La libertad sexual y el feminismo han reforzado el poder del varón: Eva Illouz, socióloga judía
C.L. / ReL 27 mayo 2013
Profesora en la Universidad Hebrea de Jerusalén, atribuye el creciente
«sufrimiento por amor» a la destrucción de los vínculos comunitarios: La
sociedad tradicional, más igualitaria
¿Por qué duele el amor? Eva Illouz ha ofrecido su versión en
un libro del mismo título publicado en español en 2012 y que pronto
verá la luz en Italia, razón por la cual el diario de los obispos italianos,
L´Avvenire,
publicaba el jueves una entrevista conella,
antes publicada en
el también católico La
Croix. Judía nacida en Fez
(Marruecos) en 1961, es profesora de Sociología en la
Universidad Hebrea de Jerusalén, tras haberse formado en Francia, Estados
Unidos (Princeton) y Alemania. Varias de sus obras de crítica
social, focalizada en los patrones culturales de la mercantilizada vida
moderna, han recibido premios internacionales.
Y la última, Por qué duele el amor, se centra en particular en las
relaciones entre hombres y mujeres en nuestros días, por comparación con lo
que fueron hasta hace apenas medio siglo. El punto de partida de Illouz no
es la moral cristiana ni implica un juicio moral sobre el hedonismo nacido a
raíz del 68, con lo cual sus fríos análisis sociológicos
tienen un valor especial para los debates sobre la denominada libertad
sexual.
De los vínculos a la ausencia de reglas
"La vulgata freudiana en la que estamos inmersos desde finales de
la Segunda Guerra Mundial nos ha habituado a la idea de que la causa de
nuestros fracasos amorosos reside en nosotros, en nuestra historia personal,
en nuestro inconsciente", arranca Illouz, quien sin descartarlo prefiere
insistir en que proceden más bien "de las tensiones culturales y
sociales de la modernidad, de la evolución de las relaciones
sociales entre hombres y mujeres, y también de valores que apreciamos, como
la libertad".
De influencias marxistas y estructuralistas, acusa al individualismo de
provocar un cambio radical: "En la Europa precapitalista, hombres y mujeres
se encontraban en un universo en el que estaban emocional y
moralmente protegidos por la presencia del grupo. Había códigos
compartidos sobre el encuentro y el compromiso amorosos. Cortejar a una
mujer tenía rituales bien claros. Aquel protocolo tenía como consecuencia
estructurar la vida emocional, regular las emociones y disminuir la
incertidumbre. En el modelo tradicional, si un hombre corteja a una mujer y
no se compromete y la abandona, todos le condenan: la mujer, quienes le
rodean e incluso él mismo, que sabe que se ha desviado. Esa certeza
moral ha desaparecido de las relaciones amorosas, y esto nos hace más
vulnerables".
Hoy es distinto: "La relación amorosa se define por la incertidumbre y el
riesgo. Uno no sabe lo que siente, no sabe lo que siente el otro y, lo que
es aún más interesante, no se sabe cuáles serán los signos del amor y del
compromiso, por parte de uno mismo y del otro... El amor se ha
convertido en un ámbito en el cual ya no hay ninguna regla".
Un golpe a la autoestima
Por supuesto, Illouz no pretende que el sufrimiento por amor sea
nuevo, "pero si hay algo inédito, cualitativamente, en la experiencia
moderna del sufrimiento: hoy el sufrimiento por amor se percibe como una
experiencia que amenaza la integridad del yo de los individuos, porque
el amor ha asumido un papel determinante en la construcción de la
autoestima en nuestras sociedades. Es el amor quien da sentido a
nuestro valor".
"Las grandes transformaciones del encuentro amoroso son consecuencia de su
desregulación, de su desconexión respecto a los marcos morales
tradicionales que lo regulaban", añade.
La libertad no libera, el feminismo desiguala
Y, al hablar de la libertad sexual y del feminismo, Illouz señala
algunas paradojas: ni el feminismo iguala, ni la libertad libera.
"El feminismo se ha desembarazado de las superestructuras de poder sin tocar
las infraestructuras", afirma, siguiendo la clásica división marxista entre
lo espiritual y lo material, respectivamente: "En la sociedad
patriarcal había simetría entre hombres y mujeres, porque ambos
buscaban casarse. En aquel régimen tradicional el hombre se definía por el
control que ejercía sobre una mujer sus hijos, y quería propagar su
apellido. Para los hombres, el matrimonio era muy a menudo también la
operación financiera más importante de su vida. Hubo un tiempo, pues, en el
que el hombre quería el matrimonio y la familia tanto como la mujer".
Pero "esta situación cambió radicalmente en la segunda mitad del siglo XX",
cuando "el capitalismo" hizo a los hombres "salir de las familias y menos
dependientes de la esfera privada". A esto se añaden "los efectos de la
revolución sexual de los años 70. Ahora los hombres tienen un acceso
libre a la sexualidad sin pasar por el matrimonio. Estas
transformaciones son causa de desigualdad, porque las mujeres siguen
deseando tener hijos y una familia estable. Y otros factores acentúan esa
disparidad: los hombres no deben someterse al reloj biológico, han adoptado
una sexualidad menos comprometida emocionalmente, tienen mayor posibilidad
de elección (más jóvenes, más maduras...). Tienen más poder, porque el poder
está ligado a una mayor capacidad de elegir".
Por último, Eva Illouz señala que "la libertad sexual tiene un
aspecto que a menudo no se quiere ver: instrumentaliza al otro. El
otro se convierte en un medio para mi placer. Esto hace más difíciles las
virtudes tradicionales, como la constancia, la lealtad, la capacidad de
sacrificio...".