Felices los misericordiosos, porque el Padre los tratará con misericordia
Capítulo 6: Quinta Bienaventuranza
“Es eterna su misericordia” (Salmo 107, 1; 135, 1-26)
“Yo sé que tú eres un Dios clemente y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad” (Jonás 4,2)
“Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso”
(Lucas 6, 36)
1. Jesús misericordioso
1) La devoción a Jesús misericordioso se ha extendido mucho en nuestros tiempos debido a las apariciones a Sor Faustina Kowalska. En estas apariciones vuelve a expresarse lo que ya había revelado el Señor en las apariciones a Santa Margarita María de Alacocque: el abismo de misericordia de su corazón: "Jesús misericordioso tened compasión de mí", "Jesús manso y humilde de corazón, dame un corazón semejante al tuyo". Jesús misericordioso nos invita a ser misericordiosos también nosotros como Él lo es, para compartir su bienaventuranza.
2. ¿Qué clase de misericordia?
2) No hay que confundir la misericordia a la que se refiere la bienaventuranza con cualquier compasión. En la Bienaventuranza se trata de la compasión del Padre por los pecadores a los que quiere salvar, para lo cual envía a su Hijo. Esta bienaventuranza lleva a alegrarse por la conversión de los pecadores y perdonar a los que nos persiguen y nos son enemigos, deseándoles el bien de la salvación. Esta misericordia se expresa, también en el perdón sincero, generoso y magnánimo de los enemigos. Es la misericordia de los mártires hacia sus perseguidores.
3. Jesús compasivo, pontífice comprensivo y misericordioso
3) La Sagrada Escritura se refiere a varios aspectos de la misericordia de Jesús. No todos ellos son la misericordia específica a la que se refiere esta bienaventuranza.
Está, en primer lugar, la compasión o misericordia pasión, como conmoción de las entrañas (en griego: splagjnús) por el mal físico o espiritual de alguien. Por ejemplo la compasión, que siente Jesús por la enfermedad del leproso: "Compadecido (conmovido en sus entrañas) de él, Jesús extendió la mano, lo tocó y dijo: ‘quiero, queda limpio.´ Y al instante quedó limpio de su lepra" (Marcos 1, 41). Jesús se siente igualmente conmovido por la ignorancia y abandono en que estaba la muchedumbre, como ovejas sin pastor: "Y saliendo, vio la gran muchedumbre, y se compadeció (esplagjnusthe: se le conmovieron las entrañas) de ellos porque eran como ovejas sin pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas" (Marcos 6,34)
Se habla también, en segundo lugar, de que Jesús es un Sumo Sacerdote misericordioso, refiriéndose a su capacidad de comprensión y de participación solidaria en los mismos sufrimientos y debilidades humanas, que, por haberse hecho hombre, él conoció por experiencia propia: "debía ser hecho en todo semejante a sus hermanos, para hacerse misericordioso (eleêmón génetai) y Sumo sacerdote fiel (pistós) en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados" (Hebreos 2, 17-18). "No tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas (sumpathésai tais asthenéiais hêmón), sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hebreos 4, 15). Pero la bienaventuranza sin excluir estos aspectos se refiere principalmente a otro aspecto de la misericordia.
4) La misericordia a que se refiere la bienaventuranza, es la bondad perdonadora del Padre, que lo mueve a tomar la iniciativa de sanar y salvar a los malos y enemigos: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él." (Juan 3, 16-17)
5) Jesús, el enviado con esa misión, hace visible la misericordia del Padre. Él viene por los que tienen necesidad de salvación y esa es la suprema misericordia, porque es la compasión por el mal supremo: "no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Marcos 2,17). Celebrando la conversión del publicano Zaqueo, Jesús afirma: "El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lucas 19,10). En otras palabras, la misión del Hijo del Hombre es una misión de misericordia salvífica; "Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad plena" (1 Tim 2, 3).
4. La misericordia salvífica del Padre y del Hijo
6) Jesús manifiesta la gracia salvadora del Padre destinada y ofrecida a todos los hombres, no solamente sin atención a méritos previos (Tito 2,11) sino mientras son pecadores; es decir, mientras le son enemigos. No sólo a pesar de que son enemigos sino porque lo son y necesitan ser salvados: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados..." "Nosotros lo amamos a él porque él nos amó primero" (1 Juan 4, 10.19).
7) Y así, Jesús, hace visible la bondad superlativa del Padre (jrêstótes: El Nuevo Testamento juega a menudo con la semejanza en la pronunciación de jrêstós, excelente y jristós, Cristo, ungido, mesías). Ese amor misericordioso del Padre, lo llama Pablo ‘filantropía de Dios´: "el amor a los hombres (filanthropía) de Dios (Padre) salvador" (Tito 3,4). Este amor, dice Pablo, salva sin atención a previas buenas obras y a pesar de las malas: "no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia (éleos)" (Tito 3,5). La situación de los hombres es que "todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el regalo de su gracia" (Romanos 3,23-24).
8) La misericordia aparece, pues, como una victoria de la bondad divina sobre el pecado de los hombres. Pablo llegará a decir que: "Dios encerró a todos los hombres (judíos y paganos) en el pecado, para usar con todos ellos de misericordia (eléêse)" (Romanos 11,32)
4.1 Las Parábolas de la Misericordia
9) San Lucas es, entre todos los evangelistas, el que más recalca la misericordia del Padre y la de Jesús. Lucas recomienda esta misericordia como la forma más característica de la caridad cristiana y la que debe caracterizar a los discípulos de Jesús, para vivir como Hijos del Padre celestial.
10) Lucas nos conservó las tres ‘parábolas de la misericordia´: la oveja perdida, la dracma perdida y el hijo pródigo que vuelve a su padre (Lucas, 15, 1-31). En estas parábolas, la misericordia divina por la salvación del pecador se manifiesta en forma de alegría y de fiesta: "Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan penitencia... Se alegran los ángeles de Dios por un pecador que se convierte... Celebremos una fiesta porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado" (Lucas 15, 7.10.23-24.31-32).
11) También es reveladora de la divina misericordia la parábola del Buen Samaritano, que nos narra Lucas. En ella Jesús enseña que ser prójimo de alguien es ejercitar la misericordia con él: "¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de salteadores? Él dijo: ‘el que hizo misericordia (ho poiésas to éleos) con él´. Díjole Jesús: ‘vete y haz tú otro tanto´" (Lucas 10, 36-37). No basta conmoverse y compadecerse (misericordia pasión), es necesario poner remedio al mal (misericordia virtud.)
12) Hermosamente explican Orígenes y otros Santos Padres esta Parábola del Buen Samaritano, diciendo que el hombre asaltado por los ladrones es Adán, la humanidad caída y golpeada por el pecado. Y que el Buen Samaritano que pasa y lo socorre es Jesús que se inclina sobre la Humanidad, la sana y la confía a la Iglesia hasta su regreso.
4.2 Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial
13) La misericordia de Jesús se presenta, pues, como un atributo del corazón del Hijo que, como dice en el evangelio según san Lucas, es un reflejo del Padre: "sed misericordiosos (oiktirmoi) como vuestro Padre celestial es misericordioso" (Lucas 6, 36). "El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Juan 14,9). Lo mismo debería poder decir todo buen hijo del Padre celestial, en el que se espeja la vida del Padre. Ser una viva imagen y semejanza del Padre, pues para eso ha sido destinado, creado y reengendrado.
14) El que ve la misericordia de Jesús ve la misericordia del Padre y esa misericordia ha de reflejarse en nosotros, si queremos tener una vida y un corazón de hijos. En resumen: Jesús se muestra misericordioso perdonando a los pecadores, perdonando a los que lo crucifican, intercediendo ante el Padre para que los perdone y expiando sus pecados a su propia costa. En esto muestra cómo se refleja en su corazón la misericordia del Padre, que consiste precisamente en ser bueno con los malos.
5. Misericordia salvífica universal: perdonar, amar y salvar a los malos
15) La perfección del Padre consiste en su bondad benéfica y misericordiosa con todos. Si alguien necesita que se compadezca su mal es el malo. Y cuanto más malo, más misericordia necesita o merece y más se ha de desear y procurar su bien, más se ha de procurar remediar su mal, en cuanto nos sea posible y él esté dispuesto: lo desee, lo pida o lo permita.
16) El Padre manifiesta su misericordia en que es bondadoso con los ingratos y los malvados y en que ama a los que le son enemigos. Para ser hijos suyos hay que asemejársele en esto: "Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso (oiktirmós)" (Lucas 6, 35-36).
17) De esta manera los hijos de Dios superan la justicia de los publicanos y los gentiles, que también aman a los que los aman y favorecen a los que los favorecen. Superan la justicia del talión y de la estricta retribución.
18) Jesús enseña a exceder todas esas formas de justicias anterior y vivir la justicia de los hijos, aprendida del Padre: "Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hechos (hopos gennêsthe) hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos (teleioi), como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (teleiós)" (Mateo 5, 44-48).
5.1 El sol y la lluvia
19) La frase de Jesús: "hace salir su sol sobre malos y buenos" nos remite a la bondad de Dios manifestada:
Después del diluvio, en la Alianza con Noé cuyo signo es el arcoiris.
En la fecundidad que Dios asegura a la naturaleza mediante el sol y la lluvia, para nutrir a sus creaturas.
En el Mesías salvador y los bienes mesiánicos aludidos por los profetas con las imágenes del sol y la lluvia o rocío.
5.2 La alianza con Noé y el Arco Iris
20) Si en un momento el Señor se valió de la lluvia del diluvio para destruir a una humanidad pecadora y oscureció el sol sobre ella, muy pronto, sin embargo, movido por el sacrificio de Noé: "Dijo en su corazón: ´Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón del hombre son malas desde su niñez, no volveré a herir a todo viviente como lo he hecho. Mientras dure la tierra, sementera y siega, verano e invierno, día y noche no cesarán" (Génesis 8, 21-22).
21) Y puso en el cielo el arco iris, resultante de la conjunción del sol con la lluvia, como signo de este propósito de perdón, indulgencia y misericordia. El arco iris sería para siempre el memorial de la Alianza con Noé, con su descendencia, es decir toda la humanidad postdiluviana y con todos los animales vivientes. El Señor depone su ira y cuelga en las nubes, sobre la bóveda del cielo, su arco de guerrero. Lo convierte en promesa de paz, en ornamento y símbolo de la generosidad de la naturaleza, ministro del designio nutricio del Padre:
22) "Establezco mi alianza con vosotros y con vuestra futura descendencia y con toda alma viviente que os acompaña: las aves los ganados y todas las alimañas que hay con vosotros, con todo lo que ha salido del arca, con todos los animales de la tierra... Esta es la señal de la alianza para las generaciones perpetuas entre yo y vosotros y toda alma viviente que os acompaña. Pongo mi arco en las nubes, y servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra. Cuando yo anuble de nubes la tierra, entonces se verá el arco en las nubes, y me acordaré de la alianza que media entre yo y vosotros y toda alma viviente, toda carne, y no habrá más aguas diluviales para exterminar toda carne" (Génesis 9, 8.11-15).
5.3 Dios fecunda la tierra para todos
23) El Salmo 64 es una meditación sobre la fecundidad de la tierra como un gesto de perdón y misericordia de Dios creador, Padre de todos, aún sobre quienes no lo merecemos pues todos los mortales somos culpables ante Él: "ante Ti acude todo mortal a causa de sus culpas; nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonas" (64, 3-4). "Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y a las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo. Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales; riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tu benignidad, las rodadas de tu carro rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan" (64, 8-14). Los beneficios de la naturaleza creada son para todos sin distinción y el creador se encarga de asegurar la fecundidad de los campos.
5.4 El Padre envía para todos el sol y la lluvia mesiánicos
24) El Padre envía sobre todos por igual las bendiciones del sol y de la lluvia. Pero esas bendiciones tienen un sentido profético referidas al Salvador, que también viene para todos.
25) El Mesías es anunciado en la Sagrada Escritura como un Sol de Justicia y un Rocío de lo alto. "Amanecerá para vosotros, los que teméis mi Nombre, un sol de justicia, con la salvación en sus rayos" (Malaquías 3,20 o 4,2). "Envíe el cielo su rocío desde lo alto y lluevan las nubes al justo. Ábrase la tierra y produzca la salvación y germine juntamente la justicia" (Isaías 45,8); "La tierra dará su fruto y los cielos darán su rocío" (Zacarías 8, 12); "Revivirán tus muertos... despertarán y gritarán jubilosos los moradores del polvo, porque rocío luminoso es tu rocío y la tierra echará de su seno las sombras" (Isaías 26, 19). Y en el himno que canta el sacerdote Zacarías, el padre de San Juan Bautista, se anuncia: "Por las entrañas de misericordia (dia splagjna eléous) de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que están en las tinieblas y en sombras de muerte" (Lucas 1,78-79).
5.5 Un Dios clemente y misericordioso lento para enojarse y pronto para perdonar
26) El libro de Jonás revela a Dios como deseoso de perdonar a los que se convierten. Jonás, el profeta desobediente e inmisericorde no quiere la conversión de Nínive, imperio cruel, bajo cuya dominación sufrió el pueblo de Dios. El Señor, en cambio, se muestra como un Dios deseoso de salvar, invitando a la penitencia primero y salvando prontamente cuando los ninivitas hacen penitencia. A Jonás, que está en desacuerdo franco con la misericordia divina, lo disgusta tanto la misión que se le confía como su buen resultado.
25) "Vio Dios lo que hacían (los hombres de Nínive) y cómo se convirtieron de su mala conducta, y se arrepintió Dios del castigo que había determinado enviarles, y no lo hizo. Jonás se disgustó mucho por esto y se enojó y oró al Señor, diciendo: ‘¡Ah Señor! ¿no es precisamente esto lo que yo decía cuando estaba todavía en mi tierra? Fue por esto que me apresuré a huir a Tarsis. Porque bien sabía yo que tú eres un Dios clemente y misericordioso (El janum werajum), tardo a la cólera y rico en amor (jésed) que se arrepiente del mal. Ahora, pues, Señor, te suplico que me quites la vida, porque prefiero morir que vivir. Pero el Señor le reconvino: ¿Te parece que está bien irritarte por esto?" (Jonás 4, 2-4).
26) No parece ser buen servidor de la misericordia el que no tiene misericordia, como es el caso de Jonás. Sin embargo, el Señor se la tiene también a él y no cesa de enseñarle hasta el fin: "¿Te parece bien irritarte por este ricino? Respondió: ‘Sí me parece bien irritarme hasta la muerte!´ Entonces el Señor le dijo: ‘Tú te compadeces de este ricino por el que nada te fatigaste, que no lo cultivaste e hiciste crecer, porque en el término de una noche feneció. ¿Y yo no voy a tener misericordia de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales? (Jonás 4,9-11).
5.6 Los misericordiosos alcanzarán misericordia
Porque se tendrá misericordia con ellos, serán objeto de misericordia. Así puede traducirse también el griego; hoti autoi eleêthésontai.
27) De lo que sucede con los que no son misericordiosos nos hablan varias parábolas de Jesús.
28) Lucas nos narra la parábola del rico banqueteador y del pobre Lázaro, donde se fustiga la falta de compasión entrañable, apuntando más bien a la eleêmosyne en su dimensión física y material, la dureza de corazón y de entrañas frente a la necesidad ajena. La dureza es extensible a otros aspectos de la necesidad del prójimo. (Ya nos ocupamos de las diversas dimensiones de la compasión por el hambre en el comentario de la cuarta bienaventuranza.)
29) Pero la parábola que conviene más traer a la memoria aquí es la "Parábola del Siervo sin entrañas" (Mateo 18, 23-35). San Mateo la ubica después de una pregunta que Pedro le hace a Jesús acerca de cuántas veces hay que perdonar al hermano que nos ofende, para mostrar que si el Señor nos ha perdonado muchas veces, otras tantas debemos estar dispuestos a perdonar nosotros. Y que no hemos de poner límite o condiciones al perdón, siendo así que el Padre nos perdonó sin límites cuando éramos deudores y enemigos, y lo sigue haciendo. La enseñanza se aplica no sólo a los hermanos en la fe, sino a todos los hombres incluyendo a los perseguidores y enemigos.
30) "Entonces se le acercó Pedro y le dijo: ‘Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?´ Jesús le dijo: —No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
"Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Cuando comenzó a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderlo, junto con su mujer e hijos y todo lo que tenía, para que se le pagara la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba diciendo: "Señor, ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo". El señor de aquel siervo, movido a misericordia, lo soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios; y agarrándolo, lo ahogaba, diciendo: "Págame lo que me debes". Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo". Pero él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándolo su señor, le dijo: "Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia (eléêsai) de tu consiervo, como yo tuve misericordia (eléêsa) de ti?". Entonces su señor, enojado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18, 21-35).
Sugerencias para la oración con la quinta Bienaventuranza
"Felices los misericordiosos, porque el Padre los tratará con misericordia.”
Me pongo en oración y le pido a Jesús que me ilumine acerca de mi estado en relación con la quinta Bienaventuranza. Le pido al Espíritu Santo que me ilumine para comprender cómo la vivió Jesús. Y le pido al Padre que me engendre a imagen y semejanza de su Hijo Jesús, para que pueda vivirla como Él la vivió y pueda entrar en el Reino de los Hijos. Que pueda recibir y tener le Corazón misericordioso, el “Corazón de Carne” que prometió el Espíritu puro y santo por medio de los profetas y que viene del Padre. Pueden ayudarme algunas preguntas como las que siguen. Pero recordaré que las Bienaventuranzas no son leyes o mandamientos, ni se trata de hacer un examen moral, sino de pedir conocimiento interno de mi estado espiritual de hijo y de motivarme para pedir.
Dios es Misericordia. En prueba de ello, nos dio a su Hijo siendo aún nosotros pecadores (Rom. 5,8). ¿Soy agradecido al Padre que me da a su Hijo como salvador, como esposo en virtud del bautismo? "Os tengo desposados con Cristo, cual castas vírgenes" (San Pablo) ¿Cuido así mi integridad de corazón dentro de mi estado de vida, remediando faltas y pecados con grandeza de ánimo, contando con el auxilio de la gracia o me quedo en mi limitación y miseria acusando la bondad del Padre y escatimándole alabanza y gratitud?
¿Me desanimo al mirarme y verme tan lejos de ser hijo? ¿Por qué no levantarme e ir al Padre a pedirle que me engendre y me asemeje cada vez más a Él mediante los dones de su gracia?
Ponderaré la misericordia de Jesús y el sacramento de la penitencia y reconciliación. Es el gran sacramento de la misericordia. Una fuente para ir a beberla.
La gran misión del Padre a Jesús, perpetuada en el sacramento de la confesión.
De mi parte; ¿Qué valor otorgo de hecho en mi vida, a este sacramento? ¿Cómo me preparo a él y cómo contando con la gracia, la secundo para que dé frutos de salvación y crecimiento en santidad como lo quiere el Padre "sean santos porque Yo soy santo".
Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). "Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación" (1 Tes 4, 3).
¿Cómo estimulo y ayudo para la recepción de este sacramento a las personas con quienes trato, sobre todo: niños, adolescentes, jóvenes, ancianos y enfermos, sin dejar a los adultos? ¿Busco y les facilito los medios para ello?
Si soy sacerdote: ¿Estoy disponible y accesible exterior e interiormente a los fieles que buscan y piden confesión? ¿No sólo para los que considero pecadores necesitados de confesión sino también con los que “no saben qué confesar”, o confiesan “siempre lo mismo”, o “pavadas"? ¿Me los saco de encima pretextando que no necesitan confesión?
¿Recuerdo y acudo a Jesús salvador, en mis problemas, pecados, desolaciones? ¿Lo muestro como salvador a los demás cuando están en semejantes u otras circunstancias o me da vergüenza recurrir a lo sobrenatural en un medio en que se tiende a resolver todo llanamente, fuera de la fe?
¿Guardo encono, silencio, omito la palabra, el ejercicio de la caridad con quien estoy ofendido? ¿Perdono en el acto con la gracia y la voluntad, pasando por encima de la lógica humana y de los sentimientos?