Curso con y sobre las Bienaventuranzas
Bienaventurados los misericordiosos
Vea también S. Juan Pablo II Bienaventurados los Jóvenes
Predicación del P. Cantalamessa sobre las Bienaventuranzas
Jueves (Quinto Día)
"Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5,7).
La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad y la misericordia sin justicia es disipación. Por ello después de la justicia Jesús habla de la misericordia diciendo: "Bienaventurados los misericordiosos".
Vamos a ver qué cosa es ser misericordioso: Se llama misericordioso el que tiene su corazón ocupado por la misericordia porque considera la desgracia de otro como propia y se duele del mal de otro como si fuera suyo (cfr. Remigio). Sin embargo tenemos que tener cuidado: Por misericordia se entiende aquí no sólo la que se practica por medio de limosnas, sino la producida por el pecado del hermano, porque su pecado nos afecta a todos entonces no lo juzgamos si no nos preocupamos por el y de esta manera ayudamos así unos a otros a llevar la carga (cfr.. Gal 6, 2) (cfr. San Jerónimo).
¿Y qué reciben los misericordiosos? Tanto se complace Dios en nuestra bondad para con todos, que ofrece su misericordia sólo a los que son misericordiosos porque se ve reflejado en ellos (cfr. San Hilario, in Matthaeum, 4). Parece que la recompensa es igual pero en realidad es mucho mayor. La misericordia humana no puede compararse con la misericordia divina (cfr. San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,4). Con razón, pues, se ofrece la misericordia a los misericordiosos para que reciban más de lo que han merecido. Y así como tiene más el que recibe más de lo que puede saciarle, que aquel que tiene solamente lo necesario para la saciedad, así es mayor la gloria de los misericordiosos que la de los precedentes. Esto no significa que Dios no sea misericordioso con los pecadores. Es que no aceptan su amor. Por eso no alcanzarán misericordia.
Recordemos que la misericordia es una sensibilidad de corazón, un amor ante los defectos de los demás, una paciencia que espera lo mejor de los demás. Por tanto no es misericordioso el que murmura, juzga y condena aunque sea solamente interiormente. Recordemos que rezamos: "… como nosotros perdonamos a los que nos ofenden".
Acojamos las sugerencias que nos tiene este antiquísimo documento de la Iglesia, la Didajé de los Apóstoles a las Naciones: "No causes división, pondrás en paz a los litigantes, juzgarás rectamente (Dt. 1, 16s.; Pr. 31, 9), no harás acepción de personas al reprochar las faltas. No dudarás si es o no es" (La Doctrina de los Apóstoles para las Naciones 4. 3)
¡A vivir hoy como misericordiosos! E: Invoquemos a la Virgen María, la bienaventurada por excelencia, pidiendo la fuerza de buscar al Señor (Cf. Sofonías 2, 3) y de seguirle siempre, con alegría, por el camino de las Bienaventuranzas.