La ancianidad es para ser fecundo: 7 enseñanzas bíblicas y 5 ideas prácticas para mantenerse activo
La Biblia y la Iglesia por lo general no hablan mucho de la ancianidad como
época de descanso, sino que más bien exhortan una y otra vez a que sea época
de fecundidad, de maduración, de enseñar y compartir y de oración.
Juan Pablo II exhorta a ser activos
El Papa Juan Pablo II el 23 de marzo de 1984 en una audiencia a unos ocho
mil ancianos dejó constancia de la preocupación de la Iglesia por los
mayores: “No os dejéis sorprender por la tentación de la soledad interior. A
pesar de la complejidad de vuestros problemas [...], las fuerzas que
progresivamente se debilitan, las deficiencias de las organizaciones
sociales, los retrasos de la legislación oficial y las incomprensiones de
una sociedad egoísta, no estáis ni debéis sentiros al margen de la vida de
la Iglesia, o elementos pasivos en un mundo en excesivo movimiento, sino
sujetos activos de un periodo humana y espiritualmente fecundo de la
existencia humana. Tenéis todavía una misión que cumplir”
Lo que enseña la Biblia
En el Antiguo Testamento se considera al anciano sobre todo como un maestro
de vida: “Dice la sabiduría a los ancianos: la corona de los ancianos es su
rica experiencia, y el temor del Señor, su gloria” (Eclo 25, 7-8).
Además, el anciano es transmisor de la sabiduría de Dios: “¡oh Dios!, hemos
oído, nos contaron nuestros padres la obra que tú hiciste en sus días” (Sal
44, 2).
Anunciando la fe a los jóvenes, los ancianos conservan fecundidad. “En la
vejez seguiré dando frutos, lozano y frondoso, para proclamar que justo es
el Señor, mi Roca, en quien no existe la maldad? (Sal 92, 15-16).
La Biblia anima a escuchar a los ancianos: “No desprecies las sentencias de
los ancianos” (Eclo 8, 11), “pregunta a tu padre, y te enseñará; a tus
ancianos, y te dirán” (Dt 32, 7).
La Biblia enseña también a atender a las personas mayores. “Hijo, acoge a tu
padre en su ancianidad, y no le des pesares en su vida. Si llega a perder la
razón, muéstrate con él indulgente y no le afrentes porque estés tú en
plenitud de fuerza” (Eclo 3, 14-15).
Los ancianos representan, desde el punto de vista bíblico, al menos 7
enseñanzas positivas si se saben vivir desde la sabiduría de la Palabra de
Dios. María Ángeles Infante, de las Hijas de la Caridad, las ha seleccionado
así.
1) Hay que respetar al anciano (Lv 19,32)
“Ponte en pie ante las canas, [...] y honra a tu Dios?”, leemos en Levítico
19. “Honra a tu padre y a tu madre” (Dt 5,16) es una exhortación potente.
Eclesiástico (Eclo 3, 1-16) es contundente: ”Quien desampara a su padre es
un blasfemo, un maldito del Señor quien maltrata a su madre”.
2) Los ancianos nos enlazan al pasado:
El Salmo 44 afirma: “Nuestros antepasados nos contaron la obra que
realizaste en sus días”. Dios se presenta ante Moisés remitiéndose a una
relación previa: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3,6). El hijo, el joven encuentra a Dios a
través de los padres, de los ancianos.
3) En la ancianidad hay fecundidad y servicio
“En la vejez seguirán dando fruto”, dice el salmo (Sal 92 [91], 15). Del
vientre estéril de Sara y del cuerpo centenario de Abraham nace todo un
pueblo para Dios (como recuerda Rom 4,18-20). Del vientre estéril de Isabel
y de un padre mayor, Zacarías, nace Juan el Bautista, precursor de Cristo.
Hay mucho por ver y por hacer en la ancianidad: “Le haré disfrutar de larga
vida, y le mostraré mi salvación”, promete Dios en un salmo (Sal 91 [90],
16).
4) La ancianidad enseña a todos que esta vida es fugaz
El libro sapiencial del Eclesiástico nos recuerda: “Ten en cuenta a tu
Creador en los días de tu juventud, antes de que lleguen los días malos”
(Eclo 12,1). El salmista recuerda con todo realismo que la vida pasa rápido:
“Setenta años dura nuestra vida, y hasta ochenta llegan los más fuertes;
pero sus afanes son fatiga inútil, pues pasan pronto, y nosotros nos
desvanecemos” (Sal 90 [89], 10). Por eso la Escritura propone mirar a Dios,
y no a las cosas mundanas.
5) La ancianidad prepara para morir con visión sagrada
“Abraham murió en buena vejez, colmado de años, y fue a reunirse con sus
antepasados” (Gn 25,7). Esta escena muestra una muerte serena que redondea
una vida plena. Cristo, que promete la Resurrección (y la ejemplifica) da
aún más esperanza y hace más sagrado el morir, que no es mera biología. “Yo
soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto,
vivirá; y todo el que está vivo y crea en mí, jamás morirá” (Jn 11,25-26)
6) La ancianidad es tiempo de verdadera sabiduría vital
“Enséñanos a calcular nuestros días para que adquiramos un corazón sabio”,
dicen los salmos (Sal 90 [89], 12). No basta con cumplir años para crecer en
sabiduría: hay que reflexionar sobre ellos bajo la enseñanza de Dios
(“enséñanos a calcular nuestros días” significa “enséñanos a aprender de lo
que vivimos y de lo que nos queda por vivir”).
7) La ancianidad enseña a confiar en Dios:
Un anciano reza en el Salmo: “A ti, Señor, me acojo; no quede yo avergonzado
para siempre” (Sal 71 [70], 1). La ancianidad es una época para desengañarse
finalmente de muchas vanidades y propagandas falsas y confiar en el Creador
de la vida. Muchos santos de actividad incansable en su vejez se consolidan
como rezadores incansables (Luisa de Marillac, Vicente de Paúl, Catalina
Labouré y muchos otros).
Todas estas enseñanzas preparan al anciano cristiano para dar fruto fecundo,
alegre y sereno en sus últimos años.
Ideas prácticas para tener buen ánimo
Hay además algunas recomendaciones prácticas que ayudan a vivir la
ancianidad con buen ánimo. Hay que tener en cuenta que se trata de una etapa
en la que se viven cambios físicos, hormonales, emocionales, de rutinas... y
acontecimientos inquietantes: mueren seres queridos, se pierde autonomía, a
menudo se cambia de domicilio… Los expertos recomiendan:
1. Apoyar al anciano durante el proceso de vejez
Apoyar significa acompañar, estar ahí, aportar buen humor, escuchar,
consolar… Evitar la soledad y los ambientes dañinos.
2. Es bueno que las personas mayores se relacionen con otras de su edad
Clubes de lectura o costura, centros de día, reuniones de amigos… y por
supuesto, la parroquia, son espacios para compartir experiencias y
sentimientos con iguales, lo que resulta siempre emocional y
psicológicamente muy sano. Los grupos del movimiento "Vida Ascendente" en
muchas parroquias están especialmente orientados a vivir esta etapa en clave
cristiana y en compañía.
3. Realizar actividad, mantenerse activo el mayor tiempo posible
Estar activo reduce los riesgos de depresión. Puede acudirse a clases de
gimnasia, talleres de memoria, salir a pasear, coser, o hacer pasatiempos.
Todo eso mejora el flujo sanguíneo y promueve el buen estado de ánimo. Al
anciano cristiano no le faltarán además actividades evangelizadoras,
caritativas o de oración en las que participar.
4. Hay alimentos que previenen la depresión
Dicen los psicólogos que el pescado azul, la avena, el arroz integral y la
fruta rica en vitamina C como el limón, la naranja y el kiwi, ayudan a
mantener un mejor estado de ánimo.
5. Tomar el sol y reír
Son dos cosas que por lo general no cuestan dinero y siempre resultan
beneficiosas para el ánimo y la salud. España, que es un país donde abunda
el sol y el humor, es también un país de gran longevidad. Estas medidas
ayudan a que se cumpla la oferta de Dios: “Le haré disfrutar de larga vida,
y le mostraré mi salvación” (Salmo 91 [90], 16).
En el vídeo bajo estas líneas, el Papa Francisco explica que no visitar a
los padres ancianos es un pecado mortal