Cómo las santas prácticas y costumbres, y no el hábito exterior, forman el verdadero religioso.
REVELACIÓN 88

Apareció el demonio ante nuestro Señor Jesucristo, viéndolo santa Brígida, y dijo: Señor, veis aquí que voló el monje, y no ha quedado más que su figura. Declara eso que dices, le dijo nuestro Señor. Lo haré aunque de mala gana, respondió el demonio. El verdadero monje es aquel que tiene gran cuenta consigo mismo, cuyo hábito es la obediencia y observancia de su profesión y regla, porque como el cuerpo se cubre con los vestidos, así el alma se cubre con las virtudes, y si el monje no tiene este hábito interior, de muy poco le sirve el exterior, porque no el hábito sino las virtudes hacen al monje. Este monje voló cuando pensó en su corazón y dijo: Conozco mi pecado y me enmendaré, y con la gracia de Dios no tengo de pecar más. Con sólo esto se ha ido de mi poder y ya es tuyo. ¿Pues cómo te queda su figura?, le respondió Jesucristo. Porque no trae a la memoria sus pecados, respondió el demonio, ni renueva bastante el dolor de ellos.

DECLARACIÓN.
Vió este religioso en la Hostia consagrada, y al tiempo de alzarla el sacerdote, a nuestro Señor Jesucristo en figura de niño, el cual le dijo. Yo soy Hijo de Dios e Hijo de la Virgen. Un año antes de su fallecimiento supo el día y hora en que había de morir, y en muchas revelaciones de esta obra se hace mención de él. Llamábase Gerequino; fué después de vida muy penitente, y cuando iba a morir vió una inscripción dorada, en la cual había tres letras de oro, que eran: P O y F; y declarándolas a sus religiosos, les dijo: Ven, Pedro, date prisa, Olavo y Fhordo. Y luego murió, y los tres que nombró fallecieron después de él en la misma semana.