Los jóvenes y la Iglesia católica
Los jóvenes actuales, en muchos casos, han carecido de referencias
espirituales quedándose desamparados
Por: P. Tony Anatrella |
Jóvenes sin raíces religiosas
La mayor parte de las encuestas sobre los jóvenes y la religión confirma
cuanto ya sabemos. Los jóvenes son los hijos de aquellos que fueron
adolescentes entre 1960 y 1970 y que en su tiempo habían hecho la elección
de no transmitir siempre aquello que ellos mismos habían recibido en su
educación. Por lo tanto, han dejado que sus hijos se las arreglaran por sí
mismos en el ámbito moral y espiritual, sin tener otra preocupación en la
educación que cuidar de su realización afectiva. Así en muchos casos han
carecido de referencias espirituales, quedándose desamparados. Los querían
ver felices, pero sin enseñarles las reglas de la urbanidad, de cómo se
emplean las riquezas de un pueblo y de la fe cristiana, que ha sido la
fuente de muchas civilizaciones. Hay que reconocerlo, el sentido de la
persona humana, el sentido de la propia conciencia, el sentido de la
libertad, el sentido de la fraternidad, el sentido del igualitarismo, todo
esto se lo debemos al mensaje de Cristo transmitido por la Iglesia. Se han
banalizado estos valores separándolos de su fuente, con el riesgo de ya no
poderlos transmitir, una vez que se desconoce su origen. Por este
planteamiento mental anti-educativo, los hijos no han sido bautizados ni
catequizados. Necesitaban hacer tabula rasa del pasado para liberarse de la
tradición, actitud que ha producido ignorantes culturales, privados de una
formación y cultura religiosa. Son incapaces de entender períodos enteros de
la Historia de nuestra civilización, como también del arte, de la
literatura, de la música. No son alérgicos a los dogmas, o sea a las
verdades de la fe cristiana, y menos a la Iglesia; ¡la cosa es que no saben
nada de ella! Por ello, en las encuestas más serias, sus respuestas revelan
ignorancia, indiferencia y falta de educación religiosa. Están condicionados
por todos los clichés y por todos los conformismos que circulan sobre la fe
cristiana. En pocas palabras, están lejos de la Iglesia, porque al no haber
sido educados en ella no se han integrado en la tradición religiosa.
Confusión entre lo religioso y lo paranormal
Hay que reconocer que muchos jóvenes son bastante ajenos a cualquier
dimensión religiosa, la cual, a pesar de todo, no quiere otra cosa que
surgir. ¿Cómo podría ser de otro modo en un mundo que elimina lo religioso?
Lo confunden con lo parapsicológico, lo irracional y la magia. Son atraídos
por los fenómenos del "más allá de la realidad" que provocan una resonancia
emotiva y suscitan sentimientos capaces de hacerles creer en la existencia
de un ser del más allá. Pero en este caso sólo se encuentran a sí mismos,
sus sensaciones y su imaginación. La espiritualidad que está ahora de moda
es aquélla carente de palabras, de reflexiones y de contenido intelectual, o
sea, aquélla consistente en muchas corrientes de filosofía y de sabiduría
sin Dios que, venidas del Oriente y de Asia; éstas son en sí interesantes,
pero no son religiones, a pesar de ser valorizadas y deformadas actualmente,
aún sin representar un movimiento de masas. Según esta mentalidad hay que
ser "cool", "zen" y tranquilos, o sea, no hay que probar nada, sino hay que
vivir en una inercia moderada. Toda desviación es posible porque no hay
ningún control institucional o intelectual.
Todo, y lo contrario de todo, puede ser puesto en lugar de Dios, actitud
totalmente opuesta al cristianismo que es la religión de la Encarnación del
Hijo de Dios y que transmite un mensaje de verdad y de amor con el que se
puede construir la vida y luchar contra todo lo que la arruina y la
destruye. Los jóvenes cristianos advierten que la presencia de Dios y su
mensaje llevan consigo una esperanza inmensa que les abre los caminos de la
vida. Pero cuando el sentimiento religioso, inherente a la psicología
humana, no ha sido educado y enriquecido con un mensaje auténtico, permanece
primitivo y prisionero de una mentalidad supersticiosa y mágica. La falta de
educación religiosa anima a las sectas y a los falsos profetas a que se
autoproclamen como tales para hablar en nombre de una divinidad hecha a su
imagen. El hombre necesita ser introducido en una dimensión diferente a la
suya, dimensión que el Creador ha inscrito en el corazón de cada ser humano.
Así es vinculado por Dios a los demás, a la Historia, y, sobre todo, a un
proyecto de vida que lo revela a sí mismo, lo humaniza y lo enriquece. He
aquí el sentido de la Palabra del Evangelio transmitida por la Iglesia.
Los jóvenes de la JMJ están en búsqueda de una vida espiritual
La mayor parte de los jóvenes que participan en la JMJ irradian bienestar y
la alegría de vivir, llaman la atención por su calma, la sonrisa, la
delicadeza, la gentileza, la cooperación y la apertura. Tenemos que tener fe
en estos jóvenes, que preparan una revolución espiritual silenciosa, pero
muy activa. Como sus coetáneos, también ellos tienen problemas: alguno ya
habrá tenido cierta experiencia con la droga o se habrá comportado de cierta
manera sin tener en cuenta la moral cristiana. Viven experiencias y
fracasos, pero tienen hambre de otra cosa y están en búsqueda de una
esperanza. Anhelan un ideal de vida y una espiritualidad fundada en alguien,
en Dios. La sociedad europea que cada vez está más vieja, escéptica y sin
esperanza, es sacudida por estos jóvenes que creen en Dios y que quieren
vivir en consecuencia. La mayor parte proviene de comunidades cristianas y
ha invitado a jóvenes que están en búsqueda. Saben que la vida no es fácil,
pero al tener una esperanza firme no se resignan. Más o menos cristianos, se
dirigen a la Iglesia para encontrar respuestas a su inmensa necesidad
espiritual. Su presencia radiante deja un signo en todos países en los que
se desarrolla la JMJ. Invierten, de hecho, la imagen reducida que se tiene
de la juventud, porque cada vez que se habla de ella, es sólo para evocar
una sexualidad impulsiva, la droga, la delincuencia, etc. Pero si algunos
viven de ese modo es porque han sido abandonados a su suerte.
La sociedad es infantil hacia los jóvenes porque los utiliza como modelo,
cuando en realidad son los jóvenes los que necesitan puntos de referencia.
Se les adula, pero la sociedad no ama a los propios hijos, a juzgar por
todas las dimensiones educativas de las cuales son objeto. También la acción
pastoral local tiene su propia parte de responsabilidad en la medida en que
a veces se han desatendido las tareas educativas o han sido abandonadas por
las órdenes religiosas y los sacerdotes, que las habían tenido como
vocación. Pero hay que reconocer que su tarea no era fácil en aquella época
de rotura (1960-1970), en la que los jóvenes rechazaban masivamente toda
reflexión religiosa. Los jóvenes de hoy carecen totalmente de una base desde
el punto de vista religioso y hacen unas afirmaciones sorprendentes. Hace
poco uno de ellos preguntó a un sacerdote: "¿Por qué mezcláis la Navidad con
la religión?". ¡Él no sabía que la Navidad es el día en el que se celebra la
natividad de Jesús! La Navidad es así reducida a una fiesta comercial en
familia. Gracias al éxito de la JMJ, este modo de ver las cosas puede
cambiar desde el momento en el que los jóvenes se empeñen en una búsqueda
espiritual y descubran que gran parte de la visión del hombre, como también
enteros sectores de la vida social, han sido modelados por el mensaje de la
Iglesia y de generaciones de cristianos.
¿Por qué Juan Pablo II atrae a tantos jóvenes, a
pesar de que el mensaje cristiano es exigente, sobre todo en materia de
moral sexual?
A menudo hacen esta pregunta y la respuesta viene por sí sola: es el mensaje
de Cristo transmitido por la Iglesia, y siempre ha sido exigente; pero
también es fuente de alegría. Es difícil vivir no sólo en el campo sexual
sino en todas las realidades de la vida. Nada auténtico, coherente y
duradero se construye sin dificultad. Juan Pablo II presenta el camino a
seguir para vivir como cristianos en nombre del amor de Dios, y este amor es
un modo de buscar el bien y la vida para sí mismo y para los demás. Siempre
seremos capaces de este amor que no es un sentimiento, ni tampoco un
bienestar afectivo, pero corresponde al deseo de buscar en Dios aquello que
nos hace vivir. Los jóvenes son sensibles a este lenguaje y a la persona de
Juan Pablo II que lo afirma tranquilamente, a pesar de las críticas y el
sarcasmo. Les habla de la vida allí donde no escuchan otra cosa que muerte,
droga y suicidio, de fracasos en el campo afectivo con el divorcio, de
desempleo, por no citar una sociedad que los descuida.
Juan Pablo II tiene fe en ellos y les da fe en la vida. Les dice que es
posible vivir y triunfar en la vida, y les explica incluso cómo se hace. La
generación precedente no siempre les ha transmitido convicciones firmes, ni
les ha enseñado a vivir con un cierto número de valores, limitándose a
repetir hasta la saciedad los valores de la sociedad de consumo. ¿Qué cosa
hacen los jóvenes? Se dirigen a los ancianos para obtener aquello que no han
tenido: son los ancianos los que, como lo hace el Papa, los enlazan con la
Historia y la memoria cultural y religiosa, desbancando así a sus padres. No
hay divisiones entre el Papa y los jóvenes. Cuando los jóvenes perciben
palabras auténticas, se sienten respetados y valorizados: "Por fin hemos
sido tomados en serio, él tiene fe en nosotros".
A la Iglesia se le atribuye una obsesión en cuanto a la moral sexual. Aunque
este tema no represente ni el 9% de los discursos y de los escritos del
Papa, los medios de comunicación se detienen sólo en este aspecto,
silenciando todo el resto. La historia del preservativo[12] es
característica de esta desinformación y de la manipulación de la que son
objeto sus discursos. Juan Pablo II en cambio dice una cosa diferente: se
apoya en el Evangelio y no depende de las ideas ligadas a una moda pasajera.
Apela al sentido del amor y de la responsabilidad. Como Cristo, prefiere
dirigirse a la conciencia humana, para que cada uno se interrogue sobre el
propio comportamiento para saber si se ha vivido en el sentido de un amor
auténtico, leal y honesto hacia uno mismo y hacia el otro.
Persigue su misión. La reflexión sobre la sexualidad no puede reducirse a un
discurso sobre la salud, sobre todo cuando ésta descuida la responsabilidad
moral de las personas. La valoración moral concierne también a la sexualidad
y no sólo a la vida social, a no ser que se quiera crear una escisión
aberrante. Los cristianos son invitados a inspirarse en este modelo y así su
propio comportamiento nazca de una conciencia evangélica iluminada.
Roma, 10-13 de abril 2003
P. Tony Anatrella
Psicoanalista, Especialista en Psiquiatría Social
Fuente: vatican.va