Noche
y día rezo para que la fuerza de Dios crezca en ustedes y les revele los
grandes misterios de la divinidad, de los que no puedo hablar con la lengua,
porque son grandes; no son de este mundo, y se revelen sólo a quienes tienen el
corazón purificado de toda mancha y de toda vanidad de este mundo; a quienes
han tomado su cruz y que junto con esto se odian a sí mismos, y han sido
obedientes a Dios en todo. En estos habita la divinidad y ella alimenta su
alma. En efecto, al igual que los árboles no crecen si no los alcanza la fuerza
del agua, del mismo modo el alma no puede crecer si no recibe la alegría
celestial. Y entre quienes la reciben, hay algunos a los cuales Dios les revela
los misterios celestiales, les muestra su lugar, mientras ellos todavía
están en el cuerpo y les concede todas sus peticiones. He
aquí, pues, cuál es mi oración noche y día: que ustedes lleguen a ese grado y
que conozcan la infinita riqueza de Cristo (Efe 3,8), pues son poco numerosos
los que han sido hechos perfectos. Y son aquellos para los cuales han sido
preparados los tronos, a fin de que se sienten con Jesús para juzgar a los
hombres. Porque en cada generación se encuentran hombres llegados a esa
medida, para juzgar cada uno a su generación. Esto es lo que pido
incesantemente para ustedes en virtud del amor que les tengo. El bienaventurado
Pablo les decía, a los que él amaba: Quiero darles no sólo el evangelio de
Cristo, sino también nuestra vida, porque nos han llegado a ser muy queridos (1
Ts 2,8). Les envié a mi hijo, hasta que Dios me conceda a mí también llegar
corporalmente hasta ustedes, para que les ayude a progresar aún más. Pues
cuando los padres reciben hijos, Dios está en medio de ellos de ambos lados.
Permanezcan en paz y compórtense bien en el Señor.
Cortesía Clerus.org Volver a: La Escuela de San Ammonas
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