IMITACIÓN DE CRISTO por TOMAS A KEMPIS: Libro 2
LIBRO SEGUNDO: DE LA CONVERSIÓN INTERIOR
1.- DE LA CONVERSIÓN INTERIOR.
1. Dice el Señor: El reino de Dios dentro de vosotros está. Conviértete a
Dios de todo corazón, y deja ese miserable mundo, y hallará tu alma reposo.
Aprende a menospreciar las cosas exteriores y darte a las interiores, y
verás que se vienen a ti el reino de Dios.
Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo, que no se da a los
malos.
Si preparas digna morada interiormente a Jesucristo, vendrá a ti, y te
mostrará su consolación.
Toda su gloria y hermosura está en lo interior, y allí se está complaciendo.
Su continua visitación es con el hombre interior; con él habla dulcemente,
tiene agradable consolación, mucha paz y admirable familiaridad.
2. Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo para que quiera
venirse a ti, y hablar contigo.
Porque él dice así: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y vendremos a él
y haremos en él nuestra morada.
Da, pues, lugar a Cristo, y a todo lo demás cierra la puerta.
Si a Cristo tuvieres, estarás rico, y te bastará. El será tu fiel
procurador, y te proveerá de todo, de manera que no tendrás necesidad de
esperar en los hombres.
Porque los hombres se mudan fácilmente, y desfallecen en breve; pero
Jesucristo permanece para siempre, y está firme hasta el fin.
3. No hay que poner mucha confianza en el hombre frágil y mortal, aunque sea
útil y bien querido, ni has de tomar mucha pena si alguna vez fuere
contrario o no te atiende.
Los que hoy son contigo, mañana te pueden contradecir, y al contrario;
porque muchas veces se vuelven como viento.
Pon en Dios toda tu esperanza, y sea El tu temor y tu amor. El responderá
por ti, y lo hará bien, como mejor convenga.
No tienes aquí domicilio permanente: dondequiera que estuvieres, serás
extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no estuvieres íntimamente
unido con Cristo.
4. ¿Qué miras aquí no siendo este lugar de tu descanso?
En los cielos debe ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo
terrestre.
Todas las cosas pasan, y tú también con ellas.
Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso y perezcas.
En el Altísimo pon tu pensamiento, y tu oración sin cesar sea dirigida a
Cristo.
Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la pasión
de Cristo y habita gustosamente en sus grandes llagas.
Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús,
gran consuelo sentirás en la tribulación, y no harás mucho caso de los
desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las palabras maldicientes.
5. Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre
grandes afrentas, desamparado de amigos y conocidos, y en suma necesidad.
Cristo quiso padecer y ser despreciado, y tú ¿te atreves a quejarte de
alguna cosa?
Cristo tuvo adversarios y murmuradores, y tú ¿quieres tener a todos por
amigos y bienhechores?
¿Con qué se coronará tu paciencia, sin ninguna adversidad se te ofrece?
Si no quieres sufrir ninguna adversidad, ¿cómo serás amigo de Cristo?
Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo.
6. Si una vez entrases perfectamente en lo secreto de Jesús, y gustases un
poco de su encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio
provecho o daño; antes te holgarías más de las injurias que te hiciesen;
porque el amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo.
El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y
libre de las aflicciones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y
levantarse sobre sí mismo en el espíritu, y descansar gozosamente.
7. Aquel a quien gustan todas las cosas como son, no como se dicen o
estiman, es verdaderamente sabio y enseñado más de Dios que de los hombres.
El que sabe andar dentro de sí, y tener en poco las cosas exteriores, no
busca lugares, ni espera tiempos para darse a ejercicios devotos.
El hombre interior presto se recoge; porque nunca se entrega todo a las
cosas exteriores.
No le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación necesaria a tiempos; sino
que así como suceden las cosas, se acomoda a ellas.
El que está interiormente bien dispuesto y ordenado, no cuida de los hechos
famosos y perversos de los hombres.
Tanto se estorba el hombre y se distrae, cuando atrae a sí las cosas de
fuera.
8. Si fueses recto y puro, todo te sucedería bien y con provecho.
Por eso te descontentan y conturban muchas cosas frecuentemente, porque aún
no has muerto a ti, del todo, ni apartado de todas las cosas terrenas.
Nada mancilla ni embaraza tanto el corazón del hombre cuanto el amor
desordenado de las criaturas.
Si desprecias las consolaciones de fuera, podrás contemplar las cosas
celestiales, y gozarte muchas veces dentro de ti.
2.- DE LA HUMILDE SUMISIÓN.
1. No te importe mucho quién es por ti o contra ti; sino busca y procura que
sea Dios contigo en todo lo que haces.
Ten buena conciencia, y Dios te defenderá.
Al que Dios quiere ayudar, no le podrá dañar la malicia de alguno.
Si sabes callar y sufrir, sin duda verás el favor de Dios.
El sabe el tiempo y el modo de librarte; y por eso te debes ofrecer a El.
A Dios pertenece ayudar y librar de toda confusión.
Algunas veces conviene mucho, para guardar mayor humildad, que otros sepan
nuestros defectos y los reprendan.
2. Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca
a los otros, y sin dificultad satisface a los que le odian.
Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y consuela; al hombre
humilde se inclina; al humilde concede gracia, y después de su abatimiento
le levanta a gran honra.
Al humilde descubre sus secretos, y le trae dulcemente a Sí y le convida.
El humilde, recibida la afrenta, está en paz; porque está con Dios y no en
el mundo.
No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por el más inferior de
todos.
3.- DEL HOMBRE BUENO Y PACÍFICO.
1. Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros.
El hombre pacífico aprovecha más que el muy letrado.
El hombre apasionado, aun el bien convierte en mal, y de ligero cree lo
malo.
El hombre bueno y pacífico todas las cosas echa a la buena parte.
El que está en buena paz, de ninguno sospecha.
El descontento y alterado, con diversas sospechas se atormenta; ni el
sosiega, ni deja descansar a los otros.
Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le
convendría.
Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones.
Ten, pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el
prójimo.
2. Tú sabes excusar y disimular muy bien tus faltas, y no quieres oír las
disculpas ajenas.
Más justo sería que te acusases a ti, y excusases a tu hermano.
Sufre a los otros si quieres que te sufran.
Mira cuán lejos estás aún de la verdadera caridad y humildad, la cual no
sabe desdeñar y airarse sino contra sí.
No es mucho conversar con los buenos y mansos, pues esto a todos da gusto
naturalmente; y cada uno de buena gana tiene paz, y ama a los que concuerdan
con él.
Pero poder vivir en paz con los duros, perversos y mal acondicionados, y con
quien nos contradice, grande gracia es, y acción varonil y loable.
3. Hay algunos que tiene paz consigo, y también con los otros.
Otros hay que ni la tienen consigo, ni la dejan tener a los demás: molestos
para los otros, lo son más para sí mismos.
Y hay otros que tienen paz consigo, y trabajan en reducir a paz a los otros.
Pues toda nuestra paz en esta miserable vida, está puesta más en el
sufrimiento humilde, que en dejar de sentir contrariedades.
El que sabe mejor padecer, tendrá mayor paz. Este es el vencedor de sí mismo
y señor del mundo, amigo de Cristo y heredero del cielo.
4.- DEL CORAZÓN PURO Y SENCILLA INTENCIÓN.
1. Con dos alas se levanta el hombre de las cosas terrenas, que son
sencillez y pureza. La sencillez ha de estar en la intención y la pureza en
la afición. La sencillez pone la intención en Dios; la pureza le reconoce y
gusta. Ninguna buena obra te impedirá, si interiormente estuvieres libre de
todo desordenado deseo.Si no piensas ni buscas sino el beneplácito divino y
el provecho del prójimo, gozarás de interior libertad. Si fuese tu corazón
recto, entonces te sería toda criatura espejo de vida, y libro de santa
doctrina. No hay criatura tan baja ni pequeña, que no represente la bondad
de Dios.
2. Si tú fueses bueno y puro en lo interior, luego verías y entenderías bien
todas las cosas sin impedimento. El corazón puro penetra al cielo y al
infierno. Cual es cada uno en lo interior, tal juzga lo de fuera. Si hay
gozo en el mundo, el hombre de puro corazón le posee. Y si en algún lugar
hay tribulación y congojas, es donde habita la mala conciencia. Así como el
hierro, metido en el fuego, pierde el orín y se pone todo resplandeciente;
así el hombre que enteramente se convierte a Dios, se desentorpece y muda en
nuevo hombre.
3. Cuando el hombre comienza a entibiarse, entonces teme el trabajo, aunque
pequeño, y toma con gusto la consolación exterior. Mas cuando se comienza
perfectamente a vencer y andar alentadamente en la carrera de Dios, tiene
por ligeras las cosas que primero tenía por pesadas.
5.- DE LA CONSIDERACIÓN DE SÍ MISMO.
1. No debemos confiar de nosotros grandes cosas, porque muchas veces nos
falta la gracia y la discreción. Poca luz hay en nosotros, y presto la
perdemos por nuestra negligencia. Y muchas veces no sentimos cuán ciegos
estamos en el alma. Muchas veces también obramos mal, y lo excusamos peor. A
veces nos mueve la pasión, y pensamos que es celo.
2. El hombre recogido antepone el cuidado de sí mismo a todos los cuidados;
y el que tiene verdadero cuidado de sí, poco habla de otros. Nunca estarás
recogido y devoto, si no callares las cosas ajenas, y especialmente mirares
a ti mismo. Si del todo te ocupares en Dios y en ti, poco te moverá lo que
sientes de fuera. ¿Dónde estás cuando no estás contigo? Y después de haber
discurrido por todas las cosas ¿qué has ganado si de ti te olvidaste? Si has
de tener paz y unión verdadera, conviene que todo lo pospongas, y tengas a
ti solo delante de tus ojos.
3. Mucho aprovecharás, si te guardas libre de todo cuidado temporal. Muy
menguado serás, si alguna cosa temporal estimares. No te parezca cosa alguna
alta, ni grande, ni acepta, ni agradable, sino Dios puramente, o lo que sea
de Dios. Ten por vana cualquier consolación que te viniere de alguna
criatura. El alma que ama a Dios, desprecia todas las cosas sin El. Solo
Dios eterno e inmenso que todo lo llena, gozo del alma y alegría verdadera
del corazón.
6.- LA ALEGRÍA DE LA BUENA CONCIENCIA.
1. La gloria del hombre bueno, es el testimonio de la buena conciencia. Ten
buena conciencia, y siempre tendrás alegría. La buena conciencia muchas
cosas puede sufrir, y muy alegre está en las adversidades. La mala
conciencia siempre está con inquietud y temor. Suavemente descansarás, si tu
corazón no te reprende. No te alegres sino cuando obrares bien. Los malos
nunca tienen alegría verdadera ni sienten paz interior; porque dice el
Señor: No tienen paz los malos. Y si dijeren: En paz estamos, no vendrá mal
sobre nosotros: ¿quién se atreverá a ofendernos? No los creas, porque de
repente se levantará la ira de Dios, y pararán en nada sus obras, y
perecerán sus pensamientos.
2. No es dificultoso el que ama gloriarse en la tribulación; porque
gloriarse de esta suerte, es gloriarse en la cruz del Señor. Breve es la
gloria que se da y recibe de los hombres. La gloria del mundo siempre va
acompañada de tristeza. La gloria de los buenos está en sus conciencias, y
no en la boca de los hombres. La alegría de los justos es de Dios, y en
Dios, y su gozo es la verdad. El que desea la verdadera y eterna gloria, no
hace caso de la temporal. Y el que busca la gloria temporal, o no la
desprecia de corazón, señal es que ama menos la celestial. Gran quietud de
corazón tiene el que no se le da nada de las alabanzas ni de las afrentas.
3. Fácilmente estará contento y sosegado el que tiene la conciencia limpia.
No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que
eres, eso eres; y por más que te estimen los hombres, no puedes ser, ante
Dios, más grande de lo que eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no
tendrás cuidado de lo que de ti hablen los hombres. El hombre ve lo de
fuera, mas Dios el corazón. El hombre considera las obras, y Dios pesa las
intenciones. Hacer siempre bien, y tenerse en poco, señal es de un alma
humilde. No querer consolación de criatura alguna, señal de gran pureza y de
cordial confianza.
4. El que no busca la aprobación de los hombres, claramente muestra que se
entregó del todo a Dios. Porque dice San Pablo: No el que se alaba a sí
mismo es aprobado, sino el que Dios alaba. Andar en lo interior con Dios, y
no embarazarse de fuera con alguna aflicción, estado es de varón espiritual.
7.- DEL AMOR DE JESÚS SOBRE TODAS LAS COSAS.
1. Bienaventurado el que conoce lo que es amar a Jesús, y despreciarse a sí
mismo por Jesús. Conviene dejar un amado por otro amado, porque Jesús quiere
ser amado sobre todas las cosas. El amor de la criatura es engañoso y
mudable, el amor de Jesús es fiel y durable. El que se llega a la criatura,
caerá con lo caedizo; el que abraza a Jesús, afirmará en El para siempre.
Ama a Jesús y tenle por amigo, que aunque todos te desamparen, El no te
desamparará ni te dejará perecer en el fin. De todos has de ser desamparado
alguna vez, ora quieras o no.
2. Ten fuertemente con Jesús viviendo y muriendo, y encomiéndate a su
fidelidad, que El solo te puede ayudar, cuando todos te faltaren. Tu amado
es de tal condición, que no quiere consigo admitir a otro, mas El solo
quiere tener tu corazón y como rey sentarse en su propia silla. Si tú
supieses bien desocuparte de toda criatura, Jesús morará de buena gana
contigo. Hallarás casi todo perdido cuanto pusieres en los hombres, fuera de
Jesús.No confíes ni estribes sobre la caña vacía; porque toda carne es heno,
y toda su gloria caerá como flor de heno.
3. Si mirases solamente la apariencia de fuera de los hombres, presto serás
engañado. Porque si te buscas tu descanso y ganancias en otros, muchas veces
sentirás daño: si en todo buscas a Jesús, hallarás de verdad a Jesús: mas si
te buscas a ti mismo, también te hallarás, pero para tu daño. Pues más se
daña el hombre a sí mismo, si no busca a Jesús, que todo el mundo y todos
sus enemigos le pueden dañar .
8.- DE LA FAMILIAR AMISTAD CON JESÚS.
1. Cuando Jesús está presente, todo es bueno, y no parece cosa difícil: mas
cuando está ausente, todo es duro. Cuando Jesús no habla dentro, vil es la
consolación: mas si Jesús habla una sola palabra, gran consolación se
siente. ¿No se levantó María Magdalena luego del lugar donde lloró, cuando
le dijo Marta: El Maestro está aquí y te llama? ¡Oh bienaventurada hora,
cuando el Señor Jesús llama de las lágrimas al gozo del espíritu! ¡Cuán seco
y duro eres sin Jesús! ¡Cuán necio y vano si codicias algo fuera de Jesús!
Dime, ¿no es este peor daño, que si todo el mundo perdieses?
2. ¿Qué puede dar el mundo sin Jesús? Estar sin Jesús es grave infierno:
estar con Jesús es dulce paraíso. Si Jesús estuviere contigo, ningún enemigo
podrá dañarte. El que halla a Jesús, halla un buen tesoro, y de verdad bueno
sobre todo bien. Y el que pierde a Jesús pierde muy mucho, y más que todo el
mundo. Pobrísimo es el que vive sin Jesús, y riquísimo es el que está bien
con Jesús.
3. Muy grande arte es saber conservar con Jesús, y gran prudencia saber
tener a Jesús. Sé humilde y pacífico, y será contigo Jesús; sé devoto y
sosegado, y permanecerá contigo Jesús. Presto puedes echar de ti a Jesús, y
perder su gracia, si te pegas a las cosas exteriores. Si destierras de ti a
Jesús y le pierdes, ¿adónde irás? ¿A quién buscarás por amigo? Sin amigo no
puedes vivir contento, y si no fuere Jesús tu especialísimo amigo, estarás
muy triste y desconsolado. Pues locamente lo haces, si en otro alguno
confías y te alegras. Más se debe escoger tener todo el mundo contrario, que
estar ofendido con Jesús. Pues sobre todo tus amigos sea Jesús amado
singularísimamente.
4. Ama a todos por amor de Jesús, y a Jesús por sí mismo: sólo a Jesucristo
se debe amar singularísimamente: porque El solo se halla bueno y fidelísimo,
más que todos los amigos. Por El y en El debes amar a los amigos y los
enemigos, rogarle por todos, para que le conozcan y le amen. Nunca codicies
ser loado ni amado singularmente, porque eso a sólo Dios pertenece, que no
tiene igual; ni quieras que alguno se ocupe contigo en su corazón, ni tú te
ocupes en amor de alguno; mas sea Jesús en ti, y en todo hombre bueno.
5. Sé puro y pobre interiormente sin ocupación de criatura alguna. Es
menester llevar a Dios un corazón desnudo y puro, si quieres descansar y ver
cuán suave es el Señor. Y verdaderamente no llegarás a esto, si no fueres
prevenido y traído de su gracia, para que, dejadas y echadas fuera todas las
cosas, seas unido con El solo. Pues cuando viene la gracia de Dios al
hombre, entonces se hace poderosos para toda cosa: y cuando se va, será
pobre y enfermo, y como abandonado a las penas y castigos. En estas cosas no
debes desmayar ni desesperar, mas estar constante a la voluntad de Dios, y
sufrir con igual ánimo todo lo que viniere a la gloria de Jesucristo. Porque
después del invierno viene el verano, y después de la noche vuelve el día, y
pasada la tempestad viene gran serenidad.
9.- DEL CARECIMIENTO DE TODA CONSOLACIÓN.
1. No es grave cosa despreciar la humana consolación, cuando tenemos la
divina.
Gran cosa es y muy grande ser privado, y carecer de consuelo divino y
humano, y querer sufrir de gana destierro de corazón por la honre de Dios, y
en ninguna cosa buscarse a sí mismo, ni mirar a su propio merecimiento.
¿Qué gran cosa es, si estás alegre y devoto, cuando viene la gracia de Dios?
Esta hora todos la desean.
Muy suavemente camina aquel a quien llama la gracia de Dios.
Y ¿qué maravilla, si no siente carga el que es llevado del Omnipotente, y
guiado por el soberano guiador?
2. Muy de gana tomamos algún pasatiempo, y con dificultad se desnuda el
hombre de sí mismo.
El mártir San Lorenzo venció al mundo y al afecto que tenía por su
sacerdote, porque despreció todo lo que en el mundo parecía deleitable; y
sufrió con paciencia, por amor de Cristo, que le fuese quitado Sixto, el
Sumo Sacerdote de Dios, a quien él amaba mucho.
Pues así con el amor de Dios venció al amor del hombre, y trocó el
acontecimiento humano por el buen placer divino.
Así tú aprende a dejar algún pariente o amigo por amor de Dios; y no te
parezca grave cuando te dejare tu amigo, sabiendo que es necesario que nos
apartemos al fin unos de otros.
3. Mucho y de continuo conviene que pelee el hombre consigo mismo, antes que
aprenda a vencerse del todo, y traer a Dios cumplidamente todo su deseo.
Cuando el hombre se está en sí mismo, de ligero se desliza en las
consolaciones humanas.
Mas el verdadero amador de Cristo, y estudioso imitador de las virtudes, no
se arroja a las consolaciones, ni busca tales dulzuras sensibles; mas antes
procura fuertes ejercicios, y sufrir por Cristo duros trabajos.
4. Así, cuando Dios te diere la consolación espiritual, recíbela con
hacimiento de gracias, mas entiende que es don de Dios, y no merecimiento
tuyo.
No quieras ensalzarte ni alegrarte demasiado, ni presumir vanamente, mas
humíllate por el don recibido, y sé mas avisado y temeroso en todas tus
obras: porque se pasará aquella hora y vendrá la tentación.
Cuando te fuere quitada la consolación, no desesperes luego, mas espera con
humildad y paciencia la visitación celestial: porque poderoso es Dios para
tornarte mucha mayor consolación.
Esto no es cosa nueva ni ajena de los que han experimentado el camino de
Dios; porque en los grandes Santos y antiguos Profetas, acaeció muchas veces
esta manera de mudanza.
5. Por esto decía uno cuando tenía presente la gracia: Yo dije en mi
abundancia, no seré movido ya para siempre. Y ausente la gracia, añade lo
que experimentó en si diciendo: Volviste tu rostro, y fui lleno de
turbación.
Mas por cierto, entre estas cosas no desespera, sino con mayor instancia
ruega a Dios, y dice: A Ti, Señor, llamaré, y a mi Dios rogaré. Y al fin
alcanza el fruto de su oración, y confirma ser oído, diciendo: Oyóme el
Señor, y tuvo misericordia de mí: el Señor es hecho mi ayudador.
¿Mas en qué? Volviste, dice, mi llanto en gozo, y cercásteme de alegría.
Y si así se hizo con los grandes Santos, no debemos nosotros, enfermos y
pobres, desconfiar si algunas veces estamos en fervor de devoción, y a veces
tibios y fríos.
Porque el espíritu se viene y se va, según la divina voluntad.
Por eso dice el bienaventurado Job: Visítasle en la mañana, y súbito le
pruebas.
6. Pues ¿sobre qué puedo esperar, o en quien debo confiar, sino solamente en
la gran misericordia de Dios, y en la esperanza de la gracia celestial?
Pues aunque esté cercado de hombres buenos, o de hermanos devotos, o de
amigos fieles, o de libros santos o tratados lindos, o de cantos suaves e
himnos, todo aprovecha poco y tiene poco sabor, cuando soy desamparado de la
gracia, y dejado en mi propia pobreza.
Entonces no hay mejor remedio que la paciencia, y negándome a mí mismo,
ponerme en la voluntad de Dios.
7. Nunca hallé hombre tan religioso y devoro que alguna vez no tuviese
apartamiento de la consolación divina o sintiese disminución del fervor.
Ningún Santo fue tan altamente arrebatado y alumbrado que antes o después no
haya sido tentado.
Pues no es digno de la alta contemplación de Dios, el que no es ejercitado
en alguna tribulación.
Porque suele ser la tentación precedente, señal que vendrá la consolación.
Que a los probados en tentación, es prometida la consolación celestial.
Al que venciere, dice, dará a comer del árbol de la vida.
8. Dase también la divina consolación, para que el hombre sea más fuerte
para sufrir las adversidades.
Y también se sigue la tentación, porque no se ensoberbezca del bien.
El demonio no duerme, ni la carne no está aún muerta: por esto no ceses de
prepararte a la batalla.
A la diestra y a la siniestra están los enemigos, que nunca descansan.
10.- DEL AGRADECIMIENTO POR LA GRACIA DE DIOS.
1. ¿Para qué buscas descanso, pues naciste para el trabajo?
Ponte a paciencia, más que a consolación: y a llevar cruz, más que a tener
alegría.
¿Qué hombre del mundo no tomaría de muy buena gana la consolación y alegría
espiritual, si siempre la pudiese tener?
Porque las consolaciones espirituales exceden a todos los placeres del
mundo, y a los deleites de la carne.
Porque todos los deleites del mundo, o son torpes o vanos; mas los deleites
espirituales sólo son alegres y honestos; engendrados de las virtudes, e
infundidos de Dios en los corazones limpios.
Mas no puede ninguno usar de continuo de estas consolaciones divinas como
quiere; porque el tiempo de la tentación pocas veces cesa.
2. Muy contraria es a la soberana visitación la falsa libertad del alma, y
la gran confianza de sí.
Bien hace Dios dando la gracia de la consolación, pero el hombre hace mal no
atribuyéndolo todo a Dios, haciéndole gracias.
Y por esto no abundan en nosotros los dones de la gracia, porque somos
ingratos al Hacedor, y no lo atribuimos todo a la fuente original.
Porque siempre se debe gracia al que dignamente es agradecido; y es quitado
al soberbio lo que se suele dar al humilde.
3. No quiero consolación que me quite la compunción; ni deseo contemplación
que me lleve en soberbia.
Pues no es santo todo lo alto; ni todo lo dulce bueno; ni todo deseo puro;
ni todo lo que amamos agradable a Dios.
De grado acepto yo la gracia que me haga más humilde y temeroso, y me
disponga más a renunciarme a mí.
El enseñado con el don de la gracia y avisado con el escarmiento de haberla
perdido, no osará atribuirse a sí bien alguno; mas antes confesará ser pobre
y desnudo.
Da a Dios lo que es de Dios, y atribuye a ti lo que es tuyo: esto es, da
gracias a Dios por la gracia y sólo a ti atribuye la culpa, y conoce serte
debida por la culpa dignamente la pena.
4. Ponte siempre en lo más bajo, y te se dará lo alto: porque no está lo muy
alto sin lo más bajo. Los grandes Santos cerca de Dios, son pequeños cerca
de sí; y cuanto más gloriosos, tanto en sí más humildes.
Los llenos de verdad y de gloria celestial, no son codiciosos de gloria
vana.
Los que están fundados y confirmados en Dios, en ninguna manera pueden ser
soberbios.
Y los que atribuyen a Dios todo cuando bien reciben, no buscan ser loados
unos de otros: mas quieren la gloria que de sólo Dios viene, y codician que
sea Dios glorificado sobre todos en Sí mismo, y en todos los Santos, y
siempre tienen esto por fin.
5. Pues sé agradecido en lo poco, y serás digno de recibir cosas mayores.
Ten en muy mucho lo poco, y lo más despreciado por singular don.
Si miras a la dignidad del dador, ningún don te parecerá pequeño o vil.
Por cierto no es poco lo que el soberano Dios da.
Y aunque da penas y castigos, se lo debemos agradecer, que siempre es para
nuestra salud todo lo que permite que nos venga.
El que desea guardar la gracia de Dios, agradézcale la gracia que le ha
dado, y sufra con paciencia cuando le fuere quitada.
Haga oración continua, para que le sea tornada, y sea cauto y humilde,
porque no la pierda.
11.- CUÁN POCOS SON LOS QUE AMAN LA CRUZ DE CRISTO.
1. Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, mas muy
pocos que lleven su cruz.
Tiene muchos que desean la consolación, y muy pocos que quieran la
tribulación.
Muchos compañeros halla para la mesa, y pocos para la abstinencia.
Todos quieren gozar con El, mas pocos quieren sufrir algo por El.
Muchos siguen a Jesús hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el
cáliz de la pasión.
Muchos honran sus milagros, mas pocos siguen el vituperio de la cruz.
Muchos aman a Jesús, cuando no hay adversidades.
Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de El algunas
consolaciones: mas si Jesús se escondiese y los dejase un poco, luego de
quejarían o desesperarían mucho.
2. Mas los que aman a Jesús, por el mismo Jesús, y no por alguna propia
consolación suya, bendícenle en toda la tribulación y angustia del corazón,
tan bien como en consolación.
Y aunque nunca más les quisiese dar consolación, siempre le alabarían, y le
querrían dar gracias.
3. ¡Oh! ¡Cuánto puede el amor puro de Jesús sin mezcla del propio provecho o
amor!
¿No se pueden llamar propiamente mercenarios los que siempre buscan
consolaciones?
¿No se aman a sí mismos más que a Cristo, los que de continuo piensan en sus
provechos y ganancias?
¿Dónde se hallará alguno tal, que quiera servir a Dios de balde?
4. Pocas veces se halla ninguno tan espiritual, que esté desnudo de todas
las cosas.
Pues ¿quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda
criatura?
Es tesoro inestimable y de lejanas tierras.
Si el hombre diere su hacienda toda, aún no es nada.
Si hiciere gran penitencia, aún es poco.
Aunque tenga toda la ciencia, aún está lejos: y si tuviere gran virtud y muy
ferviente devoción, aún le falta mucho; le falta cosa que le es más
necesaria.
Y esta ¿cuál es? Que dejadas todas las cosas, deje a sí mismo y salga de sí
del todo, y que no le quede nada de amor propio.
Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, aún piense no haber
hecho nada.
5. No tenga en mucho que le puedan estimar por grande, mas llámese en la
verdad siervo sin provecho, como dice Jesucristo.
Cuando hubiereis hecho todo lo que os está mandado, aún decid: Siervos somos
sin provecho.
Y así podrás ser pobre y desnudo de espíritu, y decir con el profeta: Porque
uno solo y pobre soy.
Ninguno todavía hay más rico, ninguno más poderoso, ninguno más libre, que
aquel que sabe dejarse a sí y a toda cosa, y ponerse en el más bajo lugar.
12.- DEL CAMINO REAL DE LA SANTA CRUZ.
1. Esta palabra parece dura a muchos: Niégate a ti mismo, toma tu cruz, y
sigue a Jesús. Pero mucho más duro será oír aquella postrera palabra:
Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno. Pues los que ahora oyen y siguen
de buena voluntad la palabra de la cruz, no temerán entonces oír la palabra
de la eterna condenación.
Esta señal de la cruz estará en el cielo, cuando el Señor vendrá a juzgar.
Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el
crucificado, se llegarán a Cristo juez con gran confianza.
2. Pues que así es, por qué tenéis tomar la cruz, por la cual se va al
reino?
En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa de
los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la
cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en
la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad.
No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en la
cruz.
Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna.
El vino primero, y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú
también la lleves, y desees morir en ella.
Porque si murieres juntamente con El, vivirás con El.
Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria.
3. Mira que todo consiste en la cruz, y todo está en morir en ella.
Y no hay otra vía para la vida, y para la verdadera entrañable paz, sino la
vía de la santa cruz y continua mortificación.
Ve donde quisieres, busca lo que quisieres, y no hallarás más alto camino en
lo alto, ni más seguro en lo bajo, sino la vía de la santa cruz.
Dispón y ordena todas las cosas según tu querer y parecer, y no hallarás
sino que has de padecer algo, o de grado o por fuerza: y así siempre
hallarás la cruz.
Pues, o sentirás dolor en el cuerpo, o padecerás tribulación en el espíritu.
4. A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá l prójimo: lo que peor es,
muchas veces te descontentarás de ti mismo, y no serás aliviado, ni
refrigerado con ningún remedio ni consuelo; mas conviene que sufras hasta
cuando Dios quisiere.
Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo, y que
te sujetes del todo a El, y te hagas más humilde con la tribulación.
Ninguno siente así de corazón la pasión de Cristo, como aquel a quien acaece
sufrir cosas semejantes.
Así que la cruz siempre está preparada, y te espera en cualquier lugar; no
puedes huir dondequiera que estuvieres, porque dondequiera que huyas, llevas
a ti contigo, y siempre hallarás a ti mismo.
Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo
esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si
quieres tener paz interior, y merecer perpetua corona.
5. Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará, y guiará al fin
deseado, adonde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea.
Si contra tu voluntad la llevas, cargaste, y hácestela más pesada: y sin
embargo conviene que sufras.
Si desechas una cruz, sin duda hallarás otra, y puede ser que más grave.
6. ¿Piensas tu escapar de lo que ninguno de los mortales pudo?
¿Quién de los Santos fue en el mundo sin cruz y tribulación?
Nuestro Señor Jesucristo por cierto, en cuanto vivió en este mundo, no
estuvo una hora sin dolor de pasión.
Porque convenía, dice, que Cristo padeciese, y resucitase de los muertos, y
así entrase en su gloria.
Pues ¿cómo buscas tú otro camino sino este camino real, que es la vida de la
santa cruz?
7. Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio<, y tú ?buscas para ti
holganza y gozo?
Yerras, te engañas si buscas otra cosa sino sufrir tribulaciones; porque
toda esta vida mortal está llena de miserias, y de toda parte señalada de
cruces. Y cuanto más altamente alguno aprovecharé en espíritu, tanto más
graves cruces hallará muchas veces, porque la pena de su destierro crece más
por el amor.
8. Mas este tal así afligido de tantas maneras, no está sin el alivio de la
consolación; porque siente el gran fruto que le crece con llevar su cruz.
Porque cuando se sujeta a ella de su voluntad, toda la carga de la
tribulación se convierte en confianza de la divina consolación.
Y cuanto más se quebranta la carne por la aflicción, tanto más se esfuerza
el espíritu por la gracia interior.
Y algunas veces tanto es confortado del afecto de la tribulación y
adversidad, por el amor y conformidad de la cruz de Cristo, que no quiere
estar sin dolor y tribulación: porque se tiene por más acepto a Dios, cuanto
mayores y más graves cosas pudiere sufrir por El.
Esto no es virtud humana, sino gracia de Cristo, que tanto puede y hace en
la carne flaca, que lo que naturalmente siempre aborrece y huye, lo acometa
y acabe con fervor de espíritu.
9. No es según la condición humana llevar la cruz, amar la cruz, castigar el
cuerpo, ponerle en servidumbre; huir las honras, sufrir de grado las
injurias, despreciarse a sí mismo, y desear ser despreciado; sufrir toda
cosa adversa y dañosa, y no desear cosa de prosperidad en este mundo.
Si miras a ti, no podrás por ti cosa alguna de éstas: mas si confías en
Dios, El te enviará fortaleza del cielo, y hará que te estén sujetos el
mundo y la carne.
Y no temerás al diablo tu enemigo, si estuvieses armado de fe, y señalado
con la cruz de Cristo.
10. Dispónte, pues, como buen y fiel siervo de Cristo, para llevar
varonilmente la cruz de tu Señor crucificado por tu amor.
Prepárate a sufrir muchas adversidades y diversas incomodidades en esta
miserable vida; porque así estará contigo Jesús adondequiera que fueres; y
de verdad que le hallarás en cualquier parte que te escondas.
Así conviene que sea, y no hay otro remedio para evadirse del dolor y de la
tribulación de los males, sino sufrir.
Bebe afectuosamente el cáliz del Señor, si quieres ser su amigo, y tener
parte con El.
Remite a Dios las consolaciones, para que haga con ellas lo que más le
agradaré.
Pero tú dispónte a sufrir las tribulaciones, y estímalas por grandes
consuelos; porque no son condignas las pasiones de este tiempo para merecer
la gloria venidera, aunque tú solo pudieses sufrirlas todas.
11. Cuando llegares a tanto, que la aflicción te sea dulce y gustosa por
amor de Cristo, piensa entonces que te va bien; porque hallaste el paraíso
en la tierra.
Cuando te parece grave el padecer, y procuras huirlo, cree que te va mal, y
dondequiera que fueres, te seguirá la tribulación.
12. Si te dispones para hacer lo que debes, es a saber, sufrir y morir,
luego te irá mejor, y hallarás paz.
Y aunque fueres arrebatado hasta el tercer cielo con San Pablo, no estarás
por eso seguro de no sufrir alguna contrariedad. Yo (dice Jesús) le mostraré
cuántas cosas le convendrán padecer por mi nombre.
Debes, pues, padecer, si quieres amar a Jesús, y servirle siempre.
13. ¡Ojalá que fueses digno de padecer algo por el nombre de Jesús! ¡Cuán
grande gloria te resultaría! ¡Cuánta alegría a todos los Santos de Dios!
¡Cuánta edificación sería para el prójimo!
Todos alaban la paciencia, pero pocos quieren padecer.
Con razón debieras sufrir algo de buena gana por Cristo; pues hay muchos que
sufren graves cosas por el mundo.
14. Ten por cierto que te conviene morir viviendo; y cuanto más muere cada
uno a sí mismo, tanto más comienza vivir para Dios.
Ninguno es suficiente para comprender cosas celestiales, si no se humilla a
sufrir adversidades por Cristo.
No hay cosa a Dios más acepta, ni para ti en este mundo más saludable, que
padecer de buena voluntad por Cristo.
Y si te diesen a escoger, más debieras desear padecer cosas adversas por
Cristo, que ser recreado con muchas consolaciones; porque así le serías más
semejante, y más conforme a todos los Santos.
No está, pues, nuestro merecimiento ni la perfección de nuestro estado en
las muchas suavidades y consuelos, sino más bien en sufrir grandes
penalidades y tribulaciones.
15. Porque si alguna cosa fuera mejor y más útil para la salvación de los
hombres que el padecer, Cristo lo hubiera declarado con su doctrina y con su
ejemplo.
Pues manifiestamente exhorta a sus discípulos, y a todos los que desean
seguirle, a que lleven la cruz, y dice: Si alguno quisiera venir en pos de
Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Así que leídas y bien consideradas todas las cosas, sea esta la postrera
conclusión: Que por muchas tribulaciones nos conviene entrar en el reino de
Dios.