«No se enseña a vivir la verdadera afectividad»
El profesor Juan José Pérez-Soba es catedrático de Teología Moral de la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid, y miembro del Instituto Juan Pablo II para el estudio del Matrimonio y la Familia.
¿Cómo enfocar la sexualidad dentro del
noviazgo?
Primeramente, hay que ver que el amor humano, para cualquier persona, es
un elemento especialmente importante en su vida. Es necesario unir la
relación hombre-mujer con la vocación al amor. Eso requiere entender un
conjunto de elementos que no son una mera atracción, sino la
conformación de una vida entera. No sólo lo que uno siente, sino que hay
que unirlo al hecho de construir una vida, que está incluido en ese
amor, y que puede constituir lo que, entre cristianos, llamamos novios.
¿Qué dificultades pueden encontrar los jóvenes novios en la sociedad?
El sistema de relaciones sociales, actualmente, está muy mal entendido.
Mientras hubo un momento en que el hecho de la relación hombre y mujer,
socialmente, estuvo bastante establecido, hoy nuestra cultura quiere ser
neutra en ese aspecto, en parte porque todavía está muy influida por la
revolución sexual de los años 60, que evita cualquier criterio de
discernimiento moral en este tema, para propugnar un campo de libertad
en el que cada persona hace lo mismo. Esto da lugar a que la sexualidad
sea algo manipulable por el hombre, que le pone los fines que quiere, y
tiene como consecuencia la pérdida de intimidad, en la medida en que esa
realidad sexual se reduce a la excitación sexual y búsqueda de mayor
placer, que no satisface a nadie. El tema fundamental para entender la
sexualidad, como una vocación, es que la sexualidad promete algo, pero
aquello que promete es incapaz de darlo por ella misma. ¿Por qué? Porque
lo que uno busca por la sexualidad no es el puro placer sexual, sino una
relación personal, que no se da porque se den actos sexuales, sino
porque es el elemento que hace necesario y ayuda realmente a que los
actos sexuales tengan sentido.
¿Por qué es necesaria la educación afectivo-sexual?
La afectividad está habitualmente desbordada, porque a las personas no
se les enseña a vivir su propia afectividad, y los afectos se
constituyen en fines sin saber cómo ni a dónde los dirigen, lo que hace
que muchas personas se sientan tremendamente esclavas de sus propios
afectos. Una formación afectivo-sexual es saber interpretar estos
afectos y de qué manera nos hablan.
Respecto al tema de la formación de la castidad, creo que está dentro de
otro más amplio, que es la formación de las virtudes. Las virtudes
tienen mala prensa, porque se entienden como una aplicación de normas
que se imponen a una espontaneidad mucho más rica. Esto está equivocado:
se trata de encontrar el cauce adecuado de la espontaneidad para que
exprese la verdad del hombre. El elemento básico del concepto de virtud
es una integración afectiva, que lleva a realizar actos excelentes y que
expresa la persona en toda su dimensión. Esa formación de virtudes es
una tarea en la que la Iglesia está empeñada y donde hay que integrar la
formación afectivo-sexual dentro de una vida cristiana, que es
precisamente donde encuentra su sentido completo.
¿Cuándo un amor es maduro?
Cuando no se centra en sí mismo: el amor no habla de sí mismo, sino de
aquello que promete, habla de la concepción de una vida. Dos tienen un
amor maduro cuando entienden que lo que les une no es una sensación
mutua, no es gustarse mutuamente, sino querer vivir una vida: ése es el
tema propiamente de la madurez. Está en ese querer construir, que tiene
mucho más que ver con la vida en su totalidad: las propias
contradicciones de la vida, lo que se ha recibido de la propia familia,
entender y saber compartir la propia concepción de la vida y la
religión, entender la educación... Todos estos elementos, en la medida
en que se expresan, se comparten y permiten construir, son elementos de
amor, lo cual incluye también sufrimiento y dolor. Estos elementos, como
se ve, no son muy románticos, pero los elementos que tienen que ver con
la virtud del amor, tienen la capacidad de responder cada momento a lo
que la vida te exige.
¿Cree que los cursillos prematrimoniales son suficientes?
Pues no. Son lo mínimo que se puede hacer. Lo que normalmente se
recomienda es que haya una vinculación a una comunidad cristiana, donde
la formación pueda hacerse también con otras parejas que compartan su
fe. Esto lleva a un planteamiento en el que no se trata simplemente de
una realidad puntual de un fin de semana, donde la gente queda impactada
y agradecida, pero que es insuficiente. Hay que ver las condiciones de
cada uno, pero también hay que ver las posibilidades que se abren.
La pastoral de la familia por parte de la Iglesia, a partir del
Directorio, es todavía incipiente. El Directorio ha sido una gran ayuda
y aportación, pero todavía su puesta en práctica deja bastante que
desear, en el sentido que necesita personas formadas, agentes de
pastoral familiar formados, que todavía son escasos.
Hay cada vez más personas que van cumpliendo años y no encuentran
pareja..., ¿existe la vocación de solteros?
Una persona soltera puede encontrar su vocación, pero no existe la vocación de soltero. Su vocación se encuentra en el don de sí y el amor esponsal. No es el amor conyugal, pero sí la entrega del corazón de verdad. Uno no puede vivir nunca para sí mismo.
A. Ll. P. A&O
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