El secreto de una adolescencia feliz
María Lourdes Quin, Infocatolica.com mayo 2103
Una madre de siete hijos compartió que responde a los que la dicen que tiene demasiados hijos: “Me encantan los bebés. ¿A usted no le gustan los bebés?” ¿Y quién le va a decir que no? Otra madre, al oírlo, dijo: “Sí, pero los bebés se convierten en adolescentes, y¿a quién le gustan los adolescentes?”
En las películas y en las noticias se suele perpetuar el estereotipo del adolescente rebelde, insolente, y hasta violento que hace notar a todos a su alrededor la turbulencia de este período de crecimiento. Reconozco que me he temido de vez en cuando que la adolescencia de mis hijos sea una gran lucha. Después de todo, no fui una adolescente ideal para mis padres. Pero, ¿es que son tan terribles los adolescentes?
No, si son como Sto. Domingo Savio (1842-1857), patrón de los estudiantes que llegó al Cielo antes de cumplir quince años y cuya fiesta se celebra hoy. Él se tomó muy en serio lo que el Señor nos dice en el Evangelio del V domingo de Pascua [05.05.13]: “El que me ama, guardará mis palabras” (Jn. 14, 23). Al recibir su Primera Comunión, tomó la resolución de “morir antes que pecar”. Hasta tal punto lo hizo, que su confesor, S. Juan Bosco (patrón de la juventud), dice sobre él en su biografía [descargable como “Biografías juveniles” en este enlace de escritos de S. Juan Bosco]: “su comportamiento era irreprensible” (Cap. XIV) y añade que era de destacar en el joven santo: “aquella alegría y aquel gozo celestial que se transparentaban en todas sus acciones” (Cap. XIV).
¿De dónde provenía ese alegre espíritu que le impulsaba a no tomar ofensa cuando respondían mal sus compañeros a las correcciones que les hacía por amor de Dios? ¿Cuál era el secreto de la calma y dominio propio que muestra en su adolescencia? Esto es lo que revela a su confesor:
“-Si tengo en mi corazón alguna pena-comentaba-, voy a mi confesor, y él me aconseja según la voluntad de Dios, puesto que Jesucristo mismo dijo que la voz del confesor es para nosotros la voz de Dios. Y si deseo algo especial, voy y recibo la comunión, en que se nos da el cuerpo que fue entregado por nosotros; es decir, aquel cuerpo mismo, aquella sangre, aquella alma, aquella divinidad que Jesucristo ofreció por nosotros en la cruz al Eterno Padre. ¿Qué me falta, pues, para ser feliz? Nada de este mundo. Sólo me resta gozar sin velos en el cielo de aquel mismo Dios que ahora, con los ojos de la fe, contemplo y adoro en el sacramento.” (S. Juan Bosco, “Biografía de Sto. Domingo Savio")
Afirma S. Juan Bosco teniendo en cuenta a su amado discípulo:
Está probado por la experiencia que el mejor apoyo de la juventud lo constituyen los sacramentos de la confesión y la comunión. Dadme un chico que se acerque con frecuencia a estos sacramentos y lo veréis crecer en su juventud, llegar a la edad madura y alcanzar, si Dios quiere, la más avanzada ancianidad con una conducta que servirá de ejemplo a cuantos le conozcan.
“Persuádanse los jóvenes de esto para ponerlo en práctica; compréndanlo cuantos trabajan en la educación de la juventud, para que lo puedan aconsejar.”
También sería buena práctica tanto para los adolescentes como para sus padres acudir a la Ssma. Virgen María como hacía Sto. Domingo Savio, que fundó la Compañía de la Inmaculada en su colegio para honrar a tan buena Madre. Ella comprende muy bien el dolor que podrían experimentar los padres al ver a sus hijos adolescentes emprender su propia vida por el mundo con mayor independencia. Acordémonos de los tres días que se pasó buscando a su Hijo de doce años, mientras Él cumplía la Voluntad de Su Padre en el templo. El Bto. Cardenal Newman comenta que ella tuvo muy en cuenta que su Hijo tenía Su propia misión en el mundo:
“Rescatar a esclavos del poder del Enemigo implica un conflicto. Nuestro Señor, porque Él era un Salvador, era un guerrero. Él no podía salvar a los cautivos sin una lucha, ni sin sufrimiento personal. Ahora bien, ¿quiénes son los que especialmente odian las guerras? Un poeta pagano contesta. “Las guerras”, dice él, “son odiadas por las Madres.” Las madres son justamente aquellas que especialmente sufren en una guerra. Podrían gloriarse en el honor ganado por sus hijos; pero de todas formas tal gloriarse no borra ni una partícula del largo dolor, la ansiedad, el suspense, la desolación y la anguestia que siente la madre de un soldado. Así fue con María. Durante treinta años fue bendecida por la presencia continua de su Hijo – no, Le tuvo en sumisión. Pero vino el momento en que la guerra por la cual había venido a la tierra Le llamó. Ciertamente vino Él, no solo para ser el Hijo de María, sino para ser el Salvador del Hombre y por lo tanto por fin Él partió de ella. Ella supo entonces lo que era ser la madre de un soldado.” [“Meditaciones sobre la Letanía de Loreto para el mes de mayo” (enlace en inglés, traducción mía)]
“Mater Salvatoris”, Madre del Salvador, ruega por nosotros para que podamos apoyar lo mejor posible la misión que Dios encomienda a cada adolescente en nuestras vidas.
[Fotos del post de Wikimedia Commons: la tempestad, Sto. Domingo Savio, Despedida del Señor a su Madre ]