ESPERANZA Y SANACION PARA LA MUJER
QUE HA ABORTADO que ha tenido un aborto Hablo desde mi propia experiencia como sacerdote. En
treinta y siete años de ministerio son muchas las mujeres - y también muchos de
sus cómplices - las que han venido a buscar mi ayuda, a confesarse y a pedirme
la absolución de sus pecados de aborto. Durante casi todo mi ministerio
sacerdotal he tenido la delegación episcopal para absolver de este pecado,
reservado por el Derecho Canónico. Y creo que he observado cuidadosamente las
orientaciones que me da la Iglesia para ejercer el ministerio en este campo
particularmente difícil. Pero sólo fue hace algún tiempo cuando descubrí que
tenía que hacer más. Y no sabía cómo hacerlo. No tenía muchos recursos para
desempeñarme, carecía de los conocimientos y de las claves. Pero comencé a
aprender. Algo he aprendido y continúo aprendiendo. Porque en este terreno
todos somos aprendices. Fue precisamente cuando un día llegó a mi oficina una
joven, a quien llamaré Lucía, conocida por mi amistad con su familia, y a quien
consideraba y trataba como amiga. Me preguntó que si podía y quería dedicarle
un buen rato, porque quería hablar conmigo algo muy personal. Le dije que sí,
que la escuchaba. Se produjo un silencio, para mí largo e incómodo. E
inesperado. Porque ella era muy extrovertida y me trataba con mucha confianza.
Por la expresión de su rostro me di cuenta que las palabras no salían de su
garganta. Que tenía como un nudo que no lograba soltar. Después de unos
interminables minutos me preguntó si me imaginaba de qué me iba a hablar. Yo le
dije que me imaginaba que se trataba de su noviazgo y sus cuitas amorosas, como
en otras oportunidades. Ella me dijo que no era de eso y que llevaba tres años
esperando este momento. Pero que no lograba decidirse a hacerlo y que hoy era
el día. Hacía cinco años ella había quedado embarazada como resultado
de una aventura con un joven que yo conocía. Al darse cuenta de su estado, le
hizo saber a él que estaba esperando. De inmediato su novio le dijo que quién
sabe de quién sería ese hijo, porque de él no era, que lo mejor era que
abortara. Que él no podía asumir responsabilidades con ella. Lucía tenía pánico
de enterar a sus padres, por la severidad de su papá y la frágil salud
emocional de su mamá. Se sentía sola y vivía en el silencio su tragedia. Sintió
hasta deseos de no seguir viviendo. Se atrevió a comentarle el asunto a una tía
suya. Y ella de inmediato la convenció de que abortara. Por ese tiempo Lucía tenía 24 años y había abandonado
toda práctica religiosa. Era respetuosa con la orientación espiritual de los
suyos. Pero ella misma había borrado a Dios de su vida. En el momento de realizarse el aborto Lucía estaba
convencida de que había tomado una decisión correcta, más aún, pensaba que no
tenía ninguna otra opción. Y durante mucho tiempo no hizo otra cosa que
repetirse a sí misma que no tenía por qué preocuparse, que no se trataba de una
vida humana, que era sólo un puñado de células, casi como un quiste, lo que le
habían extraído de la matriz. Pero, sin embargo, los días siguientes al aborto no se
acabaron las pesadillas. En medio de su sueño perturbado oía niños que
lloraban, se miraba a sí misma como un criminal que no merecía respeto ni
merecía vivir. En sus largas y dolorosas vigilias se decía a sí misma que esto
no podría haberle pasado a ella, que no era más que una horrible pesadilla.
Pero al salir el sol la luz no disipaba los horrores de su espíritu. Estaba al
borde de la desesperación. Y todo esto lo sufría sola. Se volvió a Dios, pero siempre tenía miedo de que El
no la perdonara. Acudió al sacramento de la penitencia y confesó su pecado.
Estaba arrepentida. El sacerdote que la escuchó en confesión le aseguró que el
perdón que la Iglesia le otorgaba por su ministerio era el perdón que Dios le
ofrecía. Muchas veces más siguió confesando su pecado, pero no llegaba la paz a
su alma. Su alma estaba herida. Sin que nadie se enterara, acudió a varios sicólogos
clínicos que trataron de ayudarle a elaborar su duelo. Pero el recurso que
estos profesionales le aplicaron era como una especie de anestesia cuyo efecto
duraba poco o ni siquiera obraba. Tenía una gran herida en el alma y no había
encontrado algo que la sanara. Hacía lo posible por mantener compostura frente
a los suyos y frente a sus amistades. Pero se había tornado distante y
melancólica. Su madre pensaba que todo esto se debía a que no había sido
afortunada en el amor. Lucía estaba perdonada por Dios. Y por años había
venido expiando su pecado. Ella lo sabía. Era una idea clara en su cerebro,
pero no era una convicción que hubiera entrado en su corazón. Ese día vi claro que Lucía la pecadora era también
otra víctima del aborto. A veces olvidamos eso y descargamos sobre la mujer
todo el peso de la responsabilidad de este horrible crimen. Cuando sabemos que
a su alrededor están otros que también son responsables, y quizás más que ella.
Y son responsables por acción o por omisión, pero no se sienten culpables,
porque parece que se exige de la mujer abortadora que cargue ella sola con todo
el peso de la culpa y de la responsabilidad, cuando los otros corresponsables
se lavan las manos como Pilato. Lucía era otra víctima de su aborto. Su alma estaba
medio muerta y su corazón medio paralizado porque estaba herido. Ese día ella
me dejó ver las hondas heridas no cicatrizadas que seguían sangrando después de
años. La Iglesia le había ofrecido el perdón de Dios, pero ella continuaba sin
sanarse y sin perdonarse a sí misma. Acompañé a Lucía en ese largo proceso de sanación,
pero no como un carismático sanador que tuviera habilidades para orientar el
proceso de sanación, sino como un testigo y como un aprendiz. Como testigo vi
que cuando las fuerzas humanas y los recursos de la ciencia tocan sus propios
bordes y no pueden ir lejos, la gracia del Señor realiza prodigios. Y como
aprendiz pude aprender muchas cosas que después me han servido para seguir
siendo testigo y seguir siendo aprendiz acompañando a otras jóvenes que han
venido en busca de mi ayuda. Quiero repetir, para dejar en claro, que no soy ni me
considero un experto. Y esto lo afirmo no por modestia sino por realismo. Hasta
el momento no conozco ningún experto en este campo. No niego que los pueda
haber. Pero no los conozco. Si los conociera estaría tranquilo para remitirle
los casos que me lleguen. Qué aprendí con
Lucía? 1. Que ante todo tengo que estar disponible para
acoger a estas personas. Lo más cómodo para mí y también lo más acertado sería
remitir estos casos a un profesional en quien se pueda confiar desde el punto
de vista profesional y ético. Pero el hecho es que ella está allí y yo también.
Por alguna razón me buscó y me está pidiendo ayuda. No puedo volver las
espaldas a una mujer que está herida. No puedo pasar de largo como el levita
que iba de Jerusalén a Jericó. El samaritano humanitario es un ejemplo que me
reta como sacerdote. 2. He aprendido que lo que estas mujeres requieren es
nuestra escucha y no nuestras fórmulas salvadoras. Lo que necesita esa mujer
que nos busca es alguien que le escuche los crueles detalles de su historia.
Alguien que no la condene y que le dé una palabra de esperanza. Tal vez, como
ocurrió con Lucía, es la primera vez que se atreve a dejar asomar la realidad
dolorosa de su alma. Y mientras uno la escucha, puede uno observar que ella se
está escuchando a sí misma decir cosas que nunca había dicho a nadie antes.
Habla de su experiencia con su novio, cuando le contaba que estaba embarazada,
quién pagó por el aborto, dónde ocurrió, qué sintió y cómo está viviendo su
experiencia. Y creo que una de las claves más importantes para prevenir el
embarazo indeseado (pero sí buscado) y el aborto es aprender a enfrentar el
trauma post-aborto. Y esto sólo se logra escuchando de primera mano las crueles
realidades que rodean al aborto. 3. He aprendido que estas mujeres no buscan
racionalizaciones que les anestesien el alma por un momento, porque la
anestesia dura poco o no obra en nada. Ella no necesita que le digan que
"eso" no era un sér humano, sino sólo un puñado de células, como un
quiste menudo, y que por tanto no vale la pena inquietarse por eso. Y ella
misma ya ha tratado de administrarse unas dosis de anestesia. El resultado de
estos procedimientos para "desculpabilizar" es con frecuencia
pasajero o, lo que es peor, producen una insensibilización ética que se
extiende como una mancha de aceite y les cubre otros sectores de la vida. Ellas
necesitan que les ayuden a abrir una brecha por la cual dejar asomar el alma y
escaparse así de su negación. De ordinario el aborto es un acontecimiento muy
personal y privado. Por eso es posible que la mujer no llegue nunca a expresar
el duelo que la atormenta. Su sufrimiento puede llegar a interiorizarse y
expresarse en otras formas. Si no se le da el tiempo y se le ofrece la
oportunidad para que exprese el duelo, es posible que este nunca se resuelva y
se enquiste y continúe manifestándose en formas cada vez más patológicas.
Necesita que la dejen expresar la tristeza de su duelo. Nadie se lo ha
favorecido hasta ahora. Llora en secreto por la pérdida de un sér que estaba
muy cercano a ella y que tal vez sólo ahora toma conciencia de lo que ese
pequeño sér significaba para ella en las más profundas capas de su alma. El duelo es una reacción emocional muy compleja que
afecta a la persona muchas veces en su vida. El duelo no puede evitarse; pero
debe ser aceptado, enfrentado y resuelto para volver a funcionar adecuadamente
en la vida, luégo de un período en que se permite a la mujer dejar ver su
tristeza, o que ella misma se lo haya permitido. 4. He aprendido a preguntar, pero no tanto para
coleccionar información sino para ayudarle a la mujer a comprenderse mejor a sí
misma, para que logre dejar salir su dolor y la vergüenza que lleva reprimida.
Tal vez por primera vez ella puede abrirse y compartir sobre su aborto y una
pregunta oportuna y delicada abre la brecha para que ella pueda hablar.
Escuchar no es sólo una actitud pasiva y paciente. Es también interés y esto se
puede demostrar cuando hacemos preguntas adecuadas. 5. He aprendido que acompañar significa asumir el
tiempo y el ritmo vital de estas mujeres cuyo proceso puede ser largo y
difícil. Porque es complejo. Y lo que por naturaleza es complejo no se puede
simplificar arbitrariamente. 6. También he aprendido que en el manejo del trauma
post-aborto la mujer debe enfrentar cinco sectores relacionales en los cuales
debe desplegar su capacidad de comprensión, de perdón y descargarse de los
odios reprimidos. Estos sectores son: Dios, la Iglesia u otra comunidad de
apoyo, los otros (médico, padres, novio o marido, consejeros y cualesquiera que
la hubieran animado al aborto; el bebé muerto y ella misma. a) Ante todo
Dios. No sé si se pueda dar el proceso de sanación del aborto
sin tocar la relación con Dios. Honestamente creo que no. Lo que sé es que en
estas circunstancias la mujer lucha por relacionarse con Dios a medida que la
experiencia del aborto le pesa más. Se da cuenta de que necesita de alguien que
la salve, porque ella no puede salvarse a sí misma. Es frecuente que la
experiencia del aborto sirva como punto de partida para una nueva experiencia
de Dios. Y esta experiencia al principio es dolorosa porque está marcada por la
ambivalencia: busca al Dios Padre que perdona, pero su mente sólo le entrega la
imagen del Dios vengador que le cobra la vida destruída. Se pasa fácilmente de
la esperanza a la duda y de la duda a la desesperanza. Y vienen los reclamos a
Dios, a quien se le culpa porque ocurrió el embarazo. Una joven me decía:
"Mi hermana lleva ocho años buscando el embarazo y en cambio yo quedé
embarazada muy fácilmente. Por qué no le daría Dios ese bebé a mi hermana, que
sí lo quería?". Un dolor sin esperanza desemboca en una cruel y a
veces fatal desesperación. "Dios sí me perdonará?". "Yo quisiera
escuchar una palabra de perdón de parte de El para seguir viviendo". En
cambio cuando brilla una luz de esperanza, de esa esperanza que sólo puede
darnos la fe, entonces la vida vuelve a tener sentido. La reconciliación con
Dios comienza cuando, abandonando el falso camino de la negación de los hechos,
reconocemos que hicimos algo que contraría el plan de Dios y decidimos corregir
nuestro rumbo. b) La Iglesia
o la comunidad de pertenencia. El aborto es un crimen contra
los seres humanos, contra la familia humana a la cual pertenecemos. La Iglesia
Católica posee una reconciliación sacramental formal. No es necesario que ella
publique su pecado. Pero sí conviene que ante alguien que tenga autoridad moral
e institucional reconozca su falta y se reconcilie con esa comunidad humana. c) Otros.
En primer lugar los padres. Muchas veces ellos, aún sin proponérselo, por
acción o por omisión, son factores decisivos en la comisión del aborto. Yo sé
muy bien que esto deja en el alma de la mujer una herida muy difícil de sanar y
que persiste por mucho tiempo. Luégo está el corresponsable del embarazo:
novio, amigo, lo que sea. Cada caso es una historia. Se largó, quiso casarse y
de pronto hasta lo hizo, empujó al aborto o se mantuvo neutral. Esta herida en
la mujer dura por años y con frecuencia evoluciona muy mal en las parejas
casadas. Si no trabajan este punto y lo llevan hasta el perdón y la reconciliación.
Consejeros, amigos, parientes, el que la acompañó a la clínica, quien la
animaba a abortar. "Si estas personas realmente se preocupaban por mí, por
qué no me detuvieron?". d) El hijo abortado. Son muchas las preguntas que
están en la mente de la mujer que abortó y deben tenerse en cuenta: "Dónde
estará mi hijo? Será que me ama aún después de lo que le hice?". Las
respuestas dependen de nuestra formación religiosa. Una respuesta es que el
niño es feliz en el cielo, que no sufre, y que un día se reunirá con ella.
Aunque manejemos estos temas, tenemos que dejarla expresar sus fantasías. Ella
siempre quiere decir a su bebé: "Yo quisiera no haberlo hecho. Puedes
amarme todavía?". Pero ella necesita poderlo compartir también con
alguien. Me he dado cuenta de que, cuando estas mujeres hacen algo por un niño
que no es suyo, comienzan a sentir que están redimiendo su pasado y que lo que
ellas hagan en este sentido, en nombre del bebé abortado, tiene cierto poder
para exorcizar su angustia. e) Perdonarse a sí misma. Es el punto más difícil en
todo este proceso de sanación. Es frecuente que la mujer se eche encima toda la
culpa, inclusive la de los otros. Entre negar la culpa que se tiene y echarse
toda la culpa hay un término medio que no siempre es fácil de lograr. Pero hay
que hacerlo. Quisiera conocer un método para lograrlo. Pero no lo conozco. Sólo
sé que es la oración la que abre el camino, o un testimonio de fe lo que nos
ayuda a saltar la valla y perdonarnos a nosotros mismos. Pero no tengo las claves
para esto. Sólo sé que ha ocurrido y que es un paso importante que la mujer
tiene que dar. A veces es sólo cuando la mujer llega a convencerse de que Dios
sí nos ha perdonado y el apoyo de otras personas cuando comienza a verse a sí
misma desde otro ángulo, como hija de Dios a quien el Señor ama y comprende,
cuando mejoran su autoimagen y su autoestima. Los pasos hacia el perdón y la sanación. Entre las muchas cosas que he leído sobre el tema,
llegó a mis manos un artículo escrito por una mujer que firma bajo el seudónimo
de Loraine Alison y que fue publicado en la revista americana Marriage &
Family (Enero 1990 - pgs.7-9). La autora, una mujer casada, describe
minuciosamente su experiencia del aborto provocado, así como el proceso de
sanación. El título del artículo es de por sí ya muy sugestivo: "Hay
derecho a vivir después de cometer un aborto?". Y luégo el subtítulo nos
entrega una clave muy valiosa: "El deseo de ser perdonada y de sanarse
emocionalmente es el punto de partida". Para mí constituye un aporte muy valioso, que ilumina
mucho este difícil proceso. Lo traduje al español y copias del mismo se las he
dado a muchas mujeres que se debaten en la lucha para lograr su sanación
espiritual. Quiero destacar lo que me parece más importante: los
pasos del proceso de sanación. La sanación es un resultado que no se puede
manipular a voluntad. Sólo se pueden poner circunstancias favorables para que
éste opere. Y considero que conocer los pasos puede ayudar. Ante todo, ella es testigo de primera mano de su propia
historia. Y por eso afirma: "Puede una mujer experimentar el perdón y la
sanación después de un aborto? Por mi propia experiencia yo sé que esto es
posible si hay un deseo sincero de ser perdonada y sanada emocionalmente. No se
trata de un procedimiento fácil o instantáneo, pero lo puede lograr quienquiera
que busque verdaderamente la misericordia de Dios. El mismo procedimiento puede
aplicarse a todos aquellos que estuvieron implicados indirectamente en el hecho
del aborto: esposo, novio, padres, profesionales, médicos y psicólogos, a todos
los que se hallan afligidos y sufren las heridas consecuentes de un aborto
provocado. Aquí resumo brevemente los pasos que fueron necesarios para mí y
para otras mujeres que fueron víctimas de esta tragedia" (los párrafos que
siguen son textuales de la autora). 1. Experimentar el proceso de duelo. El duelo es un
sentimiento sano. Es un momento triste e incómodo pero hay que vivirlo
necesariamente. Al involucrarme activamente en estos programas de recuperación,
he aprendido que el camino hacia reintegración de la persona es muy arduo. La
cólera, la incapacidad para perdonar a todos los que directa o indirectamente
se implicaron en el aborto, la culpabilidad, la tristeza indecible por la
destrucción del bebé, se entrelazan en la experiencia. Pero uno debe llegar a
sobreponerse a estos sentimientos y reconocer el duelo como parte del proceso
que conduce a la sanación. 2. Deseo de perdonarse uno a sí mismo. El perdón de sí
mismo es quizá la fase más difícil de todo este recorrido. Uno ha reducido a
añicos su propia imagen, creyendo haber cometido el más detestable de los
pecados. Muchas de nosotras sentimos la necesidad de castigarnos a nosotras
mismas a consecuencia del aborto cometido. Con frecuencia muchas lo hacemos inconscientemente;
porque no podemos perdonarnos, sentimos que se ahonda en nosotras la necesidad
de autodestruírnos. Al experimentar personalmente el amor de Dios y su perdón,
he des cubierto que Dios no es el Juez iracundo que yo veía en El cuando era niña,
sino que es un Dios que quiere que yo esté en paz y que se acabe mi propio
silencioso sufrimiento. Dios sabía que, como seres humanos que somos, íbamos a
cometer el pecado, pero Dios, como padre amoroso que es, está dispuesto al
perdón. Si nos proponemos reflexionar detenidamente en ese amor que El nos
tiene poco a poco encontraremos la fuerza que necesitamos para perdonarnos a
nosotros mismos. Durante el embarazo nuestro pensamiento se halla
obnubilado por el dolor y el pesar. Con esta torcida manera de pensar tomamos
esa terrible decisión: aborto. Ponemos por obra la decisión y aquí ya no es
posible volver atrás. Para nada nos sirve pasarnos el resto de la vida
odiándonos a nosotras mismas y cargando nuestras miserias. Pero buscar el
perdón, experimentarlo y permitirle a Dios que nos sane, puede dar otra vez
sentido a nuestra vida y comunicarnos la capacidad de vibrar ante el
sufrimiento que otros padecen - o pueden padecer - como hemos sufrido nosotras
mismas. Cumplimos así el mandamiento de "amarnos unos a otros" cuando
compartimos nuestras experiencias de perdón y de sanación con aquellas que no
las han vivido todavía. 3. Aceptar que uno sí cometió un pecado. Cuando por
fin uno ha llegado a perdonarse a sí mismo, ya ha superado un gran obstáculo.
Confiando que hemos sido perdonados, buscamos que se termine el sufrimiento y
el dolor que nos hemos infligido nosotros mismos y comenzamos a caminar hacia
la sanación. Admitimos nuestro pecado y nos responsabilizamos de la acción que
hemos cometido. Al declararnos autores de nuestro pecado, podremos experimentar
una gran sensación de alivio, larga mente esperada. "En verdad lo hice. No
puedo deshacer lo que hice pero espero ser perdonada". Háblele a Dios; El
comprende y reconoce el verdadero arrepentimiento. Si no tiene una oración
propia suya, le ofrezco ésta que yo empleé: "Padre Celestial, vengo ahora a confesarte el
pecado de aborto que he cometido. Por mis propias acciones he traído el
tormento y la muerte a mi hijo y mucha tribulación a mí misma. Te ruego, Señor,
me perdones. Al reconocer que por mi propia voluntad he destruído mucho en mi
propia vida, Te pido tu ayuda para vivir de acuerdo con el plan que tienes para
mí. Como tu hija que soy, te pido que sanes cada parte de mi mente y de mi
cuerpo que sufre todavía de las consecuencias del aborto y dame tu paz. Te
agradezco el amor que me tienes y la piedad que me demuestras. En el nombre de
Jesús. Amén". Recuerde que Dios, con el amor de un perfecto padre,
desea mucho más que uno mismo, que el sufrimiento que padecemos termine.
Indudablemente que vamos a experimentar momentos de angustia y dolor por ese
bebé que nunca tuvimos en nuestros brazos, al que nunca le prodigamos cuidados.
Pero la sanación es un proceso continuo. 3. Decidirse a perdonar a otros. Tal vez el marido, el
novio o los padres hayan presionado para cometer el aborto o retiraron su apoyo
durante este tormentoso momento de nuestras vidas. La desaparición de los
sentimientos de amargura y de rabia hace parte de la sanación. Necesitamos pedir
a Dios ayuda para perdonar a todas las personas que hayan podido influír en la
decisión de abortar. Necesitamos perdonar al personal de la clínica de abortos.
A veces esto parece imposible, pero con la ayuda de Dios se torna posible. 4. Experimentar la realidad. Para muchas de nosotras
el tiempo que sigue al aborto es un tiempo de negación. Este mecanismo de
defensa se apodera de nuestros cuerpos y de nuestras mentes hasta que seamos
capaces de manejar este tremendo dolor y esa sensación de pérdida. Cuando por
fin somos capaces de lograrlo, debemos enfrentar el dolor y poner cara a la
realidad de nuestra acción. Y hacerlo paso a paso. No importa lo doloroso que
pueda ser, es parte del proceso de sanación. 5. Establecer una relación con el niño abortado. Esto
es algo íntimo y a la vez doloroso que hay que hacer. Pensando que el niño
abortado fue justamente eso - un niño - uno puede comenzar a hablarle durante
los momentos tranquilos. La aflicción que tal vez uno llegue a sentir puede ser
ciertamente saludable y es sin duda necesario experimentarla para lograr
perdonarse a sí misma. En estos momentos uno tiene que abrirse a sus propios
sentimientos. Es posible que estas serenas conversaciones se llenen de lágrimas
y dolor, pero abrirán camino a la sanación y al perdón. 6. Llegar a otros. Cada una de nosotras decide cómo
alcanzar a otras personas. Cuando nos ponemos en contacto con otras personas
que están heridas, surgen sentimientos agradables, positivos, respecto de
nosotras mismas. El mismo perdón y la misma sanación que estamos experimentando
pueden ofrecérseles a ellas también. Y una decisión que debemos tomar en
consideración cada una de nosotras es la de comprometernos en la lucha contra
la legalización del aborto. El perdón y la sanación que hemos conocido nos
darán, sin duda, la fuerza para compartir con otros esa paz que hemos logrado. Cada día yo pido a Dios que me dé un corazón capaz de
compadecerse de las personas que se hieren a sí mismas, especialmente de
aquellas que sufren a consecuencia del aborto. Cuando uno llega por fin a
sanarse de este tremendo dolor, lo que uno más quiere es compartir esta
esperanza con quienes todavía no han llegado a experimentarla". Conclusión Lo que he aprendido en la consejería post-aborto es
que realmente el que sana es Dios. Nosotros somos sus ayudas y es un gran
privilegio poder ser la persona que la escucha en nombre del Señor, diciéndole
a esa mujer atribulada: "Si puedo ayudarte, estoy dispuesto a
hacerlo". Y más aún poder decirle como Jesús a la mujer adúltera: "Yo
tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar" (Jn. 8-11).
|
[ Portal ] [ Adopte a un Seminarista ] [ Aborto ] [ Biblia ] [ Biblioteca ] [ Blog siempre actual ] [ Castidad ] [ Catequesis ] [ Consulta] [ Domingos ] [ Espiritualidad ] [ Familia ] [ Flash] [ Gracias ] [ Gráficos-Fotos ] [ Homosexuales ] [ Intercesión ] [ Islam ] [ Jóvenes ] [ Liturgia ] [ Lecturas DomingosFiestas ] [ Lecturas Semana TiempoOrdin ] [ Lecturas Semana AdvCuarPasc ] [ Mapa ] [ Matrimonio ] [ La Misa en 62 historietas ] [ Misión-Evangelización ] [ MSC: Misioneros del Sagrado Corazón ] [ Neocatecumenado ] [ Novedades ] [ Persecuciones ] [ Pornografía ] [ Reparos]] [ Sacerdotes ] [ Sectas ] [ Teología ] [ Testimonios ] [ Textos ] [ Tv Medios Comunicación ] [ Útiles ] [ Vida Religiosa ] [ Vocación a la Santidad ] [ ¡Help Hilfe Ayude! ] [ Faith-English ] [ Glaube-Deutsch ] [ Búsqueda ] [ ] |
[ Portal ] [ Adopte a un Seminarista ] [ Aborto ] [ Biblia ] [ Biblioteca ] [ Blog siempre actual ] [ Castidad ] [ Catequesis ] [ Consulta] [ Domingos ] [ Espiritualidad ] [ Familia ] [ Flash] [ Gracias ] [ Gráficos-Fotos ] [ Homosexuales ] [ Intercesión ] [ Islam ] [ Jóvenes ] [ Liturgia ] [ Lecturas DomingosFiestas ] [ Lecturas Semana TiempoOrdin ] [ Lecturas Semana AdvCuarPasc ] [ Mapa ] [ Matrimonio ] [ La Misa en 62 historietas ] [ Misión-Evangelización ] [ MSC: Misioneros del Sagrado Corazón ] [ Neocatecumenado ] [ Novedades ] [ Persecuciones ] [ Pornografía ] [ Reparos]] [ Sacerdotes ] [ Sectas ] [ Teología ] [ Testimonios ] [ Textos ] [ Tv Medios Comunicación ] [ Útiles ] [ Vida Religiosa ] [ Vocación a la Santidad ] [ ¡Help Hilfe Ayude! ] [ Faith-English ] [ Glaube-Deutsch ] [ Búsqueda ] [ ] |
[ Portal ] [ Adopte a un Seminarista ] [ Aborto ] [ Biblia ] [ Biblioteca ] [ Blog siempre actual ] [ Castidad ] [ Catequesis ] [ Consulta] [ Domingos ] [ Espiritualidad ] [ Familia ] [ Flash] [ Gracias ] [ Gráficos-Fotos ] [ Homosexuales ] [ Intercesión ] [ Islam ] [ Jóvenes ] [ Liturgia ] [ Lecturas DomingosFiestas ] [ Lecturas Semana TiempoOrdin ] [ Lecturas Semana AdvCuarPasc ] [ Mapa ] [ Matrimonio ] [ La Misa en 62 historietas ] [ Misión-Evangelización ] [ MSC: Misioneros del Sagrado Corazón ] [ Neocatecumenado ] [ Novedades ] [ Persecuciones ] [ Pornografía ] [ Reparos]] [ Sacerdotes ] [ Sectas ] [ Teología ] [ Testimonios ] [ Textos ] [ Tv Medios Comunicación ] [ Útiles ] [ Vida Religiosa ] [ Vocación a la Santidad ] [ ¡Help Hilfe Ayude! ] [ Faith-English ] [ Glaube-Deutsch ] [ Búsqueda ] [ ] |
[ Portal ] [ Adopte a un Seminarista ] [ Aborto ] [ Biblia ] [ Biblioteca ] [ Blog siempre actual ] [ Castidad ] [ Catequesis ] [ Consulta] [ Domingos ] [ Espiritualidad ] [ Familia ] [ Flash] [ Gracias ] [ Gráficos-Fotos ] [ Homosexuales ] [ Intercesión ] [ Islam ] [ Jóvenes ] [ Liturgia ] [ Lecturas DomingosFiestas ] [ Lecturas Semana TiempoOrdin ] [ Lecturas Semana AdvCuarPasc ] [ Mapa ] [ Matrimonio ] [ La Misa en 62 historietas ] [ Misión-Evangelización ] [ MSC: Misioneros del Sagrado Corazón ] [ Neocatecumenado ] [ Novedades ] [ Persecuciones ] [ Pornografía ] [ Reparos]] [ Sacerdotes ] [ Sectas ] [ Teología ] [ Testimonios ] [ Textos ] [ Tv Medios Comunicación ] [ Útiles ] [ Vida Religiosa ] [ Vocación a la Santidad ] [ ¡Help Hilfe Ayude! ] [ Faith-English ] [ Glaube-Deutsch ] [ Búsqueda ] [ ] |