Catequesis cuarta: La familia, trasmisora de los valores y virtudes humanas
LA FAMILIA, FORMADORA EN LOS VALORES HUMANOS Y CRISTIANOS
(VI Encuentro Mundial de las Familias)
A. Canto inicial
B. Oración del Padre Nuestro
C. Lectura bíblica; Jn 1, 43-51
D. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia
1. La familia, nacida de la íntima comunión de vida y de amor conyugal
fundada sobre el matrimonio de un hombre y una mujer, es el lugar primario
de las relaciones interpersonales, el fundamento de la vida de las personas
y el prototipo de toda organización social. Esta cuna de vida y amor es el
lugar apropiado en que el hombre nace y crece, recibe las primeras nociones
de la verdad y del bien donde aprende qué quiere decir amar y ser amado y,
por consiguiente, qué quiere decir ser persona. La familia es la comunidad
natural donde se tiene la primera experiencia y el primer aprendizaje de la
socialidad humana, pues en ella no sólo se descubre la relación personal
entre el «yo» y el «tú», sino que se da el paso al «nosotros». La entrega
recíproca del hombre y de la mujer unidos en matrimonio, crea un ambiente de
vida en el cual el niño puede desarrollar sus potencialidades, tomar
conciencia de su dignidad y prepararse a afrontar su destino único e
irrepetible. En este clima de afecto natural que une a los miembros de la
comunidad familiar cada persona debe ser reconocida y responsabilizada en su
singularidad.
2. La familia educa al hombre según todas sus dimensiones hacia la plenitud
de su dignidad. Es el ámbito más apropiado para la enseñanza y trasmisión de
los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, que son
esenciales para el desarrollo y bienestar tanto de sus propios miembros como
de la sociedad. En efecto, es la primera escuela de las virtudes sociales,
que necesitan todos los pueblos. La familia ayuda a que las personas
desarrollen algunos valores fundamentales que son imprescindibles para
formar ciudadanos libres, honestos y responsables; vg. la verdad, la
justicia, la solidaridad, la ayuda al débil, el amor a los demás por sí
mismos, la tolerancia, etcétera.
3. La familia es la mejor escuela para crear relaciones comunitarias y
fraternas, frente a las actuales tendencias individualistas. En efecto, el
amor —que es el alma de la familia en todas sus dimensiones— sólo es posible
si hay entrega sincera de sí mismo a los demás. Amar significa dar y recibir
lo que no se puede comprar ni vender sino sólo regalar libre y
recíprocamente. Gracias al amor, cada miembro de la familia es reconocido,
aceptado y respetado en su dignidad. Del amor nacen relaciones vividas como
entrega gratuita, y surgen relaciones desinteresadas y de solidaridad
profunda. Como demuestra la experiencia, la familia construye cada día una
red de relaciones interpersonales y educa para vivir en sociedad en un clima
de respeto, justicia y verdadero diálogo.
4. La familia cristiana hace descubrir a los hijos que los abuelos y
ancianos no son inútiles porque no sean productivos, ni gravosos porque
necesiten el cuidado desinteresado y constante de sus hijos y nietos; pues
enseña a las nuevas generaciones, que además de los valores económicos y
funcionales, hay otros bienes: humanos, culturales, morales y sociales que
son incluso superiores.
5. La familia ayuda a descubrir el valor social de los bienes que se poseen.
Una mesa, en la que todos comparten los mismos alimentos, adaptados a la
salud y edad de los miembros es un ejemplo, sencillo pero eficacísimo, para
descubrir el sentido social de los bienes creados. El niño va incorporando
así criterios y actitudes que le ayudarán más adelante en esa otra familia
más amplia que es la sociedad.
E. Reflexión del que dirige
F. Diálogo
G. Compromisos
H. Oración comunitaria
I. Oración por la familia
J. Canto final