Catequesis del Papa Juan Pablo II: La vida espiritual de los esposos
Catequesis del Papa en la audiencia general del día miércoles -
3/10/1984 -
1. Refiriéndonos a la doctrina contenida en la Encíclica "Humanae vitae",
trataremos de delinear ulteriormente la vida espiritual de los esposos.
Estas son las grandes palabras de la Encíclica: "La Iglesia, al mismo tiempo
que enseña las exigencias imprescriptibles de la ley divina, anuncia la
salvación y abre con los sacramentos los caminos de la gracia, la cual hace
del hombre una nueva criatura, capaz de corresponder en el amor y en la
verdadera libertad al designio de su Creador y Salvador y de encontrar suave
el yugo de Cristo.
"Los esposos cristianos, pues, dóciles a su voz, deben recordar que su
vocación cristiana, iniciada en el bautismo, se ha especificado y
fortalecido ulteriormente con el sacramento del matrimonio. Por lo mismo,
los cónyuges son corroborados y como consagrados para cumplir fielmente los
propios deberes, para realizar su vocación hasta la perfección y para dar un
testimonio propio de ellos delante del mundo. A ellos ha confiado el Señor
la misión de hacer visible ante los hombres la santidad y la suavidad de la
ley que une el amor mutuo de los esposos con su cooperación al amor de Dios,
autor de la vida humana " (Humanae vitae, 25).
2. Al mostrar el mal moral del acto anticonceptivo, y delineando, al mismo
tiempo, un cuadro posiblemente integral de la práctica "honesta" de la
regulación de la fertilidad, o sea, de la paternidad y maternidad
responsables, la Encíclica "Humanae vitae" crea las premisas que permiten
trazar las grandes líneas de la espiritualidad cristiana de la vocación y de
la vida conyugal e, igualmente, de la de los padres y de la familia.
Más aún, puede decirse que la Encíclica presupone toda la tradición de esta
espiritualidad, que hunde sus raíces en las fuentes bíblicas, ya analizadas
anteriormente, brindando la ocasión de reflexionar de nuevo sobre ellas y
hacer una síntesis adecuada.
Conviene recordar aquí lo que se ha dicho sobre la relación orgánica entre
la teología del cuerpo y la pedagogía del cuerpo. Esta "
teología-pedagogía", en efecto, constituye ya de por sí el núcleo esencial
de la espiritualidad conyugal. Y esto lo indican también las frases de la
Encíclica que hemos citado.
3. Ciertamente, reelería e interpretaría de forma errónea la Encíclica
"Humanae vitae" el que viese en ella tan sólo la reducción de la "paternidad
y maternidad responsables" a los solos "ritmos biológicos de fecundidad". El
autor de la Encíclica desaprueba enérgicamente y contradice toda forma de
interpretación reductiva (y en este sentido "parcial"), y vuelve a proponer
con insistencia la comprensión integral. La paternidad-maternidad
responsable, entendida integralmente, no es más que un importante elemento
de toda la espiritualidad conyugal y familiar, es decir, de esa vocación de
la que habla el texto citado de la "Humanae vitae", cuando afirma que los
cónyuges deben realizar "su vocación hasta la perfección" (Humanae vitae,
25). El sacramento del matrimonio los corrobora y como consagra para
conseguirla (cf. Humanae vitae, 25).
A la luz de la doctrina, expresada en la Encíclica, conviene que nos demos
mayor cuenta de esa "fuerza corroborante" que está unida a la "consagración
sui generis" del sacramento del matrimonio.
Puesto que el análisis de la problemática ética del documento de Pablo VI
estaba centrado sobre todo en la exactitud de la respectiva norma, el esbozo
de la espiritualidad conyugal que allí se encuentra, intenta poner de
relieve precisamente estas "fuerzas" que hacen posible el auténtico
testimonio cristiano de la vida conyugal.
4. "No es nuestra intención ocultar las dificultades, a veces graves,
inherentes a la vida de los cónyuges cristianos; para ellos, como para
todos, la puerta es estrecha y angosta la senda que lleva a la vida (cf. Mt
7, 14). Pero la esperanza de esta vida debe iluminar su camino mientras se
esfuerzan animosamente por vivir con prudencia, justicia y piedad en el
tiempo presente, conscientes de que la forma de este mundo es pasajera"
(Humanae vitae, 25).
En la Encíclica, la visión de la vida conyugal está, en cada pasaje, marcada
por realismo cristiano, y esto es precisamente lo que más ayuda a conseguir
esas "fuerzas" que permiten formar la espiritualidad de los cónyuges y de
los padres en el espíritu de una autentica pedagogía del corazón y del
cuerpo.
La misma conciencia "de la vida futura" abre, por decirlo así, un amplio
horizonte de esas fuerzas que deben guiarlos por la senda angosta (cf.
Humanae vitae, 25) y conducirlos por la puerta estrecha (cf. Humanae vitae,
25) de la vocación evangélica.
La Encíclica dice: "Afronten, pues, los esposos los necesarios esfuerzos,
apoyados por la fe y por la esperanza, que no engaña, porque el amor de Dios
ha sido difundido en nuestros corazones junto con el Espíritu Santo, que nos
ha sido dado" (Humanae vitae, 25).
5. He aquí la "fuerza" esencial y fundamental: el amor injertado en el
corazón ("difundido en los corazones") por el Espíritu Santo. Luego la
Encíclica indica cómo los cónyuges deben implorar esta "fuerza" esencial y
toda otra "ayuda divina" con la oración; cómo deben obtener la gracia y el
amor de la fuente siempre viva de la Eucaristía; cómo deben superar "con
humilde perseverancia" las propias faltas y los propios pecados en el
sacramento de la penitencia.
Estos son los medios infalibles e indispensables para formar la
espiritualidad cristiana de la vida conyugal y familiar. Con ellos esa
esencial y espiritualmente creativa "fuerza" de amor llega a los corazones
humanos y, al mismo tiempo, a los cuerpos humanos en su subjetiva
masculinidad y feminidad. Efectivamente, este amor permite construir toda la
convivencia de los esposos según la "verdad del signo", por medio de la cual
se construye el matrimonio en su dignidad sacramental, como pone de relieve
el punto central de la Encíclica (cf. Humanae vitae, 12).