El Itinerario del Ser (Resumen histórico): Heidegger
Autor: Lluís Pifarré,
Catedrático de Filosofía de I.E.S.
Capítulo 16: XV.- Heidegger: El ser como temporalidad
Considera Heidegger que en los prolegómenos del itinerario especulativo se
debe evitar el partir de una concepción del ser en general cono hizo el
idealismo hegeliano, o también de cualquiera de las ideas que sobre el ser
ha puesto en circulación el esencialismo metafísico. Estos modos de
filosofar abstractos, sólo han conseguido recubrir de forma epidérmica, la
realidad del ser como inmediata presencia patentizadora. Es por ello que hay
que recuperar el significado arcaico y primigenio de la verdad como no
ocultamiento, y la realidad del ser como presencia (tó eínai) de acuerdo con
la concepción del viejo Parménides.
De ahí el intento de Heidegger por retornar, como ya había pretendido
Husserl en registro idealista, a las cosas mismas en su estricta mostración
fenoménica y, constituir así, una ontología del ser como fenomenología pura.
El método fenomenológico-existencial va a ser el que utilizará Heidegger,
intentando con él, describir el fenómeno como aquello que se desvela del
ser, lo que se muestra-en-sí-mismo en el ámbito de lo cotidiano, que es el
lugar inmediato y espontáneo del existir del hombre.
En el ámbito de lo cotidiano propio de la de la contingencia temporal, es
precisamente donde el ser se hace presente como verdad óntica y el lugar
donde el hombre se reconoce como existente real, como el único ser que es
capaz de preguntarse por el ser y, por tanto, del que la fenomenología se
puede ocupar. Será útil recordar que el término "phainómeno" deriva de
"phaino", cuyos significados vienen a ser el de poner a la luz, desvelar lo
encubierto, hacer patente, términos que los presocráticos traducían por el
concepto de alétheia. Por el contrario, poner en la falsedad significa
encubrir, ocultar y no desvelar de forma adecuada el ente del ser. Heidegger
aspira nada menos, que a iluminar el ente mediante el ser, este intento es
lo que denominará como ontología.
Heidegger retomará el plexo ente-ser, "eón-eínai" de Parménides, un plexo
que en el pensamiento griego quedó pronto oscurecido al disolverse
progresivamente en beneficio de la esencia. No queda, por tanto, otro
recurso que volver a los inicios, desandar lo andado, como recuerdo o
memoria del nacimiento de la metafísica. El pensador alemán considera que
nos hemos extraviado por sendas laterales al olvidarnos de la senda que
conduce a la verdad del ser, y de forma audaz toma sobre sus espaldas la
ambiciosa tarea de retomar la pregunta fundamental del pensamiento
filosófico de Occidente, tal como ya la había formulado Platón en el
Sofista, en el fragmento en que el extranjero le pregunta a Teeto
"¿entendéis alguna cosa bajo el nombre de ser?" (9).
Pero el hombre es un ser que debe asumir su carácter de finitud
trascendental que es como Heidegger denomina al hombre; finitud que es la
expresión más íntima de su estructura, y que ya no significa imperfección,
como opuesta a la infinitud, con lo que en rigor ya no tiene sentido
negativo como en el caso de Spinoza o de Hegel, puesto que la finitud no es
finita ni infinita, sino idéntica al ser, siendo su misma positividad
constitutiva como esencial presentarse finito del mismo ser finito.
La "temporalidad" en la filosofía heideggeriana es la estructura misma en la
que se manifiesta el ser como finitud, por eso el tiempo es el único
horizonte posible de cualquier intelección del ser, todo lo demás es previo
a este horizonte. El tiempo llena el espacioso ámbito del ser, porque la
verdad del ser es el moverse del hombre en el tiempo que es el acontecer del
acontecimiento. El ser es sólo y siempre presencia temporal. En estas
condiciones, el ser al surgir exclusivamente del incesante fluir de la
temporalidad se torna absolutamente precario, perdiendo toda consistencia
óntica al resolverse en puro y mero acontecer, disolviéndose en la fluencia
del existir temporal. El existir como escenario del ser en el marco de la
temporalidad adquiere una primacía respecto a los demás entes, y ningún modo
de ser específico, como tal o cual realidad, puede permanecer oculto al
escenario del existir.
Pero sólo en el ser del ente que el hombre es, se manifiesta la auténtica
realidad de la existencia, pues el hombre tiene una manera especial de ser:
el ser de aquel ente que se pregunta por el ser, lo que le faculta y le
permite abrirse indefinidamente hacia la apertura del ser, hacia su íntimo
desocultamiento. La condición de tal existente que es el hombre es la de ser
en el mundo, o también la de estar en el mundo (In-der-Welt-Sein), estando,
como ya dijo Ortega unos años antes que Heidegger, inevitablemente arrojado
a vivir la propia y solitaria existencia.
El principal cometido de la fenomenología-existencial, será, por tanto, el
desvelar radicalmente la existencia, desenredar del ovillo de la realidad,
el ser de este existente que es el hombre y que siempre se nos revela como
un ser ahí: Dasein. La naturaleza propia del Dasein consiste en su
existencia, por eso, más que hablar del ser del hombre como un ente, hay que
concebirlo como un existente, como una realidad en devenir temporal, en cuyo
ser le va el ser. Tal es para Heidegger la precaria facticidad del ser del
hombre, que inmerso en la finitud de la historia porque su ser es tiempo, se
ve sometido a la imperiosa necesidad de darse a sí mismo una comprensión del
mundo, en cuanto el mundo es ontológicamente un carácter del existir mismo.
Por eso no hay para Heidegger un sujeto en un mundo objetivo como afirmaba
el realismo, ni tampoco un mundo en la conciencia de un sujeto como sostenía
el idealismo, sino un estar-en-el-mundo como único modo de ser, articulando
mediante la memoria ekstática, el pasado y el futuro a través del presente,
sumergido en la constante contingencia temporal.
Al comprenderse a sí mismo y comprender todas aquellas cosas de las que se
ocupa y encuentra a mano en su existir cotidiano, que para Heidegger es la
única forma de existencia auténtica, el ser del hombre como Dasein se
descubre como radical angustia (Angst) al revelársele su incondicional
flotar en vaciedad de la nada. La pregunta de Heidegger ¿por qué hay ser y
no más bien nada? no va dirigida a explicarse porqué hay algo, sino más bien
a intentar descifrar el enigma de la nada, en cuanto de la nada todo procede
y termina, todo se sostiene y en la cual todo algo se funda. Es así que la
nada ya no es negación del ente, sino posibilitación del ente en cuanto
elemento del Dasein, como posibilidad de aparecer, y en consecuencia de
desaparecer. El ser del ente consiste en este aparecer y desaparecer, en
esta presencia-ausencia, que sólo se manifiesta en la trascendencia de la
realidad humana, que como finitud trascendental ha logrado mantenerse fuera
de la nada.
El ser es así concebido como fisis en el sentido griego de continuo
surgir-declinar de la presencia del presente. El ser ya no es el acto propio
y constitutivo del ente, sino que es sólo "cto de presencia en la conciencia
histórica del Dasein, que se proyecta en el vacío de su nadeidad, destinado
a desaparecer como tal con la muerte sin sentido alguno. Heidegger ve al
hombre como aquel ente, o mejor existente, que está trágicamente abandonado
al ser, porque su esencia de su ser en el mundo, o ser para la muerte como
precareidad existencial y mero acontecer, decae en la nada. Su pensamiento
descansa en última instancia en un nihilismo óntico-fenomenológico,
acentuado con toda su fuerza y radicalidad.
Al introducir el ser en el ámbito de la inmanencia más absoluta, sumergido
en los imparables y sucesivos instantes de su finita temporalidad, se
encuentra con la nada como único y supremo fundamento. Heidegger de algún
modo ha entrevisto cuál era la pregunta fundamental que la filosofía debe
hacerse, pero su intento de respuesta, aherrojado por sus presupuestos
fenomenológicos e inmanentistas, no hace más que volver a sepultar la
pregunta por el ser de forma ya definitiva, al quedar aniquilado en el
horizonte de la temporalidad.