Por qué temes?, dice Jesucristo a la Santa. Aunque comas al día cuatro veces, no pecas, si lo haces con licencia de tu padre espiritual. Ten perseverancia: mira que has de ser como un soldado que, cuando se ve herido de los enemigos, vuelve sobre ellos con mayor ánimo, y les hace muchas heridas peores que las que él ha recibido, y cuanto más le acometen, tanto más fogoso anda en la batalla. Así tú has de volver con mayor coraje sobre tu enemigo, con gran ánimo y esfuerzo de perseverar en el bien.
Tú, pues, rechazas al demonio, cuando no consientes en la tentación y resistes varonilmente, como, por ejemplo, si contra la soberbia acudes con la humildad y contra la gula con la abstinencia. Perseveras constante, cuando en las tentaciones contra Dios no te quejas, sino que las sufres con alegría, y aplicándolas todas por tus pecados, das gracias a Dios. Tu voluntad se ajusta a la razón, cuando no deseas más premio del que yo quisiere darte, y te entregas toda en mis manos.
El primero de estos bienes, que es rechazar el pensamiento malo, no lo tuvo Lucifer, el cual al punto consintió con su mal pensamiento; por consiguiente, cayó de una manera irreparable, porque así como no tuvo ningún instigador de su malicia, tampoco tendrá ningún reparador. El segundo bien, que es tener una firme constancia, no lo tuvo Judas, porque desesperó y se ahorcó. Tampoco Pilatos tuvo el tercer bien, que es una buena voluntad, porque tuvo mayor deseo de agradar a los judíos y de mirar por su honra, que de librarme.
Pero mi Madre tuvo el primer bien, que es rechazar al enemigo, porque cuantas sugestiones le puso otras tantas repelió, haciendo actos contrarios de virtud. El segundo bien lo tuvo David, qué fue sufrido en la adversidad, y no desesperó en su caída. El tercer bien, que es una voluntad perfecta, lo tuvo Abraham, quien abandonando su patria, iba a sacrificar a su único hijo. A estos debes imitar según tus fuerzas.
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