Carta XIII (Ammonas)
Tentaciones don
del Espíritu Santo Queridísimos en el
Señor, los saludo en el Espíritu de dulzura, que es pacífico y perfuma las
almas de los justos. Este Espíritu viene sólo a las almas totalmente
purificadas de su vetustez, porque es santo y no puede entrar en un alma impura
(Sb 1,4-5) [Cf. cartas de san Antonio, VII]. Nuestro Señor lo dio
a los apóstoles únicamente después que ellos se purificaron. Por eso Él les
dijo: "Si me voy, les enviaré el consolador, el Espíritu de verdad, y Él
les dar a conocer todas las cosas" (Jn 16,7.13). Pues este Espíritu, desde
Abel y Henoc hasta hoy, se da a las almas de los justos que están totalmente
purificadas. Pero el que llega a las otras almas no es ése, sino el Espíritu de
penitencia[También san Antonio en sus cartas (I,2 y 4) habla de un espíritu de
penitencia o de conversión (Lettres, p. 45, nota 2).]; arriba a las otras almas
para llamarlas a todas y purificarlas de su impureza. Y cuando las ha
purificado totalmente, las entrega al Espíritu Santo, para que Él difunda
sin cesar sobre ellas un perfume suave, como lo dijo Leví: "¿Quién ha
conocido el perfume del Espíritu sino aquellos en los cuales Él habita?"[
También san Antonio en sus cartas (I,2 y 4) habla de un espíritu de penitencia
o de conversión (Lettres, p. 45, nota 2)]. Son pocos los favorecidos incluso
con el Espíritu de penitencia, pero el Espíritu de verdad, de generación en
generación, apenas habita en algunas almas solamente. Al igual que una
perla preciosa no se encuentra en todas las casas, sino únicamente, a veces, en
los palacios reales, así también este Espíritu no se encuentra sino en las
almas de los justos que han llegado a ser perfectos. Desde el instante en que
Leví fue gratificado con Él, ofreció una gran acción de gracias a Dios y dijo :
"Te canto, Señor, porque me has regalado el Espíritu que tú das a tus
siervos". Y todos los justos a los cuales fue enviado, ofrecieron a
Dios grandes acciones de gracias. Porque es la perla de la que habla el evangelio,
comprada por aquel que vendió todos sus bienes (Mt 13,46). Pues el tesoro
escondido en un campo, que un hombre encontró y por el que se alegró mucho (Mt
13,44). A las almas en las que habita, Él les revela grandes misterios; para
ellos la noche es como el día. He aquí que les he dado a conocer la acción de
ese Espíritu. Quiero que
sepan que desde el día en que los dejé, Dios me hizo prosperar en todas las
cosas, hasta que llegué a mi lugar. Y cuando estoy en mi soledad, Él hace mi
camino más próspero aún y me ayuda, ya sea secretamente, ya sea
abiertamente. Y hubiera deseado que ustedes estuvieran cerca mío a causa de las
revelaciones que me fueron dadas, porque cada día concede nuevas
(revelaciones). Deseo, pues, que
sepan cuál es la tentación. Ustedes saben que la tentación no le sobreviene al
hombre si no ha recibido el Espíritu. Cuando ha recibido el Espíritu, es
entregado al diablo para ser tentado. ¿Pero quién lo entrega sino el Espíritu
de Dios? Porque es imposible para el diablo tentar a un fiel, si Dios no se lo
entrega. En efecto, nuestro
Señor al tomar carne devino un ejemplo para nosotros en todo. Cuando fue
bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma (Mt 3,16),
porque el Espíritu lo condujo al desierto[168] para ser tentado (Mt 4,1), y el
diablo no pudo nada contra Él. Pero la fuerza del Espíritu, después de las
tentaciones, les agrega a los santos otra grandeza y una fuerza más
grande. Es necesario que
ustedes conozcan mi tentación, que me ha hecho semejante a nuestro Señor.
Cuando Él descendió del cielo, vio un aire diferente, tenebroso, y de nuevo
cuando iba a descender al Hades, vio un aire más denso y dijo: "Ahora mi
alma está turbada" (Jn 12,27). Igualmente yo, de modo parecido, soporté
recientemente esta tentación que me turbó por todas partes. Sin embargo,
yo alabé a Dios, a quien sirvo con todo mi corazón desde mi juventud y a quien
obedezco, ya sea en el honor, ya sea en la humillación. Él me sacó de ese aire
tenebroso y me restableció en la primera altura. Y pienso que esa tentación es
la última. Cuando el
bienaventurado José soportó su última tentación en la prisión (Gn 29,20), fue
más afligido que por todas las otras tentaciones. Pero después de la prisión,
que es la imagen del Hades, él recibió todos los honores, porque llegó a ser
rey (Gn 41,40). Desde entonces la tentación no lo probó más. Les he dado a
conocer en qué tentaciones me encontré y cómo estoy ahora. Después de haber
escrito esta carta me acordé de la palabra escrita en Ezequiel, que presenta la
imagen de las almas que han llegado a ser perfectas. Él vio un ser viviente
sobre el rió Chobar, que tenía cuatro rostros, cuatro pies y cuatro alas. Un
rostro de Querubín, uno de hombre, uno de águila y uno de toro (Ez 1,1-10). El
rostro de Querubín es el Espíritu de Dios, reposando en un alma y disponiéndola
a alabar con una voz dulce y bella. Y cuando Él quiere, desciende y
edifica a los hombres, toma entonces el rostro de hombre. Y el de toro, es
cuando el alma fiel está en el combate: el Espíritu de Dios la auxilia y le da
la fuerza de un toro, para que ella pueda cornear al diablo. Y el de águila,
porque el águila vuela más alto que todos los otros pájaros. Y cuando el alma
del hombre se eleva en las alturas, el Espíritu Santo viene a ella, enseñándole
a permanecer en las alturas y a estar cerca de Dios. Les he dado a
conocer pocas cosas sobre este ser. Pero si oran y los visito, entraré en
Betel, que es la casa de Dios (Gn 28,19), y cumpliré mis votos (Sal 65,13), los
que prometieron mis labios. Entonces les hablaré más claramente sobre
este ser. En efecto, Betel
quiere decir la casa de Dios (Gn 28,19). Dios combate, entonces, por la casa
sobre la que se invoca su nombre. Y fue Ezequiel quien vio ese ser viviente. Saluden a todos
aquellos que han sido asociados al trabajo y a los sudores de sus padres en la
tentación, como Juan lo dice en otro lugar: "Dios es glorificado por el
sudor del alma". Así por la semilla de sudor que siembra, el alma es
asociada a Dios. Y aquellos son asociados también a su cosecha, pues está
escrito: Si sufrimos con él, viviremos con él (Rm 8,17), etc. El Señor también
dijo a sus discípulos: "Ustedes padecieron conmigo en mis tentaciones, estableceré
con ustedes un contrato real, al igual que El Padre me prometió que se
sentarían a mi mesa" (Lc 22,29), etc. Ven que quienes
comparten los trabajos también comparten el reposo, y el que participa en la
humillación, igualmente participa en el honor. Est escrito, en efecto, en los
Padres: "Un buen hijo hereda el derecho de primogenitura y las bendiciones
paternas". Sucede así con lo que nosotros sembramos. Son los
sembrados de Dios y los buenos hijos quienes heredan el derecho de primogenitura
y nuestras bendiciones. Cuando esté lejos, en mi lugar, la llegada de los
frutos me recordar estos sembrados. Pero tú, como un
buen maestro, exhórtalos con cuidado. ¡Quiera Dios que abandones esta
morada dejando una buena cosecha! Porque sabemos que eres un padre bueno y
un educador excelente. Sin embargo, te recuerdo que es por causa de esta
cosecha que Dios te ha dejado en esta morada.
Pórtate bien en el Señor, en
el Espíritu dulce y pacífico que habita las almas de los justos. Volver a: La Escuela de San Ammonas
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