Joseph Ratzinger - Dios y el Mundo, creer y vivir en nuestra época: Una conversación con Peter Seewald
Selección de textos del libro "DIOS Y EL MUNDO. Una conversación con Peter Seewald" (trad. Rosa Pilar Blanco), Ed. Debolsillo, 2005 (Gott und die Welt, 2000 Deutsche Verlag-Anstalt GmbH, Suttutgar-Munich) [1]
fuente: www.misas.org/reflexion/dios_mundo.html
a) El ateísmo de la cultura tecnológica
c) La fe no es un sentimiento, sino que responde a una realidad objetiva
d) Y también responde a nuestros anhelos más íntimos
e) La seguridad de la fe y la supuesta intolerancia de los hombres de fe
f) Muchos sueñan con una "religión a la carta"
g) La sustitución de la religión por la tradición
h) La fe no supone sólo un conocimiento, sino una vida en la que hay que ir creciendo cada día
i) La consideración de la vida Eterna en la vida del cristiano
l) Que Dios sea insondable no significa que no se pueda conocer nada de Él
m) Cristo contemplaba a cada hombre desde la Cruz
6. El sentido de la vida y el Bautismo
7. El sacramento de la Penitencia
a) Dios quiere venir a nosotros a través de otras personas
b) El sacramento de la Penitencia no es un instrumento para "someter" a los fieles
a) Dimensión espiritual de la persona
d) La nueva legalidad de la persona como algo definitivo
e) La dignidad de la persona y el porqué de su creación
f) La persona como fin en sí mismo
g) La persona humana está constitutivamente referido a su prójimo, y especialmente a Dios
12. Cuidado del mundo por parte del hombre
13. El Antiguo Testamento y el pueblo judío
a) Por qué el pueblo judío es el pueblo elegido
b) El cristianismo es el Antiguo Testamento releído a la luz de Cristo
17. Sobre los ricos de este mundo
19. Enseñar al que no sabe como obra de misericordia
a) La anécdota de Napoleón y su intención de acabar con la Iglesia
b) La Iglesia es "mi patria más íntima"
c) La comunidad es esencial a la fe: Dios quiere venir a los hombres a través de otros hombres
d) La Iglesia como luz del mundo
e) La idea de Guardini de la Iglesia como el único poder realmente crítico con la historia
21. El amor a la gramática y el amor a Dios; S. Benito y la cultura europea
23. El purgatorio y la vida Eterna
p. 12 Entonces ¿Dios se muestra siempre lleno de respeto o también manifiesta humor?
Personalmente creo que tiene un gran sentido del humor. A veces le da a uno un empellón y le dice: «¡No te des tanta importancia!». En realidad, el humor es un componente de la alegría de la creación. En muchas cuestiones de nuestra vida se nota que Dios también nos quiere impulsar a ser un poco más ligeros; a percibir la alegría; a descender de nuestro pedestal y a no olvidar el gusto por lo divertido.
2. Oración
a) Rosario
p. 14 ¿Alguna recomendación al respecto? [de la oración en general]
Por la noche, cuando uno no logra encontrar la paz... yo recomendaría el rosario. Es un rezo que, además de su significado espiritual, ejerce una fuerza anímicamente tranquilizadora. En él, al atenerse siempre a las palabras, te vas liberando poco a poco de los pensamientos que te atormentan.
b) Aprender a escuchar la voz de Dios
p. 16 Muchos sabían rezar de pequeños, pero en cierto momento lo olvidaron. ¿Hay que aprender a hablar con Dios?
El órgano de Dios puede atrofiarse hasta el punto de que las palabras de la fe se tornen completamente carentes de sentido. Y quien no tiene oído tampoco puede hablar, porque sordera y mudez van unidas.
Es como si uno tuviera que aprender su lengua materna. Poco a poco se aprende a leer la escritura cifrada de Dios, a hablar su lenguaje y a entender a Dios, aunque nunca del todo. Poco a poco uno mismo podrá rezar y hablar con Dios, al principio de manera muy infantil –en cierto modo siempre seremos niños–, pero después cada vez mejor, con sus propias palabras.
c) Lo más importante de la vida no se ve con los ojos
p.16 Usted dijo una vez: «Si el ser humano sólo confía en lo que ven sus ojos, en realidad está ciego...».
...porque limita su horizonte de manera que se le escapa precisamente lo esencial. Porque tampoco tiene en cuenta su inteligencia. Las cosas realmente importantes no las ve con los ojos de los sentidos, y en esa medida aún no se apercibe bien de que es capaz de ver más allá de lo directamente perceptible.
3. Fe y ateísmo
a) El ateísmo de la cultura tecnológica
p.21 Vivimos sin duda en un momento histórico en el que la tentación de querer crear sin Dios se ha vuelto muy grande. Nuestra cultura de la técnica y del bienestar se basa en la convicción de que, en el fondo, todo es factible. Naturalmente, si pensamos así, la vida termina en lo que nosotros podemos hacer, construir y demostrar. Por tanto, la cuestión divina queda relegada a un segundo término.
Si se generaliza esa actitud –y la tentación para que eso ocurra es muy grande, porque buscar a Dios significa realmente adentrarse en otro plano que antes quizá fuese más accesible–, la respuesta es palmaria: lo que no es obra nuestra, no existe.
b) Sin fe no se puede vivir
p.20 Lo importante para cualquier persona, lo primero que da importancia a su vida, es saber que es amada. Precisamente quien se encuentra en una situación difícil, resiste si sabe que alguien le espera, que es deseado y necesitado. Dios está ahí primero y me ama. Ésta es la razón segura sobre la que se asienta mi vida, y a partir de la cual yo mismo puedo proyectarla.
c) La fe no es un sentimiento, sino que responde a una realidad objetiva
p. 23 sin embargo, lo esencial de la fe es que en ella no me encuentro con algo inventado, sino que lo que sale a mi encuentro supera con creces todo cuanto nosotros, los hombres, podemos inventar.
d) Y también responde a nuestros anhelos más íntimos
p. 25 Y viceversa: precisamente ese Dios que tiene el poder de plasmar en una persona el amor que Él es, que está ahí y se nos da a conocer, que acepta la afinidad con nosotros, es justo lo que necesitamos para no tener que vivir hasta el final con fragmentos, con medias verdades.
e) La seguridad de la fe y la supuesta intolerancia de los hombres de fe
p.27 Porque ya nadie se atreve a decir que lo que afirma la fe es cierto, pues se teme ser intolerante, incluso frente a otras religiones o concepciones del mundo. Y los cristianos se dicen que nos atemoriza esa elevada reivindicación de la verdad.
Por una parte esto, en cierto modo, es saludable. Porque si uno se dedica a asestar golpes a su alrededor con demasiada rapidez e imprudencia con la pretensión de la verdad y se instala en ella demasiado tranquilo y relajado, no solo puede volverse despótico sino también etiquetar con enorme facilidad como verdad algo que es secundario y pasajero.
La cautela a la hora de reivindicar la verdad es muy adecuada, pero no debe provocar el abandono generalizado de dicha pretensión, pues entonces nos moveremos a tientas en diferentes modelos de tradición.
f) Muchos sueñan con una "religión a la carta"
p. 28 Muchos sueñan con una especie de religión a la carta, aunque con ingredientes escogidos y muy acomodados al gusto. Cada vez se diferencia más entre religión «mala» y «buena».
g) La sustitución de la religión por la tradición
p.28-29 Es interesante que el concepto de tradición haya sustituido al concepto de religión y de confesión –y con ello también al concepto de verdad. Las distintas religiones se consideran tradiciones. Entonces se juzgan «venerables», «hermosas», y se afirma que quien está dentro de una tradición debe respetarla, así como debe respetar las tradiciones ajenas. Pero contar sólo con tradiciones provoca también, es lógico, una pérdida de la verdad. Y en cierto momento uno se preguntará por qué ha de existir tradición siquiera. Y entonces la rebelión contra la tradición quedará justificada.
Recuerdo siempre las palabras de Tertuliano, que comentó una vez: «Cristo no ha dicho: "Yo soy la costumbre, sino "yo soy la Verdad"». Y es que Cristo no sanciona simplemente la costumbre; al contrario, él nos arranca de las costumbres. Él desea que las abandonemos, nos exige que busquemos la verdad, lo que nos introduce en la realidad del Creador, del Salvador, de nuestro propio ser. En ese sentido, hemos de ser cautelosos con la reivindicación de la verdad en cuanto gran compromiso, pero también tener el valor de no perder la verdad, de tender hacia ella y aceptarla con agradecimiento y humildad cuando nos sea ofrecida.
h) La fe no supone sólo un conocimiento, sino una vida en la que hay que ir creciendo cada día
p. 29 La fe nunca está sencillamente ahí, de forma que yo pueda decir a partir de un momento determinado que yo la tengo y otros no. Ya lo hemos comentado. Es algo vivo que incluye a la persona entera –razón, voluntad, sentimiento– en toda su dimensión. Entonces cada vez puede arraigar más profundamente en la vida, de forma que mi existencia se torne más y más idéntica a mi fe, pero a pesar de todo nunca es una mera posesión. La persona conserva siempre la posibilidad de ceder a la tendencia opuesta y caer.
i) La consideración de la vida Eterna en la vida del cristiano
p. el más allá forma parte de la perspectiva vital del cristianismo. Si se pretendiera suprimirlo, nuestra perspectiva se convertiría en un extraño fragmento, quedaría hecha añicos. La vida humana quedaría burdamente mutilada si sólo la considerásemos desde la óptica de esos setenta u ochenta años que podemos vivir. Así surge esa extraña avidez de vida. Si la vida momentánea es lo único que puedo tener, naturalmente he de procurar sacar y acumular el máximo posible. Lo que me impide mostrar menor consideración hacia los demás.
El más allá me proporciona las pautas y confiere a esta vida la seriedad y el peso para no tener que vivir exclusivamente en función del instante, sino de manera que al final esta vida sirva, valga algo –y no sólo para mí, sino para el conjunto–. El Dios que escucha no nos exime de responsabilidad, sino que nos enseña a ser responsables. Nos impulsa a vivir con responsabilidad lo que se nos ha dado, para que de ese modo también algún día lleguemos a ser capaces de salir airosos ante Él. +
j) Cada uno es demasiado estrecho para sí mismo: sólo abriéndose por el amor, la vida se llena de sentido y de valor
p.37 Tengo que comenzar por dejar de mirarme, y preguntarme qué es lo que Él quiere. Tengo que empezar aprendiendo a amar, pues el amor consiste en apartar la mirada de mí mismo y dirigirla hacia Él. Si a partir de esta tendencia fundamental, en lugar de preguntarme qué es lo que puedo conseguir para mí mismo, me dejo sencillamente guiar por El, si me pierdo realmente en Cristo, si me dejo caer, me desprendo de mí mismo, entonces me doy cuenta de que ésa es la vida correcta, porque de todos modos yo soy demasiado estrecho para mí solo. Cuando salgo al aire libre, valga la expresión, entonces y sólo entonces comienza y llega la grandeza de la vida.
k) Fe y ciencia
p.40 Precisamente los científicos han teorizado una y otra vez sobre la cuestión de Dios y la fe. He traído algunas citas. Isaac Newton, por ejemplo, el fundador de la física teórica afirmó: «La maravillosa organización y armonía del universo sólo puede haberse realizado de acuerdo con el plan de un ser omnisciente y todopoderoso. Éste es y seguirá siendo mi conocimiento último y supremo». Augustínn Louis Chaucy, matemático francés, opinaba: «Soy cristiano, lo que significa que creo en la divinidad de Cristo como Tycho de Brahe, Copérnico, Descartes, Newton, Leibnitz, Pascal... como todos los grandes astrónomos y matemáticos del pasado». Y el italiano Guglielmo Marconi, un premio Nobel al que debemos la telefonía sin hilos y, en consecuencia, la generación del teléfono móvil, lo expresó así: «Declaro con orgullo que soy creyente. Creo en el poder de la oración. Y no sólo como católico creyente, sino también como científico».
l) Que Dios sea insondable no significa que no se pueda conocer nada de Él
p.41 Nosotros no podemos entender del todo a las demás personas porque ello implica descender a simas más profundas de lo que la razón nos permite verificar. Tampoco podemos comprender en última instancia la estructura de la materia, sino llegar siempre a un punto determinado. Tanto más razonable es la imposibilidad de someter a la inteligencia todo lo que significan Dios y su palabra, porque la superan con creces.
m) Cristo contemplaba a cada hombre desde la Cruz
p.55 No deberíamos intentar imaginar cómo Cristo, en su calidad de hombre, pudo visualizar la infinitud de seres humanos que han existido a lo largo de la historia, pero sí podemos decir que al final, en ese momento de miedo en el monte de los Olivos, en el momento de decir sí a la cruz, nos tenía presentes y también me conoció a mí. En efecto, ese acto contiene la decisión amorosa incluida en la eternidad y que atraviesa y determina la vida temporal de Cristo. Con ello sé que no soy un hijo póstumo cualquiera, alguien situado fuera del cono de luz, sino que existe una relación personal conmigo que tiene su anclaje más profundo en el acto de entrega de Cristo.
n) Fe y ciencia; Sagrada Escritura y Razón
p. 144 La Biblia habla a toda la historia y suministra también las luces esenciales para el camino. Pero Dios no nos exime de pensar. No sustituye a la ciencia, ni a nuestro propio esfuerzo intelectual. Nos deja, como ya hemos apuntado, el mundo como disputa, para que nosotros mismos nos las apañemos con él. Dios no entra de un salto en los resquicios de nuestro conocimiento, sino que nos da sabiduría –que naturalmente también conlleva conocimiento, pues de lo contrario no sería auténtica sabiduría–. Él nos proporciona las orientaciones que necesita el ser humano para vivir correctamente. Son orientaciones que sirven para el conjunto de la historia, para todos los lugares y épocas, pero que deben interpretarse siempre de nuevo.
El catecismo cita una frase de Gregorio el Grande que dice lo siguiente: «La palabra de la Escritura crece con el lector. Y también el lector crece con ella; sólo entonces la palabra muestra su grandeza y crece en el seno de la historia».
ñ) Sobre la soledad como el temor de los temores
p.175 Es interesante que Fromm hable de la soledad como lo apuesto al destino íntimo de la persona. Si soledad significa no ser amado, estar abandonado, ser-solamente-yo, y si de ese modo mi vida permanece vacía, esta situación es efectivamente el temor que subyace a todos los temores.
5. El pecado original
82 [Ante la pregunta de por qué nosotros heredamos un pecado que no hemos cometido] ¿Por qué? ¿Qué culpa tenemos nosotros, las generaciones posteriores?
La pérdida de ese perdón supone una alteración en la relación. La relación original con Dios, llena de confianza, viva, que al mismo tiempo sana las relaciones interpersonales se quiebra, la relación se altera, Dios se torna oscuro. Nosotros nos escondemos de Él, y por haber construido tan bien nuestros propios escondrijos, dejamos de verle.
En esa alteración de la relación, en ese mundo de relación alterada, entramos al nacer. Y entonces vemos que la Biblia expone magníficamente cómo, tras el pecado original, en la conversación con Dios, Adán y Eva se lanzan recriminaciones mutuas, echándose la culpa el uno al otro. Es decir, que la perturbación de la relación con Dios los enfrenta en el acto. Porque quien está enojado con Dios lo está también con el otro.
La pérdida del perdón santifícante como núcleo del pecado original quiere decir, por tanto, que la relación se ha alterado, convirtiéndose en componente del entramado histórico humano. Precisamente porque no somos culpables individualmente, sino que entramos en esa alteración de la relación, necesitamos a alguien que la corrija de nuevo. Y como Dios sencillamente no desea martirizar o torturar a los seres humanos o castigarlos positivamente, Él mismo se convierte en el restablecedor de la relación, superando de ese modo la perturbación. Nada más decir pecado original, una relación perturbada a la que somos arrojados, debemos añadir siempre que Dios comenzó enseguida a restablecer y sanar de nuevo la relación. Si abordamos el concepto de pecado original sin esta respuesta de Dios, caemos realmente en el absurdo.
p.85 Creo que es impensable que un mito tan antiguo y elemental [el del pecado original] tenga algo que ver con una moral mojigata, ¿no?
No, seguro que no. Ahí se manifiesta que el ser humano, que ya no goza del resplandor de Dios y tampoco ve ya a los demás a la luz de dicho resplandor, también está desnudo ante el otro y ya no son capaces de aceptarse mutuamente. También aquí se resiente la normalidad de las relaciones. Nosotros nos ocultamos unos de otros detrás del vestido –o tenemos que acreditarnos socialmente a través de él–. El vestido es, pues, una representación simbólica de la mismidad, con la que deseamos volver a restablecer externamente la dignidad herida en nuestro interior.
La teología o filosofía del vestido inherente a todo ello alude también, sin duda, a una visión antropológica profunda sobre la que, en mi opinión, aún es preciso reflexionar en detalle. Pero seguro que no se trata simplemente de establecer una moral mojigata como consecuencia del pecado original.
6. El sentido de la vida y el Bautismo
p.71 es imprescindible analizar lo que subyace a la pura facticidad y comprender que el ser humano no ha sido simplemente arrojado al mundo por un juego de la evolución. Detrás está que cada persona ha sido deseada. Cada persona es idea de Dios. Todo lo que en principio está ahí fáctícamente alberga un plan y una idea, que es la que después da sentido también a la búsqueda de mi propia idea y a la unión con el todo y con el curso de la historia.
p. 378 con el bautismo se da al ser humano, más allá de la vida biológica, un sentido que justifique su vida. Precisamente en una época como la nuestra en que el futuro es incierto, cabe plantearse si es siquiera ético traer a alguien al mundo, legándole con ello un futuro que quizá ya no le permita ser persona. De hecho, cuando ya no se sabe si tiene sentido ser persona, entonces realmente hay que justificar más esta directriz, dándole al nuevo ser humano algo que trascienda lo meramente biológico. Dándole un sentido que sea más poderoso que toda la oscuridad de la historia. En eso consiste precisamente el bautismo, en elevarlo a la comunión con Cristo.
7. El sacramento de la Penitencia
a) Dios quiere venir a nosotros a través de otras personas
p.87 Dios quiso venir a nosotros a través de personas –y a través de ellas pronuncia en el sacramento de la penitencia la palabra que sólo Él puede pronunciar–. En última instancia, sólo Dios puede perdonar el pecado, porque en definitiva está dirigido contra Él.
b) El sacramento de la Penitencia no es un instrumento para "someter" a los fieles
p.87 decía Nietzsche, que el cristianismo es una religión del resentimiento, de los desfavorecidos, de los que se vengan declarando la grandeza del ser insignificante y trastocan las jerarquías enalteciendo, no a los fuertes, sino a los que sufren. En ese sentido, es la filosofía de los esclavos que se vengan lastrando al ser humano con el pecado.
La idea de que el cristianismo te convierte en siervo y que la Iglesia nos mantiene en su poder convenciéndonos del pecado y presentándose luego como instancia de perdón está muy extendida. Es cierto que cuando Dios desaparece del campo de visión del ser humano, lógicamente también el pecado pierde su sentido. Porque si Dios no me interesa, si Él no se interesa por mí, tampoco puede existir una relación perturbada con Él, porque no existe ninguna en absoluto. Con ello, el pecado parece en principio eliminado. Y en un primer momento cabría pensar que la vida volverá a ser muy divertida y fácil, adoptando, valga la expresión, dimensiones de opereta.
c) ¿Dios puede castigar a sus criaturas?
P. 89 ¿qué significa realmente castigo en el lenguaje divino? ¿Es algo que se le impone a alguien por hacer su propia voluntad?
No, el castigo es la situación en la que entra ser humano cuando se aleja de su auténtica esencia.
d) Penitencia y psicoterapia
p. 399 sólo existe salvación si hay absolución. Aunque la psicoterapia puede hacer mucho para descubrir y subsanar circuitos defectuosos en la estructura anímica, no logra superar la culpa. Ahí rebasa sus límites y por eso fracasa con tanta frecuencia. La culpa sólo puede superarla de verdad el sacramento, el poder pleno procedente de Dios.
8. La persona
a) Dimensión espiritual de la persona
p. 84 A través de la persona, la materia se eleva al ámbito espiritual, y gracias a esta unión compatibiliza ambas cosas entre sí. La materia ha dejado de ser una cosa junto a la que el espíritu estaría inseparable e inmiscible. La unidad de la creación se manifiesta precisamente en la unión de ambas cosas en el ser humano. Esto le confiere una función muy destacada, concretamente la de ser uno de los soportes de la creación, encarnar en sí el espíritu y viceversa, contribuir a elevar la materia hacia Dios, contribuyendo de este modo a la gran sinfonía global de la creación.
b) Conciencia y educación
p. 85 La conciencia, que a veces tanto nos atormenta, ¿forma también parte del alma? ¿O la conciencia, como creen algunos, nos ha sido inculcada por la educación?
Como es natural, la conciencia en su funcionamiento es algo vivo. De ahí que pueda atrofiarse o madurar en el individuo. Es innegable que el funcionamiento concreto de la conciencia también viene determinado por las realidades sociales que me rodean. El entorno social ofrece las ayudas para que despierte y se conforme, pero también los peligros que la embotan o le señalan una dirección equivocada capaz de generar una falsa conciencia, por así decirlo, ya sea escrupulosa, ya sea laxa.
p. 86 ¿Existen personas sin conciencia?
Me atrevo a decir que es imposible que un ser humano mate a cualquier otro y no sepa que eso está mal; de algún modo lo sabe. Es imposible que una persona que vea a otra en extrema necesidad no sienta que debería hacer algo. En el hombre existe una llamada primigenia, una sensibilidad primigenia para lo bueno y para lo malo.
c) Dios es persona
p. 92. ...Dios tiene lo esencial de aquello a que nos referimos con persona, es decir, conciencia, conocimiento y amor. Es, por tanto, alguien capaz de hablar y de escuchar. Esto es, creo, lo esencial de Dios.
d) La nueva legalidad de la persona como algo definitivo
p. 92. «Quien acepta este credo», dijo usted en cierta ocasión, «renuncia a la legalidad del mundo en el que vive.»
Aludía a que el misterio de la resurrección de Cristo nos eleva por encima de la muerte. Lógicamente, por nuestra condición de seres humanos vivimos siempre en este mundo sometidos a las leyes naturales. En la naturaleza rigen la muerte y la vida. Pero en Cristo vemos que la persona es algo definitivo. No es sólo un elemento en el gran proceso del nacimiento y de la muerte, sino que es y seguirá siendo un objetivo propio de la creación. En este sentido, el ser humano ha sido arrancado del simple remolino del eterno perecer y nacer e introducido en la estabilidad del amor creador de Dios.
e) La dignidad de la persona y el porqué de su creación
94 ¿Pero por qué tendría que asumir Dios esta aventura de la creación del mundo y del ser humano?
A Romano Guardini, que percibió todo lo triste de la creación y se preguntó por qué lo hacía si en realidad podía prescindir de ella, le atormentó terriblemente esta pregunta. Nosotros no podemos contestarla. Sólo aceptar que Él, pese a todo, así lo quiso; quería una criatura a su imagen y semejanza, capaz de conocerle, ampliando de ese modo, valga la expresión, el radio de su amor.
f) La persona como fin en sí mismo
p. 103 El Santo Padre, en las encíclicas, ha analizado a otra luz la expresión «creado por sí mismo». La tomó de Immanuel Kant y la desarrolló de nuevo. Kant había dicho que la persona es el único ser que es un fin en sí mismo y no un fin para otra cosa. El Papa afirma: «De hecho, la persona es un fin en sí misma y no un fin para algo distinto».
Aquí radica también la protección de cada individuo. Porque ese Dios creador ha establecido que nadie tiene derecho a utilizar a cualquier otra persona, por pobre o débil que sea, como un medio para Dios sabe qué fines, por elevados que sean. En la actualidad, con los experimentos humanos –y con las experiencias con embriones–, esto se ha convertido en una verdad muy importante, en una protección muy importante de la dignidad humana. El derecho humano por antonomasia es precisamente el de no convertirse en un medio, sino mantener la dignidad intacta.
Pero esta circunstancia no significa que la persona esté bien cuando se encierra en sí misma, cuando como individuo se transforma en un fin en sí mismo. La condición de ser relacional es inherente a la persona.
g) La persona humana está constitutivamente referido a su prójimo, y especialmente a Dios
p. 104 El ser humano ha sido creado con una tendencia primaria hacia el amor, hacia la relación con el otro. No es un ser autárquico, cerrado en sí mismo, una isla en la existencia, sino, por su naturaleza, es relación. Sin esa relación, en ausencia de relación, se destruiría a sí mismo. Y precisa mente esta estructura fundamental es reflejo de Dios. Porque Dios en su naturaleza también es relación, según nos enseña la fe en la Trinidad.
Así pues, la relación de la persona es, en primer lugar, interpersonal, pero también ha sido configurada como una relación hacia lo Infinito, hacia la Verdad, hacia el Amor
No denigra al ser humano. Esa relación no lo convierte en un fin, sino que le confiere su grandeza porque él mismo mantiene una relación directa con Dios y ha sido querido por Dios. Por eso no se debe contemplar la adoración a Dios como un asunto externo, como si Dios quisiera ser alabado o precisase de halagos. Eso lógicamente sería infantil y, en el fondo, enojoso y ridículo.
Adoración entendida en un sentido correcto significa que sólo vivo correctamente mi naturaleza en cuanto ser relacional, que constituye la idea íntima de mi ser. En consecuencia, es una vida que tiende hacia la voluntad de Dios, concretamente a la adecuación con la verdad y con el amor. No se trata de obrar para que Dios se alegre. Adoración significa aceptar el vuelo de flecha de nuestra existencia. Aceptar que mi finalidad no es algo finito y que por tanto puede comprometerme, sino que yo descollo por encima de todos los demás fines. Concretamente en la unión íntima con el que me ha querido como compañero de relación y precisamente por eso me ha concedido la libertad.
h) Sobre si hay hombres en otros planetas
p. 112 Sabemos que Dios se tomó tan en serio al ser humano en esta mota de polvo que es la tierra, que Él mismo vivió aquí, vinculándose a este mundo por toda la eternidad.
9. Dónde está Dios
p. 100 ¿Pero dónde está Dios exactamente?
Él no está en un lugar determinado, como tan bellamente nos enseña la historia del rabino. Utilizando una formulación positiva: no hay nada donde no esté, porque está en todo. Y negativa: en ningún caso está donde está el pecado.
Dios está en todas partes y, sin embargo, existen distintos niveles de aproximación, porque cada nivel superior del ser se le acerca más. Cuando comienzan la comprensión y el amor se alcanza una nueva forma de proximidad, una nueva forma de presencia.
Por tanto, Dios está donde hay fe, esperanza y amor, porque, al contrario que el pecado, son el ámbito en el que nosotros nos encontramos en las dimensiones de Dios. En este sentido, Dios está en todas partes donde acontece el bien, presente en una forma específica, y concretamente más allá de la mera existencia eterna y ubicua. Podemos hallar una forma más profunda de presencia suya justo cuando nos acercamos a las cualidades que se corresponden al máximo con su esencia más íntima, es decir, la verdad y el amor, el bien en general.
p.101 Dios no es una magnitud determinable según categorías físico-espaciales. No está a cien mil kilómetros de altura o a una distancia de años luz. En lugar de eso, la cercanía de Dios es una cercanía a categorías del ser. Donde está lo que más le representa, donde está la Verdad y el Bien, ahí rozamos, sobre todo, al Eterno.
p. 102 En una persona completamente penetrada por Dios existe, como es lógico, una mucho mayor cercanía íntima y presencia divina que en alguien que se ha alejado completamente de El. Pensemos en la Anunciación a María. Dios quiere que María se convierta en su templo, un templo viviente, y no solamente por la morada física. Pero su conversión en una verdadera morada para Dios sólo es posible porque se produce la apertura íntima a El, porque ella, en su existencia íntima, se adecua por entero a El.
10. El mal
a) El ejemplo de Hitler
p.119 Hitler fue un personaje demoníaco. Basta con leer el relato de los generales alemanes, que siempre se proponían decirle de una vez su opinión a la cara, y que después que daban tan subyugados por él, que ya no se atrevían a hacerlo. Pero analizándolo de cerca, esa misma persona que se caracterizaba por ejercer una fascinación demoníaca, era, en el fondo, un don nadie completamente banal. Y el hecho de que el poder del mal se asentara precisamente en la banalidad, revela también algo de la fisonomía del mal: cuanto mayor se hace, más mezquino se vuelve, menos grandeza encierra. Hitler también previó situaciones de manera casi demoníaca. Yo, por ejemplo, he leído un informe de cómo se preparó la visita del Duce a Berlín. Las personas encargadas del asunto plantearon sus sugerencia, y tras largo rato, Hitler replicó: «No, todo eso no sirve para nada. Yo veo cómo ha de hacerse». Y, en una especie de éxtasis, lo expuso, y así se hizo. Es decir, que en cierto modo ahí se percibe una prepotencia demoníaca que engrandece lo banal –y banaliza lo grande–, peligrosa y destructiva sobre todas las cosas. Desde luego, no se puede afirmar que Hitler fuera el demonio; era un hombre. Pero conocemos informes fiables de testigos oculares que demuestran que mantenía una especie de encuentros demoníacos que le hacían decir temblando: «El ha estado de nuevo aquí» y cosas por el estilo. Nosotros no podemos investigarlo a fondo. Pero en cierto modo estaba inmerso en el ámbito de lo demoníaco, y creo que así lo demuestra la manera en que ejerció el poder, el terror y el daño que provocó.
b) Naturaleza del mal
p. 120 En este sentido, el mal no es una criatura nueva, algo espontáneo y real que exista en sí mismo, sino que es, por naturaleza, negación, una corrosión de la criatura. No es un ser –porque el ser sólo puede proceder de la Fuente del Ser– sino una negación. Que la negación pueda ser tan poderosa tiene que conmocionarnos. Pero creo que es consolador saber que el mal no es una criatura, sino algo parecido a una planta parásita. Vive de lo que arrebata a otros y al final se mata a sí mismo igual que lo hace la planta parásita cuando se apodera de su hospedante y lo mata.
El mal no es algo propio, existente, sino pura negación. Y si me entrego al mal, abandono el ámbito del despliegue positivo de la existencia en favor del estado parasitario, del autocarcomerse y de la negación de la existencia.
c) La "ira" de Dios
p. 97 Pero este Dios judeocristiano también se muestra iracundo.
La ira de Dios revela que yo me he alejado del amor divino. Quien se aparta de Dios, quien se aparta del buen camino, se acerca a la ira. Quien sale del amor, entra en lo negativo. Así pues, no es algo que te imponga cualquier dictador despótico, sino únicamente la expresión de la lógica interna de una actuación. Si salgo de lo que es adecuado a mi idea de la creación, si salgo del amor que me sustenta, entonces caigo sin más en el vacío, en la oscuridad. Entonces ya no estoy dentro del ámbito del amor, sino en otro que cabría considerar el ámbito de la ira.
11. El árbol de la vida
p. 125 Estas grandes imágenes del Génesis seguirán siendo en última instancia insondables y nunca del todo mensurables para nosotros. Ocultan dimensiones aún más lejanas que trascienden nuestro conocimiento.
Primero querría mostrar la visión clásica de esta imagen, tal como la desarrollaron los Padres de la fe. Los maestros de la Iglesia enseñan que el ser humano sólo es excluido del árbol de la vida después de que, al comer del árbol del bien y del mal, maniobra para situarse en una posición inadecuada para él. Se arranca algo de sí que, si se lo apropia arbitrariamente, sólo puede convertirse en perdición. Como respuesta a esta nueva situación, Dios dice que el ser humano ya no puede tocar el árbol de la vida, porque en esa situación la inmortalidad supondría, de hecho, la condenación.
En este sentido, la exclusión del árbol de la vida, vinculada al destino de la muerte, es una gracia. Tener que vivir eternamente de la forma en que vivimos ahora en modo alguno sería un estado deseable. En una vida caracterizada por tanta confusión, la muerte sigue siendo una contradicción y un suceso siempre trágico, pero también una gracia, porque de otro modo, con esta clase de vida, la eternidad y el mundo se tornarían completamente inhabitables.
p. 126 Lógicamente se puede profundizar mucho más en esa simbología. Ahora presenciamos cómo los seres humanos empiezan a disponer del código genético, a servirse realmente del árbol de la vida y a convertirse a sí mismos en dueños de la vida y de la muerte, a montar la vida de nuevo; desde luego es necesario prevenir de verdad al ser humano sobre lo que está ocurriendo: está traspasando la última frontera.
Con esta manipulación, un ser humano convierte a otro en su criatura. Entonces el ser humano ya no surge del misterio del amor, mediante el proceso en definitiva misterioso de la generación y del nacimiento, sino como un producto industrial hecho por otros seres humanos. Con lo queda degradado y privado del verdadero esplendor de su creación.
Ignoramos lo que sucederá en el futuro en este ámbito, pero de una cosa estamos convencidos: Dios se opondrá al último desafuero, a la última autodestrucción impía de persona. Se opondrá a la cría de esclavos, que denigra al ser humano. Existen fronteras últimas que no debemos traspasar sin convertirnos personalmente en destructores de la creación, superando de ese modo con creces el pecado original y sus consecuencias negativas.
Es irrefutable: la vida del ser humano tiene que seguir siendo intocable. Aquí es preciso poner límites, una vez más, a nuestra actuación, a nuestros conocimientos, a nuestro poder y a nuestra experimentación. La persona no es una cosa, sino que refleja la presencia del mismo Dios en el mundo.
p. 129 No se trata de frenar la libertad de la ciencia o las posibilidades de la técnica, sino de defender la libertad de Dios y la dignidad de la persona, que es lo que está en juego. Quien haya adquirido esta opinión sobre todo por la fe –aunque hay también muchos no cristianos que la comparten–, tiene asimismo la obligación de responsabilizarse de que esa frontera sea percibida y reconocida como infranqueable.
El derecho de los hijos no es un derecho a los hijos
p. 128 No obstante, cuando se cree poder con seguir a toda costa un hijo, considerándolo un derecho, se está eligiendo un camino erróneo. De este modo el hijo se convierte en mera propiedad. Ya no procede de la libertad del Creador, que también se presenta en la libertad imprevisible de la naturaleza.
Creo que hoy, en general, se corre el enorme peligro de considerar al hijo un derecho, una propiedad. Los padres no sólo quieren representarse a sí mismos, sino también lograr lo que aún no han conseguido en su propia biografía, para en cierto modo repetirse y autoafirmarse. Aquí es preciso rebelarse contra los padres. Esta rebelión defiende el derecho a ser uno mismo, a disfrutar de una esfera legal propia.
Cada ser humano procede de la libertad divina y ha venido al mundo por derecho propio. La educación de los padres debe consistir en abrirles su propio camino, y no pretender que sean igual que ellos; éste es el verdadero núcleo de los programas antiautoritarios. Aunque es falso rechazar la educación alegando que entraña casi una manipulación de la libertad. La libertad precisa ayuda para despegar, necesita compañía. Y una educación realmente consciente no manipula al niño a voluntad, sino que intenta impulsar su propio desarrollo y permitir su propia andadura.
12. Cuidado del mundo por parte del hombre
124 Porque el ser humano no puede crear nada, sino a lo sumo unir. Esta aptitud puede convertirlo en colaborador y guardián del jardín de Dios siempre que sirva con humildad y respeto a las ideas que subyacen a la creación. Pero si se erige él mismo en hacedor, la creación está amenazada.
El respeto a los animales
p. 74 En realidad, una buena ocasión para hablar también de los animales, nuestros acompañantes mas cercanos. Adán dio nombre a cada uno de ellos. ¿Podemos utilizar a nuestros animales e incluso comerlos?
Esta es una cuestión muy seria. En cualquier caso, nos han sido dados para cuidarlos, no para tratarlos a nuestro antojo. Los animales son asimismo criaturas de Dios, si no con el mismo carácter directo que el hombre, sí seres que Él ha querido y que nosotros hemos de respetar como acompañantes de la creación y como elementos esenciales de la misma.
13. El Antiguo Testamento y el pueblo judío
a) Por qué el pueblo judío es el pueblo elegido
p. 137 [Sobre el porqué el pueblo judío es el pueblo elegido] Analizar racionalmente las causas de dicha elección es imposible, sigue siendo un misterio. Aunque una cosa es evidente: Dios elige. Pero no elige para excluir a los demás, sino para llegar a unos por medio de otros y entrar en el juego de la historia.
b) El cristianismo es el Antiguo Testamento releído a la luz de Cristo
p. 140 En efecto, el cristianismo no es una religión opuesta a la religión de Israel, sino que es el Antiguo Testamento releído a la luz de Cristo.
c) La religión judeo cristiana como fundamento de la dignidad de la persona y de sus derechos. Grecia o la religión judeo cristiana como fundamento de la democracia
p. 169 La dignidad de cada individuo, que, de por sí está solo ante Dios, al que Dios habla y que en cuanto persona está afectado por 1as palabras de la alianza, constituye realmente el punto central de los derechos humanos –concretamente la dignidad igual de las personas– y, en consecuencia, el auténtico fundamento de la democracia.
En Israel mismo al principio no había reyes, sino jueces que aplicaban el derecho divino y velaban por su cumplimiento. Así pues, se pretendía en el fondo una sociedad completamente igualitaria, una especie de anarquía en sentido positivo: nadie gobierna, excepto Dios. Y gobierna con su ley, con su palabra y con los mandamientos.
Este primitivo orden social tuvo que ceder finalmente ante el pragmatismo, como ya explicamos antes. Pero no por ello disminuiría yo ahora la importancia de la democracia griega, que también nos legó cosas importantes y que desarrolló un modelo práctico al que remitirse más tarde. Sin embargo, debemos recordar que en la democracia griega sólo tenían voto los hombres libres. Las mujeres no eran sujetos de la política y por tanto estaban excluidas del derecho a voto, al igual que los esclavos. Como la libertad estaba limitada, Grecia sólo ofrece el ejemplo de una democracia limitada. La palabra bíblica, por el contrario, atribuye a cualquier ser humano, en cuanto imagen viva de Dios, pleno carácter de sujeto. Con ello lleva, de hecho, en su seno, y esto es cierto, una fundamentación mucho más amplia para las constituciones democráticas.
14. Sobre la ley
a) Sobre las cuatro leyes
p. 151 Según esto existen, pues, cuatro planos muy diferentes: en primer lugar, el mensaje de la creación. Segundo, el movimiento contrarío del ser humano en su historia, en la que en cierto momento intenta construirse su propio mundo opuesto a Dios. Tercero, la alocución de Dios en el Antiguo Testamento, que señala el camino al ser humano, pero manteniéndose opuesto a éste y en cierto modo ausente. Así, la ley de la antigua alianza sigue siendo provisional, apunta más allá de sí misma. Y en cuarto y último lugar, Cristo, que más allá de las leyes externas nos toca desde dentro, marcándonos con ello el rumbo interno de nuestra vida.
b) La ley natural es una ley moral
¿La auténtica ley natural es una ley moral?
p. 154 Sí. La naturaleza, como ya se ha dicho, no sólo tiene leyes evolutivas como las que estudian las ciencias naturales, sino que lleva en su seno un mensaje más profundo. Nos proporciona orientación. Y cuando la Iglesia habla de ley natural, no se refiere a las leyes en sentido científico, sino a la indicación interna que nos ilumina desde la creación
15. Sobre el amor
p. 172, El amor humano contiene siempre una pretensión de eternidad. «El amor es una pugna contra la muerte», afirmó el filósofo francés Gabriel Marcel. En consecuencia, a partir de una promesa, este amor se convierte en una realidad cumplida si se incluye en un amor que proporcione realmente eternidad. Marcel pensaba que decirle a una persona «Te amo» significaba: me niego a aceptar tu muerte, protesto contra la muerte.
16. Sexualidad y matrimonio
p. 76 La persona ha sido creada para necesitar al otro, para superarse a sí misma. Necesita el complemento. No ha sido creada para estar sola, lo bueno para ella no es la soledad, sino la comunidad. Tiene que buscarse y encontrarse en el otro.
p. 77 La cuestión es si hombre y mujer no serán quizá dos seres esencialmente diferentes
Sí, pero queremos oponernos a ella. Se trata de un mismo ser humano. Y como el cuerpo no es sólo un añadido externo a la persona, la diferencia física naturalmente es una diferencia que penetra a toda la persona y determina, por así decirlo, dos formas de ser persona. Creo que hay que oponerse tanto a las falsas teorías igualitarias como a las falsas teorías diferenciales.
Es falso querer medir a hombres y mujeres por el mismo rasero y decir que esa diminuta diferencia biológica no significa absolutamente nada. Ésta es la tendencia hoy predominante. Personalmente me sigue estremeciendo aún que se pretenda convertir a las mujeres en soldados como los hombres; que ellas, que siempre han sido las guardianas de la paz y a quienes hemos visto oponerse al deseo masculino de pelear y guerrear, vayan ahora por ahí con ametralladoras, demostrando que pueden ser igual de belicosas. O que las mujeres también posean ahora el «derecho» de recoger las basuras y de bajar a la mina –lo que en realidad no deberían hacer por su propia dignidad, por respeto a su grandeza, a su mayor cualidad diferencial–, un derecho que ahora se les impone en nombre de la igualdad. En mi opinión, ésta es una ideología hostil al cuerpo y maniquea.
p.78 Platón dijo que había que llevar a hombres y mujeres a los mismos cuarteles, que tenían que hacer todos lo mismo porque la biología no contaba. Que lo único que importaba en el ser humano era el espíritu, y que cuando nacieran niños se les condujese a un hogar infantil estatal. En el fondo, esta teoría de la igualdad es espiritualismo, una especie de desprecio al cuerpo, que se niega a reconocer que precisamente el cuerpo es la persona misma. Por eso, en mi opinión este tipo de igualitarismo, en lugar de elevar a la mujer la priva de su grandeza. Al masculinizarla, la arrastra, rebajándola hasta el ámbito de lo banal.
Lógicamente también existe por otro lado una falsa ideología de la diferencia. Ésta posibilitó que se considerase a las mujeres como seres inferiores, dedicadas únicamente a cocinar y limpiar, mientras que los señores de la creación hablaban y guerreaban y se sentían una casta dedicada a lo más elevado. Por eso las mujeres fueron consideradas solamente carnales, sensuales, negadas para lo espiritual, para lo creativo y qué sé yo qué cosas más. Con esto, la ideología de la diferencia se eleva a la naturaleza de casta. Esta idea impide percibir el carácter único de la creación divina, que, a pesar de sus diferencias, es unitaria y complementaria.
a) El sexto mandamiento
p. 163 El sexto mandamiento: «El texto original de este mandamiento dice en el Antiguo Testamento: «No cometerás adulterio» (Éxodo 20:14; Deuteronomio 5:18). Así pues, este mandamiento tiene, en principio, un significado muy específico. Y es la inviolabilidad de la relación de fidelidad entre hombre y mujer, que no sólo vela por el futuro de las personas, sino que también integra la sexualidad en la totalidad del ser humano, confiriéndole así su dignidad y grandeza.
He aquí el núcleo de este mandamiento. No hay que situarlo en un contacto incidental, sino dentro del contexto del sí mutuo de dos personas, que al mismo tiempo dicen sí a los hijos; es decir, el matrimonio es la auténtica sede en la que la sexualidad adquiere su grandeza y dignidad humanas. Sólo en él se vuelve sensual el espíritu, y los sentidos, espirituales. En él se cumple lo que hemos definido como la esencia de la persona. Ejerce la función de puente, de que los dos extremos de la creación entren uno dentro de otro, entregándose mutuamente su dignidad y su grandeza.
Cuando se dice que la sede de la sexualidad es el matrimonio, implica un vínculo amoroso y de fidelidad que incluye la mutua asistencia y disposición para el futuro, es [p.164] decir, que está ordenado pensando en la humanidad en conjunto, y, lógicamente, implica que sólo en el matrimonio encuentra la sexualidad su auténtica dignidad y humanización.
Indudablemente el poder del instinto, sobre todo en un mundo caracterizado por el erotismo, es formidable, de manera que la vinculación a ese lugar primigenio de fidelidad y amor se torna ya casi incomprensible. La sexualidad se ha convertido hace mucho en una mercancía a gran escala que se puede comprar. Pero también es evidente que con ello se ha deshumanizado, y supone, además, abusar de la persona de la que obtengo sexo considerándola una mera mercancía, sin respetarla como ser humano. Las personas que se convierten a sí mismas en mercancía o son obligadas a ello, quedan arruinadas en toda regla. Con el paso del tiempo, el mercado de la sexualidad ha generado incluso un nuevo mercado de esclavos. Dicho de otra manera: en el momento en que no vinculo la sexualidad a una libertad autovinculante de mutua responsabilidad, que no la enlazo con la totalidad del ser, surge, por fuerza, la lógica comercialización de la persona.
[El núcleo del mandamiento ] Recoge el siguiente mensaje de la creación: «hombre y mujer han sido creados para ser compañeros. Dejarán padre y madre y se convertirán en una sola carne», leemos en el Génesis. Ahora, desde una óptica puramente biológica, cabría afirmar que la naturaleza ha inventado la sexualidad para conservar la especie. Pero esto que hallamos en un principio como puro producto de la naturaleza, como mera realidad biológica, adquiere forma humana en la comunidad de hombre y mujer. Es una manera de abrirse una persona a la otra. No sólo de desarrollar unión y fidelidad, sino de crear conjuntamente el espacio en el que crezca el ser humano desde la concepción. En este ámbito, sobre todo, surge la correcta unión del ser humano. Lo que primero es una ley biológica, un truco de la naturaleza (si queremos expresarlo así), adquiere una forma humana que propicia la fidelidad y el vínculo amoroso entre hombre y mujer, y que a su vez posibilita la familia.
p. 165 Ciertamente el sexto mandamiento conlleva el mensaje de la naturaleza misma. La naturaleza regula la existencia de dos sexos para que se conserve la especie, y esto es especialmente aplicable a seres vivientes que cuando salen del seno materno no están en modo alguno preparados y precisan prolongados cuidados.
En efecto, el ser humano no huye del nido, sino que está siempre metido en él. Desde una óptica puramente biológica, la raza humana está hecha de modo que la ampliación del seno materno debe conllevar el amor del padre y de la madre, para que, pasado el primer estadio biológico, pueda proseguir el desarrollo hasta convertirse en persona. El seno de la familia es casi un requisito de la existencia.
En este sentido, la propia naturaleza revela aquí el rostro primigenio del ser humano. Este necesita una vinculación mutua duradera. En ella, el hombre y la mujer se dan primero a sí mismos, y después también a los hijos para que éstos comprendan la ley del amor, de la entrega, del perderse. Y es que los que están siempre metidos en el nido necesitan la fidelidad posterior al nacimiento. El mensaje del matrimonio y de la familia, por tanto, es plenamente una ley de la propia creación y no se opone a la naturaleza del ser humano.
p.166 Sigue siendo cierto que aquí –al igual que en todos los demás ámbitos de los que hemos hablado– existe una tendencia opuesta [a la fidelidad conyugal]. Aquí hay un exceso de poder biológico. En las sociedades modernas –pero también en las sociedades tardías de épocas más antiguas, como por ejemplo en la Roma imperial– podemos observar una erotización pública que fomenta aún más los excesos del instinto, dificultando el compromiso del matrimonio.
Volvamos a lo que hemos apuntado sobre las cuatro leyes. Aquí vemos dos órdenes diferentes. El mensaje de la naturaleza nos remite a una unión de hombre y mujer, que es el movimiento natural más íntimo que finalmente se convierte en humano y crea el espacio para el posterior desarrollo de la persona. El otro mensaje es que en cierto sentido también tendemos a la promiscuidad, o al menos a practicar una sexualidad que se niega a restringirse al marco de una familia.
Podemos reconocer muy bien desde la fe la diferencia de estos dos planos de naturalidad. Uno se presenta realmente como el mensaje de la creación y el otro como una autodeterminación del ser humano. Por esta razón la vinculación al matrimonio siempre implicará lucha. Aunque también comprobamos que, cuando se logra, madura la humanidad y los hijos pueden aprender el futuro. En una sociedad en la que el divorcio se ha vuelto tan normal, el daño siempre recae sobre los hijos. Sólo por esto surge, visto desde la óptica filial, otra demostración de que estar juntos, mantener la fidelidad, sería lo auténticamente correcto y adecuado al ser humano.
b)Por qué la fidelidad
p. 403 La fórmula del matrimonio dice así: «Te acepto como mi esposa / marido y te prometo fidelidad en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad. Prometo amarte, honrarte y respetarte mientras viva». Esto suena muy bien, pero ¿por qué tiene un matrimonio que esforzarse por durar toda la vida, «hasta que la muerte lo separe»?
Porque así figura en el carácter definitivo del amor humano y en la responsabilidad que se contrae con él. No debiéramos intentar demostrarlo racionalmente hasta el menor detalle. Aquí sale a nuestro encuentro la gran sabiduría de la tradición que, en definitiva, está respaldada [404] por la palabra del mismo Dios. Sólo darme por entero, sin reservarme una parte ni, como quien dice, aspirar a una revisión, a una rescisión, responde plenamente a la dignidad humana. El matrimonio no es un experimento, ni un contrato de arrendamiento, sino la entrega del uno al otro. Y la entrega de una persona a otra sólo puede ser acorde con la naturaleza humana si el amor es total, sin reservas.
c) Sobre los anticoncpetivos
404 ¿Es una idea diferente sobre la vida, sobre las personas, la que obliga a la Iglesia a prohibir los anticonceptivos?
De hecho, la Iglesia considera la sexualidad una realidad central de la creación. En ella la persona está conducida al Creador en su máxima cercanía, en su suprema responsabilidad. Con ello participa personal y responsablemente en las fuentes de la vida. Cada individuo es una criatura de Dios, y al mismo tiempo un hijo de sus padres. Por este motivo existe en cierto modo una interrelación entre la creación divina y la fertilidad humana. La sexualidad es algo poderoso, y eso se ve en que pone en juego la responsabilidad por un nuevo ser humano que nos pertenece y no nos pertenece, que procede de nosotros y sin embargo no viene de nosotros. A partir de aquí, creo yo, se entiende que dar la vida y responsabilizarse de ello más allá del origen biológico sea algo casi sagrado. Por estos motivos heterogéneos la Iglesia también ha tenido que desarrollar lo que los diez mandamientos esbozan y nos dicen. La Iglesia tiene que proyectar una y una vez esa responsabilidad sobre la vida humana.
p. 406 Palabra clave: crecimiento de la población. A la Iglesia se le reprocha que, con su rigurosa política de prohibición de medios anticonceptivos en el Tercer Mundo, está provocando graves problemas que llegan hasta la auténtica miseria.
Esto es un completo disparate, por supuesto. La miseria se produce por la quiebra de la moral, que antes ordenaba la vida en las organizaciones tribales y en la comunidad de los cristianos creyentes, excluyendo de ese modo la enorme miseria que contemplamos hoy. Reducir la voz de la Iglesia a la prohibición de anticonceptivos es un desorden grave basado en una visión del mundo completamente trastornada, como demostraré enseguida.
La Iglesia predica sobre todo la santidad y la fidelidad del matrimonio. Y cuando su voz es escuchada, los hijos disponen de un espacio vital en el que pueden aprender el amor y la renuncia, la disciplina de la vida recta en medio de cualquier pobreza. Cuando la familia funciona como ámbito de fidelidad, existe también la paciencia y respeto mutuos que constituyen el requisito previo para el uso eficaz de la planificación familiar natural. La miseria no procede de las familias grandes, sino de la procreación irresponsable y desordenada de hijos que no conocen al padre y a menudo tampoco a la madre y que, por su condición de niños de la calle, se ven obligados a sufrir la auténtica miseria de un mundo espiritualmente destruido. Por lo demás, todos sabemos que hoy la rápida propagación del sida en África está provocando justo el peligro opuesto: no la explosión demográfica, sino la extinción de tribus enteras y la despoblación de muchas regiones.
Por otra parte, cuando pienso que en Europa se pagan primas a los agricultores por matar a sus animales, por destruir trigo, uva, frutas de todo tipo, porque al parecer ya no se puede controlar la superproducción, me parece que esos sabios ejecutivos, en lugar de aniquilar los dones de la creación, harían mejor en reflexionar cómo conseguir que redundasen en provecho de todos.
No generan la miseria aquellos que educan a las personas para la fidelidad y el amor, para el respeto a la vida y la renuncia, sino los que nos disuaden de la moral y enjuician de manera mecánica a las personas: el preservativo parece más eficaz que la moral, pero creer posible sustituir la dignidad moral de la persona por condones para asegurar su libertad, supone envilecer de raíz a los seres humanos, provocando justo lo que se pretende impedir: una sociedad egoísta en la que todo el mundo puede desfogarse sin asumir responsabilidad alguna. La miseria procede de la desmoralización de la sociedad, no de su moralización, y la propaganda del preservativo es parte esencial de esa desmoralización, la expresión de una orientación que desprecia a la persona y no cree capaz de nada bueno al ser humano.
17. Sobre los ricos de este mundo
p. 167 Cuanto más tienen, más esclavas son, porque deben estar continuamente cuidando esa propiedad y acrecentándola.
p. 243 Creo que en esas palabras [quien quiera ser grande que se haga el servidor de todos] sobre el grande que debe ser servidor, y en los gestos con los que Jesús obra, está la auténtica revolución que podría y debería cambiar el mundo. Mientras el poder y la propiedad se consideren valores finales, el poder estará siempre dirigido contra los demás, y las propiedades a su vez excluirán siempre a los otros.
p. 296 Aunque un donativo de ropa usada, si sale del corazón, también puede ser bueno; tampoco hay que minusvalorar las cosas pequeñas. Pero aquí hay en juego algo más. Se trata, por una parte, siempre de algo concreto. No sólo de amar en teoría y mandar una transferencia de dinero ocasional, sino de tener los ojos abiertos para ver dónde me necesitan las personas en mi vida. Esto suele ser incómodo, no agrada. Pensemos en el rabino y el levita, que pasan de largo junto a la persona robada. Seguramente tienen una cita importante o les atemoriza que pueda sucederles algo a ellos mismos si se detienen demasiado en esa zona inquietante. Siempre hay un motivo.
18. Trabajo y servicio
p. 241 La flexibilidad se ha convertido hoy en un lema fundamental. Queremos reaccionar a los nuevos retos y esperamos ascender lo más rápido y mejor posible cambiando frecuentemente de profesión. Pero yo creo que, como siempre, hay profesiones que exigen una dedicación absoluta. La de médico, por ejemplo, o la de educador, son profesiones que no pueden ejercerse durante un par de años, sino que constituyen vocaciones que me exigen la vida entera. Es decir, que también hoy existen tareas que no son trabajo, que discurren, por así decirlo, junto a mi vida y me garantizan el dinero necesario para mi sustento. En las auténticas vocaciones, el criterio no son los ingresos, sino el desempeño de un servicio a la humanidad.
Sobre Belén
Es curioso: Dios, el Todopoderoso, escogió como lugar de aparición en la tierra lo más pequeño, un establo miserable de Belén. Y la Iglesia argumenta: «Todo es tan increíble y paradójico, que sólo por eso tiene que ser verdad».
Como es lógico, esta sola argumentación no bastaría como criterio de verdad. Pero, en realidad, la elección de lo humilde caracteriza la historia de Dios con el ser humano.
19. Enseñar al que no sabe como obra de misericordia
p. 297 Mientras las personas son ignorantes, son dependientes. No pueden salir por sí mismas de dicha condición, padecen una especie de esclavitud. Sólo facilitar su acceso a los bienes de la educación supone una verdadera ayuda, porque entonces pueden alcanzar la misma categoría y desarrollar correctamente su país, su sociedad. Así pues, la obra de caridad de enseñar al que no sabe ha sido experimentada por las personas de tal forma que con ella se les facilita el acceso al mundo espiritual, la llave de lo que hoy mueve al mundo.
20. La Iglesia
a) La anécdota de Napoleón y su intención de acabar con la Iglesia
p. 57 otra historia cuenta que Napoleón afirmó un día que iba a exterminar la Iglesia. Un cardenal contestó: «Eso no lo hemos conseguido ni siquiera nosotros».
b) La Iglesia es "mi patria más íntima"
p. 58 En efecto, jamás se me ocurriría abandonar la Iglesia, pues, a decir verdad, es mi patria más íntima. Estoy tan fundido con ella desde que nací que sin ella en cierto modo me partiría en dos, incluso me destruiría.
c) La comunidad es esencial a la fe: Dios quiere venir a los hombres a través de otros hombres
p.62 En cuanto personas, estamos ahí para que Dios venga a los seres humanos a través de otros seres humanos. Él viene siempre a las personas a través de otras personas. De la misma manera, también nosotros vamos a él a través de personas dirigidas por Él, en las que nos encuentra y nos abre a El. Si sencillamente la lectura de las Sagradas Escrituras pudiera elevarnos hasta lo último, sería más bien un movimiento filosófico que no conlleva ese elemento de comunidad que es parte esencial de la fe.
d) La Iglesia como luz del mundo
p. 63 En mi opinión, desde un punto de vista empírico, es evidente que la Iglesia católica tiene una misión fundamental en el curso de la historia. Si su fe se desplomase y se viese obligada a declararse en bancarrota, se produciría, de hecho, una fractura en la historia y en la humanidad de efectos inimaginables.
Ya hemos visto cómo la crisis posconciliar quizá no desencadenó, pero indudablemente actuó como un enorme potenciador de la gran crisis del 68. En cualquier caso, su dramatismo es inconcebible sin ella. Y ahora esto es algo palpable, valga la expresión. Usted ha hablado con razón de asuntos más profundos, de la fuerza de la oración, de la fe, del amor. Gracias a ellos, Dios viene al mundo para difundir en la humanidad un rayo de su luz. Si esta fuerza desapareciese, sería una catástrofe para la historia.
e) La idea de Guardini de la Iglesia como el único poder realmente crítico con la historia
p. 341 pero en el curso de su carrera, en el que le acometieron grandes dudas de fe, Guardini vio finalmente en la liturgia a la auténtica Iglesia. Y sin renunciar a su especial afecto por ese profesor [Koch, que fue maestro de Guardini en Tubinga], como él mismo reconoce, elaboró una posición antiliberal, porque consideró que la Iglesia es, en el fondo, el único poder realmente crítico de la historia. Y que caminar con ella, entrar en ella, confiarse a su fe –supuestamente actos de infantilismo y dependencia– constituyen en realidad la mayor independencia del espíritu de la época y suponen una valentía mayor que la que podría encarnar cualquier otra posición.
f) La Iglesia como la última palabra de Dios en la historia
p. 343 La historia entera es, sin excepción, la época de Dios uno y trino. La Iglesia, en cuanto tal, es la última palabra de Dios en la historia porque Cristo es la palabra definitiva. La Iglesia es capaz de ciertos progresos, pero no habrá algo diferente en el futuro. A ella le está realmente prometido: «Yo estaré en vosotros, con esta Iglesia, hasta el fin del mundo». Todo lo demás sería obra de un aficionado, obra humana que se crea y se desvanece.
21. El amor a la gramática y el amor a Dios; S. Benito y la cultura europea
p. 370 Con todo esto, Montecassino sustituyó la cultura de la antigüedad, pero también la salvó. Allí copiaron los manuscritos y cuidaron el lenguaje. El monje francés Leclerq demostró en una ocasión que el amor a la gramática iba indisolublemente unido al amor a Dios. En efecto, había que entender las palabras sagradas, toda lectura era, valga la expresión, un acto de servicio. Esto a su vez motivó, por mencionar sólo un ejemplo, el surgimiento de las ciencias del lenguaje y que se cuidase la palabra en todas sus variantes. Por otro lado, el cultivo de la tierra desencadenó e investigase esa parcela. En conjunto, cabe afirmar que esta nueva ética basada en el «culto divino y trabajo», en el ora et labora, propició la emergencia de una nueva cultura, la cultura europea.
p.371 En cierto modo, Benito también fue considerado un Moisés, alguien que proporciona pautas de conducta. Aunque las de Benito proceden de Cristo, que ha llevado la ley mosaica a su culminación definitiva de forma que puede convertirse en una regla de conducta muy concreta. En este sentido, se convirtió en el legislador de Occidente, y a partir de este personaje civilizador surgió finalmente un nuevo continente –Europa–, una cultura que transformó el mundo.
Si hoy, como vemos, nuestra cultura amenaza con perder el equilibrio, se debe también a que, con el paso del tiempo, nos hemos alejado mucho de ello. Y eso que nuestro mundo podría encontrar muy fácilmente su correctivo en esta regla benedictina, pues ofrece las actitudes y virtudes humanas fundamentales para el equilibrio interno de una vida, las necesarias para posibilitar la comunidad y, en consecuencia, para la maduración individual.
22. Muerte y resurrección
a) En la hora de la muerte
p. 410 Se dice que en la hora de la muerte el pensamiento de las personas tiende a sufrir un cambio radical. Los más duros ateos se volvieron, casi en el último minuto, mansos como corderos. «La mayoría», descubrió por ejemplo Elisabeth Kübler–Ross tras sus investigaciones sobre las experiencias de la muerte próxima, «sufren un cambio radical. Todos valores cambian. Ya no son tan materiales, tan pendencieros. El individuo se vuelve mucho más espiritual.» ¿Significa esto que cuando casi está «con un pie en la tumba» el ser humano puede reconocer de pronto con claridad lo que de verdad cuenta en la vida?
p. 411 En cualquier caso, esa situación límite puede ayudarle a comprender que la acumulación de cosas materiales, o de distinciones, honores e influencia no es lo último y auténtico. Puede contribuir a una revisión de los valores, pero no necesariamente, pues también se dan los embotamientos y endurecimientos del alma que no liberan la mirada. En realidad, en esas situaciones límite sólo se manifiesta y se abre paso lo que en cierto modo uno lleva dentro. En este sentido no se debería apostar tan fácilmente por la última hora, ni dejar que se agote completamente la provisión del bien para que, por recordar la parábola del Señor, siga habiendo aceite en la alcuza cuando el novio llame a la puerta.
Hay un antiguo dicho católico: «Tal como es su domingo, así será el día de su muerte».
Alude exactamente a lo mismo. Si Dios y el domingo han desaparecido totalmente de la vida, faltan las reservas para realizar esta última transformación. Aunque la gracia de Dios es inagotable, no hay que dejar extinguirse estas calladas reservas en el alma, para que cuando se las necesite no las encuentre completamente vacías, y esto debería constituir toda una advertencia.
b) La resurrección de cada uno
p. 413 Decía usted que Dios nos dará en el Más Allá un nuevo cuerpo: ¿significa esto que nadie será como era?
La resurrección en el día del juicio final es, en cierto sentido, una nueva creación, pero preservará la identidad de la persona en cuerpo y alma. Santo Tomás dice al respecto que el alma es la fuerza moldeadora del cuerpo, la que crea el cuerpo. Por tanto, identidad significa que el alma, a la que mediante la resurrección se le regala de nuevo su capacidad moldeadora, construye también un cuerpo idéntico desde dentro. Especular con el aspecto exacto que puedan tener la corporalidad y la materialidad de los resucitados me parece, en cualquier caso, inútil.
p. 432. El escritor francés Georges Bernanos escribió: «La santidad es una aventura, incluso la única existente. Quien lo haya entendido, ha penetrado en el corazón de la fe católica».
23. El purgatorio y la vida eterna
a) Razón de ser del purgatorio
p. 121 Creo que es muy humano. Yo diría incluso que si no existiera el purgatorio habría que inventarlo, porque ¿quién se atrevería a pensar que podría comparecer directamente ante Dios? Y sin embargo tampoco queremos ser «piezas malogradas de alfarero» que hay que tirar, por decirlo con una imagen de la Escritura, sino que deseamos ser salvables. El purgatorio significa, en el fondo, que Dios une los fragmentos, purificándonos de ese modo para que finalmente logremos estar con Él y culminar nuestra existencia.
b) El purgatorio como lugar de la tolerancia
p. 122 ¿Y qué hacen en el más allá los budistas o los protestantes? En una antigua comedia costumbrista bávara se dice incluso que hay un cielo particular para los prusianos, pues de lo contrario el cielo no sería un paraíso para los bávaros.
Yo diría que, desde una perspectiva muy humana, el purgatorio también consiste en superar esos particularismos. Allí se elimina lo intolerable y lo que la persona no puede soportar, de forma que aparece el núcleo puro de cada uno y nos damos cuenta de que todos formamos parte de una gran sinfonía común.
[1] Los títulos bajo los que se agrupan los textos seleccionados en este trabajo no siempre coinciden con los de los capítulos en los que se divide el original. Los textos en cursiva corresponden a las preguntas de Peter Seewald.