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Han pasado varios meses desde el último relato y como no fue muy positivo,
muchos de vosotros me habéis escrito dándome ánimo en mi lucha por esculpir
mi heterosexualidad y enterrar mi atracción por los chicos.
Lo cierto es que lejos de mi está el transmitiros cansancio o desesperanza
en mi proceso. Tan sólo quería compartir mis sentimientos en la lucha dentro
del entorno en el que muevo cada día, que como supondréis es muy muy
adverso.
Estos meses ante mi sorpresa he ido descubriendo en mí, un cierto deseo que
tenía en mi interior más oculto y que se ha ido expresando día a día de modo
espontáneo y fugaz: El deseo de tener una pareja.
Diréis: ¡claro como todos! ¿Qué hay de extraño? Pues lo pintoresco es que yo
nunca he tenido ganas ni deseos o necesidad de tener pareja. Quizás debido
inconscientemente a que me atraían los chicos; a que en el mundo gay tener
pareja es como tener un compañero de piso, de pago de facturas, de vida
social, de viajes, de sexo fácil… pero nada de proyecto en común de amor,
por eso lo había descartado.
Y me pasaba ídem con las chicas, al no poder darles lo que ellas buscaban en
mí: un hombre. Es por esto, por lo que yo me "sabía" nacido para la
soltería.
Al ir trabajando con Elena Lorenzo en el descubrimiento de mi
heterosexualidad, sin pretenderlo ni forzarlo me he sorprendido a mi mismo
fijándome en chicas. Es una mezcla entre ganas, envidia y cierto deseo
sexual cuando veo esos chicos y chicas que van de la mano, que se besan en
el Retiro, en la calle o durante una cena.
En otra ocasión, durante una dinámica de afectividad que realicé en un
seminario al que asistí sobre el Niño Interior. Por cierto, esta técnica del
Niño Interior es estupenda, ayuda entre otras cosas a descubrir heridas
emocionales que tiene nuestro yo más interior y que de manera muy sencilla
se pueden trabajar, gestionar y solucionar.
Pues bien, como os decía en una dinámica de ese seminario teníamos que
escoger a una persona, yo escogí a una chica muy guapa que tenía enfrente.
La dinámica lo requería… teníamos que abrazarnos durante cinco minutos cada
uno. Lo que inicialmente era trabajar sobre la necesidad de afecto que
tenemos cada uno, para mí se convirtió en un despertar, en un grito, en un
sentirme como una esponja seca tocando un lago deseando empaparme del agua.
Sentí grandes deseos de protegerla, de ofrecerle mi yo, mi masculinidad.
Nunca antes había tenido esta experiencia con un chico.
Es cierto, que ya han pasado unas semanas de esta experiencia pero todavía
la tengo muy fresca en mi memoria afectiva, existencial y porque no decirlo,
sexual (ya que también me despertaron ciertos deseos lógicos en esa
situación).
Descubrí que había otro Alejandro dentro de mí que gritaba que le dejase
salir, que quería ser él mismo.
Dándole vueltas a esta idea de querer ser yo mismo, he llegado a la
conclusión de que a veces uno se cree homosexual y se afirma en esta idea
pudiendo llegar a comportarte como tal y todo por culpa de los comentarios
de los compañeros del colegio, de los "pseudo tutores"… o de otros. El caso
es que vas aceptando ser lo que dicen otros que eres, sin pararte a pensar
si es verdad y sin atreverte a negar esos comentarios.
Creo que esto va en buena dirección, me refiero a la terapia aunque, no
quiero omitir que supone un gran esfuerzo y constancia. A veces mi pasado
pide y exige que se le tenga en cuenta, pero con la ayuda de mi propio
conocimiento, de la huida de las ocasiones de peligro y obviamente de Dios,
salgo airoso de dichas exigencias de mi yo anterior.
También quiero compartir con vosotros el sentimiento de que cada vez tengo
menos ganas de estar con chicos. E incluso teniendo mucho cariño a mis
amigos gays, cada vez me veo más lejos de ellos, como que estamos en orbitas
totalmente distintas. Les veo que siguen igual que hace diez años o cinco y
en cambio yo me veo muy distinto, como un cuadro que le han ido limpiando y
quitando aquello que impedía mostrar aquello que es.
De todas formas todavía sé que tengo que seguir restaurándome. Me gusta esta
palabra: restaurar porque significa que no me estoy reinventando o
reprimiendo sino dejando salir de mi lo que realmente soy.