¿Cómo ser instrumentos de la misericordia de Dios para bien de la Iglesia?
El año extraordinario de la misericordia acaba de finalizar. Pero un nuevo
tiempo de misericordia de Dios acaba de empezar, después de este año en el
que se ha suplicado ardientemente que su Misericordia se derrame sobre la
Iglesia y el mundo.
Nos podemos preguntar: ¿qué significa que Dios es misericordioso?, teniendo
en cuenta el pecado de la humanidad.
Nos dice Roberto Moretti: “La perfección divina de la Misericordia está
referida al perdón de la culpa. El pecado, como ya sabemos, es una ofensa
causada a Dios. Como tal merece el castigo, para que se restablezca el orden
injustamente violado. La Misericordia de Dios es el aspecto del amor y de la
bondad que le lleva a perdonar, olvidar la culpa y el pecado, y retornar al
hombre la amistad rota, recrear la filiación renegada y despreciada. Si se
considera la gravedad de las ofensas hechas a Dios por el pecado de parte de
la criatura […] especialmente si se piensa en el cúmulo inmenso de pecados
de todos los hombres, agravados por la malicia, la arrogancia, la rebeldía,
el desprecio, la ingratitud etc., la Misericordia, que anula y destruye toda
esta monstruosidad, constituye una manifestación de la incomparable potencia
y magnificencia de la bondad de Dios. De aquí las alabanzas y el estupor que
la Sagrada Escritura y los santos elevan a la Misericordia del Señor”[1].
Todos somos conscientes de que los cristianos vivimos y viviremos tiempos
extremadamente difíciles por el hecho de mantenernos fieles a Jesús. El
espíritu del mal, a través de varios frentes a la vez, quiere acabar con el
cristianismo.
La muerte física de los cristianos: en los lugares donde se implanta el
islamismo radical, en los que deben afrontar el dilema o la conversión al
islam o la muerte.
La muerte de la fe cristiana: a través de las religiones sin Dios, entre
ellas la New Age, en la diversidad de sus manifestaciones. Se promueve tener
poderes al margen de Dios; y los que se adhieren a ello, pueden incluso
quedar aterrorizados por haber invocado incluso al espíritu del mal.
La muerte de la obra evangelizadora de la Iglesia: a través de individuos
que acceden al poder con consignas populistas; éstos una vez en el poder
buscarán erradicar toda influencia social de la Iglesia, incluso de forma
soez.
La muerte de la moral cristiana: a través de la ideología de género. Decía
Benedicto XVI: “El hombre moderno pretende librarse incluso de las
exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se
construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un
dios para sí mismo”.
La estrategia de la ideología de género antes de implantarse ha sido muy
bien diseñada. Se empezó a diseñar en los años 60 en algunas Universidades
de EEUU; luego ha sido promovida con abundantes medios de difusión y
coacción a las más altas esferas políticas, (ver artículo
http://es.catholic.net/ ideología de género). Pretenden silenciar y
encadenar a la Iglesia, promoviendo legislaciones que castiguen toda
protesta con graves sanciones económicas, de prisión o inhabilitación para
cargos, sólo cabe leer el art. 510 y 511 del Código Penal español. Se debe
reflexionar mucho antes de dar una respuesta, puesto que podría quedar la
Iglesia inhabilitada para anunciar el Evangelio. Los que tienen algún tipo
de responsabilidad eclesial, se deben preguntar si son discípulos de Juan
Bautista o de Jesús. La excelente predicación del Bautista para preparar la
venida del Mesías quedó neutralizada por su persistente denuncia de la unión
ilegítima de Herodes con Herodías. Era verdad lo que decía. Pero esta
anómala situación moral se mantenía en tiempos de Jesús, quien fiel al
Espíritu Santo no hizo mención alguna de ello, porque tenía otras cosas más
fundamentales e importantes que anunciar de parte del Padre.
Si el instigador de la mentira (Jn 8,44), de la violencia homicida (Jn 8,
44), del querer vivir sin Dios, y decidir lo que está bien y mal al margen
de Dios (Gn 3,5) es el Maligno. La Iglesia sabe que como combatir al
espíritu del mal. Sabemos por la Revelación que el Maligno ha sido vencido
por la muerte de Jesucristo en la Cruz. Luego, como nos lo relata el libro
del Apocalipsis, “En el cielo se libró un combate encarnizado: Miguel y sus
ángeles pelearon contra el dragón. Lucharon fieramente el dragón y sus
ángeles, pero no vencieron, y fueron arrojados del cielo para siempre” (Ap
12,7-9).
Sabemos por una visión que tuvo el papa León XIII[2], que se le dio a
conocer el mal que el Maligno quería hacer a la Iglesia, pero éste era
lanzado al abismo por san Miguel Arcángel. Si discernimos esta visión a la
luz de la Palabra de Dios, de un modo particular a la luz del Apocalipsis,
en él vemos que después de la victoria de Cristo, el espíritu del mal es
arrojado del cielo a la tierra (Ap 12, 17). En otro pasaje nos dice que
Satanás tendrá poder para engañar a las naciones de las cuatro lados de la
tierra que buscarán “cercar al campamento de los consagrados y la ciudad
predilecta” (Ap 20, 9), es decir la Iglesia, pero ésta recibirá la ayuda de
Dios “bajó fuego del cielo” (Ap 20, 9), que derrotará a los enemigos que la
cercan, enviando al abismo a Satanás por toda la eternidad (Ap 20, 10).
Aunque el texto no lo dice, es de suponer que Satanás será enviado al
abismo, por el mismo que lo arrojó del cielo, es decir san Miguel Arcángel
(Ap 12, 7-8). Ello se acelerará si es suplicado a Dios por el pueblo fiel
(Mt 24, 22), ya que muchas gracias Dios las concede si se las suplicamos (Lc
11, 9-10).
Es en este contexto de la Palabra de Dios que se hace comprensible la visión
de León XIII y el que mandara de forma apremiante que toda la Iglesia
después de cada misa suplicara la ayuda y protección del Príncipe de la
milicia celestial, con esta oración: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la
batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus
malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.
Amén”.
Mientras el pueblo cristiano rezó esta oración en cada Eucaristía, la
Iglesia católica sufrió persecuciones extraordinariamente violentas, (como
la persecución religiosa en España 1936-1939) pero salió fortalecida de la
prueba y no padeció internamente ninguna crisis grave. Lo que si sucedió
cuando dejó de rezar esta oración. De este modo se hizo realidad lo que el
beato Francisco Palau, puso en boca de san Miguel Arcángel antes de que se
rezara esta oración en la Iglesia: “Has de saber, que según las órdenes del
Altísimo, damos nosotros a Satanás más o menos licencia según es en la
tierra el espíritu de oración. Batallamos según batallan los hombres de
oración, estamos siempre todos espada en mano y prontos para defender la
Iglesia; pero obramos sólo según el espíritu de los que oran. Según lo que
éstos alcanzan, trabajamos; y según éstos nos piden, obramos”[3].
Ahora de nuevo se hace apremiante volver a invocar a san Miguel Arcángel,
consagrar las personas, las Diócesis… bajo su protección, como lo hizo el
Papa Francisco con el Estado del Vaticano en el inicio de su pontificado,
para que san Miguel Arcángel con divino poder lance al abismo a los
espíritus malignos, de modo que no se sucumba a sus instigaciones
Ante estos cuatro retos se deberían oponer cuatro grandes medios:
1º que el cristiano viva plenamente su bautismo, que es vivir vida
trinitaria. La Palabra de Dios nos dice: “Sólo los limpios de corazón podrán
ver a Dios” (Mt 5,8). Esto implica tener limpia la conciencia de todo pecado
personal e incluso de los colectivos. Es imprescindible haberlos reconocido,
pedido perdón a Dios, y tener sincero propósito de enmienda. Los místicos
como Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, nos enseñan que Dios no se da del
todo más que a quienes se le dan del todo. Por ello debemos desapegarnos de
todo afecto que ocupe el lugar reservado a Dios, sea cual fuere. Hasta que
Teresa de Jesús no se desapegó de las conversaciones de locutorio, no se
desarrolló el dinamismo que la llevó a vivir la vida trinitaria. Hasta que
santa Teresita no se desapegó afectivamente de todo tipo de paternidad (su
padre, sus directores espirituales…) no se inició en ella el proceso que
culminaría en la inhabitación trinitaria.
Santa Teresa de Jesús es segura intercesora para alcanzar de Dios el
desapego de toda afectividad que impida la unión con Dios. Santa Teresa del
Niño Jesús hasta el fin de sus días no dejo de suplicar a Dios que la
Trinidad Santa fuera amada. Santa Isabel de la Trinidad tiene como misión
ayudarnos a salir de nosotros mismos, hacer silencio para que Dios Trinidad
pueda actuar en nuestra alma.
Los cristianos del presente y del futuro o serán místicos trinitarios o no
serán. Será la vida trinitaria vivida místicamente la que fortalecerá a los
cristianos para que no sucumban: a la invitación coactiva de la conversión
al islam o la muerte; ni a la seducción de las religiones sin Dios (New
Age), que les alientan a buscar poderes espirituales al margen de Dios, y en
vez de la paz legada por Cristo quedan llenos de terror; ni a los
presupuestos de la ideología de género que incapacita acoger con
agradecimiento la acción creadora de Dios en cada uno. O para implicarse a
trabajar con decisión y convicción en el ámbito de la política y en los
lugares donde se toman decisiones que pueden afectar a la vida de la Iglesia
o de la humanidad.
El disponerse a vivir vida trinitaria para ser tierra buena, de modo que
cuando Dios le plazca se dé en nosotros la inhabitación de la Trinidad, es
de capital importancia para la Iglesia; de esa vivencia surgen los más
cualificados evangelizadores, que participan de las misiones del Hijo y del
Espíritu Santo. Es Cristo por medio del Espíritu Santo quien -en ellos y por
medio de ellos- evangeliza de la forma más adecuada en cada momento
histórico y protege y vivifica del modo más eficaz a la Iglesia.
2. Vivir con radicalidad y profundidad la Eucaristía. A la vez que Dios es
misericordioso es también justo. La justicia divina exige reparación por los
pecados de los hombres. Esta reparación de los pecados la ha realizado Jesús
Dios y hombre. De ello, nos habla la carta a los Hebreos: “El Mesías se
ofreció una sola vez y tomó sobre sí el pecado de todos, para abolir con su
sacrificio el pecado” (Cf. He 9, 28.26). Los bautizados en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, participan del sacerdocio de
Jesucristo, y por ello pueden ofrecer a Dios Padre a su Hijo Jesucristo como
reparación de todos los pecados de la humanidad. En el Espíritu pueden
suplicar a Dios Padre omnipotente y fuente de todo bien, que cancele los
graves pecados de la humanidad, ofreciendo en reparación la sangre preciosa
de su Hijo junto con la sangre de tantos mártires cristianos y de todos los
inocentes, apoyados por la intercesión de la Virgen María, Auxilio de los
cristianos y Reina de la paz, de san José, de los ángeles y santos. Nos
conceda a todos ser consagrados en la verdad (Jn 17,19), y la capacidad de
llevar a término la voluntad de Dios, de modo que se opte por la vida, por
la solidaridad humana, y reconocer que Jesucristo es el Salvador, “el
camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).
3. Siendo consciente que Dios es providente y da los talentos y carismas
según las necesidades de la Iglesia, por ello es necesario promover tanto
los propios talentos como los de los demás, en particular los vinculados a
la oración y a la acción social y política. Para ser eficaces es necesario
adquirir la máxima formación posible teológica y en las diversas ramas del
saber. Los laicos si son doctos en las diversas áreas del saber, y al tener
una gran libertad de acción (LG 37), podrán ayudar eficazmente a la Iglesia
en todas sus batallas. Los laicos han recibido del mismo Jesucristo una
misión que los capacita para sacar al espíritu del mal de la vida social,
política y cultural. Ello lo podemos ver realizado en el relato de la misión
de los 72 discípulos; los frutos de su misión llenaron de alegría a Jesús
(Lc 10, 1. 16-22).
4. Conocer a fondo los frentes que amenazan al cristianismo. Analizándolos
con rigor hasta el final, conocer los factores que explican la realidad,
luego se estará en condiciones de prever los acontecimientos que tendrán
lugar en dicho sector de la realidad. Así sabiendo el cómo y el porqué de
una realidad. Luego diseñar una estrategia para actuar con toda decisión en
el momento oportuno. Esta estrategia tiene que cumplir unos requisitos.
Estos nos los da el mismo Jesús: “Yo os envío como ovejas en medio de lobos.
Por eso, sed astutos como serpientes, aunque también inocentes como palomas
(Mt 10, 16). Nos podemos preguntar ¿qué puede significar el ser inocente
como las palomas? Consideramos que puede significar el renunciar a utilizar
los medios del espíritu del mal, es decir la mentira y la violencia
homicida. Pero sí que nos invita Jesús a tener la misma astucia que el
enemigo (serpiente) para combatir sus estrategias con eficacia y decisión.
No estamos solos en esta lucha, si suplicamos la ayuda de Dios la tendremos.
Puesto que cuando el espíritu del mal, ataca por el talón, en cumplimiento
de la Escritura debe ser herido en la cabeza (Gn 3, 15).
Nos dice el salmista: “La ayuda nos vendrá del Señor que ha hecho el cielo y
la tierra”, si sabemos suplicárselo a Dios con fe y perseverancia, ayudados
de los mejores intercesores, que son en primer lugar la Virgen María, san
José, los mártires y santos y si estamos dispuestos a ser poseídos por el
Espíritu Santo, para servir con toda lealtad a Jesucristo que dio la vida
por nuestra salvación y para que pudiéramos cantar eternamente la
misericordia de Dios Trinidad en la Jerusalén celestial.
[1] R. MORETTI, Dio amore misericordioso.
Esperienza, dotrina, messaggio di Teresa di Lisieux, Libreria Editrice
Vaticana 1996, 29.
[2]
https://peregrinodeloabsoluto.wordpress.com/2014/10/25/la-vision-diabolica-de-leon-xiii/
[3] Francisco Palau, Lucha del alma con Dios,
Roma 1981, cap. V, 1, 12, p. 221-222.