Admirable descripción que hace María santísima de lo mucho que sufrió su corazón en la Pasion de su Divino Hijo.
REVELACIÓN 26

Considera, hija, le dice la Virgen a la Santa, la Pasión de mi Hijo, cuyos miembros fueron para mí como miembros míos, y como corazón mío; porque como los demás hijos están en las entrañas de su madre, así lo estuvo el mío; pero él fué concebido por la ardiente caridad del amor divino, al paso que los otros lo son por la concupiscencia de la carne. Por esto dice bien su primo Juan: El Verbo se hizo carne. Porque por amor vino y estuvo en mí el Verbo, y el amor divino lo formó en mí. Estaba dentro de mí como mi mismo corazón; y así cuando nació, sentí como que la mitad de mi corazón nacía y salía de mí; y cuando Él padeció, sentí como que mi corazón padecía también. Porque a la manera que una cosa que está la mitad de ella metida en alguna parte, y la otra mitad está fuera, si lastiman la mitad de aquella parte que está fuera, siente el dolor también la otra que está dentro; así yo sentí en mi corazón los azotes y todos los tormentos de mi Hijo como si en mí se hubieran ejecutado, e igualmente fuí la que más cerca estuvo de Él en la Pasión, y no me separaba de su lado. Yo estaba la más próxima a la cruz; y como lastima más lo que está más inmediato al corazón, así su dolor fué para mí más penoso que para todos los demás. Miróme desde la cruz y yo a él, y de mis ojos corrían las lágrimas hilo a hilo. Y viéndome llena de dolor, se afligió tanto, que todo el dolor de sus heridas quedó como adormecido a causa del dolor que en mí veía, por consiguiente, puedo decir que su dolor era el mío, porque su corazón era mi corazón. Y así como Adán y Eva perdieron el mundo por una manzana, de igual suerte mi Hijo y yo lo redimimos como con un solo corazón. Por tanto, hija mía, piensa cómo estaba yo en la muerte de mi Hijo, y no se te hará penoso dejar el mundo.