Mi canario Pepe
Remedios Falaguera Silla
Madre de familia numerosa,
maestra y periodista,
conoZe.com 2007
Hace años, tuve un canario. Se llamaba Pepe. Sus plumas eran brillantes y firmes y su canto nos llenaba la casa de alegría durante todo el día. Pero, de repente, una mañana dejó de cantar, de comer y observamos con tristeza cómo sus plumas caían en la bandeja de la jaula.
Llenos de preocupación, avisamos al veterinario, quien, al reconocer a Pepe, nos diagnosticó, ante nuestra sorpresa, que el canario sufría de ansiedad y depresión.
¿Un pájaro con depresión? ¿Con ansiedad? En ese momento no sabíamos si nos estaba tomando el pelo y, por supuesto, si echarnos a reír o mantener nuestra cara con una esforzada mueca de seriedad.
Más tarde, el veterinario nos explicó con detenimiento y con la gravedad que el asunto se merecía que este tipo de depresiones en pájaros de compañía es bastante frecuente. Y que dependen mucho de la luz, la ubicación adecuada para la jaula, la alimentación, las medidas higiénicas...pero, sobre todo, de la atención y el trato cariñoso que le da su dueño y que le hace sentirse querido.
A continuación, nos explicó que hay enfermedades que el hombre puede compartir con sus mascotas y que, para curarlas, se necesita emplear el mismo tratamiento. Y que la depresión es una de ellas, relacionadas inevitablemente con los enfermos, ancianos...que les hace querer la muerte, como una de las soluciones para evitar la soledad y el sufrimiento.
Esto me lleva a pensar —y os aseguro que no es mi intención frivolizar con este horrible tema— que a Madeleine, la mujer alicantina (María Dolores Yeste Herrera) que se ha quitado la vida por una depresión pasajera, no debieron darle el tratamiento adecuado. Un tratamiento tan sencillo que hasta con mi Pepe tuvo éxito: devolverle las ganas de vivir.
¿Y cómo se hace? Llenándolo de caricias, cuidados, arrullos, besos, calor, comprensión, compañía, sonrisas... en definitiva, todo aquello que le das a alguien a quien amas y por el que darías la vida .Todo aquello que necesita para sentirse querido y necesitado para enriquecer la vida de los demás. Todo el amor y cuidado que necesita una persona dolorida y afligida por el sufrimiento.
Quizás Madeleine no podía hacer muchas cosas, pero hay algo que, a pesar de estar muy enferma, podía realizar: «ser madre». Algo tan simple como escuchar y dar consejos a su hijo para ayudarle a ser mejor, estar pendiente de sus problemas y necesidades, sonreírle, ofrecerle esas miradas de complicidad que sólo una madre puede tener con sus hijos....
Y, quizás, los que estuvieron a su lado en sus últimos momentos si en vez de filmar su muerte para un reportaje le hubieran demostrado su deseo de que ella siguiera estando ahí, como una referencia y un maravilloso apoyo, le hubieran cogido de la mano demostrándole su cariño o, simplemente, le hubieran limpiado la cara con ternura, Madeleine habría dejado de llorar y de morir «porque me acordé de todas las cosas buenas de mi vida.
NOTA. ¿No resulta extraño que pongamos el grito en el cielo con casos de maltrato, abandono y desprecio de especies animales, y, al mismo tiempo, aceptamos la muerte de seres humanos en base a una errónea interpretación de conceptos como dignidad, libertad y bienestar?