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1. Los daños principales en que puede el hombre caer por el gozo
vano de sus buenas obras y costumbres, hallo que son siete, y muy
perniciosos, porque son espirituales, (los cuales referire aquí
brevemente).
2. El primer daño es vanidad, soberbia, vanagloria y presunción;
porque gozarse de sus obras no puede ser sin estimarlas. Y de ahí
nace la jactancia y lo demás, como se dice del fariseo en el
Evangelio (Lc. 18, 12), que oraba y se congraciaba con Dios con
jactancia de que ayunaba y hacía otras buenas obras.
3. El segundo daño comúnmente va encadenado de este, y es que
juzga a los demás por malos e imperfectos comparativamente,
pareciendole que no hacen ni obran tan bien como el, estimándolos
en menos en su corazón, y a veces por la palabra. Y este daño
tambien le tenía el fariseo (Lc. 18, 11), pues en sus oraciones
decía: Gracias te hago que no soy como los demás hombres:
robadores, injustos y adúlteros. De manera que en un solo acto
caía en estos dos daños estimándose a sí y despreciando a los
demás; como el día de hoy hacen muchos que dicen: "No soy yo como
fulano, ni obro esto ni aquello como este o el otro". Y aún son
peores que el fariseo muchos de estos; pero el no solamente
despreció a los demás, sino tambien señaló parte, diciendo: Ni soy
como este publicano; mas ellos, no se contentando con eso ni con
esotro, llegan a enojarse y a envidiar cuando ven que otros son
alabados o que hacen o valen más que ellos.
4. El tercero daño es que, como en las obras miran al gusto,
comúnmente no las hacen sino cuando ven que de ellas se les ha de
seguir algún gusto y alabanza; y así, como dice Cristo (Mt. 23,
5), todo lo hacen ut videantur ab hominibus, y no obran sólo por
amor de Dios.
5. El cuarto daño se sigue de este, y es que no hallarán galardón
en Dios, habiendole ellos querido hallar en esta vida de gozo o
consuelo, o de interes de honra o de otra manera, en sus obras; en
lo cual dice el Salvador (Mt. 6, 2) que en aquello recibieron la
paga. Y así, se quedaron sólo con el trabajo de la obra y confusos
sin galardón.
Hay tanta miseria acerca de este daño en los hijos de los hombres,
que tengo para mí que las más de las obras que hacen públicas, o
son viciosas, o no les valdrán nada, o son imperfectas delante de
Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos
humanos. Porque ¿que otra cosa se puede juzgar de algunas obras y
memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren
(hacer) sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la
vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o
señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en
los templos, como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de
imagen, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de
algunos se puede decir que se adoran a sí más que a Dios? Lo cual
es verdad si por aquello las hicieron, y sin ello no las hicieran.
Pero, dejados estos que son de los peores, ¿cuántos hay que de
muchas maneras caen en este daño de sus obras? De los cuales, unos
quieren que se las alaben, otros que se las agradezcan; otros las
cuentan y gustan que lo sepa fulano y fulano y aun todo el mundo,
y a veces quieren que pase la limosna o lo que hacen por terceros
porque se sepa más, otros quieren lo uno y lo otro; lo cual es el
tañer de la trompeta, que dice el Salvador en el Evangelio (Mt. 6,
2) que hacen los vanos, que por eso no habrán de sus obras
galardón de Dios.
6. Deben, pues, estos para huir este daño, esconder la obra, que
sólo Dios la vea, no queriendo que nadie haga caso. Y no sólo la
ha de esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto es: que ni
el se quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni
sacar gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello
que dice Nuestro Señor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que
hace tu diestra, que es como decir: no estimes con el ojo temporal
y carnal la obra que haces espiritual. Y de esta manera se recoge
la fuerza de la voluntad en Dios y lleva fruto delante de el la
obra; de donde no sólo no la perderá sino que será de grande
merito. Y a este propósito se entiende aquella sentencia de Job,
cuando dice (31, 2628): Si yo bese mi mano con mi boca, que es
iniquidad y pecado grande, y se gozó en escondido mi corazón.
Porque aquí por la "mano" entiende la obra y por la "boca"
entiende la voluntad que se complace en ellas. Y porque es, como
decimos, complacencia en sí mismo, dice: Si se alegró en escondido
mi corazón, lo cual es grande iniquidad y negación contra Dios; y
es como si dijera: que ni tuvo complacencia ni se alegró su
corazón en escondido.
7. El quinto daño de estos tales es que no van adelante en el
camino de la perfección; porque, estando ellos asidos al gusto y
consuelo en el obrar, cuando en sus obras y ejercicios no hallan
gusto y consuelo, que es ordinariamente cuando Dios los quiere
llevar adelante -dándoles el pan duro, que es el de los perfectos,
y quitándolos de la leche de niños, probándolos las fuerzas, y
purgándolos el apetito tierno para que puedan gustar el manjar de
grandes-, ellos comúnmente desmayan y pierden la perseverancia de
que no hallan el dicho sabor en sus obras. Acerca de lo cual se
entiende espiritualmente aquello que dice el Sabio (Ecli. 10, 1),
y es: Las moscas que se mueren, pierden la suavidad del ungüento;
porque cuando se les ofrece a estos alguna mortificación, mueren a
sus buenas obras, dejándolas de hacer, y pierden la perseverancia,
en que está la suavidad del espíritu y consuelo interior.
8. El sexto daño de estos es que comúnmente se engañan teniendo
por mejores las cosas y obras de que ellos gustan que aquellas de
que no gustan, y alaban y estiman las unas y desestiman las otras:
como quiera que comúnmente aquellas obras en que de suyo el hombre
más se mortifica, mayormente cuando no está aprovechado en la
perfección, sean mas aceptas y preciosas delante de Dios, por
causa de la negación que el hombre en ellas lleva de sí mismo, que
aquellas en que el halla su consuelo, en que muy fácilmente se
puede buscar a sí mismo. Y a este propósito dice Miqueas (7, 3) de
estos: Malum manuum suarum dicunt bonum, esto es: Lo que de sus
obras es malo, dicen ellos que es bueno. Lo cual les nace de poner
ellos el gusto en sus obras, y no en sólo dar gusto a Dios. Y
cuánto reine este daño, así en los espirituales como en los
hombres comunes, sería prolijo de contar, pues que apenas hallarán
uno que puramente se mueva a obrar por Dios sin arrimo de algún
interes de consuelo o gusto u otro respeto.
9. El septimo daño es que, en cuanto el hombre no apaga el gozo
vano en las obras morales, está más incapaz para recibir consejo y
enseñanza razonable acerca de las obras que debe hacer; porque el
hábito de flaqueza que tiene acerca del obrar, con la propiedad
del vano gozo le encadena, o para que no tenga el consejo ajeno
por mejor, o para que, aunque le tenga por tal, no le quiera
seguir, no teniendo en si ánimo para ella.
Estos aflojan mucho en la caridad para con Dios y el prójimo,
porque el amor propio que acerca de sus obras tienen les hace
resfriar la caridad.
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