Dice Nuestro Señor Jesucristo a santa Brígida cómo todo se plega a su voluntad, menos el alma del pecador.
REVELACIÓN 50

Yo soy un Dios con el Pader y con el Espíritu Santo. Con la providencia de mi Divinidad, tengo previstas y dispuestas todas las cosas, desde la eternidad y antes de todos los siglos. Todas las cosas tanto corporales como espirituales tienen cierta disposición y orden, y todas están y marchan según lo ordenado y previsto en mi presciencia, como puedes comprenderlo por tres cosas. Primero, de las que tienen vida, que la mujer sea la que dé a luz al hijo, llevándole en sus entrañas: en segundo lugar, se manifiesta por los árboles, porque los que son dulces, dan fruto dulce, y los amargos, lo dan amargo; y se manifiesta finalmente, por los astros, pues el sol, la luna y todos los cuerpos celestes guardan su curso, según lo prefijado en mi divinidad.

Del mismo modo, las almas racionales están previstas en mi divinidad y conocidas ya cuáles habrán de ser, aunque mi presciencia en nada les perjudica ni les daña, pues les queda la libre inclinación de su voluntad, esto es, el libre arbitrio y el poder elegir lo que les agrade. Luego, así como la mujer da a luz al hijo, de la misma manera el alma, que es la buena esposa de Dios, debe producir virtudes con el auxilio del Señor; porque ha sido creada para adelantar en virtudes y crecer con la fecunda semilla de las mismas virtudes, hasta llegar a los brazos del amor divino.
Pero el alma que degenera de su origen y falta a su Creador, y no le produce fruto, obra contra la disposición de Dios; y por tanto, es indigna de la dulzura del Señor.

La inmutable disposición de Dios aparece, en segundo lugar, en los árboles, porque los árboles dulces dan frutos dulces, y los amargos los dan amargos, como en el dátil, en el cual hay dos cosas, la dulzura de la carne y el duro hueso. Igualmente está previsto desde la eternidad, que donde more el Espíritu Santo, quede envilecido todo deleite mundano y produzca hastío toda honra del mundo, y haya en ese corazón tanta fortaleza del Espíritu de Dios y tanta firmeza, que no pueda decaerse con la ira, ni abatirse con las desgracias, ni engreirse con la prosperidad. Así también está previsto desde la eternidad, que donde habitare el demonio, haya un fruto por fuera colorado, pero dentro lleno de inmundicias y de espinas, como se echa de ver en el deleite momentáneo, en el cual hay una dulzura aparente, pero llena de sentimientos y tribulaciones; porque cuanto más se meta el hombre en las cosas del mundo, tanto más grave cuenta tendrá que dar. Por consiguiente, como cada árbol da el fruto según es la raíz y el tronco, así todo hombre ha de ser juzgado según la intención de sus obras.

En tercer lugar, los elementos todos permanecen en su orden y movimiento, según fué previsto desde la eternidad, y se mueven según la voluntad del Hacedor. Así también, toda criatura racional debe moverse y estar dispuesta según lo ordenado por el Creador; mas cuando hace lo contrario, claro es que abusa del libre arbitrio, y al paso que los irracionales guardan sus términos, el hombre racional degenera y agrava su castigo, porque abusa de la razón.
Por lo tanto, ha de guardarse bien la voluntad del hombre, porque no hago mayor injuria al demonio que a mis ángeles, y como Dios exige de su casta esposa aquella indecible dulzura, así el demonio desea para su esposa abrojas y espinas. En nada, tampoco, podría prevalecer el demonio, si no estuviese viciada la voluntad del hombre.