como verdadera precursora de la Obra de Vocaciones.
Esta divina caridad, de flama tan seráfica al elevarse hacia Dios y de
sentido tan humano al extenderse hacia el prójimo, encendió en el alma de
Rosa la luz de la contemplación, y ciertamente en grado eminente. Así lo
persuaden sus hechos, sus escritos y el testimonio unánime de quienes la
conocieron y trataron, tal como aparece en los Procesos y en el amplio
estudio de los Bolandistas. Aquel amor a la soledad; aquella asiduidad con
que frecuentaba y pasaba largas horas en su celdita de anacoreta, que aún
subsiste; aquella fervorosa vida eucarística, tan rara en su tiempo; aquella
filial devoción a la Madre de Dios; aquel espíritu de penitencia y amor
apasionado a la cruz, son indicios ciertos de la intimidad con Dios y de la
elevación habitual en que vivía su alma. El padre Villalobos asegura en su
declaración que "había alcanzado una presencia de Dios tan habitual, que
nunca, estando despierta, lo perdía de vista". El doctor Castillo, íntimo y
autorizado confidente y examinador de la Santa, asegura que desde los cinco
años empezó a practicar la oración mental y que a partir de los doce hasta
su muerte su oración fue la que los autores místicos llaman unitiva. Y, en
general, como asevera L. Hansen, O. P., el testimonio de sus directores, los
padres de la Orden de Santo Domingo y de los varios padres de la Compañía de
Jesús que largamente la conocieron y trataron, es unánime al reconocer los
dones extraordinarios de oración con que el Señor la regaló, elevándola
hasta los más altos grados de la vida mística.
Es también la divina caridad en que se abrasaba aquella alma santa la que
explica los dos rasgos que la oración litúrgica de su fiesta señala como
característicos de su espiritualidad: la pureza y el sacrificio:
"Virginitatis et patientiae decore Indis florescere voluisti". Porque el
amor, o encuentra parecidos a los que se aman, o los hace tales. Enamorada
de Jesús Crucificado, Santa Rosa se aplicó con invencible constancia a
reproducir en sí misma la imagen del Divino Modelo de quien proféticamente
se dice en el Cantar de los Cantares 5,10: "Dilectus meus candidus et
rubicundus": mi amado es cándido y rubicundo. Es blanco, dicen los sagrados
intérpretes, por su pureza y santidad sin límites, y es rojo por su
sacrificio de redención.
La contemplación de esa pureza y santidad hizo nacer en Santa Rosa el anhelo
de la imitación y la movió a realizarlo en forma extraordinaria. Conserva
hasta la muerte su inocencia bautismal; hace a los cinco años voto de
virginidad; rechaza sin vacilaciones toda proposición de matrimonio, aun
cuando sea su propia madre quien porfiadamente la haga; afea con varias
industrias su natural hermosura; corta sin miramientos su blonda cabellera;
se niega a aceptar el nombre de Rosa, por parecerle llamativo y peligroso,
hasta que la Santísima Virgen completa y santifica ese hombre, llamándola
Rosa de Santa María; únese a Cristo con el vínculo del matrimonio
espiritual, vínculo inefable que transporta a la tierra el misterio de los
desposorios inmaculados de la Patria eterna, y sigue hasta el fin de su vida
las huellas luminosas de aquella Virgen que la toma por suya y le comunica
un reflejo de su pureza singular.
Pero, para que la semejanza con Jesús Crucificado sea perfecta, Rosa tendrá
que ser para Él "lirio entre espinas", y a este fin afligirá su carne
inocente con toda suerte de maceraciones: ayunos, vigilias, cilicios,
disciplinas, austeridades que llenan de asombro y que más son para admirarse
que para imitarse.
Configurada así con la Divina Víctima durante su vida, sólo faltaba el rasgo
supremo de la muerte para que la semejanza fuera perfecta, y la muerte vino
con sus terribles angustias y dolores a convertirla en un acabado retrato
del "Varón de dolores", si bien esta colmada medida de dolor no pudo
impedir, 'ni siquiera a la hora de la agonía, aquel gozo íntimo que la había
acompañado durante la vida, escondido en la parte superior de su alma y que
se exteriorizó en alguna forma, momentos antes de morir, en el jubiloso
canto de amor que, al son de la vihuela, entonó por indicación suya una de
sus más fieles discípulas, Luisa de Santa María, que la acompañaba en aquel
angustioso trance.
Así consumaba su sacrificio y preludiaba el cántico nuevo de la
bienaventuranza la admirable virgen Santa Rosa, exhalando el último suspiró
en la fecha que ella misma había anunciado, 24 de agosto de 1617, fiesta de
un santo a quien ella honró durante su vida con una devoción especial y sin
duda con luz profética, el apóstol San Bartolomé.
La oportunidad del mensaje de la gran Santa limeña con relación a las
necesidades de su .tiempo, el interés permanente de sus grandes lecciones
sobre puntos esenciales de la espiritualidad cristiana, las dotes naturales
y sobrenaturales con que Dios la adornó a fin de que pudiera transmitir al
mundo un mensaje de tanta trascendencia, explican la aceptación general y
entusiasta del mismo, su rápida difusión a través de las muchas obras
escritas sobre la Santa, la extensión de su culto a todo el continente ya
desde los tiempos coloniales, y asegura una creciente gloria, una
supervivencia real en el porvenir a la que justamente ha sido declarada por
la Santa Sede Patrona de América e incluida en el catálogo de los santos,
cuya fiesta anualmente celebra la Iglesia universal. Traducimos a
continuación la expresiva y devota oración litúrgica con que se la invoca en
el mundo entero: "Oh Dios Todopoderoso, fuente de todo bien, que has querido
que Santa Rosa floreciera en las Indias con el encanto de su virginidad y
paciencia, y para ello la preveniste con el rocío de tu gracia: concédenos a
nosotros tus siervos, que corriendo en pos de sus perfumes suavísimos,
merezcamos ser el buen olor de Jesucristo. Que contigo vive y reina en la
unidad del Espíritu Santo Dios por todos los siglos. Así sea".
(NBCD)
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P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J. - Rosa de Lima, Guía de Santidad
Lecturas: Eco 3,16-24; S. 15; Flp 3,8-14; Mt 13,31-35
Los santos son las personas que han realizado el ideal del Evangelio en los
tiempos y en las circunstancias que les tocó vivir. Las razones que han
movido a la Iglesia a venerarlos –lo cual ha hecho desde sus comienzos– han
sido éstas: una es presentarnos personas, hombres y mujeres como nosotros,
que han vivido en esta tierra, que no han sido ángeles ni han tenido
cualidades y posibilidades casi sobrehumanas, sino personas cualesquiera,
que han ocupado en el mundo y en la Iglesia los puestos más diversos, altos
y bajos, sabios e ignorantes, fuertes y enfermizos, de mucha y poca cultura,
niños, jóvenes y viejos, entre los cuales podemos encontrar personas como
nosotros y aun inferiores en dotes y humanas, que han alcanzado la santidad,
es decir las más altas cotas de virtudes y de parecido con Jesucristo.
Hablando con rigor teológico, a los santos la Iglesia los canoniza –y esto
es lo que significa la palabra “canonizar” – haciéndoles norma y regla de
aplicación del Evangelio en el mundo que vivieron. Son ejemplo y estímulo
para todos nosotros: Si ellos llegaron, también nosotros lo podemos.
En segundo lugar la Iglesia nos los propone también como intercesores.
Estando ya en la presencia del Señor, a los que fueron sus “buenos”
servidores Dios los escucha con especial complacencia y tiene a gala mostrar
el mérito, que tuvieron en su vida mortal, otorgando gracias y favores a los
fieles que piden su mediación. Yo pienso que esta razón tiene menos
importancia que la anterior, pero está en unión con ella. Al concedernos
hasta milagros por medio de los santos, Dios muestra que realizaron el ideal
del Evangelio, nos anima a ello y demuestra a todo el que quiera
honestamente mirar los hechos que Él ha estado y está presente en el mundo
de una manera particularmente activa por medio de los santos.
Voy a seguir los textos de la lectura de la liturgia de la misa para
aplicarlos de alguna manera al itinerario de Santa Rosa y nos estimulen a
nosotros a mantener y aun forzar nuestra marcha hacia santidad. En el caso
de Santa Rosa tuvo comienzo muy temprano. Se verificó palpablemente en ella
la predilección de Jesús por los niños. A los cinco años de edad, hace el
voto de virginidad perpetua, entregándose a Jesús libre, consciente y
responsablemente. Ya a esa edad tuvo la inmensa gracia del encuentro vivo
con Jesús. “El Señor es el lote de mi heredad. Bendeciré al Señor que me
aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Me enseñarás el sendero
de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu
derecha”. Padres y madres que me escuchan, educadores de los pequeños,
tengan en cuenta el caso de Santa Rosa. Son muchos los niños, hijos de
familias cristianas que son objeto de gracias importantes; porque los niños
son los predilectos del Señor. De modo análogo al caso de la Virgen María
que fue liberada del pecado ya en su concepción y además fue entonces llena
de la gracia de Dios, también vuestros hijos en el bautismo no sólo han sido
liberados del pecado, sino que además han recibido la vida de Jesús
resucitado –es decir la gracia santificante– y tal vez la sigan recibiendo
luego con abundancia. Es un error que los padres cristianos retrasen la
formación en la piedad y en la fe hasta los ocho o diez años. Deben estar
atentos a lo que ocurre en sus hijos en el orden de la fe.
El camino de la santidad no puede ser otro que el camino de la cruz. Por no
comprenderlo son pocos los que la alcanzan. Simplemente se entretienen con
rezos, obras piadosas y ayudas caritativas; pero no hacen de la cruz su
profesión; y sin la cruz no hay santidad. Si en algo hay que imitar a
Cristo, hay que hacerlo lo primero en la cruz. Santa Rosa lo comprendió
perfectamente. Era físicamente hermosa, pero incluso llegó a afearse el
rostro en una ocasión en que lo oyó y las mortificaciones para incurrir en
soberbia fueron a veces crueles; como cuando su mamá le colocó como adorno
una especie de corona, cuyas púas se apretó tanto en la cabeza para que le
dolieran que luego no se pudieron quitar sino con gran dolor.
Se propuso seguir como modelo a Santa Catalina de Siena; los ejemplos de los
santos son muy buenos para la santidad. Pero sobre todo el Espíritu le fue
enseñando el camino. Así comprendió pronto la necesidad de la humildad. Y se
dio cuenta de que la obediencia es el primer ejercicio de la humildad:
obediencia a sus padres y obediencia a la Iglesia, representada en sus
confesores.
“Cuanto más grande seas –hemos escuchado en la lectura del Eclesiástico– más
debes humillarte y ante Dios hallarás gracia. Pues grande es el poderío del
Señor y por los humildes es glorificado. Más de lo que alcanza la
inteligencia humana se te ha mostrado ya. Que a muchos descaminó su
presunción; una falsa ilusión extravió sus pensamientos”.
Y como “el Señor a los humildes da su gracia”, Santa Rosa fue agraciada con
una oración extraordinaria y grandes favores divinos. La oración y el
ejercicio de la caridad son lugares comunes en todos los santos. La oración
es el encuentro íntimo con Jesús, es la experiencia de su amor, es el
alimento de la caridad. En la oración se experimenta el amor de Dios y se le
responde con amor. En la oración la fe se ejercita y aguza para ver en el
prójimo a Dios. En la oración se cambian los valores y se apropian los de
Dios. Gracias a la oración se puede llegar a realizar, como en Santa Rosa,
lo escuchado en la carta a los Filipenses: “Todo lo estimo pérdida,
comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por
él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y
existir en él, no con una justicia mía –la de la ley– sino con la que viene
de la fe”.
Rosa vivió la mayor parte de su tiempo encerrada en su casa. Sin embargo el
testimonio de su virtud se conoció por toda Lima. A su muerte los fieles
acudieron en masa a venerarla. Dios hizo realidad en ella –y lo sigue
haciendo –las parábolas de la mostaza y la levadura y cumple la palabra de
Jesús: “Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la
creación del mundo”.
Pidamos a Santa Rosa lo que creamos necesitar para servir mejor a Dios y
sobre todo la generosidad para seguir sus pasos y adquirir las virtudes que
necesitamos en nuestro esfuerzo por la santidad.
(Homilía: Solemnidad de Santa Rosa de Lima
http://formacionpastoralparalaicos.blogspot.com)
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Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima - Homilía
Hoy vísperas de la Solemnidad de Santa Rosa de Lima quiero saludar al Señor
Alcalde de Lince,
a la Señora Directora del Colegio,
Profesores,
Alumnos,
A mi querido Párroco,
A su Vicario parroquial
Y a todos ustedes que hoy estamos aquí en esta Eucaristía,
Pensemos por un instante en la vida de esa mujer, Rosa de Lima, y pensemos
en lo que la Iglesia nos propone como lecturas de la Revelación. Nos propone
en primer lugar para fijarnos en nuestras vidas: “En tus asuntos procede con
humildad y te van a querer más que al hombre generoso, hazte pequeño y
alcanzarás el favor de Dios”. Aquí tenemos toda una tarea, la humildad es la
verdad, la humildad no es agrandar nuestros defectos o disminuir nuestras
virtudes, sino la verdad suena como suena, procuro luchar para evitar mis
defectos y procuro que crezcan mis virtudes. Pero ahí está el tema de la
humildad, que siempre cuando uno tiene que examinarse, sin querer pero a
veces uno puede querer disimular sus defectos, para que engañarnos, la
realidad.
Uno tiene algunas cosas buenas y otras no tan buenas, en eso se nos va la
vida porque como dice el libro del Eclesiástico: Es grande la misericordia
de Dios y Él ayuda a los humildes, no pretendas lo que te sobrepase. Yo creo
que esto es lo que ayudó mucho a Santa Rosa y lo que nos ayudará mucho a
nosotros.
Que cada uno de nosotros acepte sus defectos o trate de superarlos, y le dé
gracias a Dios porque también tiene cosas buenas, pero si falla la humildad
todo se complica, porque uno que maltrata te descalifica, te molesta porque
no lo reconoce, te pone de mal humor porque no le has puesto la nota que él
merecía o no le han pagado lo que él pensaba que debían pagarle, o en la
casa no lo han reconocido. Hermanos, humildad, así te evitas muchos
problemas y Santa Rosa, ¿sabes porque era humilde?, porque ella decía: “Todo
lo que tengo de bueno me lo ha dado Dios”, es una manera bonita de tratar de
ser humildes. Mi familia, mi mujer, tengo salud, mis hijos, inteligencia, lo
que tengas, gracias Señor porque Tú me los has dado.
De esa manera, aquella mujer sencilla fue como nos dice el Evangelio, una
semilla pequeñita y esa semilla pequeñita se ha convertido después de siglos
en miles y miles, yo diría de millones de personas que miran en ella, en el
mundo entero Filipinas, Italia, Estados Unidos, Colombia, Brasil, en todas
partes del mundo existen las parroquias Santa Rosa de Lima, es muy conocida.
Es una mujer sencilla, normal como cualquiera de nosotros, pero se tomó en
serio el intentar ser buena, nada más y Dios vio la humildad, dijo: Con esta
hija mía voy a hacer maravillas.
Por eso la humildad arregla muchas cosas, cuando falta la humildad todo se
complica y vemos que San Pablo nos da una manera de ser humildes, dice:
“Para mí es toda una pérdida comparado con el conocimiento de Cristo Jesús,
todo es una basura con tal de ganar a Cristo”.
Por lo tanto, dedícate unos minutos a leer el Evangelio, a meditar un poco
el Evangelio, acércate al Sagrario o en tu casa al levantarte, cuánta gente
cuando se levanta le da gracias a Dios, le pide ayuda para hacer un buen día
y en la hora de la noche igual se despide. Cuanta gente con ese detalle
pequeño, igual saludas al papá o al abuelo y el papá no pide nada más pero
si faltara ese detalle de cariño, que difícil sería decirle, te quiero mucho
papá, y saludas.
Entonces Jesús dice aquí, todo es una maravilla si conozco a Jesús, yo
solamente te pediría: saluda, dale las gracias, cuando vayas por la calle va
contigo, donde estás ahora en la Iglesia está contigo, ten fe. Por eso Santa
Rosa dedicaba buenos momentos de su vida a la oración, meditaba su vida,
meditaba la vida de Jesús, veía a Jesús en la cruz y decía: Cómo no voy a
poder yo ayudar a los demás si mi Dios está en la cruz, cómo no voy a poder
acompañar a los enfermos, cómo no voy a poder estudiar un poco en el
colegio, obedecer en la casa, cómo no voy a poder perdonar si mi Dios es la
luz.
Con este ejemplo en su corazón que iba cambiando los sentimientos, era una
mujer alegre, era una mujer buena, tenía gran misericordia, buscaba ayudar a
los demás y tú dirás esto está fácil eso lo hago también yo, no, había una
cosa que para mi es como más difícil, Santa Rosa de Lima vivió una vida muy
sacrificada, no se quejaba del frío, del hambre, del dolor, ella se daba
cuenta que para imitar a Jesús, para ser humilde había que sacrificar un
poquito caprichos del cuerpo y caprichos del alma, poco a poco Jesús va
haciendo de esa mujer como tú. Es lo que pido a Ella hoy, convéncelos de que
estás muy cerca, Jesús que estás aquí convéncenos de que nos quieres, nos
conoces, nos buscas, convéncenos. Tú dirás: Pero Cardenal usted está
convencido, necesito como tú que el Señor me aumente la fe porque tantas
veces aunque uno este seguro a lo largo del día en el trabajo, ya te metes
en las cosas y te olvidas de que ese Jesús está contigo, está dentro de ti,
que te quiere más que todo, que te está escuchando, que te está mirando.
Por eso Santa Rosa se da cuenta de que tenía que sacrificarse, yo no pienso
haber conseguido el premio, solo busco una cosa me olvido de lo que queda
atrás, corro hacía la meta, quiero ganar el premio, Dios me busca en mi
trabajo, en mi matrimonio, en mi enfermedad, en donde cada día me busca, me
necesita. Todo eso y mucho más es Santa Rosa, la vida de nosotros encuentra
en ella un gran ejemplo.
Por eso cuando veo aquí a esta alumna del colegio, imagínate que aquí está
Santa Rosa, no hagamos de los santos personas que están dando vueltas como
los gallinazos, los santos son como esos muchachos ejemplares del colegio
así son los santos, las mujeres santas eran como cualquiera de las que están
aquí, no eran de otra galaxia, no tenían unas cosas especiales, se tomaron
su vida en serio, estudiantes, padres de familia, amigos rezaron, se
sacrificaron, ayudaron a los demás y por todo eso nos dice Jesús: El reino
de los cielos se parece a una levadura, que una mujer amasa con tres medidas
de harina y sale un montón de pan.
Por eso hermanos, de que tú te sonrías, de que tú reces, de que tú seas
buena gente depende de mucha gente, y si quieres ser humano mucha gente se
queda sin ayuda de nadie, cuanta gente de su pequeño esfuerzo está esperando
tal vez en un hospital, tal vez arriba en una montaña o tal vez ahora aquí
en la Iglesia, de que tú y yo, decía San Josémaría Escrivá, nos portemos
como Dios quiere, no te olvides depende de muchas cosas grandes. Santa Rosa
una mujer sencilla, limeña que tomó en serio su vida y miles, millones hoy
se reúnen, se alegran, se salvan porque ella es un modelo.
Yo quiero al Colegio Santa Rosa por sus 60 años, a todos sus alumnos y ex
alumnos.
Por eso, le doy gracias a Dios que nos ayuda tanto, le doy gracias a esta
Santa maravillosa y le pido a ella, ayúdanos a ser un poquito mejor hoy, de
esa manera verá que el Perú, la familia, los jóvenes saldrán muy buenos y yo
siempre tengo que pensar, de repente no hay nada, pero chicas, jóvenes si
Dios te llama no tengas miedo, a la gran mayoría los llama al matrimonio,
sean fieles uno con una para toda la vida, eduquen bien a sus hijos. Por lo
tanto jóvenes, si Dios los llama no tengan miedo y si van al matrimonio,
fieles. Que Dios los bendiga.
(Homilía en las vísperas de la Solemnidad de Santa Rosa de Lima 2009)
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Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima - Homilía
Excelentísimo Monseñor, Obispo Castrense, Salvador Piñeiro;
Señor Presidente del Congreso de la República;
Señor Ministro del Interior;
Señores Ministros;
Señor Director General de la Policía;
Autoridades,
Queridos todos, hermanos de esta familia policial y hermanos en Cristo.
Hoy, al celebrar la Solemnidad de Santa Rosa de Lima, patrona de la Policía
Nacional del Perú, Patrona de las Enfermeras. En primer lugar, un saludo y
una oración desde esta Basílica Catedral por todos los policías, hombres y
mujeres, de todos los grados, que en todos los rincones del país, sirven a
la Patria; que sepan que hoy en esta Eucaristía rezaremos por cada uno de
ellos, por sus familias, por sus seres queridos; y también por aquellos que
han fallecido.
Santa Rosa de Lima, junto a esa belleza y bondad que refleja su imagen,
podemos decir que también en palabras más actuales, fue una mujer llena de
valores, en sus épocas diríamos llena de virtudes, santa.
Y pienso que esta tradición de acercarse a la Basílica Catedral, una imagen
que los padres dominicos con tanto cariño conservan en la Basílica de Santo
Domingo.
En este momento podemos decir que las cosas terrenas, las preocupaciones que
a todos nos lleva a tener que trabajar, esforzarnos, luchar. Las cosas
terrenas van bien cuando no olvidamos las superiores, cuando todavía hay
tiempo para elevar la mente a esta santa maravillosa, cuando hay tiempo para
sentarnos un momento de oración. Entonces la luz que viene de Dios, a través
de Santa Rosa, nos ilumina a pensar y a trabajar mejor. No podemos mirar
solo hacia abajo, hay que levantar siempre.
Por eso da mucha alegría cuando uno entra a una comisaría, a una dependencia
policial en cualquier rincón, en un puente alejado, en una torre de alta
tensión, en un centro penitenciario, siempre encontramos que el policía
lleva en su corazón a Santa Rosa, sea pequeña o grande, ahí la encontramos,
y le hace un bien enorme.
Por eso, de la mano de esta mujer, permítanme insistir en que es muy
importante buscar metas mayores y ser una ayuda para quienes intentan
levantarse y encontrar la verdadera luz, siempre hay que levantar la mirada,
hay que buscar en Dios a través de sus santos, esa luz, ese estímulo, que
siendo consciente de nuestra debilidad nos anima a buscar siempre la
felicidad para los demás, el bien.
El Papa actual dice algo muy claro que yo no dudo en afirmar: “La gran
enfermedad de nuestro tiempo es su déficit de verdad. Hay mucha mentira, no
se puede convivir en paz”. La primera violencia es la mentira. Debemos
despertar a la población, que no nos guste escuchar las mentiras ni
promoverlas.
Tantas veces el éxito, la imagen, el dinero, le ha quitado la primacía a la
verdad. Por eso, al contemplar a Santa Rosa le pido para todos: Ayúdanos
para que la verdad presida nuestros trabajos y nuestras vidas. Si
renunciamos a la verdad, si vamos en esa huída a ver cómo sacamos ventaja.
No busquemos la paz social, porque por ahí no viene, está íntimamente unida
la mentira y la violencia. Por eso podemos decir que la verdad duele, es
sólida y resiste. La verdad nos hace libres. Esas palabras de Cristo: Yo soy
el camino, la verdad y la vida.
En estos días, con mucha frecuencia, porque se pone de moda un tema y todos
son cómplices de esa orquesta, pues se pone de moda la seguridad ciudadana y
empiezan a buscar culpables, pero poca gente mira en su interior. ¿Seré yo
culpable de esto? No, yo no mato, no soy asesino, yo no soy pandillero, pero
te pregunto ¿tú te portas bien? Tú, padre de familia, ¿educas en los valores
a tus hijos? Ustedes, medios de comunicación, ¿procuran sembrar valores en
sus programas? Escuelas, colegios y universidades. Se han vaciado de valores
las instituciones, se han vaciado de valores la vida social, se le ha
quitado el alma. No se aplaude la verdad, la valentía, la sinceridad, la
bondad, la honradez, la generosidad, no se aplaude. Nos hemos dejado llevar
por esa seudo cultura del éxito, del poder, de la imagen, del abuso.
Y por eso me atrevo a decir con todo respeto: La policía nacional no puede
ser la que resuelve todo. Pongan ahí padres de familia, alcaldes, directores
de colegio, medios de comunicación, personas de las universidades, de todas
las instituciones, que vuelva a tener éxito el que una persona sea educada,
honesta, sincera; no es una utopía; lo que es una utopía es pensar que habrá
un desarrollo al infinito con una sociedad hueca de valores, sin alma, eso
es una utopía, y lo vamos viendo. Para qué medir tanta delincuencia, si el
delincuente lo tenemos dentro. No tenemos el coraje de enfrentar las cosas
por su nombre. Es la cultura de la finta, la cultura del quedar bien.
Por eso, hermanos, volvamos a sembrar, a todo nivel, el amor y respeto a la
verdad, a la honradez, al orden público, a la justicia. Cómo se va a
arreglar el tráfico si hay millones de carros, taxis, combis; si hay una
superpoblación de carros cómo le pides al policía que dirija el tránsito. No
seamos cínicos. Si se deja que la cultura del atropello público, del
ladronzuelo, que viene de una casa, es hijo de una familia, es alumno o ex
alumno de un colegio, de una escuela, lo conocen en un barrio, pero nadie.
Estamos abusando de una institución tutelar importantísima para la vida
social en el país, y no podemos, no debemos, maltratarla de esta manera.
Levantemos nuevamente nuestra conciencia delante de Dios, veamos con
confianza que Dios no se ha olvidado de nosotros. Que nos demos cuenta que
la Policía no es un instrumento al servicio de la política, es un
instrumento al servicio del país, que es muy diferente, pero llevamos mucho
tiempo haciendo que este maravilloso modelo de familia, hombres, mujeres,
personal subalterno, miembros de la sanidad, oficiales, estén siempre
pendientes del poder político. Así no se avanza, así se destruye.
Por eso, con profundo agradecimiento, los animo familia policial a despertar
la responsabilidad que el país les ha dado, los animo a que sigan mirando en
Santa Rosa el espíritu de servicio, los animo a que tengan esa vocación de
darse a los demás. Todos esperamos con ilusión una mejora y una mejor
retribución para la familia policial, pero todavía más esperamos un resurgir
de valores, lo venimos repitiendo muchas veces, y la Iglesia debe estar en
primer lugar en su escuela, su colegio, en su prédica, las virtudes
cristianas.
Termino invocando a nuestra querida Santa Rosa de Lima, guía a todos tus
hijos de la Policía, bendícelos, protégelos, que Dios bendiga y Santa Rosa
proteja siempre a la Policía Nacional del Perú y a ese cuerpo de enfermeras
que también realizan una tarea maravillosa al servicio de la salud a lo
largo y ancho de todo el país. A todos ustedes que Santa Rosa siga siendo el
ejemplo de santidad, de mujer, de valores. Así sea.
(Homilía en la Solemnidad de Santa Rosa de Lima, Basílica Catedral de Lima,
lunes 30 de agosto de 2010)