El Rosario de la Virgen María, difundido en el segundo Milenio bajo el soplo de Dios
Rece el Rosario y
contemple cada misterio para:
Recordar a Cristo con María
Comprender a Cristo desde María
Configurarse a Cristo con María
Rogar a Cristo con María
Anunciar a Cristo con María.
Introducción
MISTERIOS DE GOZO
MISTERIOS DE LUZ
MISTERIOS DE DOLOR
MISTERIOS DE GLORIA
Descargar el documento en formato Word
"El Rosario de la Virgen María, difundido en el segundo Milenio bajo el
soplo de Dios..., en su sencillez y profundidad, sigue siendo en el
tercer Milenio una oración de gran significado, destinada a producir
frutos de santidad... En el Rosario, el pueblo cristiano aprende de
María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la
profundidad de su amor" (San
Juan Pablo II, Rorsarium Virginis Mariae 1).
Con el trasfondo de las Avemarías, nos dice Juan Pablo II, en el rezo
del Rosario pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la
vida de Jesucristo. Los misterios -gozosos, luminosos, dolorosos y
gloriosos- nos ponen en comunión vital con Jesús a través del corazón de
su Madre. Y, al mismo tiempo que nos unimos con Cristo, el Rosario nos
ayuda a sintonizar con el ritmo de la vida humana, dejando pasar por
nuestro corazón la necesidades de la Iglesia, de la humanidad, de las
personas a las que nos sentimos más unidas.
Recitar el Rosario es contemplar con María el rostro de Cristo. Con este
texto queremos ayudar a descubrir ese rostro de Cristo, que se nos
ofrece en la liturgia. Pues el Rosario "da soporte, introduce, recuerda
y ayuda a vivir la Liturgia con plena participación interior, recogiendo
así sus frutos en la vida cotidiana" (RVM 4).
El rezo del Rosario, en nuestra sociedad dispersiva y angustiada por
tantas urgencias, exige un ritmo tranquilo, que sosiegue el espíritu del
hombre y le lleve a descansar en el remanso de la contemplación. Juan
Pablo II nos invitar a recorrer con María cinco pasos:
-Recordar a Cristo con María
-Comprender a Cristo desde María
-Configurarse a Cristo con María
-Rogar a Cristo con María
-Anunciar a Cristo con María.
Estas páginas no tienen otra finalidad que ayudar a vivir estas cinco
cosas. A recordar a Cristo con María nos ayudan los prefacios de las
fiestas marianas. A comprender a Cristo con María es a lo que nos lleva
la Escritura, las lecturas de las celebraciones de la Virgen. A
configurarnos con Cristo nos ayuda meditar con María la palabra
recibida. Para rogar a Cristo con María nos servimos de la oración
colecta de la fiesta que celebra ese misterio que meditamos. Y
concluimos con una breve reflexión que nos mueva a transmitir a los
demás lo contemplado: Anunciar a Cristo con María.
"Hacer memoria" con María de los misterios de Cristo significa abrirse a
la gracia que Cristo nos alcanzó en ellos. Su encarnación, su vida,
muerte y resurrección, al recordarlos en la liturgia, se actualizan para
nosotros. El rezo del Rosario prolonga en la vida diaria la acción
litúrgica. De este modo, María nos introduce gradual y progresivamente
en el conocimiento de Cristo. No se trata de un conocimiento frío,
intelectual, sino existencial, vivencial, que comporta la configuración
con Cristo, el "tener los mismos sentimientos de Cristo" (Flp 2,5),
"revestirse de Cristo" (Rm 13,14). María, figura de la Iglesia Madre,
nos configura, nos modela, "nos da la forma de Cristo" (Cf Ga 4,19). Así
Cristo, mediante el Espíritu, ora en nosotros. Y María, Esposa de Cristo
en el Espíritu Santo, es la "ayuda adecuada" en la oración. Como dice el
Catecismo: "La oración de la Iglesia está como apoyada en la oración de
María" (CEC 2679).
El rezo de Rosario, que modela al cristiano según el corazón de Cristo,
el da el impulso misionero para anuncia a Cristo con María, diciendo a
todos: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2,5)
Volver
Arriba
MISTERIOS DE GOZO1
1. La Encarnación del Hijo de Dios2
El primer ciclo, el de los "misterios gozosos", se caracteriza
efectivamente por el gozo que produce el acontecimiento de la
encarnación. Esto es evidente desde la anunciación, cuando el saludo de
Gabriel a la Virgen de Nazaret se une a la invitación a la alegría
mesiánica: "Alégrate, María". A este anuncio apunta toda la historia de
la salvación, es más, en cierto modo, la historia misma del mundo. En
efecto, si el designio del Padre es de recapitular en Cristo todas las
cosas (cf. Ef 1, 10), el don divino con el que el Padre se acerca a
María para hacerla Madre de su Hijo alcanza a todo el universo. A su
vez, toda la humanidad está como implicada en el "fiat" con el que Ella
responde prontamente a la voluntad de Dios.
Recordar a Cristo con María...
Porque la Virgen creyó el anuncio del ángel: que Cristo, por obra
del Espíritu Santo, iba a hacerse hombre por salvar a los hombres; y lo
llevó en sus purísimas entrañas con amor. Así, Dios cumplió sus promesas
al pueblo de Israel y colmó de manera insospechada la esperanza de los
otros pueblos.
Comprender a Cristo desde María...
So 3,14-15: Alégrate, hija de Sión, Yahveh está dentro de ti
1Co 15,10: Por la gracia de Dios soy lo que soy
Lc 1,2638: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo
Configurarse a Cristo con María...
María es "la llena de gracia", colmada gratuitamente la gracia de su
Hijo. También nosotros, junto con María "hemos recibido de su plenitud
gracia tras gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la
gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo" (Jn 1,16-17). María
es un icono de la gracia de Dios para todos nosotros. La gracia,
presencia de Dios en ella, hace de María la Panagia, la toda santa. "El
Señor está contigo", le dice el Ángel. El esplendor de la santidad de
Dios se refleja plenamente en María. Así ella es la figura de la
Iglesia, que según el designio de Dios es "toda gloriosa, sin mancha ni
arruga o algo semejante, sino santa e inmaculada" (Ef, 5,27). María, la
llena de gracia, muestra a la Iglesia, a cada cristiano, que todo
comienza con la gracia, con la elección gratuita de Dios, que en Cristo
se acerca a nosotros para configurarnos con Él.
Rogar a Cristo con María...
Dios todopoderoso, que, según lo anunciaste por el ángel, has
querido que tu Hijo se encarnara en el seno de María, la Virgen, escucha
nuestras súplicas y haz que sintamos la protección de María los que la
proclamamos verdadera Madre de Dios.
Anunciar a Cristo con María...
La fe de María, en el instante de la Anunciación, es la culminación de
la fe de Israel. Dios colocó a Abraham ante una promesa paradójica: una
posteridad numerosa como las estrellas del cielo cuando es ya viejo y su
esposa estéril. "Abraham creyó en Dios y Dios se lo reputó como
justicia" (Gn 15,5). Así es como Abraham se convirtió en padre de los
creyentes "porque, esperando contra toda esperanza, creyó según se le
había dicho" (Rm 4,18). Como Abraham cree que Dios es capaz de conciliar
la esterilidad de Sara con la maternidad, María cree que el poder divino
puede conciliar la maternidad con su virginidad.
A los hombres, los mensajeros de Dios se dirigen siempre con el mismo
saludo del ángel a María: "Gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro,
y del Señor Jesucristo. Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a
causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, pues
en El habéis sido enriquecidos en todo..., pues ya no os falta ningún
don de gracia" (1Co 1,1-6). Pablo no se cansa de anunciar a los
creyentes la gracia de Dios. Lo considera como la misión que le ha sido
encomendada por Cristo: "dar testimonio del mensaje de la gracia de
Dios" (Hch 20,24). El "Evangelio es la proclamación de la gracia de
Dios" (Hch 14,3;20,32). Es su misma experiencia: "Por medio de Cristo
hemos obtenido, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos
hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios" (Rm
5,2). María nos enseña a acogen a Cristo en nosotros, diciendo con ella:
"He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38).
2. La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel
3
El regocijo se percibe en la escena del encuentro con Isabel, dónde
la voz misma de María y la presencia de Cristo en su seno hacen "saltar
de alegría" a Juan (cf. Lc 1, 44).
Recordar a Cristo con María...
Que por las palabras proféticas de Isabel, movida por el Espíritu
Santo, nos manifiestas la grandeza de la Virgen María. Porque ella, por
su fe en la salvación prometida, es saludada como dichosa, y por su
actitud de servicio es reconocida como Madre del Señor por la madre del
que le iba a preceder.
Comprender a Cristo desde María...
Ct 2,8-14: Llega mi amado, saltando sobre los montes.
Is 52,7: ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero de la
buena nueva...
Lc 1,39-56: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
2S 6,2-16: María, que lleva en su seno al Mesías, es el arca de la nueva
alianza
Configurarse a Cristo con María...
"El abrazo suave de la estéril y de la virgen"4 se hace canto
de exultación a Dios ante la mutua experiencia de su bondad gratuita.
Escuchar la voz de María es oír la voz de Cristo. Juan nunca olvido la
voz que le hizo saltar de gozo en el seno de su madre. El Bautista, aún
en el seno de su madre, exulta de alegría al oír la voz del Esposo de la
nueva alianza, presente en el seno de María. Lo evoca más tarde: "El que
tiene a la novia es el novio, pero el amigo del novio, el que asiste y
le oye, se alegra mucho con la voz de novio. Esta es, pues, mi alegría,
que ha alcanzado su plenitud" (Jn 3,29).
Rogar a Cristo con María...
Oh Dios, Salvador de los hombres, que por medio de la bienaventurada
Virgen María, arca de la nueva alianza, llevaste la salvación y el gozo
a la casa de Isabel, concédenos ser dóciles ala inspiración del Espíritu
para poder llevar a Cristo a los hermanos y proclamar tu grandeza con
nuestras alabanzas y la santidad de nuestras costumbres.
Anunciar a Cristo con María...
María nos invita a salir con urgencia a llevar el anuncio de Cristo a
los demás. De forma original nos lo dice San Atanasio, patriarca de
Alejandría, en este comentario del encuentro entre María e Isabel:
María saludó a Isabel: la madre del Señor saludó a la madre del
siervo. La madre del Rey saludó a la del soldado. La Virgen saludó a la
mujer casada. Y cuando se hubieron saludado, el Espíritu Santo, que
habitaba en el seno de María, apremió al que estaba en el seno de
Isabel, como quien incita al propio amigo: ¡De prisa, levántate! Sal,
endereza las sendas del Mesías, para que El pueda realizar la salvación
que se le ha encomendado.
3. El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén5
La alegría, a la que invita el ángel a María, resuena en todo el
evangelio de la infancia según Lucas. La resonancia de esta alegría se
percibe en el saludo de María a Isabel: "Pues así que sonó la voz de tu
salutación en mis oídos, exultó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1,44). Y
es un pregón de alegría el que resuena en la noche de Belén, cuando los
ángeles anuncian a los pastores: "No temáis, os traigo una buena nueva,
una gran alegría, que es para todo el pueblo: os ha nacido hoy un
Salvador" (Lc 2,10).
Recordar a Cristo con María...
Porque por un admirable misterio y por un inefable designio, la
santa Virgen concibió a tu Unigénito y llevó encerrado en sus entrañas
al Señor del cielo. La que no conoció varón es madre, y después del
parto permanece virgen. Se gozó, en efecto, de dos gracias: se admira
porque concibió virgen, se alegra porque alumbró al Redentor.
Comprender a Cristo desde María...
Ga 4,4-7: Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer
Sal 21: Señor, desde el vientre materno tú eres Dios.
Lc 2,15b-19: Encontraron a María y a José y al niño acostado en el
pesebre.
Configurarse a Cristo con María...
La virginidad y maternidad están indisolublemente unidas, iluminándose
mutuamente tanto en María como en la Iglesia. Tanto María como la
Iglesia están virginalmente orientadas a unirse totalmente con Cristo en
el Espíritu Santo, sin dejarse seducir por los ídolos o seducciones
ideológicas del mundo. Por ello, ambas son fecundas, engendrando vida
para el mundo. María es la puerta celestial por la que entró Dios
visiblemente en este mundo. Ahí se manifiesta el título de Virgen Madre.
En efecto, para engendrar a Dios en la carne, tenía que ser virgen, es
decir, desposada con Dios; y como engendró a Dios en la carne, fue
madre.
Romano el Melode pone en labios de María estas palabras dirigidas a su
Hijo: "Tú eres mi fruto, tú eres mi vida. Por ti he sabido quién soy y
que tú eres mi Dios. Por el sello inviolado de mi virginidad, yo puedo
proclamar que tú eres el Verbo inmutable hecho carne"6.
Con la confesión de fe en la concepción y nacimiento virginal de Jesús,
la Iglesia confiesa que Cristo, el Salvador, es puro don, irrupción
gratuita de Dios. Y esto para todo cristiano. La salvación en Cristo es
don y no conquista humana. Cristo es don, que se acoge en la fe, como
María Virgen.
Rogar a Cristo con María...
Oh Dios, que enviaste a tu Hijo, palabra de salvación y pan de vida,
desde el cielo al seno de la santa Virgen, concédenos recibir a Cristo
como ella, conservando sus palabras en el corazón y celebrando con fe
sus misterios.
Anunciar a Cristo con María...
Es María quien muestra a Cristo a los pastores. El Hijo de Dios, hecho
hijo de María, ha asumido la condición humana. La humanidad se oculta
bajo el velo de la humanidad. Los pastores encontraron a Jesús en los
brazos de María y "se volvieron glorificando y alabando a Dios por lo
que habían visto y oído" Lc 2,20). Otros escucharon a los pastores y se
maravillaron, pero ahí quedó todo: "escucharon la palabra, la recibieron
con alegría, pero no echó raíces en ellos" (Lc 8,13). María, en cambio,
"escuchó la Palabra y la conservó en su corazón bueno y recto y dio
fruto con perseverancia" (Lc 8,15).San Agustín nos interroga: "¿Estás
con los pastores que glorifican y alaban? ¿Estás con María que conserva
y medita? ¿O estás con los que simplemente se maravillan? Son dichosos
los que escuchan la palabra y la guardan".
María presenta a Cristo también a los magos, que "entraron en la casa,
vieron al niño con su madre María y lo adoraron postrados por tierra"
(Mt 2,11). Hasta María, donde encuentran a Cristo les guía la estrella.
La estrella, que les guía a Cristo, se hace imagen del caminar cristiano
al encuentro con Dios. El itinerario de los magos es, pues, el símbolo
de la vida cristiana como seguimiento de Cristo, como camino tras las
huellas de Cristo. Quien se instala, como los sacerdotes de Jerusalén,
puede conocer las profecías, pero no encuentra a Cristo. Quien se
instala en la Jerusalén terrestre no subirá a la celeste. Con los magos,
sin embargo, "muchos irán de oriente y de occidente a sentarse en la
mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos" (Mt 8,11). El
creyente verá la luz de la estrella y saldrá de su casa, de su patria, y
llegará "a encontrar al Niño y a María su madre".
4. La Presentación de Jesús en el Templo y purificación de
Nuestra Señora7
Los dos últimos misterios, aun conservando el sabor de la alegría,
anticipan indicios del drama. En efecto, la presentación en el templo, a
la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo
Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será "señal de
contradicción" para Israel y de que una espada traspasará el alma de la
Madre (cf. Lc 2, 34-35).
Recordar a Cristo con María...
Ésta es la Virgen Hija de Sión que, cumpliendo la ley, te presentó
en el templo, gloria de tu pueblo Israel y luz de las naciones. Ésta es
la Virgen puesta al servicio de la obra de la salvación, que te ofrece
el Cordero sin mancha para ser inmolado en el ara de la cruz. Ésta es la
Virgen Madre, gozosa de su descendencia bendita, que sufre por la
profecía del anciano Simeón, pero se alegra por el pueblo que sale al
encuentro del Salvador. De este modo, Señor, disponiéndolo tú, el mismo
amor asocia al Hijo y a la Madre, el mismo dolor los une y una misma
voluntad de agradarte los mueve.
Comprender a Cristo desde María...
Ml 3,1-4: Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis.
Sal 23: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
Lc 2,27-35: A ti, una espada te traspasará el alma.
Configurarse a Cristo con María...
De Belén Jesús sube a Jerusalén, donde el anciano Simeón le proclama
Mesías y Salvador, viendo en El la gloria del pueblo de Israel. Jesús ya
en el seno de su madre comenzó la subida hacia Jerusalén y hacia el
Templo. También ahora es María, la Madre, quien lleva por primera vez a
Jesús a Jerusalén y al templo, para "ofrecerlo" (Lc 2,22) al Padre.
"El primogénito abre el seno materno" (Nm 3,12), permitiendo a los demás
hermanos pasar por él. Jesús ha abierto el seno de la misericordia del
Padre y ha pasado, el primero, a través de la muerte, dejándonos abierto
el acceso al Padre. Así se ha ofrecido al Padre al ser presentado en el
templo: "Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificios y oblación
no quisiste; pero me has formado un cuerpo... para hacer, oh Dios, tu
voluntad" (Hb 10,5.7).
Rogar a Cristo con María...
Te pedimos, Señor, que la Iglesia virgen guarde íntegra la nueva
alianza del amor, e, imitando la humildad de tu esclava, que te presentó
en el templo al autor de la nueva Ley, conserve sin mancha la fe,
fortalezca la esperanza en el cielo, y alimente una caridad intensa.
Anunciar a Cristo con María...
Simeón, es el hombre de la esperanza, iluminado por el Espíritu Santo,
revela a María el significado del rito: el primogénito es ofrecido
totalmente a Dios para salvación de todos sus hermanos. Desde la
Anunciación se le ha dicho a María que su hijo es el Salvador. Simeón se
lo hace presente a la hora de ofrecerlo a Dios en el templo. Y además
Simeón le aclara que su hijo salvará a los hombres como Siervo de Dios,
que será "traspasado por nuestras culpas" (Is 53,5), de modo que también
a ella "una espada le atravesará el alma". María, la mujer en enemistad
desde Eva con la serpiente, se sitúa en el corazón del combate que
acompañará a su Hijo, signo de contradicción: o con El o contra. San
Bernardo nos invita a contemplar el alma traspasada de María, nuestra
madre:
El amor de Cristo es como una flecha elegida, que no sólo hirió el
alma de María, sino que la traspasó, para que en su seno virginal no
quedara ni una pequeña parte vacía del amor y, así, ella amase a Dios
con toda su persona y fuera realmente llena de gracia. La traspasó para
llegar hasta nosotros y que todos nosotros participáramos de su amor y,
así, ella se convirtiera en la madre de aquel amor del que Dios es
Padre.8
5. El Niño perdido y hallado en el Templo9
Gozoso y dramático al mismo tiempo es también el episodio de Jesús
de 12 años en el templo. Aparece con su sabiduría divina mientras
escucha y pregunta, y ejerciendo sustancialmente el papel de quien
"enseña". La revelación de su misterio de Hijo, dedicado enteramente a
las cosas del Padre, anuncia aquella radicalidad evangélica que, ante
las exigencias absolutas del Reino, cuestiona hasta los más profundos
lazos de afecto humano. José y María mismos, sobresaltados y
angustiados, "no comprendieron" sus palabras (Lc 2, 50).
Recordar a Cristo con María...
Ella, en Nazaret, al recibir con fe el anuncio del ángel, concibió
en el tiempo como salvador y hermano para nosotros a tu Hijo, engendrado
desde toda la eternidad. Allí, viviendo unida a su Hijo, alentó los
comienzos de la Iglesia, ofreciéndonos un luminoso ejemplo de vida.
Allí, la Madre, hecha discípula del Hijo, recibió las primicias del
Evangelio, conservándolas en el corazón y meditándolas en su mente.
Allí, la Virgen purísima, unida a José, el hombre justo, por un
estrechísimo y virginal vínculo de amor, te celebró con cánticos, te
adoró en silencio, te alabó con la vida y te glorificó con su trabajo.
Comprender a Cristo desde María...
Ga 4,4-7: Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer..., para que
recibiéramos la filiación adoptiva
Sal 130: Guarda mi alma en la paz, junto a ti Señor
Lc 2,41-52: ¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?
Configurarse a Cristo con María...
"Sus padres iban cada año a Jerusalén, por la fiesta de pascua. Cuando
el niño cumplió doce años, subieron a celebrar la fiesta" (Lc 2,41-42).
Al final, Jesús "bajó con ellos a Nazaret" (v.51). Entre la subida y la
bajada tiene lugar la revelación de Jesús, que llena de asombro a los
que le escuchan en el templo (v.47), y a sus padres (v.48), que "no
comprendieron lo que les decía" (v.50). Esta revelación está compendiada
en las palabras: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo
ocuparme de las cosas de mi Padre?" (v.49). Esta es la primera palabra
de Jesús que nos ha recogido el Evangelio. Desde el comienzo Jesús
pronuncia la palabra fundamental de su vida: "Mi Padre", revelando el
misterio de su ser y de su misión. Su primera palabra se refiere al
Padre que le ha engendrado eternamente y le ha enviado a hacerse hombre
en el seno de María. También a su Padre celestial dirigirá su última
palabra: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46). Y, una
vez resucitado, también sobre el Padre será su última palabra: "Yo
mandaré sobre vosotros el Espíritu que mi Padre ha prometido" (Lc
24,49).
Jesús recuerda a José y a María la ofrenda que han hecho de El al Padre
en su primera presentación en el templo: él se debe a su Padre. Ellos
"no entendieron sus palabras", pero "María las conservó en su corazón".
A través de las palabras de María oímos el eco del gemido de María
Magdalena, en la mañana de Pascua: "Se han llevado a mi Señor y no sé
dónde le han puesto" (Jn 20,13). Evoca también la tristeza de los
discípulos, que han perdido al Maestro (Lc 24,17), a quien buscan (Lc
24,5) hasta que El se les aparece "al tercer día" (Lc 24,21). La
diferencia entre María y los discípulos es que éstos son "torpes" para
comprender y creer "lo que dijeron los profetas" (Lc 24,25). María, en
cambio, "aunque no comprenda", "guarda la palabra en su corazón". Así,
la memoria de la pérdida y encuentro del hijo a los doce años le ayuda a
vivir en la esperanza, aguardando la mañana de Pascua. Ella, junto a la
cruz, acepta que su Hijo ponga su relación con el Padre por encima de
los vínculos familiares de la carne. Su fe, sin privarla del dolor, le
permite aceptar que la "espada" anunciada le atraviese el corazón hasta
la plena manifestación de la luz pascual.
Rogar a Cristo con María...
Señor, Padre santo, que, por una disposición admirable, quisiste que
tu Hijo naciera de una mujer y le estuviera sometido, concédenos conocer
más profundamente el misterio de la Palabra hecha carne, y llevar una
vida escondida en la tierra hasta que, acompañados por la Virgen Madre,
merezcamos entrar gozosos en tu casa.
Anunciar a Cristo con María...
El episodio del templo es la prefiguración de la prefiguración de la
Pascua de Cristo. María, con su kénosis, nos invita a creer, celebrar y
vivir el misterio pascual, el paso de la muerte a la vida. Así María es
la creyente, que consiente a la palabra de Dios en la fe y se deja
conducir dócilmente por ella, experimentando el misterio, que se le va
aclarando progresivamente. María, guardando la palabra en su corazón,
permite que ésta, como espada de doble filo, la traspase el corazón. De
este modo sus pensamientos van siendo penetrados por el esplendor de esa
palabra (Lc 2,35), que es luz que ilumina a las gentes (Lc 2,32). Es la
figura del verdadero discípulo, que asiente a la iniciativa de Dios,
dejándose plasmar por El. La Iglesia naciente se mira en ella como en un
espejo para descubrir su verdadero rostro. Y así nos la ofrece a
nosotros hoy.
"De este modo, dice Juan Pablo II, meditar los misterios gozosos
significa adentrarse en los motivos últimos de la alegría cristiana y en
su sentido más profundo. Significa fijar la mirada sobre lo concreto del
misterio de la Encarnación y sobre el anuncio del misterio del dolor
salvífico. María nos ayuda a aprender el secreto de la alegría
cristiana, recordándonos que el cristianismo es ante todo evangelio,
buena noticia, que tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo,
en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del
mundo".
MISTERIOS DE LUZ
10
Pasando de la infancia y de la vida de Nazaret a la vida pública de
Jesús, la contemplación nos lleva a los misterios que se pueden llamar
de manera especial "misterios de luz". En realidad, todo el misterio de
Cristo es luz. Él es "la luz del mundo" (Jn 8, 12). Pero esta dimensión
se manifiesta sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia
el evangelio del Reino (RVM 21).
1. El Bautismo de Jesús en el Jordán11
Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En él,
mientras Cristo, como inocente que se hace "pecado" por nosotros (cf. 2
Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre
lo proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17 par.), y el Espíritu desciende
sobre Él para investirlo de la misión que le espera.
Recordar a Cristo con María...
Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos
prodigiosos, para manifestar el misterio del nuevo bautismo: hiciste
descender tu voz desde el cielo, para que el mundo creyese que tu
Palabra habitaba entre nosotros; y por medio del Espíritu, manifestado
en forma de paloma, ungiste a tu siervo Jesús, para que los hombres
reconociesen en él al Mesías, enviado a anunciar la salvación a los
pobres.
Comprender a Cristo desde María...
Is 42,1-4.6-7: Mirad mi siervo, en quien tengo mis complacencias
Is 12: Sacaréis agua con gozo de la fuente de la salvación
Hch 10,34-38: Dios ungió con el Espíritu Santo a Jesús de Nazaret
Mc 1,7-11: Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias
Configurarse a Cristo con María...
En el bautismo en el Jordán Cristo se hace pecado, cargando con nuestros
pecados. En María vemos explicitada la eficacia de la obra de redención
de Cristo. En ella se anticipa el triunfo de su Hijo sobre el pecado,
salvación que se ofrece a cada hombre pecador en el bautismo La
existencia de María, al contrario de la de todo hijo de Adán, se halla
desde el primer instante bajo la gracia de Dios. Ni un momento estuvo
marcada con el sello del pecado original, que está en el origen de
nuestra concepción y de nuestra existencia. María es el signo de la
total elección de Dios y de la entrega de todo su ser a Dios y a la
lucha contra la serpiente. María, a través de su Hijo, inaugura la era
del Reino de Dios, al ser totalmente salvada del pecado desde su misma
concepción. María, en toda su persona, pertenece a Dios como su único
Señor. Así es signo de la nueva creación que nace de lo alto, de Dios.
En María vemos plenamente realizado el designio de Dios sobre nosotros.
El plan del Padre estaba inscrito en el mundo mismo antes de la historia
de los primeros hombres, pues todo es creado en Cristo y hacia Cristo y
todo subsiste en El. María es para nosotros el espejo de la gracia
bautismal.
Rogar a Cristo con María...
Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo, en el
Jordán, quisiste revelar solemnemente que él era tu Hijo amado
enviándole tu Espíritu Santo, concede a tus hijos de adopción, renacidos
del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia.
Anunciar a Cristo con María...
La antífona al Benedictus en las Laudes de la Epifanía, fiesta de la
manifestación del Señor, canta: "Hoy, la Iglesia se ha unido a su Esposo
celeste, porque Cristo, en el Jordán, la ha lavado sus pecados; los
magos, cargados de presentes, acuden a las bodas del Rey y los invitados
se alegran por el agua convertida en vino". María nos invita a unirnos a
Cristo virginalmente, con un corazón indiviso, para anunciarlo a todos
los hombres como el único que sacia la sed de amor, que el hombre siente
en lo interior de su ser.
2. La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná12
Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf. Jn 2,
1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de
los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera
creyente.
Recordar a Cristo con María...
Ella, atenta con los nuevos esposos, rogó a su Hijo y mandó a los
sirvientes cumplir sus mandatos: las tinajas de agua enrojecieron, los
comensales se alegraron, y aquel banquete nupcial simbolizó el que
Cristo ofrece a diario a su Iglesia. Este signo maravilloso anunció la
llegada del tiempo mesiánico, predijo la efusión del Espíritu de
santidad, y señaló de antemano la hora misteriosa en la que Cristo se
adornó a sí mismo con la púrpura de la pasión y entregó su vida en la
cruz por su esposa, la Iglesia.
Comprender a Cristo desde María...
Ex 19,3-8a: Haremos todo cuanto ha dicho el Señor
Sal 118: Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente
Jn 2,1-11: Haced lo que él diga
Configurarse a Cristo con María...
Iluminado por el Espíritu Santo, que conduce a los discípulos a la
verdad plena (Jn 16,13), Juan nos narra el signo de las bodas de Caná,
viendo la relación entre la revelación del Sinaí, Caná y la Cruz. Caná
es la culminación de la revelación del Sinaí y el preludio de la
revelación plena de la Pascua. En el comienzo y en el final de la obra
de Cristo, está junto a Jesús su madre, la Mujer, símbolo de la Hija de
Sión, la Virgen Israel, figura de la Iglesia naciente.
Juan ve en las bodas de Caná un símbolo de las bodas mesiánicas de Jesús
con el nuevo pueblo de Dios, representado en María y los discípulos. Así
Caná es un signo símbolo de la Nueva Alianza. María nos invita a dar
nuestro sí a Cristo, el Esposo, para hacernos un solo cuerpo con él (1Co
6,15), un único espíritu (1Co 6,17).
Rogar a Cristo con María...
Señor, Padre santo, que quisiste, por disposición admirable, que la
bienaventurada Virgen María estuviese presente en los misterios de
nuestra salvación, concédenos, atendiendo a las palabras de la Madre de
Cristo, hacer aquello que tu Hijo nos ha mandado en el Evangelio.
Anunciar a Cristo con María...
María acepta la voluntad del Hijo y se pone a su disposición, invitando
a los sirvientes a hacer lo mismo: "Cuanto El os diga, hacedlo". María
no sabe aún lo que El hará, ni qué sucederá, pero invita a ponerse a
disposición de El. Lo que María pide a todos los discípulos de Jesús es
que adopten la actitud de la alianza, la aceptación plena de su palabra,
de la voluntad de Dios. Así ella mueve a los discípulos a creer en El
(2,11).
La Iglesia es el sacramento de Cristo y tiene la tarea de conducir al
hombre a Cristo. Icono de la Iglesia, María es pura relación a Cristo.
Contemplando a María, los fieles no se detienen en ella; la imagen no
forma pantalla, la madre conduce al Hijo. En Caná, María con su fe e
intercesión prepara el "signo" que manifiesta la gloria de Cristo,
suscitando la fe de los discípulos. En la Iglesia, María sigue siendo y
haciendo lo mismo: Movida a compasión por la indigencia humana, sin
vino, ella dispone el corazón de los hombres a la fe en la Palabra de
Cristo y mueve a Cristo a darnos el "vino bueno" de la fiesta nupcial.
3. El anuncio de Jesús del Reino de Dios invitando a la
conversión13
Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la
llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Mc 1, 15),
perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (cf. Mc 2,
3-13; Lc 1, 47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que Él
continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del
sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia.
Recordar a Cristo con María...
Ella es la Virgen Madre, representada por la puerta oriental del
templo: por ella pasó el Señor, para él sólo se abrió y permaneció
intacta. Ella es la Virgen humilde, que nos abrió por su fe la puerta de
la vida eterna que Eva había cerrado por su incredulidad. Ella es la
Virgen suplicante, que intercede continuamente por los pecadores, para
que se conviertan a su Hijo, fuente perenne de gracia y puerta del
perdón siempre abierta.
Comprender a Cristo desde María...
Gn 28,10-17: No es sino la casa de Dios y la puerta del cielo
Sal 23: Elijo y consagro este templo
Mt 25,1-13: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
Configurarse a Cristo con María...
María es la tierra buena, preparada por Dios, para sembrar en ella la
Palabra del Reino. María acoge la Palabra con fe, diciendo
constantemente en su vida: "Hágase en mí según tu palabra". María ante
el anuncio de la Palabra no ha reído como Sara, no ha dudado como
Zacarías: la ha acogido en la fe de Abraham. Como hija de Abraham, "no
vaciló en su fe al considerar su cuerpo..., sino que, ante la promesa
divina, no cedió a la duda con la incredulidad; más bien, fortalecido(a)
en su fe, dio gloria a Dios, con el pleno convencimiento de que poderoso
es Dios para cumplir lo prometido" (Rm 4,19-21; Lc 1,37).
María es, por tanto, la primera cristiana, la verdadera creyente que,
predestinada por la gracia divina, entra en su plan de salvación por la
total ofrenda de su ser, por la obediencia alegre y la plena confianza
en la palabra de Dios. Así María es la bienaventurada creyente, la
primera cristiana, la madre de los creyentes.
Rogar a Cristo con María...
Oh Dios, que en tu bondad has hecho a tu Hijo puerta de salvación y
de vida, concédenos, por la acción previsora de la Virgen María,
permanecer fieles en el amor de Cristo y que se nos abran las puertas de
la Jerusalén celeste.
Anunciar a Cristo con María...
Desde el día en que aceptó ser la madre de Cristo hasta la hora de la
cruz, María se ha mostrado fiel cumplidora de esa voluntad, como "sierva
del Señor". Es el camino que María marca a la Iglesia para seguir a
Cristo. Ella es el icono acabado de la Iglesia:
En el misterio de la Iglesia, que con razón es también llamada
madre y virgen, precedió la santísima Virgen, presentándose de forma
eminente y singular como modelo tanto de la virgen como de la madre...
La Iglesia contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y
cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre
mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad... y es igualmente
virgen, que guarda pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, y, a
imitación de la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo,
conserva virginalmente una fe íntegra, una esperanza sólida y una
caridad sincera (LG 63-64).
4. La Transfiguración del Señor 14
Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la
tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad
resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante
los apóstoles extasiados para que lo "escuchen" (cf. Lc 9, 35 par.) y se
dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de
llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada
por el Espíritu Santo.
Recordar a Cristo con María...
Porque Cristo nuestro Señor reveló su gloria ante los testigos que
Él escogió; y revistió con máximo esplendor su cuerpo, en todo semejante
al nuestro, para quitar del corazón de sus discípulos el escándalo de la
cruz y anunciar que toda la Iglesia -su cuerpo- habría de participar de
la gloria que tan admirablemente resplandecía en Cristo, su cabeza.
Comprender a Cristo desde María...
Dn 7,9-10.13-14: Su vestido era blanco la nieve
Sal 96: Reina el Señor, alégrese la tierra
2P 1,16-19: Nosotros escuchamos esta voz venida del cielo
Mc 9,2-10: Este es mi Hijo amado, escuchadlo
Configurarse a Cristo con María...
Para contemplar a María unida al misterio luminoso de la transfiguración
podemos levantar los ojos al cielo y ver el gran signo que nos describe
el Apocalipsis (Ap12). Al centro aparece una figura gloriosa: es una
mujer vestida de la luz del sol, como lo está Dios mismo (Sal 104,2),
apoyada sobre la luna, coronada de doce estrellas. Esta mujer evoca a la
del Cantar de los Cantares: "¿Quién es ésa que surge como la aurora,
bella como la luna, esplendorosa como el sol, terrible como escuadrones
ordenados?" (6,10). Esta Mujer es la Madre, la Esposa, la Ciudad Santa,
encinta del Mesías. Los dolores del parto aparecen en los profetas como
imagen del preludio de la llegada del Mesías. Por ello, en esta Mujer,
vestida del sol, encontramos un gran símbolo del misterio de María, la
Virgen Madre que da a luz al Mesías.
Rogar a Cristo con María...
Dios nuestro, que en la Transfiguración gloriosa de tu Hijo
unigénito fortaleciste nuestra fe con el testimonio de Moisés y Elías y
nos dejaste entrever la gloria que nos espera, como hijos tuyos,
concédenos seguir el Evangelio de Cristo para compartir con él la
herencia de tu Reino.
Anunciar a Cristo con María...
La mujer del apocalipsis, María o la Iglesia, resplandece de luz como la
luna. La luna puede ser muy hermosa. Pero su luz no le pertenece, es una
luz recibida. La belleza de la luna no es más que un reflejo del
esplendor del sol. Los Padres han aplicado este simbolismo a la Iglesia
y a María: "hermosa como la luna" (Ct 6,10). La luz, el esplendor de la
Iglesia, y de María, es gracia. En la Escritura y en la liturgia, la
imagen del sol se aplica a Dios y a Cristo. El es el Sol de justicia:
"Dios es luz" (1Jn 1,5) y la fuente de la luz (1Jn 1,7). La Mujer
vestida del sol es la Iglesia vestida de Cristo. María no se anuncia a
sí misma, siempre anuncia a Cristo. Y la Iglesia es fiel si sigue los
pasos de María, iluminando a los hombres con la luz de Cristo.
5. La institución de la Eucaristía, expresión sacramental del
misterio pascual15
Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la
cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies
del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad " hasta
el extremo" (Jn 13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.
Recordar a Cristo con María...
Cristo nuestro Señor, verdadero y eterno sacerdote, al instituir el
sacrificio perdurable se ofreció a ti como víctima salvadora, y nos
mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo. En efecto, cuando comemos
su carne, inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos; y cuando bebemos
su sangre, derramada por nosotros, quedamos limpios de nuestros pecados.
Comprender a Cristo desde María...
Ex 12,1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual
Sal 115: El cáliz de la bendición es comunión con la Sangre de Cristo
1Co 11,23-26: Cada vez que coméis este pan y bebéis de este cáliz
proclamáis la muerte del Señor
Jn 13,1-5: Los amó hasta el extremo
Configurarse a Cristo con María...
La realidad profunda de la Iglesia es femenina, mariana, porque es el
cuerpo de Cristo, Esposa del Cordero. María es virgen y también la
Iglesia es virgen, porque sólo de Dios recibe su fuerza y fecundidad,
sin confiar en el vigor "del varón". Así María es esposa y símbolo de la
Iglesia esposa. María ha dado a Jesús su carne y Jesús da a la Iglesia
su propia carne, haciéndose con ella una sola carne. La Eucaristía, en
el corazón de la Iglesia, es este don total del Esposo a la Esposa, para
hacer de nosotros carne de la carne de Dios. María es madre y símbolo de
la Iglesia madre, que continuamente da la vida y el alimento de esa
vida. María, desde el pesebre hasta la cruz, ha cuidado del cuerpo de
Cristo y continúa este ministerio en la Iglesia
Rogar a Cristo con María...
Dios nuestro, que nos has reunido para celebrar aquella Cena en la
cual tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia
el sacrificio nuevo y eterno, sacramento de su amor, concédenos alcanzar
por la participación en este sacramento, la plenitud del amor y de la
vida.
Anunciar a Cristo con María...
Cristo al instituir la Eucaristía ofrece a sus discípulos el pan de la
vida. Este pan que no perece lo distribuye en la mesa de la palabra y en
la mesa eucarística. La palabra se hace carne que nutre y guía al
banquete del Reino de los cielos. María, la que acogió la palabra para
que en su seno se hiciera carne, nos invita, cada vez que celebramos la
Eucaristía, a escuchar la Palabra y dejarla que nos transforme en el
cuerpo de Cristo. Con el "Haced lo que Él os diga", nos anuncia a Cristo
Palabra y Eucaristía. Lo dice Juan Pablo II:
Cada uno de estos misterios revela el Reino ya presente en la
persona misma de Jesús. Excepto en el de Caná, en estos misterios la
presencia de María queda en el trasfondo. Los Evangelios apenas insinúan
su eventual presencia en algún que otro momento de la predicación de
Jesús (cf. Mc 3, 31-35; Jn 2, 12) y nada dicen sobre su presencia en el
Cenáculo en el momento de la institución de la Eucaristía. Pero, de
algún modo, el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de
Cristo. La revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene
directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece también en
labios de María en Caná y se convierte en su gran invitación materna
dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: "Haced lo que él os diga"
(Jn 2, 5). Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y
signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo
mariano de todos los "misterios de luz".
Los Evangelios dan gran relieve a los misterios del dolor de Cristo. La
piedad cristiana, especialmente en la Cuaresma, con la práctica del "Via
Crucis", se ha detenido siempre sobre cada uno de los momentos de la
Pasión, intuyendo que ellos son "el culmen de la revelación del amor" y
la fuente de nuestra salvación. El Rosario escoge algunos momentos de la
Pasión, invitando al orante a fijar en ellos la mirada de su corazón y a
revivirlos.
1. La oración de Jesús en el huerto17
El itinerario meditativo se abre con Getsemaní, donde Cristo vive un
momento particularmente angustioso frente a la voluntad del Padre,
contra la cual la debilidad de la carne se sentiría inclinada a
rebelarse. Allí, Cristo se pone en lugar de todas las tentaciones de la
humanidad y frente a todos los pecados de los hombres, para decirle al
Padre: "no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42 par.). Este
"sí" suyo cambia el "no" de los progenitores en el Edén. Y cuánto le
costaría esta adhesión a la voluntad del Padre se muestra en los
misterios siguientes, en los que, con la flagelación, la coronación de
espinas, la subida al Calvario y la muerte en cruz, se ve sumido en la
mayor ignominia: "Ecce homo"
En este oprobio no sólo se revela el amor de Dios, sino el sentido mismo
del hombre. "Ecce homo": quien quiera conocer al hombre, ha de saber
descubrir su sentido, su raíz y su cumplimiento en Cristo, Dios que se
humilla por amor "hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2, 8).
Recordar a Cristo con María...
La gloriosa Virgen María, Madre de nuestro Señor, con razón es
proclamada bienaventurada, porque mereció engendrar a tu Hijo en sus
entrañas purísimas. Pero con mayor razón es proclamada aún más dichosa,
porque, como discípula de la Palabra encarnada, buscó solícita tu
voluntad y supo cumplirla fielmente.
Comprender a Cristo desde María...
Si 51,13-18.20-22: Mi corazón gozaba con la sabiduría
Sal 18: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida
Mt 12,46-50: Señalando con la mano a los discípulos, dijo: éstos son mi
madre y mis hermanos
Configurarse a Cristo con María...
Juan Pablo II a lo largo de la encíclica Redemptoris Mater nos describe
el itinerario de la fe de María a la luz del camino recorrido por
Abraham: "La fe de Abraham constituye el inicio de la antigua alianza,
la fe de María da inicio a la nueva alianza" (n.14). "La obediencia de
la fe" (Rm 4,11) culmina en el monte Calvario, que recuerda el monte
Moria donde sube Abraham a sacrificar a su hijo Isaac (Gn 22). El
peregrinar en la fe de Abraham es la expresión del camino interior de la
historia de María, la creyente: "La bienaventurada Virgen María avanzó
en la peregrinación de la fe y conservó fielmente su unión con el Hijo
hasta la cruz" (LG 58). El "punto de partida del itinerario de María
hacia Dios" fue "el fiat mediante la fe" (RM 14). "En la penumbra de la
fe" (RM 14) procede toda su vida, pasando "por la fatiga del corazón",
"por la noche de la fe" (n.17) hasta llegar a la gloria plena del alba
de la resurrección, el día que de lejos Abraham "vio y se alegró" (Jn
8,56).
Rogar a Cristo con María...
Señor, Dios nuestro, que en la bienaventurada Virgen María nos das
el modelo del discípulo fiel que cumple tu palabra, abre nuestro
corazones para escuchar el mensaje de salvación que, en virtud del
Espíritu Santo, ha de resonar diariamente en nosotros y producir fruto
abundante.
Anunciar a Cristo con María...
María, como nos la presenta el icono de la Pistéusasa, es "la que ha
creído". Y el icono bizantino de la Odigitria, "la que indica el
camino", nos la muestra indicándonos el camino de la salvación a través
de la "obediencia de la fe": con la mano derecha nos muestra al Niño
sostenido sobre su brazo izquierdo
2. La flagelación del Señor18
Recordar a Cristo con María...
Cristo, Señor nuestro, para ser consuelo del mundo, fue concebido
con gozo por la siempre Virgen María, que lo engendró en sus entrañas
purísimas. Ella, junto a la cruz del Hijo, después de soportar
acerbísimos dolores, fue consolada por ti con la esperanza de la
resurrección. Estando en oración con los apóstoles, pidió ardientemente
y esperó confiada el Espíritu del consuelo y de la paz. Y ahora, elevada
al cielo, consuela con amor de madre a todos lo que la invocan con fe,
hasta que amanezca el día glorioso del Señor.
Comprender a Cristo desde María...
Is 61,1-3.10-11: El Espíritu del Señor me ha enviado para vendar los
corazones desgarrados
Sal-Is 12,2-6: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación
Mt 5,1-12: Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados
Configurarse a Cristo con María...
E camino de la fe de María, como discípula de Cristo, está marcado desde
el principio por el signo de la espada anunciada por Simeón y que, a lo
largo de su vida, traspasará su alma. Todas las escenas en que aparece
María en el evangelio de la vida pública de Jesús están marcadas por el
signo de la espada. Jesús ha llevado a su madre desde la relación física
con El a una relación en la fe. Jesús, con sus bruscas ( (Lc 2,50;
11,28; Jn 2,4; Mc 3,34-35) respuestas va cortando los lazos carnales,
para llevar a su madre a una fe totalmente abierta al plan de Dios, su
Padre.
Es el Hijo el primero en usar la espada que atraviesa el alma de María.
Pero así Jesús prepara a su madre para que pueda permanecer junto a la
cruz entregando al Hijo al Padre por los hombres y alumbrando a la
Iglesia como madre del Cristo, Cabeza y cuerpo: "Mujer, ahí tienes a tu
hijo" (Jn 19,26). Como Jesús experimenta el abandono del Padre así la
madre experimenta el abandono del Hijo. Así la fe de María llega a su
plenitud para poder asumir la maternidad espiritual de todos los nuevos
hermanos de Jesús.
Rogar a Cristo con María...
Oh Dios, que, por medio de santa María, enviaste el consuelo a tu
pueblo, Jesucristo, nuestro Señor, concédenos, por intercesión de la
Virgen, estar llenos de todo consuelo para que podamos consolar a
nuestros hermanos.
Anunciar a Cristo con María...
El nacimiento de Jesús no concluye en Belén, sino que los dolores de
parto se prolongan durante toda la vida de María hasta dar a luz al
Cristo total, cabeza y miembros. San Bernardo comenta:
El amor de Cristo es como una flecha elegida, que no sólo hirió el alma
de María, sino que la traspasó, para que en su seno virginal no quedara
ni una pequeña parte vacía del amor y, así, ella amase a Dios con toda
su persona y fuera realmente llena de gracia. La traspasó para llegar
hasta nosotros y que todos nosotros participáramos de su amor y, así,
ella se convirtiera en la madre de aquel amor del que Dios es Padre.19
3. La coronación de espinas20
Recordar a Cristo con María...
Porque a Cristo, autor de la nueva Alianza, le diste por Madre y
asociada a la Virgen santa María, y la hiciste primicia de tu nuevo
pueblo. Pues ella, concebida sin pecado y colmada de tu gracia, es en
verdad la mujer nueva y la primera discípula de la nueva Ley. Ella es la
mujer alegre en tu servicio, dócil a la voz del Espíritu Santo, solícita
en al fidelidad a tu Palabra. Ella es la mujer dichosa por su fe,
bendita en su Hijo y ensalzada entre los humildes. Ella es la mujer
fuerte en la tribulación, firme junto a la cruz del Hijo y gloriosa en
su salida de este mundo.
Comprender a Cristo desde María...
Rm 5,12.17-19: Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia
Sal 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Mc 3,33-35: Quien cumpla la voluntad de Dios es mi madre
Configurarse a Cristo con María...
Ante lo que no entiende, María crucifica su razón, guarda silencio, un
silencio de acogida, conservando en su corazón la palabra de Dios, que
son los hechos de su Hijo. Es, a veces, un silencio doloroso, de
renuncia, de abandono a los planes de Dios, el Padre de su Hijo. María
fue preservada de todo pecado, pero no de "la fatiga de la fe". Si a
Cristo le costó sudar sangre entrar en la voluntad del Padre, a María no
se la privó del dolor, de la agonía en la peregrinación de la fe, para
ser la madre, no sólo física, sino en la fe, de Jesús, "cumpliendo la
voluntad de Dios" (Mc 3,33-35).
Rogar a Cristo con María...
Oh Dios, que has constituido a la Virgen María, modelada por el
Espíritu Santo, en primicia de la nueva creación, concédenos abandonar
nuestra antigua vida de pecado y abrazar la novedad del Evangelio,
cumpliendo el mandamiento nuevo del amor.
Anunciar a Cristo con María...
Como la vida de Cristo, según el evangelio de Lucas, fue una lenta y
decidida "subida a Jerusalén" (Lc 9,31), la vida de María fue igualmente
un acompañar a Jesús en su camino hasta la cruz: "Mediante la fe, María
está perfectamente unida a Cristo en su despojamiento. Es esta tal vez
la más profunda kénosis de la fe en la historia de la humanidad" (RM
18). Esta kénosis se consumó bajo la cruz, pero comenzó mucho antes, en
Nazaret y a lo largo de toda la vida pública de Jesús, en esa
"peregrinación de la fe":
No es difícil notar una particular fatiga del corazón, unida a una
especie de "noche de la fe" -usando una expresión de san Juan de la
Cruz-, como un velo a través del cual hay que acercarse al Invisible y
vivir en intimidad con el misterio. Pues de este modo María, durante
muchos años, permaneció en intimidad con el misterio de su Hijo, y
avanzaba en su itinerario de la fe (RM 17)21.
4. Jesús con la cruz a cuestas22
Recordar a Cristo con María...
Porque, para reformar al género humano has querido, con sabiduría
infinita, que la nueva Eva estuviera junto a la cruz del nuevo Adán, a
fin de que ella, que por obra del Espíritu Santo fue su Madre, por un
nuevo don de tu bondad, comparta su pasión; y los dolores que no sufrió
al darlo a luz, los padeciera, inmensos, al hacernos renacer para ti.
Comprender a Cristo desde María...
Rm 8,31b-39: No perdonó a su propio Hijo
Sal 17: En el peligro invoqué al Señor
Lc 23,27-31: Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se
hará?
Configurarse a Cristo con María...
Ser madre de Jesucristo implica acompañarle en su misión, participar de
su misión, compartiendo sus sufrimientos, como dirá San Pablo: "Sufro en
mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo" (Col 1,24). María, como
verdadera hija de Abraham, ha aceptado el sacrificio de su Hijo, el Hijo
de la Promesa, pues Dios, que sustituyó la muerte de Isaac por un
carnero, "no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte
por todos nosotros" (Rm 8,32), como verdadero Cordero que Dios ha
provisto para que "cargue y quite el pecado del mundo" (Jn 1,29; Ap
5,6). María, pues, como hija de Abraham, acompaña a su Hijo que, cargado
con la leña del sacrificio, la cruz, sube al monte Calvario. El cuchillo
de Abraham, en María, se ha transformado en "una espada que le atraviesa
el alma" (Lc 2,35).
Rogar a Cristo con María...
Señor, Dios nuestro, que para redimir al género humano, caído por el
engaño del demonio, has asociado los dolores de la Madre a la pasión de
tu Hijo, concede a tu pueblo que, despojándose de la triste herencia del
pecado, se revista de la luminosa novedad de Cristo.
Anunciar a Cristo con María...
La "hora de Jesús", aún no llegada en Caná, llegado en el Calvario,
cuando Jesús pasa de este mundo al Padre (Jn 13,1.19,27). Y la "hora de
Jesús" es también, en cierto sentido, la hora de su Madre, pues inaugura
para ella una nueva maternidad en relación a los que su Hijo rescata
muriendo en la cruz. La hora de Jesús es la hora del ingreso del Hijo
del hombre en la gloria del Padre (Jn 13,31-32); es también la hora en
que hace hijos adoptivos a aquellos por quienes muere, los mismos a
quienes declara hijos de su Madre, representados en el discípulo amado.
San Ambrosio dice que "mientras los apóstoles habían huido, ella estaba
junto a la cruz y contemplaba con mirada de ternura las heridas de su
Hijo, porque ella no se fijaba en la muerte del Hijo sino en la
salvación del mundo"23.
5. Jesús muere en la cruz 24
Recordar a Cristo con María...
Porque en tu providencia estableciste que la Madre permaneciera fiel
junto a la cruz de tu Hijo, para dar cumplimiento a las antiguas
figuras, y ofrecer un ejemplo nuevo de fortaleza. Ella es la Virgen
santa que resplandece como nueva Eva, para que así como una mujer
contribuyó a la muerte así también la mujer contribuyera a la vida. Ella
es la misteriosa Madre de Sión que recibe con amor materno a los hombres
dispersos, reunidos por la muerte de Cristo. Ella es el modelo de la
Iglesia Esposa, que, como Virgen intrépida, sin temer las amenazas ni
quebrarse en las persecuciones, guarda íntegra la fidelidad prometida al
Esposo.
Comprender a Cristo desde María...
Jd 13,17-20: Vengaste nuestra ruina, en presencia de nuestro Dios
Sal 144: El Señor es cariñoso con todas sus criaturas
Jn 19,25-27: Junto a la cruz de Jesús estaba su madre
Configurarse a Cristo con María...
María ofreció a su Hijo ya en el templo25, con un
ofrecimiento que llega a su culminación en el Calvario. Jesús es el
primogénito ofrecido como Isaac pero no perdonado. Todo primogénito de
Israel es rescatado de la muerte, como lo fueron en Egipto cuando
murieron los primogénitos egipcios. Pero Jesús, el Primogénito del
Padre, no fue liberado de la muerte, pues fue ésta la que nos ha
liberado a todos de la muerte. Y María, no sólo se somete a las leyes
que mandan la oblación del primogénito (Ex 13,11-16) y la purificación
de la madre (Lv 12,6-8), sino que se nos presenta como tipo de la
aceptación y de la oblación: acoge al Hijo del Padre para ofrecerlo por
nosotros.
Rogar a Cristo con María...
Señor, Dios nuestro, por un designio misterioso de tu providencia
completas lo que falta a la pasión de Cristo con las infinitas penas de
la vida de sus miembros; concédenos que, a imitación de la Virgen María
dolorosa que estuvo junto a la cruz de su Hijo moribundo, así nosotros
permanezcamos junto a los hermanos que sufren para darles consuelo y
amor.
Anunciar a Cristo con María...
Abraham sube al monte con Isaac, su único hijo, y vuelve con todos
nosotros, según se le dice: "Por no haberme negado a tu único hijo, mira
las estrellas del cielo, cuéntalas si puedes, así de numerosa será tu
descendencia". La Virgen María sube al Monte con Jesús, su Hijo, y
desciende con todos nosotros, porque desde la cruz Cristo le dice: "He
ahí a tu hijo" y, en Juan, nos señala a nosotros, los discípulos por
quienes El entrega su vida. María, acompañando a su Hijo a la Pasión,
nos ha recuperado a nosotros los pecadores como hijos, pues estaba
viviendo en su alma la misión de Cristo, que era salvarnos a nosotros.
Los misterios de dolor llevan el creyente a revivir la muerte de
Jesús poniéndose al pie de la cruz junto a María, para penetrar con ella
en la inmensidad del amor de Dios al hombre y sentir toda su fuerza
regeneradora.
Volver Arriba
La contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de
crucificado. ¡Él es el Resucitado!
1. La Resurrección del Señor27
Contemplando al Resucitado, el cristiano "descubre de nuevo las
razones de la propia fe" (cf. 1 Co 15, 14), y revive la alegría no
solamente de aquellos a los que Cristo se manifestó -los Apóstoles, la
Magdalena, los discípulos de Emaús-, sino también el "gozo de María",
que experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado.
Recordar a Cristo con María...
Porque en la resurrección de Jesucristo, tu Hijo, colmaste de
alegría a la santísima Virgen y premiaste maravillosamente su fe: ella
había concebido al Hijo creyendo, y creyendo esperó su resurrección;
fuerte en la fe contempló de antemano el día de la luz y de la vida, en
el que, desvanecida la noche de la muerte, el mundo entero saltaría de
gozo y la Iglesia naciente, al ver de nuevo a su Señor inmortal, se
alegraría entusiasmada.
Comprender a Cristo desde María...
Ap 21,1-5a: Vi la nueva Jerusalén, arreglada como una novia que se
adorna para su esposo
Sal-Is 61,10s; 62,2s: Tú, María, eres la ciudad de Dios en que habita la
Justicia
Mt 28,1-10: Decid a sus discípulos que ha resucitado
Configurarse a Cristo con María...
A María se la menciona "junto a la cruz de su Hijo", pero no se la
menciona en la resurrección. ¿Ha vivido María sólo mitad del misterio
pascual de Cristo, que lo componen la muerte y la resurrección? Quien
habla de María junto a la cruz es el evangelio de Juan. Y para Juan van
unidas muerte y resurrección, cruz y exaltación: es el triunfo del amor
sobre la muerte. El momento de la muerte es el momento en que se revela
plenamente la gloria de Cristo. En el momento en que en el templo de
Jerusalén se inmolaban los corderos pascuales, Jesús está ofreciéndose
en la cruz como el Cordero pascual, que anula todos los sacrificios,
inaugurando con su pascua la nueva alianza. Es el momento en que todo
llega a "su cumplimiento". La muerte de Cristo es la victoria sobre la
muerte. Así, pues, colocando a María junto a la cruz de su Hijo, Juan la
sitúa en el corazón del misterio pascual.
Rogar a Cristo con María...
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión
de su Madre, llegar a alcanzar los gozos eternos.
Anunciar a Cristo con María...
Bajo la cruz, María ha experimentado los dolores de la mujer cuando da a
luz (Jn 16,21). La "hora" de Jesús es la hora de María, "la mujer
encinta que grita por los dolores del parto" (Ap 12,1). María, la madre
de Cristo, es constituida madre de los discípulos de Cristo al acogernos
como hermanos de Jesucristo, es decir, cuando con la resurrección Cristo
es constituido "primogénito entre muchos hermanos" (Cf Col 1,18; Ap
1,5). Haciéndonos hijos adoptivos del Padre, nos ha entregado como hijos
también a su madre: "He ahí a tu hijo".
San Ambrosio nos dice: "Que Cristo, desde lo alto de la cruz, pueda
decir también a cada uno de vosotros: he ahí a tu madre. Que pueda decir
también a la Iglesia: he ahí a tu hijo. Comenzaréis a ser hijos de la
Iglesia cuando veáis a Cristo triunfante en la Cruz"28.
2. La Ascensión del Señor 29
El Rosario ha expresado siempre esta convicción de fe, invitando al
creyente a superar la oscuridad de la Pasión para fijarse en la gloria
de Cristo en su Resurrección y en su Ascensión.
Recordar a Cristo con María...
Porque el Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de
la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió a lo más alto de
los cielos, como mediador entre Dios y los hombres, juez del mundo y
Señor de los espíritus celestiales. No se fue para alejarse de nuestra
pequeñez, sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como
miembros suyos, a donde Él, nuestra cabeza y principio, nos ha
precedido.
Comprender a Cristo desde María...
Hch 1,1-11: Se fue elevando a la vista de sus apóstoles
Sal 46: Dios asciende a su trono entre clamores de júbilo
Ef 1,17-23: Lo hizo sentar a su derecha en el cielo
Mt 28,16-20: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra
Configurarse a Cristo con María...
María y el discípulo amado, al pie de la cruz, con la mirada fija en el
costado abierto de Jesús, forman conjuntamente la imagen de la
Iglesia-Esposa, que contempla al Esposo, "levantado de la tierra,
atrayendo a todos hacia El" (Jn 12,32). La vida profunda de Jesús, la
vida de su corazón, simbolizada por el agua del Espíritu que sale de su
costado, se convierte en la vida de la Iglesia. Así la Iglesia, como
repiten los Padres, nació del costado traspasado de Jesús. María con su
fe y con su mirada fija en la llaga del costado de Jesús invita a los
creyentes, sus hijos, a acercarse al corazón de Jesús, donde la Iglesia
habita en su misterio: "Cuando abrieron su corazón, ya había El
preparado la morada, y abrió la puerta a su Esposa. Así, gracias a El,
pudo ella entrar y pudo El acogerla. Así pudo ella habitar en El y El en
ella"30.
Rogar a Cristo con María...
Llena, Señor, nuestro corazón de gratitud y de alegría por la
gloriosa ascensión de tu Hijo, ya que su triunfo es también nuestra
victoria, pues a donde llegó él, nuestra cabeza, tenemos la esperanza
cierta de llegar nosotros que somos su cuerpo.
Anunciar a Cristo con María...
María cumple su misión como madre de todos los discípulos de Cristo,
llevándonos a Cristo. Juan concluye su evangelio, diciéndonos: "Ellos
miraban al que traspasaron" (19,31-37). ¿Quienes son los que miran? Los
que están presentes al pie de la cruz: María y el discípulo, y con ellos
todos los discípulos, toda la Iglesia. En esa mirada de María y de los
discípulos al costado abierto de Jesús, la madre de Jesús ejerce su
misión de madre. Como en Caná dice a los sirvientes que hagan todo lo
que El les diga, orientándolos hacia Jesús, también ahora invita a mirar
el costado abierto de su Hijo. El discípulo fija la mirada en el corazón
de Jesús gracias a la mirada de la madre, que orienta siempre a los
discípulos hacia el Hijo.
3. La Venida del Espíritu Santo31
En el centro de este itinerario de gloria del Hijo y de la Madre, el
Rosario considera, en el tercer misterio glorioso, Pentecostés, que
muestra el rostro de la Iglesia como una familia reunida con María,
avivada por la efusión impetuosa del Espíritu y dispuesta para la misión
evangelizadora. La contemplación de éste, como de los otros misterios
gloriosos, ha de llevar a los creyentes a tomar conciencia cada vez más
viva de su nueva vida en Cristo, en el seno de la Iglesia; una vida cuyo
gran "icono" es la escena de Pentecostés.
Recordar a Cristo con María...
Porque nos has dado en la Iglesia primitiva un ejemplo de oración y
de unidad admirables: la Madre de Jesús, orando con los apóstoles. La
que esperó en oración la venida de Cristo invoca al Defensor prometido
con ruegos ardientes; y quien en la encarnación de la Palabra fue
cubierta con la sombra del Espíritu, de nuevo es colmada de gracia por
el Don divino en el nacimiento de tu nuevo pueblo. Por eso la santísima
Virgen María, vigilante en la oración y fervorosa en la caridad, es
figura de la Iglesia que, enriquecida con los dones del Espíritu,
aguarda expectante la segunda venida de Cristo.
Comprender a Cristo desde María...
Hch 1,6-14: Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros,
recibiréis fuerza
Sal 86: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Lc 8,19-21: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de
Dios y la cumplen
Configurarse a Cristo con María...
Después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, se reúnen en
torno a su Madre los que representaban a la familia de Jesús según la
carne, "los hermanos", y los que representaban la familia en la fe, "los
discípulos y las mujeres que le seguían". María, fiel a Cristo hasta la
cruz, participa de su gloria, viendo reunidos en torno a ella a los
rescatados por su Hijo. Su gloria es su nueva maternidad. Esta es la
última imagen de María que nos ofrece la Escritura en su vida terrena:
María, la madre de Jesús, en medio de los discípulos constantes en la
oración. Es la presencia orante en el corazón de la Iglesia naciente. El
Vaticano II une el momento de la Anunciación y el de Pentecostés,
diciendo:
Como quiera que plugo a Dios no manifestar solemnemente
el sacramento de la salvación humana antes de derramar el Espíritu
prometido por Cristo, vemos a los apóstoles perseverar unánimemente en
la oración, con las mujeres y María la Madre de Jesús y los hermanos de
Este (Hch 1,14); y a María implorando con sus ruegos el don del Espíritu
Santo, quien ya la había cubierto con su sombra en la Anunciación (LG
59).
Rogar a Cristo con María...
Señor, Dios nuestro, que colmaste de los dones del Espíritu Santo a
la Virgen María en oración con los apóstoles, concédenos, por su
intercesión, perseverar en la oración en común, llenos del mismo
Espíritu, y llevar a nuestros hermanos el Evangelio de la salvación.
Anunciar a Cristo con María...
Se ha dicho del Espíritu que es la humildad de Dios. El está en total
referencia a otros: al Padre, del cual él es el Espíritu de paternidad;
y al Hijo, del cual él es el Espíritu de filiación. No es el amante ni
el amado, él es el amor, el lazo que une al Padre y al Hijo. María,
invadida por el Espíritu Santo, vive como él en referencia al Padre, por
quien ella es madre; y en referencia a Cristo, del cual es madre. Pero
la humildad es siempre exaltada. El Espíritu, que es la humildad de
Dios, es también su gloria, llamado "Espíritu de gloria" (1P 4,14). En
él brilla la inmensa grandeza de Dios, su amor ilimitado. También María,
en su humildad, es vestida del sol. "El Espíritu Santo, que por su poder
cubrió con su sombra el cuerpo virginal de María, dando en ella inicio a
la divina maternidad, al mismo tiempo hizo su corazón perfectamente
obediente a aquella autocomunicación de Dios, que superaba todo
pensamiento y toda capacidad del hombre"32. El Espíritu Santo
es, en María, el sello del amor personal del Padre y del Hijo.
4. La Asunción de Nuestra Señora33
A esta gloria, que con la Ascensión pone a Cristo a la derecha del
Padre, sería elevada Ella misma con la Asunción, anticipando así, por
especialísimo privilegio, el destino reservado a todos los justos con la
resurrección de la carne.
Recordar a Cristo con María...
Porque ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios, figura y
primicia de la Iglesia, garantía de consuelo y esperanza para tu pueblo,
todavía peregrino en la tierra. Con razón no permitiste, Señor, que
conociera la corrupción del sepulcro aquella que, de un modo inefable,
dio vida en su seno y carne de su carne al autor de la vida.
Comprender a Cristo desde María...
1Cro 15,3s.15s; 161s: Introdujeron el arca de la alianza y la instalaron
en el centro de la tienda que David le había preparado
Sal 131: Ven, Señor, a tu morada
1Co 15,54-57: Nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo
Lc 11,27s: ¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno!
Configurarse a Cristo con María...
En María tenemos el primer testimonio de la victoria de su Hijo sobre la
muerte. Con su asunción al cielo en cuerpo y alma, María es la primera
testigo viviente de la resurrección. En su persona misma, María nos
testimonia que el reino de Dios ha llegado ya. Ella proclama el triunfo
de la obra salvadora del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En el
"cielo aparece como signo" de esta victoria para toda la Iglesia. La
asunción de la bienaventurada Virgen en cuerpo y alma al cielo afirma
sobre María aquello que confesamos para nosotros en la fórmula de fe del
símbolo apostólico: la resurrección de la carne y la vida eterna. San
Juan Damasceno en una homilía sobre la Dormición de María imagina así la
sepultura de la Virgen: "La comunidad de los apóstoles, transportando
sobre sus espaldas a ti, que eres el arca verdadera del Señor, como en
otro tiempo los sacerdotes transportaban el arca simbólica, te
depositaron en la tumba, a través de la cual, como a través del Jordán,
te condujeron a la verdadera tierra prometida, a la Jerusalén de arriba,
madre de todos los creyentes, cuyo arquitecto es Dios".
María es el icono escatológico de la Iglesia, el signo de lo que toda la
Iglesia llegará a ser: "La Madre de Jesús, de la misma manera que ya
glorificada en los cielos en cuerpo y alma es la imagen y principio de
la Iglesia que ha de ser consumada en el siglo futuro, así en esta
tierra, hasta que llegue el día del Señor (2P 3,10), antecede con su luz
al pueblo de Dios peregrinante, como signo de esperanza segura y de
consuelo" (LG 68). Contemplando a María asunta al cielo, la Iglesia
marcha hacia la Parusía, hacia la gloria donde la ha precedido su primer
miembro. La Iglesia sabe que, acogiendo al Espíritu como María, se
cumplirá en ella todo lo que se le ha prometido, y que en ella no ha
hecho más que iniciarse, pero que lo contempla ya realizado en María, la
Esposa de las bodas eternas. Y mientras peregrinamos por este mundo,
María nos acompaña en el camino de la fe con corazón materno. Como dice
un prefacio del Misal: "desde su asunción a los cielos, María acompaña
con amor materno a la Iglesia peregrina y protege sus pasos hacia la
patria celeste, hasta la venida gloriosa del Señor".
Rogar a Cristo con María...
Dios nuestro, que recompensaste la profunda humildad de la Virgen
María con la sublime dignidad de ser la Madre de tu Hijo, concédenos por
sus méritos, aprovechar la gracia de la redención y recibir de ti la
recompensa del cielo.
Anunciar a Cristo con María...
La Iglesia contempla a María "como purísima imagen de lo que ella misma,
toda entera, ansía y espera ser" (SC 103; MC 22). María es el inicio, el
germen y la forma perfecta de la Iglesia; en ella se encuentra todo lo
que el Espíritu derramará sobre la Iglesia. En María se celebra la
promesa y la anticipación del triunfo de la Iglesia. De este modo, María
"no eclipsa la gloria de todos los santos como el sol, al levantarse la
aurora, hace desaparecer las estrellas", como se lamentaba santa Teresa
de Lisieux de las presentaciones de la Virgen. Al contrario, la Virgen
María "supera y adorna" a todos los miembros de la Iglesia34.
María es la garantía de lo que todos esperamos. La Asunción es una
profecía para nosotros. Después de Pentecostés María no sale, como los
apóstoles, a predicar, pero con su Asunción proclama y testimonia el
anuncio de todos los apóstoles: que la muerte ha sido vencida por el
poder de Cristo resucitado: "Y cuando este ser corruptible se revista de
incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces
se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido devorada en
la victoria" (1Co 15,54).
5. La Coronación de María Santísima35
Al fin, coronada de gloria -como aparece en el último misterio
glorioso-, María resplandece como Reina de los Ángeles y los Santos,
anticipación y culmen de la condición escatológica de la Iglesia.
Recordar a Cristo con María...
Porque, con tu misericordia y tu justicia dispersas a los soberbios
y enalteces a los humildes. A tu Hijo, que voluntariamente se rebajó
hasta la muerte de cruz, lo coronaste de gloria y lo sentaste a tu
derecha, como Rey de reyes y Señor de señores; y a la Virgen, que quiso
llamarse tu esclava y soportó pacientemente la ignominia de la cruz de
tu Hijo, la exaltaste sobre los coros de los ángeles, para que reine
gloriosamente con él, intercediendo por todos los hombres como abogada
de la gracia y reina del universo.
Comprender a Cristo desde María...
Is 9,1-3.5s: Su principado no tendrá límites
Sal 44: Escucha, hija, mira: inclina el oído
Lc 1,26-38: Aquí está la sierva del Señor
Configurarse a Cristo con María...
Como primera discípula de Cristo es también maestra, que nos enseña la
fidelidad a Cristo. En la santidad de María, la Iglesia descubre la
llamada de todos sus hijos a la santidad:
Mientras la Iglesia ha alcanzado en la santísima Virgen la
perfección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga (Ef 5,27),
los fieles luchan todavía por crecer en santidad, venciendo enteramente
al pecado, y por eso levantan sus ojos a María, que resplandece como
modelo de virtudes para toda la comunidad de los elegidos (LG 65).
La Iglesia, contemplando la santidad de María, aprende el camino de la
santidad. María testimonia a todos los cristianos la experiencia del
Espíritu, que la ha colmado de gracia, les remite a Cristo, único
mediador entre los hombres y el Padre, para asemejarse cada día más a su
Esposo, como María se conformó a El en la fe. Mirando a María, esperanza
realizada, la Iglesia aprende a vivir con los ojos puestos en las cosas
de arriba, afianzándose en la certeza de los bienes futuros, sin
instalarse en lo efímero y caduco de la escena de este mundo que pasa.
Rogar a Cristo con María...
Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la
Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión,
alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.
Anunciar a Cristo con María...
María, elevada al cielo es proclamada Reina del universo: "Finalmente,
la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa
original, terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue
asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del
Universo, para que se asemejara más plenamente a su Hijo, Señor de los
que dominan (Ap 19,16) y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59). En
la gloria, María cumple la misión para la que toda criatura ha sido
creada: ser "alabanza de la gloria" de Cristo (Ef 1,14).
La Iglesia proclama a María "reina de los patriarcas", pues es por ella
por quien éstos son antepasados venerables; "reina de los profetas",
pues es a su seno al que ellos anunciaron "el fruto bendito". María es
la gloria de Israel y la gloria de la Iglesia. Dios, mirándola, "se
acuerda de Abraham y de su descendencia para siempre" (Lc 1,55).
De este modo, los misterios gloriosos alimentan en los creyentes la
"esperanza en la meta escatológica", hacia la cual se encaminan como
miembros del Pueblo de Dios peregrino en la historia. Esto les impulsará
necesariamente a dar un testimonio valiente de aquel "gozoso anuncio"
que da sentido a toda su vida.
[1]
RVM 20.
[2]
Misas de la Virgen María
(= MVM): n. 2
“La
Virgen María
en la Anunciación
del Señor”.
[3]
MVM: n. 3
“Visitación
de la Bienaventurada Virgen María”.
[5]
MVM: n. 4
“Santa
María,
Madre de Dios”.
[7]
MVM: n. 7
“Santa
María
en la Presentación
del Señor”
[9]
MVM: n. 8
“Santa
María
de Nazaret”
[10]
RVM 21.
[11]
Domingo después
del 6 de enero:
“El
Bautismo del Señor”.
[12]
MVM: n. 9
“La
Virgen María
de Caná”
[13]
MVM: n. 46
“La
Virgen María,
puerta del cielo”
[14]
Fiesta de la Transfiguración
del Señor,
6 de agosto.
[15]
Jueves Santo: Misa vespertina de la Cena del Señor.
[16]
RVM 22.
[17]
MVM: n. 10
“Santa
María,
discípula
del Señor”
[18]
MVM: n. 41
“La
Virgen María,
madre del consuelo”
[20]
MVM: n. 20
“Santa
María,
la nueva mujer”
[22]
MVM: n. 12
“La
Virgen María
junto a la cruz del Señor”
(II).
[24]
MVM: n. 11
“La
Virgen María
junto a la cruz del Señor”
(I).
[25]
El verbo presentar (parastesai, poner delante) que usa Lc
2,22, es un verbo litúrgico-sacrificial; se usa para indicar la
presentación de las ofrendas para el sacrificio.
[26]
RVM 23.
[27]
MVM: n. 15
“La
Virgen María
en la resurrección
del Señor”.
[29]
Solemnidad de la Ascensión
del Señor.
[31]
MVM: n. 17
“La
Virgen María
del cenáculo”
[33]
Solemnidad de la Asunción
de la Santísima
Virgen María