EL MUNDO ENTERO ESPERA LA RESPUESTA DE MARÍA (San Bernardo de Claraval)
Has oído, Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo. Has oído que no será
por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel
aguarda tu respuesta: ya es tiempo de que vuelva al Señor que lo envió.
También nosotros, condenados a muerte por una sentencia divina, esperamos,
Señora, tu palabra de misericordia.
En tus manos está el precio de nuestra salvación; si consientes, de
inmediato seremos liberados. Todos fuimos creados por la Palabra eterna de
Dios, pero ahora nos vemos condenados a muerte; si tú das una breve puesta,
seremos renovados y llamados nuevamente la vida.
Virgen llena de bondad, te lo pide el desconsolado Adán, arrojado del
paraíso con toda su descendencia. Te lo pide Abraham, te lo pide David.
También te lo piden ardientemente los otros patriarcas, tus antepasados, que
habitan en la región de la sombra de la muerte. Lo espera todo el mundo,
postrado a tus pies.
Y no sin razón, ya que de tu respuesta depende el con- suelo de los
miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la
salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza.
Apresúrate a dar tu consentimiento, Virgen, responde sin demora al ángel,
mejor dicho, al Señor, que te ha hablado por medio del ángel. Di una palabra
y recibe al que es la Palabra, pronuncia tu palabra humana y concibe al que
es la Palabra divina, profiere una palabra transitoria y recibe en tu seno
al que es la Palabra eterna.
¿Por qué tardas?, ¿por qué dudas? Cree, acepta y recibe. Que la humildad se
revista de valor, la timidez de confianza. De ningún modo conviene que tu
sencillez virginal olvide ahora la prudencia. Virgen prudente, no temas en
este caso la presunción, porque, si bien es amable el pudor en el silencio,
ahora es más necesario que en tus palabras resplandezca la misericordia.
Abre, Virgen santa, tu corazón a la fe, tus labios al consentimiento, tu
seno al Creador. Mira que el deseado de todas las naciones está junto a tu
puerta y llama. Si te demoras, pasará de largo y entonces, con dolor,
volverás a buscar al que ama tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por
la fe, corre por el amor, abre por el con- sentimiento. Aquí está -dice la
Virgen- la esclava , del Señor, hágase en mí según tu palabra.
De las Homilías de san Bernardo, abad, Sobre las excelencias de la Virgen
Madre
(Homilía 4, 8-9: Opera omnia, edición cisterciense, 4 [1966] 53-54)