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1. El segundo genero de revelaciones decíamos que eran
manifestación de secretos y misterios ocultos. Este puede ser en
dos maneras:
La primera, acerca de lo que es Dios en sí, y en esta se incluye
la revelación del misterio de la Santísima Trinidad y unidad de
Dios.
La segunda es acerca de lo que es Dios en sus obras, y en esta se
incluyen los demás artículos de nuestra fe católica y las
proposiciones que explícitamente acerca de ellas puede haber de
verdades. En las cuales se incluyen y encierran mucho número de
las revelaciones de los profetas, de promesas y amenazas de Dios,
y otras cosas que habían y han de acaecer acerca de este negocio
de fe.
Podemos tambien en esta segunda manera incluir otras muchas cosas
particulares que Dios ordinariamente revela, así acerca del
universo en general, como tambien en particular acerca de reinos,
provincias y estados y familias y personas particulares.
De lo cual tenemos en las Divinas Letras ejemplos en abundancia,
así de lo uno como de lo otro, mayormente en todos los Profetas en
los cuales se hallan revelaciones de todas estas maneras. Que, por
ser cosa clara y llana, no quiero gastar tiempo en alegarlos aquí,
sino decir que estas revelaciones no sólo acaecen de palabra,
porque las hace Dios de muchos modos y maneras: a veces con
palabras solas, a veces por señales solas y figuras e imágenes y
semejanzas solas, a veces juntamente con lo uno y con lo otro,
como tambien es de ver en los Profetas, particularmente en todo el
Apocalipsis, donde no solamente se hallan todos los generos de
revelaciones que habemos dicho, mas tambien los modos y maneras
que aquí decimos.
2. De estas revelaciones que se incluyen en la segunda manera,
todavía las hace Dios en este tiempo a quien quiere. Porque suele
revelar a algunas personas los días que han de vivir, o los
trabajos que han de tener, o lo que ha de pasar por tal o tal
persona, o por tal o tal reino, etc. Y aun acerca de los misterios
de nuestra fe, descubrir y declarar al espíritu las verdades de
ellos; aunque esto no se llama propiamente revelación, por cuanto
ya está revelado, antes es manifestación o declaración de lo ya
revelado.
3. Acerca de este genero de revelaciones, puede el demonio mucho
meter la mano, porque, como las revelaciones de este genero
ordinariamente son por palabras, figuras y semejanzas, etc., puede
el demonio muy bien fingir otro tanto, mucho más que cuando las
revelaciones (no) son en espíritu sólo. Y, por tanto, si acerca de
la primera manera y la segunda que aquí decimos, en cuanto (a) lo
que toca a nuestra fe, se nos revelase algo de nuevo o cosa
diferente, en ninguna manera habemos de dar el consentimiento,
aunque tuviesemos evidencia que aquel que lo decía era un ángel
del cielo; porque así lo dice san Pablo (Gl. 1, 8), diciendo:
Licet nos, aut angelus de caelo evangelizet vobis praeterquam quod
evangelizavimus vobis, anathema sit; que quiere decir: Aunque
nosotros o un ángel del cielo os declare o predique otra cosa
fuera de la que os habemos predicado, sea anatema.
4. De donde, por cuanto no hay más artículos que revelar acerca de
la sustancia de nuestra fe que los que ya están revelados a la
Iglesia, no sólo no se ha de admitir lo que de nuevo se revelare
al alma acerca de ella, pero (aun) le conviene, para cautela, de
no ir admitiendo otras variedades envueltas; y por la pureza del
alma, que la conviene tener en fe, aunque se le revelen de nuevo
las ya reveladas, no creerlas porque entonces se revelan de nuevo,
sino porque ya están reveladas bastantemente a la Iglesia; sino
que, cerrando el entendimiento a ellas, sencillamente se arrime a
la doctrina de la Iglesia y su fe, que, como dice san Pablo (Rm.
10, 17), entra por el oído, y no acomode el credito y
entendimiento a estas cosas de fe reveladas de nuevo, aunque más
conformes y verdaderas le parezcan, si no quiere ser engañado.
Porque el demonio, para ir engañando e ingiriendo mentiras,
primero ceba con verdades y cosas verosímiles para asegurar y
luego ir engañando; que es a manera de la cerda del que cose el
cuero, que primero entra la cerda tiesa y luego tras ella el hilo
flojo, el cual no pudiera entrar si no le fuera guía la cerda.
5. Y en esto se mire mucho; porque, aunque fuese verdad que no
hubiese peligro del dicho engaño, conviene al alma mucho no querer
entender cosas claras acerca de la fe para conservar puro y entero
el merito de ella y tambien para venir en esta noche del
entendimiento a la divina luz de la divina unión. E importa tanto
esto de allegarse los ojos cerrados a las profecías pasadas en
cualquiera nueva revelación, que, con haber el apóstol san Pedro
visto la gloria del Hijo de Dios en alguna manera en el monte
Tabor, con todo, dijo en su canónica (2 Pe. 1, 19) estas palabras:
Et habemus firmiorem propheticum sermonem: cui benefacitis
attendentes, etc.; lo cual es como si dijera: Aunque es verdad la
visión que vimos de Cristo en el monte, más firme y cierta es la
palabra de la profecía que nos es revelada, a la cual arrimando
vuestra alma, haceis bien.
6. Y si es verdad (que) por las causas ya dichas (es conveniente)
cerrar los ojos a las ya dichas revelaciones que acaecen acerca de
las proposiciones de la fe, ¿cuánto más necesario será no admitir
ni dar credito a las demás revelaciones que son de cosas
diferentes, en las cuales ordinariamente mete el demonio la mano
tanto, que tengo por imposible que deje de ser engañado en muchas
de ellas el que no procurase desecharlas, según la apariencia de
verdad y asiento que el demonio mete en ellas? Porque junta tantas
apariencias y conveniencias para que se crean, y las asienta tan
fijamente en el sentido y la imaginación, que le parece a la
persona que sin duda acaecerá así. Y de tal manera hace asentar y
aferrar en ello al alma, que si ella no tiene humildad, apenas la
sacarán de ello y la harán creer lo contrario. Por tanto, el alma
pura, cauta, y sencilla y humilde, con tanta fuerza y cuidado ha
de resistir (y desechar) las revelaciones y otras visiones, como
las muy peligrosas tentaciones; porque no hay necesidad de
quererlas, sino de no quererlas para ir a la unión de amor. Que
eso es lo que quiso decir Salomón (Ecli. 7, 1) cuando dijo: ¿Que
necesidad tiene el hombre de querer y buscar las cosas que son
sobre su capacidad natural? Como si dijeramos: Ninguna necesidad
tiene para ser perfecto de querer cosas sobrenaturales por vía
sobrenatural, que es sobre su capacidad.
7. Y porque a las objeciones que contra esto se pueden poner está
ya respondido en el capítulo 19 y 20 de este libro, remitiendome a
ellos, sólo digo que de todas ellas se guarde el alma para caminar
pura y sin error en la noche de la fe a la unión.
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