IN MEMORIAM Emiliano Jiménez Hernández (1941 -2007)
Nacido en Padiernos, un pequeño pueblo de la diócesis de Ávila (España), el 8 de agosto de 1.941; fue ordenado sacerdote en dicha diócesis el 3 de abril de 1966.
Después de tres años de experiencia pastoral en su diócesis, viajó a Roma donde estudió Moral y alcanzó el el título de Doctor en Teología Moral en 1988 por la Academia Alfonsiana de Teología Moral, con la tesis: “Eclesiología y Teología Moral”.
En 1969 conoció el Camino Neocatecumenal en la Parroquia de la Nativitá (Roma), donde se incorporó a una comunidad a la que perteneció hasta su fallecimiento.
Fue párroco en la diócesis de Ávila, capellán de emigrantes en Suiza y Nueva York. Desde la década de los años setenta, y por más de quince años, estuvo como misionero itinerante en Costa Rica, Panamá y República Domincana. En 1988 fue nombrado Vice-Rector del Seminario “Redemptoris Mater y Juan Pablo II” del Callao (Perú), hasta que en el año 2003 regresó a Roma, ya enfermo de cáncer.
Como labor docente fue profesor de la Facultad de Teología Civil y Pontificia de Lima, en los Institutos Superiores de Teología de Lima y Berlín y en los Seminarios “Redemptoris Mater” de Holanda, Japón, Taiwan y Australia. Pero su dedicación, desde 1988, fue en nuestro centro de estudios.
Escritor incansable, fue autor de numerosos artículos y obras teológicas en el campo de la moral, comentario bíblico, hagiografía, antropología teológica, etc. De su amplia bibliografía recordamos sólo algunos títulos: Eclesiología y Teología moral (1989); ¿Quién soy yo? Antropología para andar como hombre por el mundo y Moral sexual. Hombre y mujer, imagen de Dios (1990); ¿Dios? ¿Para qué? Interrogantes del ateísmo de cara a la Nueva Evangelización, La noche del Yaboc y Bioética. La vida, don de Dios (1991); Hombre en fiesta. Antropología para estar como cristiano en el mundo y El credo. Símbolo de la fe de la Iglesia (1992); Abraham el creyente. Según las Escrituras y el Midrash y El Espíritu Santo. Dador de vida, en la Iglesia, al cristiano (1993); ¡Aleluya! ¡Marantha!. Escatología cristiana (1994); La vida en Cristo, Decálogo. Diez palabras de vida y María, madre del Redentor (1995); Las alas de la Torá. Comentarios rabínicos al Decálogo (1996); Cantar de los cantares. Resonancias bíblicas y San Ignacio de Loyola. Peregrino ad maiorem Dei gloriam (1997); San Bruno, melodía del silencio, San Antonio de Padua. Arca del testamento, David, un hombre según el corazón de Dios y Santa Catalina de Siena. Vida, misión y mensaje (1998); Las confesiones de Jeremías y Job. Crisol de la fe (1999); San Norberto. Apóstol itinerante (2000); Eclesiástico. Resonancias bíblicas (2001); Ruth, la moabita. Resonancias bíblicas y El Apocalipsis. Revelación de la gloria del Cordero (2003).
Conocedor y admirador de S. Juan de la Cruz, le gustaba seguirle por los caminos de la poesía espiritual. Escribió varias obras poéticas, de una de ellas hemos seleccionado el siguiente texto a traves del cual vislumbramos a nuestro querido P. Emiliano:
POR LA TROCHA DEL SUEÑO
Por la trocha del sueño
la memoria
se remonta al origen
del sendero.
En la carcoma de árbol silenciado
escucha el eco
tenue de la savia,
el primer riego cálido del alba.
En el umbral del tallo,
sin sonido,
canta la fuente,
se oye la palabra,
la germinal palabra de tus labios.
Por la puerta del beso
el corazón se convierte en campana,
las manos
se alzan en plegaria,
las lágrimas en danza.
Señor, cuando te encuentro,
el alma canta.
El 25 de agosto, después de cuatro años de dolorosa enfermedad, falleció en Roma.
Todos los que lo conocimos guardamos de él el más entrañable recuerdo. Su ingenio, la capacidad de afrontar las dificultades, la paciencia y continua sonrisa con la que el Señor le ha concedido llevar su enfermedad, sus consejos llenos de prudencia y sabiduría, la capacidad para comprender la pequeñez y debilidad humana... nos han confortado y consolado siempre a todos.
Estuvimos juntos desde los comienzos de este centro de formación presbiteral y teologíco y, como toda obra que comienza, tuvimos que afrontar muchas de las dificultades que fueron surgiendo. Hablábamos y nos sosteníamos mutuamente. En este momento, cómo no recordar a todos aquellos que vivimos la experiencia de los comienzos y que ya han sido llamados por Dios a su presencia: Antonia María Caparrós, José Mari Soler y Ángel Ciriza. Nuestra oración por todos ellos y les pedimos su intercesión confiando en la comunión de los Santos.
Sus vidas, entrega y muerte nos quedan como memorial y son un continuo consuelo ante las dificultades. Esperamos el día, cada vez más cercano, en el que podamos reunirnos con ellos, y con todos nuestros seres queridos, en el cielo junto con nuestro amante Padre, Padre de Nuestro Señor, Salvador y Redentor Jesucristo.
Antonio C. Molinero