Los nueve modos de orar de Santo Domingo de Guzmán
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Prólogo
LA PRIMERA MANERA DE ORAR
EL SEGUNDO MODO DE ORAR
EL TERCER MODO DE ORAR
EL CUARTO MODO DE ORAR
EL QUINTO MODO DE ORAR
LA SEXTA MANERA DE ORAR
EL SÉPTIMO MODO DE ORAR
EL OCTAVO MODO DE ORAR
EL NOVENO MODO DE ORAR
Nota: En cada modo se ofrece también el texto original de la obra, es decir, la versión del siglo XIV
Prólogo
De la excelencia y clases de oración, su necesidad, progreso, forma, preparación, e impedimentos trataron ampliamente los santos doctores Agustín, León, Ambrosio, Gregorio, Hilario, Isidoro, Juan Crisóstomo, Juan Damasceno, Bernardo y otros devotos doctores, griegos y latinos. También se ocuparon de ella en sus libros de forma excelente y rigurosa, con devoción y elegancia, el glorioso y venerable doctor fray Tomás de Aquino y Alberto, de la Orden de Predicadores, y Guillermo en el tratado de las virtudes.
Con todo, queremos añadir aquí algo sobre la manera de orar, muy frecuentada por el bienaventurado Domingo, según la cual el alma ejercita los miembros del cuerpo para dirigirse con más intensidad a Dios y, al ponerlo en movimiento, es movida por él hasta entrar unas veces en éxtasis, como Pablo (2Cor 12, 2); otras en agonía, como el Salvador (Lc 22, 43); otras en arrobamiento, como el profeta David (Sal 31, 23). Consta que hubo santos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento que oraron así algunas veces.
Tal forma de orar incita a la devoción, alternadamente del alma al cuerpo y del cuerpo al alma. En el caso de santo Domingo, lo llevaba a derramar vehementes lágrimas y encendía el fervor de su buena voluntad de tal modo, que la mente no podía impedir que los miembros del cuerpo delatasen su devoción con señales exteriores. Y, por la misma fuerza de la mente en oración, a veces prorrumpía en peticiones, súplicas y acciones de gracias.
Dejando aparte sus formas muy devotas y habituales mientras celebraba la misa y en la recitación de la salmodia, durante las horas canónicas en el coro o de viaje (donde con frecuencia se le veía arrebatado de repente sobre sí mismo hablando con Dios y con los ángeles), los modos de orar a los que ahora queremos referirnos fueron los siguientes.
Versión Castellana del siglo XIV
Copiosamente e abastadamente fue dicho e conpuesto de los santos doctores Agustín, Ambrosio, Yllario, Gregorio, Ysidoro, Johan Crisóstomo, e Johan Damasçeno, e Bernardo, e de otros doctores e devotos varones, assy griegos como latinos, de la santa oración: cuanto a la su encomendación, declaración, provecho, manera e aparaiamiento, e más de los sus inpedimentos. Mas los onrados doctores fray Thomás de Aquino e fray Alberto en los sus libros, e fray Guillem en el tractado de las virtudes, muchas cosas proseguieron de la oración devotamente e con mucha sçiençia.
Mas de la manera de orar según que el alma possee el cuerpo e los mienbros del cuerpo, porque más devotamente sea levada a Dios, porque el ánima mueva el cuerpo e sea movida del cuerpo, e porque el ánima se ponga algunas vezes en la éxtasy de contemplación como si estoviesse fuera del cuerpo, assy como san Paulo (2 Cor 12, 2) algunas vezes era arrebatado del cuerpo en la contemplación de la voluntad, según que el propheta David (Sal 31, 23), según la cual manera muchas vegadas santo Domingo oraba, algunas cosas habemos de dezir e demostrar para aquellos que le quisieren remed[e]ar e con devota devoción usar.
Cierto los santos del Vieio Testamento e del Nuevo Testame<n>to son fallados orar en tales maneras, ca la tal manera de orar ençiende la devoción. Assy uno a otro algunas vezes el ánima despertaba el cuerpo e algunas vezes el cuerpo despertaba el ánima. E este tal modo fazía a santo Domingo envolverse en lágrimas, e le encendía en fervor de caridad e buena voluntad, en tanto que non se podiesse contener que los mienbros del cuerpo non manifestassen la devoción por çiertas sennales. E por la fuerça de la voluntad que oraba, algunas vegadas se levantaba en petiçiones, ruegos e dando graçias (1 Tim 2, 1).
Los modos de orar son estos, sin otros modos que tenía muy devotos e comunes en la çelebración de la missa e en el ruego de la psalmodia de David, a do era muchas vezes arrobado súbitamente sobre sy, e fablar con Dios era visto e con los ángeles en las horas canónicas o en el coro o en el camino.
Estos que se siguen son:
En el primero se inclinaba ante el altar, como si Cristo, en él representado, estuviera allí real y personalmente, y no sólo de manera simbólica. Según está escrito: La oración del que se humilla traspasará las nubes (Si 35, 21). Algunas veces recordaba a los frailes las palabras de Judit: Siempre te fue grata la súplica de los humildes y de los pacíficos (Jdt 9, 16). Por la humildad obtuvieron lo que pedían la cananea (Mt 15, 21-28) y el hijo pródigo (Lc 15, 18-24). Y también: Yo no soy digno de que entres en mi casa (Mt 8, 8). Humilla más, Señor, mi espíritu, pues ante ti, Señor, me he humillado en todo momento (Sal 108, 107).
LA PRIMERA MANERA DE ORAR
Y así el santo padre, puesto en pie, inclinaba con humildad la cabeza y el cuerpo ante Cristo, su cabeza, considerando su condición de siervo y la preeminencia de Cristo, y se entregada entero a reverenciarlo.
Enseñaba a los frailes que hicieran otro tanto siempre que pasaran ante el crucifijo, de modo que Cristo, que se rebajó por nuestra causa hasta el extremo, nos viera a nosotros inclinados ante su majestad. Y les mandaba además que reverenciaran de esta manera a la Trinidad, cuando se recitara solemne el Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Este modo, tal como se describe en la figura, con una inclinación profunda, era el comienzo de su devoción.
Versión Castellana del siglo XIV
LA PRIMERA MANERA DE ORAR
La primera manera de orar de padre santo Domingo fue humillándose delante el altar, assy como sy Iesu Cristo significado por el altar verdaderamente estodiesse ally e personalmente, e non solamente en sennal.
Sabía el santo Padre que la oración del que se humilla traspassa las nubes (Si 35, 21). Dezía algunas vezes a los frayres aquel dicho de la prophetissa e santa muger Judich:
- “O Sennor Dios, siempre te plogo el ruego de los mansuetos e humildes” (Jdt 9, 16). Por humildad acançó la cananea lo que quiso e demandó (Mt 15, 21-28), e el fijo desgastador con el su padre (Lc 15, 18-24), e el que dixo: “Sennor, non soy digno que tú entres en la mi casa” (Mt 8, 8). Sennor, humilla mucho el mi spíritu, ca, Sennor, delante ty soy humillado fasta agora (Sal 108, 107).
E assy el padre bendito santo Domingo, levantado el cuerpo, enclinaba la su cabeça e las renes muy humilmente a la su cabeça Iesu Cristo, consyderando la obra servil a que es obligado e la exçelençia de Iesu Cristo, e todo se daba a la su reverençia.
E esto ensennaba fazer a los frayres, quando passassen ante la humiliación del cruçifixo, porque el sennor Jesu Cristo por nos humillado mayormente nos viesse humillados a la su magestad. Item mandaba a los frayres humillarse assy a toda la Trinidad, quando se dixiesse sollenpnemente: Gloria Patri et Filio et Spirituy Sancto.
E este modo commo aquí está figurado en esta seguiente figura era comienço de la su devoción, enclinando bien profundo, como paresçe en esta demostración:
EL SEGUNDO MODO DE ORAR
Con frecuencia oraba también el bienaventurado Domingo tendiéndose entero en tierra apoyado sobre la cara.
Se compungía en su corazón y se reprendía a sí mismo repitiendo, a veces tan alto que se le podía oír, el texto evangélico: Dios, sé propicio a mí, pecador (Lc 18, 13). Recordaba con piedad y modestia las palabras de David: Yo soy el que pequé y obré con iniquidad (2 R 24, 17). Y lloraba y gemía con fuerza. Y continuaba: No soy digno de ver el alto cielo por la multitud de mis iniquidades, pues provoqué tu ira y obré mal ante ti (Oración de Manasés 10-12). Y del salmo que dice: Señor, lo hemos oído con nuestros oídos..., repetía con insistencia y devoción: Porque nuestra alma está humillada hasta el polvo, nuestro vientre se ha pegado a la tierra (Sal 44, 26). Y también: Mi alma está pegada al suelo, dame vida según tu palabra (Sal 119, 25).
Cuando quería enseñar a los frailes con qué reverencia debían orar, les decía:
- Los piadosos reyes Magos encontraron al entrar en la casa al niño con María, su madre y, postrados, lo adoraron (Mt 2, 11). Nosotros tenemos la seguridad de encontrar al Hombre Dios con María, su esclava. Venid, adorémosle y postrémosnos ante Dios, lloremos ante el Señor que nos hizo (Sal 95, 6).
Y exhortaba a los jóvenes con estos términos:
- Si no podéis llorar vuestros pecados, que acaso no tengáis, son muchos los pecadores a los que cabe ordenar hacia la misericordia y la caridad. Por ellos gimieron los profetas y los apóstoles; por ellos lloró amargamente Jesús al verlos (Lc 19, 41), y el santo David lloraba de igual modo diciendo: “Vi a los prevaricadores y me consumía” (Sal 119, 158).
Versión Castellana del siglo XIV
EL SEGUNDO MODO DE ORAR
Oraba muchas vezes santo Domingo lançándose todo en la tierra, enclinado sobre la su cara, e conpungíase en su coraçón, e envergonçábas<e> a sy mesmo, e dezía algunas vegadas assy alto –tanto que le oían-aquellas palabras del santo evangelio: Deus, propiçius esto michi peccatori, “Sennor, sey çercano a mí, peccador” (Lc 18, 13). E piadosamente e con reverençia aremenbraba las palabras del propheta David: “Yo so el que pequé e fiz mal” (2 Re 24, 17). E lloraba e gemía fuertemente, e dezía: “Non soy digno de ver la altura del çielo por la mucha copia de los mis peccados, ca yo exçité la tu yra et malum coram te feçi, “e fiz mal delante ty” (Oración de Manasés 10-12). E de aquel psalmo Deus auribus nostris, etc., fuerte e devotamente dezía: Quoniam humiliata, “porque es humillada en el polvo la nuestra ánima, allegose a la tierra el nuestro vientre” (Sal 44, 26). E más: Adhesit pavimento etc., “allegose al tenplo de Dios la mi ánima, dame spíritu de vida, Sennor, según la tu palabra” (Sal 119, 25).
Queriendo algunas vezes ensennar a los f<r>ayres con cuánta reverençia deben orar, dezía:
- Aquellos magos, reyes devotos, entrando en la casa fallaron el moço con María su madre (Mt 2, 11). Cierto es que fallamos Hombre Dios con María su sierva. Venid, e adoremos, e lançémos<nos> en prostración delante Dios e lloremos ante el Sennor que nos fizo (Sal 95, 6).
Amonestaba los mançebos e dezía:
- Si non podedes llorar los vuestros peccados, que non los tenedes, muchos son peccadores para ordenarlos a misericordia e karidad. Por los quales gemieron los prophetas e los ángeles; por los cuales cuando los vio Iesu Cristo lloró amargosamente (Lc 19, 41), e el santo David assy lloraba deziendo: “Vi los traspassadores de la ley e començeme a podreçer”, vidi prevaricantes et tabesçebam (Sal 119, 158).
Este tal modo de prostración en suelo ante el altar paresçe en esta figura:
EL TERCER MODO DE ORAR
Por esta razón, levantándose del suelo, se disciplinaba con una cadena de hierro, como ya se comentó anteriormente, mientras decía: Tu disciplina me corrigió hasta el fin (Sal 18, 36).
De aquí provino que en toda la Orden se estableciera que los frailes se disciplinen con varas de madera sobre la espalda desnuda todos los días de feria después de completas, recordando con veneración el ejemplo de santo Domingo, mientras recitan el Miserere mei Deus... o el De profundis..., por sus propias culpas y por las ajenas de aquellos de cuyas limosnas viven. Y nadie se debe excluir de este santo ejemplo, por muy inocente que se considere.
La figura de este ejemplo es la que sigue.
Versión Castellana del siglo XIV
EL TERCERO MODO DE DEVOCIÓN E ORACIÓN DE PADRE SANTO DOMINGO
Por esta razón santo Domingo se levantaba de tierra e dábase disçiplina con una cadena de fierro, diziendo: Disciplina tua correxit me in finem, “la tu disçiplina me corregió por sienpre” (Sal 18, 36).
E de ally toda la Orden statuyó e ordenó que todos los frayres en memoria del enxienplo de santo Domingo, onrándolo e diziendo el psalmo Miserere mei, Deus o De profundis, reçibiessen en todos los días feriales después de completas con vergetas de minbres sobre el ombro desnudo disciplina por las sus culpas propias o por las ajenas de cuyas elimósinas viven.
E de este santo enxienplo non se debe nenguno arredrar por innoçente que sea.
E de este enxienplo e de manera deste santo, ésta es la demostración e figura.
EL CUARTO MODO DE ORAR
Después de esto, colocado delante del altar o en el capítulo, fijo el rostro frente al crucifijo, santo Domingo lo miraba con suma atención doblando las rodillas una y otra vez y hasta cien veces, y en ocasiones incluso desde que acababan las completas hasta la media noche. Se levantaba y se arrodillaba, como el apóstol Santiago y el leproso del evangelio, que de rodillas gritaba: Señor, si quieres, puedes limpiarme (Mc 1, 40); y como Esteban, postrado de hinojos en tierra y clamando con voz potente: Señor, no les tengas en cuenta este pecado (Hch 7, 59).
Al santo padre Domingo le invadía entonces una inmensa confianza en la misericordia de Dios, tanto para sí mismo como para todos los pecadores, y también en la protección de los frailes novicios, a los que enviaba de un lugar a otro para que predicasen a las almas.
En ocasiones no podía contener su voz, y los frailes le oían decir: A ti, Señor, estoy clamando, no me guardes silencio, porque si Tú no me escuchas seré como los que bajan a la fosa (Sal 28, 1), y otras expresiones semejantes de la divina Escritura. Pero, otras veces, hablaba en su corazón sin que fuera posible en absoluto percibir su voz (1 Sm 1, 13), y así se quedaba inmóvil de rodillas, con el ánimo absorto, durante bastante tiempo.
Algunas veces, su aspecto en este mismo modo parecía penetrar intelectualmente el cielo, y al instante se le veía inundado de gozo y secándose las lágrimas que le fluían. Se encendía en un inmenso deseo, como el sediento que se acerca a la fuente (Sir 26, 15) o el peregrino que está llegando a su patria. Y, recuperado y animado de nuevo, se movía con suma compostura y agilidad, poniéndose de pie y volviendo a arrodillarse.
Se había hecho tanto a arrodillarse, que incluso cuando andaba de viaje, en las posadas después de las fatigas de la jornada y hasta por los mismos caminos, mientras los demás dormían y descansaban, él tornaba a sus genuflexiones, como si se tratase de una afición personal o de un ministerio propio.
Con este ejemplo enseñaba a los frailes, más por lo que hacía que por lo que decía, de esta manera.
Versión Castellana del siglo XIV
Después de esto, santo Domingo ante el altar en la eglesia o en el capítulo, enclinado el vultu al cruçifixo, con grande acatamiento oteaba al cruçifixo, fincados los ynoios, otra e otra ves e cient vezes. E bien algunas vezes desde completorio fasta la media noche, agora levantándose, agora genollándose, assy commo san Paulo apóstolo e assy commo el leproso del evangelio que dezía, el genollo fincado: Domine, sy vis potes me mundare, “Sennor, si quieres, puedes me alinpiar” (Mc 1, 40). E assy commo sant Esteban, puestos los genollos en tierra, llamó con gran voz e dixo: “Sennor, non le cuentes este peccado” (Hch 7, 59).
Estaba en santo Domingo padre grande fiuza de la misericordia de Dios, por sy e por todos los peccadores, e por conservación de los frayres noviçios, los cuales enviaba a predicar palabra de salud e a salud de las ánimas e conversión.
E non podía, algunas vegadas, detener la voz, mas oyanla los frayles cuando dezía: “A ty, Sennor, llamaré. Non calles a mí, que cuando callaras de mí paresceré a los que desçenden en el lago” (Ad te Domine clamabo, ne sileas a me, etc.[Sal 28, 1]), e otras palabras de la santa Scriptura. Algunas vezes fablaba en el su coraçón, e la voz non la oyan (1 Sm 1, 13). E folgaba en aquel star de ynoios, maravillado en el coraçón, algunas vezes prolongado tienpo. E algunas vezes en aquella manera de orar paresçía en el su gestu que con el coraçón passaba los cielos, e luego paresçía spaçioso en gozo e allinpiándose las lágrimas que le corrían. Paresçía como se ponía en gran desseo alegre, assy commo el que viene con muy gran sed quando viene a la fuente, e assy commo el peregrino quando viene açerca de la posada e cuando allega a la su tierra. E convalesçía e esforçábase e mucho conpuestamente açerca de la honestidad se movía, levantándose contra suso e genollándose.
E tanto era acostumbrado genollar, fincar los ynoios, que en el camino e en las possadas después de los trabaios de los caminos e quando los otros dormían en el camino e se folgaban, así commo acostumbrado a la su arte e al su singular ofiçio, se tornaba a las enclinaciones e genollaciones.
Con este enxienplo, ensennaba los frayres más por obra que por palabra, en esta manera que aquí está por figura que se sigue. Este es el más común modo de orar que padre santo Domingo fazía e más devoto, e que más los santos usaron sin peligro corporal e sin cansac[i]ón.
EL QUINTO MODO DE ORAR
Algunas veces, cuando residía en el convento, el santo padre Domingo se colocaba de pie ante el altar, con todo el cuerpo erguido sobre sus pies sin apoyarse o arrimarse a nada y en ocasiones con las manos extendidas ante el pecho como si fuera un libro abierto. Se mantenía así derecho con toda reverencia y devoción, cual si estuviera leyendo delante de Dios. Se le notaba entonces por la boca que musitaba las palabras divinas y como que se las decía dulcemente a sí mismo. Le era muy familiar el proceder del Señor que narra Lucas, cuando Jesús entró en la sinagoga un sábado, según su costumbre, y se levantó para leer (Lc 4, 16). Y en el salmo se dice: Se levantó Finés y oró, y se detuvo la ruina (Sal 106, 30).
En algunas ocasiones, enlazaba las manos y las mantenía apretadas con fuerza ante sus ojos, recogiéndose sobre sí mismo, o las levantaba hasta los hombros, según hace el sacerdote cuando celebra la misa, como si quisiera fijar sus oídos en algo para percibir mejor lo que otro le dice. ¡Tendrías que haber visto su devoción mientras rezaba así, quieto y erguido! Le habrías tomado sin dudar por un profeta que, por momentos, hablaba con un ángel o con Dios, los escuchaba, o reflexionaba en silencio sobre lo que le había sido revelado. Incluso cuando iba de viaje, en cuanto podía se tomaba un tiempo a hurtadillas para rezar y, puesto en pie, al instante se elevaba con toda la mente al cielo. Pronto le podías oír pronunciar con suavidad y ternura algunas palabras extraídas de la medula y enjundia de la Sagrada Escritura, cual si las hubiese sacado de las fuentes del Salvador (Is 12, 3).
Con este ejemplo los frailes quedaban muy conmovidos por el aspecto de su padre y maestro, y los más devotos se veían impulsados a rezar con reverencia y sin interrupción, como los ojos de la esclava en las manos de su señora y como los ojos de los esclavos en las manos de sus señores (Sal 123, 2).
Y aquí se muestra.
Versión Castellana del siglo XIV
EL QUINTO MODO DE ORAR
Estaba algunas vezes padre santo Domingo delante el altar quando estaba en el convento, todo el cuerpo enfiesto sobre los sus pies non arrimado nin allegado a otra cosa, teniendo algu<n>as vezes las manos tendidas ante los sus pechos en man<era> de libro abierto. E assy se había en la manera star enfiesto assy commo si leyesse ante el Sennor Dios con gran reverençia e dovotamente. Paresçía entonçe que en la oración pensaba las palabras de Dios e assy commo sy a sy mesmo dulçemente las contasse. Acostumbró en sy bien aquella manera del Sennor, que se lee en Luchas, silicet quod intravit, entró Iesu Cristo según la su costumbre un día sábbado en la sinoga, e levantose leer (Lc 4, 16). E en el psalmo se lee: “Estudo enfiesto en silençio en pies, e cesó la ira e furor” (Sal 106, 30).
Algunas vezes juntaba las manos, tendiéndolas ante los oios fuertemente restringidas constringendo a sy mesmo. Algunas vezes las manos e los hombros levantaba, según que es costumbre al sacerdote quando dize la missa, assy commo sy quisiesse fincar las oreias a entender con más diligençia alguna cosa que otro dixiesse.
Entonçe pensarías, si viesses la devoción del que está en pies orando al çielo derecho, pensarías veer el propheta con el ángel o con Dios, cuándo fablando, agora oyendo, agora cuydando en silençio de estas cosas que le fuessen reveladas.
E sy, quando estaba en el camino, furtaba algún tienpo ascondidamente para orar, stando en sus pies con toda voluntad súbitamente oraba en el çielo, e luego le oyrías fablar tan dulçemente e muy delicadamente alguna palabra de la medulla del dulçor de la santa Scriptura, que paresçía que las oya de la fuente del Salvador (Is 12, 3).
E con este enxienplo los frayres mucho eran amonestados e movidos ante la faz de su padre e su maestro, e más devotos muy bien se enformaban a orar con reverençia e continuamente, sicut oculi ançille in manibus domine sue, “assy commo los oios de la servidora en las manos de la su sennora e assy commo los oios de los servidores en las manos de los sus sennores” (Sal 123, 2).
Estas cosas pareçen según que aquí está figurado:
Alguna vez se vio orar al santo padre Domingo, según yo mismo escuché con mis oídos de quien lo presenció, con las manos y los brazos abiertos y extendidos con fuerza a semejanza de cruz, cuanto le era posible manteniéndose en pie. De este modo rezó cuando Dios por su oración reanimó al joven Napoleón, en la sacristía de San Sixto de Roma, y se elevó del suelo en la iglesia mientras celebraba la misa, según nos contó la piadosa y santa sor Cecilia, que estaba presente y lo vio con una multitud de gente. Como Elías cuando reanimó al hijo de la viuda (1 R 17, 21), se tendió y se echó sobre el niño. También rezó de igual manera cuando libró junto a Tolosa a unos peregrinos ingleses del peligro de ahogarse en el río, como antes se contó. Así oró también el Señor pendiente de la cruz (Lc 23, 46) con las manos y los brazos extendidos, y su clamor y sus lágrimas fueron escuchadas por su actitud reverente (Hb 5, 7).
Esta forma no era frecuente en el santo varón de Dios Domingo, salvo cuando inspirado por Dios comprendía que algo grandioso y sorprendente iba a ocurrir en virtud de la oración. No prohibía a los frailes que rezasen así, pero tampoco lo aconsejaba.
No sabemos lo que dijo cuando reanimó al joven, y rezó de pie con los brazos y las manos extendidas en cruz. Pero, puesto que imitó la forma de orar de Elías, tal vez repitió sus mismas palabras: Señor, Dios mío, devuelve el alma de este niño a sus entrañas (1R 17, 21). Mas los frailes, las hermanas, los señores cardenales y los demás presentes, sorprendidos por un modo de orar desacostumbrado y prodigioso, no prestaron atención a lo que dijo. Y después no se atrevieron a preguntar a este respecto al santo y admirado Domingo, porque en esta ocasión todos ellos se sintieron sobrecogidos por el respeto y la reverencia que inspiraba.
No obstante, debió de recitar lentamente y de manera sosegada, solemne y atenta las palabras que en el salterio hacen referencia a este modo de orar: Señor, Dios de mi salvación, de día te llamo y de noche grito ante ti, hasta el verso: A Ti, Señor, clamé todo el día, extiendo mis manos hacia Ti (Sal 88, 2, 10). Y así hasta el final. Y también: Señor, escucha mi oración, presta oídos a mi súplica, escúchame en tu verdad y en tu justicia, hasta: Extiendo mis manos hacia Ti, mi alma te anhela como tierra sin agua, escúchame en seguida (Sal 143, 1, 6-7). Con esto podrá cualquier orante piadoso entrever la doctrina del padre sobre esta forma de orar, si desea moverse a Dios por la fuerza de la oración de manera singular o, mejor, cuando por una inspiración secreta se sienta movido por Dios de manera inequívoca para alguna gracia peculiar en favor suyo o de los otros, apoyado en la doctrina de David, en el modelo de Elías, en la caridad de Cristo, y en la devoción de Domingo, como se muestra en esta figura.
Versión Castellana del siglo XIV
LA SESTA MANERA DE ORAR
Algunas vezes fue visto estar orando padre santo Domingo según que oy a aquel que lo vio con las mis oreias, que estando el bendito padre santo Domingo los braços tendidos e las palmas a semeiança de cruz mucho intenso, estando enfiesto sobre los sus pies cuanto él podía.
En esta manera oraba quando susçitó Dios por su oración el moço de Neapol en Roma, en Santo Sixto, en la sacristanía; e en la yglesia en la çelebración de la missa, quando fue levantado de la tierra en el ayre. Assy nos lo contó aquella devota e santa soror Çeçilia, que estaba present e lo vio con otra mucha gente. Assy commo Helías quando susçitó el fijo de la viuda, extendiose e púsose sobre el moço (1 R 17, 21). En esta manera oraba quando açerca de Tholossa libró los peregrinos de inglesa terra del peligro, quando hovieran de morir en el río, según que en otra manera es escripto. En esta manera oraba el muy noble dulce Iesú estando en la cruz, silicet tendidos los brazos e las manos e las palmas e con valiente clamor e con lágrimas fue oydo por su reverençia (Hb 5, 7).
Este modo non lo frequentaba muchas vezes el varón siervo de Dios santo Domingo, salvo cuando conosçía por virtud de la oración e con spíritu divino que se fazía alguna cosa grande e maravillosa. E no dexaba a los frayres assy orar nin gelo conseiaba.
E quando susçitó aquel moço orando e stando levantado tendidos los braços e las manos en manera de cruz, non sabemos qué cosas dixo. Por ventura dixo aquellas palabras del propheta Helías: “O Sennor Dios mío, torne yo -te ruego- el ánima de este moço en las sus entranas” (1 R 17, 21), assy commo guardó su manera en orar. Mas los frayres e las sorores e los sennores cardenales e los otros que vieron el modo de oración non acostumbrado a ellos e maravilloso, non pararon mientes nin aprendieron las palabras que dixo. Después conveníales preguntar de ellas a santo Domingo, ca en este fecho mucho se demostró a ellos todos temeroso e reverendo, onroso.
Mas aquellas palabras que en el psalterio fazen mençión de este modo de orar pesadamente e gravemente e maduramente las deçía e con discreçión, e son éstas: Domine Deus salutis mee, in die clamavi ad te et nocte coram te, “Sennor, Dios de la mi salud, llamé a ty en el día e en la noche delante ty”. Fasta en este logar: Clamavi ad te Domine tota die, expandi ad te manus meas, “llamé a ti, Sennor, todo el día, tendí a ti las mis manos” (Sal 88, 2, 10). Item: Domine, exaudi orationem meam, auribus perçipe obsecrationem [“Señor, escucha mi oración, presta oídos a mi súplica”] etc., fasta do dize: Expandi manus meas ad te, anima mea sicut terra sine aqua tibi [“extendí mis manos hacia ti, mi alma te anhela como tierra sin agua”] (Sal 143, 1, 6-7).
Por estas palabras podiera qualquier devoto orador entender la doctrina de este padre en orando con este modo, quando se quisiesse mover a Dios maravillosamente por virtud de la oración, o mayormente quando sintiesse, con alguna spiración occulta de Dios, movimiento en sy a alguna singular graçia o por sy or por otro alguno, ensennado de la doctrina de David, del fuego de Helías, de la caridad de Iesu Cristo, de la devoción de santo Domingo, según que pareçe en esta figura seguiente:
Con frecuencia se le encontraba orando literalmente flechado al cielo, cual saeta lanzada por un arco tenso en línea recta a lo alto (Is 49, 2), con las manos levantadas con fuerza por encima de la cabeza, enlazadas o un poco abiertas como para recibir algo de arriba.
Se cree que entonces se le incrementaba la gracia. Y que, en medio de su arrobamiento, suplicaba a Dios por la Orden que estaba fundando, para sí y para los frailes, los dones del Espíritu Santo y los sabrosos frutos de practicar las bienaventuranzas (Mt 5, 3-10). De manera que cada uno se sintiese dichoso en la absoluta pobreza, en la amargura del llanto, en la dureza de la persecución, en el hambre y sed agudas de justicia, en el ansia de misericordia; y todos se mantuvieran devotos y alegres en guardar los preceptos y en el cumplimiento de los consejos evangélicos.
El santo padre parecía entonces entrar raptado en el santo de los santos y en el tercer cielo (2 Cor 12,2), de tal modo que, después de esta oración, su forma de corregir, gobernar o predicar era la de un profeta, como se narra en el relato de los milagros.
El santo padre no se quedaba mucho tiempo en este modo de orar, sino que volvía en sí mismo, y parecía como venir de lejos o un peregrino en este mundo, lo que fácilmente se podía ponderar por su aspecto y por sus costumbres. Sin embargo, algunas veces los frailes le oían con claridad rezar diciendo con el profeta: Escucha la voz de mi súplica cuando me dirijo a Ti y extiendo mis manos hacia tu santo templo (Sal 28, 2). Y el santo maestro enseñaba con la palabra y con el ejemplo a los frailes a orar así, recordando el salmo: Y ahora bendecid al señor todos sus siervos, dirigid de noche vuestras manos hacia el lugar santo y bendecid al Señor (Sal 134, 1-2). Y también: ATi, Señor, clamé; escúchame, atiende a mi voz cuando te llamo; el levantar de mis manos como sacrificio vespertino (Sal 141, 1-2).
Todo lo cual, para que se entienda mejor, se muestra en la figura que sigue.
Versión Castellana del siglo XIV
EL SÉPTIMO MODO DE ORAR
Fallábanlo muchas vezes orando, todo levantado al çielo, en manera de saeta electa lançada del arco tendido contra arriba derecha (Is 49, 2). Assy estaba levantadas las manos suso sobre la cabeça bien extendidas e aiuntadas en uno, o algún tanto las manos abiertas tendidas de ancho, assy commo para reçebir alguna cosa del çielo.
E creyen que le acreçentaba Dios la graçia e era arrabado en spíritu, e ganaba de Dios, por <la> Orden que començó, los dones de<l> Spíritu Santo, e quietos e delectables en los fechos de santidad a sy e a los f<r>ayres (Mt 5, 3-10). Porque con la muy alta pobreza cada uno se toviesse por bienaventurado, en amargoso luctu, en grave persecución, en mucha fambre e sed de iusticia, en triste misericordia, e fuessen devotos e delectosos en guardar los preceptos, en acabar e conplir los conseios santos del evangelio. Pareçía entonçe santo Domingo padre que entraba arrebatadamente en el logar santo de los santos e en el terçero cielo (2 Cor 12, 2), ca después de aquella oración, en corregir, en dispensar, en predicar manera de propheta tenía, según que en los miráculos fue arremenbrado.
Mas una cosa es aquí de poner para hedificación. Después de tal oración, el maestro Domingo demandó conseio de los frayres sobre algunas cosas que abía de fazer en Bolonia, según la su costumbre. Ca, según que dezía, alguna cosa es revelado a uno que non es a otro revelado entre los santos ombres, según que pareçe en los prophetas. E assy, estando en el conseio, vino el sacristán. Llamó uno de los que estaban en el conseio a la eglesia de las fenbras, pienso que a oyr confessiones. E llamolo loquamente, mas no lo llamó assy que lo oyesse el benedicto maestro santo Domingo. Llamolo assy:
-Una fermosa fenbra vos demanda, venid ayna.
Movido en el spíritu, santo Domingo affligíase en sy mesmo e fiziéronle reverençia los consegeros. Entonçe mandó venir al sacristán e díxole:
-¿Qué dexiste?
Respondió él:
-Demandé el sacerdote a la eglesia.
E el padre dixo:
-Acúsate a ti mesmo e confiessa tu culpa, la qual vino fasta la tu boca. Cuydaste que era occulto. Dios, que fizo todas las cosas, fizo que non se me ascondiessen las tus palabras que tú cuydabas tener ascondidas.
E disçiplinolo ally muy fuerte e gran pieça, fasta que los que hy estaban fueron movidos a conpassión por los açotes. E díxole:
-Anda, fijo, aprendisti ya cómmo mires fincando el oio en la fenbra, porque non juzges del color. Ora tú que Dios te faga casto en los oios tuyos.
Assy conosçió la cosa occulta, así corregió al loco, ensennó al que abía castigado, assy commo había visto en la oración. E maravilláronse los frayres cómmo assy dixo que era de fazer. E dixo el santo maestro:
-La nuestra justiçia co<n>parada es a la justiçia divina assy commo suziedad al oro (Is 64, 6).
Assy es que el santo padre non tardaba mucho en aquel modo de orar, mas tornábase en sy mesmo, assy commo sy viniesse de luenga tierra e assy como peregrino paresçía al mundo. E ligeramente se podía entender en el su gesto e en las costumbres.
Mas algunas veces, cuando oraba, claramente le oyan los frayres que dezía commo el propheta: Exaudi vocem deprecationis mee dum oro ad te et dum extollo manus meas al tu santo tenplo, “oy, Sennor, la voz de la mi oración cuando yo oro a ty e cuando alço las manos al tu santo tenplo” (Sal 28, 2). E ensennaba con palabra e con enxienplo a los frayres assy orar, diziendo: Ecce nunc benediçite dominum omnes servi domini, in nocte extollite manus vestras in sancta et benedicite dominum , “Ecce vos agora bendezid al Sennor, todos los siervos del Sennor, en las noches alçad las vuestras manos en el logar santo e bendezid al Sennor” (Sal 134, 1-2). E dezía aquel salmo: Domine clamavi ad te, exaudi me, intende voçi mee cum clamabero ad te, dirigatur oratio mea sicut inçensum in conspectu tuo, elevatio manuum mearum sacrifiçium vespertinum, “Sennor, llamé a ti, oyme, para mientes a la mi voz cuando clamare a ti, guiada sea la mi oración assy commo ençienso a la tu cara e el alçamiento de las mis manos commo sacrificio de la tarde” (Sal 141, 1-2).
E porque esto sea mejor entendido, esta figura lo ensenna:
EL OCTAVO MODO DE ORAR
El santo padre Domingo tenía además otro modo de orar bello, devoto y armonioso.
Inmediatamente después de las horas canónicas o de la acción de gracias que se da en común tras la comida, el sobrio y delicado padre, llevado del espíritu de devoción que le habían provocado las divinas palabras cantadas en el coro o en la comida, se retiraba a un lugar solitario, en la celda o en otra parte, para leer o rezar, entreteniéndose consigo mismo y estando con Dios.
Se sentaba tranquilo y abría ante él un libro. Hecha la señal protectora de la cruz, comenzaba a leer. Su mente se encendía dulcemente, cual si oyese al Señor que le hablaba, según se lee en el salmo: Oiré lo que el señor Dios habla en mí, pues hablará de paz para su pueblo, para sus santos y para los que se convierten de corazón (Sal 85, 9). Por los gestos de su cabeza, se diría que disputaba mentalmente con un compañero. Pues tan pronto se le veía impaciente como escuchando tranquilo; discutir y debatir, reír y llorar a la vez; fijar la mirada y bajarla, y de nuevo hablar muy quedo y golpearse el pecho.
Si un curioso lograra observarlo sin que él se diera cuenta, el santo padre Domingo le parecería Moisés adentrándose en el desierto, contemplando la zarza ardiente y postrado ante el Señor que le hablaba (Ex 3, 1s.). Pues el varón de Dios tenía esta profética costumbre de pasar sin solución de continuidad de la lectura a la oración, y de la meditación a la contemplación.
Cuando leía solo de esta manera, reverenciaba el libro, se inclinaba hacia él y a veces lo besaba, sobre todo si era un códice evangélico o si leía las palabras que Cristo pronunció de su misma boca. En ocasiones escondía la cara y la volvía a otro lado; se tapaba el rostro con las manos, o lo cubría ligeramente con el escapulario. También entonces se tornaba todo ansioso y lleno de deseo. Y, como si diera gracias a una persona superior por los beneficios recibidos, se incorporaba parcialmente con reverencia e iniciaba una inclinación. Una vez recuperado y tranquilo, volvía de nuevo a la lectura del libro.
Versión Castellana del siglo XIV
EL OCTAVO MODO DE ORAR
Era otro modo de orar a nuestro padre santo Domingo fermoso e devoto e grato.
Después de las horas canónicas e después de las graçias que se fazen comúnmente después de comer, el mesurado e devoto padre con spíritu de devoción, el qual spíritu tomara de las palabras de Dios que se cantaban en el choro o en el refectorio, luego se ponía en algún logar solo, en la çella o en otro logar para leer o orar fablando consigo e stando con Dios.
E posábase tan quieto e abría algún libro ante la su cara e signábase del signo de la cruz, e leya e aconsolábase en la su voluntad muy dulçemente, assy como sy oyesse al Sennor Dios fablar, assy como se dize en el psalmo: Audiam quid loquatur in me Dominus Deus, ca fablará paçem in plebem suam, “Oyré lo que fablará en mí el Sennor Dios, ca fablará paz en el su pueblo e sobre los sus santos e en aquellos que se tornan al su coraçón” (Sal 85, 9).
E assy commo sy disputasse con otro compannero con gesto e con voluntad, agora paresçía con furia, agora quieto e oydor sannoso, e luchar e reír e llorar e aguzar la cara e fincar los oios e amansar, e luego fablar en silençio e ferir en los pechos. Sy alguno curase de lo ver ocultamente, pareçíale padre santo Domingo assy commo Moysés quando entraba al medio del desierto, e mirasse la çarça arder e al Sennor fablar e a sy mesmo humillar (Ex 3, 1s). E tan súbito este prophético siervo de Dios era levantado de la lección a la oración e de la oración a la contemplación. E leyendo assy solo, onraba el libro e enclinábase al libro e besaba el libro algunas vezes, mayormente sy era código de los evangelios o sy leya las palabras que el Sennor Iesu Cristo por su boca dezía.
Algunas vezes tornaba la cara e ascondíala. Algunas vezes ponía la cara en las sus manos e cobríala un poco colgando la capiella sobre los oios. E entonçe se fazía todo affligido e pleno de deseo, e assy commo que daba graçias a la exçellente persona de los benefiçios reçebidos, e levantábase un poco con reverençia e enclinaba.E, todo aconsolado e quieto en sy mesmo, otra vez tornaba <a> leer en el libro, según paresçe en esta figura:
EL NOVENO MODO DE ORAR
Este modo lo practicaba cuando viajaba de una parte a otra, de manera especial si se encontraba en un lugar solitario. Disfrutaba con sus meditaciones en su contemplación, y en ocasiones recordaba a sus socios por el camino:
- “Está escrito en Oseas: la llevaré a un lugar solitario y le hablaré al corazón” (Os 2, 14).
Por ello algunas veces se apartaba del compañero, adelantándose a él o, con más frecuencia, siguiéndolo de lejos. Y guardando la distancia oraba y caminaba, y se encendía en su meditación como el fuego (Sal 39, 4). Tenía de peculiar en tal oración que gesticulaba como si espantase chispas o moscas de la cara, y por esto se protegía con frecuencia con la señal de la cruz.
Los frailes llegaron al convencimiento de que, en este modo de oración, el santo alcanzó la inteligencia plena de la Sagrada Escritura y la entraña de las palabras divinas, una autoridad sorprendente para predicar con ardor, y una familiaridad secreta con el Espíritu Santo para conocer las cosas ocultas.
Versión Castellana del siglo XIV
Este tal modo guardaba padre santo Domingo mudándose de tierra en tierra, e mayormente quando estaba en algún yermo e jugaba con sus meditaciones en la su contemplación.
E dezía algunas vezes a los sus companneros en el camino:
- Scripto es en el propheta Osee: “traherla he al yermo e fablaré al su coraçón” (Os 2, 14).
E algunas vezes se apartaba del conpan<n>ero e se yba delante, o se quedaba las más vezes detrás gran trecho, lueñe. E yendo oraba contra suso e andaba, e en la su meditación ençendíase fuego (Sal 39, 4). E esto le venía en tal oración, assy[sy] commo sy sacudiese las sçentellas o las moscas de la su cara, e por esso se signaba muchas vezes con el signo de la cruz.
Cuydaban los frayres que en este modo de orar ganó el santo pad<r>e conplimiento de santa Scriptura, e la miel e el grano de su entendimiento, e la occulta familiaridad del Spíritu Santo en conosçer las cosas ascondidas e occultas.
Una vegada conteció –que trayamos una cosa de muchas que dexamos-, el diablo vino a la iglesia de los frayres predicadores en Bolonia en manera de mançebo <que> tenía costumbres vanas e [locas] loçanas, e demandó un confessor. E traxiéronle uno a uno fasta çinco sacerdotes, agora uno e agora otro. E fue esta la razón, ca assy ensuzió e enflamó e enoió al primero con sus palabras, que levantose de la confessión e non le quiso oyr fasta el fin aquellas abhominaciones. E assy fizo el segundo e el terçero e el quarto e el quinto. Callando se yban e nunca quisieron revelar esta confessión, porque, de la parte de los confessores que oyan aquella confessión, sacramental era, magera que el diablo la fazía.
Entonçe santo Domingo era en el convento presente. Allegose a él el sacristán, querellándose contra los sacerdotes, porque çinco non pudieron oyr un pecador. Dixo al bendito padre santo Domingo, e díxole:
-Mas grande scándalo es; predican los frayres sacerdotes penitençia, e non quieren a los pecadores poner penitençia.
E levantose padre Domingo de la lección e oración <e contemplación>, pienso que sabidor ya de aquel negoçio, e vino oyr la confessión del diablo. E como entró en la yglesia, allegose a él el diablo e luego lo conosçió el santo padre, e díxole:
- O maligno spíritu, ¿por qué tientas, pruebas, los siervos de Dios con esta enfingida piedad?
E maltráxelo muy duramente, e el diablo allí luego desapparesçió e dexó la eglesia con gran fedor, olor de piedra sufre. E luego fue aplacado el sacristán sobre el desdén [que el diablo demostraba e escarnio] contra los sacerdotes.
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