Principios inspiradores para la construcción de
iglesias:
LAS PIEDRAS, LOS SONIDOS, LOS COLORES DE LA CASA DE DIOS
por Mons. Mauro Piacenza
Principios inspiradores
para la construcción de iglesias
y de espacios para la celebración
y la adoración de la Eucaristía (I)
El proyecto de una iglesia edificio es complejo y articulado. Este se funda
en la concepción del culto divino que tal espacio acoge y manifiesta.
Correspondiendo a la lógica de la encarnación, por la cual las realidades
espirituales encuentran expresión en aquellas sensibles, el lugar sacro es
el revestimiento corporal de la acción litúrgica; este es «símbolo icónico»
de la Iglesia que se considera «cuerpo místico» de Cristo. Se desprende que
la impostación de una iglesia edificio se mueve desde la concepción eclesial
del espacio de culto. Esta está sujeta al cambio tanto ritual como cultural.
El primero se debe a la diversa reflexión de la Iglesia a nivel teol&oacu!
te;gico, eclesiológico, litúrgico, espiritual, teniendo presente la
perennidad de las líneas de fondo; el segundo a la diversa compagine
psicológica, social, cultural. Teniendo presente los dos frentes se activa
el compromiso de una correcta inculturación de la fe en la acción ritual.
Tal compromiso es primario por la asignación y es asumido por los
proyectistas.
La eclesialidad en la proyección cultual - La construcción de una iglesia
edificio es evento eclesial, porque simboliza la edificación misma de la
comunidad cristiana que celebra los «divinos misterios» y «pregusta las
realidades celestes». La configuración del espacio dedicado al culto exige
por lo tanto fidelidad al dato doctrinal, espiritualidad y creatividad.
Estos requisitos son ineludibles. A través del genio creativo es de hecho
posible inventar formas arquitectónicas hechas para expresar contenidos que
reflejan la visión eclesial. El arquitecto, a través de la personal apertura
espiritual, debe captar el sentido religioso cristiano para traducirlo en
soluciones espaciales congruentes a las exigencias litúrgicas.
Los paradigmas evangélicos - Coherentemente al principio general de la
religión «es espíritu y verdad» (Jn 4, 23), Dios puede ser adorado donde
quiera sin específicas delimitaciones espaciales, y sobre todo es adorado
con verdad caritativa en el profundo del propio interior en el espíritu del
logos encarnado. Por estos motivos, las referencias neotestamentarias a
modelos arquitectónicos específicos son escasos.
El Evangelio lista, cuales «lugares» teológico-cultuales en perspectiva
redentora, el Cenáculo, el Calvario, el Sepulcro vacío. El Cenáculo es el
lugar convival descrito como espacio «magnum et stratum», es decir bien
dimensionado en referencia a los ocupantes y decorosamente cubierto por
tapetes, además de estar apartado y recogido (cf Mc 14, 14-15). El Calvario
es el lugar infamante, fuera de los muros de Jerusalén, usado para las
condenas a muerte, por lo que contrasta con cualquier dedicación sacra (cf
Hb 13), celebrando el eclipse del divino en la kenosis del Verbo encarnado.
El Sepulcro es en cambio lugar digno, escavado en la roca y aún no
utilizado, mas siempre destinado a acoger restos mortales. En el Cenáculo
Jesús instituye la Eucaristía como memorial para actualizar en todo tiempo
su presencia; sobre el Calvario celebra el sacrificio de su muerte por la
salvaci&oa! cute;n de la humanidad; en el sepulcro realiza el descenso a los
infiernos y la gloriosa resurrección para concretar «palabras y obras»
presentes en las Escrituras. Tales «lugares» teologizados se combinan en la
concepción del altar cristiano, signo cultual por excelencia, que en Cristo
se convierte en altar sacrifical, comedor convival, recuerdo sepulcral. El
altar es por lo tanto el fulcro arquitectónico del edificio cultual que lo
contiene.
La comunidad primitiva está obligada a abandonar el templo y la sinagoga,
porque entra en oposición al judaísmo y se dirige a los gentiles. «Lugar» de
la evangelización que es la diáspora de los creyentes «hasta los extremos
confines de la tierra» (Hch 1, 8), por el cual todos los areópagos son
útiles para anunciar «a Cristo, crucificado y resucitado». «Lugar» de la
«fractio panis» es cualquier ambiente doméstico y ferial que va desde el
refugio en Emaús, a las orillas del mar de Galilea, al Cenáculo, a las casas
patricias romanas, «domus ecclesiae». Gran respeto está reservado al «lugar»
de la sepultura, especialmente de los mártires, de modo que la iglesia
romana primitiva adopta la instalación de las catacumbas, cuales espacio
privilegiado de acogida para los difuntos «en espera de la resurrección
final». «Lugar» decididamente cultual para la comunidad acrecentada
numéricamente es la «basílica», adoptando de la cultura arquitectónica
romana un espacio público.
+ Mauro Piacenza, Presidente de la Pontificia Comisión para los Bienes
Culturales de la Iglesia, Presidente de la Pontificia Comisión de
Arqueología Sacra (Agencia Fides 17/10/2006)