24. SUBIDA DE SALOMON AL TRONO: David un hombre según el Corazón de Dios según la Escritura y el Midrash
Emiliano Jiménez Hernández
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Como ya está contado, una tarde se hallaba David en la terraza del palacio
contemplando junto al profeta Natán la ciudad que se extendía a sus pies. El
rey dijo a Natán:
-Mira, yo habito en una casa de cedro mientras que el Arca de Dios habita en
medio de una tienda. Quisiera construir para Dios una bella casa de piedra y
de cedro.
Pero aquella misma noche, Dios habló al profeta Natán:
-Vuelve a casa de mi siervo David y dile:
-No serás tú quien me edifique una casa, porque has sido un hombre de
guerra. Un hijo tuyo, hombre de paz, será quien edifique mi Templo.
¿Cuál de sus hijos será su sucesor en el trono y que lleve a término la
construcción del Templo? Absalón está muerto. Por orden de edad la sucesión
corresponde a Adonías. Pero David hace tiempo que ha elegido a Salomón, el
hijo de Betsabé. Hasta se lo ha prometido con juramento a la madre ante el
profeta Natán.
El rey David es ya viejo, de edad avanzada, y no consigue entrar en calor.
Los suyos le tienen que buscar a la sunamita Abisag para que duerma en su
seno y dé calor al rey. Adonías, en cambio, no duerme, pues ambiciona el
trono. Se preparó una carroza, caballos y una escolta de cincuenta hombres.
Buscó además aliarse con Joab, el aguerrido general del ejército de David, y
con el sacerdote Abiatar. Ambos apoyaron a Adonías. Pero no logró poner de
su parte al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a los veteranos de David.
Con todos los demás se dirigió a la Piedra de Zojélet, junto a la fuente de
Roguel, a ofrecer un sacrificio. Al banquete invitó a todos sus hermanos,
exceptuando a Salomón.
Tampoco duermen Natán y Betsabé. Entre los dos traman un plan para frustrar
las ambiciones de Adonías. Precedida de un adormecedor aroma a mirra,
Betsabé, aconsejada por el profeta Natán, penetra en la estancia real. Como
una tigresa, que defiende la primogenitura de su hijo, Betsabé envuelve a
David con un torrente de palabras:
-Señor mío, tu juraste a tu servidora por el Señor, tu Dios: "Tu hijo
Salomón me sucederá en el reino y se sentará en mi trono". Pero ahora
resulta que Adonías se ha proclamado rey sin que tú, mi señor el rey, lo
sepa. Ha sacrificado toros, terneros cebados y ovejas en cantidad y ha
invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y al general Joab,
pero no ha invitado a tu siervo Salomón. Ahora, mi señor el rey, todo Israel
está pendiente de ti, esperando que les anuncies quién va a suceder en el
trono al rey, mi señor; porque el rey va a reunirse con sus padres y mi hijo
y yo vamos a aparecer como usurpadores.
Mientras aún estaba hablando, según lo convenido, llegó el profeta Natán a
reforzar las intrigas de Betsabé. Avisaron al rey:
-Aquí está el profeta Natán.
Natán se presentó al rey, se postró ante él rostro en tierra y dijo:
-Rey, mi señor, ¿es que tú has dicho: "Adonías me sucederá en el reino y se
sentará en mi trono"?
Y remachó todo lo dicho por Betsabé, según tenían ensayado, añadiendo:
-Ahí están banqueteando todos y aclamando: "¡Viva el rey Adonías!". Si esto
se ha hecho por orden de mi señor el rey, ¿por qué no habías comunicado a
tus siervos quién iba a sucederte en el trono?
David, a quien todos desean que marche a reunirse con sus padres, mientras
le narran los mil particulares de la historia de Adonías, se vuelve hacia su
interior y eleva su oración:
Señor, has reducido mis días a un palmo
y mi vida no es nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
sus días pasan como pura sombra.
Por un soplo se afana, atesora
sin saber a quién legar sus bienes.
Ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza, escucha mi oración,
y no seas sordo a mi llanto,
porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplaca tu ira, dame respiro,
antes de que pase y no exista.
Cuando Natán y Betsabé acabaron de hablar, se hizo silencio en la estancia y
David volvió en sí. Les miró por un momento, mientras pensaba para sí:
"Demasiado bello y ambicioso Adonías, como Salomón demasiado sabio y
sentimental". Pero Betsabé y Natán le enfrentan con toda la expectación del
pueblo. Le fuerzan a que concluya con la ambigüedad. Piensan que ya es hora
de hacer público lo que ha jurado en secreto. Sí, él no será perjuro ante el
Señor. De nuevo repetirá su juramento:
-Vive Yahveh, que libró mi alma de toda angustia, que como te juré por
Yahveh, Dios de Israel, diciendo: "Salomón tu hijo reinará después de mí, y
él se sentará sobre mi trono en mi lugar", ¡así lo haré hoy mismo!
Conseguido lo que deseaba, Betsabé obsequiosa se inclinó rostro en tierra
ante el rey, y dijo:
-¡Viva siempre el rey David, mi señor!
David quiere concluir y convoca inmediatamente al sacerdote Sadoc, al
profeta Natán y a Benayas, hijo de Yehoyadá, y les ordena:
-Tomad con vosotros a los veteranos de vuestro señor, montad a mi hijo
Salomón sobre mi propia mula y bajadle a Guijón. Allí el sacerdote Sadoc y
el profeta Natán le ungirán como rey de Israel. Luego tocaréis el cuerno y
que todos griten: ¡Viva el rey Salomón!
Benayas respondió en nombre de todos:
-Amén. Así habla Yahveh, Dios de mi señor el rey. Como ha estado Yahveh con
mi señor el rey, así esté con Salomón y haga su trono más grande que el
trono de mi señor el rey David.
David, que ya no se deja impresionar por las grandes frases, añadió:
-Luego subiréis detrás de Salomón, y cuando llegue se sentará en mi trono y
me sucederá en el reino, porque lo nombro jefe de Israel y Judá.
Al son de flautas, armando tal algazara que la tierra se estremecía por el
estruendo, acompañaron a Salomón y lo sentaron en el trono de David.
Terminado el alboroto, David llamó a Salomón y le hizo estas
recomendaciones:
-Yo me voy por el camino de todos. Guarda las normas de Yahveh, tu Dios,
caminando por sus sendas, guardando sus preceptos, como están escritos en la
Ley de Moisés, para que tengas éxito en todas tus empresas, adondequiera que
vayas. Así el Señor cumplirá la promesa que me hizo: "Si tus hijos siguen mi
camino, marchando en mi presencia con fidelidad, amándome con todo su
corazón y con toda su alma, no te faltará un descendiente en el trono de
Israel".
Salomón se sentó en el trono de su padre y el reino se afianzó sólidamente
en su mano. Salomón ofreció holocaustos al Señor en Gabaón y el Señor le
dijo:
- Pídeme lo que quieras que te dé.
Salomón dijo:
-Tú has tenido gran amor a tu siervo David, mi padre, porque él ha caminado
con fidelidad, con justicia y rectitud de corazón contigo. Tú le has
conservado este gran amor y le has concedido que hoy se siente en su trono
un hijo suyo. Ahora Yahveh, mi Dios, tú has constituido rey a tu siervo en
lugar de David, mi padre, pero yo soy un muchacho pequeño, que no sabe salir
ni entrar. Tu siervo está en medio del pueblo que has elegido, pueblo tan
numeroso que no se puede contar. Concede, pues, a tu siervo un corazón que
entienda para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal,
pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo?
Agradó a Dios la oración de Salomón y le dijo:
-Porque has pedido discernimiento, y no larga vida o riquezas o la muerte de
tus enemigos, te concedo un corazón sabio e inteligente como no lo hubo
antes ni lo habrá jamás. Y también te concedo lo que no has pedido: riquezas
y gloria. Si andas por mis caminos, como anduvo David tu padre, yo
prolongaré los días de tu vida.
Salomón amaba a Dios, siguiendo el camino de su padre David. Se sentía hijo
de la promesa de Dios a su padre, que él mismo oyó repetida:
-Por este templo que estás construyendo, yo te cumpliré la promesa que hice
a tu padre David: habitaré entre los israelitas y no abandonaré a mi pueblo
Israel.
Cuando el templo estuvo terminado, Salomón hizo llevar a él las ofrendas que
había preparado su padre: plata, oro y vasos, y los depositó en el tesoro
del templo, bendiciendo al Señor:
-¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel! Que a mi padre, David, con la boca
se lo prometió y con la mano se lo cumplió.
Y, aunque en su vejez, el corazón de Salomón, arrastrado por sus mujeres, se
desvió del Señor, sin mantenerse fiel al Señor, como el corazón de David, el
Señor mantuvo su palabra, "en consideración a mi siervo David y a Jerusalén,
mi ciudad elegida". El Señor dejará una tribu a la descendencia de Salomón
"para que mi siervo David tenga siempre una lámpara ante mí en Jerusalén".
La memoria de David queda en la historia de Israel como signo de esperanza
eterna, pues a él está ligada la promesa del Señor. Cuando todo parezca
venirse abajo por culpa de los reyes malvados, Dios perdona "en
consideración a mi siervo David". Por amor a David mantiene su descendencia
en Judá, aunque Roboán haya hecho méritos para perderlo todo. Por amor a
David, Dios pasa por alto los pecados de Abías y Jorán. Por amor a David
libra al pueblo de la invasión del rey Senaquerib. La promesa de Dios es
irrevocable. La lámpara de David sigue encendida ante el Señor en
Jerusalén... hasta que llegue "el que ha de venir".