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1. Hablando ahora propiamente de las que son visiones espirituales
sin medio de algún sentido corporal, digo que dos maneras de
visiones pueden caer en el entendimiento: unas son de sustancias
corpóreas, otras, de sustancias separadas o incorpóreas.
Las de las corpóreas son acerca de todas las cosas materiales que
hay en el cielo y en la tierra, las cuales puede ver el alma aun
estando en el cuerpo, mediante cierta lumbre sobrenatural derivada
de Dios, en la cual puede ver todas las cosas ausentes, del cielo
y de la tierra, según leemos haber visto san Juan en el capítulo
21 del Apocalipsis, donde cuenta la descripción y excelencia de la
celestial Jerusalen, que vio en el cielo; y cual tambien se lee de
san Benito, que en una visión espiritual vio todo el mundo. La
cual visión dice santo Tomás en el primero de sus Quodlibetos que
fue en la lumbre derivada de arriba, que habemos dicho.
2. Las otras visiones, que son de sustancias incorpóreas, no se
pueden ver mediante esta lumbre derivada que aquí decimos, sino
con otra lumbre más alta que se llama lumbre de gloria. Y así,
estas visiones de sustancias incorpóreas, como son ángeles y
almas, no son de esta vida ni se pueden ver en cuerpo mortal;
porque, si Dios las quisiese comunicar al alma esencialmente, como
ellas son, luego saldría de las carnes y se desataría de la vida
mortal. Que, por eso, dijo Dios a Moises (Ex. 33, 20) cuando le
rogó le mostrase su esencia: Non videbit me homo, et vivet, esto
es: No me verá hombre que pueda quedar vivo. Por lo cual, cuando
los hijos de Israel pensaban que habían de ver a Dios, o que le
habían visto, o algún ángel, temían el morir, según se lee en el
Exodo (20, 19), donde, temiendo los dichos, dijeron: Non loquatur
nobis Dominus, ne forte moriamur, como si dijeran: No se nos
comunique Dios manifiestamente, por que no muramos. Y tambien en
los Jueces (13, 22), pensando Manue, padre de Sansón, que había
visto esencialmente, el ángel que hablaba con el y con su mujer,
el cual les había aparecido en forma de varón muy hermoso, dijo a
su mujer: Morte moriemur, quia vidimus Dominum, que quiere decir:
Moriremos, porque habemos visto al Señor.
3. Y así, estas visiones no son de esta vida, si no fuese alguna
vez por vía de paso, y esto, dispensando Dios o salvando la
condición y vida natural, abstrayendo totalmente al espíritu de
ella, y que con su favor se suplan las veces naturales del alma
acerca del cuerpo. Que, por eso, cuando se piensa que las vio san
Pablo (es a saber: las sustancias separadas en el tercer cielo,
dice el mismo Santo): Sive in corpore, sive extra corpus nescio;
Dominus scit (2 Cor. 12, 2); esto es, que fue arrebatado a ellas,
y lo que vio dice que no sabe si era en el cuerpo o fuera del
cuerpo; que Dios lo sabe. En lo cual se ve claro que se traspuso
de la vía natural, haciendo Dios el cómo. De donde tambien, cuando
se cree haberle mostrado Dios su esencia a Moises, se lee (Ex. 33,
22) que le dijo Dios que el le pondría en el horado de la piedra y
ampararía cubriendole con la diestra, y amparándole porque no
muriese cuando pasase su gloria, la cual pasada era mostrarse por
vía de paso, amparando el con su diestra la vida natural de
Moises.
Mas estas visiones tan sustanciales, como la de san Pablo y Moises
y nuestro Padre Elías cuando cubrió su rostro al silbo suave de
Dios (3 Re. 19, 1113), aunque son por vía de paso, rarísimas
veces acaecen y casi nunca y a muy pocos, porque lo hace Dios en
aquellos que son muy fuertes del espíritu de la Iglesia y ley de
Dios, como fueron los tres arriba nombrados.
4. Pero, aunque estas visiones de sustancias espirituales no se
pueden desnudar y claramente ver en esta vida con el
entendimiento, puedense, empero, sentir en la sustancia del alma
con suavísimos toques y juntas, lo cual pertenece a los
sentimientos espirituales, de que con el divino favor trataremos
despues. Porque a estos se endereza y encamina nuestra pluma, que
es a la divina junta y unión del alma con la Sustancia divina, lo
cual ha de ser cuando tratemos de la inteligencia mística y
confusa u oscura que queda por decir, donde habemos de tratar
cómo, mediante esta noticia amorosa y oscura, se junta Dios con el
alma en alto grado y divino. Porque, en alguna manera, esta
noticia oscura amorosa, que es la fe, sirve en esta vida para la
divina unión, como la lumbre de gloria sirve en la otra de medio
para la clara visión de Dios.
5. Por tanto, tratemos ahora de las visiones de corpóreas
sustancias que espiritualmente se reciben en el alma, las cuales
son a modo de las visiones corporales. Porque, así como ven los
ojos las cosas corporales mediante la luz natural, así el alma con
el entendimiento, mediante la lumbre derivada sobrenaturalmente,
que habemos dicho, ve interiormente esas mismas cosas naturales y
otras, cuales Dios quiere, sino que hay diferencia en el modo y en
la manera. Porque las espirituales e intelectuales mucho más clara
y sutilmente acaecen que las corporales, porque, cuando Dios
quiere hacer esa merced al alma, comunícala aquella luz
sobrenatural que decimos, en que fácilmente y clarísimamente ve
las cosas que Dios quiere, ahora del cielo, ahora de la tierra, no
haciendo impedimento, ni al caso ausencia ni presencia de ellas. Y
es, a veces, como si se le abriese una clarísima puerta y por ella
viese (una luz) a manera de un relámpago, cuando en una noche
oscura, súbitamente esclarece las cosas y las hace ver clara y
distintamente, y luego las deja a oscuras, aunque las formas y
figuras de ellas se quedan en la fantasía. Lo cual en el alma
acaece muy más perfectamente, porque de tal manera se quedan en
ella impresas aquellas cosas que con el espíritu vio en aquella
luz, que, cada vez que advierte, las ve en sí como las vio antes,
bien así como en el espejo se ven las formas que están en el cada
vez que en el miren. Y es de manera que ya aquellas formas de las
cosas que vio, nunca jamás se le quitan del todo del alma, aunque
por tiempo se van haciendo algo remotas.
6. El efecto que hacen en el alma estas visiones es quietud,
iluminación y alegría a manera de gloria, suavidad, limpieza y
amor, humildad e inclinación o elevación del espíritu en Dios;
unas veces más, otras menos; unas más en lo uno; otras en lo otro,
según el espíritu en que se reciben y Dios quiere.
7. Puede tambien el demonio causar estas visiones en el alma
mediante alguna lumbre natural, en que por sugestión espiritual
aclara al espíritu las cosas, ahora sean presentes, ahora
ausentes. De donde, sobre aquel lugar de san Mateo (4, 8) donde
dice que el demonio a Cristo ostendit omnia regna mundi et gloriam
eorum, es a saber: Le mostró todos los reinos del mundo y la
gloria de ellos, dicen algunos doctores que lo hizo por sugestión
espiritual, porque con los ojos corporales no era posible hacerle
ver tanto, que viese todos los reinos del mundo y su gloria.
Pero de estas visiones que causa el demonio a las que son de parte
de Dios hay mucha diferencia. Porque los efectos que estas hacen
en el alma no son como los que hacen las buenas, antes hacen
sequedad de espíritu acerca del trato con Dios e inclinación a
estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en
ninguna manera causan blandura de humildad y amor de Dios. Ni las
formas de estas se quedan impresas en el alma con aquella claridad
suave que las otras, ni duran, antes se raen luego del alma, salvo
si el alma las estima mucho, que, entonces, la propia estimación
hace que se acuerde de ellas naturalmente; mas es muy secamente y
sin hacer aquel efecto de amor y humildad que las buenas causan
cuando se acuerdan de ellas.
8. Estas visiones, por cuanto son de criaturas, con quien Dios
ninguna proporción ni conveniencia esencial tiene, no pueden
servir al entendimiento de medio próximo para la unión de Dios. Y
así, conviene al alma haberse puramente negativa en ellas, como en
las demás que habemos dicho, para ir adelante por el medio
próximo, que es la fe. De donde, de aquellas formas de las tales
visiones que se quedan en el alma impresas, no ha de hacer archivo
ni tesoro el alma, ni ha de querer arrimarse a ellas, porque sería
estarse con aquellas formas, imágenes y personajes, que acerca del
interior reciben, embarazada, y no iría por negación de todas las
cosas a Dios. Porque, dado caso que aquellas formas siempre se
representen allí, no la impedirán mucho si el alma no quisiere
hacer caso de ellas. Porque, aunque es verdad que la memoria de
ellas incita al alma a algún amor de Dios y contemplación, pero
mucho más incita y levanta la pura fe y desnudez a oscuras de todo
eso, sin saber el alma cómo ni de dónde le viene.
Y así, acaecerá que ande el alma inflamada con ansias de amor de
Dios muy puro, sin saber de dónde le vienen ni que fundamento
tuvieron. Y fue que, así como la fe se arraigó e infundió más en
el alma mediante aquel vacío y tiniebla y desnudez de todas las
cosas, pobreza espiritual (que todo lo podemos llamar una misma
cosa), tambien juntamente se arraiga e infunde más en el alma la
caridad de Dios. De donde, cuanto más el alma se quiere oscurecer
y aniquilar acerca de todas las cosas exteriores e interiores que
puede recibir, tanto más se infunde de fe, y por consiguiente, de
amor y esperanza en ella, por cuanto estas tres virtudes
teologales andan en uno.
9. Pero este amor algunas veces no lo comprende la persona ni lo
siente, porque no tiene este amor su asiento en el sentido con
ternura, sino en el alma con fortaleza y más ánimo y osadía que
antes, aunque algunas veces redunde en el sentido y se muestre
tierno y blando. De donde (para llegar a) aquel amor, alegría y
gozo que le hacen y causan las tales visiones al alma, convienele
que tenga fortaleza y mortificación y amor para querer quedarse en
vacío y a oscuras de todo ello, y fundar aquel amor y gozo en lo
que no ve ni siente ni puede ver ni sentir en esta vida, que es
Dios, el cual es incomprehensible y sobre todo. Y, por eso, nos
conviene ir a el por negación de todo, porque si no, dado caso que
el alma sea tan sagaz, humilde y fuerte, que el demonio no la
pueda engañar en ellas ni hacerla caer en alguna presunción, como
lo suele hacer, no dejarán ir al alma adelante, por cuanto pone
obstáculo a la desnudez espiritual y pobreza de espíritu, y vacío
en fe, que es lo que se requiere para la unión del alma con Dios.
10. Y, porque acerca de estas visiones sirve tambien la misma
doctrina que en el capítulo 19 y 20 dimos para las visiones y
aprehensiones sobrenaturales del sentido, no gastaremos aquí más
tiempo en decirlas.
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