San Juan de Ávila: Patrono de los sacerdotes seculares españoles - El apóstol de Andalucía Doctor de la Iglesia
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El año 2006 es el 480 aniversario de su ordenación, y el 60 de su declaración como Patrono del clero secular español. Por ello y por su interés, ofrecemos lo esencial de un Informe divulgativo elaborado por el Centro misional San Juan de Ávila, de la Compañía de Jesús
Tus ojos, maestro Ávila, se abrieron a este mundo en Almodóvar del Campo (Ciudad
Real), el 6 de enero de 1500, y se cerraron el 10 de mayo de 1569 en Montilla
(Córdoba). El año 1526 tu boca pronunció en tu ordenación un Sí quiero, con la
gracia de Dios.
Maestro Ávila, tus pies querían evangelizar las Indias, pero en Sevilla se
orientan hacia Andalucía, de donde te proclamamos apóstol. Estuviste prisionero
de la Inquisición por sospechas de tu doctrina. Saliste inocente, pero premiado
con el conocimiento del misterio de Cristo. Tus manos han dirigido la fundación
de 15 colegios, mayores o menores. Con tus Memoriales al Concilio de Trento has
promovido la fundación de seminarios para la formación de sacerdotes en letras y
santidad. Y vivías siempre de limosna. Bendita sea tu boca de predicador, de
maestro de evangelizadores y misioneros, sacerdotes que, enviados por ti o
contigo, han recorrido Andalucía y Badajoz.
Los marqueses de Priego trajeron al Maestro a Montilla, buscando el bien de sus
súbditos. Rehusó vivir en palacio, y se retiró a una modesta casa. Esta casa era
un monasterio de estricta observancia, a donde muchas personas iban a consultar
con el padre Ávila. En la habitación donde celebraba Misa, había una imagen de
Cristo crucificado, que habló varias veces al santo, que pasaba largas horas en
oración delante de ella, arrodillado con las manos en los clavos de los pies. En
esa misma habitación celebraba sus misas, que duraban casi cuatro horas. Cuando
acababan, los manteles estaban empapados de sus lágrimas.
En un sillón de madera y cuero, sobre una vieja mesa, escribió y corrigió la
mayoría de sus obras, y arregló el libro de la vida de santa Teresa, Las
misericordias que Dios hace a un alma. También revisó su libro del Audi Filia,
para que fuese publicado oficialmente. Aquí recibió a san Juan de Dios, que se
convirtió con un sermón suyo y venía desde Granada a consultar con él, y a
muchos discípulos más.
Sus discípulos
Escribe un discípulo suyo: «Añoraba aquellos días felices en Montilla,
entregados a la pobreza y servicio del Señor, cuando comíamos de lo que pasaba
de la calle y bebíamos agua de nuestro pozo». En la cocina nunca se encendía el
fuego para comida; sin embargo, muchas noches, cuando Juan de Dios estaba en
Montilla, se pasaban varias horas hablando al calor de la lumbre.
Cuenta fray Luis de Granada que, estando reunidos con el padre Ávila y otros
discípulos en este comedor, conversaban sobre las herejías que se daban en
Europa, y del peligro que corría España si llegaran también aquí. Y observaron
que el padre Ávila quedó en suspenso y, dando un golpe en esa mesa, dijo: «No
entrará la herejía en nuestra patria». Y así fue, porque, oficialmente, no
entró.
En los momentos de su agonía, mientras miraba un Ecce homo, decía: «Golpea
fuerte, Señor, pero dame fuerza para llevarlo». Acerca de la muerte nos dice:
«Cuando parece que se llega la hora de la muerte, si fueses hijo que amases a tu
Padre celestial, te holgarías porque llega la hora de ir a verlo y gozarlo».
En 1946, era declarado Patrono del clero diocesano español por Pío XII. Esto es
lo que, para él, era ser sacerdote: «Que amansen a Dios cuando esté enojado con
su pueblo; que tengan experiencia de que Dios oye sus oraciones y les da lo que
piden, y que tengan familiaridad con Él; que tengan virtudes más que de hombres
y pongan admiración a los que los vieren: hombres celestiales o ángeles
terrenales; y aún, si pudiere ser, mejor que ellos, pues tienen oficio más alto
que ellos».
Diego Muñoz, S.J.
Entrevista a san Juan de Ávila: Navegar con el Espíritu Santo
¿En qué consiste esa sabiduría y amor de Dios de sacar bienes de los males?
No miréis de quién o por quién vienen los trabajos, como hacen los que dicen:
«Si Dios me los enviase, los sufriría; más vienen de fulano, ¿por qué los he de
sufrir?» Éstos, teniendo ojos, no ven, porque los tienen puestos en tierra, y
por eso se ciegan. Mas, si a Dios los alzasen, verían la luz de la doctrina de
Dios, que nos enseña que, por medio de los malos, limpia Dios a los suyos, y por
mano de esclavos enseña a sus hijos, y que todo lo ordena Él para provecho de
quien le ama.
¿En la travesía de la vida, podemos hacer el viaje en soledad? ¿Se pueden
hacer obras agradables a Dios sin la gracia de Dios?
Por muy aderezada que vaya una nave, si no lleva piloto, se perderá. Así, si no
tienes el Espíritu Santo, aunque tengas muchos dones, te perderás. Los mozos
perezosos, mientras sus jefes están, hacen lo que han de hacer; en quitándose el
jefe, se descuidan. Mientras el cristiano se acuerda de Dios, anda en el camino
de Dios como ha de andar; está muy contento y consolado. Olvidando a Dios, se
hace flaco y tibio; le pesa cada pie un quintal para entender en cosas de Dios.
¡Gran remedio es tener a Dios en la memoria!