Catequesis octava: Colaboradores de la familia la parroquia y la escuela
LA FAMILIA, FORMADORA EN LOS VALORES HUMANOS Y CRISTIANOS
(VI Encuentro Mundial de las Familias)
A. Canto de entrada
B. Oración del Padre Nuestro
C. Lectura de la Biblia: Lc 6, 6-11
D. Lectura de la Enseñanza de la Iglesia
1. La educación cristiana busca, ciertamente, la madurez de la persona
humana; pero busca, sobre todo, que los bautizados se hagan cada día más
conscientes del don recibido de la fe; aprendan a adorar a Dios Padre en
espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), sobre todo, en la acción litúrgica; se
formen para vivir según el «hombre nuevo» en justicia y santidad de verdad
(cf. Ef 4,22-23) y así lleguen al hombre perfecto en la edad de la plenitud
de Cristo (cf. Ef 4,13) y contribuyan al crecimiento del Cuerpo Místico; se
acostumbren a dar testimonio de la esperanza que hay en ellos (cf. 1Pe 3,15)
y contribuyan eficazmente a la configuración cristiana del mundo (cf.
Gravissimum educationis, 2).
2. Los padres, al dar la vida a sus hijos, asumen la gravísima obligación de
educarles y, a la vez, reciben el derecho de ser sus primeros y principales
educadores. A ellos corresponde, por tanto, formar un ambiente familiar
animado por el amor, la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca
la educación integral de los hijos. Por ello, la familia es —como ya se ha
dicho en las catequesis anteriores— la primera escuela de las virtudes
sociales que todas las sociedades necesitan, el espacio donde los hijos
aprenden desde los primeros años a conocer y adorar a Dios y amar al
prójimo, el ámbito donde se tiene la primera experiencia de la sociedad
humana y de la Iglesia, y el medio más eficaz para introducir a los hijos en
la sociedad civil y en el Pueblo de Dios. La trascendencia de la familia
cristiana es, pues, realmente extraordinaria para la vida y el progreso de
la Iglesia; tanto que, cuando falta, es muy difícil suplirla.
3. Pero la familia no se basta a sí misma para realizar su misión sino que
necesita la ayuda del Estado. Es obligación de la sociedad civil tutelar los
derechos y deberes de los padres y de los demás que intervienen en la
educación, colaborar con ellos, completar —cuando no es suficiente el
esfuerzo de los padres y de otras sociedades— la obra de la educación según
el principio de subsidiariedad y atendiendo los deseos de los padres, y
crear escuelas e institutos propios según lo exija el bien común. El Estado,
por tanto, lejos de ser antagonista o entrar en conflicto con los padres,
debe ser su mejor aliado y colaborador, aportando todo y sólo lo que los
padres no pueden aportar y hacerlo en la dirección que indiquen los padres.
Esta colaboración leal y eficaz ha de darse también en los profesores de
todos los centros de educación, sean privados o públicos. De esta
colaboración saldrán beneficiados los hijos, en primer lugar; pero también
la misma sociedad y la escuela, porque esos hijos serán mañana mejores
ciudadanos y muchos de ellos harán verdaderas aportaciones al progreso de la
escuela.
4. La familia necesita también de la parroquia. Los padres, en efecto,
realizan la educación en la fe, sobre todo, por el testimonio de su vida
cristiana, especialmente por la experiencia de amor incondicional con que
aman a los hijos y por el amor profundo que éstos se tienen entre sí; lo
cual es un signo vivo del amor de Dios Padre. Además, según su capacidad,
están llamados a dar una instrucción religiosa, generalmente de carácter
ocasional o no sistemática; la cual llevan a cabo descubriendo la presencia
del misterio de Cristo Salvador del mundo en los acontecimientos de la vida
familiar, en las fiestas del año litúrgico, en la actividad que los niños
realizan en la escuela, en la parroquia y en las agrupaciones, etcétera. Sin
embargo, necesita la ayuda de la parroquia, porque la vida de fe va
madurando en los hijos en la medida en que se va incorporando, de una manera
consciente, en la vida concreta del Pueblo de Dios, lo cual acontece sobre
todo en la parroquia. Es ahí donde el niño y el adolescente, primero, y
luego el adulto, celebra y se alimenta con los sacramentos, participa en la
Liturgia y se integra en una comunidad dinámica de caridad y apostolado. Por
eso, la parroquia ha de ponerse siempre al servicio de los padres —no a la
inversa—, especialmente en los sacramentos de la Iniciación cristiana.
5. Familia, escuela y parroquia son tres realidades que quedan integradas y
conjuntadas por la educación que deben recibir los hijos. Cuanto mayor sea
la mutua colaboración e intercambio, y más afectuosas sean las relaciones,
tanto más eficaz será la educación de los hijos.
E. Reflexión del que dirige
F. Diálogo
G. Compromisos
H. Oración comunitaria
I. Oración por la familia
J. Canto final