V. Estación: Simón Cireneo ayuda a Jesús
Simón
de Cirene, llamado a cargar con la cruz (cf. Mc 15, 21; Lc 23, 26), no la
quería llevar ciertamente. Hubo que obligarle. Caminaba junto a Cristo bajo
el mismo peso. Le prestaba sus hombros cuando los del condenado parecían no
poder aguantar más. Estaba cerca de él: más cerca que María o que Juan, a
quien, a pesar de ser varón, no se le pide que le ayude. Le han llamado a
él, a Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, como refiere el
evangelio de Marcos (Mc 15, 21). Le han llamado, le han obligado.
¿Cuánto duró esta coacción? ¿Cuánto tiempo caminó a su lado, dando muestras
de que no tenía nada que ver con el condenado, con su culpa, con su condena?
¿Cuánto tiempo anduvo así, dividido interiormente, con una barrera de
indiferencia entre él y ese Hombre que sufría? «Estaba desnudo, tuve sed,
estaba preso» (cf. Mt 25, 35-36), llevaba la cruz... ¿La llevaste
conmigo?... ¿La has llevado conmigo verdaderamente hasta el final?
No se sabe. San Marcos refiere solamente el nombre de los hijos del Cireneo
y la tradición sostiene que pertenecían a la comunidad de cristianos
allegada a San Pedro (cf. Rom 16, 13).
V. Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.