El Rosario, «herramienta fabulosa de creatividad»
Entrevista con la profesora Cristina González Alba especialista en ética
y autora del Libro Orar con el Rosario. La profesora universitaria Cristina
González Alba, casada y con seis hijos, propone hacer del Rosario una
práctica diaria que cada día sea distinta.
En esta entrevista a Zenit explica qué «rezar el Rosario no es lo mismo que
orar» y cuenta algunas de las iniciativas que ha organizado para que la
gente se acerque a esta práctica devocional.
Cristina González Alba, sevillana de nacimiento, enseña Derecho, Historia y
Ética en la Universidad de Río Grande, en Tierra del Fuego. Es autora de
«Orar con el Rosario», editado en España por la Editorial Descleé de
Brouwer.
--¿En qué sentido descubrir el Rosario le cambió la vida?
--Cristina González: Quizás la frase cambiar la vida sea un poco literaria y
no del todo exacta. Lo que sí me hizo fue madurar y crecer en vida interior.
Yo recé el Rosario desde que era pequeña, en casa. Luego seguí haciéndolo
como una buena rutina en mi vida.
Y un día descubrí la cantidad de posibilidades y recursos espirituales que
me brindaba el Rosario. Por ejemplo, podía elegir un misterio del Rosario de
cada día y convertirlo en el tema de mi oración.
Podía quedarme con una frase o salmo de la misa, o de la liturgia, y
añadirlo después del rezo de cada misterio. Repetirlo después de cada
misterio me sirvió para descubrir que lo podía seguir repitiendo durante el
día en distintos momentos para tener presencia de Dios.
Leer o recordar el pasaje del evangelio de cada misterio me llevaba a sacar
de ahí un punto de lucha para ese día. Entonces el Rosario se convirtió en
el hilo conductor de mi vida interior y eso me hizo crecer espiritualmente y
algo así como "ordenar" mi vida de oración.
El Rosario dejó de ser para mí una práctica aislada para convertirse en la
fuente de donde sacaba propósitos, jaculatorias etc. que iban alimentando mi
vida religiosa
--Usted diferencia «orar» de «rezar» con el Rosario. ¿En qué se distinguen?
--Cristina González: Mas que diferenciar podríamos decir que el concepto
orar abarca el concepto rezar. Se empieza rezando y se termina orando. A
veces a la oración no le tomamos gusto porque no sabemos dar ese paso.
Rezar es la manifestación exterior de orar. Orar es la actitud interior del
que reza. El que ora reza, pero no todo el que reza ora. Y el Rosario es una
oración que por ser repetitiva y rutinaria se puede prestar a la distracción
y a la repetición sin reflexión. A sólo rezar y olvidarnos de orar.
Hay quien considera que una oración espontánea vale más, y no se da cuenta
de que el Rosario es una herramienta fabulosa de creatividad y de
espontaneidad. Hasta el mejor de los artistas necesita materia para crear.
Sólo Dios crea de la nada. Un escultor puede hacer una figura de cerámica
maravillosa pero ha necesitado antes del barro. El Rosario sería ese barro.
Lo podemos rezar nada más, y dejarlo como está, o podemos, a través del arte
de la oración, convertirlo en una figura de artesanía espiritual.
--Propone «hacer de la rutina del Rosario de cada día una novedad». ¿Cómo se
consigue este aspecto novedoso?
--Cristina González: Se consigue poniendo cada día todo nuestro arte en
convertir esa masa de barro en una figura de artesanía, cada día distinta y
cada día con un esfuerzo nuevo y una creatividad renovada.
El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. Dios crea, el hombre es
creativo, porque se parece a Dios. Dios crea por amor y el hombre alcanzará
la plenitud de su creatividad en la medida en que lo haga por amor. El amor
a Dios nos lleva a levantarnos cada día con el ánimo de hacer nuevas todas
las cosas, para El.
--¿Con qué método ha conseguido que el Rosario forme parte de la vida diaria
de mucha gente?
--Cristina González: Esa fue mi primera idea. Yo descubrí que el Rosario
podía ser el hilo conductor de mi vida interior y lo vivía dentro del ámbito
de mi vida de oración, como algo entre Dios y yo.
Cuando el papa Juan Pablo II escribió la carta apostólica «El Rosario de la
Virgen María» me di cuenta de que no sólo era un arma para mí, sino que el
Papa quería transmitir la idea de un Rosario meditado, orado, que alimentara
nuestra vida.
Esa frase final de la carta donde dice «que este llamamiento mío no sea en
balde» me animó a empezar a transmitir este modo que yo estaba descubriendo
de rezar. Y el modo de presentarlo fue haciendo grupos de oración donde no
íbamos a rezar el Rosario sino a trabajar el Rosario.
Probé distintos métodos y se logró que muchas personas se aficionaran al
Rosario. Unas veces alguien traía preparada una meditación, otras veces
traían la jaculatoria final, otras, ahí mismo, de la lectura de los
misterios «inventábamos» una pequeña oración y la llevábamos escrita a casa
para repetirla durante el día. Hay quien la ponía en la nevera pegada con un
imán hasta el siguiente rosario o la pegaba en la agenda, como un compromiso
personal.
--¿Cómo se puede presentar de manera atractiva el rosario a los jóvenes y a
los no tan jóvenes?
--Cristina González: Con imaginación hay muchas maneras de presentar el
Rosario de un modo atractivo. Los jóvenes son creativos. Hay que darles el
barro y decirles que les está permitido crear.
Hay que respetar la estructura básica, que es lo que distingue el Rosario de
otra oración, o sea, los cinco misterios, las diez avemarías, el
padrenuestro y el Gloria, y a partir de ahí podemos hacer lo que nos de la
gana, y cada día una cosa.
Los grupos de jóvenes pueden sacar del Rosario el eslogan o lema de la
semana, del colegio o la parroquia, pueden rezar un misterio en grupo y
meditar el pasaje de ese Evangelio, sacar una conclusión y ofrecerla a otras
personas o hacer un cartel en el aula de catequesis.
Todo resulta. Incluso plantear un curso de formación siguiendo la temática
del Rosario, que sería como evangelizar de la mano de la Virgen.
También es bueno que sea cada vez uno o dos los que preparen el rezo del
Rosario del día o la semana, y dirijan el rezo incluyendo, por ejemplo,
alguna pregunta para pensar después de cada misterio o algún comentario
breve y personal.
Es importante que entiendan que el hombre es cuerpo y alma, y que esa
repetición de oraciones, contra la que ellos a veces se rebelan, no se debe
obviar, porque nos ayuda a relajarnos, a estar serenos y mejor predispuestos
a una buena meditación.
Es algo que hay que ayudarles a experimentar, buscando lugares aptos y
tranquilos, que inviten al recogimiento, como un jardín o un paseo por la
playa. Los jóvenes necesitan experimentar lo religioso, tocarlo con sus
manos.
En una ocasión un grupo de mujeres nos preparamos para la Semana Santa
reuniéndonos todos los martes de cuaresma a rezar y meditar los misterios
dolorosos, y terminábamos con un examen de conciencia o reflexión que
preparaba cada una durante la semana. Como nos dio tan buen fruto lo
repetimos los domingos de Pascua, con los misterios gloriosos, y después, en
el Adviento, meditando los gozosos.