MI FE DE EMFERMO
“Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, por su
Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24)
Estas palabras del Apóstol Pablo parecen encontrarse al final de un largo
camino que se extiende a través del sufrimiento incrustado en la historia
del hombre e iluminado por la Palabra de Dios. Ellas tienen casi el valor de
un definitivo descubrimiento, que viene acompañado por la alegría; por eso
el Apóstol escribe: “Por ello me alegro de los sufrimientos que padezco por
vosotros” (ibid.).
Porqué el sufrimiento, la enfermedad, el dolor ?
Al interno de cada sufrimiento probado por el hombre e, igualmente, a la
base del entero mundo del sufrimiento aparece inevitablemente el
interrogativo: porqué?
Es un interrogativo sobre la causa, la razón y, al mismo tiempo, la
finalidad (el porqué?); es un interrogativo, en definitiva, acerca del
sentido. Tal interrogativo no sólo acompaña el sufrimiento humano, sino que,
además, parece determinar su contenido humano, aquello por lo que el
sufrimiento es propiamente sufrimiento humano.
Evidentemente el dolor, especialmente el dolor físico, está ampliamente
difundido en el mundo de los animales. Sin embargo, sólo el hombre,
sufriendo, sabe que sufre y se pregunta el porqué; y sufre de modo
humanamente más hondo cuando no encuentra una respuesta que le satisface.
Esta es una pregunta difícil, así como lo es otra muy similar, aquella
acerca del mal. Porqué el mal?. Porqué el mal en el mundo?.
Cuando planteamos el interrogativo de este modo, hacemos siempre, al menos
en cierto modo, una pregunta sobre el sufrimiento. Una y otra pregunta son
difíciles, cuando el hombre se las plantea a otro hombre y cuando el hombre
se la plantea a Dios. El hombre, en efecto, no hace esta pregunta al mundo,
aunque muchas veces el sufrimiento provenga de ahí, sino que se la plantea a
Dios como Creador, al Señor del mundo.
El hombre puede dirigir una tal pregunta a Dios con toda la conmoción de su
corazón y con la mente llena de estupor y de inquietud; y Dios espera la
pregunta y la escucha, como vemos en la Revelación del Antiguo Testamento.
En el Libro de Job la pregunta ha encontrado su expresión más intensa.
El Evangelio del dolor
Los testigos de la Cruz y de la resurrección de Cristo han trasmitido a la
Iglesia y a la humanidad un especifico Evangelio del sufrimiento. El
Redentor mismo ha escrito este Evangelio en primer lugar con su propio
sufrimiento asumido por amor, para que el hombre “no muera sino que tenga la
vida eterna”. Este sufrimiento, junto con la viva palabra de su enseñanza,
se ha convertido en un manantial abundante para la primera generación de sus
discípulos y confesores, y después para todos aquellos que les han seguido
en el curso de los siglos.
Y, ante todo, es consolador - como es evangélicamente e históricamente
exacto - notar que, al lado de Cristo, en primerísima y bien relevante
posición al lado de El, está siempre su Madre Santísima, escribiendo con su
testimonio ejemplar y con su vida este Evangelio del sufrimiento. En Ella,
los numerosos e intensos sufrimientos se concatenaron de tal modo que, si es
verdad que fueron prueba de su fe inquebrantable, fueron, también,
contribución a la redención de todos.
A la luz del incomparable ejemplo de Cristo, reflejado con singular
evidencia en la vida de su Madre, el Evangelio del sufrimiento, mediante la
experiencia y la palabra de los Apóstoles, se convierte en manantial
inagotable para las nuevas generaciones que se subsiguen a lo largo de la
historia de la Iglesia.
El Evangelio del sufrimiento significa no sólo la presencia del sufrimiento
en el Evangelio, como uno de los temas de la Buena Noticia, sino también la
revelación de su fuerza salvifica y de la significación salvifica del
sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y, en la misión y vocación de
la Iglesia.
Cristo no escondía a sus propios oyentes la necesidad del sufrimiento. Muy
claramente decía: “Si alguno quiere venir detrás de mi...tome su cruz cada
día”.
El Evangelio del dolor escrito por todos aquellos que sufren con
Cristo
Si el primer gran capitulo del Evangelio del sufrimiento viene escrito por
todos aquellos que sufren persecuciones por Cristo, al mismo tiempo se
escribe, a través de la historia, otro grande capitulo de este Evangelio. Lo
escriben todos aquellos que sufren junto con Cristo, uniendo los propios
sufrimientos humanos a su sufrimiento salvifico. Y Cristo, mediante su
propia sufrimiento, se encuentra muy dentro de cada sufrimiento humano y
puede obrar en su interior con la potencia de su Espíritu de verdad, de su
Espíritu consolador.