El Problema Pastoral de la Masturbación
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Escrito por John Harvey OSFS
Courage International
Traducido por P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.
Consideraciones psicológicas en torno del hábito de la masturbación
Factores
que contribuyen al hábito de la masturbación
Moralidad de la
actividad masturbatoria
Los
argumentos a favor de la posición de la Iglesia
Consideraciones sobre la responsabilidad moral del masturbador
La
masturbación como una forma de adicción sexual
Distinción entre
conducta pasada y presente
Autobiografía en cinco pequeños capítulos por Portia Nelson
Aproximaciones
pastorales a la masturbación
Adolescentes
Jóvenes solteros
Solteros adultos
Algunas directivas espirituales
La masturbación entre los
casados
La masturbación en los
seminaristas
La
masturbación en sacerdotes y hermanos religiosos
La masturbación entre las
religiosas
Homosexualidad y masturbación
Culpa y
vergüenza en todas las formas de masturbación
Diferencia entre culpa y
vergüenza
Algunas ulteriores sugerencias para vencer la práctica de la masturbación
Dirección pastoral de
adolescentes
Avisos espirituales para adultos acosados por el problema de la masturbación
Conclusión
Notas
Pregunta:
¿Qué consideraciones hay que tener en cuenta desde el punto de vista
pastoral ante el hábito de la masturbación?
Respuesta:
Teniendo en cuenta que se han compuesto muchos libros sobre el problema de
la masturbación, alguien puede preguntarse por qué otro teólogo más siente
la necesidad de escribir sobre este tema. ¿Acaso no es presuntuoso creer que
uno tiene algo nuevo que decir acerca de un problema tan antiguo que desde
hace siglos afecta a hombres y mujeres?
Respondo que hay algo que aportar al tema; por ejemplo, la respuesta que uno
puede dar a las nuevas concepciones sobre esta materia, y la contribución de
la experiencia personal que he adquirido aconsejando a personas que luchan
contra el hábito de la masturbación. He alcanzado actuales percepciones
sobre la psicología de la masturbación, a partir del estudio de la adicción
sexual, de la que la masturbación es el principal ejemplo.
También he quedado impresionado al apoyar espiritualmente a grupos que
consideran el hábito de la masturbación algo serio, como es el caso de
“Sexólicos Anónimos” (Sexaholics Anonymous: S.A.[1]) y “Adictos Anónimos al
Sexo y al Amor” (Sex and Love Addicts Anonymous: S.L.A.A.[2]), “Homosexuales
Anónimos” (Homosexuals Anonymous: H.A.[3]) y “Courage” (Valentia[4]). Este
es, sin duda, un feliz cambio respecto de la teología de Ann Landers quien
consideraba la masturbación como una posible forma de terapia.
Otra razón por la cual intento escribir sobre esta materia es el hecho de
que muchas personas que luchan con su debilidad no reciben ayuda espiritual
adecuada o una apropiada guía moral. En algunos casos son mal guiados por
personas que les han dicho que la masturbación ayuda a realizar el acto
conyugal o que es parte en el proceso de recuperación de dificultades
sexuales. Hoy día se sabe bien que el hábito de la masturbación puede
verificarse en todas las etapas de la vida, desde la infancia hasta la
vejez. Puede encontrárselo en niños, adolescentes, jóvenes, casados,
ancianos, religiosos, seminaristas y sacerdotes.
Por favor, nótese que me refiero a “la tendencia” (más precisamente “la
tendencia desordenada”). Muchas personas han conseguido, de diversas formas,
controlar la tendencia a través de un plan de vida espiritual. Pero hay
otros que luchan en la oscuridad; es para este último grupo para el que
escribo.
Comenzaré con una definición de la masturbación y luego presentaré algunas
consideraciones psicológicas. A continuación pasaré revista a la enseñanza
del Magisterio y finalizaré con algunas sugerencias pastorales que incluyen
elementos para un programa pastoral con el que se puede ayudar a quienes
tratan de vencer un problema crónico.
Consideraciones psicológicas en torno del hábito de la masturbación
La masturbación es llamada a veces “autoabuso” u “onanismo” y en manuales
profanos “autoplacer”. Cuando la estimulación psíquica tiene lugar durante
el sueño se habla de “polución nocturna”. El Padre Benedict Groeschel usa el
término masturbación para referirse a las acciones que ocurren estando
dormidos o semidormidos, o los actos de los niños y la conducta sexual de la
primera adolescencia; en cambio, reserva el término autoerotismo para la
actividad de los adolescentes más grandes y de los adultos “quienes, por
diversas razones, se buscan a sí mismos y encuentran un sustituto de la vida
real en esta conducta simbólica e intensamente frustrante”[5]. En el clásico
artículo sobre la teología de la masturbación, el Padre J. Farraher, SJ, la
describe como “la estimulación de los órganos sexuales externos hasta el
punto de clímax u orgasmo realizado por uno mismo, mediante movimientos de
la mano u otros contactos físicos, o bien por medio de fotografías
provocativas o imaginaciones (masturbación psíquica), o bien por la
combinación de estímulos físicos y psíquicos”[6]. En sentido amplio también
incluye la masturbación mutua en la que varias personas se estimulan
mutuamente los órganos genitales.
Pero tal vez la descripción más penetrante del hábito de la masturbación la
encontramos en una carta de C.S. Lewis, citada por Leanne Payne en The
Broken Image: “Para mí el verdadero mal de la masturbación consiste en que
toma un apetito —que legítimamente usado hace salir al individuo de sí mismo
para completar (y corregir) su propia personalidad en la de otra persona (y
en último término en los hijos y nietos)— dirigiéndolo en sentido contrario,
hacia la prisión interior de sí mismo, para crear un harén de novias
imaginarias. Y este harén, una vez aceptado, se resiste a ser abandonado
para salir y unirse verdaderamente con una mujer real. Porque tal harén se
encuentra siempre a mano, siempre dócil, no exige sacrificios ni renuncias y
puede ser adornado con atracciones eróticas y psicológicas con las que
ninguna mujer real puede competir”[7]. Esta cita puede aplicarse tanto a
hombres como mujeres, y expresa la idea de la masturbación como una huida
personal de la realidad hacia la prisión de la lujuria.
Factores que contribuyen al hábito de la masturbación
La masturbación es un fenómeno complejo. La Congregación para la Educación
Católica, en 1974, señaló que una de las causas de la masturbación es el
desequilibrio sexual, y que en la educación “habría que dirigir más bien los
esfuerzos hacia las causas en vez de centrarse en atacar el problema de
forma directa”[8]. De hecho, hay muchos factores implicados en el término
“desequilibrio sexual”, como veremos.
Esta es una sabia actitud. No comprenderemos por qué una persona está
oprimida con este hábito a menos que conozcamos algo de su trasfondo
histórico. Al escuchar a las personas nos damos cuenta que una de las
principales causas que lleva a alguien al aislamiento, a la fantasía y a la
masturbación, es la soledad. Y generalmente, la soledad va unida a
sentimientos de profundo odio y rencor contra sí mismo. Cuando el mundo real
es cruel y prohibitivo la persona se vuelca a la fantasía, y cuando emplea
mucho tiempo en un mundo de fantasía termina esclavizado con objetos
sexuales (porque éste es el modo en que ve a las demás personas: como
objetos).
A partir de esto esa persona huirá hacia el irreal pero deleitable mundo de
su imaginación. Tal es el comienzo de la adicción sexual, tan bien descrita
por Patrick Carnes[9].
El hábito de la masturbación con frecuencia se hace compulsivo, es decir, la
persona se vuelve incapaz de controlar la actividad masturbatoria aunque lo
intente con grandes esfuerzos. Generalmente tal persona no tiene plena
conciencia de su situación y necesita tanto terapia como dirección
espiritual.
A veces, sin embargo, el hábito de la masturbación es temporal y
circunstancial. Así, por ejemplo, ocurre que la tendencia a masturbarse
desaparece ni bien una persona cambia de entorno. Tal es el caso de una
religiosa de veinticinco años que, en un momento dado, se encontró rodeada
de religiosas más viejas con quienes no tenía verdadera comunicación, y más
adelante pasó a trabajar con religiosas de su misma edad. Inmediatamente se
dio cuenta de que en el primer grupo estuvo aislada y solitaria, mientras
que en el segundo había conseguido establecer amistades reales. Se podrían
dar muchos ejemplos en los que la actividad masturbatoria es síntoma de
fuerzas subyacentes en la vida de la persona.
Estos síntomas, tan variados en términos de edad, circunstancias externas de
vida y disposiciones interiores, serán descritos y evaluados en la sección
pastoral de este ensayo. Basta decir, por ahora, que, el primer paso que el
sacerdote o consejero debería dar es escuchar cuidadosamente la historia de
la persona que solicita su consejo. Obviamente esto debería hacerse siempre
que no haya largas colas de penitentes fuera del confesionario, y
preferiblemente en un despacho parroquial, y sólo cuando el consejero
perciba que la persona que solicita su consejo lo hace voluntariamente,
necesitado de guía espiritual. Volveré sobre los factores psicológicos
cuando discutamos los casos particulares, después de considerar la moralidad
del acto y del hábito masturbatorio.
Moralidad de la
actividad masturbatoria
La Declaración sobre ciertas cuestiones concernientes a la moral sexual
(Persona humana), afirma que “con frecuencia se pone hoy en duda, o se niega
expresamente, la doctrina tradicional según la cual la masturbación
constituye un grave desorden moral”[10]. Así, por ejemplo, un popular manual
escolar señala que la evidencia empírica ha cambiado las actitudes de muchos
respecto de la masturbación, colocando a los moralistas en la complicada
posición de sostener que “virtualmente todo varón es culpable de pecado
mortal”[11]. Los autores obviamente han ignorado la distinción entre
gravedad objetiva y culpa subjetiva. En su extensa revisión de opiniones
sobre la gravedad de la masturbación los autores de Human sexuality hablan
de un creciente consenso que ve la malicia moral de la masturbación como
“una inversión sustancial de gran importancia”[12].
Añaden correctamente que a lo largo de la tradición cristiana, se ha
considerado que cada acto de masturbación es grave e intrínsecamente malo,
y, además, pecado mortal cuando es realizado con plena advertencia y
consentimiento. Dos recientes estudios ofrecen al lector el trasfondo de la
tradición cristiana sobre la moralidad de la masturbación. El primero es un
estudio histórico de Giovanni Cappelli sobre el problema de la masturbación
durante el primer milenio.
Entre sus conclusiones cabe destacar: 1) En ningún lugar del Antiguo o del
Nuevo Testamento hay alguna explícita confrontación con el tema de la
masturbación; 2) Cappelli no encuentra en los escritos de los Padres
Apostólicos ninguna mención de la masturbación; 3) Las primeras referencias
explícitas a la masturbación se encuentran en los libros penitenciales
anglosajones y celtas del siglo VI, en donde el tema es tratado de modo
práctico y jurídico; 4) Sin embargo, sería erróneo interpretar el silencio
de los Padres sobre la masturbación como una aprobación tácita de esta
última o como una supuesta indiferencia. Los principios que ellos elaboraron
sobre la ética sexual y sus actitudes generales podrían haberlos llevado
fácilmente a condenar la masturbación. Ignoramos por qué no se hizo así;
probablemente se debió al hecho de que los primeros escritores cristianos
estaban principalmente preocupados con los pecados sexuales que, por
naturaleza, eran interpersonales[13].
El segundo estudio se refiere a las normas relativas y absolutas de la moral
sexual en San Pablo. Analizando la interpretación de Silverio Zedda sobre
cuerpo-persona en San Pablo, William E. May dice que Zedda no encuentra una
explícita referencia al vicio del autoerotismo. “Pero la condenación de
dicho pecado puede, aquí, deducirse indirectamente de la enseñanza de San
Pablo, tomando como punto de partida aquellos textos en que éste condena la
pasión malvada en general, en los cuales los teólogos encuentran condenado
también el vicio solitario... De modo análogo puede considerarse que el
autoerotismo es uno de los elementos de la condición de aquellos solteros a
quienes San Pablo aconseja el matrimonio: ‘si no puedes contenerte, cásate;
porque es mejor casarse que abrazarse’ (1Co 7,9)”[14]. Zedda también
entiende como condenaciones implícitas de la masturbación Gal 5,23; 2Co 7,1
y 1Te 4,4.
Sin embargo los autores de Human sexuality dicen que la extensión que ha
tomado la práctica masturbatoria, particularmente entre los varones,
dificulta a los moralistas continuar sosteniendo la posición tradicional.
Esto parece estar en agudo conflicto con el sentido común. Estos moralistas
infravaloran la cuestión de la gravedad objetiva del acto, amparándose en la
opinión de que, en el plano pastoral, la falta de plena advertencia y la
ausencia de completa libertad, frecuentemente impide que tales actos sean
mortalmente pecaminosos. El P. Farraher, sin embargo, argumenta, de modo
convincente, a partir de la constante enseñanza de la Iglesia, que la
masturbación es una seria violación del orden moral cuando la persona es
plenamente consciente de la malicia del acto y, a pesar de todo, lo realiza.
Al no cumplir los fines unitivo y procreativo a los que se ordena el acto
conyugal, constituye un acto pecaminoso y seriamente desordenado[15].
Farraher señala, también, que la estimulación sexual por parte de una pareja
casada es moralmente lícita en la medida que conduzca al acto matrimonial a
la unión sexual natural o completa[16]. Farraher es muy preciso acerca de lo
que constituye malicia grave en la masturbación al escribir: “para que una
persona sea formalmente culpable de un pecado mortal de masturbación, su
acto debe ser el fruto de una elección plenamente deliberada de algo que
advierte de modo perfecto como seriamente pecaminoso”[17]. Si tal acto se
realiza sólo de modo parcial o con imperfecto consentimiento de la voluntad,
será pecado venial; y “si no hubiera elección libre de la voluntad tampoco
habría ninguna culpabilidad pecaminosa, incluso en el caso en que la persona
fuera consciente de lo que está haciendo”[18]. Farraher continúa señalando
que no hay pecado aún cuando una persona prevea que la estimulación sexual y
el orgasmo se van a seguir de alguna acción que ella está realizando
libremente, mientras no intente tal estimulación sino sólo la permita,
teniendo razones suficientemente serias para obrar así (lo que viene a ser
una aplicación del principio de doble efecto)[19].
Farraher corrige el malentendido de muchos católicos que piensan que al
experimentar una estimulación sexual, incluso contra su voluntad, cometen
pecado mortal[20]. Entre la generación actual, sin embargo, no creo que sean
muchos los que sufran de tal sentido de culpabilidad; por el contrario, es
probable que a muchos le sorprenda oír que la masturbación es pecaminosa.
Por eso, es necesario instruir a los fieles con las cuidadosas distinciones
de Farraher para evitar, por un lado, la ansiedad de conciencia, y, por
otro, no se caiga en un laxismo irracional.
Al igual que en el tema del control de natalidad, también en la cuestión de
la masturbación se observa un distanciamiento de la enseñanza oficial de la
Iglesia, desde el momento en que el P. Charles Curran argumentó, en 1966,
que cada acto de masturbación no debe ser considerado en sí mismo como un
desorden “siempre y necesariamente grave”[21]. Los autores de Human
sexuality comentan la posición de Curran como un significativo adelanto
teológico. No se dice que la masturbación no sea pecado, o que no envuelva
un serio pecado; sino que “no necesariamente cada uno de los actos de
masturbación constituye la materia grave que se requiere para un pecado
mortal”[22]. Sin embargo, la posición de Curran y de los autores de Human
sexuality es directamente impugnada en la enseñanza de la Declaración
vaticana sobre Ética Sexual (Persona humana) a la que ya me he referido. La
Congregación para la Doctrina de la Fe, reafirma, así, la enseñanza
constante de la Iglesia sobre la grave inmoralidad objetiva de la
masturbación, refiriéndose a esta última como “un acto intrínseca y
seriamente desordenado”[23].
Los
argumentos a favor de la posición de la Iglesia y la respuesta
de los moralistas católicos a las principales objeciones contra esta
enseñanza están resumidas en Catholic Sexual Ethics[24]. Querría seleccionar
algunos puntos de sus argumentos.
1) Aún admitiendo que ciertos textos citados como condenatorios de la
masturbación pueden tener otra interpretación (Gn 38,8-10; 1Co 6,9; Ro
1,24), la Sagrada Escritura condena el uso irresponsable del sexo, lo que
ciertamente se aplicaría a la masturbación. La Declaración Persona humana
dice que incluso si la Escritura no condena este pecado por su nombre “la
tradición de la Iglesia ha entendido rectamente que está condenado en el
Nuevo Testamento cuando éste habla de ‘impureza’, ‘falta de castidad’ y
otros vicios contrarios a la castidad y a la continencia”[25].
2) Los autores de Catholic Sexual Ethics responden bien a la objeción que
dice que la condenación de la masturbación es una forma de maniqueísmo y
estoicismo. Por el contrario, son quienes aceptan la masturbación los que no
pueden mirar de modo consistente sus cuerpos y su actividad sexual como
partes integrales de sí mismos, ya que los actos masturbatorios no realizan
los bienes humanos básicos de la mutua donación y procreación. La
masturbación usa el cuerpo como instrumento de placer y es, en realidad, una
forma de dualismo, ya que, en este contexto, convierte al cuerpo en un
objeto para el placer del alma[26].
Además la enseñanza [de la Iglesia] no se basa en la premisa estoica de que
el único fin de la unión sexual es la procreación. La enseñanza de la
Gaudium et spes, nn. 47-52, así como la Humanae vitae[27], sostiene
claramente que la unión sexual en el matrimonio tiene otros fines, incluía
la expresión del amor mutuo. Por el contrario, la masturbación no ayuda a
ninguno de los grandes bienes del matrimonio, permaneciendo un acto
solitario.
Catholic Sexual Ethics también responde a la objeción de que la
masturbación, en algunas circunstancias, no constituye un grave desorden
moral. Una de esas circunstancias sería la masturbación en la adolescencia.
La respuesta es que la Iglesia siempre ha reconocido que las circunstancias
alteran algunos casos y que hay grados de responsabilidad en las diferentes
clases de masturbación. Pero la Iglesia también sostiene que el acto de
masturbación permanece objetivamente una falta seria. La enseñanza de la
Iglesia distingue, correctamente, entre la gravedad objetiva del acto
masturbatorio y la responsabilidad subjetiva del que lo realiza. Esta
importante distinción, que elabora Farraher, nos permite sostener la
posición tradicional al mismo tiempo que nos autoriza a comprender una
variedad de factores mitigantes que disminuyen la culpa personal del
masturbador, supuesto que él quiera poner de su parte todo lo necesario para
vencer su mal hábito o, en ciertos casos, su compulsión.
En mis cuarenta y siete años de experiencia pastoral todavía no he
encontrado un penitente que no desee librarse del hábito de la masturbación
o que continúe masturbándose deliberadamente. Es más probable que, quienes
continúan con este hábito de forma deliberada, no se acerquen a la
confesión, o bien no confiesen este pecado porque les han lavado el cerebro
haciéndoles creer que la masturbación no es pecado o, al menos, que sólo es
un pecado venial que no hay obligación de confesar.
Los autores de Catholic Sexual Ethics también responden al argumento de
Charles Curran de que un acto aislado de masturbación no puede ser
gravemente pecaminoso, sino que solo sería pecado grave la práctica
constante de tal actividad. La falacia en este argumento consiste en que
pierde vista que el foco primario de la responsabilidad es el acto
libremente elegido y no la conducta, la cual brota de una serie de actos
libremente realizados. Nuestra personalidad moral, o carácter, se forma
mediante estos actos, y si una persona debe convertirse, la conversión
comienza con un acto libremente elegido. Así enseña San Agustín en sus
Confesiones[28].
En la práctica, los autores que sostienen que la masturbación no es materia
grave, han quedado impresionados por estudios estadísticos que muestran que
la mayoría de los adolescentes y un gran porcentaje de las adolescentes se
masturban. Pero tales estudios no describen la frecuencia de la masturbación
ni el estado de conciencia del masturbador. Tampoco toman en consideración
el fenómeno verdaderamente actual de los grupos de apoyo espiritual para
vencer adicciones sexuales, como Sexólicos Anónimos[29] y Adictos Anónimos
al Sexo y al Amor[30]. Ambos grupos tratan la masturbación compulsiva como
una adicción sexual que hay que vencer a través de la práctica de los Doce
Pasos[31] adaptada a los problemas sexuales.
También se puede argumentar, contra la tesis de Curran, desde un punto de
vista pastoral. En la práctica no tratamos con personas implicadas en un
acto masturbatorio aislado. Cualquiera que sea la edad de la persona nos
enfrentamos con actos reiterados, o con un hábito, o con una compulsión. La
tesis de Curran tampoco toma en cuenta que un acto deliberado de impureza
tiende a repetirse conduciendo a la formación de un mal hábito, el cual, en
algunos casos, se convertirá en una compulsión sexual, es decir, en un
patrón de comportamiento sexual sobre el que la persona, a pesar de sus
esfuerzos, no tiene verdadero control. La cuestión moral es si uno puede ser
considerado responsable de dar conscientemente el primer paso que termina en
la formación de un mal hábito. ¿Acaso no estamos seriamente obligados a
evitar el comienzo de tal hábito? Además, si un acto aislado y deliberado de
masturbación no fuese una violación grave del orden moral, ¿qué impedirá que
una persona caiga en el hábito? Es probable que ésta no trate de evitar el
acto y termine así cayendo fácilmente en un hábito que, en determinadas
circunstancias, puede convertirse en compulsivo. Estas son cuestiones
pastorales que Curran no examina.
Consideraciones sobre la responsabilidad moral del masturbador
En el plano pastoral hay que distinguir entre el masturbador habitual y el
compulsivo. Por definición el habitual todavía tiene control sobre su
conducta, dominándose por largos períodos de tiempo y recayendo por cortos
períodos. Puede ser que use la masturbación como sustitutivo de la relación
sexual ya sea porque no tiene ninguna mujer a su disposición (como los
prisioneros), o porque es divorciado, o porque nunca se ha casado, o bien
porque tiene miedo de contraer Sida. Sin embargo, es capaz de detener el
hábito cuando esté motivado para hacerlo, por lo general por motivos
religiosos. Muchas de las razones mencionadas también se aplican a la mujer
que cae en este hábito de masturbación. La soledad y la depresión son
factores poderosos tanto en hombres como en mujeres. En algunos casos, sin
embargo, la persona cruza la línea del hábito para entrar en el campo de la
compulsión, es decir, terminan masturbándose muy frecuentemente a pesar de
recurrir a remedios ordinarios para evitarlo. Probablemente en este caso
estamos ya tratando con un problema de adicción sexual.
La
masturbación como una forma de adicción sexual
Los consejeros pastorales y los confesores se encuentran con frecuencia con
personas que se masturban diariamente a pesar de querer librarse de esta
compulsión. Tales individuos viven con culpa y vergüenza. No se satisfacen
cuando el consejero intenta consolarlos diciéndoles que no son culpables de
pecado grave ya que carecen de control sobre la masturbación. Quieren saber
qué pueden hacer para recuperar el control de sus impulsos sexuales. La
primera cosa que el consejero puede hacer es estudiar las adicciones
sexuales y aprender qué puede hacerse para ayudar a un masturbador
compulsivo.
La adicción sexual puede definirse como una pseudo relación con una
experiencia sexual mentalmente perturbadora con efectos destructivos sobre
uno mismo y en algunos casos también sobre otras personas[32]. Como Patrick
Carnes explica: “el adicto sustituye una relación saludable con otras
personas por una relación enfermiza con un evento o proceso. La relación del
adicto con una ‘experiencia’ trastornante se convierte en central para su
vida”[33].
Carnes subraya que la gente tiende a confundir adicción sexual con actividad
sexual frecuente o placentera. La diferencia está en que la persona normal
puede aprender a moderar su conducta sexual, mientras que el adicto no puede
hacerlo. Ha perdido la capacidad de decir “no” en razón de que su conducta
forma parte de un ciclo de pensamientos, sentimientos y actividad que no
puede controlar. En lugar de gozar del sexo como una fuente de
autoafirmación y del placer en el matrimonio, el adicto sexual lo usa como
un alivio del dolor o del stress, análogamente al alcohólico que depende del
alcohol. A diferencia del amor, la enfermedad obsesiva transforma el sexo en
una necesidad primaria ante la cual todo lo demás puede ser sacrificado,
incluyendo la familia, los amigos, la salud, la seguridad y el trabajo[34].
Sin desarrollar todas las fases de una adicción, lo cual Carnes y Anne
Wilson Shaef hacen en sus libros, nos basta decir que el masturbador
compulsivo tiene esperanza; y esto por varias razones. Ante todo, puede
llegar a entender que él no es una mala persona sino alguien que sufre una
enfermedad, la cual puede ser tratada y vencida. En la medida en que se
aborrece a sí mismo y se considera inútil (vergüenza) cree que no tiene
esperanza (desesperación). En segundo lugar, con la ayuda de un director
espiritual y de un médico, puede tomar conciencia de que es posible vencer
su adicción. También necesitará practicar los Doce Pasos participando en
grupos de apoyo. A este respecto encontrará una ayuda invalorable en las
sesiones grupales de Sexólicos Anónimos y Adictos Anónimos al Sexo y al
Amor.
Al afirmar que hay esperanza para el masturbador compulsivo, no me baso
únicamente en lo que dicen los libros, sino en mi experiencia de haber
enviado a personas a Sexólicos Anónimos o a Adictos Anónimos al Sexo y al
Amor, y también en el trabajo que he realizado con miembros de Courage en
New York City (Courage es un grupo de apoyo espiritual para personas
católicas con tendencia homosexual que desean vivir una vida casta). El
crecimiento en la práctica de la castidad no se alcanza de la noche a la
mañana. Es un proceso gradual, a veces con caídas penosas. Exige una
entrevista periódica con un director espiritual, un sincero reconocimiento
de la impotencia personal, asistencia perseverante a las reuniones, plena
honestidad al hablar de sí mismo y la práctica diaria de la meditación u
oración afectiva. Esto me lleva a establecer una importante distinción que
el director espiritual tiene que hacer cuando aconseja a un masturbador
compulsivo, puesto que deberá ayudarlo a empezar a amarse a sí mismo de modo
adecuado.
Distinción
entre conducta pasada y presente
El adicto debe distinguir entre la responsabilidad de su conducta pasada y
la responsabilidad por sus acciones presentes y futuras. Es, sin embargo,
prácticamente imposible evaluar detalladamente la conducta pasada del
adicto. No tenemos medios para clasificar las especies y grados de la
conducta sexual compulsiva, ni de cualquier tipo de conducta compulsiva.
Cada masturbador compulsivo proviene de un conjunto diferente de
circunstancias de vida, con diverso patrón de rasgos personales. Como Rudolf
Allers escribió hace años, y otros sostendrían igualmente: “Nada podemos
saber acerca de la naturaleza de los presuntos impulsos irresistibles a
menos que sepamos todo cuanto sea posible sobre la personalidad total”[35].
Como en otras formas de adicción, la masturbación compulsiva comienza en la
fantasía, la cual llena la mente en tal medida que no deja lugar para que
otros pensamientos y motivos, que pueden contrarrestar su fuerza, tengan la
oportunidad real de distraer a la persona de las imágenes voluptuosas que
empujan a la masturbación. La conciencia se cierra sobre una sola idea, una
sola imagen. Esto es compulsión en sentido pleno.
Hay otra forma de compulsión en la que una persona termina sumergida en el
objeto de su deseo, sintiendo que, para encontrar algún alivio físico, debe
aceptar el impulso, o de lo contrario, sufrirá mucho. En este caso la
persona es consciente de que puede resistir, y de que hay otra opción. Hay
una libertad mínima, pero apenas alcanza para constituir culpa grave. Se ve
más claro en el caso de los que luchan contra este impulso al tratar de
dormirse por la noche, o cuando la tentación los sorprende en medio de la
noche o en el momento de despertarse. Farraher comenta extensamente las
situaciones en las que la persona, que ha resistido la tentación de
masturbarse estando despierto, a veces resulta abrumado por fantasías
sexuales al tratar de dormirse o al despertarse por la mañana. En la medida
en que alguien realmente se esfuerce en desviar su atención, no comete
pecado si llega a producirse el orgasmo. Cuando duda si hizo suficientes
esfuerzos para tratar de librarse de esas fantasías, puede interpretar la
duda a favor de su inocencia. De acuerdo a las normas tradicionales de la
teología moral puede presumir que en el momento de las tentaciones nocturnas
su intención es la misma que tiene habitualmente cuando está despierto. A
quien tiene sentimiento de culpa, los confesores y directores espirituales
debería asegurarles que no hubo pecado, en la medida en que pueda presumirse
que la masturbación fue involuntaria. “Decirle que, si se esfuerza y usa los
medios sobrenaturales, puede evitar incluso esas experiencias involuntarias,
puede causar severa ansiedad e incluso desesperación, puesto que no es
posible evitar lo que es realmente involuntario”[36].
Como confesor, a veces, uno trata con personas que son verdaderamente fieles
a Dios, a su familia y a la Iglesia, y que al mismo tiempo permanecen
abiertos a situaciones eróticas en las que tienen grandes dificultades para
permanecer castos. De modo semejante encontramos sacerdotes, hermanos y
religiosas obsesionados por fantasías sexuales, que se sienten compelidos a
entregarse a ellas. Incluso se sienten empujados a masturbarse algunos que
no encuentran placer en la masturbación. En todas estas situaciones
recomiendo dos pasos: 1º buscar un médico profesional que acepte las
enseñanzas de la Iglesia; y 2º asistir regularmente a grupos de apoyo
espiritual donde puedan comentar esos conflictos penosos y tendencias
compulsivas. Hay también otra situación en la que puede encontrarse el
masturbador compulsivo. La llamaré ‘el momento de la verdad’. También vale
para los masturbadores no compulsivos.
Según Allers el, así llamado, impulso irresistible, es tal antes de estar
plenamente desarrollado. La persona tiene el sentimiento intranquilo de que
algo está por ocurrir. Se encuentra envuelto en cierta forma de fantasía,
que a menudo incluye literatura o videos pornográficos. Se da cuenta de que
debería librarse de la fantasía o de la pornografía pero no lo hace. Tal vez
a nivel inconsciente hay un impulso a buscar el placer en la masturbación,
lo que no admitirá en el plano consciente. Así Allers sostiene que la
persona es, de algún modo, responsable por no aprovechar el momento de la
verdad, y por permitir ser esclavizado por el deseo[37]. “Está acción puede,
por tanto, estar exenta de responsabilidad, y sin embargo no ser excusable,
porque, de hecho, la persona ha consentido a su desarrollo”[38].
De hecho, cuando el masturbador compulsivo practica los Doce Pasos, reconoce
la oculta insinceridad y el deseo de gozo sexual que estaban ya presentes en
sus anteriores afirmaciones de que, en realidad, no quería hacerlo. Parte de
la curación consiste en volverse más honesto respecto de las propias
motivaciones. Como dice el siguiente poema:
Autobiografía en cinco pequeños capítulos por Portia Nelson
1. Camino calle abajo.
Hay un hoyo profundo en la vereda. Caigo en él.
Estoy perdido... No tengo ayuda. No es mi culpa.
Me tomará toda la vida encontrar una salida.
2. Camino por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la vereda.
Pretendo no verlo.
Caigo nuevamente en él.
No puedo creer que estoy en el mismo lugar. Pero no es mi culpa.
Todavía me lleva largo tiempo salir.
3. Camino por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la vereda.
Nuevamente caigo en él... Es un hábito.
Mis ojos están abiertos.
Sé donde estoy.
Es mi culpa.
Salgo inmediatamente.
4. Camino por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la vereda.
Paso por el costado.
5. Camino por otra calle.
Aproximaciones pastorales a la masturbación
En el plano pastoral es inútil especular sobre cuán responsable fue el
masturbador compulsivo en el pasado; es mejor ayudar a forjar un programa
espiritual. La cuestión es si el adicto usará los medios conocidos para
controlar su conducta en el futuro. Ahora es el momento de considerar con
más detalles las aproximaciones pastorales al problema de la masturbación.
Algunas falsas aproximaciones. La aproximación más descaradamente errónea
consiste en pensar que los adolescentes terminarán por superar este problema
de forma natural. Muchos no lo logran. Otro mito es pensar que si uno
practica la masturbación tiene menos probabilidad de tener sexo con personas
de su mismo sexo o del sexo opuesto. Esto puede ser así en algunos casos,
pero la experiencia de muchas personas es que la masturbación los preparó
para tener sexo interpersonal. También, en ciertas situaciones, algunos han
recomendado la masturbación como un medio para aliviar tensiones corporales,
como una forma de terapia sexual. Otros terapeutas usan la masturbación como
supuesta terapia para revivir experiencias traumáticas sexuales ocurridas
durante la niñez (aproximación que ya no es usada por médicos serios).
Algunos homosexuales han usado la masturbación mutua como “sexo seguro”.
Ciertos consejeros incluso minimizan el problema obviando cualquier
advertencia fuera de “no preocuparse por el tema”. De hecho, muchos
sacerdotes, seminaristas y profesores de religión en nuestras escuelas
católicas todavía consideran el hábito de la masturbación como un tema de
poca importancia, o quizá como un problema puramente psicológico. Etc.
Algunas aproximaciones útiles. La actitud correcta parece ser tratar la
masturbación habitual y la compulsiva como problemas que tienen solución,
siempre y cuando se siga un programa de vida espiritual. La persona que
tiene este problema debe hacerse responsable de su futuro. A medida que más
se libere de su desorden, también se volverá más responsable. Esto quedará
más claro al presentar algunas situaciones típicas de las distintas
condiciones de vida. Comenzaré con los adolescentes, y más adelante hablaré
del tema de la masturbación en la infancia.
Adolescentes
Teniendo en cuenta que los adolescentes reciben un bombardeo de estímulos
sexuales a través de los medios de difusión, que de sus padres y maestros a
menudo descuidan darles directrices morales, y que incluso los sacerdotes y
religiosos permanecen en silencio sobre este tema, no debería sorprendernos
que los más jóvenes ignoren la moralidad de la masturbación. Puede ser que
muchos hayan quedado esclavizados en la práctica de la masturbación antes de
tener completa conciencia de que se trata de algo moralmente malo. Uso la
expresión “completa” porque a pesar del lavado de cerebro intentado por
nuestra cultura, muchos jóvenes tienen la sensación incómoda de que la
masturbación es algo malo[39].
Al mismo tiempo se sienten incapaces de controlar un hábito que ya existe, y
a causa de su vergüenza y culpa evitan por timidez hablar del tema con
consejeros, y menos aún con sacerdotes, a quienes ven como personas de
autoridad. Inciertos sobre sí mismos, confundidos sobre los valores
propuestos por la cultura, y a veces por su propia familia, estos jóvenes se
repliegan rápidamente dentro del mundo fantasioso del romance y del placer
sexual.
A menudo temerosos de las relaciones reales con personas de otro sexo, se
refugian en el país de fantasía de la masturbación. Si a este caos moral se
añade la enseñanza ambigua y errónea que en algunas escuelas católicas se
imparte, en las clases de religión, sobre la masturbación, se podrá entender
por qué nuestros jóvenes, en el confesionario, no mencionan la masturbación
como un problema moral. Esto da a los sacerdotes toda la razón para
responder seriamente a los jóvenes que preguntan sobre este tema.
Debemos darles una dirección espiritual adecuada, reconociendo su deseo de
ser castos, y aconsejarles específicamente sobre esta materia al modo que lo
hace el P. Benedict Groeschel en El coraje de ser castos[40].
Quizá no lleguemos a tomar conciencia del enorme sentimiento de culpa que
padecen los adolescentes que cargan con el hábito de la masturbación.
Sienten que hay algo equivocado en lo que hacen, a pesar que les hayan dicho
“no te preocupes por esto” o “no puedes evitarlo” o “ya madurarás y lo
superarás”. Necesitan instrucción y guía, pero no la recibirán hasta que no
se les informe sobre la moralidad de la masturbación, y sobre los factores
psicológicos que a menudo impiden el ejercicio del libre albedrío. Opino (y
también otros confesores) que muchos adolescentes no se acercan a la
comunión dominical porque creen que no pueden vencer este hábito.
Jóvenes solteros
Según un mito muy extendido estos jóvenes deberían haber superado el hábito
de la masturbación de modo natural. Pero, con la costumbre de retrasar el
matrimonio hasta los 25-30 años, con noviazgos demasiado largos, y con la
estimulación constante de citas ocasionales, y las provocativas propagandas
que aparecen en los medios de comunicación, no sorprende que muchos hombres
y mujeres caigan en la práctica de caricias fuertes que llegan al orgasmo.
Realmente se trata de una masturbación mutua como el sexo oral. Quienes caen
en estas prácticas se consideran vírgenes por no haber tenido contacto
genital. Se los llama técnicamente “vírgenes”, pero necesitan recuperar la
virtud de la pureza.
Otros solteros viven fantaseando cuando están ociosos. Al no mantener ningún
noviazgo serio por diversas razones, inciertos sobre qué hacer de sus vidas,
y sin estar atados a un cónyuge e hijos, a menudo se refugian en diversas
formas de fantasía como novelas románticas, revistas pornográficas,
películas eróticas, frecuentando bares nocturnos de viernes a domingos, y
cosas por el estilo. Tienen muchos conocidos pero, en realidad, son muy
solitarios. Su tendencia a masturbarse a menudo traspasa la línea llegando,
si se presenta la oportunidad, a las relaciones genitales con otras
personas. Resumiendo: han hecho del sexo un ídolo. Si uno les menciona su
soledad, la negarán señalando que tienen muchos “amigos”. Tienen los
placeres de la actividad sexual sin responsabilidad.
Es muy difícil acercarse a este grupo, que habitualmente viene a Misa para
Navidad y Pascua por complacer a sus familias. Quizá cuando pasen de los
treinta años y empiecen a darse cuenta que la vida tiene más riqueza que la
que ofrece el sexo, buscarán dirección espiritual. En este caso, la
actividad sexual no es el principal problema sino solo un síntoma del
profundo vacío espiritual.
Solteros adultos
Mi experiencia me ha enseñado que cuando los cristianos entran en la mitad
de los treinta años sin haber elegido una vocación en la vida, como el
matrimonio, la vida religiosa, el sacerdocio o la consagración laical al
servicio de Cristo, comienzan a plantearse el sentido de su vida personal. A
menudo se han enfrascado tanto en sus carreras que fácilmente pueden
reprimir los pensamientos fastidiosos sobre sus obligaciones cristianas; sin
embargo, los deseos sexuales permanecen tan fuertes como siempre; de hecho,
más intensos; y las personas pueden emplear mucho tiempo en fantasías,
convirtiéndose la imaginación en algo compulsivo que lleva a la masturbación
frecuente, cuando no diaria.
Esto, a su vez, produce fuertes sentimientos de vergüenza y culpa. Si esta
persona no busca ayuda espiritual para este problema, o si, buscándola, no
la encuentra, continuará llevando su peso hasta la adultez o la vejez. Puede
ser que alguien esté obrando muy bien en las demás áreas de la vida, y al
mismo tiempo se sienta desesperado por su pecado secreto. Tal vez le parezca
que nadie puede darle esperanza de resolver el problema, puesto que los
consejeros espirituales a los que ya ha recurrido, no han atinado con el
modo adecuado de enfrentarlo. Es posible que le hayan aconsejado que al
confesarse no mencione la masturbación, ya que no tiene ningún control real
sobre ella. ¿Qué posibles remedios puede sugerir en estos casos un director
espiritual?
Algunas directivas
espirituales
Creo que las siguientes directivas son probadamente eficaces:
1) Ayude a que la persona reflexione sobre del sentido de su vida, sus
esperanzas, sus éxitos y decepciones, sus frustraciones y su soledad. Hay
que tratar de descubrir qué es lo que lo está abatiendo, porque a menudo la
masturbación es un síntoma de intranquilidad del alma, y eso es lo primero
que se debe atacar.
2) Si esta persona está yendo a la deriva, hay que darle un plan de vida
espiritual, como el que he escrito para personas homosexuales[41].
3) Hágalo tomar conciencia de que muchos seres humanos tienen la tendencia a
escaparse hacia placenteros mundos de fantasía cuando la realidad se vuelve
dura y árida, y la masturbación brota a menudo de la fantasía sexual. La
estrategia espiritual consiste en aprender cómo volver de la fantasía sexual
a la realidad ni bien uno nota que ha quedado envuelto en tales
imaginaciones. Una técnica que funciona con algunas personas es hacer una
breve oración y luego alguna actividad externa y física, como algún trabajo
doméstico, salir a caminar y cosas por el estilo. ¿Ha tenido usted alguna
vez imaginaciones de ira, celos o tentaciones sexuales y en ese momento ha
sonado el teléfono? ¿Acaso no desapareció la fantasía en el mismo momento en
que respondió el teléfono? La clave es permanecer en la realidad.
4) También hay que decir que, además de comentar su dificultad con un
director espiritual, debería tratar de encontrar un grupo de apoyo como
Sexólicos Anónimos. Algunos masturbadores compulsivos descubrieron en estos
encuentros, verdadera amistad. El cultivar amistades reales con personas
reales reduce significativamente el poder de la fantasía sexual, al mismo
tiempo que da un sentido de autoestima.
La masturbación entre
los casados
En las prácticas masturbatorias de los casados encontramos diversos
factores. Algunas personas llegan al matrimonio con el hábito previamente
formado. Otros caen en estos actos solitarios al encontrarse lejos de sus
cónyuges o cuando no pueden tener relaciones sexuales a causa de alguna
enfermedad o porque perciben que sus cónyuges no son plenamente receptivos a
los actos conyugales. Hay veces que una pareja practican la masturbación
como forma de control de la natalidad. Algunos matrimonios usan el sexo
oral, el sexo anal y la mutua excitación genital hasta producir el orgasmo
en lugar de la relación propiamente sexual[42]. Ocurre también que, a veces
que un esposo cae en la masturbación porque teme ser incapaz del acto
sexual. El enfoque pastoral dependerá de las distintas situaciones[43].
En el caso en que uno de los dos cónyuges haya llegado al matrimonio con el
hábito de la masturbación, es necesario forjarse una idea adecuada de su
historia para poder ayudarlo/a a vencer el hábito. Pero si el hábito está
relacionado con problemas entre los esposos, el director espiritual debería
ayudar a los cónyuges a superar sus dificultades, mandándolos, si fuese
necesario, a un consejero matrimonial profesional. A veces uno de los
cónyuges cae en este hábito, por sentirse solitario, a causa de la completa
desatención por parte del otro. Por difícil que sea esta situación, esa
persona puede aprender a transformar su deseo sexual en virtuosos
sacrificios por los hijos y por el cónyuge desatento. Cuando sea posible uno
debería tratar de acercarse él mismo al cónyuge indiferente. Suele ocurrir
que algunos hombres de mediana edad se encierran tanto en su trabajo que no
ignoran cuánto descuidan a sus esposas, las cuales, en su soledad, se
sienten tentadas de buscar la complacencia en la masturbación o en el
adulterio. Otras veces, el hombre que teme ser incapaz de satisfacer a su
esposa en el acto sexual, se aboca (como forma de evasión) a su trabajo o a
otras actividades sociales. Además, en la vida contemporánea, muchas mujeres
casadas se comprometen tanto con sus carreras, que dedican muy poco tiempo a
sus esposos e hijos, sentando las condiciones para que los primeros busquen
gratificación sexual en el adulterio o en la masturbación.
La masturbación en
los seminaristas
Tiempo atrás, los directores espirituales de seminaristas, tanto religiosos
como diocesanos, vigilaban mucho la idoneidad espiritual de quienes tenían a
cargo. La masturbación se consideraba un problema serio que debe superarse
antes de hacer los votos perpetuos o de recibir el diaconado. Se indicaba,
tentativamente, que todo candidato debería estar libre del hábito de
masturbación al menos un año antes de la profesión perpetua o del diaconado.
Si la masturbación se hubiera vuelto involuntaria, dicha persona debería
buscar terapia profesional, porque nadie debe entrar en el estado de
celibato con el peso de culpa y vergüenza que engendra tal debilidad[44]. Se
informaba a los seminaristas que estaban obligados a tener un director
espiritual fijo, en lugar de ir saltando de un confesor a otro. Hoy en día,
con el abandono del sacramento de la reconciliación entre los religiosos y
sacerdotes, tenemos que reiterar la importancia del confesor fijo.
Ahora bien, dudo que en la actualidad nadie sepa realmente qué aconsejan los
directores espirituales a los seminaristas que tienen el hábito de la
masturbación. Supondría, en base a los retiros que he predicado a sacerdotes
y hermanos por espacio de doce años, que tal consejo es acribillado por
aquella línea de teología moral que considera que la masturbación no es un
serio desorden moral. Por tanto, es necesario, en primer lugar, una
instrucción básica tanto sobre la gravedad objetiva del acto como sobre la
obligación personal de trabajar al respecto. Además, puesto que la
masturbación puede volverse compulsiva, en ocasiones se hace necesario
explicar la dinámica de la compulsión sexual.
Entre los que escribieron sobre la masturbación, sigue influyendo
fuertemente en seminaristas y religiosos, la perspectiva de Donald Goergen.
Goergen sostiene que la masturbación no es “intrínsecamente inmoral”[45]. Él
cree que, para algunos, la masturbación puede ser madura e integrada, y para
otros inmadura y no integrada. La masturbación adolescente, como también
muchas formas adultas de masturbación, según este autor, puede ser saludable
y no perjudicial. Goergen considera que la masturbación no es inmoral o
pecaminosa para el célibe, aunque no le permita alcanzar su ideal. Dice
asimismo: “la masturbación es un elemento de la vida personal de un célibe
que refleja una necesidad genital, que espera superar con el crecimiento, no
porque la genitalidad sea totalmente inapropiada, sino porque no le sirve
particularmente en su vida célibe”[46].
A pesar de que las posiciones de Goergen contradicen la enseñanza de la
Iglesia sobre la moralidad de la masturbación y sobre el significado de la
castidad consagrada, desde su publicación han influido en muchos
seminaristas y religiosos. Más adelante volveré sobre Goergen. Ahora me
abocaré al seminarista que quiere superar el hábito de la masturbación.
Al seminarista se aplican los mismos principios que he indicado al hablar de
los solteros, con la diferencia de que el seminarista ha hecho un compromiso
de vida célibe, mientras que el laico puede pensar en el matrimonio. Tal vez
el seminarista tema, a raíz de sus dificultades que experimenta, no ser
capaz de vivir la vida célibe, y considere, por tanto, la posibilidad de
abandonar el seminario o la vida religiosa. Antes de tomar tal decisión,
debería comprender que necesita el consejo tanto del psicólogo clínico como
del sacerdote director [espiritual], a quienes debería permitir que se
consulten mutuamente sobre su situación. Es imprudente que, tanto el
sacerdote-director como el psicólogo, trabajen aisladamente, como ha
sucedido con frecuencia en el pasado con trágicos resultados.
También es imprudente que los directores espirituales de un seminario, o el
equipo de formadores de una congregación religiosa, carezcan de una política
clara sobre la necesidad de la castidad interior, incluyendo el estar libre
del vicio de la masturbación como requisito para la ordenación o la
profesión perpetua. El director espiritual en el seminario debería
considerar cuidadosamente la historia personal de aquellas personas turbadas
por tentaciones obsesivas de masturbación. Las tentaciones pueden indicar
algo que va más allá de la lujuria ordinaria, y no hay manera de averiguarlo
sin alguna forma de asesoramiento. Ocurre a veces que un candidato se siente
atormentado por tentaciones eróticas cuando está inseguro de su vocación,.
Quizá necesite dirigir la atención a la raíz de su vocación.
Cada situación será diferente. Si el confesor o el psicólogo o el
seminarista tienen dudas, quizá el ausentarse del seminario, por un año,
para hacer algún tipo de trabajo pastoral, pueda resultar beneficioso. Al
final de ese período podrá reevaluarse la situación. Debe tenerse en cuenta
que ningún programa de formación de seminario o de una congregación
religiosa enfrenta el mundo real cotidiano. Se trata (el tiempo de
formación) de una vida en un ambiente relativamente protegido, en el que la
imaginación trabaja horas extras, se sobredimensionan los reveses de la
vida, y en el que las dificultades emocionales con los compañeros pueden
volverse obsesivas. No debe sorprendernos que en tales circunstancias la
imaginación se descontrole, provocando fantasías sexuales y tentaciones de
masturbación.
Resumiendo mis reflexiones sobre seminaristas y religiosos varones en
período formación, creo que hoy tenemos a disposición mejores medios para
superar la masturbación habitual y compulsiva. Se ha reconocido el valor que
tienen, en la lucha por la castidad, los sistemas de apoyo espiritual, y
hemos aprendido a remontarnos más allá de los actos de masturbación,
buscando sus causas. Como directores espirituales miramos al hombre en su
totalidad. Si, por un lado, notamos que una persona, durante un período de
tiempo, ha mostrado una notable mejoría, superando las tentaciones de
masturbación, deberíamos animarlo a seguir intentándolo. Al decir “mejoría”
incluyo más que el simple evitar masturbarse. Me refiero a un cambio de
actitud hacia la propia sexualidad, una aceptación de la propia naturaleza
corporal, y la integración de los deseos sexuales en la percepción de su
papel en el sacerdocio o en la vida religiosa; lo que William F. Lynch llama
“la libre sublimación de los deseos sexuales”[47].
Si, por otro lado, percibimos que, a pesar de darle asesoramiento
psicológico, el esfuerzo de una persona por superar la práctica de
masturbación no lleva a ningún progreso, parece que deberíamos aconsejarle
que deje la vida religiosa o el seminario. La falta de progreso constituye
un buen fundamento para dudar de la vocación religiosa de esa persona, y tal
duda debe resolverse a favor de la Iglesia con el alejamiento de esa
persona.
La
masturbación en sacerdotes y hermanos religiosos
Hablando de modo general, las tentaciones de masturbación entre sacerdotes y
hermanos se relacionan con problemas emocionales, como la soledad, el odio
hacia sí mismo, la ira, e incidentes del pasado. Tal vez estas personas
miren esas tentaciones con menos temor que quienes aún no han sido ordenados
o quienes todavía no han hecho sus votos perpetuos, puesto que se sienten
seguros. No obstante, sienten a menudo que viven una doble vida,
considerados célibes por quienes trabajan diariamente con ellos, pero
avergonzados por la práctica de la masturbación, que a veces es compulsiva.
Muchos están influenciados por el ambiente pansexual en que vivimos; por
ejemplo, no es raro que un religioso o sacerdote, cansado de las arduas
ocupaciones y reuniones diarias, antes de acostarse encienda la televisión,
y termine viendo alguna película sexualmente provocativa. El efecto puede
ser la masturbación y sueños perturbados.
Esto vale también para muchos laicos que resbalan por el lujurioso mundo
ficticio del cable televisivo. Se necesita rigurosa honestidad para evitar
los estímulos sexuales innecesarios, y esforzarse por permanecer en el mundo
real. Debería adoptarse la costumbre de confesarse semanal o quincenalmente.
Algunos religiosos y sacerdotes, además, asisten periódicamente a reuniones
de apoyo espiritual como Sexólicos Anónimos, para librarse de su conducta
sexual.
La masturbación
entre las religiosas
Los factores que encaminan a una religiosa a una conducta masturbatoria no
difieren mucho de los que afectan a otras mujeres solteras, casadas o
divorciadas. Un elemento que comparte análogamente con el religioso varón es
la inmadurez emocional. Esto significa, en la práctica, que tales personas
no han madurado emocionalmente en su relación con el sexo opuesto, y que,
como los adolescentes, son proclives a gastar considerable tiempo
fantaseando, sufriendo, como resultado, la tendencia a masturbarse. Como en
el caso del religioso varón, el sentido de culpa crece al percibir que viven
una vida doble.
A diferencia del religioso varón, es menos probable que la religiosa llegue
a involucrarse genitalmente con otra persona. Tal vez esto se deba, en
parte, al que los religiosos varones tienen su tiempo menos organizado y su
responsabilidades hacia la comunidad son menores que en el caso de las
religiosas. Sin embargo, como hoy en día muchas religiosas visten como
laicas, estudian carreras profanas, y viven en departamentos, pueden
terminar involucradas emocionalmente con otras personas, de tal manera que
se intensifique la fantasía sobre la experiencia sexual, y, si se abandona
la vida de oración, les resulte más difícil resistirse a la masturbación.
Dado el temor que les causa el terminar en actos sexuales con las personas
con quienes se han involucrado emocionalmente, es posible que se limiten a
imaginaciones y masturbación. Otras religiosas, a pesar de vivir en
conventos de clausura o semi-clausura, y de vestir sus hábitos religiosos,
quizá no tengan en quien confiar fuera, del sacerdote. Esta soledad es campo
fértil para la fantasía sexual. Por supuesto también pueden influir otros
factores, como experiencias sexuales traumáticas en la infancia, soledad,
ira y baja autoestima.
Homosexualidad y
masturbación
Hay que establecer varios puntos. Ante todo, en la persona que cree ser
homosexual, hay que examinar qué tipo de fantasía es la que lo empuja a la
masturbación. ¿Se trata de fantasías con niños o adolescentes? ¿Son imágenes
sadomasoquistas, como ser golpeado por otra persona o hacer daño a otro? De
ser así tal persona necesita terapia profesional. En segundo lugar, si el
individuo se considera bisexual porque ha tenido experiencias sexuales con
personas de ambos sexos, habría que ayudarlo a reflexionar sobre sus
patrones de fantasía. Si la fantasía es primariamente de naturaleza
heterosexual, es probable que la persona sea de orientación
predominantemente heterosexual; pero si la fantasía es de naturaleza
predominantemente homosexual, entonces, es probable que, en este punto de su
desarrollo, se haya asentado en una orientación homosexual. Califico mi
posición de este modo, porque los adolescentes que fantasean con personas
del mismo sexo pueden superar esta clase de imaginaciones durante el proceso
de maduración, en particular con alguna ayuda terapéutica[48].
Considero que las personas homosexuales tienen más dificultades con la
masturbación que las heterosexuales. La persona homosexual a menudo no
quiere admitir, ni ante sí mismo, que tiene esta orientación, encerrándose a
veces en una vida de intensa fantasía con masturbación compulsiva[49].
Además, teme reconocer esta orientación ante otras personas, pensando que la
masturbación puede ser una alternativa segura, particularmente ahora con la
crisis del Sida. Además, teniendo en cuenta que a estas personas les cuesta
establecer intimidad y amistad, mucho más que a las heterosexuales, no
debería sorprendernos que tiendan al hábito de la masturbación. Sin embargo,
este hábito a menudo las hace vulnerables a la promiscuidad. Se comienza
primero con la fantasía y la masturbación; luego se termina vagabundeando
por lugares frecuentados y, más tarde, encuentran algún compañero para pasar
la noche. Así, en discusiones grupales, las personas homosexuales
puntualizan la gravedad de este problema en sus propias vidas, mirando un
desliz en esta práctica como un fracaso en su lucha por la castidad.
En la actual epidemia de Sida la masturbación mutua se ha convertido en la
forma principal del así llamado “sexo seguro”. Si bien puede ser médicamente
seguro, al mismo tiempo destruye la relación personal con Dios, e impide que
la persona se vuelva sexualmente integrada en la relación consigo mismo.
Incluso cuando el hábito de la masturbación es involuntario, manifiesta una
falta de integración dentro de la persona. Ya sea voluntaria o involuntaria,
la masturbación engendra profundos sentimientos de culpa y vergüenza en la
persona. Debemos, por eso, explorar estos sentimientos.
Culpa y vergüenza en todas las formas de masturbación
Hay que distinguir dos clases de culpa: la sana y la neurótica. Cuando hago
libremente algo malo debería sentir culpa por quebrantar la ley divina
escrita en las tablas de carne del corazón humano (Ro 2,15). Pero, si
rechazo dar a un alcohólico el dinero para un trago de whiskey y siento
culpa por no atender su pedido, en realidad estoy experimentando cierta
culpa neurótica. Es la clase de culpa que experimentan los niños cuando ven
que sus padres se separan o divorcian, sintiendo que ellos tienen la culpa.
De la misma manera, en la cuestión de la masturbación, muchas personas se
torturan a sí mismas innecesariamente. Me refiero ante todo a quienes viven
bien y cuyo único “pecado” es la masturbación. El director espiritual o
confesor que conoce las luchas que han tenido estas personas, suele tratar
de aclararles que no han consentido libremente al impulso de masturbarse.
No hay pecado grave si una persona se masturba sin tener pleno conocimiento,
como ocurre estando semidormido o semidespierto, o cuando alguien es
arrastrado por una pasión súbita y se halla a sí mismo cometiendo el acto a
pesar de la resistencia de la voluntad. Una de las consecuencias del pecado
original es que las pasiones humanas tienden a vencer los actos voluntarios
(cf. Ro 7,1-20). Una persona puede aceptar este principio y sin embargo
sentir culpa en su corazón, por la masturbación, porque se dirá: “si hubiera
luchado con más firmeza, no habría tenido las fantasías y habría sido capaz
de librarme de todos mis pensamientos impuros”.
El problema con este sentimiento de culpa es que presupone que los seres
humanos tenemos control perfecto sobre nuestras pasiones, no sólo sobre la
lujuria sino también sobre la avaricia, la ira y otras emociones
desordenadas. Sabemos que no tenemos un control semejante. La persona que ha
caído en masturbación, sin embargo, debe creer que, con la gracia de Dios,
puede vencer el hábito de la masturbación. Pero eso exige cumplir fielmente
un plan de vida espiritual. A veces también exige tratamiento psicológico,
al que me referiré más adelante. Mi experiencia pastoral me ha enseñado que
el sentido de culpa es compañero inseparable de la masturbación. En muchas
personas, sin embargo, existe también un sentimiento de vergüenza, distinto
de la culpa.
Diferencia entre culpa
y vergüenza
La vergüenza va más allá de la culpa; esta última entraña solamente el
sentimiento y el juicio de que uno ha ido contra su conciencia y que, por
tanto, deber arrepentirse de sus malos hechos; en cambio, la vergüenza es el
sentimiento de que yo no soy bueno, no valgo nada y no puedo controlar mi
conducta. Este odio intenso hacia uno mismo está en la raíz de la
masturbación compulsiva, así como en la raíz de otras formas de compulsión.
Probablemente la masturbación compulsiva esté más extendida que toda otra
adicción sexual, porque es más accesible, y puede realizarse en un período
de tiempo largo, en total secreto y aparentemente sin efectos sociológicos
dañinos. De hecho es desechado como algo no problemático. E. Michael Jones
lo llama “el vicio introductorio y más accesible”[50].
Algunas ulteriores sugerencias para vencer la práctica de la
masturbación
Habiendo descrito algunas de las principales formas de la actividad
masturbatoria y omitido la consideración de otras especies más oscuras, paso
a ofrecer algunas sugerencias pastorales que han sido útiles a algunas
personas. Al dar estas indicaciones soy consciente de que no existen recetas
infalibles y que a veces, a pesar del uso diligente que se haga de tales
sugerencias, algunos pueden recaer ocasionalmente en una tendencia tan
profundamente enraizada en sus personas. Al desarrollar un enfoque pastoral,
debemos comprender el fenómeno de la masturbación dentro del contexto de la
vida de la persona porque allí se esconde el significado que tiene para esa
persona. La masturbación en el niño es algo muy diferente de la masturbación
del adolescente o del adulto, y entre los adultos hay diferentes clases de
actividad masturbatoria, cada una de las cuales exige una diversa actitud
pastoral.
En la infancia: sea cual sea la razón de la masturbación infantil, es
improbable que el director pueda tratar directamente con el niño incapaz de
maduro razonamiento moral. Los padres, sin embargo, tienen la
responsabilidad de asegurarse que un niño pequeño no se dañe a sí mismo con
la masturbación frecuente. André Guindon cita expertos que consideran que la
excesiva masturbación produce grandes exigencias sobre el corazón y el
sistema nervioso. También nota este autor que el daño psicológico es similar
al que se encuentra en adolescentes, concluyendo que el desentenderse de la
“prolongada e intensiva (énfasis del autor) masturbación, particularmente en
el período entre los seis años y la pubertad, sin pedir consejo a un
especialista, es moralmente irresponsable”[51].
Ordinariamente, la masturbación en un niño no exige dar consejos al niño
sino más bien instruir a los padres para que enfrenten la masturbación
ocasional con tranquilidad tomando conciencia de que entre las causas
comunes de esta práctica suele contarse el anhelo de afecto por parte del
niño o la inconsciente seducción que realizan los padres que se bañan con
sus hijos. Por último, habría que instruir adecuadamente a los niños
respecto de la higiene física de sus órganos genitales.
Dirección pastoral de
adolescentes
Como ya he tratado el caso de los adolescentes añadiré sólo algunas
reflexiones. Una hace relación a la fuerte vida que tiene la fantasía en el
adolescente y el deseo de experimentar el orgasmo sexual. La presión que
suele ejercer el grupo de amigos para que alguien experimente la
masturbación se encuentra más extendida entre los varones que entre las
chicas. Además, en la primera adolescencia los muchachos tienden a dedicar
mucho tiempo a la fantasía. Esto se puede contrarrestar ayudando a que los
más jóvenes salgan del mundo de la imaginación y permanezcan en el de la
realidad, en el que pueden formar amigos reales. Sin duda no es algo fácil
teniendo en cuenta la música que alimenta a nuestros jóvenes. Quizá
necesiten un círculo de estudio y juegos más estructurado y exigente que los
ayude a vivir en el mundo real.
Una educación sexual apropiada de parte de los padres o de sus delegados en
lo que respecta a las poluciones nocturnas y la menstruación posibilitará
que los jóvenes tomen conciencia de que tienen un problema común a muchas
otras personas. En este terreno los más jóvenes pueden pensar que están
completamente solos con su problema. El joven debe comprender que no se peca
accidentalmente. Para que haya pecado una persona debe comprometerse libre y
conscientemente en esta actividad. Si una persona es cuidadosa y sincera en
su vida espiritual, en su esmero por amar a Dios, es probable que no
consienta plenamente al acto de masturbación. El acto aislado debe juzgarse
en la perspectiva más amplia, examinando la relación total que la persona
tiene con Dios: “si el conjunto de la vida espiritual es generalmente bueno
y sano, entonces puede presumirse con seguridad que no hay pleno
consentimiento y no hay responsabilidad de pecado mortal aun a pesar de
haber hecho algo que es materia grave”.
Es necesario repetir los principios morales sobre la buena voluntad que no
siempre resultan obvios no ya a los jóvenes, sino incluso a los adultos. He
aquí algunos:
La erección espontánea no es pecado; el hecho de luchar contra las
imaginaciones sexuales indica que uno no da su pleno consentimiento, si es
que hay algún tipo de consentimiento; y en caso de duda sobre el
consentimiento puede presumirse que no fue pleno.
Debería mostrarse a los dirigidos que existe una estrecha correlación entre
estados depresivos, ira, soledad, fantasía sexual y la tentación de
masturbarse, y que, en tales circunstancias, uno debería hacer un esfuerzo
especial del alma y del corazón para dirigirse hacia el mundo real y, en
particular, para concentrarse en las necesidades del prójimo. Como ya he
mencionado, cuando la fantasía tiende a vencernos, es muy recomendable
dedicarse a alguna actividad externa que rompa el encanto de la imaginación.
En pocas palabras, necesitamos ejercitar autodisciplina sobre nuestra
imaginación durante las horas en que estamos despiertos. He descubierto que,
para quienes tratan de vencer el hábito de la masturbación, es muy útil, la
sugerencia, ya mencionada, de mantenerse en la realidad. Esto también es
útil para el masturbador compulsivo, pero, como ya hemos indicado, para
vencer toda clase de compulsión se necesita practicar fielmente los Doce
Pasos, y alguna forma de grupo de apoyo (como Sexólicos Anónimos).
Hay que recordar a los jóvenes que la adquisición de la virtud es trabajo de
toda la vida y que Dios no garantiza curaciones instantáneas de la debilidad
humana, a pesar de que, en materia de castidad, pensamos que Él debería
hacer todo instantáneamente. Parece que, en algunos casos, Dios continúa
dándonos la gracia de volver a intentarlo una vez más, a pesar de las
frecuentes caídas del pasado. “Debemos, en efecto, estar seguros que la
castidad perfecta (como la caridad perfecta) no se alcanza mediante ningún
esfuerzo meramente humano. Debes pedir la ayuda de Dios. Y aún cuando ya la
hayas pedido, tal vez te parezca que no recibes ninguna ayuda o que recibes
menos de la que necesitas. No te preocupes. Después de cada caída pide
perdón, levántate e inténtalo nuevamente. A menudo lo primero que Dios nos
concede no es la misma virtud sino el poder de volver a intentarlo”[52].
A la luz del conocimiento que tenemos de la masturbación masculina con su
énfasis sobre el acto físico y el alivio de la tensión sexual, no nos
sorprende que la masturbación esté más extendida entre los adolescentes
varones que entre las adolescentes mujeres. La naturaleza de la anatomía
sexual femenina, la difusión de las zonas erógenas, la edad más tardía en
que se alcanza el pico de potencia sexual en la mujer y su visión más
romántica de la relación sexual, son algunas razones por las que la
tentación de masturbarse no es tan fuerte para la joven como para el joven.
Es probable que las jóvenes entiendan menos el sentido de sus respuestas
físicas que los muchachos, y por consiguiente, pueden llegar a masturbarse
de forma indirecta y oculta sin tener conciencia de lo que erróneo de su
acto[53]. A veces, algunos rituales de limpieza se convierten en modos de
masturbación. Sin embargo, con la disponibilidad de materiales eróticos, los
jóvenes de ambos sexos han tomado más consciencia de las fuentes del
orgasmo. Las músicas y letras de canciones abiertamente provocativas empapan
los años más tempranos de la juventud.
Así, en la dirección espiritual de chicas uno encuentra tanto aquellas que
se formaron el hábito sin comprender su significado, cuanto las que saben
ahora lo que están haciendo pero se sienten incapaces de controlarlo. Este
último grupo necesita la clase de ayuda que hemos indicado para el
compulsivo. Para el primer grupo aprovechará una actitud más indirecta,
ayudándoles a comprender sus vidas como un todo. En efecto, la masturbación
de una jovencita puede ser síntoma de disturbios en su familia y con sus
pares, por más que sean problemas superficiales. Sin dejar de lado los
medios ya mencionados para evitar la masturbación, habría que aconsejar a la
joven que armonice sus relaciones con quienes son importantes para ella y,
quizá por vez primera en su vida, enfrentarse con su propia autoimagen. Tal
método indirecto lleva tiempo pero aporta más beneficios.
Avisos espirituales para adultos acosados por el problema de la
masturbación
Sería repetitivo elaborar la tesis según la cual, por lo general, los
adultos que practican la masturbación tienen una fuerte tendencia narcisista
que deben enfrentar y vencer. A veces se hace necesaria cierta terapia
profesional. Como ya hemos indicado, es necesario cambiar el patrón de vida,
lo que puede lograrse más efectivamente con una seria dirección espiritual.
Esto nos lleva a considerar los efectos espirituales de la masturbación;
aspecto raramente discutido. El Dr.William Kraft y el P. Bernard Tyrrell,
sin embargo, han iluminado los aspectos espirituales de la masturbación[54].
Los efectos
espirituales de la masturbación
Kraft sostiene que el principal mensaje encerrado en el acto masturbatorio
es que la vida social, espiritual, emocional y física del masturbador
todavía no está integrada. Su amplia experiencia clínica le ha permitido
percibir la seductiva naturaleza de la masturbación, ya que es un medio
fácil y accesible para reducir las tensiones y para explorar las sensaciones
genitales sin comprometerse en una relación interpersonal. La fantasía que
precede tales actos goza de la seguridad del secreto. Cuando este acto se
convierte en la principal fuente de intimidad y satisfacción, perjudica el
crecimiento espiritual. En ese momento se deja de vivir en el mundo real y
se pasa a vivir en el mundo de las personas ficticias “en el que todo es
posible y no hay límites”.
Kraft sostiene también que la masturbación del adulto proviene con
frecuencia de experiencias no genitales, de modo tal que detrás de ella hay
algo distinto del placer genital. Los adultos a menudo se masturban por
“aburrimiento, ansiedad y soledad”[55]. Cuando un adulto busca intimidad con
otros sólo en su imaginación, en vez de hacerlo en la realidad, esto es
signo de inmadurez. Se supone que la sexualidad humana se orienta hacia otra
persona, expresando amor y ternura en comunión con el otro.
Asimismo, Kraft considera como candidatos para la masturbación a quienes
viven vidas “muy cerebrales, del cuello para arriba”, por su ansia de vivir
“del cuello para abajo”. Su falta de encarnación en la vida diaria crea
tensiones que pueden buscar reducirse a través de la masturbación. Aunque
tales personas (usualmente religiosos o solteros) puedan encontrar cierto
alivio temporal por esta vía, no crecen espiritualmente. Algunos, queriendo
justificar la masturbación, van más allá, exagerando lo corporal a expensas
de la verdad espiritual[56]. En la historia personal de estos últimos se
puede detectar un largo período de represión de los deseos afectivos. Una
reacción similar se ve en los religiosos adictos al trabajo. El desafío es,
por tanto, superar la masturbación reestructurando la vida personal en una
vida integrada. Lo que no es poca cosa en nuestra cultura pansexual.
Kraft recomienda un programa similar al de Alcohólicos Anónimos, en el que
subraya la importancia de la mortificación: “A veces se necesita bastante
mortificación para disminuir nuestro deseo físico de satisfacción genital...
Semejante al alcohólico a quien su cuerpo le reclama un trago, el
masturbador tiene que aprender a decir ‘no’ en bien de un sano
fortalecimiento”[57]. Podemos añadir que Sexólicos Anónimos ha puesto un
énfasis similar en desarraigar la masturbación a través de los Doce Pasos.
Al acercarnos al ideal de integrar nuestra sexualidad en nuestra
personalidad, se corre el peligro de ilusionarse pensando que “el solo hecho
de tomar conciencia del problema nos permitirá cambiar nuestros sentimientos
y nuestra conducta”. De este modo, estamos subestimando la fuerza que el
hábito tiene en nuestras vidas, ya que nuestros cuerpos pueden haber quedado
condicionados a desear experiencias tranquilizantes. La masturbación puede
llegar a convertirse en una parte tan importante de la conducta de alguna
persona, que su supresión dejaría una experiencia de profundo vacío, que hay
que llenar de alguna manera. Pienso que lo que ayuda a llenar ese vacío, es
la experiencia de verdadera relación con Dios que se da a través de la
oración, y la experiencia de amistad con otras personas.
En los programas que siguen los Doce Pasos aplicados a la lucha contra las
adicciones sexuales, se insiste en que no basta con la buena intención y el
poder de la voluntad. La mortificación y la libre sublimación de los deseos
sexuales son vías positivas para integrar nuestra sexualidad, suprimir
inmediatamente los deseos sexuales. También el abandonarnos voluntariamente
en las manos de Dios. Asimismo, la gracia redentora de Dios ayudará a que la
persona encuentre verdadera intimidad en vez de placeres carnales. Pero todo
esto toma tiempo.
De modo más inmediato hay que vigilar los propios estados anímicos, así como
los patrones recurrentes de fantasía y masturbación. Uno suele advertir los
sentimientos y estados anímicos que preceden habitualmente la masturbación.
Esto ayuda a que se evite caer en la masturbación. Ya que uno de los
momentos difíciles tiene lugar al irse a dormir, conviene buscar modos para
evitar el trabajo de la fantasía. Relajarse más durante el resto del día, y
ocupar el corazón con buenas lecturas antes de acostarse, reduce las
tensiones que se experimentan en esos momentos. No es bueno intentar dormir
estando tensionado; porque en esas condiciones, por lo general, las
fantasías sexuales atormentan.
En esta era de HBO y de los canales nocturnos de cable, la persona
angustiada por tendencias de masturbación debería evitar como la peste la
mayoría de los filmes que son ofrecidos en estos medios. Algunos caen en la
tentación de justificar mirar ese tipo de producciones en nombre de la
cultura, pero el problema es la pornografía que suele acompañarlas.
Una de las áreas más inexploradas por la investigación sigue siendo la
relación existente entre incesto abuso sexual infantil y la tendencia a
masturbarse en la vida adulta. Tengo pocas dudas de que las víctimas de
abuso sexual y/o incesto padecen diversos problemas sexuales, y creo que uno
de ellos es la aparición temprana de la conducta masturbatoria. Un sacerdote
católico puede ayudar mucho a estas personas.
El artículo del P. Bernard Tyrrell, que básicamente es una crítica del libro
Sexual Celibate del P. Donald Goergen, ilumina también este problema.
Muestra que Goergen yerra al intentar una explicación adecuada de los
aspectos teológicos del celibato consagrado y afirma, en cambio, que la
masturbación en los religiosos debe ser vista como algo contrario al
celibato y a la vida de los votos. Sugiere que “...la principal culpa que el
consagrado célibe experimenta al masturbarse es resultado de las fantasías
que revuelve en la imaginación y los deseos que estas conllevan. Me parece
obvio, desde un punto de vista de la psicología y del sentido común, que el
célibe consagrado que deliberadamente imagina fantasías de actos sexuales y
cosas por el estilo, al masturbarse se hunde necesariamente en una
experiencia existencial contradictoria entre el celibato libremente elegido
y su concreta realización”[58]
Por esta razón, Tyrrell está en desacuerdo con la hipótesis de Goergen sobre
la masturbación inculpable de los célibes consagrados. Es incompatible la
aceptación cordial del celibato con la trivialización del problema de la
masturbación en un religioso. Es materia grave aunque la persona tal vez no
sea culpable de pecado grave por falta de advertencia o por la existencia de
aquellos impedimentos de la libertad que encontramos en los masturbadores
compulsivos. Pero tales personas están obligadas de dar los pasos necesarios
para librarse de su hábito o compulsión. En esta empresa la gracia divina
siempre es suficiente[59].
Conclusión
El hábito/compulsión de la masturbación es un problema descuidado en el
ministerio pastoral de la Iglesia en Estados Unidos. La idea de que no se
trata de un problema grave desconoce los datos de los directores
espirituales y consejeros juiciosos. Los consejeros de las áreas de adicción
a las drogas y adicción sexual insisten en que sus pacientes quieren
librarse del hábito/compulsión que alimenta su autocomplacencia. El Dr.
Kraft lo considera un serio impedimento para una verdadera integración
sexual. Es tiempo de que los confesores y directores espirituales aprendamos
de nuestros colegas profesionales laicos y que aportemos, de nuestra parte,
la sabiduría de la enseñanza plurisecular de la Iglesia.
Notas
[1] http://www.sa.org
[2] http://www.slaafws.org
[3] http://www.ha-fs.org
[4] En inglés: www.couragerc.org; en castellano:
www.courage-latino.org.
[5] Benedict Groeschel, The Courage To Be Chaste,
The Paulist Press, Mahwah, NJ., 64-65.
[6] Farraher, J., Masturbation, en: New Catholic
Encyclopedia, vol. 9, 438-440; el texto está en 438.
[7] El texto completo se encuentra en: Letter to
a Mr. Masson (March 6, 1956) Wade Collection, Wheaton College, Wheaton, Ill.
[8] Congregación para la Educación Católica,
Orientaciones educativas para la formación en el celibato sacerdotal (11 de
abril de 1974), n. 63.
[9] Cf. Patrick Carnes, Out of the Shadows, 1983;
y Contrary To Love, 1989, Compcare Publ. 2415 Annapolis Lane, Minneapolis,
MN, 55441.
[10] Congregación para la Doctrina de la Fe,
Declaración “Persona humana”, sobre algunas cuestiones de ética sexual (29
de diciembre de 1975), n. 9.
[11] Herant A. Katchadourion and Donald T. Lunde,
Fundamentals of Human Sexuality, Holt, Rinehart and Winston, Inc. New York,
1972, P. 473.
[12] Anthony Kosnik, et at, p. 219. La opinión
citada es de Josef Fuchs, S.J.
[13] Autoerotisma. Un problema morale nei primi
secoli cristiana? Conclusioni, 255-267. Centro Editoriale Dehoniano Via
Nosadella, 6, 40123 Bologna, 1986. Agradezco al Barnabita P. Gabriel Patil
por traducir las partes pertinentes de este libro.
[14] William E. May, Summary of Silverio Zedda,
SJ, Relative e Assolute nella morale de San Paolo, Brescia: Paideia
Editrice, 1984, 393 pp. La cita es de p. 21 del resumen de May.
[15] Ibid., 438. Cf. también Persona humana 9.
[16] Ibid., 438.
[17] Ibid., 438.
[18] Ibid., 438.
[19] Ibid., 438. Farraher también sostiene que
por una razón suficiente, como un sueño tranquilo o estudio uno no está
obligado a ofrecer resistencia positiva “por largo tiempo contra tales
mociones y tentaciones involuntarias” (440).
[20] Ibid., 438.
[21] 'Masturbation and Objectively Grave Matter';
en: A New Look at Christian Morality, Notre Dame, Ind. Fides Press, 1968, p.
214. Curran propuso inicialment esta opinión en la Sociedad Teológica
Católica de América, en 1966.
[22] Ibid p. 220.
[23] Declaración Persona humana, 9.
[24] Rev. Ronald Lawler, OFM, CAP, Jos. Boyle,
Jr., and Wm. E. May, 187-195, Our Sunday Visitor, Inc., Huntington, Indiana,
46750.
[25] Declaración Persona humana, 9.
[26] Catholic Sexual Ethics, 190-191.
[27] Humanae vitae, 12: “Salvaguardando ambos
aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro
el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación
del hombre a la paternidad”.
[28] Cf. San Agustín, Confesiones, Libro VIII,
cc. 8-12.
[29] 1989 S.A. Literature, P.O. Box 300, Simi
Valley, CA 93062.
[30] 1986 The Augustine Fellowship, P.O. Box 88,
New Town Branch, Boston, MA, 02258.
[31] Nota del traductor (P. Miguel Ángel Fuentes,
IVE): El autor hace referencia a los Doce Pasos del tratamiento de
recuperación de Alcohólicos Anónimos. En el artículo no los menciona, pues
los supone conocidos. Los transcribo para quienes no los hayan leído nunca:
1) Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se
habían vuelto ingobernables. 2) Llegamos a creer que un Poder Superior a
nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio. 3) Decidimos poner
nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo
concebimos. 4) Sin miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros
mismos. 5) Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser
humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos. 6) Estuvimos enteramente
dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de
carácter. 7) Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos.
8) Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido
y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos. 9) Reparamos
directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el
hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros. 10) Continuamos
haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo
admitíamos inmediatamente. 11) Buscamos a través de la oración y la
meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros lo
concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con
nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla. 12) Habiendo obtenido un
despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este
mensaje a otros alcohólicos y de practicar estos principios en todos
nuestros asuntos.
[32] Esta definición es la de John Bradshaw. Cf.
John Bradshaw, Healing The Shame That Binds You, Health Communications Inc.,
Deerfield, FL, 33442.
[33] Out of the Shadows, Compcare Publications,
2415 Annapolis Lane, Minneapolis, MN 55441, 1984,4. See also Anne Wilson
Schaef, Escape From Intimacy, Harper and Row, 1989,1-5.
[34] Contrary to Love, 1989, Compcare
Publications, 2415 Annapolis Lane, Minneapolis, MN 55441, 4-7.
[35] Irresistible Impulses: A Question of Moral
Psychology, American Ecclesiastic Review, 100, 1939, 219.
[36] Ibid, 440.
[37] Nota del traductor (P. Miguel Ángel
Fuentes): el autor quiere decir aquí que hay un momento en que la persona ya
vislumbra la dirección que han de tomar sus impulsos si no interviene, y
puede intervenir en ese momento, aunque no pueda hacerlo más adelante. En
ese momento se juega su verdadera responsabilidad.
[38] Allers, Ibid, 216-217. Cf, también John Ford
and Gerald Kelly, Contemporary Moral Theology, vol. I, Questions in
Fundamental Moral Theology (Westminster, MD, Newman Press, 1958), 230.
[39] Cf. Walter and Ingrid Trobisch, My Beautiful
Feeling, Correspondence with Illona, Intervarsity Press, 1977, Downers
Grove, Illinois, 60515. Una adolescente alemana revela sus sentimientos
íntimos sobre la masturbación en oposición al profesor del colegio liberal.
[40] Groeschel, The Courage to be Chaste, Paulist
Press, Mahwah, N.J., 07430, 64-69.
[41] John Harvey, OSFS, A Spiritual Plan to
Redirect One's Life (Daughters of St. Paul publication). (Nota del
Traductor: En este escrito el P. Harvey defiende la posibilidad real de
vivir la castidad en forma gozosa siempre y cuando la persona con
inclinaciones homosexuales lleve una vida espiritual ordenada; para esto
traza las líneas de un plan de vida espiritual que debe incluir oración,
meditación, Misa frecuente, examen de conciencia diario, confesión regular,
devoción mariana y algún apostolado de obras de misericordia).
[42] John F. Harvey, OSFS, Expressing Marital
Love during the Fertile Phase International Review of Natural Family
Planning, vol. 5, no. 4 (Winter, 1981) 204-210. He escrito un artículo sobre
la masturbación en el matrimonio en la misma revista, vol. 3, 134-140.
[43] John F. Kippley en su reciente libro Sex and
the Marriage Covenant, The Couple to Couple League International, Inc.
Cincinnati, Ohio, 1991, muestra la relación entre contracepción y
masturbación. Si alguien argumenta a favor de la contracepción basándose en
la historia completa del matrimonio (ya tienen al menos cuatro niños y han
cumplido su deber), entonces el mismo argumento puede justificar la
masturbación en el matrimonio. Ambos argumentos son rotundamente erróneos
(292-293).
[44] John F. Harvey, OSFS, Homosexuality and
Vocations, “American Ecclesiastical review”; vol. 164, no. 1, Jan., 1971,
42-55. Si bien en este artículo principalmente considero la cuestión de la
homosexualidad y las vocaciones, también hablo del rol del director
espiritual tanto en la cuestión de la homosexualidad como en la de la
masturbación.
[45] The Sexual Celibate New York, The Seabury
Press, 1974, 201.
[46] Ibid 203-204.
[47] Images of Hope, New York, 1966, 119-120.
[48] Cf. Leanne Payne, The Broken Image,
Westchester, III., 1982. 46-47.
[49] Martin Buber escribió del 'misterioso juego
de esconderse y buscar en la oscuridad del alma, en el que el alma humana
soltera se evade a sí misma, se evita a sí misma y se esconde de sí misma”.
Citado por M. Scott Peck, The People of the Lie, Simon and Schuster, N.Y.,
1983, 76.
[50] 'The Solitary Vice Goes Public', Editorial,
Fidelity, Notre Dame, IN, 1985,5. Jones continúa diciendo: 'La lucha contra
la tentación de masturbarse es el yunque en el que los adolescentes forjan
su carácter. O ellos aprenden a controlarse a sí mismos, con todo lo que
esto implica, o no aprenden, con toda la disposición proyectada como odio de
la autoridad que esto implica. La masturbación es, en cierto sentido, la
primera raíz del mal sexual desde el punto de vista del desarrollo (es la
introducción del niño en el pecado sexual), pero también porque todo otro
pecado sexual es el fondo algo masturbatorio” ( ibid).
[51] Wilhelm Stekel, Autoeroticism, Grove Press,
N.Y., 1950.
[52] C. S. Lewis, Mere Christianity, citado en
Bausch, Masturbation, 35.
[53] Wilhelm Stekel, op. cit.131-135. Stekel usa
el término masturbación 'críptica'.
[54] William F. Kraft, A Psycho-Spiritual View of
Masturbation, Human Development Summer, 1982, 39-45; Bernard J. Tyrrell, The
Sexual Celibate and Masturbation, Review for Religious, vol. 35, 1976/3,
399-408.
[55] Kraft, op. cit. 41
[56] Ibid., 41.
[57] Ibid., 43.
[58] Tyrrell, ibid. 405.
[59] Tyrrell se refiere a su libro
Christotherapy: Healing Through Enlightenment (New York, Seabury, 1975) para
una mayor comprensión de su tesis de que masturbación libre es posible no
sólo para religiosos, sino también para los laicos.