IX. Relaciones entre el Reino de Dios y el progreso del mundo
SAN
Juan Pablo II
9 Catequesis sobre la Providencia de Dios
IX. Relaciones entre el Reino de Dios y el progreso del mundo (25.VI.86)
1. Como en la anterior catequesis, hoy también trataremos abundantemente de
las reflexiones que el Concilio Vaticano II dedicó al tema de la condición
histórica del hombre de hoy, el cual por una parte es enviado por Dios a
dominar y someter lo creado, y por otra él mismo es sujeto, en cuanto
criatura, de la amorosa presencia de Dios Padre, Creador y Providente.
El hombre, hoy más que en cualquier otro tiempo, es particularmente sensible
a la grandeza y autonomía de su tarea de investigador y dominador de las
fuerzas de la naturaleza.
Sin embargo hay que hacer notar que existe un grave obstáculo en el
desarrollo y en el progreso del mundo. Este está constituido por el pecado y
por la cerrazón que supone, es decir, por el mal moral. De esta situación da
amplia cuenta la Constitución conciliar Gaudium et spes.
Reflexiona pues el Concilio: 'Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin
embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia,
abusó de su libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su
propio fin al margen de Dios' (Gaudium et spes 13). Por eso, como
consecuencia inevitable, 'el progreso humano, altamente beneficioso para el
hombre, también encierra sin embargo una gran tentación; pues los individuos
y las colectividades, subvertida la jerarquía de los valores y mezclado el
bien con el mal, no miran más que a lo suyo, olvidando lo ajeno. Lo que hace
que el mundo no sea ya ámbito de una auténtica fraternidad, mientras el
poder acrecido de la humanidad está amenazado con destruir al propio género
humano' (Gaudium et spes 37).
El hombre moderno es justamente consciente de su propio papel, pero 'si
autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es
independiente de Dios, y que los hombres pueden usarla sin referencia al
Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad de estas
palabras. La criatura sin el Creador se esfuma Más aún, por el olvido de
Dios, la propia criatura queda oscurecida' (Gaudium et spes 36).
2. Recordemos primero un texto que nos hace captar la 'otra dimensión' de la
evolución histórica del mundo, a la que se refiere siempre el Concilio. Dice
la Constitución: 'El Espíritu de Dios, que con admirable providencia guía el
curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, no es ajeno a esta
evolución' (Gaudium et spes 26). Superar el mal es al mismo tiempo querer el
progreso moral del hombre, por el que su dignidad queda salvaguardada, y dar
una respuesta a las exigencias esenciales de un mundo 'más humano'. En esta
perspectiva, el reino de Dios que se va desarrollando en la historia,
encuentra en cierto modo su 'materia' y los signos de su presencia eficaz.
El Concilio Vaticano II ha puesto el acento con mucha claridad en el
significado ético de la evolución, mostrando cómo el ideal ético de un mundo
'más humano' es compatible con la enseñanza del Evangelio. Y aun
distinguiendo con precisión el desarrollo del mundo de la historia de la
salvación, intenta al mismo tiempo poner de relieve en toda su plenitud los
lazos que existen entre ellos: 'Por ello, aunque hay que distinguir
cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin
embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad
humana, interesa en gran medida al reino de Dios. Pues los bienes de la
dignidad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra, todos los
frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de
haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con
su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y
transfigurados cuando Cristo entregue al Padre 'el reino eterno y
universal'; reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de
justicia, amor y paz. El reino está ya misteriosamente en nuestra tierra;
cuando venga el Señor, se consumará la perfección' (Gaudium et spes 39).
3. El Concilio afirma el convencimiento de los creyentes cuando proclama que
'la Iglesia reconoce cuanto de bueno se haya en el actual dinamismo social:
sobre todo la evolución hacia la unidad, el proceso de una sana
socialización y una solidaridad civil y económica. La promoción de la unidad
concuerda con la misión íntima de la Iglesia, ya que ella es 'en Cristo como
sacramento o señal e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad
de todo el género humano' Pues las energías que la Iglesia puede comunicar a
la actual sociedad humana radican en esa fe y en esa caridad, aplicadas a la
vida práctica. No radican en el mero dominio exterior ejercido con medios
puramente humanos' (Gaudium et spes 42). Por este motivo se crea un profundo
lazo y finalmente una elemental identidad entre los principales sectores de
la historia y de la evolución del 'mundo' y la historia de la salvación. El
plan de la salvación hunde sus raíces en las aspiraciones más reales y en
las finalidades de los hombres y de la humanidad. También la redención está
continuamente dirigida al hombre y hacia la humanidad 'en el mundo'. Y la
Iglesia se encuentra siempre con el 'mundo' en el ámbito de las aspiraciones
y finalidades del hombre-humanidad. De igual modo la historia de la
salvación transcurre en el cauce de la historia del mundo, considerándolo en
cierto modo como propio. Y viceversa: las verdaderas conquistas del hombre y
de la humanidad, auténticas victorias en la historia del mundo, son también
'el substrato' del reino de Dios en la tierra' (K.Wojtyla, Alle fonti del
rinovamento).
4. Leemos a este propósito en la Constitución Gaudium et spes: 'la actividad
humana, así como procede del hombre, así también se ordena al hombre Tal
superación rectamente entendida es más importante que las riquezas
exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que por
lo que tiene. Así mismo, cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más
justicia, mayor fraternidad y un planteamiento más humano en los problemas
sociales, vale más que los progresos técnicos Por tanto, esta es la norma de
la actividad humana: que, de acuerdo con los designios y voluntad divinos,
se conforme al auténtico bien del género humano y permita al hombre, como
individuo y miembro de la sociedad cultivar y realizar integramente su plena
vocación' (Gaudium et spes 35; cfr. también 59). Así continúa el mismo
documento : 'El orden social hay que desarrollarlo a diario, fundarlo en la
verdad, edificarlo sobre la justicia, vivificarlo por el amor; pero debe
encontrar en la libertad un equilibrio cada día más humano. Para cumplir
todos estos objetivos, hay que proceder a una renovación de los espíritus y
a profundas reformas de la sociedad. El Espíritu de Dios, que con admirable
providencia guía el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, no
es ajeno a esta evolución' (Gaudium et spes 26).
5. La adecuación a la guía y a la acción del Espíritu Santo en el desarrollo
de la historia acontece mediante la llamada continua y la respuesta
coherente y fiel a la voz de la conciencia: 'La fidelidad a esta conciencia
une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver
con acierto los numerosos problemas morales, que se presentan al individuo y
a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto
mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del
ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad'
(Gaudium et spes 16).
El Concilio recuerda con realismo la presencia en la efectiva condición
humana del obstáculo más radical al verdadero progreso del hombre y de la
humanidad: el mal moral, el pecado, como consecuencia del cual 'el hombre se
encuentra íntimamente dividido. Por eso, toda la vida humana, la individual
y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el
bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota
incapaz de dominar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el
punto de sentirse como aherrojado entre cadenas' (Gaudium et spes 13). La
del hombre es una 'lucha que comenzó al principio del mundo y durará, como
dice el Señor (Cfr. Mt 24, 13; 13, 24-30, 36-43), hasta el último día.
Metido en esta batalla, el hombre ha de combatir sin parar para adherirse al
bien, y no puede conseguir su unidad interior sino a precio de grandes
fatigas, con la ayuda de la gracia de Dios' (Gaudium et spes 37).
6. Como conclusión podemos decir que, si el crecimiento del reino de Dios no
se identifica con la evolución del mundo, sin embargo es verdad que el reino
de Dios está en el mundo y antes que nada en el hombre, que vive y trabaja
en el mundo. El cristiano sabe que con su compromiso a favor del progreso de
la historia y con la ayuda de la gracia de Dios coopera al crecimiento del
reino, hasta el cumplimiento histórico y escatológico del designio de la
Divina Providencia.