Discípulos y Misioneros: Empezando por casa
CARTA PASTORAL Nr. 42
A TODA LA COMUNIDAD DIOCESANA
EN MALDONADO Y ROCHA
“DISCÍPULOS Y MISIONEROS
EMPEZANDO POR CASA”
HERMANOS Y HERMANAS:
HERMANOS Y HERMANAS:
Semanas atrás (CARTA PASTORAL Nr. 41 del 6 de mayo) los había invitado a acompañar la V Conferencia de los Obispos Latinoamericanos en Aparecida con nuestra oración intensa y perseverante. Ahora queremos disponer el ánimo para la recepción delespíritu y de la letra del Documento final, que se ha publicitado en este tiempo. También los motivaba a implementar iniciativas en pro de la familia tan necesitada de apoyo, a partir de la prioridad diocesana de este año de “Evangelizar desde la familia”.
En este contexto, al inicio de esta segunda mitad del año, tras el
acontecimiento eclesial de Aparecida, me dirijo a Uds. para recordarles el
fundamento y la motivación de esa realidad que
llamamos “discípulos” y “misioneros” y cómo concretarlo en pequeñas cosas
“empezando por casa”, para que las “cosas importantes”, iluminadas por las
grandes pautas a nivel latinoamericano, puedan tener raíces en nuestra vida
concreta y hacernos crecer en la fidelidad al Evangelio.
Entre estas “cosas importantes” llamo la atención sobre nuestro “Mensaje de
los Obispos en defensa de la vida humana” del pasado 6 de julio. No trato
aquí esta realidad que toca a la misma existencia de nuestra gente, por
haberlo ya explicitado una vez más con toda claridad y firmeza en dicho
Mensaje. Es un tema que no es negociable, porque se trata ni más ni menos
que del derecho a la vida de todo ser humano, vida que defendemos, además de
una motivación religiosa, con toda la ciudadanía creyente, agnóstica o
atea con sensibilidad humanista. Si no defendemos la vida de todo ser humano
por ser tal, no hay ninguna garantía para todos los demás derechos.
A) “DISCÍPULOS Y MISIONEROS.
Antes, durante y después de la V Conferencia de Aparecida suenan estas
palabras con una fuerza nueva, como las dos caras de una moneda, pero ¿cuál
es la raíz y la actualidad que las unifican, de modo que no nos dispersemos
en una dualidad de roles? En el libro reciente “Jesús de Nazaret”, al inicio
del capítulo sexto, el Papa Benedicto XVI (¡no es común que un Papa nos haga
ese regalo de publicitar un libro largamente preparado!), al analizar el
texto evangélico del llamado de los primeros discípulos, así como lo relata
Lucas (6,12-13), hace un comentario muy esclarecedor. Recordemos el pasaje:
“En aquellos días se fue a orar a un cerro y pasó toda la noche en oración
con Dios. Al llegar el día llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos,
a los que llamó apóstoles”.
Y el Papa comenta que “......el llamado de los discípulos es un
acontecimiento de oración; son engendrados en la oración, en el trato con el
Padre..... Su vocación proviene del diálogo del Hijo con el Padre y está
enraizada allí.”
Así todo discipulado es iniciativa de ÉL, en su identidad de voluntad con el
Padre, quien elige y de quien hay que rogar este don. Nadie se puede elegir
y convocar a si mismo para este llamado, sino es fruto de la oración.
No sólo los 12 (representando a las 12 tribus de Israel) apóstoles son
enviados, sino que se habla de 70, y en otro texto de 72, (número que tiene
una significación bíblica simbólica por su referencia a los 70 miembros de
la casa de Jacob que emigraron a Egipto y que representan a toda la
humanidad) discípulos. Hay discípulas que se mencionan, porque se nos habla
de “muchas otras que los atendían con lo que tenían” (Lc. 8,3) y
cuya presencia nos cuestiona a fondo, en el momento de verlas perseverar
bajo la cruz del primer Viernes Santo y dar testimonio de la Pascua de
Resurrección.
Para purificar nuestros sentimientos y profundizar nuestras motivaciones, se
nos invita a una oración perseverante e intensa. Sólo as í podemos discernir
la voluntad del Padre que siempre busca lo mejor para cada uno. En esa
oración descubrimos junto al llamado de la Iglesia el envío que al mismo
tiempo nos hace misioneros.
La misión as í nunca será una mera estrategia novedosa para “captar”
adeptos, sino nace de la oración y la conversión, se discierne e identifica
en la comunidad cristiana y nos motiva a un compromiso esperanzador,
creativo, eclesial, solidario y permanente al servicio del plan de Dios. Es
inseparable de nuestra única vocación cristiana que siempre será a la
vez discipulado y misión.
B)EMPEZANDO POR CASA”
Consciente de la complejidad de la vida actual, me permito sugerirles de
todo corazón algunos consejos prácticos, para que la reflexión anterior que
parece teórica aterrice en nuestras familias. No son “recetas” que pretendan
asegurar nuestra perseverancia, pero sí consejos de importancia variada y
que nacen de mi experiencia de sacerdote antes y obispo ahora. Como única
finalidad buscan hacer posible el ser discípulos y misioneros. Por supuesto
que no se trata de un elenco exhaustivo ni sustituye todo lo referente al
compromiso cristiano más público en el campo laboral, político, cultural y
eclesial. Sólo hago referencia a algunos aspectos de la realidad familiar,
sabiendo muy bien que por múltiples motivos la situación en casa se ha
complicado.
1) Empecemos por lo elemental: les recomiendo tener en casa algún objeto
religioso a la vista: crucifijo, imagen de Cristo o de la Virgen, etc. En
nuestra sociedad tan secularizada necesitamos recordar en casa la dimensión
religiosa, porque sino se “borra” de nuestra percepción cotidiana. Claro que
se trata de algo más que de adorno, tradición, recuerdo o rutina.
2) Si el Domingo de Ramos, al inicio de la Semana Santa, hemos
traído un ramito bendito, es recomendable colocarlo junto a ese crucifijo o
imagen, para recordarnos cada día que no queremos ser cristianos de ocasión,
como aquellos que vitorearon a Cristo y luego lo traicionaron, sino serle
fieles siempre, con la ayuda de su Gracia. Tal vez también alguna vez una
flor junto al cuadro o imagen es un pequeño gesto que necesitamos.
3) Veamos si tenemos alguna Biblia, aunque sea el Nuevo Testamento, a
mano y a la vista, si no tratamos de conseguirla en nuestra comunidad
parroquial. No nos asustemos de que parezca un libro difícil de manejar, de
otros tiempos por la larga historia que tiene o poco práctico frente a la
aceleración y complicación de la vida.
4) La Palabra de Dios no sólo la tendremos a la mano y a la vista, sino
nos iremos acostumbrando a usarla y no “tenerle miedo”, tal vez empezando
una vez a la semana, sino es todos los días, a leer unas frases o un pasaje.
5) Una guía bíblica con las citas de los textos que se leen en la Misa
diaria puede ser muy útil, para tener una pauta por dónde empezar. La
finalidad de esta praxis es tener a mano una Palabra autorizada que amplíe
nuestros criterios, frente al bombardeo constante de datos, informaciones y
opiniones sobre todos los temas y para todos los gustos.
6) Sería positivo, si el ambiente nos ayuda, tomar la iniciativa en el
momento de la comida, de una breve oración improvisada o elaborada. ¡Qué
bueno si la mesa familiar nos reúna no sólo para compartir el alimento
necesario y la charla que conforta sino también para la acción de gracias,
súplica y pedido de perdón, ante Aquél que nos lo ha dado todo!
7) Si otro es el momento más adecuado, por la situación “pluralista” que
se vive en casa, trataremos de vivir esta oración, aunque sea en lo
personal. También los aniversarios como lo “gris” de cada día, el “mes de
María” como el “repaso” de la catequesis, son nuevas oportunidades para
unirnos en la oración de casa. El rezo del Rosario sigue siendo por varios
motivos de actualidad: aunque sea una parte (llamado “misterio”) puede ser
muy útil en los altibajos de la vida.
8) Junto a la gente mayor y enferma, es una bella obra de caridad
interesarnos por su salud espiritual: acompañarlos con alguna oración, hacer
posible que puedan celebrar los sacramentos, etc. Mi experiencia me confirma
que enfermos y gente grande agradece muchísimo y no se “asusta” ante la
visita del ministro de la Iglesia, más bien pueden ser los familiares
quienes se sientan inseguros por una fe titubeante.
El sacerdote en su ministerio de la reconciliación sacramental y de la Santa
Unción y los ministros de la Comunión complementan y coronan el ambiente de
fe que la familia va preparando. Pero sin esa preparación en casa es muy
limitada la acción pastoral.
9) Trataremos de ver ya el sábado al mediodía el tiempo de
la Eucaristía del fin de semana en que vamos a participar, no sea que
después no vayamos a ninguna por falta de previsión. El llegar con tiempo
para ambientarnos antes de la celebración nos ayuda a una
participación fructífera, momentos que de acuerdo a cada caso puede ser
oportuno también para una reconciliación sacramental. No me refiero a esos
fines de semana realmente complicados. Estoy pensando en los que por la
distancia y la salud pueden trasladarse, más todavía si tienen en los
centros urbanos alternativas de lugares y horarios de celebración. Una
visita al Santísimo Sacramento, en la iglesia abierta a nuestro alcance, nos
puede animar en las peripecias de la jornada diaria.
10) Estamos en una situación privilegiada, ya que muchos tienen un lugar
donde la comunidad se reúne para celebrar la Eucaristía o en su defecto la
Palabra con la Santa Comunión. Si bien vivimos en una sociedad radicalmente
secularizada, podemos reunirnos en el nombre del Señor, a diferencia de
aquellos que también en nuestro siglo XXI, por reunirse como Iglesia en la
oración o celebración, son
perseguidos, juzgados y enviados a la cárcel. Invitar a otros que se
acerquen, para no resignarnos en casa a lo que tal vez pueda ser una rutina
de los que participan y los que no, es un gesto necesario para “despertar
conciencias dormidas”. ¡Ojala la campana, si está al alcance de nuestra
percepción, nos recuerde compromisos elementales!
EN SÍNTESIS: Nos hemos encontrado con el Señor (¡porque Él ya estaba cerca,
hace tiempo!), en algún momento de la vida. ¡Qué bueno facilitar para otros
este Encuentro que cambia nuestras vidas! El lenguaje y los tiempos para
tocar nuevas puertas, nuevas mentes y nuevos corazones son parte de nuestra
vida cristiana. Muchas veces “empezar por casa” se hace difícil, porque nos
conocemos demasiado, pero tal vez la forma de tomarnos más en serio es
intentar que esta dimensión religiosa, dentro de nuestras posibilidades,
no se quede corta.
Queremos empezar cada día de nuevo y en casa a aprender a
ser discípulos y misioneros, para que as í la Iglesia toda en nuestra patria
y en el continente brinde el mejor servicio que es su fidelidad al
Evangelio. En definitiva, es el Señor en su providencia quien
dará fecundidad a nuestras inquietudes, en la forma y el tiempo sólo por Él
conocidos
Y una vez más, como lo hemos rezado en estas semanas (¡bella oración para la
familia en casa!), oramos
“DISCÍPULOS Y MISIONEROS TUYOS,
QUEREMOS REMAR MAR ADENTRO, PARA
QUE NUESTROS PUEBLOS TENGAN EN TI VIDA
ABUNDANTE, Y CON SOLIDARIDAD CONSTRUYAN LA
FRATERNIDAD Y LA PAZ.
SEÑOR JESÚS, ¡VEN Y ENVÍANOS!
MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA, RUEGA
POR NOSOTROS. AMEN”
Maldonado, el 15 de julio 2007
Domingo XV del Tiempo Ordinario
Víspera de la Fiesta de la Virgen del Carmen
Co-patrona de la Catedral de San Fernando de
Maldonado
En el mes del Centenario de Punta del Este
+RODOLFO WIRZ
Obispo de Maldonado –Rocha
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NOTA: La fecha y la estampa de la Virgen del Carmen que nos acompaña tiene
un valor de memoria histórica, porque desde fines del siglo XIX (25 de
octubre de 1896) está presente en el altar mayor de la Iglesia de San
Fernando, hoy Catedral. Allí llegó también por la gestión del Cura Párroco
de entonces, Pbro. Pedro Podestá, primer sacerdote fernandino, sepultado en
el mismo templo ya hace 100 años (20 de julio de 1907), a quien
debemosademás de la llegada de la fraternidad capuchina, la finalización de
la construcción del templo y la colocación del mencionado altar. Al pie de
la estampa vemos el bergantín “Ciudad del Santander” que tenía la imagen en
su capilla. Un naufragio junto a la Isla de Lobos (25 de mayo de
1895) motivó a una promesa de los náufragos en donar la imagen a la
parroquia más cercana, en el caso de salvarse. As í llegó a instalarse entre
nosotros siendo motivo de peregrinación en años posteriores, de modo que (12
de octubre de 1954) incluso el templo fuera declarado Santuario
Arquidiocesano de la Virgen del Carmen del Santander, cuando nuestra actual
diócesis aún era parte de Montevideo. Al evocar en este mes (5 de julio) el
centenario de la creación del Pueblo de Punta del Este, queremos así
recordar con esta imagen un capítulo de nuestra propia historia que la
Iglesia escribió entre nosotros.
NOTA: La
fecha y la estampa de la Virgen del Carmen que nos
acompaña tiene un valor de memoria histórica, porque desde fines del siglo
XIX (25 de octubre de 1896) está presente en el
altar mayor de la Iglesia de San Fernando, hoy Catedral. Allí llegó también
por la gestión del Cura Párroco de entonces, Pbro. Pedro
Podestá, primer
sacerdote fernandino, sepultado en el mismo templo ya hace 100 años (20
de julio de 1907), a quien debemosademás
de la llegada de la fraternidad capuchina, la finalización de la
construcción del templo y la colocación del mencionado
altar. Al pie de la estampa vemos el bergantín “Ciudad del
Santander” que tenía la imagen en su capilla. Un naufragio
junto a la Isla de Lobos (25 de mayo de 1895) motivó
a una promesa de los náufragos en donar la imagen a la parroquia más
cercana, en el caso de salvarse. As í llegó a instalarse entre nosotros
siendo motivo de peregrinación en años posteriores, de modo que (12
de octubre de 1954) incluso el templo fuera declarado Santuario
Arquidiocesano de la Virgen del Carmen del Santander, cuando
nuestra actual diócesis aún
era parte de Montevideo. Al evocar en este mes (5 de julio) el
centenario de la creación del Pueblo de Punta del
Este, queremos así recordar con esta imagen un capítulo de
nuestra propia historia que la Iglesia escribió entre nosotros.