Las vacaciones, ocio en familia
Páginas relacionadas
+ Agustín, arzobispo de Valencia
La llegada de las vacaciones es una oportunidad para vivir de modo diferente al
resto del año. A la luz de lo que ha supuesto el V Encuentro Mundial de las
Familias podemos proponernos el período vacacional como la ocasión para
practicar el ocio en familia. Nos hallamos ante un tiempo para experimentar la
alegría de vivir los unos con los otros, de dedicarnos tiempo, de prolongar los
paseos, las comidas, las sobremesas o las conversaciones disfrutando
intensamente del encuentro personal.
Para vivir el ocio en familia es imprescindible gozar de paz interior, de paz
personal y de paz familiar. En muchas ocasiones, nuestra sociedad incita a
movilizar las pasiones de las personas para lograr tiranías de consumo que roban
el equilibrio y la paz. Son excesivos los mensajes que invitan a pensar sólo en
uno mismo, a acumular cada vez más, a buscar con desenfreno el lujo y la
comodidad. Las imprudencias al volante son un azote de soberbia y egolatría que
siembran de dolor a centenares de familias. Pido a todos una especial precaución
en la grave responsabilidad que supone conducir y de la cual pueden depender las
vidas de nuestra propia familia. El Catecismo nos enseña que detrás de cada
exceso se esconde lo que la Iglesia llama «pecados capitales»: la soberbia, la
avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Detectar estas
dinámicas negativas de la personalidad ayuda a comenzar a superarlas.
La predicación del Evangelio ha procurado a los hombres y a las mujeres de los
últimos dos milenios una nueva paz. Todos podemos disfrutar del equilibrio y la
paz interior si estamos dispuestos a aceptar la misericordia de Dios y a
practicar con los demás esa misma misericordia. Benedicto XVI ha anunciado con
firmeza el papel insustituible que tiene la acogida de la misericordia de Dios
para conseguir la verdadera paz en nuestro mundo.
El ocio en familia adquiere una dimensión nueva si se cultiva la acogida de la
misericordia de Dios y si se expresa en la relación con los demás. Días de
sosiego permiten considerar el misterio de amor que hay detrás de cada persona,
de cada familia. El Dios que se ha revelado en Jesucristo es Uno y Trino, es una
comunidad de vida y amor, es un torrente de misericordia para todos nosotros,
los seres humanos, sus hijos. La pasión, muerte y resurrección de Jesús, su
presencia en la Eucaristía, renueva el amor incondicional de Dios por los
hombres y mujeres. Su amor nos salva antes que nos juzga. El amor de Dios nos
acepta en nuestra debilidad y nos transforma, haciéndonos capaces de amar cada
vez mejor.
Días de mayor tranquilidad permiten a los padres comunicar a sus hijos el
misterio de amor que precede a sus personas y a su familia. Transmisión de la
vida y transmisión de la fe van de la mano cuando sabemos reconocer en nuestras
vidas la iniciativa amorosa de Dios, que deja su huella en cada persona. Dios ha
amado a cada ser humano como es, desde toda la eternidad.
Muchas familias tienen que ajustar sus vacaciones al cuidado de sus abuelos o de
sus miembros enfermos. Otras familias tienen que apoyar a los hijos que les
quedan estudios para el verano. Otras experimentan penurias económicas y poca
posibilidad de gastar en viajes. Otras tienen muy reciente el duelo por la
pérdida de un ser querido. Otras tienen la dura prueba de un familiar cumpliendo
condena. Todas estas circunstancias difíciles adquieren nueva luz si se ponen
bajo el resplandor de la misericordia de Dios. Son oportunidades para crecer
personalmente, para salir de la egolatría y disfrutar también con la compañía
del que sufre.
El 17 de agosto de 2002, Juan Pablo II, en Polonia, consagró el mundo a la
Misericordia Divina. Desde el comienzo de su pontificado estaba convencido de
que su mensaje como Papa se concentraba en convencer a los hombres de nuestro
tiempo de que su libertad, su inteligencia y su capacidad de amar llegan a su
plenitud cuando evitan toda soberbia y se reconocen a la luz del amor de Dios.
El V Encuentro Mundial de las Familias ha sido un ferviente testimonio de
esta realidad.
Queridas familias: ¡que podáis disfrutar así de vuestro ocio en vacaciones!
Con mi bendición y afecto,
+ Agustín, arzobispo de Valencia